Disclaimer: Los personajes de RK son propiedad de Nobuhiro Watsuki
Beware! Ni siquiera esta historia de desahogo se salvó de mis narrativas a destiempos xD
"Visión"
El dolor lo golpeó en el pecho hasta casi robarle el aliento. Era como si de pronto alguien lo hubiese acuchillado en una limpia estocada y se negase a sacar la daga de la herida. A pesar de esto, Kenshin se negó a soltar a su compañera; haciendo uso de su poder de elemental, comenzó a absorber la luz que amenazaba con consumirla. Sin embargo, sus esfuerzos terminaron por ser vanales.
En medio de la caída, el aire que los azotaba se intensificó en su fuerza, y pronto, los amantes se vieron separados.
-¡Kaoru! -Gritó Kenshin, desesperado con conseguir volver a ella.
Mas fue imposible.
El viento lo golpeó hasta obligarlo a cerrar los ojos e intentar protegerse de éste con los brazos por delante en forma de cruz. De pronto el espacio se iluminó hasta devorarlo en medio de listones dorados. En respuesta, el muchacho dejó ir su poder de oscuridad en oleadas y luchó con todo por evitar ser consumido.
Hubo una fuerte explosión tan pronto consiguió erradicar aquel resplandor dorado. Mas tan pronto tomó conciencia, volvió a ser esclavo de la escena que sus ojos veían por delante de sí mismo. Sin un cuerpo físico ni voluntad, el pelirrojo fue obligado a ser tan sólo un espectador del fin del mundo.
... ... ...
El mundo había perdido su brillo.
Había una latente oscuridad que, si bien no era absoluta, impedía la luz más allá de una iluminación azulada, casi lúgubre. El castillo estaba en ruinas, era difícil distinguirlo como tal, con evidencias claras de la terrible batalla que se había suscitado horas atrás. Cómo si el mundo llevase décadas sumergido en una cruel guerra.
En aquel espacio, aquella enorme sala destrozada, alguna vez majestuosa, solamente quedaban siete personas presentes; una de las cuales había perdido su alma, Kaoru.
-Serás tú quien me la entregue a mí. -Declaró con voz fuerte, casi cruel, el General Himura.
Espectros oscuros, retazos de su poder bailaban alrededor de él; como humo que escapaba de su cuerpo mismo. En sus brazos, yacía su joven amada, en las mismas ropas que antaño había usado en sus oraciones en el santuario, su vestido perlado de doncella. Ella era lo único que aún mantenía su luz propia en medio de aquella nube oscura.
Frente a ellos, el padre de ésta seguía sentado en el suelo, prácticamente de rodillas, con el aire derrotado, la vista llena de tristeza y fantasmas, y la resignación misma en su persona. Se sabía terriblemente culpable.
-¿Qué quiere decir? -Murmuró un joven de tez morena, casi tan alto como el mismo General, con ojos castaños y cabello azabache. Se encontraba de pie por detrás de Koishijiro, y su cuerpo temblaba igual de angustiado. Su pregunta había sido para nadie en específico -Kaoru está...
Sus palabras murieron porque no podía pronunciar aquella finalidad, a su lado y a un paso por delante, Megumi seguía de pie, más su semblante seguía vivo y embravecido.
Las otras dos presencias eran las de Sanosuke y Aoshi, de pie igualmente por detrás de su General; su imagen estaba igual de afectada que la de los demás, estaban heridos y se veían exhaustos.
-Incluso con una regresión, no podemos igualar el nivel de energía requerido. -Habló Aoshi mientras se sostenía el brazo izquierdo, o lo que quedaba de éste. -¿Estás consciente de lo que tendrías que sacrificar? -Cuestionó a su General.
-¿Sacrificar? -Preguntó confundido el joven de ojos castaños.
Megumi se veía igual de consternada.
-¡Padre...! -Le llamó buscando desesperadamente ayuda o de menos una explicación, más el hombre seguía con el semblante caído y la mirada perdida. Al no ver respuesta, la mujer se giró hacia el segundo teniente. -¡Sanosuke!
Más éste le miró con tristeza antes de negar para luego desviar la mirada, lejos de ella.
-No puedo detenerlo. -Le dijo.
Y en la manera en la que él sentenció aquello, reveló lo que realmente quería decir:
"No quiero detenerlo"
Porque tras años buscando ser libres, ¿cómo podía aceptar que aquel fuese el final? Ella debería de entenderlo, una parte de sí misma lo hacía, pero se trataba de su hermana, y del mundo entero...!
El General avanzó hacia el centro de la sala, justo frente a dónde el trono se había ubicado antes.
-Si deseo volver el tiempo atrás -dijo-, debo de condenar esta tierra hasta el punto de lo irreparable. Solo entonces los dioses no podrán negarse a mi petición y tendrán que intervenir.
-¡Debes estar loco! -Le acusó Megumi con rabia -¿¡Cómo puedes condenar el mundo que mi hermana tanto lucho por salvar?! ¡Dime! ¿Es que acaso no merece el que la honres salvando aquello por lo que dio su vida?
Kenshin miró a detalle el rostro inerte de su amante.
Ésta todavía respiraba aún a pesar de carecer de un alma, más debido precisamente a esto último, los ojos de la joven no volverían a abrirse jamás.
El General sintió un fuego quemarle el pecho.
-Kaoru no murió por este mundo, por el contrario... Fue éste el que apagó su vida. -Declaró el General.
-¡Aún así! -Volvió a contradecirle Megumi, llegando incluso a avanzar en dirección a él, decidida y con el corazón roto, con el rostro cubierto de lágrimas. -Kaoru te concedió la oportunidad de seguir vivo. El niño en su vientre... sobrevivirá con el rezago de poder de mi hermana; lo tienes a él. ¿Cómo puedes renunciar a todo?
El General inspiró y exhaló con dificultad, un tembloroso aliento; sus manos apretaron el cuerpo de su compañera hasta dar la impresión de refugiarse en ella. La voz le salió ronca después, forzada al salir de entre sus dientes.
-Quiero que mi hijo viva en un mundo donde su madre está viva. -Gruñó con rabia. -Y si para eso tengo que destruir este mundo primero, que así sea. -Declaró.
El aire comenzó a arremolinarse hasta levantarse en fuertes brisas; la oscuridad comenzó a tomar forma, creciendo con los listones negros de poder que salían del elemental.
-¿Qué está sucediendo? -Exclamó el joven de ojos castaños con voz temblorosa. -¡Megumi! ¡Padre!
Koishijiro seguía sin moverse, parecía una estatua vieja a punto de derrumbarse.
-¿Qué te da la certeza de que esto resultará? -Volvió a presionar Megumi, resistiendo con su poder de tierra los latigazos del viento. -Que reescribas la historia no asegurará el que el final sea diferente; podrías incluso empeorarlo.
Silencio.
-¡Contéstame!
Más Kenshin siguió sin contestar, su mirada seguía firme en la figura de su compañera, en admirar el rostro de ella.
Luego, de a poco, mientras su poder crecía, una gota de luz, una esfera perlada brilló por delante del pecho del General.
-¡Éso es! -Exclamó el joven.
Megumi miraba tan incrédula como su hermano aquel pendiente.
-No puede ser... ¿Desde cuándo? -Cuestionó.
La mirada del pelirrojo se afiló entonces, sus ojos se tornaron amarillos, hasta obtener un resplandor dorado.
-Este mundo, no tiene nada ya que ofrecerme... -Declaró.
Y al instante siguiente, el temible poder de su oscuridad devoró el mundo entero.
...
El recordaba aquel poder. Recordaba la fuerza con la que lo había sacudido, la primera vez que se manifestó en él. Recordaba el lento y frío ascender de la oscuridad desde el centro mismo de su pecho. Podría decirse que de su corazón había nacido aquella energía, pero lo cierto es que se había sentido como si alguien o algo hubiese perforado el órgano vivo y en esa abertura se hubiese creado una puerta a través de la cual el intruso había entrado.
Ríos y ríos de poder negro se extendieron hasta crecer y ahogar sus venas, para luego derramarse por sus músculos hasta escurrírsele por la piel. Entonces Kenshin ya no era él mismo, se había convertido en la encarnación del dios oscuro, y éste se plantó firme hasta hacer desaparecer todo cuanto amenazaba su existencia. El despliegue había sido enorme, tan majestuoso que su nube oscura había evitado el paso del sol durante un mes entero.
Y en medio de tanta oscuridad, para él únicamente hubo sufrimiento.
-¡Ah! -Gritó en dolor.
Todavía ahora era golpeado de vez en vez por aquella presencia elemental. Casi como si dicha presencia estuviese ahí como un recordatorio, como una advertencia, una amenaza...
Él no debía olvidar... El destino de todo por lo que había peleado hasta entonces se vendría abajo si acaso olvidase el camino que debía seguir...
-¡Aah! -Gritaba, igual que cuando era sólo un niño, cuando su poder estalló e intentó doblegarlo.
Aquél dolor lo consumiría sin duda. No había forma de renunciar a él sino que era el dolor mismo el que decidía cuando liberarlo. Y, sin embargo...
-¡Kenshin! -Le llaman.
Una voz cantarina que lo libera de golpe con la sola mención de su nombre. Y el dolor se evapora hasta desaparecer, tan rápido, que ya ni siquiera puede recordar haber estado sufriendo.
Está dentro de una nube blanca que de a poco se va pintando, hasta cubrir cada espacio con la imagen de su santuario, aunque no es en sí el espacio secreto de siempre. No. Éste se ve como un verdadero jardín de cuentos en el corazón de un bosque místico. La luz de la luna ilumina aquella escena, y en medio de tal belleza, se encuentra ella.
-¡Kenshin! -vuelve a llamarle ella, y su corazón la reconoce al instante.
-¡Kaoru...! -La llama en alivio, con la voz temblorosa, sintiendo su cuerpo perder peso de pronto al verla.
La duquesa, que ya no es una niña sino una joven mujer, le mira con una amplia sonrisa. Pareciera reconocerle en medio del olvido e iluminarse en felicidad al encontrarlo, como si llevase un tiempo inmedido pero largo sin verlo. Ella va hacia él con los brazos extendidos hasta abrazarlo. Él la abraza igualmente, aunque visiblemente confundido.
Una de las manos de ella le acaricia el rostro, mientras con la otra toma la mano derecha de él y la guía hacia su vientre. La felicidad que ella siente es inmensa.
Ella le habla, a prisa, con gozo, entre risas.
Él apenas y puede seguir la línea de sus palabras, la sorpresa es tal que sus ojos se han ido abriendo en verdadero asombro.
Y luego...
Despierta de golpe.
-¡Ah! -Inhala con fuerza, como si acabase de sacar la cabeza por debajo del agua.
El pecho le duele y se ve forzado a toser como si de verdad se hubiese estado ahogando; a tiempo gira sobre su costado, hasta conseguir sostenerse sobre el antebrazo izquierdo y la mano derecha. Respira forzadamente intentando recobrar el aliento y calmar el acelerado palpitar de su corazón.
No tiene tiempo de admirar dónde se encuentra, sin embargo, cuando Okami ya le reprocha.
-Así que él vive y respira -declara la mujer con sorna, sentada a una silla a un lado de la cama de él.
Sólo entonces Kenshin es consciente de que ha salido de aquel limbo, que se encuentra en su habitación envuelta todavía en la oscuridad de la noche, y en qué además de Okami, sólo Okina está presente; el hombre está de pie al pie de la cama del Duque con el semblante serio.
Apenas un corto "¿Cómo?" sale de los labios del Duque, antes de que éste recuerde el contexto de su situación y el pánico lo domine.
-¡Kaoru! -Exclama, e intenta levantarse en su búsqueda, más Okami lo detiene.
La mujer lo ata de golpe sobre la cama con listones de aire. El hombre se ve obligado a dejar de forcejear tan sólo porque se siente sin fuerzas; después de todo había desplegado una gran cantidad de poder.
-Me temo que ella no regresó. -Le dice Okina, no sin cierto pesar en sus palabras. -Resulta evidente que su paso por el camino de las estrellas no ha de concluir todavía.
Kenshin deja de forcejear, aunque no del todo; hay algo en el fondo de su mente que le exige el pelear por liberarse.
-Aún es muy pronto. -Les dice. -Tengo que recuperarla, debo ir por ella.
-Explícame cómo -Le reta Okami, su postura rígida y firme -A tí te tomó poco más de un mes el volver a nosotros, ¿por qué habría ella de volver antes?
Mutismo.
Un despertar elemental es muy diferente del despertar de un usuario elemental. Mientras que el último es más "aprendido" gracias a una innata habilidad, los elementales puros desarrollan una cierta habilidad para contener energía, sus cuerpos se convierten en receptores y operan de forma parecida a como lo haría un hoyo negro. El peso que adquieren es lo que les da la fuerza para mover tal cantidad de elementos requeridos para crear su poder. Y eso apenas era la punta del iceberg.
Kenshin y Kaoru eran los contenedores de los elementos primordiales de la creación. Mientras más inestable el poder más tiempo llevaba al cuerpo el reajustarse, el reacomodar cada una de sus partículas para soportar tal cantidad de energía.
-Cierto es que ella es más grande de lo que tú eras entonces, pero su poder está por encima del tuyo y lo sabes. Haz hecho un desastre al rechazarla cuando se suponía debías contenerla -le reprocha, quedando claro lo mucho que está molesta con él.
Kenshin cierrra las manos en puño, apretando la mandíbula también.
-Deja que los dioses corrijan lo que tú arruinaste. -Declara Okami, lista para ponerse de pie y dejar que su señor recupere fuerzas.
Kenshin la detiene, sin embargo, su propia oscuridad ha desatado las cadenas hechas por ella e impulsado a su maestro para poder alcanzarla y detenerla antes de que se vaya.
-Entiendo tu molestia, pero no puedo dejarla ahí a su suerte -refutó. -Sé lo que hay en ese limbo, sé que tú también lo has visto al ser elemental pura igual que nosotros; pero el paso que recorremos Kaoru y yo no es tan noble como el tuyo. Si la dejo ahí sin saber cómo ajustar el tiempo, le tomará demasiado crear su santuario; es su vida la que se estaría agotando.
La mujer bufa, evidentemente en son de burla, le dedica una mirada a Okina quien opta por cerrar los ojos con gesto solemne; ni siquiera él puede defender al muchacho.
-Le hará bien crecer un par de años. -Contesta la mujer con cinismo. -¿No era éso lo que querías? ¿Acortar la brecha entre tú y ella?
El gesto del duque pasa a uno de congoja.
-No así. Nunca así -Refuta con fuerza. -Okami, si Kaoru crece sola dentro del paso de las estrellas, ¿qué vida sería esa? Lo que yo quiero para ella es algo totalmente diferente. La quiero libre y dueña de su propio tiempo, de que disfrute su tiempo a su ritmo. No deseo que se marchite como un favor hacia mí.
Okina carraspea, como una especie de plegaria para la Okami, quien acaba por suspirar y morderse la blasfemia que le había cruzado por la mente y en su lugar dice:
-Eres tan ciego que no te das cuenta que ya estás enamorado de ella.
Kenshin no lo niega.
-Muy bien -concluye la mujer. El Duque la suelta aliviado al entender que ha ganado aquella disputa, ella se gira para verlo de frente otra vez. -Pero incluso si quieres ir tras ella, en tu condición no puedes hacerlo. Liberaste demasiado poder siguiéndola.
-Lo sé -Reconocé el pelirrojo. -Sin embargo, un par de horas me será suficiente.
Okina interviene al fin.
-Himura, entiendo tu desesperación por encontrarla pero si te lanzas sin haberte recuperado por completo, corres el riesgo de volver a fracasar. Y esta vez, te tomaría mucho más tiempo el volver a intentar una intervención.
Kenshin se lleva las manos al rostro, mientras respira forzadamente; aunque hace un esfuerzo por controlarse, es evidente que está desesperado. Si le quedara suficiente fuerza de menos para una rabieta podría irse por su cuenta, pero incluso su poder se enrolla de vuelta en él, como si éste también le advirtiese del peligro que corre ante tal empresa.
-Nuestra duquesa estará bien -es Sanosuke quien habla entonces.
Tanto el castaño como Aoshi han entrado en la habitación, este último lleva una charola con una bebida espesa de color negro que humea como si estuviese caliente, mientras que Sano lleva una especie de pergamino.
-¿Qué traen ahí? -Cuestiona Okami con desconfianza.
Ambos tenientes la ignoran y se acercan por el lado libre, opuesto a donde Okami se encuentra, le extienden la bebida a su Duque y General. Éste mira con cautela el brebaje.
-¿Te arriesgarás con una pócima? -Le cuestiona Okami.
Okina la debate.
-Ha funcionado siempre, anciana. Seguro que ahora será igual, en especial porque tiene un ingrediente extra mandado desde el sur, ¿no es así, muchachos?
Sanosuke sonrié.
-Anda -le motiva su segundo teniente -lo necesitas si quieres alcanzar a nuestra pequeña duquesa.
Kenshin mira de nuevo aquella bebida y luego dedica una mirada a Aoshi, éste asiente, y al final el pelirrojo bebe la sustancia ofrecida de un jalón hasta la última gota. El efecto es inmediato. El pelirrojo se lleva una mano a la boca y otra al pecho, dividido entre el dolor y las náuseas.
-Sostenlo -Le indica Aoshi.
Y tras forcejear por un par de minutos más, el Duque cae inconsciente.
-¿Qué era eso? -Cuestiona Okami, quien a corrido a atender al Duque.
Para alivio de la mujer -quien usa su poder elemental de aire para sanar-, los signos vitales de su señor están estables, y es capaz de notar la rápida recuperación que su cuerpo está atravesando.
Aoshi entonces le explica que la carta de Kamiya Koishijiro venía no sólo con la advertencia del despertar de Kaoru, sino con una serie de secretos y brebajes hechos para estabilizar y recuperar el centro de un elemental; casi como si el hombre supiera lo que había de ocurrir. Okami cuestiona entonces si realmente pueden confiar en el Duque Kamiya, a lo que todos -principalmente Okina- concuerdan con ella en que están siendo usados en un juego más grande.
Sin embargo, por ahora, lo importante era recuperar a su duquesa.
...
Cerca de media hora después, Kenshin finalmente despierta, como si hubiese simplemente tomado una siesta, se siente rejuvenecido. Aoshi es pronto a explicarle lo ocurrido previamente sin dejar de lado las sospechas que tienen para con el líder del clan Kamiya. Okina piensa que deben empezar a sospechar de la lealtad de éste y de los posibles motivos para concertar tal arreglo con tanta desesperación y sobre cómo deben enviar e instalar espías dentro del territorio de Nipon. Okami y Sanosuke están de acuerdo y la primera ya tiene una lista de posibles infiltrados, mas Kenshin les detiene.
-No será necesario -declara tajante, su semblante no esconde lo mucho que escuchar aquellas conjeturas le han molestado.
-Entiendo que quieras a tu joven esposa, pero- Okina guarda silencio tan pronto Kenshin le ha mirado, con esos ojos dorados que augurian peligro.
-He dicho que no. -Remarca.
Okami es la primera en darse cuenta.
-¿Qué viste? -Cuestiona con sospecha. Él pasa saliva con dificultad y desvía la mirada, ante el gesto, Okami no tiene duda. -Dentro de aquél espacio, ¿qué viste? -Presiona, y su tono de voz es una clara orden, se planta por delante de él como la mujer que lo crió y a la que le debe la vida y no como la lacaya que lo sirve.
Mas Kenshin rehuye la mirada de nuevo, es evidente su duda. Así que la mujer toma un camino diferente.
-Lo que se te haya mostrado es lo que te ayudará a traerla de vuelta. -Le tienta.
Y Kenshin cae en la trampa. Sus ojos han vuelto a mirarla con evidente preocupación.
-¿Y bien? -Vuelve a presionar.
Tras debatirse consigo mismo, en un argumento silencioso en el que su oscuridad pareciese debatir igualmente -si los listones danzante en forma de humo son evidencia de esto- el Duque finalmente se rinde.
-Ésta es la segunda -declara al fin con aire derrotado.
-¿La segunda? -Cuestiona Sano. -¿La segunda qué?
Okami le calla con una mano, y espera.
-El tiempo fue retrocedido -Confiesa el pelirrojo ante las miradas atónitas de los presentes. -Esta... es nuestra segunda línea de tiempo, nuestra segunda vida tras de que el tiempo diese reversa.
Silencio.
-...¿Por qué? -Cuestiona Okami con voz en un hilo.
El Duque respira con dificultad, las manos le sudan, su mirada rehuye la de sus compañeros.
-Porque destruí el mundo en la primera línea de tiempo.
El recuerdo de aquella escena se cuela en su mente sin invitación. Se ve a sí mismo con Kaoru en sus brazos, en un mundo que se iba apagando.
-¿Por qué harías algo así? -Cuestiona Sano, confundido de que su mejor amigo pudiera ser capaz de hacer algo tan cruel.
Kenshin cierra los ojos con pesar.
-Porque...
En su mente ve el rostro sonriente de Kaoru, la Kaoru de ese tiempo, antes de recordar el despliegue de oscuridad sobre el mundo.
Una Kaoru viva, pero muerta al mismo tiempo.
E incluso si no ha sido él quien ha vivido aquello, su alma recuerda, y es una inmensa angustia la que lo domina.
-Acabé con la vida de Kaoru -dice al fin.
Afonía.
-Su alma se consumió como pago para rescatarme del Vacío. Kaoru... Se sacrificó por mí.
...
Kenshin abre los ojos de golpe al sentir la mano de Okami en su rostro, la mujer le limpia las lágrimas como una madre amorosa, mientras le mira con pena.
-Lo que hayas visto -le dice. -Es un evento atemporal -Declara. -No tienes la historia completa, mi niño. Y aunque la tuvieras, no es tu presente ahora -Le consuela.
Él se deja atender por ella.
-Llevas años martirizándote por hechos que no fueron tu culpa -Reconoce ella, luego le toma ambas manos. -Si de verdad deseas ser feliz con ella, deja de dudar, Kenshin. Confía en ti mismo.
Los demás asienten.
Y es como si un peso que no se había dado cuenta llevaba encima, se levantase de sus hombros por fin y le dejase respirar de forma más libre.
-Gracias, madre.
Okami le sonríe. Tras lo cual es pronta para poner a todos en movimiento en el castillo.
Kenshin vuelve a su propio atrio, a donde sus antepasados solían rendir culto a un dios diferente de la diosa del imperio; y, tras hacer el ritual requerido, se desvanece hacia su santuario. Una vez en él, avanza dentro de éste para entrar al limbo que es el Paso de las Estrellas; lleva la perla consigo, aquel regalo que antaño Kaoru le hubiese dado, y con éste se dedica a buscarla.
Cuando por fin la encuentra, a penas y la reconoce.
-¿Kaoru? -La llama.
La joven doncella, de pie frente a lo que parece un árbol con follaje hecho de luz, se da la vuelta para ver quién la llama, y sonríe al reconocerlo.
-Kenshin, ¿por qué demoraste tanto? -Le pregunta.
A/N: ¿Qué creen que pase ahora? ¿Tienen alguna teoría sobre la primera línea temporal? =P
