La negación
El día fue caótico para Emma. Encerrada en su casa, había apagado su teléfono y rechazado las diferentes visitas que recibió. Prefirió concentrarse en su hija.
Sí, el día pasó y ella hizo "como si nada pasara", como si fuera un día cualquiera entre madre e hija.
‒ Hey, corazón…No tienes ganas de dormir, eh…
La pequeña balbuceó, pero se quedó con los ojos bien abiertos, ofreciendo su más bella sonrisa a su madre. Emma no se cansó de jugar con sus rizos dorados, verdadera fuente de calma para ella. A veces, encendía la tele, sin en realidad mirar la pantalla. También cocinó, pero sin gran interés y pronto cayó la noche y se quedó dormida en su cama, con su hija al lado.
‒ ¿Nada aún?
‒ No, ¿continuamos?
‒ ¡Evidentemente!
‒ David, cálmate… Lo siento…Es que…Hemos estado todo el día y, nada
‒ Lo sé, pero no podemos parar, no antes de haber…Encontrado algo
David sabía que, pasara lo que pasara, cuanto más tiempo pasara, menos esperanza había de que el desenlace fuera positivo. Había intentado ponerse en contacto con Emma para saber cómo estaba, pero jamás respondió. Sabía que por culpa de o gracias a su hija, ella no se vería tentada a hacer algo irremediable.
Pero sin embargo, se vio obligado a avisar a su mujer quien, evidentemente, se había dado prisa en llamar a su hija. A lo largo del día no había dejado de recibir llamadas de Snow, en pánico porque su hija no respondía.
Y una vez más, cuando el sol ya se escondía dulcemente, recibió una última llamada en su coche.
‒ ¿Sí, Snow?
‒ No responde
David reviró los ojos
‒ Escucha, está aún bajo el shock, dale tiempo
‒ Pero…¡Seguro que necesita apoyo! ¡No debe quedarse sola!
‒ Emma es bastante grande. Regina me ha dicho que estaba bien, pero que le pidió que se marchara…
‒ …Espera, ¿Regina? Tú…¿Ella lo sabe?
‒ La puse al corriente como reina y amiga
‒ ¡Y yo soy su madre!
‒ Lo sé, y también sé cómo eres
‒ ¿Y cómo soy?
‒ Excesiva
‒ …
‒ Lo que ahora necesita no es que nos apiademos de su desgracia. Debemos apoyarla con justa mesura. Pero ya conoces a Emma, en un principio nos va a rechazar. Y eso, lo sabemos los dos, tú no lo soportarías.
‒ …
‒ ¿Te acuerdas cuando se convirtió en la Dark One? Solo Regina podía comprender porque ella misma había abrazado su parte oscura muchas veces. ¿Quién aparte de Regina podría estar a la altura de comprender a Emma en este momento?
‒ …
‒ ¿Snow?
‒ Sí, tienes razón, yo…¿Vuelves pronto?
‒ Estoy de camino
‒ Ten cuidado
Cuando colgó, Snow suspiró pesadamente. Sabía que su marido tenía razón. Emma no era de las de explayarse en sus sentimientos y mucho menos compartir lo que siente. Esta novedad nadie se la esperaba, y mucho menos Emma. Snow solo había experimentado el duelo por sus padres. Jamás había perdido a su alma gemela, su verdadero amor. Mientras que Regina…
Se hundió en el sofá, aferrando el teléfono contra el pecho. Miró a su hijo que hacía un puzle tranquilamente en la mesita del salón. No, jamás podría comprender el dolor y las etapas por las que su hija iba a pasar.
Cuando abrió los ojos, Emma casi había olvidado por qué su hija estaba durmiendo a su lado. Se incorporó y estiró antes de lanzar una ojeada hacia la ventana. Había sombra, y grandes nubes grises se apelotonaban, señal de una posible tormenta. ¿Habían anunciado tormenta?
Daba igual, entonces se levantó, se metió en el cuarto de baño y tomó una ducha caliente. Cuando salió, vio que su hija se agarraba los pies con las manitas y estaba preparada para llevarse uno a la boca.
‒ Buenos días, gambita‒ su hija balbuceó ‒ Hm, ya despierta‒ después lanzó una ojeada hacia el lado derecho de la cama ‒ Tu padre aún no ha vuelto…
La cogió en sus brazos y bajó dejándola en su trona, y como la víspera, se disponía a prepararle el biberón, cuando tocaron a la puerta.
‒ ¿Tan temprano?
Y con toda naturalidad abrió y se encontró…
‒ ¿Snow? ¿Todo bien?
‒ Que…Euh…¿Y tú?
‒ Súper. Entra
‒ ¿Súper?‒ Snow entró, estupefacta ante el comportamiento de su hija ‒ ¿Dónde está Hope?
‒ Está allí‒ sonrió Emma ‒ Esperando su biberón
Snow miró, incrédula, a Emma
‒ ¿Has bebido?
‒ No, ¿por qué? Y a ti, ¿qué te pasa? ¿Por qué me visitas tan de buena mañana?
‒ Emma…Tú…
‒ ¿Qué?
‒ ¿Estás bien?
‒ Sí, ¿por qué?
‒ …
‒ Bueno, lo siento, pero estoy un poco apurada. Tengo que llevar a Hope y…
‒ Sí, sí, imagino, pero…Tú…Ayer no cogiste el teléfono en todo el día
Emma frunció el ceño y cogió su teléfono
‒ Hm…Se apagó. ¿Qué querías?
‒ Yo… Bueno, quería saber cómo estabas. David me dio la noticia ayer.
‒ ¿Qué noticia?
Snow se quedó parada, con los ojos como platos, sin palabras
‒ Emma, yo…
‒ ¿Qué?
Pero de repente, al ver la mirada de su hija, comprendió. Suspiró
‒ No, nada, me tengo que ir
‒ Ok, nos vemos más tarde
‒ Sí, vale
Snow le dio un beso a Hope en la frente antes de tomar a Emma en sus brazos
‒ Okk…¿Todo bien?
Snow sonrió tristemente
‒ Sí, cariño, todo bien…Hasta más tarde
Una vez más, la puerta se cerró y Emma se encontró a solas con su hija, entonces su mirada vagó por el respaldo de una silla de la mesa del comedor, respaldo sobre el que descansaba una chaqueta de cuero. Entonces, perdió su sonrisa y respiró profundamente.
Algo no iba bien ese día…Pero, ¿qué?
Contrariada, pero sobre todo inquieta por su hija, Snow se dirigió a la única persona que podía iluminarla. Y con toda naturalidad tocó a la puerta de la consulta del Dr. Hopper.
‒ Snow, ¿a qué debo el honor?
‒ Yo…Es para un consejo
Hopper frunció el ceño.
‒ Entre‒ Snow se quedó plantada en medio de la estancia antes de que el doctor la invitara a sentarse ‒ ¿Algún problema? Parece…
‒ …Perdida
‒ Oh…
‒ Yo…La noticia aún no es oficial, pero…Killian ha desparecido en el mar
‒ Dios mío…
‒ Las búsquedas no han llevado a nada y, cuanto más tiempo pasa menos posibilidades tenemos de encontrarlo…vivo
‒ Emma…
‒ …Está al corriente, sí. Desde ayer, pero…Ayer se encerró en su casa sin posibilidad de verla o hablar con ella, pero esta mañana…Parecía…Diferente
‒ ¿Diferente?
‒ Se diría que ella…Ya no se acordaba de nada, que hacía como si nada hubiera pasado
‒ ¿Aún no se ha encontrado el cuerpo, no?
‒ Exacto
‒ La negación
‒ ¿Perdón?
‒ La negación, una de las siete etapas del duelo. Emma está experimentando una tras otra.
‒ Esas etapas…¿Qué son?
‒ El shock, la negación, después viene la cólera, la tristeza, la resignación, la aceptación y finalmente…la reconstrucción. No son inmutables, cada persona vive su duelo de manera diferente y estas etapas no son sino una referencia para algunos. A veces, se saltan algunas, otras veces algunas duran mucho más que otras
‒ ¿Piensa que Emma está pasando por eso?
‒ Lo espero en todo caso
‒ ¿Lo…Espera?
‒ Porque eso quiere decir que, llegado el momento, podrá dejarlo atrás y sobreponerse, con la ayuda de su familia y amigos.
‒ ¿Cómo…Cómo ayudarla?
‒ Contestando a sus llamadas cuando ella lo necesite. No provoque nada, podría romperse. Ya conoce a Emma.
‒ Sí, yo…Lo sé
‒ Snow, sé que siempre tiene ese irreprensible deseo de ayudar a los demás, de querer arreglarlo todo. Pero…Hay cosas que son independientes de su voluntad e incluso con toda la buena fe del mundo, si ella se cierra…
‒ Lo sé, lo he entendido: darle tiempo. Es necesario…Tiempo
Regina estaba con los codos sobre su escritorio, con los ojos en el vacío. Le había ordenado a David que la mantuviera al corriente del menor de los avances en la búsqueda, pero mientras…No dejaba de pensar en Emma.
Si había alguien que sabía lo que estaba pasando Emma, era ella. Pero se abstendría de decírselo o mostrarlo. Era necesario que Emma lo viviera y avanzara a su ritmo. Sin embargo, no podía evitar pensar en ella. Pues desde hacía meses, desde su coronación, podía afirmar que Emma se había convertido en una amiga cercana, la más cercana que haya tenido en años. ¿Se atrevería incluso a decir que jamás había tenido esa clase de amistad? Y como tal, ¿no era su deber cuidarla? Al igual que ella la había cuidado y sostenido durante el primer año de vida de Hope, cuando Emma estaba perdida con la maternidad. Ella le había dado consejos, a veces había velado a la niña cuando le estaba saliendo un diente, incluso durmió en su casa cuando Killian estaba ausente.
Y cuando había decidido acortar su día en el despacho, se llevó la sorpresa de ver aparecer a la bella rubia en su despacho.
‒ ¿Emma? ¿Pero qué haces aquí?
‒ Bah, vengo a darte mi informe, como de costumbre
‒ ¿Tu…Informe? Pero…
‒ ¿Qué? ¿Por qué todo el mundo parece extraño hoy?
Regina se levantó y rodeó la mesa.
‒ ¿Cómo te encuentras?
‒ Bah, bien…He dormido poco, Hope estaba algo agitada
‒ Emma, sobre Killian…
‒ Oh, ha vuelto a dormir fuera…‒ rió ‒ Al parecer nuestra pequeña pelea no le agradó en absoluto
‒ ¿Una pelea? ¿Pelearon antes de…?
‒ ¿Antes de qué?
– Emma…Te acuerdas de ayer, David…
‒ Oh eso. Escucha, he pensado en ello y…Está vivo, lo sé. Ese idiota probablemente debe haberse puesto hasta arriba en algún bar de uno de los reinos circundantes‒ sonrió ligeramente
Regina, en un primer momento, se quedó sorprendida, pero luego comprendió. Suspiró. ¿Debía seguirle el juego o arrancarle toda esperanza?
‒ Emma…Deberías…
De repente, el teléfono de Regina sonó y cuando vio quién era, sintió un escalofrío. Lanzó una rápida mirada hacia Emma antes de girarse. Emma comprendió que la llamada debía ser privada y, ella se giró para dirigirse a la mesa donde había un frutero con frutas. Entonces robó una manzana escarlata.
‒ Escucho
Emma miró de soslayo varias veces a Regina mientras mordía la manzana. Podía escuchar algunos pedazos de la conversación, sin realmente prestarle atención.
‒ Sí, sí, está aquí…Yo…Sí, muy bien. Esperamos.
A continuación, colgó y dejó el aparato sobre la mesa. Aún de espaldas a Emma, Regina quedó petrificada.
‒ Hey, Regina, ¿todo bien?
‒ Yo…Sí, sí
‒ Me marcho si tienes trabajo
‒ …No, quédate‒ Regina se giró y Emma quedó sorprendida ante la mirada triste que ella enarbolaba ‒ Siéntate un momento
‒ Euh…Ok. ¿Algún problema?
Y cuando Regina iba a responder, tocaron a la puerta. Regina se levantó y abrió para dejar ver a David, con el rostro triste. Emma se giró y miró con curiosidad el rápido intercambio entre su amiga y su padre antes de que este fuera a su encuentro.
‒ Hey, Emma
‒ Hey
‒ Yo…He pasado por tu casa y…
‒ Bah, había que ir a trabajar‒ sonrió Emma
‒ Ya, pensaba que…Pensaba que te quedarías en tu casa‒ Emma se encogió de hombros ‒ Yo…Escucha…‒ lanzó una mirada a Regina quien, sintiéndose demás, asintió y se marchó bajo la mirada suspicaz de la bella rubia.
‒ ¿David?
‒ Emma…‒ posó sus manos sobre las de su hija y ejerció una ligera presión ‒ Emma…Esta mañana…Hemos…
Emma se levantó de repente de un salto, sorprendiendo a David.
‒ Sabes, yo…Tengo mucha prisa. ¿No quieres que hablemos más tarde?
‒ Emma, no
‒ Escucha, tengo curro y…
‒ ¡Emma, stop!‒ David se levantó a su vez y la cogió por los hombros para que lo mirara a la cara ‒ Emma…Te lo ruego. Esto ya es difícil…
‒ …
‒ Esta mañana…Hemos encontrado a Killian
‒ ¡Ah! ¡Ves, te lo había dicho!
‒ No, no Emma…Hemos…Hemos encontrado su cuerpo, arrastrado por la marea, esta mañana, en la playa, cerca del faro‒ Emma se quedó quieta, con los ojos clavados en su padre ‒ Emma, lo siento, mis condol…
‒ No‒ cortó ella secamente ‒ Yo…No, es..Él no ha…No habría…
‒ Fue un accidente, Emma. Había bebido…
Emma rió
‒ Se lo había dicho…‒ sonrió ‒ No dejaba de decirle que eso lo mataría un día
‒ …
‒ Quizás no está…Él…¿Es seguro?
Como toda respuesta, David asintió ligeramente y cerró los ojos. El corazón de Emma entonces se encogió y una ola de temblores recorrió su cuerpo y de repente, imágenes, palabras, recuerdos recientes se mezclaron. ¿Cuáles habían sido sus últimas palabras? ¿Su imagen? Tembló y de pronto la voz de su padre le pareció una intrusión en ese esfuerzo de restauración de recuerdos.
Ella frunció el ceño y lo empujó
‒ Déjame
‒ Emma, no debes…Voy a llamar a tu madre y…
‒ ¡De eso nada!‒ rió tristemente ‒ Ella y sus buenas palabras, no estoy preparada para escuchar su letanía.
‒ Emma, estamos aquí para ti
‒ ¿Ah sí?‒ lo fusiló con la mirada ‒ Recuerdo que, de un tiempo a esta parte, no le guardabas mucha estima a Killian
‒ Porque tú nos…
‒ Stop, yo…Solo deseo…
‒ Emma
‒ ¡STOP, he dicho!‒ gritó haciendo sobresaltar a David
Al escuchar los gritos, Regina entró como una ráfaga en su despacho para ver a Emma encarando a su padre, que parecía totalmente apenado.
‒ David…‒ dijo ella dulcemente
Este último comprendió y bajó la cabeza mientras suspiraba. No añadió nada más y se dirigió a la puerta. Cuando se encontró a la altura de Regina, le dijo suavemente.
‒ Cuídala.
Regina cerró brevemente los ojos y asintió. David se marchó, dejándola con una Emma aún en medio de la estancia, inmóvil.
Cuando la puerta se cerró, Regina inhaló antes de colocarse delante de Emma.
‒ ¿Piensas quedarte plantada en medio de mi despacho?
Emma frunció el ceño y la miró fijamente
‒ ¿Qué?
‒ Mis condolencias‒ terminó por decir, acaparando la atención de la bella rubia
‒ Yo…Regina…
Regina la agarró por los hombros y de repente, Emma sollozó antes de soltarse y hundirse en el sofá. Dulcemente, Regina siguió su gesto y, con naturalidad, Emma se inclinó para apoyarse en el hombro de su amiga. Esta última la rodeó con sus brazos y esperó pacientemente. Era inútil cubrirla de palabras o lamentos. Solo era preciso que ella dejara caer las indirectas, incluso en silencio.
Y fue lo que hizo Emma. De repente, pareció vacía. No lograba creerlo. No, era imposible, se habían equivocado, no era él, no podía ser él. Ella no estaba preparada para eso… Viuda…y Hope, sin padre…Entonces tembló. Todo iba demasiado rápido, no podía seguir el ritmo. Todo parecía irreal.
Qué iba a hacer ahora…Tantas cuestiones bullían en su mente, tantas que acabó por quedarse dormida, sin darse cuenta, en las rodillas de Regina.
La bella morena no se lo tomó en cuenta y esperó pacientemente hasta que comprendió que estaba profundamente dormida. Decidió entonces rodearlas a las dos en su humo para llegar a casa de Emma, a su habitación.
De esta forma, Emma se encontró en su cama, arropada por Regina que la veló un rato antes de bajar a la cocina. Comprendió que los próximos días serían complicados y que si la dejaba sola, Emma se hundiría. No debía llegar a eso, ella misma lo sabía.
Así que, se remangó la blusa, y ¡qué les dieran a sus reuniones y entrevistas! Abrió la nevera y suspiró. Definitivamente, Emma era la peor de las anfitrionas. Aparte de platos preparados y restos de pizza, su nevera estaba desesperadamente vacía.
Abrió los armarios y solo vio conservas y huevos.
‒ No puede ser…‒ había decidido no usar magia sino en casos de extrema urgencia, pero ahora…No había nada más urgente que esa deplorable despensa. Así que, en un giro de mano, hizo aparecer patatas, pollo, algunas especias y champiñones para poder preparar un pollo al curry como es debido. Se enfrascó en ello sin mirar la hora. Y mientras el pollo cocía a fuego lento, y Regina leía en el sofá, Emma bajó, aún somnolienta. Cuando Regina la vio, se levantó
‒ Hey
‒ ¿Cómo he aterrizado aquí?
‒ Yo…Te quedaste dormida en mi despacho, pensé…
‒ Oh…Ok, gracias
‒ …
Ella olisqueó el aire y se giró hacia la cocina
‒ ¿Has…Cocinado?
‒ Sí, yo…No quería entrometerme, pero pensé que te gustaría tener una cosa menos en qué pensar. Y no deseo que te dejes morir de hambre‒ Emma la miró ‒ En fin, quería decir…
‒ Lo sé‒ se dirigió hacia la cocina y divisió un plato y no cualquiera. Sonrió ‒ Gracias
Regina tomó aire y se acercó
‒ Emma…Si quieres cualquier cosa…
‒ Nada, no necesito nada
‒ Comprendo, pero…
‒ Regina, necesito…Eres muy amable, pero…
‒ Entiendo. Pero que sepas que no estaré lejos
No quería añadir nada más, la carga mental ya era demasiado pesada para la bella rubia. Así que, dejó el inmueble sabiendo que, en cuanto hubiera necesidad, volvería tan rápido como pudiera.
En cuanto escuchó cerrarse la puerta, las manos de Emma se aferraron al borde del fregadero, hasta que sus dedos se pusieron blancos. Tras haber negado el hecho de que su marido estaba probablemente muerto, tenía que enfrentar la realidad: definitivamente él se había ido. Y de repente una avalancha de cuestiones, interrogaciones y de problemas aparecieron en su cabeza, de forma tan intensa que sintió cómo la cabeza le daba vueltas sintiendo náuseas.
Pero algo mucho peor resonaba en ella, algo que nunca imaginó sentir en esos momentos, y, no obstante, era un sentimiento que no podía reprimir: hacia ella, hacia Killian, incluso hacia los demás.
Sí, en ese preciso momento…Estaba llena de cólera.
