Capítulo 37
Una tarde agradable

El momento del combate final había llegado. Itto y Kazuha, los dos peleadores, se pararon cada uno en un extremo de la arena, cada uno sujetando a su campeón en sus manos. Los espectadores estaban reunidos en torno a ambos, expectantes y emocionados, embriagados por la pesada tensión que se respiraba en el aire…

O, quizás no tanto en realidad. Después de todo, sólo era una pelea de escaradiablos organizado por un grupo de niños… y algunos adultos que evidentemente no tenían algo más importante que hacer esa tarde. Como fuera, el premio de mil doscientas moras ciertamente valía el interés.

—¿Estás listo, amigo Kazuha? —preguntó Itto con desbordante confianza en su voz—. Espero que no me guardes ningún resentimiento una vez que te gane ese enorme premio.

—En lo absoluto —respondió Kazuha con una sonrisa despreocupada—. Tengamos un combate justo y que gane el mejor.

—¡Ese es el espíritu! ¡Andando entonces, Demonio Ninja X!

Itto se agachó colocando su escarabajo en el suelo justo dentro de la arena. Kazuha lo imitó poco después, colocando a Princesa Garza en su respectiva posición.

—Lo has hecho muy bien —le susurró el samurái en voz baja al pequeño escarabajo azul—. Sólo bríndame tu fuerza una vez más, por favor.

Casi pareció que el pequeño insecto alzaba su cabecita en su dirección para mirarlo, e incluso compartirle una respuesta. Para casi todos era evidente que no era así, pero Kazuha no lo aseguraría con tanta convicción.

Los dos peleadores se giraron a ver el uno al otro, quedándose quietos al inicio en sus extremos contrarios, pero con sus cuerpos enteros tensos, listos para el combate. Demonio Ninja X ciertamente era bastante más grande y eso lo hacía lucir intimidante. Pero Kazuha tenía confianza en Princesa Garza. Como bien le había dicho a Ayato, su nombre era un amuleto de buena suerte.

El escaradiablo de Itto fue el primero en reaccionar, lanzándose en embestida contra su oponente, pero éste a último momento se movió hacia un lado para esquivarlo. El escarabajo rojo no tardó en volverse de nuevo en su contra, antes de que el escarabajo azul pudiera contratacar. Las cabezas de ambos insectos chocaron entre sí, comenzando a empujarse mutuamente. El tamaño y la fuerza claramente superiores de Demonio Ninja X comenzó a aventajarlo, y el pequeño cuerpo de Princesa Garza comenzaba a ser empujando hacia la orilla de la arena, por más que el escarabajo azul opusiera resistencia.

—¡Eso es! —espetó Itto con orgullo—. ¡Un poco más y lo tendremos!

Los espectadores observaron todo en silencio, sin siquiera respirar. ¿Podría ser que el ganador fuera decidido tan rápido?

Cuando parecía que Demonio Ninja X lograría empujarlo por completo fuera de la arena, Princesa Garza logró moverse grácilmente hacia un lado, sacándole la vuelta al enorme escaradiablo, que se fue casi de bruces al frente por el impulso. Justo después, se lanzó contra el costado del escaradiablo rojo, dándole varios empujones en esa área que hacían que el cuerpo del insecto de mayor tamaño se moviera poco a poco hacia un lado.

El combate había tomado un giro repentino, y esto se reflejó en las reacciones de asombro de todos.

Princesa Garza siguió empujando a su oponente hacia la orilla con ahínco, pero antes de lograr sacarlo del todo, Demonio Ninja X logró oponer resistencia en sus patas para evitar seguir avanzando. Sacudió justo después el cuerpo, quitándose a Princesa Garza de encima y empujándola hacia atrás. Ambos volvieron a ponerse frente a frente, y Demonio Ninja X volvió a lanzarse en su contra. Chocando sus cabezas uno contra el otro.

—¡Resiste, amiguito! —gritó Itto con energía—. ¡Sólo tienes que empujarlo un poco más! ¡Ya lo tenemos!

—¡Tú puedes, Princesa Garza! —exclamó Shouta con emoción—. ¡Resiste!

—¡No!, ¡tú puedes Demonio Ninja X! —añadió Midori a su lado—. ¡Haz que pague por lo que le hizo a Té de Cerezo!

—¡Princesa Garza no perderá tan fácil! —añadió Daisuke con decisión.

—¡Vamos, Demonio Ninja X! —gritó entonces de pronto la voz de Shinobu con gran ahínco, tomando por sorpresa al resto de sus acompañantes—. ¡No te rindas que necesitamos ese dinero! ¡Vamos!

Era extraño para todos ver a Shinobu tan emocionada por una pelea de escaradiablos, pero en efecto parecía que el saldar las deudas con el premio la había convencido para ver todo aquello con mejores ojos.

Los gritos de apoyo hacia ambos combatientes resonaron en el aire como un gran estruendo. Aquello prácticamente había dejado de ser sólo un juego de niño, y convertido en algo que reunía en conjunto las vibraciones de todos esos individuos. Era algo ciertamente palpable y agradable. Kazuha lograba entender un poco por qué les gustaba tanto.

—Vamos, tú puedes —susurró Kazuha muy despacio, con su atención fija en Princesa Garza. Cerró entonces lentamente sus ojos, y respiró hondo, concentrándose en que sus emociones y pensamientos fluyeran con el viento hacia su escaradiablo.

Aquel día había compartido con Ayaka lo que había aprendido en su tiempo viviendo en la naturaleza. Como todo se afectaba y conectaba entre sí. Y como si te concentrabas lo suficientes, podías tú también volverte parte de dicho equilibrio. Y en esos momentos, se sentía capaz de ver y sentir las cosas desde la perspectiva de Princesa Garza. De ser uno con su peleador…

De pronto, el escarabajo azul hizo un movimiento que ninguno se hubiera esperado. Mientras se empujaban el uno al otro, en una fracción de segundo en la que sus cabezas se separaron, en lugar de volver a chocar contra su oponente se encaramó hacia él, comenzando a subir rápidamente por su cuerpo hasta pasar por encima de su gran lomo. Un movimiento que sólo podría ser posible gracias a su cuerpo más pequeño y ligero.

Demonio Ninja X pareció confundido, sin saber a dónde se había ido el otro insecto. Princesa Garza continuó avanzando por el caparazón rojo, hasta bajar al suelo justo detrás de su oponente. Y antes de que éste lograra reaccionar de alguna forma o girarse, Princesa Garza lo embistió con todas sus fuerzas por detrás. El cuerpo de Demonio Ninja X dio un giro completo por el fuerte golpe recibido, por un momento quedando prácticamente parado sobre su cabeza, sólo para justo después caer de lleno sobre su lomo en la tierra, con más de la mitad de su cuerpo fuera del circulo dibujado en el suelo. Y ahí se quedó, con sus patas al aire agitándose, incapaz de volver a incorporarse.

Hubo un instante de absoluto silencio. Todo había sido tan rápido que necesitaron de unos segundos para lograr procesarlo. Pero no había mucho lugar para dudas: el ganador estaba ya decidido. Y una vez que eso fue claro para todos, los gritos de emoción, los brincos y los aplausos no se hicieron esperar.

—¡Eso estuvo increíble! —exclamó Daisuke, desbordante de emoción—. ¡Es por mucho el mejor combate de escaradiablos que haya visto!

—Debo admitir que sí fue un poco emocionante —masculló Shinobu, carraspeando un poco e intentando recuperar la compostura que había tan notablemente perdido durante el combate.

Por su parte, Itto suspiró con cierta resignación, tras haberse quedado pasmado unos instantes tras el desenlace tan abrupto. Sin embargo, justo después en sus labios se dibujó una de sus afables y extensas sonrisas, y rodeó la arena para aproximarse hacia Kazuha.

—Bien hecho, amigo Kazuha —puntualizó el oni, extendiéndole una mano amiga—. Se ve que eres un guerrero nato, incluso con escaradiablos. Por eso no me siento mal en lo absoluto con perder contra ti.

—Gracias, Itto —le respondió Kazuha, estrechando al instante su mano de regreso—. En realidad resultó ser muy divertido al final.

—¡Pero no creas que dejaré que esto se quede así! —declaró Itto con fiereza—. Algún día próximo tú y yo tendremos una revancha, ¡y no aceptaré un no como respuesta!

Kazuha rio, divertido.

—Supongo que podemos arreglarlo de alguna forma.

Entre todas aquellas voces, resonó el fuerte sonido de las palmas de Ayato, aplaudiendo con energía. Kazuha, ya con Princesa Garza de nuevo en sus manos, se giró a mirarlo al notar que se le aproximaba por un costado.

—Muy buen combate, Sr. Kazuha —señaló Ayato con elocuencia—. Se ganó su premio de forma más que justa. ¿No lo cree, señorita? —preguntó justo después, girándose hacia Midori de pie a su lado.

—Supongo que sí —suspiró resignada—. Denle las moras al desconocido…

Kouichi fue el encargado de tomar la bolsa de piel casi a reventar en donde habían guardado las mil doscientas monedas, y se aproximó a Kazuha para entregárselas.

—¡Felicidades! —exclamó el niño, extendiéndole la bolsa—. Ojala podamos volver a jugar otro día.

—Quizás —murmuró Kazuha con una media sonrisa. Sujetó entonces a Princesa Garza en una mano, y con la otra tomó la bolsa. Todos estallaron en aplausos y gritos una vez más. Kazuha ciertamente había perdido la costumbre de ser el centro de atención hasta ese nivel, pero el ambiente no le resultaba incómodo en lo absoluto.

—Todo muy bien, pero aún tenemos nuestra deuda de dados —suspiró Genta con pesadez, dejando justo después de aplaudir.

—Y tenemos que pagar los destrozos del restaurante —puntualizó Akira justo después.

—¡¿Por qué se preocupan por esas tonterías ahora?! —espetó Itto girándose hacia ellos y mirándolos con firmeza—. Lo importante es que peleamos hasta el final con honor y valor, defendiendo la justicia como lo hacen los verdaderos héroes.

—No exagere, jefe —masculló Shinobu—. Sólo fue un juego de niños con escaradiablos…

—¿Y qué haremos entonces con nuestras deudas? —cuestionó Mamoru, preocupado.

—Ya lo resolveremos de alguna forma —declaró Itto con convicción, colocando sus manos en la cintura, y alzando su mirada hacia el cielo—. Siempre lo hacemos, ¡así que no se preocupen!

—Itto —escuchó de pronto que Kazuha le hablaba a sus espaldas.

El oni se giró rápidamente, al igual que el resto de sus compañeros. El espadachín se aproximaba hacia ellos, con la bolsa de monedas en sus manos, mientras Princesa Garza se había acomodado sobre su hombro. Rebuscó entonces en el contenido de ésta, sacando sólo unas cuantas moras. Luego volvió a cerrar la bolsa y, para sorpresa de todos, se la extendió a Itto.

—Sólo requiero ciento cincuenta moras para comprar un regalo —explicó Kazuha—. Realmente no necesito el resto. Puedes quedártelo.

Aquello hizo que todos se exaltaran tanto por confusión como por emoción. ¿En verdad les estaba dando de esa forma las mil moras? ¿Cómo podría decir que no las necesitaba? ¿Qué clase de individuo "no necesitaba" mil cincuenta moras? Por sus ropas, su calzado y apariencia en general, era claro que no era que el dinero le sobrara, como evidentemente era el caso del individuo que había donado dicho premio.

Con respecto a éste, Ayato en efecto también se sorprendió un poco por aquel acto, aunque dicho sentimiento se volvió mucho menos evidente en su rostro. ¿Lo estaría haciendo sólo como un intento de impresionarlo a él? Por algún motivo, no creía que fuera el caso; parecía realmente un acto sincero. ¿Era aquello una muestra de la persona en la que se había convertido tras esos años?

Por su parte, Itto observó en silencio la bolsa que le ofrecía, con una expresión severa en su mirada.

—No —pronunció tajante tras un rato, cruzándose de brazos y volteando su rostro hacia un lado—. De ninguna manera aceptaré dinero que no me gané justamente…

—Oh, ¡por supuesto que lo harás! —exclamó Shinobu con tono de regaño a su lado, haciendo que Itto se sobresaltara—. ¡Ese agujero en el restaurante no se va a arreglar solo! El orgullo es para las personas con dinero, trabajo, o sin deudas. Así que tómalo.

—Está bien, está bien —respondió Itto rápidamente, ligeramente nervioso.

Kazuha no pudo evitar sonreír divertido al ver tal escena. Hacía que uno se preguntara quién era realmente el líder de la banda.

Ya sin lugar a elegir algo distinto, Itto no tuvo más que tomar la pesada bolsa de monedas.

—Pero algún día te pagaré íntegramente esta deuda —indicó Itto, señalándolo hacia el vagabundo directamente como si se tratara más bien de algún tipo de amenaza.

—Estoy seguro que sí —asintió Kazuha.

Saldado ese pequeño intercambio, Ayato dio unos pasos hacia ellos, hablando en alto para llamar su atención.

—Esto fue realmente divertido, chicos —indicó el hombre de cabellos azules, ensanchando un poco más su sonrisa—. Pero me temo que es hora de que me vaya.

—¿Tan pronto, amigo Ayato? —inquirió Itto con decepción.

—Sí, al menos quédate a que nos invites unas copas… —masculló Genta, lo que le hizo merecedor a un codazo por parte de Shinobu en su costado derecho que lo hizo doblarse un poco en sí mismo—. Digo, a que nosotros te invitemos unas copas…

—Será en otra ocasión —se excusó Ayato, seguido de un pequeño asentimiento de su cabeza—. Fue un gusto verlos. Y, Sr. Kazuha —se giró en ese momento a ver directamente al espadachín de cabellos claros—. Seguiremos hablando en otra ocasión.

Kazuha no respondió, y la verdad era que dudaba que fuera necesario que lo hiciera.

Sin decir nada más, el Comisionado Yashiro comenzó a andar de regreso a la ciudad, y todos contemplaron en silencio su espalda mientras se alejaba.


Luego de pasar el rato en la Editorial Yae, Ayaka, Chisato y Sara habían ido a recorrer el distrito comercial, echándole un vistazo a prácticamente cada una de las tiendas de kimonos ubicadas en la calle principal. Chisato, que era la más interesada en encontrar un nuevo modelo para usarlo durante festival, no parecía convencida con ninguno de los que veía. Ella venía de Ritou, después de todo, el punto de importación por el que pasaban las telas más finas y coloridas que llegaban del exterior, así que le era mucho más sencillo conseguir allá una gran variedad de modelos y grabados. Pero estaba bastante lejos de Ritou, así que tenía que conseguir algo entre la oferta que ofrecía la Ciudad de Inazuma.

Ayaka había dejado Telas y Kimonos Ogura como el último local a visitar, asegurándole a la visitante de Ritou que era la mejor tienda de kimonos de la ciudad. Le indicó incluso que ahí era en dónde ella mandaba a hacer todos sus kimonos a la medida. Aquello animó a Chisato a echar un vistazo.

Ogura Mio, la encargada de la tienda, recibió a las tres con una amplia sonrisa, y las atendió con bastante diligencia. Estaba acostumbrada a recibir la visita de la joven Kamisato, pero tener además a las hijas del clan Hiiragi y Kujou al mismo tiempo… el sólo rumor de este hecho llamaría sin duda la atención de la gente hacia su tienda.

Chisato se paseó por el local entero al menos una tres veces. Ciertamente la variedad que encontró ahí le pareció resaltar de las tiendas anteriores. Algunas de las telas que ahí se exhibían Chisato recordaba haberlas visto en el último embarque de Fontaine. La familia Ogura debía de seguro tener buenos contactos con la Comisión Kanjou para tener tan pronto disponible tales modelos.

Entre todos los kimonos, la primera que le llamó la atención fue una color negro, pero con decorado de rosas rojas. No eran camelias, cerezos ni lycoris; sin lugar a duda eran rosas.

—Qué inusual ver rosas en un kimono —señaló Chisato, intrigada—. Y en especial rojas… Es un diseño algo atrevido, ¿no creen?

—Las rosas son un decorado usual en los vestidos de Fontaine —mencionó Ogura Mio con solemnidad—. A algunas mujeres y hombres nobles de Inazuma les ha llamado la atención comenzar a usarlas en sus prendas, aunque no es una práctica que se haya extendido demasiado aún.

—Yo creo que se ve bien —señaló Ayaka, mirando el kimono por encima del hombro de Chisato—. Pero no creo que sea tu estilo.

—Definitivamente no —rio Chisato—. A mi padre de seguro le mataría verme con algo tan llamativo. ¿Qué dices tú, Sara? —preguntó volteando a ver a la general—. Con tu tono de cabello y piel, quizás algo negro y rojo te quedaría bien.

—No creo necesitar un kimono —indicó Sara con seriedad—. Durante el festival estaré patrullando.

—¿Ni siquiera te tomarás una noche? —preguntó Chisato, sorprendida.

—No lo creo. Ya tomé mucho tiempo libre para esta tarde —indicó la tengu con marcada seguridad, como si lo que dijera fuera de hecho bastante obvio.

—Pues Kamaji sí se va a tomar al menos una noche —indicó Chisato por mero reflejo, tapándose su boca al instante siguiente de haberse dado cuenta de lo que había dicho.

—¿Mi hermano? —pronunció Sara, un tanto confundida—. ¿A usted le dijo eso?

—Bueno, pues… yo…

—Mira, Chisato —intervino Ayaka de pronto, señalando a otro kimono para intentar salvarla. La tela era de tonos aqua, pero en la parte inferior tenía un grabado de olas azules del mar, e incluso ballenas saltando del agua—. Tiene ballenas, ¿no son lindas? Apuesto a que nunca había visto algo parecido. A mí parece bastante original.

—Sí, creo que sí —indicó Chisato con una media sonrisa, intentando recuperar la compostura y agradeciendo en silencio la intervención de Ayaka.

—El diseño de este kimono está inspirado en las pinturas populares del artista Hatsushina Kokusai —les informó Mio—. Puede ver que el nivel de detalle en las olas es único para los patrones que se suele ver en un kimono.

—Es verdad —mencionó Chisato, observando las olas del kimono de más cerca—. Se ven casi reales…

Siguieron andando por el local bajo el ojo observador de la encargada, en caso de que alguna prenda les resultara llamativa. Chisato ciertamente resultaba un cliente difícil.

Durante la búsqueda, la mirada de Ayaka se cruzó de pronto no con un kimono como tal, sino una tela en exhibición, colgada para que se pudiera apreciar por completo el estampado de ésta. La base de la tela era oscura, de un tono entre negro o café oscuro, sobre el que resaltaba un patrón anaranjado de ondas que Ayaka pensó simulaba el movimiento del viento. Y sobre éste, tenía además diseños de colores amarillos, naranjas y rojos con la forma distintiva de las hojas de maple, meciéndose levemente mientras caían al suelo. De hecho, todo el diseño completo parecía intentar emular esa misma imagen de hojas rojizas cayendo, y lo lograba muy bien.

Por mero reflejo, Ayaka se aproximó rápidamente a dicha tela para inspeccionarla de cerca, analizando con detenimiento el patrón, e incluso permitiéndose tocar la tela. Era delgada y ligera, además de muy suave.

«Hojas de maple, como en el escudo del Clan Kaedehara» pensó Ayaka un tanto absorta. Y además, esos colores tan cálidos irremediablemente trajeron a su mente a Kazuha en cuanto los vio. Incluso podría jurar haberlo visto de niño con un kimono con un patrón muy similar a ese.

—Es bonito —pronunció Chisato a sus espaldas, haciéndola exaltarse al ser jalada de golpe fuera de sus pensamientos—. Pero los colores son algo más otoñales que primaverales, ¿no crees?

—Sí, claro… —murmuró Ayaka esbozando una pequeña sonrisa nerviosa.

—Bueno, creo que me quiero probar el de las olas y las ballenas —pronunció Chisato entonces, virándose hacia la encargada—. ¿Podría traérmelo?

—Enseguida, señorita —respondió Mio con una pequeña reverencia, apresurándose a obedecer.

—¿Qué dices, Sara? —añadió Chisato justo después—. ¿No quieres probarte el de las rosas?

La general Kujou pareció ponerse un poco tensa ante la propuesta.

—No, no creo…

—Anda, sólo quiero ver cómo se ve puesto en alguien para decidirme. ¿Sí? —propuso Chisato con tono suplicante.

Similar a lo que había llevado a Sara a aceptar esa salida en primer lugar, la idea de decepcionarla al negarse a una petición como esa la obligó a responder:

—Supongo que no hará daño…

Seguida de un profundo suspiro.

—También se los traeré —indicó Mio sin espera—. Los vestidores están en la parte trasera.

Chisato y Sara se dirigieron directo a dónde la encargada les había indicado, a espera de que les llevara sus respectivos kimonos. Con algo de suerte, al menos una de ellas saldría con algo bueno de ahí.

Mientras sus acompañantes se retiraban a los vestidores, Ayaka permaneció observando atenta la tela con las hojas de maple, absorta en ésta y en las ideas que se le venían en la mente al verla.

—¿A usted le interesa algún modelo, Srta. Kamisato? —le preguntó Mio a sus espaldas, mientras llevaba en sus brazos ambos kimonos que le habían solicitado.

—No, estoy bien —se apresuró Ayaka a responder con una sonrisa despreocupada—. No sé aún si asistiré o no al festival. Pero, Ogura… —se apresuró entonces a señalar a la tela de las hojas de maple—. Si te encargara hacer un atuendo a la medida con esta tela, ¿crees que pudieras tenerlo listo antes del primer día del festival?

Mio observó la tela en cuestión, un poco extrañada.

—¿De esa tela? —preguntó en voz baja, un tanto vacilante—. Bueno, tenemos muchos pedidos justo para antes del festival, pero… tratándose de usted, podemos darle preferencia, señorita.

—No quisiera ser una molestia.

—No es ninguna, de verdad —indicó Mio con rapidez—. Yo personalmente me encargaré de tenerlo listo. Pero, ¿sería para usted? No son los colores que suele vestir.

Y era cierto. Las vestimentas que Ayaka solía ordenar eran de colores más fríos, primordialmente con azul, morado o rosa. Los colores de esa tela eran casi totalmente los opuestos a lo que la gente estaba acostumbrado ver en la Princesa Garza.

—No, no sería para mí —puntualizó Ayaka—. Es para un regalo. De hecho, sería para una yukata de hombre, y quizás un haori. ¿Crees que sería posible?

—¿Para hombre? —murmuró Mio, inclinando su cabeza hacia un lado.

Eso ciertamente era una petición inusual. Dudaba que fuera para Lord Kamisato, pero… quizás para ese chico que era su sirviente, el tal Thoma. Parecían más sus colores, ciertamente.

—Por supuesto, señorita —asintió la encargada con seguridad—. No creo que haya ningún problema.

—Muchas gracias —pronunció Ayaka con una visible sonrisa de emoción.


Luego de que Ayato se fuera, Midori y los demás niños no tardaron en hacer lo mismo. Después de todo, tenían que volver a casa antes de que fuera hora de cenar. Por su lado, la Banda Arataki y su nuevo amigo Kazuha, se dirigieron de regreso a los árboles cercanos para devolver los escaradiablos que habían tomado. Kazuha en especial tuvo el cuidado de colocar a Princesa Garza en el sitio exacto del que lo había recogido.

—Muchas gracias por tu ayuda —susurró despacio el espadachín, estando de cuclillas delante del escarabajo—. Peleaste como todo un guerrero. Espero ahora puedas tener un merecido descanso.

De nuevo se sintió como si el escarabajo lo observara y le diera una respuesta que sólo él era capaz de captar. Luego de unos momentos, se dio media vuelta y comenzó a avanzar hacia un árbol, hasta comenzar a escalar lentamente por su tronco.

La naturaleza volvía de nuevo a su equilibrio natural.

—También es hora de que yo me retire —informó Kazuha al incorporarse de nuevo, mirando hacia Itto y sus amigos.

—¿Estás seguro que tienes que irte ya? —masculló Itto con decepción, la misma que había mostrado a la partida de Ayato—. Vamos, quédate con nosotros un poco más. Compraremos un poco de sake y beberemos todos juntos para celebrar este gran torneo.

—¿Qué cosa? —susurró Shinobu con voz amenazante. Al girarse a mirarlo, sus ojos parecían casi radiar fuego.

—Tra… tranquila, Shinobu —masculló Itto un poco nervioso—. No gastaremos el dinero del premio en eso. Akira nos lo invitará.

—¿Qué cosa? —exclamó sorprendido el chico robusto de la pandilla, siendo de seguro la primera vez que se enteraba de eso.

—Eso me agradaría —murmuró Kazuha—. Pero necesito ir a comprar el regalo que mencioné, antes de que sea más tarde. Además de seguir buscando a Tama, la gata que perdí, y reunirme con mi compañero. Y me parece que ustedes tienen una pared que reparar.

—Sí, eso es cierto —susurró Itto con pesadez, colocando una mano atrás de su cabeza—. Supongo que no hay de otra. Espero podamos vernos de nuevo pronto, amigo Kazuha. Si necesitas cualquier cosa, ahora sabes que puedes contar con la Banda Arataki.

—Lo tomaré en cuenta —asintió Kazuha—. Gracias a todos. La verdad es que hacía algún tiempo que no me divertía de esta forma, y pasaba un rato agradable con personas… bueno, normales.

—¿Nos dijo normales? —le susurró Mamoru a Genta—. ¿Eso es un halago o…?

—Creo que había olvidado lo que era pasar una tarde así —masculló Kazuha despacio, soltándolo como un pensamiento que se llevara el viento.

Lo cierto era que no recordaba haberse sentido de esa forma en mucho tiempo. Había sido casi como las tardes tranquilas que solía pasar con Ayaka ocho años atrás. Incluso por un momento se había sentido de nuevo como aquel pequeño niño sin preocupación alguna. Había sido un agradable recuerdo, sólo había faltado tener a su lado a su compañera de juegos favorita. Quizás en parte lo había estado, en la forma de un pequeño escarabajo azul llamado Princesa Garza.

—Gracias a todos —pronunció entonces inclinando su cuerpo de forma respetuosa hacia ellos—. Cuídense, y por favor no se metan en problemas.

—Eso será difícil —masculló Shinobu con amargura.

Kazuha se giró y comenzó entonces a caminar de regreso a la ciudad, mientras detrás de él Itto lo despedía agitando una mano en el aire y gritándole a todo pulmón:

—¡Tú tampoco te metas en problemas! ¡Y recuerda que tenemos una revancha pendiente! ¡El Gran Arataki Itto no deja deuda sin saldar!

Remató su comentario con una aguda y sonora risotada.


Al final Chisato se decidió por el kimono de las olas y las ballenas. No era precisamente muy glamuroso, pero Ayaka tenía razón: nunca había visto algo así antes. Llamaría sin lugar a duda la atención, además de que le quedaba bastante bien.

Por otro lado, por más que intentaron convencer a Sara de comprar el kimono negro con rosas rojas, la tengu se mantuvo renuente. Chisato en verdad pensó que se veía muy bien en él, pero no quiso tampoco insistir de más y hacerla enojar.

Ayaka, por su parte, estuvo definiendo los detalles de su encargo secreto con Mio mientras sus acompañantes se probaban sus kimonos, quedando de volver al día siguiente para saldar cualquier punto que quedara pendiente. Así que, de cierta forma, no salía con las manos vacías, aunque las otras dos no supieran al respecto.

—Les agradezco a ambas que me hayan acompañado en mi búsqueda —pronunció Chisato, inclinándose hacia Sara y Ayaka respetuosamente—. Lamento haber sido una molestia, pero lo bueno es que ya encontré qué ponerme. ¿Qué les parece si para cerrar esta tarde y relajarnos un poco luego de tantas compras, vamos a tomar una taza de té? Y ciertamente no hay té más delicioso que haya probado aquí en Inazuma que el de la Casa de Té Komore. Claro, si es que ahora nos dejan entrar…

Había marcado reproche en su voz, así como en la mirada de reojo hacia Ayaka mientras pronunciaba aquello. La joven Kamisato rio divertida.

—Creo que eso se puede arreglar esta vez —respondió Ayaka—. ¿A usted también le agradaría tomar un poco de té, general? También ya se pasó la hora de la comida, y creo ni cuenta nos dimos. Puedo pedir que nos preparen algo para comer con el té.

—Creo que estaría bien comer algo antes de volver al cuartel —respondió Sara en voz baja, mirando pensativa justo en dirección a dónde se encontraban los cuarteles de la Comisión Tenryou.

—Bien, entonces vamos —propuso Chisato con emoción—. También ya quiero descansar un poco, que mis pies me duelen de tanto caminar. Hace que extrañe un poco el palanquín —pronunció con voz bromista, o quizás no del todo en broma.

Las tres chicas comenzaron a caminar en dirección a la Casa de Té Komore. Ayaka y Chisato avanzaban al frente, mientras Sara se mantenía unos pasos detrás.

—Si quieres hablar con ella de Kamaji, tú última oportunidad será en la Casa de Té mientras comemos —le murmuró Ayaka despacio a Chisato, aproximándose hacia ella para que la tercera miembro del grupo no las escuchara.

—Lo sé, lo sé —suspiró Chisato—. ¿Cómo crees que ha ido todo? ¿Sientes que se la ha pasado bien? Yo siento que ha querido regresarse a casa desde que comenzamos.

—Creo que ha estado bien —asintió Ayaka—. Kujou Sara no es tan expresiva, pero no pienso que se lo haya pasado mal. Y aunque así fuera, te aseguro que ese no sería motivo para oponerse entre su hermano y tú.

—Espero tengas razón...

Y, ciertamente, Ayaka también lo esperaba.

Notas del Autor:

No sé exactamente cómo narrar pelea de escaradiablos, así que me los imaginé como si fueran peleas Pokemon sólo que sin poderes, jajaja. Sé que recientemente hubo un evento especialmente enfocado en esto, pero… yo no lo jugué, así que bueno…. Espero hayan quedado bien. Igual no creo que sea algo que volvamos a ver por aquí.

Y bueno, no quiero spoilear a nadie, pero cierta señorita Kamisato y cierto joven Kaedehara podrían o no encontrarse fugazmente en el siguiente capítulo… Pero yo no se los dije, ¿de acuerdo?