Capítulo 36
¿Quién es ahora?

La primera deducción de Kazuha fue que Kamisato Ayato había ido hasta ahí para buscarlo a él. ¿Por qué otro motivo la cabeza de la Comisión Yashiro estaría en un sitio como ese?, y en especial sin escolta alguna a su alrededor. ¿Le habría pasado algo a Ayaka? ¿O deseaba tener con él esa conversación que claramente había quedado pendiente entre ambos desde el otro día?, por no decir quizás desde hace ocho años.

El motivo que fuera, no podía dejar que sus nuevos amigos (si podía considerarlos ya de esa forma) se vieran involucrados, en especial sabiendo que Itto y esa chica de la máscara negra tenían también una visión. Con eso en mente, se dispuso a dar un paso al frente y presentarse ante el comisionado. Sin embargo, alguien se le adelantó.

—¡Hey!, ¡pero si es mi colega Ayato! —exclamó Itto con ímpetu, caminando hacia el hombre de cabellos azules, tomando a Kazuha totalmente por sorpresa.

«¿Mi colega Ayato?» pensó Kazuha, totalmente confundido. Y este sentimiento se incrementó cuando vio al líder de la Banda Arataki aproximarse a Ayato para justo después rodearlo con un brazo de una forma bastante cordial, además de algo brusca.

—¡Qué sorpresa verte por aquí! —espetó Itto con alegría—. ¿Dónde te habías metido?

—Oh, ya sabes, aquí y allá —murmuró el comisionado con una media sonrisa—. He estado ocupado últimamente.

—Menos ocupación y más diversión, ¡ese es mi lema! O uno de ellos —exclamó Itto con orgullo—. Recuerdas a los pequeños, ¿no? —señaló girándose hacia los niños debajo del árbol—. Kouichi, Shouta, Daisuke y Midori. Y de seguro también reconoces a mis camaradas, Akira, Genta y Mamoru —prosiguió señalando a los miembros de su banda—. Y creo que no te había tocado conocer a Shinobu antes. Ella es mi mano derecha, y quien se encarga de sacarnos de problemas… más veces de las debidas.

—Hola —saludó Shinobu con algo de vacilación. En su mirada se notaba cierta desconfianza al observar a aquel individuo. Especialmente por esa sonrisa en su rostro que le provocaba mala espina.

—Y él es mi nuevo amigo, Kazuha —añadió Itto por último, señalando hacia el joven espadachín de cabellos claros—. Nos conocimos justo hoy. Es gracioso, en realidad. Estaba comiendo en un restaurante y unos ladrones…

—Itto —pronunció Kazuha con tono tajante, cortando sus palabras. Su expresión reflejaba severidad—. Esta persona es…

—Un fanático acérrimo de los combates de escaradiablos y los juegos de cartas —le interrumpió Ayato antes de que dijera más, esbozando una amplia sonrisa despreocupada—. Y del té de boba, de paso —añadió riendo un poco y alzando su vaso—. Un placer conocerlos, Srta. Shinobu… Sr. Kazuha…

—Igualmente —pronunció Shinobu, sin cambiar su actitud aprensiva.

Kazuha no respondió nada; estaba bastante ocupado en intentar entender qué era lo que pasaba con exactitud, sin mucho éxito. Lo que sí logró comprender era que Lord Kamisato no quería que se revelara su identidad, y por consiguiente cómo era que ambos se conocían. No comprendía qué motivos podía tener para eso, pero tampoco estaba en posición de cuestionarlo pues él también había omitido deliberadamente mencionar el nombre de la familia Kaedehara con el fin de evitar problemas. Dicho eso, se limitó a simplemente asentir como respuesta al saludo.

—Y veo que estaban a punto de tener un combate en este momento, ¿no es cierto? —preguntó Ayato con curiosidad, mirando los escarabajos que Itto y Kazuha traían consigo, así como la pequeña arena dibujada en el suelo que los niños habían preparado.

—¡Así es! —declaró Itto con fiereza—. Estamos por comenzar un pequeño torneo, con un brillante premio de doscientas moras.

—¿El Sr. Kazuha también participará? —preguntó el hombre de cabellos azules, mirando con curiosidad el escarabajo azul, posado tan paciente y quieto en las manos del espadachín.

—¡Claro! —respondió Itto—. Él mismo acaba hace un momento de elegir a su campeón, y hasta le ha puesto un nombre: Princesa Garza… no suena muy intimidante, ¿no? Pero no bajaré la guardia ni un momento.

La ceja derecha de Ayato se arqueó ligeramente al momento de escuchar aquel nombre, y fue la única reacción que logró ser apreciable en su rostro calmado, casi estoico.

—Con que Princesa Garza, ¿eh? —murmuró despacio, alzando su mirada directamente hacia Kazuha. Éste se mantuvo sereno, sosteniéndole lo mejor posible la mirada al Comisionado Yashiro. Fue claro que ambos sabían a honor de quién lo había nombrado así. Lo que resultaba un poco más indescifrable para Kazuha era si aquello molestaba o intrigaba de alguna forma al hombre noble.

—¡Pero tienes que echarle un vistazo a este chico malo! —exclamó Itto, alzando su mano con el escarabajo rojo que había elegido y prácticamente colocándolo frente a la cara de Ayato—. Éste es Guerrero Demonio X, y será el que me otorgue ese jugoso premio de doscientas moras. ¿Qué opinas?

—Se ve como un astuto guerrero, felicidades —murmuró Ayato con discreta cortesía, observando el escarabajo de reojo.

—¿Qué dices? ¿Te nos unes en el combate, camarada?

—No, creo que por esta ocasión sólo seré espectador, si les parece bien —se excusó Ayato con ligereza—. Pero, si me lo permiten, quisiera hacer su apuesta un poco más interesante… para motivar a los combatientes.

Dicho eso, introdujo sutilmente su mano en la manga ancha de su atuendo, rebuscando en uno de sus bolsillos internos. De ésta extrajo una pequeña bolsita de dinero… o más bien una relativamente grande bolsita de dinero, que a simple vista Shinobu pudo notar que tenía bastante moras en su interior.

El chico de cabellos azulados revisó un rato el contenido de la bolsa, y luego dijo:

—¿Qué les parecería subir su apuesta unas… mil moras más?

—¡¿Mil moras?! —exclamaron casi todos los presentes; la Banda Arataki y los cuatro niños incluidos.

—Así el premio para el ganador sería de mil doscientas —prosiguió Ayato, al parecer sin prestarle mucho atención a la reacción que sus palabras habían tenido en sus oyentes. En su lugar, extrajo las mil moras de su bolsita por partes, entregándoselas a Midori. La niña las recibió en sus manitas por mero instinto, pero sin saber exactamente cómo debía sujetar tantas monedas al mismo tiempo.

—Oiga, ¿acaso me está diciendo que trae mil moras consigo para regalar de esa forma? —cuestionó Shinobu, claramente desconfiada—. ¿Y ni siquiera tiene pensado participar? ¿Cuál es el truco, señor?

—No hay truco —rio Ayato, al parecer divertido—. Sólo quiero hacer que su combate sea más interesante.

—No me agrada, no es correcto —señaló la asistente legal, cruzándose brazos—. Será mejor que tome su dinero de regreso y…

—¡Shinobu! —masculló Genta entre dientes a su lado, interrumpiéndola—. Si el caballero quiere dar mil moras para el premio, ¿quiénes somos nosotros para cuestionarlo?

—¡Mil moras nos ayudaría a saldar la deuda de dados que tenemos con ese loco de hace rato! —añadió Mamoru con emoción—. ¡Yo también participaré! ¡Iré ahora mismo a buscar un escaradiablo!

Dicho eso, corrió deprisa hacia los mismos árboles donde Itto y Kazuha habían encontrado a sus campeones. Genta no tardó en unírsele.

—Y recuerda que también tenemos que pagar los daños al restaurante del viejo Shinai —le murmuró Akira a Shinobu justo después—. En esta ocasión dudo que nos lo vayan a perdonar tan fácil como las otras veces.

Eso último Shinobu no tenía como discutirlo. Definitivamente mil doscientas moras ayudarían bastante con ese pequeño problema.

—De acuerdo —suspiró resignada—. Sólo espero no nos arrepintamos de esto.

—¡Excelente! —exclamó Itto aliviado; pareciera que en verdad todos esperaban el permiso de Kuki Shinobu—. Ya lo oyeron, mocosos. ¡Junten el premio!, que cuando lo gane no quiero que falte una moneda.

—Bueno… ¡ya lo oyeron! —espetó Midori, pasándole las monedas a sus compañeros—. Más les vale no perderlo. No podemos dejar que ese grupo de perdedores se lo lleven. Si alguno de nosotros lo gana, lo repartiremos entre cuatro.

—¿Eh? ¿Por qué tendríamos que repartirlo…? —reclamó Daisuke, pero una mirada tajante de Midori lo hizo callar al instante—. Está bien, está bien, lo repartiremos…

Sólo quedaba esperar a que Genta y Mamoru volvieran con sus escarabajos para comenzar con el combate. Mientras aguardaban, Itto y Ayato se apartaron un poco para conversar. El oni hablaba con fuerza y emoción como siempre, mientras su acompañante se mostraba mucho más reservado.

Kazuha se colocó debajo del árbol de cerezo, apoyando su espalda contra el tronco. Tenía sus manos juntas delante, y Princesa Garza caminaba lentamente por sus palmas, al parecer bastante cómoda con estar ahí. Kazuha no podía decir lo mismo. No estaba seguro si era correcto que estuviera ahí jugando, cuando debía de estar buscando a Tama y volver a su campamento. Pero, al mismo tiempo, la presencia de Kamisato Ayato en aquel sitio seguía desconcertándolo aún más. ¿Sería en verdad sólo una coincidencia?

—Oye —escuchó que alguien pronunciaba con fuerza delante de él. Al alzar su mirada, observó a Shinobu, de pie a un metro, con sus manos en su cintura y una mirada inquisitiva en sus ojos, fijos en él—. Tú sabes quién ese ese sujeto en realidad, ¿verdad? —soltó sin miramiento, apuntando con su cabeza hacia donde Itto y Ayato se encontraban—. Estabas por decirle al jefe algo de él antes de que te interrumpieran. ¿Quién es?

—¿Tú no lo conoces? —masculló Kazuha despacio sin mutarse.

—Itto había mencionado antes a un amigo suyo de buenos modales y ropa fina con el que solía jugar. La verdad no creí que fuera del todo real. Pero ahora que lo veo… —miró sobre su hombro de nuevo hacia aquella dirección, en especial observando ese rostro calmado y sonriente de Ayato—. Puedo ver que no sólo es real, sino que no es un individuo común… ¿Quién es en realidad?

—No me corresponde compartirte esa información —señaló Kazuha con firmeza—. Hay aspectos de mí mismo que también requiero de momento mantener en secreto, por lo que no sería justo revelar los de alguien más.

—Eso no me hace sentir ni un poco más tranquila —masculló Shinobu con dureza, cruzándose de brazos.

—Lo sé, y lo lamento. Pero es justo que al menos te haga una advertencia: cuida que Itto no mencione en lo absoluto nuestras visiones en presencia de esa persona. No puede darse el lujo de ser imprudente delante de él.

Aquello ciertamente desconcertó aún más a Shinobu.

—¿Acaso…? —masculló despacio, girándose a mirar de nuevo al aquel extraño—. ¿Es alguien que trabaja para la Comisión Tenryou?

Kazuha no respondió, pero Shinobu no necesitó de más para saber que le hablaba muy en serio. Así que sin cuestionárselo más, se acercó hacia Itto y su misterioso amigo, con la intención de vigilar de cerca lo que decía.

¿Cómo era que Itto se había hecho amigo de Kamsiato Ayato? ¿Tenía al menos una idea de quién era?; todo parecía indicar que no. Realmente había muchas cosas en esa ciudad que le resultaban extrañas al joven Kaedehara.


Una vez que los peleadores faltantes arribaron a la arena, era momento de comenzar con el esperado torneo de escaradiablos, con un sonante premio de mil doscientas moras en espera de un campeón.

En la primera ronda, a la Banda Arataki no le fue muy bien. De entrada, en el primer combate el escaradiablo de Genta terminó cediendo ante un brutal ataque frontal del de Daisuke, mandándolo a volar lejos fuera de la arena como si fuera una pelota.

A Mamoru no le fue mejor, pues resultó ser la primera gran victoria de Princesa Garza, que hizo alarde de unos ágiles y diestros movimientos que poco a poco fueron empujando a su oponente, hasta dejarlo patas arriba fuera de la arena.

—¡No puede ser! —exclamó Mamoru incrédulo, cayendo de rodillas.

—Parece que tendrán que pagar sus deudas de dados de otra forma —bromeó Akira a expensas de sus dos amigos.

Kazuha extendió su mano hacia el pequeño escaradiablo azul, que rápidamente se aproximó a su palma y se subió a ésta por sí solo.

—Fue una muy buena pelea, amigo Kazuha —indicó Itto con seguridad—. ¿Seguro que no lo habías hecho antes?

—No exactamente así —masculló Kazuha, mientras pasaba su dedo delicadamente por el lomo del insecto en su mano—. Pero en realidad todo el mérito lo merece Princesa Garza. Lo hiciste muy bien —le murmuró despacio al escarabajo.

—Hace honor a su nombre —declaró Ayato, de pie a unos cuantos metros de él. Kazuha lo miró de reojo, pero el comisionado no le regresó la mirada.

El tercer combate fue entre Shouta y Midori, resultando muy parejo al inicio, pero terminando la niña como ganadora la niña de kimono rosa.

—Por los Arcontes —suspiró Shouta con desanimó al verse derrotado—. ¿Acaso mis ofrendas no fueron suficientes?

Por último en el cuarto enfrentamiento entre Itto y Kouichi, el Demonio Ninja X del oni hizo alarde de su gran fuerza y resistencia, no sólo aguantando las embestidas de su oponente, sino además logrando voltearlo de un fuerte e intenso golpe que lo dejó totalmente fuera de combate.

—¡Sí! —exclamó Itto llenó de emoción, alzando sus brazos al aire—. ¡No lo puedo creer! ¡Al fin gané una pelea! ¡Sabía que serías mi campeón, Demonio Ninja X!

—¿Qué? —masculló Kazuha, sorprendido—. ¿Quieren decir que no suele ganar? —preguntó volteando a ver a los demás miembros de la Banda Arataki. Estos, incluida Shinobu, prefirieron mirar a otro lado en lugar de responderle.

La segunda ronda no tardo en empezar, y en ésta se determinaría los dos guerreros que se disputarían el gran premio. El primer encuentro fue entre Itto y su amigo, el pequeño Daisuke.

—No creas que seré blando contigo por nuestra amistad, pequeño Daisuke —le advirtió Itto con ligera arrogancia.

—Nunca lo eres y aun así pierdes, hermano Itto —soltó Dasiuke con una sonrisa burlona, destanteando un poco al oni.

—¡Bueno eso cambia hoy! ¡Demonio Ninja X!, ¡ataca con todo!

El combate fue bastante parejo. Ambos escaradiablos chocaban y se empujaban entre sí con fiereza, y por un momento parecía que cualquier podía terminar fuera de la arena o volcado. Incluso por un momento todo parecía indicar que Itto perdería una vez más, pero al último momento Demonio Ninja X logró reponerse, empujando ferozmente a su adversario fuera del círculo, proclamando la victoria.

—¡Hurra! —exclamó Itto con ímpetu, incluso saltando en el aire con emoción—. ¡¿Cómo te quedó el ojo, pequeño Daisuke?! ¡¿Eh?! ¡¿Quién es el perdedor ahora?!

—Sólo fue suerte —masculló el niño con marcada molestia en su tono.

—¡Así se hace, jefe! —celebraron con entusiasmo Genta.

—No puedo creerlo, pero en verdad podría ganar las moras —indicó Akira, sorprendido pero contento.

—Y nos va a invitar a beber con el premio, ¿verdad? —exclamó Mamoru con emoción.

Antes de que Itto respondiera Shinobu se apresuró a intervenir.

—¡Nada de eso! —exclamó—. Si lo ganamos, ese dinero será para saldar la deuda con Shinai, y nada más.

—Oh, vamos, Shinobu —farfulló Genta con frustración—. Al menos podemos tomar un poquito para divertirnos.

—Aún no planeen su celebración de victoria, muchachos —indicó Ayato a su lado con voz risueña—. Aún tienen que vencer al ganador del siguiente combate…

Y en efecto, aún debía disputarse el puesto del otro finalista entre Midori y Kazuha. Por lo que todos guardaron silencio y se congregaron alrededor de la arena, mientras los dos combatientes se colocaban en sus posiciones.

El escaradiablo de colores rosados de Midori no tardó en lanzarse al ataque de Princesa Garza, mandándola a volar de un sólo golpe que cortó la respiración de todos mientras el escarabajo azul giraba en el aire y luego caía al suelo. Para sorpresa de todos, no sólo caía dentro del círculo de combate, sino que se las había arreglado para hacerlo de pie. Aquello provocó que todos soltaran un grito de emoción.

Los dos combatientes se lanzaron el uno contra el otro, y Princesa Garza lució de nuevos sus rápidos y certeros movimientos.

—¡Vamos Té de Cerezo! —gritó Midori con ímpetu—. ¡Demuéstrale quién es la verdadera princesa aquí!

El combate duró bastante más de lo esperado, y en más de una ocasión Princesa Garza se vio arrinconado. Pero tras esquivar un ataque del escarabajo rosado, logró rodearlo y atacarlo por detrás para así empujarlo de cabeza fuera de la arena. Y de nuevo, todos gritaron emocionados, excepto Midori que soltó un alarido de coraje al sentir como esas mil doscientas moras se escapaban de sus manos.

—¡Ja! ¡La final será entre mi amigo Kazuha y yo! —exclamó Itto—. ¡No podía ser de otra forma!

—Eh, esto será interesante —murmuró Ayato, observando sonriente a Kazuha mientras recogía a su escarabajo. Éste lo miraba de reojo con cierta reticencia.

Se tomaron un pequeño descanso antes de la gran final, momento en el cual varios de los espectadores se apartaron un poco para estirar las piernas, así como la mente. Entre los que tomaron dicha iniciativa se encontraba Ayato, que caminó en dirección a la orilla del barranco que llevaba a la playa. Iba solo; el único momento en que lo había visto así en todo ese rato.

—Señorita Shinobu —murmuró Kazuha, girándose a ver a la mujer de cabellos verdes—. ¿Le importaría cuidar a Princesa Garza un segundo?

—¿Yo? —exclamó Shinobu un poco extrañada—. ¿No te preocupa que le haga algo para que el jefe gane la pelea?

—No creo que usted fuera capaz de algo como eso —respondió Kazuha, negando con su cabeza—. Es una persona muy correcta y noble cómo para hacerlo.

—¿Y tú cómo sabes eso? —inquirió Shinobu con desconfianza, cruzándose de brazos—. Ni siquiera me conoces.

—Sólo lo sé —contestó Kazuha sin vacilación alguna, sonriéndole levemente. Sus años de viaje le habían enseñado a juzgar a las personas y la bondad de sus almas al percibir el aire que giraba en torno a ellos, además de otras cosas. Sin embargo, sabía que no era algo que debía compartir con alguien que acababa de conocer, a riesgo de que lo consideren un poco… extraño.

—De acuerdo, si insistes… —masculló Shinobu, no muy convencida pero aun así dispuesta a hacerle el favor.

Kazuha le pasó con cuidado el escaradiablo, y Shinobu intentó sujetarlo en sus manos lo mejor que pudo. No estaba tan acostumbrada a convivir con esos insectos como sus compañeros, y sus patitas le daban cosquillas en las palmas. Aun así, debía aceptar que era bonito, a su modo.

Una vez que tuvo las manos libres, Kazuha se aproximó hacia Ayato con paso cauteloso. Éste se había parado cerca de la orilla del acantilado, con su vaso de té boba, del que bebía lentamente por la pajilla mientras contemplaba atento al extenso mar delante de él.

—Lord Kamisato —pronunció con voz templada a sus espaldas. Ayato siguió mirando al frente.

—Princesa Garza se está luciendo en este torneo —murmuró como si fueran palabras al aire, no dirigidas directamente al joven detrás de él—. Una interesante elección de nombre, por cierto. Espero que no esté insinuando que mi hermana parece un escarabajo.

—Por supuesto que no —se apresuró Kazuha a responder con marcada seguridad—. Sólo… me pareció apropiado… Como un amuleto de buena suerte, creo.

—Eh, no me parecía una persona supersticiosa, Sr. Kaedehara —señaló pronunciando su apellido algo tajante, aprovechando de seguro que ahora se encontraban solos—. Como sea, si fuera usted no confiaría tanto en la suerte para su combate final. Itto puede parecer algo torpe, pero le sorprendería de lo que puede ser capaz si se lo propone.

—Me pude dar cuenta —murmuró Kazuha con seriedad. Aquel combate que habían librado, aunque corto y rápido, había bastado para poder apreciar que el autoproclamado Héroe de Hanamizaka era más de lo que parecía a simple vista.

Hubo una pausa silenciosa, y entonces Kazuha se aproximó un paso más hacia el hombre de atuendo blanco.

—Lord Kamisato, ¿qué…?

—Muy seguramente se pregunta qué hago aquí, ¿no es cierto? —se apresuró Ayato a pronunciar antes de que Kazuha lo hiciera—. La verdad es que acabo de terminar con un asunto que estaba atendiendo, y mis espías me comentaron que lo habían visto rondando por Hanamizaka en compañía de la Banda Arataki. Itto y sus amigos son buenos chicos, pero por experiencia sé que tienden a atraer los problemas.

—¿Y temía que yo pudiera ser uno de esos problemas? —murmuró Kazuha, no dejando muy claro si acaso aquello le molestaba de alguna forma.

Ayato no respondió a su cuestionamiento. Los siguientes segundos se limitó principalmente a sorber de su pajilla y seguir contemplando el horizonte.

—Ocho años es un número que se dice fácil —pronunció al fin tras un rato—. Pero demasiadas cosas han cambiado en ese lapso de tiempo, aunque a la Todopoderosa Shogun de seguro aceptar eso no le agrade demasiado. Usted, por ejemplo, puedo ver claramente que no es más aquel niño que solía jugar en mi jardín, practicar en mi dojo, o sentarse a comer en mi comedor. Pero la pregunta más obvia por ello debería ser…

Se giró entonces lentamente, clavando sus profundos ojos azules en él. Su expresión entera reflejaba severidad.

—¿Quién es ahora, Sr. Kaedehara? —le cuestionó de forma tajante, casi agresiva.

—Nadie que represente peligro alguno para usted o para Ayaka, mi lord —le respondió Kaedehara sin titubeo.

—Una curiosa elección de palabras —indicó Ayato con ligera ironía—. Su amigo dijo algo similar cuando le hice la misma pregunta.

—¿Mi amigo? —cuestionó Kazuha, desconcertado—. ¿Habla de Tomo? —preguntó con reserva, pero Ayato pareció deliberadamente ignorarlo.

—Pese a lo que usted afirma, la experiencia me ha enseñado que las únicas personas que no representan peligro alguno para mí o mi familia, son aquellas con las que no tenemos relación alguna. Y usted, Sr. Kaedehara, no representó peligro alguno en estos ocho años en los que ni siquiera supimos de usted, pero ahora eso ha cambiado totalmente. Ha regresado casi de los muertos, presentándose ante nosotros luego de todo lo ocurrido. Y si fuera sólo ese el caso, como alguien que se aparece y se va, sería una historia totalmente diferente, y de seguro no estaríamos siquiera hablando en estos momentos. Pero ya al menos dos personas me han dicho que su presencia representa algo más complicado que eso, en especial para Ayaka.

—Me temo que no comprendo lo que intenta decir, mi lord —le respondió Kazuha con voz serena. Era respetuoso y cuidadoso con sus palabras, propio de alguien que creció en la nobleza pese a su situación actual. Aun así, no parecía en lo absoluto intimidado por él, y eso a Ayato más que molestarlo de hecho le resultó interesante.

—Permítame entonces ser un poco más directo: ¿qué es lo que ocurre en estos momentos entre Ayaka y usted? Ya que se me ha insinuado que entre ambos ha estado surgiendo algo más que la emoción normal de dos viejos amigos que se reencuentran después de muchos años… ¿Requiere que sea más directo que eso?

—No —respondió Kazuha con seriedad. No tenía caso darle más vueltas a ese asunto; ambos sabían de qué estaban hablando—. Pero no me corresponde a mí hablar en nombre de Ayaka.

—Pero puede hablar por usted, ¿no es así? —señaló Ayato, tajante.

Kazuha guardó silencio unos instantes, sosteniendo fijamente la mirada del comisionado. De seguro muy pocos habían visto a la cabeza del clan Kamisato así; tan firme, tan intimidante… tan protector. Kazuha en efecto nunca había tenido la ocasión de presenciarlo de niño, pero no le sorprendía. Ciertamente Ayaka y él tenían más en común de lo que creían.

—Mis intenciones con Ayaka siempre han sido nobles y buenas, mi lord —le respondió Kazuha con abrumadora calma—. Tengo un gran cariño por ella desde que éramos niños, y éste no ha disminuido ni un poco en el tiempo que ha pasado. Si acaso, me atrevería a decir que en efecto éste ha evolucionado a algo… más. —Hizo una leve pausa, y luego prosiguió—. Y ninguna de mis acciones han sido, ni serán, con el propósito de generarle algún daño. Antes de que algo pudiera afectarla de alguna forma, preferiría yo mismo dar mi vida a cambio.

—Fuertes palabras —señaló Ayato con ligera ironía—. Pero son sólo eso, al final de cuentas. Sería bueno ver si es capaz de mantenerse firme en ellas si la situación se da.

Ambos permanecieron en silencio unos instantes, observando expectante al otro. Sin necesidad de que ninguno desenvainara su espada, aquello se sentía como un duelo de dos voluntades bastante férreas y negadas a doblegarse.

—¿Qué es lo que aspira realmente que pase al final de esto, Sr. Kaedehara? —cuestionó Ayato—. ¿Cree que luego de todo lo ocurrido puede llegar y estar al lado de ella? ¿Ser su amigo? ¿Su pareja? ¿Su esposo…?

—No me engaño a mí mismo, mi lord —respondió Kazuha—. Sé que en estos momentos no me encuentro en lo absoluto en una posición digna…

—¿Cree que ese es el problema? —soltó Ayato de pronto, acompañado de una pequeña risa burlona—. ¿Su posición?, ¿su dinero?, ¿el que ya no sea un noble?, ¿o qué su nombre se encuentre tan manchado? Sí, es cierto que ninguna de esas cosas le favorece, pero tampoco soy tan frívolo o superficial como usted cree. Si Ayaka en verdad estuviera interesada en una persona en su posición, habría forma de darle la vuelta y manejar las apariencias; no sería fácil, pero no imposible.

Kazuha lo observó reflexivo. Sus palabras lo tomaron por sorpresa, pero conforme lo fue pensando, le hacían de hecho bastante sentido. El problema no era que no fuera más un noble, o que ahora fuera un trotamundos sin ninguna posesión valiosa…

—El problema es que usted no confía en mí —concluyó Kazuha sagazmente.

Ayato sonrió, al parecer complacido con la respuesta.

—Ayaka me dijo que lo perdonó por el incidente de hace ocho años. O, lo correcto sería, me dijo que no tenía nada que perdonarle, pues nada de eso fue culpa de ninguno de los dos. Me duele aceptarlo, pero tiene razón. Su tío, su padre, los antiguos consejeros de mi padre, y yo mismo… todos somos los más responsables de ese desastre. Aun así, sólo los Arcontes saben en dónde ha estado estos ocho años, o qué cosas ha hecho. Como dije, claramente no es más el niño que una vez conocí. La persona que está ante mí es un completo desconocido, por más que Ayaka quiera creer lo contario.

—Si así es como se siente, entonces permítame demostrarle el tipo de persona que soy ahora —declaró Kazuha con fervor, colocando una mano sobre su pecho. Aquello tomó un poco desprevenido al comisionado—. No juzgue a la persona ante usted por el pasado o por la ignorancia de mis acciones, mi lord. Ayaka siempre habló de lo mucho que lo admiraba y deseaba ser un apoyo para usted. A través de ella, he sabido del hombre justo y noble que es, y que quiere lo mejor para su hermana por encima de todo. Deme la oportunidad demostrarle la persona que soy realmente, y que también quiero lo mismo…

Ayato no dijo nada. Su semblante era tranquilo, pero lo cierto era que no estaba listo para una declaración tan asertiva y directa como esa. No sabía decir si acaso era osado, o muy valiente. Pero lo que era innegable era el fuego en sus ojos y la ferviente decisión que acompañaba a sus palabras. Hablaba muy en serio, y de eso no le cabía duda.

—¡Hey! —exclamó con fuerza la voz de Itto a la distancia, llamando la atención de ambos—. ¡¿Qué haces ustedes dos allá?! ¡Ya es hora de la gran final! ¡Vamos!

—Enseguida vamos —exclamó Ayato en alto, alzando una mano como seña para su amigo. Miró de nuevo a Kazuha una vez más antes de que volvieran con el resto—. Admito que esta conversación me ha dejado mucho que pensar. Pero ahora tiene una pelea en la que necesita enfocarse, Sr. Kaedehara. Y personalmente quiero ver a Princesa Garza en acción.

Kazuha asintió, y entonces ambos comenzaron a andar de regreso a la sombra del árbol del cerezo, sin decir nada más de momento.

Notas del Autor:

Según los diálogos de Itto, y lo que han mencionado en algunos eventos, al parecer nuestro oni favorito conoce a Ayato de las peleas de escaradiablos, pero no tiene ni idea de que éste es el Comisionado Yashiro. Y aunque quizás no sea así, doy por hecho que ninguno de sus amigos, incluida Shinobu, conocen su verdadera identidad (aunque cómo pudieron ver esta última se puede dar cuenta de que no es alguien cualquiera). ¿Cómo es que eso pasó? No tengo idea, pero me pareció gracioso que Kazuha presenciara esto bajo el contexto en el que se encuentra en estos momentos.