Capítulo 40
Ir Juntos
Ayaka retiró el haori del colgador de kimonos, y ayudó con mucha delicadeza a Kazuha a probárselo. Una vez que lo vio con la prenda puesta, contempló con asombro lo bien que le sentaban los colores. Los tonos oscuros contrastaban con el color de su piel y cabello, y los tonos cálidos convergían con sus lindos ojos carmesí.
—Creo que me queda bien —indicó Kazuha, al tiempo que extendía un brazo hacia un lado. Además de los colores, el tamaño resultó ser, por suerte, más que adecuado. El largo del abrigo y de las mangas era el correcto; justo a la medida.
—Me alegra que te ajuste bien —suspiró Ayaka, aliviada. Se encontraba de pie detrás de Kazuha, y pasaba sus manos lentamente por los hombros del espadachín, intentando alisar cualquier arruga—. Lo bueno es que la idea es que sea una prenda holgada. Pero como no tenía tus medidas exactas, tuvieron que usarme a mí como modelo, y sólo pedí que ensancharan un poco los hombros. De niño teníamos complexiones similares, ¿recuerdas? Tanto que podíamos usar la ropa de entrenamiento del otro sin ningún problema. Pero ya no somos unos niños… ¿cierto?
Mientras hablaba, sus manos recorrieron lentamente, casi sin proponérselo, los hombros y los brazos del muchacho. A su tacto, la forma de su espalda y el grosos de sus brazos se volvieron más que apreciable. Sí, definitivamente ya no era un niño. Era claro que su cuerpo se había vuelto más torneado y fuerte con los años, y el tiempo que había pasado viajando y entrenando. Se veía, y se sentía, mucho más varonil…
Ayaka se sobresaltó, casi asustada al darse cuenta de lo que estaba haciendo, pero en especial de lo que estaba pensando. Rápidamente apartó sus manos y retrocedió un paso, intentando que sus movimientos fueron gráciles y calmados, y no reflejaran su nerviosismo. Sus mejillas acaloradas de seguro hacían muy bien ese trabajo por sí solas.
La joven Princesa Garza carraspeó un poco, y con mayor calma volvió a hablar.
—Me aseguraron que la tela era lo bastante resistente, pero igual pedí que le colocaran un doble forro, como bien pudiste darte cuenta. Eso ayudará a que te proteja y caliente más durante tus viajes, y también la hará más duradera a la intemperie. Dime, ¿cómo lo sientes? ¿Te gusta?
—Es perfecta —musitó Kazuha con discreto entusiasmo. Se giró hacia ella en ese momento, esbozando una de sus sonrisas que, aunque pequeñas, reflejaban una marcada generosidad y honestidad—. Y lo es aún más sabiendo lo mucho que pensaste en mí al mandarla hacer. Muchas gracias, Ayaka.
Inclinó su cuerpo hacia ella levemente, con una respetuosa reverencia. El rostro de Ayaka volvió a encenderse.
—No… no hay de qué —murmuró, ligeramente nerviosa—. A mí me alegra mucho saber que te gusta. Espero te ayude en tus viajes y… bueno…
La jovencita de cabellos azules se giró hacia un lado. Sintió el impulso de ocultar su rostro detrás de uno de sus abanicos, pero no tenía ninguno a la mano, por lo que en su lugar alzó lentamente su brazo izquierdo, escondiéndose levemente detrás de la manga rosada de su yukata.
—También espero que pienses en mí mientras lo usas —susurró despacio, casi como si esperara que él no la escuchara. Sin embargo, por supuesto que Kazuha lo hizo, y su rostro se iluminó al inicio con ligero asombro, pero casi de inmediato volvió a sonreír.
—Después de estos días que hemos pasado juntos, me será casi imposible no pensar en ti a cada segundo de mi viaje —pronunció de pronto de forma directa, sin vacilación alguna al hacerlo. Ayaka se exaltó, sorprendida de que pudiera decir algo como eso tan fácil.
Ayaka sintió de nuevo su rostro arder y su corazón retumbar. No era usual que dejara tan en evidencia sus emociones como de seguro lo estaba haciendo, pero cuando se trataba de él… simplemente no podía evitarlo.
Por mero reflejo caminó hacia un lado, alejándose unos pasos de Kazuha hasta casi darle la espalda. Respiró hondo, intentando recuperar la calma, pero también para tomar fuerzas.
—Supongo que ahora debemos despedirnos, ¿no es cierto? —susurró en voz baja sin mirarlo. Su tono se percibía algo frío, pero un cierto dejo de dolor era apreciable por debajo de sus palabras—. Según recuerdo, tienes un asunto del cual encargarte el día de hoy, y luego partirás… ¿no es cierto?
—Así era, al menos hasta esta mañana —respondió Kazuha, tomando por sorpresa a Ayaka, que por mero reflejo se volvió hacia él. La expresión del muchacho se había tornado seria—. Tal parece que el asunto que nos trajo a Inazuma se canceló de último momento. No conocemos los detalles, pero al parecer así fue —añadió encogiéndose de hombros.
—¿De verdad? —susurró la joven Kamisato, azorada.
Aquello provocó que una serie de pensamientos brotaran en la mente de Ayaka en cuestión de segundos. Esa revelación prácticamente confirmaba que sus sospechas iniciales eran ciertas: Kazuha y Tomo eran los compradores de las visiones falsas de Masakatsu.
Justo ayer, Thoma le había confirmado que el artesano había decidido cancelar la entrega que realizaría esa misma noche, todo a raíz de la advertencia que les habían hecho sobre los últimos movimientos de la Comisión Tenryou. Y ahora justo Kazuha le decía que el asunto que los había traído a la ciudad, en efecto se había cancelado también. Y si a eso le sumaba las demás coincidencias… bueno, no era descabellado sacar dicha conclusión.
¿Qué significaba eso? ¿Qué tenía que ver Kazuha con aquel asunto? ¿Era acaso un seguidor de Sangonomiya Kokomi? Aunque le había dicho que había ido ahí para hacerle un favor a Tomo; ¿sería más bien él uno de los seguidores de la sacerdotisa divina de Watatsumi y Kazuha sólo lo ayudaba por esa única ocasión?
Ayaka se cuestionó si acaso debería confesarle a su amigo cómo ella misma estaba involucrada en ese asunto, pero… dudó bastante en dar ese paso. A pesar de las coincidencias, seguían siendo eso, no pruebas irrefutables de que su sospecha fuera cierta. Y aunque lo fuera, gran parte de por qué se había mantenido tanto tiempo en secreto su identidad como la benefactora de aquella operación, era porque muy pocas personas sabían al respecto. Y con la Comisión Tenryou tan cerca, sería un movimiento osado, quizás incluso tonto, hacer que ese número de personas creciera. Pero ciertamente era difícil combinar esa idea con el deseo de serle totalmente honesta a Kazuha, y no sentir que le estaba ocultando cosas.
Al final se convenció a sí misma de que guardar silencio era lo mejor; no sólo para ella, sino también para Kazuha. Fuera o no cierto lo que sospechaba, él mismo dijo que sólo le estaba haciendo un favor a su amigo. Así que no tenía sentido involucrarlo más en aquello, y ponerlo en riesgo.
Respiró hondo, se paró derecha, y con mayor serenidad volvió a hablar.
—Lo lamento —susurró despacio—. ¿Qué harán ahora entonces?
—No hay nada que hacer, así que nos iremos como estaba planeado —señaló Kazuha—. Pero… lo más seguro es que sea hasta mañana.
Los ojos de Ayaka se abrieron grandes, llenos de asombro y, claro, emoción.
—Entonces… ¿te quedarás esta noche aquí en Inazuma? —preguntó con su voz temblándole ligeramente.
—Eso parece —asintió el espadachín. Se hizo entonces un momento de silencio, en el cuál los ojos rojizos de Kazuha contemplaron con suma atención a la chica delante de él—. Tomo… sugirió que deberíamos aprovechar la ocasión —dijo tras unos segundos—. Para disfrutar del festival, ya que estamos aquí.
—Oh —susurró Ayaka despacio, notándose al parecer un poco decepcionada—. Sí, sería bueno que lo hicieran… Estoy segura de que se divertirán mucho.
Una media sonrisita se dibujó en los labios de la joven noble, pero no logró que no pareciera algo forzada.
—Sí, eso creo —asintió Kazuha—. Pero no me refería a Tomo y a mí, sino a… tú y yo —señaló de pronto, destanteando aún más a Ayaka—. ¿Te gustaría… que fuéramos juntos al festival?
—¿Tú… y yo? —masculló Ayaka, incapaz de salir de su asombro. Su corazón volvió a retumbar violentamente bajo su pecho—. Yo… yo… ah… me encantaría —respondió esbozando una amplia sonrisa, pero casi al instante la volvió a borrar—. Pero… la verdad es que yo no suelo asistir a los festivales.
Kazuha parpadeó un par de veces, confundido.
—¿No asistes a los festivales? ¿Ni siquiera los que tú misma organizas?
—Normalmente no —indicó Ayaka, negando con la cabeza—. Al menos de que haya alguna presentación oficial del Triunvirato, o algún evento específico que requiera mi presencia. Pero nunca como una asistente normal más. Casi siempre revisó que todo esté bien unos días antes, y dejó el resto a los delegado de la Comisión Yashiro. Esta ocasión, sin embargo… bueno, fue un caso especial…
Al pronunciar aquello, giró su rostro apenado hacia un lado. Sería claro para cualquiera cuál era ese caso especial.
—Entiendo —susurró Kazuha con seriedad—. Entonces, ¿no te gustan los festivales?
—No es eso —negó Ayaka rápidamente—. Es sólo que… —calló un momento, y dejó escapar un pesado suspiro—. No quiero importunar a las personas con mi presencia.
—¿Importunar? —exclamó Kazuha, bastante sorprendido a simple vista—. ¿Cómo podrías tú importunar a alguien?
—Aquí en Inazuma, cuando voy a un lugar muy concurrido, la gente suele notarme, y eso a veces los emociona, pero noto también que los incomoda un poco. Como si no supieran cómo comportarse en mi presencia, ¿entiendes? Además de que volverme de esa forma el centro de atención de tantas personas... aunque no lo creas, se vuelve un poco incómodo.
—Lo creo —respondió Kazuha sin vacilación—. Me imagino lo difícil que debe ser poder disfrutar de un festival en esas circunstancias.
—Sí… —susurró Ayaka despacio con degastada tristeza—. No me malinterpretes, me gusta pertenecer a mi clan, y todo el bien que puedo hacer por las personas desde la posición que tengo dentro de la Comisión Yashiro. Pero mentiría si dijera que no suelo pensar a veces lo mucho que me gustaría poder hacer cosas más… "normales". Como ir a un festival, viajar a otros lados de Inazuma, o incluso fuera de ésta… o elegir con mayor libertad lo que puedo hacer… o con quién…
Había un pesar o un dolor intrínseco en aquellas palabras, en especial en las últimas. Para alguien tan perceptivo como Kazuha, resultaba bastante evidente que no estaban hablando exactamente de un festival, sino de cosas mucho más profundas. Ya anteriormente habían llegado a hablar del deseo de Ayaka de conocer el mundo, en especial lo que se encontraba fuera de Inazuma. Sin embargo, más allá del Decreto de Cierre de Fronteras, Ayaka había dado a entender que su propia posición como miembro del Clan Kamisato y la Comisión Yashiro, no le daba precisamente demasiado margen para ese tipo de deseos.
La libertad de la que Kazuha gozaba para hacer lo que quisiera o de ir a dónde deseara, no tenía comparación.
—Pero, el Sr. Tomo y tú deberían disfrutar del evento —indicó Ayaka rápidamente, alzando de nuevo su rostro, y esforzándose por sonreír—. Puse mucho esfuerzo en su planeación y, como dije, estoy segura de que les resultara muy divertido.
—No lo dudo —dijo Kazuha con bastante seguridad—. Pero si ésta es en verdad mi última noche en Inazuma, no desearía hacer nada que no involucre estar contigo, Ayaka.
La joven peliazul dio un pequeño sobresalto al escucharlo, y su rostro se enrojeció aún más de lo que ya estaba.
—Podríamos pasar el tempo aquí juntos, sí estás de acuerdo con eso —propuso Kazuha, esbozando una bella sonrisa.
—No, en serio no tienes… que preocuparte por mí —exclamó Ayaka alarmada, agitando sus manos—. Si es tu última noche, deberías divertirte. No… creo que yo pudiera ser una compañía igual de divertida que todos los juegos, comida y espectáculos que preparamos para esta noche.
Eso decía, pero en el fondo ella misma sabía que lo que deseaba era que él se quedara con ella esa noche. Que pasaran el tiempo juntos, que comieran, que charlaran, que…
Que cualquier cosa pudiera pasar…
Kazuha desvió su rostro hacia un lado, y llevó una mano a su barbilla, adoptando una pose reflexiva. Ayaka sintió un pequeño hueco en el pecho al pensar que quizás estaba considerando en efecto tomarle la palabra y asistir al festival. Era consciente de que sentirse mal porque él pensara hacer justo lo que ella le estaba pidiendo, era absurdo e incoherente. Pero eso no evitaba que una parte de su corazón sintiera dolor ante la posibilidad.
—Quizás haya una forma de que vayamos los dos al festival sin llamar la atención —señaló Kazuha de pronto, tomando por sorpresa a Ayaka.
—¿Eh? ¿Cómo?
—Pasar desapercibido es una cualidad que he tenido que refinar en este tiempo —indicó Kazuha, casi con orgullo—. Si asistes al festival como un ciudadano más, y no como Kamisato Ayaka, no debería haber problema. ¿No es cierto?
—Supongo —murmuró Ayaka, vacilante—. ¿Dices que salga de incógnita? ¿Cómo haría eso…?
—Yo me ocupo de eso —respondió Kazuha sagazmente—. Si en verdad te gustaría al menos intentarlo.
Ayaka separó los labios preparándose para dar una respuesta, pero vaciló unos momentos antes de poder decir cualquier cosa. La sola posibilidad de hacer lo que Kazuha proponía le resultaba, a lo menos, intrigante…
—Si crees que es posible… ¡sí!, ¡claro! —asintió Ayaka con entusiasmo—. ¿Qué es lo que propones?
—Por lo pronto iré a conseguir algunas cosas —indicó Kazuha, avanzando rápidamente hacia la puerta—. Mientras tanto, tú sólo elige de tu guardarropa la yukata de apariencia menos fina que tengas.
—¿La yukata… menos fina? —susurró Ayaka, sonando tan confundida como si aquellas palabras le fueran desconocida. Dejó eso pensamiento de lado, y se enfocó de momento en algo más—. ¡Espera! ¡Kazuha!
Ayaka se apresuró a alcanzarlo antes de que se fuera, y rápidamente lo tomó la manga del haori para detenerlo. El espadachín se detuvo y se giró a mirarla. En el rostro de Ayaka se reflejaba preocupación.
—Sí… volverás, ¿verdad? —susurró despacio, con timidez—. Vendrás esta noche, ¿cierto? No te irás sin que podamos despedirnos…
«Otra vez…»
—Lo haré —respondió Kazuha con fierra convicción. Alzó una mano, colocándola dulcemente sobre la que Ayaka tenía sobre su manga. El ligero roce de sus dedos contra su piel, hicieron que Ayaka temblara un poco.
Convencida de que decía la verdad, la Princesa Garza abrió lentamente sus dedos para dejarlo ir.
—Te veré esta noche —declaró Kazuha, asintiendo, y se apresuró entonces a las escaleras sin más espera.
Ayaka lo contempló en silencio desde la puerta de su cuarto hasta que ya no lo vio. Entonces separó sólo ligeramente los labios, y dejó escapar un muy pequeño susurro sólo para ella:
—Es una cita…
Sin darse cuenta, se quedó un rato ahí de pie, contemplando en dirección a las escaleras, como si esperara que él volviera por ellas. Una de sus manos se dirigió por sí sola hacia su rostro, y sus dedos recorrieron lentamente sus labios con una suave caricia. Se le vino a la mente de pronto la idea de que… no le hubiera molestado que se despidiera de ella con otro beso, como los que ya se habían dado las veces anteriores.
«Pero regresará esta noche» pensó, absorta. «Saldremos juntos al festival, y nos divertiremos. Como dos personas normales; como una pareja normal…»
La materialización completa de esa idea en su cabeza se volvió aún más clara en se momento, y le provocó irremediablemente una agradable sensación de cosquilleo que le recorrió el cuerpo entero.
Y entonces recordó que, para que eso ocurriera, necesitaba su yukata de "apariencia menos fina".
—Por los Arcontes —pronunció en alto, y rápidamente se dirigió alarmada a su guardarropa, para esculcar entre sus reducidas opciones.
Thoma la encontraría unos minutos después ahí mismo, de rodillas en el suelo de la habitación, rodeada por todos sus atuendos, rebuscando cada prenda una y otra vez con exasperación. Tomaba una, la revisaba de cabo a rabo, pronunciaba un "¡No!" en alto, y luego la dejaba en el montón con las otras para pasar a la siguiente. Y así en u ciclo de prenda en prenda.
Lo usual era ver a Kamisato Ayaka siempre con absoluto control, derivado de su crianza que la obligaba a no dejar tan expuestas sus emociones, en especial las negativas. Pero en ese momento parecía haberse olvidado por completo de aquella enseñanza…
Thoma carraspeó un poco para llamar su atención.
—Señorita, ¿está todo bien? —le preguntó con voz cauta.
Ayaka se sobresaltó, y alzó su mirada preocupada hacia él.
—Thoma —pronunció en alto, y entonces extendió hacia él sus manos, cada una sujetando una yukata; una rosa y otra de color violeta—. ¿Cuál de éstas dos se ve menos elegante y fina? O más bien, ¿cuál de éstas pareciera más normal que usara una joven no noble?
—No… estoy seguro —pronunció Thoma, vacilante—. Pero creo que los dos se ven bastante caros.
—¡Lo sé! —pronunció Ayaka con frustración—. Tengo muy poca ropa aquí en Komore, y toda la que tengo es para eventos importantes del Triunvirato, o si se me llama en presencia de la Shogun. Lo menos llamativo que tengo son mi ropa de dormir y mi ropa de entrenamiento… ¿Podría salir con alguna de esas dos? ¡No! ¿Qué estoy diciendo?
Se cubrió el rostro con la yukata rosada, intentando ocultar su vergüenza.
—¿Qué es lo ocurre, señorita? —susurró Thoma con duda, adentrándose con cuidado al cuarto—. ¿Pasó algo malo? ¿Necesita mi ayuda?
—No ocurre nada malo, Thoma —respondió Ayaka, intentando sonar más calmada—. Sólo necesito una yukata común, no tan llamativa. De haber prevenido esto, podría haber encargado algo a Ogura cuando fui el otro día.
—No entiendo muy bien lo que dice, señorita —murmuró Thoma, encogiéndose de hombros—. Pero si necesita una yukata… "común", podría…
—¡Quizás aún estoy a tiempo! —pronunció la joven Kamisato, poniéndose rápidamente de pie—. Aún es temprano, quizás puedo ir y comprar algo nada llamativo antes de que comiencen las festividades.
Pronunciado aquel plan en voz alta, se dirigió presurosa a la puerta, y luego aún más rápido hacia las escaleras.
—¡Vuelvo en unos minutos! —exclamó en alto para que Thoma pudiera escucharla, y un segundo después sólo se percibieron sus pasos presurosos por los escalones hacia la planta baja.
Thoma observó en silencio un rato, incapaz de decir ni pio antes de que su señora se esfumara de esa forma.
—… podría pedirle uno a alguna de las meseras —susurró despacio, complementando la frase que había dejado sin acabar hace un momento.
Tras salir de la casa de té, Kazuha se dirigió a la calle principal, y se aproximó al primer puesto de máscaras que encontró ya montado, atendido por una agradable anciana que lo recibió con una sonrisa en cuanto lo vio de pie frente a su modesto puesto. Además de las máscaras, que claramente eran el artículo central, vendía luces de bengala y juguetes variados como espadas, lanzas, y muñecos. Es obvio que se trataba de un puesto más enfocado en los niños. Pero algo que llamó particularmente la atención de Kazuha, fue ver entre las curiosidades lo que todas luces parecían ser visiones de juguete, hechas de madera pintada y esferas de cristal de colores. No pudo evitar preguntarse si acaso eso estaba permitido en el Inazuma bajo el Decreto de Captura de Visiones.
—¿Buscas algo en especial, jovencito? —le preguntó la anciana con tono amable.
—Sólo un par de máscaras —le respondió con voz serena, alzando su mirada hacia las máscaras colgadas.
Los modelos eran bastante vareados. En su mayoría eran representaciones clásicas de yokais, aunque igualmente había otras que Kazuha no reconoció a simple vista, y supuso debían ser de personajes de alguna novela ligera popular. Aunque las que sí logró reconocer fueron las máscaras de cabello azul oscuro y ojos morados claro. Máscaras claramente inspiradas en la Todopoderosa Shogun Raiden, o algún personaje similar a ella.
—Tienes suerte. Como el festival aún no comienza, tengo disponibles todos los modelos existentes —señaló la mujer al otro lado del puesto con orgullo—. ¿Cuál te gustaría?
Kazuha recorrió su mirada por cada una de las máscaras exhibidas. Definitivamente no elegiría las de la Shogun, pero cualquier otro de los modelos podría funcionarles para el propósito para el que deseaban usarlas. Se sintió tentado principalmente por una de zorro, y otra de mapache.
—¡Hey! —escuchó que una voz pronunciaba con fuerza entre la multitud, poniéndolo en alerta. Por un instante pensó que podría ser un guardia, por lo que su mano se aproximó presurosa hacia su espada—. Pero si es mi amigo Kazuha.
Al girarse, logró distinguir con bastante facilidad entre la gente que andaba por la calle principal, la más que característica figura alta y fornida de Arataki Itto, además de los largos cuernos rojos que adornaban su cabeza, y la expresión sonriente de su rostro.
—Itto, hola —pronunció despacio, logrando relajarse al segundo siguiente. Notó también que Itto no venía solo, sino que era acompañado por los tres chicos con los que estaba el otro día.
—¿También viniste como nosotros a echarle un ojo a los puestos antes de que esto se llene de gente? —preguntó Itto con curiosidad, parándose a su lado y mirando hacia el puesto frente al que se encontraba.
—No exactamente —murmuró Kazuha, disimulado—. Sólo estoy buscando un par de máscaras para esta noche.
—¿Máscaras? —susurró Itto despacio, mientras inspeccionaba el puesto.
Los ojos del líder de la Banda Arataki no tardaron en fijarse en una máscara de demonio, de piel roja, colmillos largos y amarillos, y dos largos cuernos que sobresalían de su cabeza. La máscara de un oni.
—Esto es ofensivo —chistó Itto con enojo. Su mirada luego se movió a la máscara que estaba justo a un lado, también roja, de expresión malhumorada, pero con una larga nariz puntiaguda—. ¡Pero ésta sí qué es graciosa! —exclamó al tiempo que reía y señalaba a la máscara tengu.
Kazuha tomó en ese momento una máscara de tanuki café con negro, que era en realidad más un antifaz, y otra de kitsune blanca y azul.
—Me llevaré estas dos —le informó a la encargada, alzando las máscaras para que las viera—. ¿Cuánto sería?
—Te dejaré ambas por quinientas moras —le respondió la anciana con tono gentil.
Kazuha se exaltó, claramente sorprendido al escuchar el precio. Tomó en ese momento su bolsa de dinero y revisó cuántas monedas traía consigo. Claramente no suficientes.
—¿Te faltan algunas moras? —preguntó Itto con curiosidad, inclinando su cuerpo por encima del hombro de Kazuha para mirar hacia su bolsa.
—Eso parece —respondió Kazuha con calma, cerrando rápidamente la bolsa—. Creo que no…
—Hey, no te preocupes, amigo —exclamó Itto con entusiasmo, dándole una fuerte palmada en la espalda que casi lo derrumbó al suelo—. Yo te invito esta vez, ¿sí? Akira, dale el dinero que necesita.
—¿Eh? —exclamó el amigo de Itto, confundido—. ¿Yo?
—¿Y quién más? —exclamó Itto con ferocidad, girándose hacia su amigos con sus manos en su cintura en pose imponente—. Oigan, les recuerdo que estamos en deuda con Kazuha, ya que fue gracias a que nos cedió gran parte del premio del otro día que pudimos reparar el agujero en el restaurante del viejo Shinai, y que no nos lanzara a los guardias.
—Agujero que fue usted quien hizo, jefe —susurró Genta entre dientes.
—No tienen que hacerlo —se apresuró Kazuha a decir—. Lo que menos quiero es causarles inconvenientes.
—Ningún inconveniente —declaró Itto rápidamente, antes de que cualquiera de los otros pudiera replicar. Incluso se atrevió en ese momento a arrebatarle su bolsa de dinero a Akira cuando la iba sacando, y extraer de ésta las quinientas moras—. Te dije que te pagaría tarde o temprano por las molestias que te causé el otro día, ¿recuerdas? Tómalo como un adelanto.
Y sin siquiera esperar que Kazuha le respondiera algo, alargó las monedas hacia la mujer del puesto, que las aceptó sin objeción alguna.
Kazuha suspiró, más que consciente de que ya no había mucho que pudiera hacer para remediarlo.
—Muchas gracias —pronunció solemne, ofreciéndoles una respetuosa reverencia—. Prometo intentar pagárselos en cuánto me sea posible.
—Ya, ya, despreocúpate —masculló Itto indiferente, agitando una mano en el aire.
—Lo dice fácil, como no es su dinero —susurró Akira despacio con ligera molestia.
—Espero que se diviertan esta noche —añadió Kazuha junto con un ligero asentimiento.
—Tú también, amigo Kazuha —indicó Itto con entusiasmo—. Si vienes esta noche y te sientes confiado, te retaré a una competencia de ver quién gana más premios en los juegos. ¿Eh? ¿Qué dices?
—Por favor jefe, nunca termina bien cuando intenta apostar en eso —murmuró Mamoru, preocupado.
—Lo siento, pero estaré un poco… ocupado. Quizás en otra ocasión —se disculpó Kazuha—. Ahora debo irme, pero espero volver a verlos antes de irme de la ciudad.
Se giró en ese momento hacia la calle, comenzando a alejarse sigiloso entre la gente.
—¡Piensa lo que dije! —le gritó Itto desde atrás—. ¡Nunca rehúyas de ningún reto! ¡¿Oíste?!
—Qué bonito haori traía, ¿lo notaron? —le susurró Genta al resto de sus amigos—. ¿Cómo un sujeto que es claramente más pobre que nosotros puede tener un atuendo como ese?
Ayaka llegó corriendo a Telas y Textiles Ogura. Y, como se lo temía, no era la única que al parecer estaba buscando un atuendo de última hora, pues se encontró con la tienda bastante concurrida; incluso algunos se encontraban haciendo fila en la parte de afuera.
—Oh no, Oh no —pronunció totalmente consternada. Se aproximó a la puerta e intento mirar hacia el interior, pero la multitud no se lo permitió. Y todos estaban tan enfocados en conseguir lo que ocupaban, que casi ninguno reparó en que la famosa Princesa Garza estaba ahí de pie a su lado.
En otras circunstancias, quizás Ayaka se reiría de lo irónico que resultaba que fuera justo en ese momento cuando su presencia resultara tan desapercibida. Pero de lo que menos tenía ánimos en esos momentos era de reír.
Mientras intentaba decidir qué hacer, considerando quizás ir a otra tienda, vio a Ogura Mio saliendo por una puerta lateral del local, cargando en sus brazos tres cajas apiladas enfrente de ella. Quizás iba de camino a hacer alguna entrega.
—¡Srta. Mio! —pronunció Ayaka en alto para llamar su atención, y se apresuró a alcanzarla—. Aguarde un segundo, por favor.
Ogura se detuvo al escuchar que le hablaban, y se giró a mirar sobre su hombro lo más rápido que la pila de cajas de se lo permitió.
—Srta. Kamisato —exclamó sorprendida al reconocerla, y también algo preocupada—. ¿Qué ocurre, señorita? ¿Hubo algún problema con el haori?
—¿Qué? —exclamó Ayaka, algo confundida al inicio, pero no tardó en entender a qué se refería—. Ah, no, no. Todo salió bien con eso. Pero vine porque necesito una yukata con urgencia.
—¿Una yukata? —murmuró Ogura—. ¿Para usted? —Ayaka asintió con rapidez—. Creí que había dicho que no asistiría al festival.
—Bueno… hubo un cambio de planes —susurró Ayaka, apenada.
—Lo siento, señorita —pronunció Ogura, aún más apenada que ella—. En verdad sabe que me encantaría ayudarla, pero tenemos las manos llenas. No habría forma de tenerle una yukata nueva lista para esta noche…
—No, eso es perfecto —se apresuró Ayaka a aclarar—. Porque no necesito una yukata nueva. De hecho, necesito una de apariencia común, modesta, nada elegante o fina. La yukata más normal y menos llamativa que tengas disponible.
Ogura la miró fijamente, totalmente confundida por lo que escuchaba, y claramente cuestionándose si acaso estaba entendiendo bien.
—¿La yukata menos llamativa que tenga? —repitió despacio, esperando que le corrigiera. Pero en su lugar, Ayaka volvió a asentir con afirmación—. Bueno, Srta. Kamisato… todas nuestras prendas están hechas con los mejores materiales y los mejores modelos…
—Tiene que haber alguna que no sea tan elegante, ¿o no? Con algún patrón sencillo, o con una tela no tan exclusiva. De un precio más bajo que las otras... Y si se puede que sea azul, pero eso es opcional.
—Bueno, podría buscar en la sección de descuentos que está en la parte de afuera —indicó Ogura, señalando su rostro hacia la fachada de la tienda—. Quizás ahí encuentre lo que necesita.
Ayaka se giró a mirar hacia donde ella le indicaba, en donde se encontraban varios estantes con kimonos, acompañados de etiquetas grandes rojas que marcaban sus precios; todos bastante más bajos que las prendas normales. Ayaka parpadeó, ligeramente confundida.
—¿Des… cuentos…? —susurró despacio, como si temiera haberlo pronunciado mal. ¿Esa sección siempre había estado ahí? No recordaba haberla visto antes. Y lo mejor era que apenas un par de personas estaban revisándola.
—Tengo que irme, señorita —indicó Ogura con apuro—. Necesito entregar esto y volver lo antes posible.
—Sí, claro —se apresuró Ayaka a responder—. Yo buscaré algo ahí. Muchas gracias por tu ayuda.
Ogura Mio se alejó caminando a paso veloz por la calle, mientras que Ayaka se aproximó a la sección de descuentos. Ya de más cerca pudo notar que en su mayoría eran modelos, colores y patrones de temporadas pasadas; algunos de ellos parecían haber estado guardados desde hace bastante tiempo. Muchos también tenían grabados no tan resaltantes, y otros incluso eran de un sólo color plano, a lo mucho con un ligero difuminado en la parte inferior.
Ayaka se emocionó; uno de estos debía servirle.
Su plan era elegir cualquiera, o incluso el de menor precio que encontrara. Pero entonces, uno en específico captó enormemente su atención. A principio fue su color, un azul cielo que de hecho era muy bonito, aunque se notaba un poco descolorido. Pero cuando lo inspeccionó con más cuidado, vio que en la parte inferior tenía un discreto patrón en un azul más oscuro, de mariposas volando.
«Mariposas» pensó sorprendida, y una de sus manos tocó ligeramente uno de los broches que aún traía en su cabello.
La yukata claramente era algo vieja, y tenía algunos desperfectos, además del color opaco que era obvio no era su tono original. Bajo el brazo derecho, se podía apreciar que las costuras habían comenzado a ceder, y había un pequeño agujero en la unión de la manga y el cuerpo del kimono. Y si observaba con más detenimiento, podía notar que algunas partes había comenzado a deshilarse. Y muy seguramente derivado de todos estos detalles, el precio de la prenda era menos de un cuarto del kimono más económico que recordaba haber adquirido en esa tienda.
Esa era definitivamente una prenda que nadie esperaría que la famosa Princesa Garza usara, y menos en público…
—¡Es perfecto! —exclamó Ayaka alzando la yukata en alto. Su voz y su rostro radiaban de felicidad.
Notas del Autor:
Amo a Kamisato Ayaka, lo que creo que muchos pudieron notar tras leer esta historia hasta este momento. Pero, debo admitir que todo el asunto que se exponía en el juego sobre que no podía ir a los festivales porque su presencia llamaba demasiado la atención, siempre me resultó un poco… raro. Es decir, técnicamente lo entiendo, pero siento que durante su misión se le dio mucho peso, y luego ya no importó tanto. Incluso comenzó a asistir a varios eventos sin mucho problema. Pero bueno, aquí respetamos el lore de cada personaje expuesto en el juego… excepto cuando no quiero hacerlo, jejeje.
