Haruki Komi era un niño pijo de clase alta que nunca se había preocupado por nada. Su vida era sencilla, podía ser quien quisiera ser. Sí, su padre a veces era un poco exigente, lejos de la actitud cariñosa de su madre. Le habían educado entre mimos sin fin y una mentalidad económica responsable. Pero para él el concepto del esfuerzo era una chorrada.
Como nuevos ricos, era consciente de que la vida te entregaba más facilidades cuanto más dinero tenías. Era clasista, era misógino y muy egocéntrico. Pero sobre todas esas cosas, si algo definía a Haruki Komi era que todo le importaba una soberana mierda. Nunca jamás había tenido un problema real. Si algo le iba mal, él pensaba de forma simple y clara si tenía solución. Si esta existía, la llevaba a cabo, si no tenía solución lo mandaba a la mierda y continuaba con sus días en calma. Por eso de algún modo podía decir que problemas de verdad no había tenido jamás.
No nos vayamos a mentir, A Haruki Komi le gustaba gritar, fingirse enfadado e insultar a los demás según y cómo. Pero para él era más un juego que una realidad emocional. La única persona con la que aquello dejaba de ser un juego, con quien se agobiaba y no podía comprender sus propias emociones era con Yamato Sarukui. Por aquello a veces actuaba golpeándole cuando le recordaba que era más bajito, más delgaducho o más tonto. Así que si Haruki tenía alguna debilidad, estaba claro que era su novio.
Aquellos dos, raros y peculiares como ellos solos, vivían juntos desde que el padre de Sarukui le había echado de casa por ser gay. Aquel tipo de progenitor controlador, estaba lejos de ser el tipo de padre que tenía Haruki. Y es que el señor Komi era un tipo casi tan pragmático como su hijo que creía que los retos a los que enfrentarán sus tres hijos debían elegirlos ellos y él no debía mover un dedo para ayudar o dificultar, solo observar. Eran sus hijos, pero no eran de su propiedad.
Como la cara de otra moneda estaba Yamato. Educado en la cultura del esfuerzo, creyendo que debía dejarse la piel día y noche por las cosas que quería. Era capaz de entregarse al mismo infierno por tal de salir victorioso y con menos facilidad para asumir que no siempre se puede ganar. Por eso, cuando quiso entrar en aquella universidad privada de prestigio para hacer el master de especialización, se pasó más de un año clavando codos para sacar buenas notas. Había estudiado abogacía para seguir los pasos de su padre, que fuera una mierda de persona o no, no dejaba de ser una de las personas a las que Sarukui más admiraba.
Komi no entendía nada de todo aquello, evidentemente. Él quería a su familia, a su manera. Pero la única persona a la que admiraba, era a sí mismo.
Así que el día que llegó el correo electrónico que anunciaba si admitían o no a Yamato en el master, todo parecía tan revuelto como un tortilla a la francesa que se rompe en el proceso de cocinarla.
Sarukui estaba sentado en su silla, delante de la mesa de escritorio que casi había sido hasta su cama en el último año. Estaba leyendo uno de sus mangas favoritos, como regalo hacía él mismo. Había logrado un excelente en el examen, lo cual le daba muchos puntos para acceder al máster.
Era consciente que los contactos eran importantes, pero él ya se había encargado de aquello. Previsor, de antemano había saludado al rector de la facultad y a otros profesores influyentes, al que había conocido cuando había trabajado esclavizado en el bufete de abogados de su padre largo tiempo antes de que este le echara de su vida. Les había hablado de sus intenciones y había llevado pequeños detalles y regalos. Era consciente que todos los competidores hacían aquello, el mundo de las universidades siempre estaba lleno de lameculos. Komi lo odiaba hasta puntos inimaginables, Sarukui trataba de jugar por si acaso lo lograba.
Por eso, cuando Sarukui leyó el correo a cerca de la admisión se sintió tan y tan frustrado.
Lazó el teléfono móvil sobre la cama, el manga por la ventana, los bolígrafos con su taza contra el suelo, la impresora contra la alfombra y no lanzó el pc portátil también porque Haruki apareció en la puerta al oír tanto estruendo.
— ¡Es un gran hijo de puta! — gritó ante la atenta mirada de Haruki. Los ojos de Sarukui estaban por salirse de sus orbitas, su sonrisa relajada se había esfumado por completo. Estaba claro que el señor Sarukui también había hablado con el rector — ¡Como si no supiera yo que ellos se meten coca y se van de putas! ¡Joder!
Mientras Sarukui seguía gritando, Komi se acercó a recoger el teléfono móvil de su novio. En los códigos morales normales, sería impensable que una pareja mirara el móvil de su pareja. Pero a ellos dos se la sudaba. Leyó el correo en el que le rechazaban. Con un párrafo muy detallado y probablemente escrito de forma personal decía que no aceptaban a personas con estilos de vida inmorales o desagradables.
Si Haruki hubiera recibido aquel correo, seguramente habría cagado en una bolsa y se lo habría mandado al rector con una nota de lo desagradable que podía ser su estilo de vida. Pero como aquello le había pasado a Yamato y no a él, se sentó en la cama y miró a Sarukui apretando dientes y puños por la frustración.
Un puto año estudiando como un cabrón. Un puto año sacando muy pocos ratos para relajarse. Un puto año.
La mente de Haruki Komi pareció bloquearse en algún punto del proceso neuronal, sus ojos quedaron fijos en algún punto inconexo.
—Lo siento mucho, Yamato —las palabras de la boca de Komi de forma lenta. Era una sensación venenosa la que le acontecía, porque a pesar de no ser responsable de lo que pasaba se sentía sumamente culpable.
La mente del más bajo viajaba en el tiempo, como si allí mismo se hubiera abierto un portal interdimensional. En su cabeza volvían a tener 16 años, en el gimnasio. La primera vez que se besaron por una apuesta que Komi había hecho con Konoha. Aunque para Komi no era una apuesta solo con Akinori, era algo que quería hacer.
Y es que Haruki Komi se había descubierto enamorado de Yamato el año anterior, cuando ver que el alto salía con una chica de la clase siete se había sentido como la mierda. Recordaba el dolor de estómago y la sensación abrumadora de que algo no iba bien con él, pero sobre todo la rabia y los celos que tenía de aquella chica que le carcomían por dentro. Suficiente inteligente como para no dejarse llevar por sus emociones, ideó un plan para que rompieran y lo logró. Ya que como todo, si tenía una solución, lo llevaba a cabo. Nunca una cuestión moral le haría dudar de nada. El fin justificaba los medios y el fin era que Yamato tenía escrito su nombre en el pie, como si fuera su juguete personal.
—Nunca debí haberte hecho romper con Fukuda Kaede y besarte en el gimnasio — dijo, recordando cómo le había contado soberanas mentiras a aquella chica.
Aquel beso en el gimnasio no fue un beso romántico. Lo romántico no pegaba con Komi. Recordaba cómo se había acercado a él, despacio, había tirado de su camiseta bajando los 20 centímetros de altura que marcaban una clara distancia entre sus bocas y se había regalado metiéndole la lengua hasta el fondo en contra de su voluntad, delante de todo el puñetero equipo… Sarukui se pasó años repitiendo el "No homo" cada vez que se acercaba a algún compañero para dejar de sentirse azorado por aquello.
—Komiya, ¿Eres imbécil? — Le pregunto Yamato sentándose a su lado. Nunca en toda su vida había visto a Haruki con aquella actitud ¿se sentía culpable de algo? Jamás había sido el caso. Sería la primera vez.
—No, no, te quiero y si no hubiera hecho aquello habrías seguido eternamente en tu heterosexualidad compulsiva sin remedio — contestó sin apartar la mirada del frente. Su mente divagaba en cómo solucionarlo, cómo volver a manipular la mente de Sarukui para que él volviera a ser un amigo y no un novio, a pesar de que llevarán juntos más de cinco años—. Esta todo mal, digamos que te traje a esta realidad porque era la que yo quería vivir y te he atrapado en un mundo en el que tu padre te amarga la vida porque es anormal...
—Confirmamos las sospechas eres un puto imbécil egocéntrico— Sarukui dijo aquello acercándose a Komi. Lo único que se le ocurría para sacarle de aquel sopor extraño era abrazarle y ser cursi, pero no cursi y ya, cursi hasta lo enfermizo—. A mí me gusta esa realidad a la que me trajiste, a mí me gusta levantarme contigo, me gusta tu cara cuando estás estreñido de la vida, y también la que pones cuando te ríes de Konoha, de Bokuto o hasta de mí, el gilipollas de mi padre puede ahogarse en su propia mierda, porque yo quiero estar aquí contigo a pesar del precio.
Haruki Komi ni intentó escurrirse del abrazo, como hundido en sus pensamientos y sin conectar con todo aquello ¿Se podía realizar un salto de una realidad alternativa a otra? ¿Podía volver atrás en el tiempo y hacer las cosas de otra manera? También había estado aquel momento en el que le vio ligar con Etsuko, la que le costó sólo dos frases de postureo llevársela a su terreno aunque le interesase cero.
Sarukui beso la cara de Komi una vez tras otra, pero el tío seguía inerte en aquella postura.
No eran aquellos los putos roles a lo que estaban acostumbrados... Normalmente, él era en el que entraba en aquellos momentos de pánico y no sabía cómo reaccionar, siendo Komi quien le devolvía a la realidad pegándole alguna bofetada o diciéndole que dejase de llorar. Pensar en aquello le dio una idea al más alto. Agarró al más bajo por los hombros y lo zarandeo.
— ¡Yo decidí que quería estar contigo, no soy un puto mono, jodido anormal! ¿¡Es que eres un llorica de mierda!? — Le gritó intentando pensar en las gilipolleces que le diría, que a él lejos de devolverle a la realidad le deprimirían más y más pero le recordaban que Komiya estaba ahí para él—. ¡No tienes que ser siempre el puto protagonista! ¡YO SOY EL ACTOR DE DEDAROLLO DE MI VIDA!
Haruki tragó saliva y empujó a Yamato, apartándole de él.
—Tienes voluntad y todo ¿eh? — susurró más para él mismo que para Yamato.
Las miradas de ambos se cruzaron por un instante antes de lanzarse a besarse con intensidad. La ansiedad de tocar-se, sentirse fluía de forma natural.
Haruki empujó al otro sobre el colchón, sentándose sobre su cuerpo, besando Le de nuevo, mordiéndole el labio, para continuar mordisqueándole la oreja y el cuello.
Sus respiraciones agitadas, y sus manos escurriendo se por debajo de la ropa con ansiedad de arrancársela.
—Te quiero ¿entiendes? No te cambio por nada — Sarukui dijo mirándole fijamente.
— ¡Cállate y quítate la ropa! — le contestó Komi, besándole de nuevo y sacándose la camiseta por la cabeza. Era su forma de decir te quiero.
Yamato empezó a reírse. Aquel era su Komiya, había vuelto de entre los muertos.
NA: Podría contar mi vida como siempre, pero lo dejaré en que me gusta mucho el puto SaruKomi. Me parecen tontos a morir, y ya.
