Finalmente un poco de contexto de parte de Kenshin.

- y cosas políticas que dije que no incluiría -

Disclaimer: En este capi hay un juramento que se encuentra en la Biblia, de boca de Ruth, el cual me pareció adecuado.


"Pasado"

Sayo siempre había admirado las ceremonias del clero, para ser francos, todo lo relacionado con el culto a la diosa, la fascinaba. Su elemento, al igual que el de sus hermanos era el fuego, mas no era una usuaria. A temprana edad, la joven princesa reveló poseer poder divino y desde entonces, la misma decidió dedicarse como acólita a la diosa del imperio. Era quizá por esto que al ver la ceremonia de bodas de su hermano mayor, se sintió abrumada de emoción.

Tras la última guerra hubo pequeños reinos que fueron liberados del dominio del imperio enemigo, Belum - con un gobierno anarquista - los cuales habían conseguido mantener su soberanía. Sin embargo, era un hecho que en su mayoría eran naciones débiles. De todas estas, la más grande - casi la mitad del Imperio Lumas - había ofrecido una oferta matrimonial, y, tras meses de cortejo, finalmente se había llegado a un acuerdo.

-¡Felicitaciones su alteza, princesa imperial, por esta ocasión tan especial!

Sayo giró para atender al Duque Kamiya y a su hija mayor, Megumi. Ambos habían asistido como testigos del imperio, dado que la boda se llevó en el reino de la novia.

-Agradezco sus buenos deseos e igualmente los felicito por la boda de Kaoru -respondió.

Ante esto Koishijirou permaneció impasible, Megumi sin embargo, no pudo evitar desviar la mirada con pena; Sayo lo notó gracias en parte a la naturaleza de su poder divino. La castaña tomó las manos de la joven Kamiya.

-Sé que estás preocupada -dijo, para sorpresa de la pelinegra -pero no hay de qué preocuparse. Todos los augurios sobre el matrimonio de tu hermana son prósperos -aseguró.

Megumi no supo qué decir.

-Agradezco a su alteza, la princesa del imperio, por sus atenciones para con mi familia.

Sayo sonrió.

-Las cosas parecen ir mejorando de a poco -dijo, dedicando una mirada a su hermano Shogo con su ahora esposa Auria. -Incluso Makoto parece tener mejor carácter.

Esto último puso alerta a los Kamiya, pues en los últimos meses, las expediciones del príncipe habían causado división entre la aristocracia, con serias repercusiones al pueblo. La princesa, sin embargo, parecía o no saber nada de esto, o no darle importancia.

-A pesar de que este año debía elegir pareja, debido a la boda de mi hermano Shogo, no fue posible. Todos esperamos que Makoto volviese a reaccionar con su temperamento usual, pero se mantuvo tranquilo e incluso accedió a ser parte del evento. -La sonrisa de la princesa creció. -Creo que mi padre tenía razón, únicamente debía crecer un poco.

Koishijorou pasó saliva con dificultad.

-Como siempre el emperador rebosa sabiduría -rió el hombre.

Sayo rio con él, al igual que lo hizo Megumi, y tras un breve intercambio de plesantrías, el encuentro terminó.

-El retraso de su compromiso, ¿será que ya encontró a alguien a quien desee introducir después? -Inquirió Megumi, mientras ella y su padre avanzaban hacia el salón donde se llevaría a cabo el banquete.

-No. -Sentenció su padre, mirada afilada. -Por el contrario, está buscando el peón que le otorgue el poder que le hace falta. Incluso si es en terreno enemigo.

Megumi se escandalizó al oírlo.

-¿No estarás exagerando, padre? Por muy cruel que pueda ser, ¿qué sentido tendría atacar a su propio imperio? ¿Cómo puedes estar tan seguro? -Cuestionó entre la duda y el miedo.

El hombre se detuvo en sus pasos, subconscientemente asegurándose el que nadie los oyese, su mirada se perdió en un punto distante del suelo; se veía derrotado, y aquel amasijo de emociones oscuras le robó el calor a su hija.

-No puedo revelarte aun cómo lo sé. -Le dijo con tristeza y cierta resignación. -No es sólo por lo que he investigado de él... Te puedo decir que el mundo que el desea construir ya lo he sufrido una vez, y no pienso permitir que ocurra de nuevo. -Concluyó con determinación, todas las emociones anteriores se evaporaron y sólo la decisión firme de vencer quedaba en sus ojos. -Y el primer paso es asegurar que él y Kaoru no crucen caminos. Al menos no hasta que el matrimonio de ella y Himura se consuma.

El corazón de Megumi se estrujó en su pecho. Su padre la detuvo de cualquier discusión que fuese a iniciar, al apretar la mano que sostenía.

-Sé lo que te duele, hija mía. Pero Kaoru es tu hermana y lo escuchaste incluso de nuestra princesa imperial y ella es incapaz de mentir. Lo has visto tú también. -Le recordó mirándola con intención, a lo que Megumi agachó el rostro contrita. -El único complemento para un elemental original, es otro elemental original de poder opuesto.

La morena contuvo las ganas de llorar. No tenía palabras para contradecir a su padre, en todas las adivinaciones que había hecho durante los últimos años, Himura Kenshin seguía apareciendo como la pareja ideal de Kaoru.

-Kaoru fue concebida para Himura. Éso es un hecho que tenemos que aceptar -Sentenció su padre, no sin cierta pena. -Y es nuestro deber evitar el que vuelvan a ser separados.

Megumi brincó al oír esto, mas no dijo nada. Su mente, activa como la madre tierra, de pronto pareció entender el secreto de su padre.

-Cuando dices que sufriste ese mundo... -inquirió con miedo de la respuesta. -¿Te refieres a que ya lo viviste una vez?

Koishijiro cerró los ojos con fuerza, parecía estar luchando en contra de algo. Tras luchar contra ese fantasma un instante, volvió a abrir los ojos.

-Ya nos hemos demorado mucho. Vayamos al banquete antes de provocar rumores -Sentenció.

Cumplieron con su estancia durante el resto del evento. Su padre no volvió a hablar sobre el asunto, y Megumi sabía que no volvería a mencionar nada sin importar cuánto presionara. Mas eso no significaba que ella pudiese olvidarlo... Así que se obligó a mantener aquél miedo al frente de su mente, y seguir buscando en las cartas el posible futuro.


Contrario a lo que esperaba el viaje en barco duró apenas dos días y no encontraron tormenta durante ninguno de ellos. El camino después de ahí fue corto en realidad. Salvo los días de descanso extra en la siguiente ciudad de puerto, únicamente demoraron medio día más en llegar finalmente al Castillo Himura, en el corazón del país Norteño. Tanto Kaoru como Shura se sorprendieron de lo vasto que era el territorio - después de todo las dos últimas ciudades ya eran territorio norteño - y se sintieron emocionadas de llegar por fin a su nuevo hogar.

Tras atravesar la amplia explanada de jardines, llegaron al patio principal frente a la entrada del Castillo; en donde dos largas filas de empleados les esperaban de pie a cada lado del camino principal.

-Bienvenidos. -Les recibieron todos, tan pronto la joven duquesa descendió de su carruaje - ayudada por Kenshin - y se hubo quedado de pie frente al grupo de gente.

El corazón le aleteaba con fuerza en el pecho, los ojos le brillaban de emoción. Una pareja mayor se encontraba al frente, Kenshin se acercó hasta éstos, guiando a su joven esposa también.

-Kaoru, te presento a Okina, el mayordomo del castillo, y a Okami, la ama de llaves. -Le dijo, presentando a cada uno, los cuales hicieron la adecuada reverencia. -Cualquier cosa que necesites, ellos estarán para apoyarte.

-Es un placer conocerla. -Hablaron ambos.

Kaoru, mejillas sonrojadas, saludó de igual forma, haciendo una corta reverencia.

-El placer es mío, mi nombre es Himura Kaoru, estaré a su cargo. -Dijo sonriendo.

Ambos mayores quedaron embelesados con la imagen de la pequeña duquesa. Okina fue el primero en hablar, para molestia de Okami.

-Sin duda, te sacaste el premio mayor muchacho. -Dijo riendo, mientras palmeaba el hombro de Kenshin. Éste para asombro de Kaoru, no pareció tomar ofensa por la falta de decoro de su mayordomo.

Okami por su parte suspiró con impaciencia.

-No hagas caso de este viejo pervertido. -Le dijo a la duquesa y luego se giró hacia Kenshin con las manos en la cintura. -Himura, como siempre te olvidas de lo principal, me decepcionas. -Gruñó, Kenshin sonrió algo contrito, mas Okami no le dio oportunidad de contestar, pues volvió su atención a Kaoru. -Seguro es que está cansada del largo viaje; pérmitame que la lleve a su habitación, las doncellas están listas para atenderla.

Kaoru parpadeo algo abrumada sin saber exactamente qué pensar de aquel intercambio. Volteó a mirar a Kenshin con la inseguridad reflejada en su persona. El pelirrojo le sonrió comprensivo.

-Adelante, este es tu hogar ahora. -Le aseguró.

Kaoru respiró hondo, asintió con firmeza y luego se giró hacia la mujer.

-Estoy en sus manos -le dijo.

Kaoru, Shura y Katsu avanzaron hacia donde Okami los guió.

-Insisto... -Repitió Okina, cuando la duquesa estaba lejos de poder escuchar. -Me parece que fue una gran adquisición. -Dijo con intención.

Kenshin - consciente de a lo que el hombre se refería - asintió.

-Nada se te escapa, viejo amigo. -Dijo.

Okina rio por lo bajo.

-Considerando tal visión me resulta imposible. -Señaló.

Kenshin le miró confundido. Entonces Aoshi llegó hasta donde él y contestó en lugar de Okina.

-Has estado liberando ondas de tu elemento cada que estás en su presencia. Igual que ella. Y éstos se han ido enlazando hasta fundirse conforme más tiempo pasan juntos.

-Gah, ni me lo digas -interrumpió Sano quejándose -ha sido bastante enfadoso.

Kenshin le miró con irritación. -¿Tú te quejas? -Le acusó.

Sano frunció el cejo molesto.

-Aún sigo resentido.

-Agradece que sigues con vida. -Completó Kenshin por lo bajo, quien, aunque no lo diría abiertamente, seguía igualmente resentido con el castaño.

-Por lo que veo es un buen omen. -Dijo Okina, al tiempo en que comenzaban a avanzar al interior del castillo. El resto de los trabajadores se esparció en el cumplimiento de sus deberes. -Por cierto, todo lo que ordenaste ya ha sido dispuesto. Y hemos recibido respuesta también.

Kenshin se detuvo al oírlo.

-¿Lo encontraron? -Cuestionó con expectación.

Okina le miró con reproche, sin embargo.

-¿Irás a verlo? Si me permites el consejo, quizá deberías esperar a que la joven duquesa se adapte a la vida en el castillo. -Sentenció.

-Opino lo mismo. -Aportó Sanosuke, manos detrás de su nuca. -Si la dejas ahora, el avance que has logrado podría irse por la borda.

A su lado Aoshi asintió igualmente. Aunque reunirse con esa persona era necesario, afianzar su matrimonio y su alianza con el clan Kamiya debía venir primero - especialmente si buscaba levantar el clan al nivel del resto de los clanes de la nobleza del imperio.

-Mantenlo en la mira de momento. -Ordenó el General.

Okina asintió.

-Se hará como digas.


Kaoru se removió por segunda vez en su nueva cama, mientras admiraba a detalle cada uno de los recovecos de su nueva habitación. Tenía una sensación de irrealidad que la ponía algo ansiosa. Era la primera vez que dormiría en un hogar ajeno sin la presencia y compañía tanto de su padre como de su hermana, así que no era de extrañar el que la nostalgia la dominase, al punto de sentir ganas de llorar.

Pasar de su llegada hasta el punto en el que actualmente se encontraba había sido en sí toda una gran odisea, incluso más que el viaje mismo. Fiel a su palabra, el ama de llaves Okami la había llevado hasta un amplio y gran baño, con una extensa y vasta piscina en donde lavarse. Desde su presentación como usuaria, Kaoru no había vuelto a tener asistencia durante sus duchas, por lo que volver a recibir atención le causó un cierto agravio, mas trató de relajarse.

Tras el baño, que había durado bastante con todo y los masajes corporales, su nuevo grupo de damas se había encargado de vestirla. A pesar de su edad, Shura se había hecho sobresalir por encima de las nuevas damas y asegurado que las ropas elegidas fuesen del gusto de su amiga, algo que secretamente le hizo sentir orgullosa a la pequeña duquesa.

Kaoru rogó internamente que tales atenciones no fuesen a ser cosa de todos los días. Aunque secretamente disfrutaba de las atenciones, sabía que recibirlas a diario le exasperaría mas pronto que tarde.

Una vez lista, Okami se dedicó a presentarle a cada una de sus nuevas damas, y a explicarle cómo le atenderían en cuanto a las comidas y las actividades diarias. La mujer no escatimó en los detalles del nuevo rol de su joven duquesa, mas no impuso estos mismos en ella. "Todo a su tiempo." Le había dicho, y Kaoru había respirado de alivio. Tan pronto aquello quedó claro y la niña no tuvo más dudas, procedieron al comedor en donde Kenshin la esperaba. Al banquete asistieron tanto los tenientes Aoshi y Sanosuke como el resto de la compañía, e incluso la de Kaoru. Aquello era un contraste con las tradiciones de su hogar, mas fue bien recibido.

La cena se extendió hasta convertirse en un festín, sin embargo, la menor pronto se sintió cansada. Aunque intentó oponer resistencia, al final había accedido ante la insistencia de Kenshin de ir a descansar. Shura había ido con ella. Y tras de que nuevamente fuese asistida por sus nuevas damas hasta quedar en su bata de dormir, un sencillo camisón azul celeste, de manga larga, hecho de algodón y lana, el cual la cobijaría del frío del Norte. El calor del hogar ya estaba encendido para cuando entró a su habitación.

De pronto el cansancio se sentía cómodo en aquel nicho hecho para ella. Shura se quedó una hora más en su compañía, mientras hablaban de todo y de nada; pronto ambas comenzaron a cabecear, hasta que consideraron prudente darse las buenas noches e irse a dormir.

Sin embargo, cuando la puerta se hubo cerrado y Kaoru quedó de pie en medio de la habitación, se sintió más despierta que nunca. El cansancio seguía ahí, mas su pesadez pareció haberse evaporado. Se obligó a recostarse e intentar dormir, mas fue inútil.

Kaoru suspiró, sintiéndose sola de pronto.

Las lágrimas asomaron a sus ojos y su luz lloró dentro de su alma.

Tras breves instantes de lucha contra de sus propias emociones, la joven duquesa se puso de pie y se acercó hasta el gran ventanal cerca del balcón. Miró a través del cristal el nuevo grupo de estrellas que desconocía.

La luz de la Luna la iluminó hasta reconocerla.

La puerta se abrió de pronto y Kaoru brincó sobresaltada, por inercia corrió hacia la cama, mas se quedó a medio movimiento de esconderse bajo las cobijas.

-Kaoru.

Pues la voz de su ahora esposo la trajo de vuelta en sí misma. La joven le miró sobrecogida.

-Kenshin... -Susurró.

El pelirrojo cerró tras de sí la puerta y avanzó hasta ella. Sus ropas estaban sueltas, lo mismo que su cabello, resaltando las facciones finas del rostro del General. Por un momento Kaoru se quedó sin aliento.

-¿No puedes dormir? -Le preguntó él, sentándose al lado de ella en su cama.

Ella negó con la cabeza, mejillas sonrojadas.

-Todo es tan nuevo... -Confesó mientras sentía las lágrimas regresar. Luego le miró suplicante -¿Podrías? -Le pidió.

Él entendió al instante y se acomodó en la cama con ella, quedando más sentado que acostado, Kaoru se recargó en él a la altura del pecho mientras él la abrazaba.

-Okami dijo que esta era tu antigua habitación. -Dijo de pronto ella. -¿Dónde dormirás ahora?

Kenshin sintió ganas de reír ante las tiernas pero tontas preocupaciones de su pequeña esposa, divertido de pensar cómo ésta le imaginaría.

-Estaré en la habitación al fondo del pasillo. -Le dijo sonriendo.

Kaoru hizo un puchero.

-¿Por qué la distancia? -Cuestionó.

Kenshin dudó un instante. Incluso si no habría problema en confesar las cosas como eran, tampoco le parecía el terminar diciendo algo que pudiese hacerla sentir menos querida, o incluso que llegase a pensar que la forma en la que la veía era muy diferente de la visión que ella tenía de él.

-En el camino buscaba protegerte de amenazas, aquí estamos a salvo. -Confesó. -Además, Shura reclamó la habitación del frente. -Completó con prisa.

Kaoru sonrió.

-Gracias por permitirle quedarse en la mansión principal. -Le dijo mirándolo. Sus ojos brillaban.

Él la admiró a detalle. Tan de cerca era mucho más difícil rechazarla, las palabras de Okami - dichas tras la cena - seguían repitiéndose en su mente.

-Espero que te comportes como te eduqué -Le había advertido la mujer -Durante al menos un mes, tu única obligación será tu joven esposa. Tu luna de miel, consistirá en que la hagas sentir como en casa hasta hacerla comprender que éste es su nuevo hogar. Pasea con ella por los jardines, muéstrale el invernadero, recorre con ella los salones del castillo y el solar donda trabajas. Debes guiarla en lo que serán sus próximas obligaciones, instrúyela en su nuevo rol. Y si un mes no es suficiente para conseguir el que se mueva en estar tierras como si siempre hubiesen sido suyas, dedícale otro mes. Llévala a recorrer el pueblo, deja que tu gente la conozca y que ella los conozca a ellos. Entrena con ella. Pero sobre todo, deja de marcar distancia.

El General sintió de pronto un nudo en el pecho y suspiró. La opinión de Okina había sido la misma.

-Es tu familia, no podría mandarla lejos. Además, es de cuna noble igual que tú. -Terminó diciendo en su lugar. -Hablaremos mañana, Princesa. Te prometo que responderé todas y cada una de tus dudas.

Kaoru asintió y se acomodó para dormir.

Como venía sucediendo durante los últimos días, polvo de luz se desprendió de a poco del cuerpo de la menor; pronto el mismo poder del muchacho se hizo presente, como si respondiese a un llamado mudo, y las motas de su propio poder se fusionaron con el de su compañera.

Tan pronto Kaoru se hubo dormido, Kenshin se retiró a sus aposentos.


Cinco meses habían trascurrido desde que Kaoru llegara al Castillo. Aquella tarde de Noviembre estaba resultando ser extraña y exquisitamente cálida, a pesar de la temporada. Kaoru se había dedicado a recorrer la mansión principal dentro del castillo, aquella que permanecía secluida a pesar de su regreso, el área privada designada a los duques; sin saber por qué de pronto había sentido el deseo de revisar aquella área. Kenshin no le había explicado aun por qué permanecían en un área menor y ella no había querido presionarlo. Además, ahora tenía otras ocupaciones.

Su instrucción como duquesa comenzó tan sólo un mes y tres días después de su llegada. Y aunque se había acostumbrado a pasar casi todo el día en compañía de Kenshin, Kaoru no era nada sino resiliente e independiente. Le tomó poco adaptarse al nuevo ritmo y a sus nuevos deberes, trabajando lado a lado con Okina en las cuentas del Castillo. Se había dispuesto además, dos institutrices encargadas de educarla tanto en etiqueta como en las costumbres del Norte, y ambas habían quedado complacidas con tan comprometida estudiante.

La pequeña duquesa seguía en contacto con su padre y su hermana, además; esta última seguía con sus conspiraciones en contra del General, salvo que ahora habían virado del divorcio hacia el dominio en el matrimonio. Kaoru supuso que aquel cambio era bueno.

Por otro lado, también había seguido entrenando. Megumi no había mentido cuando le prometió que heredaría la espada de su padre, y Kenshin no había oponido resistencia a que ella siguiese con la tradición de su familia, por el contrario, la motivaba a no abandonarla. Esto la había ayudado a hacerse cercana de los soldados, así como a poder coincidir con su esposo y tener más oportunidades de pasar tiempo juntos.

Tal vez, en el futuro, podría ser diferente. Una vez creciera se dijo deteniéndose de pronto. Parpadeó confusa. Sólo entonces se dio cuenta de lo mucho que había avanzado, al notar la ausencia de sirvientes en la zona. Había llegado hasta un ancho pasillo, una especie de puente que unía dos edificios. La joven duquesa, movida por un sentimiento que no supo reconocer, decidió avanzar.

Sus pasos la llevaron hasta un edificio alto y amplio que tenía pinta de ser un templo, una capilla aunque más grande. Las enormes puertas de caoba estaban entreabiertas, y antes de que se plantease siquiera el entrar, estelas de luz comenzaron a bailar alrededor de ella, hasta moverse como luciérnagas hacia el interior del edificio como si le ordenasen avanzar.

Kaoru siguió tal orden.

...

Y se quedó sin aliento.

...

Dentro el techo era cóncavo y alto, como las cúpulas de la catedral en la capital del imperio; arcos y arcos tapiados de figuras talladas en la roca. En las paredes, en todo lo amplio y cada uno de los recovecos se eregían tablillas, placas metálicas sobre estructuras de roca, cada una con un nombre.

Las luciérnagas de luz se multiplicaron en favor de su curiosidad e iluminaron las áreas que seguían sus ojos azules. Al hacerlo, sin embargo, pronto acabaron por iluminar otra figura, Okami estaba casi al fondo de la habitación.

Kaoru dio un brinco sobresaltada y algo abochornada.

-Lo lamento, no era mi intención invadir. -Se disculpó, sus luces volvieron a ella igualmente asustadas.

Okami la miró por espacio de dos segundos antes de responder.

-No lo está haciendo mi señora, eso puedo asegurárselo. -Le dijo sin sonreír, sus manos estaban ocupadas sosteniendo un rosario y lo que parecía ser un pañuelo. -Es sólo que es un mausoleo, por lo que es normal que se encuentre cerrado. -Resaltó a modo de regaño.

¿Había imaginado las puertas abiertas? Se cuestionó la joven. Okami le aseguró entonces con una mirada y un breve gesto que podía quedarse, en respuesta, la morena se acercó.

-Todas esas placas... -Inquirió apenas un segundo después de silencio, incapaz de contener su curiosidad.

El rostro de Okami pareció entristecerse y molestarse por igual. Kaoru temió haber dicho una impertinencia.

-Representan a cada una de las vidas perdidas durante el asedio. -Respondió la mujer, sus ojos se llenaron de nostalgia. -Aunque he de reconocer que tras la caída del clan muchas no se encontraban aquí aún.

Las luces de la duquesa volvieron a juntarse a su alrededor, se fundieron hasta quedar únicamente dos motas.

-¿Quiere decir que fueron dispuesta después de que Kenshin volviera? -Inquirió Kaoru.

Okami asintió.

-Así es. -Su mirada seguía perdida en el pasado. -Es increíble lo mucho que nuestro señor es capaz de recordar. -Rió por lo bajo echando a andar, Kaoru caminó con ella. -Me apena admitir que yo ya había olvidado varios de ellos... fue hace más de una década, después de todo. -Concluyó, deteniéndose y mirando hacia arriba.

Kaoru siguió el camino de su mirada y sus luces brincaron y volaron hacia el objeto descubierto. Un cuadro de grandes dimensiones con el retrato de una pareja, la mujer sostenía a un bebé, al iluminarse las facciones de los tres los ojos de Kaoru se abrieron en admiración.

-¿Son ellos los padres de Kenshin? -Cuestionó.

Okami asintió, había el asomo de una sonrisa en la comisura de sus labios.

-Es hermosa -Murmuró Kaoru ante la imagen de la madre de Kenshin.

La mujer tenía el cabello de un rojo oscuro y ondulado, sus ojos de un azul cálido tenían reflejos morados, su tez clara y su semblante sereno, se podía ver que había sido alguien en extemo amable. El hombre tenía los ojos dorados, del mismo tono con el que brillaban los de Kenshin al usar su poder, el cabello era castaño y la expresión adusta, seria. El bebé, de cabellos escarlata, dormía en los brazos de su madre.

-Me habría gustado conocerlos -soltó sin querer.

Okimi sonrió con tristeza y algo de amargura, mas la joven duquesa tenía su mirada enganchada en el retrato.

-Si no hubiesen muerto en aquél fatídico accidente, sin duda habrían estado orgullosos al ver que la compañera de su hijo es una joven digna -sentenció Okami.

Kaoru le miró abochornada, y secretamente contenta de ser aceptada... Ante tal respuesta, y una última mirada a aquel retrato - en el que sus luces todavía revoloteaban - Kaoru se atrevió a preguntar, reconociendo además el deseo de la mujer de revelar aquella historia.

-...¿Cómo murieron?

La mujer tuvo que suspirar y respirar hondo antes de poder empezar con el relato.

...

-Se dice que fue un accidente. -Comenzó el relato, se notaba el repudio en aquella frase y lo que representaba. -Pero todos en Akai sabemos que fue un plan hurdido en contra del Norte.

-¿Una traición? -Cuestionó Kaoru.

-Un complot en realidad de alguien cuya identidad se ha mantenido oculta. Diez años atrás, el auge del Norte era evidente. Su crecimiento rivalizaba con el de la capital del imperio. Al igual que el clan Kamiya, el clan Himura era a su forma cercano a la familia real, y el líder del ejército imperial a cargo de las guerras de expansión. Es normal por tanto, en un imperio tan grande, el recibir envidias y odios de clanes menos afortunados.

-¿Cómo un clan tan cercano a la familia real podía ser atacado de forma tan cruel?

-Precisamente con calumnias y rumores, miedos sembrados a los oídos de gente con el poder de mancillar el nombre incluso de los clanes más puros. Tras el oráculo, la actividad demoniaca comenzó a crecer, principalmente en esta zona tan cerca del borde del reino espiritual. Pronto, se acusó al hermano menor del duque de haber cometido actos de magia negra.

-Pero, ¿y la evidencia?

-Siempre puede ser fabricada, me temo. Ya lo sabíamos entonces. Aquella evidencia fabricada fue el asedio en sí mismo, un ataque masivo de espectros y demonios.

-¡No puede ser!

-La tierra se correo tras este, cientos personas perdieron la vida. Y cuando se hubo de culpar a alguien, el hijo menor decidió cargar con la culpa, creyendo firmemente que su hermano debía prevalecer para cuidar al hijo que había despertado como elemental original.

-¿Quiere decir, que el poder de Kenshin despertó durante el asedio?

Okami asintió con pesar, su mente todavía recordaba aquella ira desatada, aquella bruma de espesa negrura, y el terrible poder con el que eliminaba toda vida a su paso.

-Entonces, la intención era acabar con Kenshin -concluyó Kaoru con incredulidad. Después de todo, un elemental original se descubre como usuario desde el momento de su nacimiento.

Okami asintió.

-Sin embargo, nadie esperamos que atacaran tan pronto después de la ejecución. Menos de un año hubo una terrible nevada, como la tierra estaba contaminada hubo fisuras entre este plano y el otro. Se suponía que debía ser una campaña de rutina, mas el carruaje de los duques fue sepultado tras una furtiva avalancha... Las acusaciones llovieron tras este hecho. Nuestro pobre niño, Kenshin, apenas y podía lidiar con las explosiones de su propio poder. Es imposible combatir el fuego con más fuego, en este caso oscuridad. Se declaró indigno y un peligro para el imperio. Sin nadie con el poder para eliminar la plaga, el Norte pronto fue abandonado y nuevos límites se fijaron.

-¿Qué sucedió con Kenshin? ¿Cómo sobrevivió mientras tanto?

-Tuvo un benefactor, un pariente lejano que se encargó de resguardarlo y entrenarlo. Sin embargo, para entonces el valor de su nombre había sido perdido. Por años forcejeó por levantar lo que antaño se había perdido. Nuestro joven duque, testarudo y necio como el día de su nacimiento juró algún día hacer justicia a todas las vidas que se perdieron entonces. "Si murieron para protegerme, entonces debo vivir por ellos" dijo.

Entonces la mujer por fin sonreía y miró a Kaoru con una emoción diferente en sus ojos.

-Cuando recuperó el Castillo, el Mausoleo fue lo primero que restauró. Cada uno de los nombres que ha llevado grabados en su mente desde hace diez años, descansan ahora aquí. Sin embargo, mi joven duquesa, estoy segura de que el haberla encontrado ha sido la primera felicidad en esta nueva vida que se le ha ofrecido, una segunda oportunidad para lograr aquello que marca su destino.

Las dos motas de luz se volvieron una.

-Mi señor es alguien gentil, pero inseguro de sí mismo. No lo parece, pero constantemente se menosprecia. Ese muchacho requiere de una compañera fuerte que le recuerde el sonreír, pero por sobre todo el vivir deseando siempre por un nuevo día. Y yo creo que usted, mi joven princesa, es la indicada para tan noble causa.

...

Kaoru se quedó un largo instante mirando de nueva cuenta aquel retrato, y en veces, su mirada paseaba por las placas alrededor. Irremediablemente, sus ojos volvían a la imagen de aquella familia, la misma que había sido privada de una vida digna llena de felicidad. La joven pensó en su propia madre, en la forma tan efímera en la que había resultado su vida; pero incluso ella había sido bendecida con una muerte en su lecho, rodeada de la gente que la amaba. Mirando con intensidad la imagen de aquel bebé que había sido su compañero - sin poder evitarlo - la pequeña duquesa imaginó lo duro y difícil, lo triste y angustioso que debió haber sido el sufrir tal destino.

Kaoru reconoció entonces el alma gentil de su esposo que Okami había pintado para ella; sabiendo ver por fin el dolor que ocultaban sus sonrisas comprensivas, aquellas que nunca alcanzaban sus ojos.

Su luz revoloteó alrededor de ella hasta detenerse a su lado, a la altura de su rostro, casi como si le preguntara "¿Qué harás ahora?"

La joven miró en derredor suyo, dejándose envolver por las voces ahí ocultas, descansando en su sueño eterno. Cerró los ojos y respiró hondo, sintiendo aquellas almas. Las absorbió todas, creando en su interior la chispa de una estrella para cada una de ellas. Cuando volvió a abrir los ojos, una nueva determinación brilló en sus pupilas.

-Okami san. -Le llamó, usando el apelativo indicado en su cultura.

La mujer se giró a verla, atenta a sus palabras. Kaoru seguía con su mirada clavada en el retrato de la familia Himura.

-Trae incienso. -Ordenó.

Okami le miró con interés.

-¿Cuánto necesita, mi duquesa? -Cuestionó.

Kaoru se giró a verla por fin, y sus labios dibujaron una sonrisa, clara como agua cristalina.

-Todo el que encuentres. -Contestó ella.

Los ojos de la ama de llaves se abrieron en asombro, y luego sonrió complacida.

-Como ordene mi duquesa.

Durante las horas siguientes, Kaoru se dedicó a dar luz a aquellas pequeñas estrellas mientras Okami - junto con varias damas, incluida Shura - se dedicaron a repartir y a encender incienso. Tras escuchar la noticia, otros tantos se sumaron. Okina miró desde la entrada con una sonrisa conmovida.

"Sin duda, nuestro joven duque está en buenas manos" Pensó para sí.


Cuando Kenshin y la pequeña compañía que había dispuesto para exploración llegaron al Castillo, una neblina blanquecina había envuelto toda la zona, iluminándola a tal grado que hacía parecer que el sol no se había ocultado.

-¿Qué sucede? -Cuestionaron varios con admiración.

Kenshin desmontó casi al instante de haber llegado al frente, al igual que lo hicieron Sanosuke y Aoshi.

-Ya es de noche y aquí parece de día. -Notó Sano con curiosidad.

-Es demasiado tenue. -Recalcó Aoshi, con una idea de quién podía estar causándolo.

Cuando Kenshin se hubo acercado en dirección a donde provenía tal brillo, el corazón le brincó en el pecho y no pudo evitar salir corriendo en dirección a éste. Corrió con prisa con una emoción que le abrumaba hasta la médula, una excitación que creció al reconocer a dónde se dirigía.

Las puertas estaban abiertas. Okina seguía a la entrada en compañía de Okami y unos cuantos que se encargaban de recoger para luego retirarse. La pareja de mayores le dedicó una mirada significativa en cuanto lo vieron llegar. Kenshin tembló en su lugar un instante y luego entró en el recinto.

...

Fue como si una paloma levantase el vuelo.

...

-¡Ah! -La fuerza de lo que sentía casi lo deja sin aliento, fue tal la emoción que a punto estuvo de llorar como un niño pequeño.

...

El mausoleo estaba iluminado por diminutas estrellas hechas de luz, cada una de las tablillas tenía incienso quemándose y una vela perpetua hecha del elemento de su compañera. Una iluminación cálida y serena, tenue pero firme.

Kenshin trastabilló en sus pasos, abrumado por tanta belleza.

-Kaoru... -Le llamó en cuanto sus ojos dieron con ella.

La joven, hincada sobre el altar en el centro hacía oración mientras motas de luz bailaban alrededor de ella. Las sombras de cada estrella, bailaban igualmente marcando el ritmo de una canción con ecos de risas de tiempos más felices. Una época que él casi olvida...

-Kenshin... -Le reconoció la menor, mirándolo sorprendida. Se levantó y sacudió la falda de su vestido. Bajó del atrio y caminó hasta él. Bienvenido. -Le dijo tan pronto quedaron de frente, sonriendo. -Espero, sea de tu agrado. En mi hogar, es costumbre honrar a los muertos con una vela encendida, incluso tenemos una festividad donde mandamos luces en el río... Pero como son tantos, que pensé que mi elemento sería más apropiado. Brillarán cuando menos durante tres noches.

Kenshin la miró como si no fuera real. Como si su mente hubiese conjurado la imagen de la misma diosa, con la intención de adormecer las penas de su pasado.

Kenshin la vio en una luz diferente. Vio la mujer en la que se convertiría, y sintió ganas de adorarla ahí mismo.

-Honestamente... No tengo palabras... -Dijo con voz trémula, con las emociones a flor de piel. -Gracias... -La voz se le quebró. Y cuando supo que no podría contener las lágrimas, acabó por abrazarla ante la sorpresa de ella. -Muchas, muchas gracias. -Murmuró en un suave sollozo.

Este abrazo era diferente, notó Kaoru.

Sin querer Kenshin la había abrazado con fuerza hasta atraerla hacia él y, siendo más alto, la había obligado a permanecer de puntillas... Pero no era sólo la cercanía, sino también la emoción, la vibración del poder de Kenshin que tomaba refugio en el de ella.

...

Cuando la hubo soltado, ambos permanecieron sentados, lado a lada, frente al retrato de los anteriores duques; la mano derecha de Kenshin sostenía la izquiera de Kaoru. Él compartió secretos sobre su infancia y detalles sobre cómo habían sido sus padres.

-¿Los extrañas?

-Todo el tiempo... Espero, que donde sea que estén, estén orgullosos con lo que he hecho hasta ahora.

La sonrisa de Kenshin era frágil, se dio cuenta ella, bella y honesta y tan frágil e insegura. Kaoru finalmente entendió lo que Okami le había pedido entre líneas.

Era un peso grande el que llevaba en los hombros, pero tal vez...

-Kenshin. -Le llamó ella, decidida.

-¿Mmm? -Respondió él sin dejar de ver el retrato de sus padres.

Fue quizá por esto último que no pudo esconder la sorpresa que lo envolvió al sentir a Kaoru besarle en la comisura de los labios - ¡tan cerca de ser un beso compartido...! - mientras le sostenía el rostro con la mano libre.

Él la miró estupefacto, mudo y conmovido. Los ojos de Kaoru eran un cielo estrellado que amenazaba con secuestrarlo.

-Tu familia, es mi familia ahora. -Le dijo con emoción. -Allá a donde vayas, yo iré. Tu Dios será mi Dios, y ahí donde residas, he de descansar también yo. -Le juró. Luego, se volvió tímida otra vez tras reconocer la promesa hecha, sus mejillas se sonrojaron, mas mantuvo fija la mirada en él, decidida. -Tal vez, algún día, puedas contarme tu historia. Y tal vez entonces, haya dejado de doler...

Luego le dedicó la más dulce sonrisa que le hubiese dedicado hasta entonces. Una que transformó su rostro y la hizo ver incluso más hermosa. El corazón de Kenshin batió sus alas preparando el vuelo, y su elemento se regocijó en su centro.

-Oyasumi. -Se despidió ella, esta vez depositando un beso en la frente de él.

Tan abrumado y conmovido estaba, que no pudo moverse. Quieto, congelado incluso, se resignó a mirarla marcharse, altiva y segura como aquella primera vez que la había visto, cuando era apenas una niña pequeña.

Y suspiró.

Un suspiró rápido que soltaba el aliento de su corazón emocionado.

"¿Cuánto tiempo más tendré que esperar?" Se cuestinó internamente. Luego, sus dedos tocaron aquella zona pegada a la comisura de sus labios, ahí donde el beso de ella había sido depositado... -Tal vez ya no falte mucho -murmuró. Su rostro se coloreó de un rojo que rivalizaba con el de su cabello al entender sus propio deseo, y se recriminó al instante siguiente con la cabeza en las manos.

Dentro del mausoleo, cientos de estrellas titilaron en silenciosa respuesta.


A/N: Hasta ahí llegó mi intención de que esta historia fuese fluffy.