Y yo que pretendía no tener que escribir nada complicado... snif...
Btw... hay un par de errores con los tiempos... este fin de semana quiero darme a la tarea de corregirlos capítulo por capítulo, pero no prometo nada. El punto es que Kaoru cumplió los 13 hace 4 meses antes de que le llegue su menstruación... Anyway, con eso aclarado, vamos al capi.
"Noches de boda"
El desayuna había tenido que retrasarse cerca de media hora debido al desmayo de la joven duquesa; aunque había recuperado la conciencia relativamente pronto, todavía se sentía algo aturdida. Kenshin, por instrucciones de Okami, no había sido informado, "mejor no tener que plantar más dudas en la mente del duque", les había dicho a los sirvientes, y todos habían estado de acuerdo.
Ahora, tras darse un saludo incómodo, duque y duquesa se sentaron a la mesa mientras los platillos eran servidos. Tomando los cubiertos al mismo tiempo, llevaron cada uno a sus bocas el alimento elegido. Aquella coordinación de movimientos siguió hasta que el primer platillo fue consumido y el silencio se hizo insoportable.
-¿Todo bien?! -Preguntaron ambos al mismo tiempo, para luego abochornarse y acabar por desviar la mirada.
Kaoru particularmente tenía las mejillas rojas.
-Todo está delicioso como siempre -contestó Kaoru aún sin mirarlo, murmurando las palabras.
-Me alegro -contestó Kenshin igualmente.
Acto seguido ambos bebieron de sus copas por la simple necesidad de tener algo que hacer.
¿Cómo traer el tema a la conversación? Se preguntaba el duque, particularmente ¿cómo disuadir a su joven pero emocionada novia/esposa de seguir aquel ridículo plan de compartir el lecho? ¿O al menos de evitar el acto por el que compartirían cama sin ofenderla?
No era que no sintiera cierta atracción hacia ella, ni que no la considerase atractiva; quedaba claro que su joven esposa era bella y sería hermosa una vez se convirtiese en una mujer adulta. Y quizá en esto último radicaba el problema. Kenshin podría bien reclamarla como suya y cumplir con su papel, el deseo es el deseo a final de cuentas, pero la diferencia de edad le hacía sentir todavía como si estuviese abusando de ella, fuese su esposa o no.
Las palabras de Okami, sin embargo, volvieron a recordarle por qué debía dejar de pensar como una mente adelantada a su época...
...
-Esta vez, deberás pasar la noche entera con ella y compartir su cama. -Habían sido las palabras de Okami.
Kenshin por supuesto que fue pronto a refutarla.
-Es my pronto para-
-Ya es de edad de acuerdo a la ley.
Y Okami fue pronta a interrumpirlo igualmente. Tajante y al grano.
Estaban ambos en la antesala de la habitación del pelirrojo; Okina, Aoshi y Sanosuke estaban también con él, todos con una expresión seria, incluido Sanosuke, y eso ya era decir mucho de que no habría forma de que el duque pudiese restarle importancia a la situación.
-Sin mencionar que la bendición de la sangre la recibió desde el mes anterior. -Remarcó la mujer. -Sé que es difícil, pero es tu deber empezar a notar los cambios. No te digo que la tomes aún, pero deberás mantener las apariencias. Por cinco noches no abandonarás su lecho.
-Es parte del contrato también, me temo. -Completó Okina, su expresión expresaba la pena que sentía por Kenshin. -El duque Kamiya ha hecho bastante énfasis en que tu matrimonio corre el riesgo de ser anulado.
-Eso no va a suceder. -Refutó Kenshin con fuerza, elevando la voz una octava y con el gesto fruncido y manos en puño.
-Tal vez no por ti y desde luego que tampoco por la pequeña duquesa, después de todo el contrato lo hizo su padre. -Concedió Okina. -Pero el emperador, me temo, es un tema aparte. El segundo príncipe sigue sin una prometida; y pronto se hará lo propio para conseguir una. Conoces los riesgos en base a lo dispuesto por el padre de tu esposa.
Una espina se clavó en el corazón del duque. Las expresiones de sus dos tenientes denotaban que habían sentido algo parecido. Incluso a tan larga distancia, un matrimonio no consumado podía anularse en cuestión de segundos, aún más si era el emperador mismo el que daba la orden. No era que no fuese reconocida su unión con la joven Kamiya, pero ésta ya no tenía ocho años, sino trece, una novia en regla; sumado al hecho de su linaje y su fuerza política. Si no se encontraba una novia adecuada para el segundo príncipe, igual podrían buscar entre las doncellas que, aunque con pareja, bien podían considerarse "disponibles."
-¿Es tan grande su poder ahora? -Cuestionó Kenshin, consciente a su vez de la amenaza que suponía el segundo príncipe. Si su fuerza seguía creciendo, una revolución no sonaba ya tan descabellada sino conseguía destituir al actual príncipe coronado de manera diplomática.
Aoshi compartió una mirada con Sanosuke antes de responder, este último se veía consternado.
-A pesar de las intervenciones que hemos hecho, no parece ser suficiente para contrarestarlo. -Le dijo, dando a entender que el príncipe había sido capaz de evadirr cada traba puesta en su camino. -De momento ha cesado en sus expediciones, lo cual ya es algo.
-El tema del compromiso lo mantendrá ocupado por ahora. -Aportó Sanosuke. -Pero no tardará en venir aquí. Su perigrinaje de inspección y recolección de impuestos está a la vuelta de la esquina. Si posa los ojos en nuestra pequeña duquesa, y dada su vanidad, no duraría que acabe por mostrar interés en cortejarla.
Sin mencionar que la diferencia de edad entre el príncipe y la duquesa no era tan apartada como la que esta última compartía con Kenshin.
-¿Qué hay del secreto de Kaoru? -Cuestionó Kenshin.
Aoshi negó con un gesto de la cabeza.
-Inexistente ante los demás. -Sentenció. -Pero sabes el riesgo si su despertar se presenta lejos de tu compañía. Si se descubre que es una elemental de luz, y que además de todo tu matrimonio con ella no está consumado...
Kenshin levantó la mano en dirección de Aoshi, un claro gesto para que dejase de hablar, y desvió la mirada.
Okami sin embargo, no se quedó callada.
-Incluso si todos los miembros de tu corte son leales, un comentario no mal intencionado puede convertirse en la flecha que acabe por destruirte. -Le advirtió. -Empezando por los sirvientes del castillo. Evita el poner a tu joven esposa en una situación vulnerable.
En otras palabras, "no la rechaces".
...
Kenshin tomó valor entonces.
-Kaoru. -Le llamó, mirándola por fin.
-Dime -Brincó la morena todavía nerviosa.
El pelirrojo la miró a detalle encontrando que le gustaba lo que sus ojos veían; el azul de sus ojos, el carmesí de sus labios, el rosa de sus mejillas, lo blanco de su piel, y el negro de su cabello... Decidió enfocarse en eso. Sonrió.
-Esta noche te estaré esperando en la habitación principal. -Le dijo sonando más convencido de lo que en realidad se sentía.
A Kaoru el corazón se le brincó un latido.
-Okami instruirá a tus doncellas, así que no debes preocuparte, ellas se encargarán de preparar todo.
Los ojos de su joven esposa se llenaron de un brillo especial mientras parecían crecer en evidente asombro; el sonrojo de sus mejillas le resultó adorable.
-Un (sí) -Respondió ella agachando la cabeza en un gesto claro de pena.
Ambos terminaron su comida en silencio; sin embargo, era paz lo que sentían y extrañamente una cierta emoción.
La luz salía a raudales del gran salón a través de los enormes ventanales, de dentro hacia afuera, creando listones que a su vez creaban sombras de distintos tonos en el suelo. La pequeña niña reía contenta en dirección de su padre, mientras jugueteaba con esferas brillantes que parecían brotar de sus pequeñas manos; éstas subían y luego quedaban suspendidas en el aire hasta reventar para luego desaparecer en medio de pequeñas chispas.
-¡Papá! -Le llamó. -¡Mira papá! ¡Puedo crear estrellas! -Dijo mientras continuaba creando aquel espectáculo en medio de la noche.
Su padre, Koishijirou, rió con satisfacción mientras se acercaba a su hija. Pronto fue a tomarla en brazos hasta levantarla y abrazarla en el aire.
La luz envolvió todo hasta desaparecer por completo el recuerdo. Cuando volvió a disiparse, la escena que se dibujó ante sus ojos tenía un matiz completamente diferente.
El cielo estaba cubierto de nubes negras, la lluvia caía lenta y parcialmente; el suelo era un espejo gris que reflejaba la imagen triste de una joven que lloraba mientras abrazaba a un hombre joven entre sus brazos; éste estaba inconsciente y maleherido de gravedad; la sangre manchaba el vestido de su compañera.
-No lo entiendes... -Sollozaron los labios de la joven, ahora ya adolescente.
En el cielo retumbaron los truenos; las nubes se iluminaron por la fuerza de los rayos. El corazón del padre se estrujó con tal fuerza, que casi sintió que moriría ahí mismo, aún más al escuchar las palabras que su hija dijera justo después.
-Lo amo, papá. -Confesó en un ahogado susurro; y después levantó el rostro encarándolo, con sus ojos azules llenos de lágrimas. -¡Lo amo!
El cielo retumbó fuerza, iluminándose de lleno con el rayo que cayó entonces. Fue como si algo lo destrozace desde dentro, le arañase las paredes de su corazón hasta dejarlo sangrando en vida. Una vez más el recuerdo se lo llevó aquella luz.
Cuando volvió a abrir los ojos sus manos se aferraban al brazo de su hija, quien le miraba con evidente pena y cuyo cuerpo se veía igual de destrozado como él se sentía.
-Debes dejarme ir. -Le pidió ella con voz suave, y Koishijirou tembló porque sabía que su hija estaba en lo correcto.
Kaoru le tomó las manos con la que tenía libre y poco a poco fue soltando el agarre que su padre mantenía en ella. Éste, resignado y en lágrimas, la dejó ir perdiendo de lleno las fuerzas hasta caer de rodillas al suelo, mientras el mundo a su alrededor se cubría de oscuridad.
Entonces fue otra voz la que le habló.
-Éste será tu castigo por haberle negado a tu hija lo que por derecho le pertenecía.
Y el corazón del hombre se estrujó hasta encogerse en sí mismo, hasta sangrar nuevamente con un dolor y una pena mucho más intensos que antes; con la desolación de haber perdido para siempre una parte importante de sí mismo.
Mas el hombre frente a él, el General Himura, no mostró piedad ni arrepentimiento; su mirada se mantuvo fría y severa, casi como si le repudiase.
-Por habérmela negado. -Concluyó el pelirrojo, apretando el cuerpo inerte de su compañera en sus brazos. -Ahora serás tú quien la entregue a mí.
Aquella última sentencia reverberó en los recovecos de su mente y de su alma; retumbó con fuerza hasta acabar por sacudir el sueño de sus ojos. De forma abrupta la escena se desbijó, mientras él sintió por un breve instante que caería sin poder detenerse.
...
-¡Ah! -Exclamó al despertar, hallándose en su propia oficina en el castillo Kamiya.
El reloj marcaba las 12 del mediodía; el desorden en su escritorio denotaba que se había dormido mientras trabajaba. Koishijirou miró sin mirar el desorden frente a sí, tratando de abrazar la realidad se convenció internamente de que todo había pasado, incluso si sabía que era justo lo contrario.
-Padre, ¿estás bien? -Cuestionó Megumi a su lado, sentada a uno de los sillones de la oficina, se veía evidentemente preocupada pero dudosa sobre si debía ponerse de pie y atender a su padre o no.
El hombre por su parte, se concentró en admirar a su hija, viéndola a detalle, asegurándose de que ésta se encontraba igualmente sana y salva; entonces notó lo que ésta tenía en sus manos, al parecer era el periódico del día.
-¿Qué es eso? -Cuestionó, señalando con interés una noticia que resaltaba.
Megumi parpadeó antes de mirar la nota que señalaba su padre.
-Es el anuncio sobre los anillos de traslado. -Dijo. Su padre se puso de pie con prisa y avanzó hasta ella. Megumi se sorprendió al verlo tomar el periódico en sus manos con una expresión de miedo y angustia. -No es propiamente una teletransportación, sino un paso a través de dos planos conectados.
Koishijirou se sintió desfallecer.
-No puede ser... -Exclamó con evidente angustia mientras leía la nota.
-Sé que es increíble, pero es una buena noticia -señaló Megumi. -Justo ahora que planeo una visita a mi querida hermana.
La nota explicaba el gran éxito de la investigación por parte de la torre de ciencias de elementales. Un gran avance en cuanto a tecnología de teletransportación se trataba. El sistema era complejo por la forma en la que lidiaba con los planos existenciales, de una manera similar a viajar en un agujero de gusano pero mucho más seguro. El artículo explicaba el éxito de los primeros dos anillos, aunque las distancias no habían sido grandes.
Aunque era un tema importante - en especial por las repercusiones que tendría en el comercio y la política - Megumi no podía entender por qué de pronto su padre pareciese haber envejecido diez años de golpe; su rostro había perdido color y parecía que en cualquier momento caería enfermo.
-¿Padre? ¿Qué ocurre? -Preguntó su hija, pero su padre apenas si la reconocía.
Koishijirou temblaba, mas si era de miedo o de rabia Megumi no podría decirlo.
-Kaoru apenas tiene trece años, no deberían de estar terminados tan pronto. -Lamentó dejándose caer sobre el sofá frente a Megumi.
La morena sintió que el mundo temblaba bajo sus pies al escuchar aquellas palabras, su anterior sospecha resurgió con mucha más fuerza y se mantuvo firme en su mente.
-Padre... ¿qué es lo que no me estás diciendo? -Cuestionó con temor.
Había tan poco textos que evidenciaban la posibilidad de lo que su padre parecía estar experimentando, que si fuese alguien más quien estuviese viviendo aquello, Megumi no lo creería.
Su padre dejó salir el aire que había estado conteniendo en un forzado suspiro. Llevándose las manos al rostro, parecía querer llorar.
-Aunque quisiera, no puedo decírtelo. -Confesó con voz temblorosa.
Megumi sintió aquellas palabras como una ofensa.
-Claro que puedes -le refutó elevando la voz una octava-; guardar un secreto sólo empeorará las cosas.
-No. No lo entiendes. No es que no quiera. -Le cortó él; descubriéndose el rostro, clavó su mirada en la de su hija. -No puedo hacerlo. No puedo.
Así que estaba atado, comprendió Megumi. Una especie de hechizo, un juramento o una maldición... e igualmente no importaba; por ahora sólo podía hacer conjeturas. Y una de ellas indicaba que o bien su padre estaba teniendo visiones del futuro... ó -como le había dicho en la boda del príncipe coronado- esta era su segunda vida.
Con el corazón pendiendo de un hilo, y el cuerpo perdiendo el calor a cada segundo, Megumi se obligó a tomarse aquello enserio.
-¿Qué hay que hacer? -Preguntó entendiendo al fin, o mirando al menos en una luz diferente, todas y cada una de las acciones de su padre con respecto a Kaoru durante los últimos cinco años.
Koishijirou la miró con incredulidad un instante, apenas un segundo, antes de sentir un alivio que le aligeró en cierta medida la carga en su pecho.
-Hay que contactar a Himura cuanto antes. -Sentenció.
Si los eventos se estaban adelantando, sólo podía significar una cosa; el segundo despertar de Kaoru estaba pronto a suceder. El caos de aquella guerra volvía a tomar las riendas del destino, y pronto ambas fuerzas colisionarían.
El resto del día se sucedió en una especie de borrosa tranquilidad. Borrosa porque Kaoru apenas y veía lo que tenía en frente, y quizá hasta cierto punto confusa, pues parecía estar viviendo en otro plano; y tranquila porque no hubo nada extraordinario que pudiese siquiera compararse con la emoción de ver llegar la noche.
Fue así que, durante la cena, la joven duquesa no pudo contenerse más y acabó por aventurarse a indagar en lo que estaba por venir.
-Kenshin -Le llamó. El aludido la miró al instante con interés. Ella le sonrió. -¿Estás emocionado por lo de hoy? -Inquirió.
El duque sintió una pequeña espina momentáneamente clavársele en el pecho, o quizá era la misma que llevaba anclada desde temprano en la mañana y sólo se había removido un poco. El muchacho consiguió mantener la calma, sin embargo.
-Sin duda me trae nostalgia. -Dijo en su lugar, evidentemente desviando la conversación lejos de lo que su compañera infería.
Kaoru parpadeó confusa.
-¿Nostalgia? -Cuestionó.
Él asintió manteniendo su sonrisa.
-Cuando recién llegaste al Norte, me quedaba contigo hasta que conciliabas el sueño. -Le recordó.
Las mejillas de la joven se colorearon al instante.
-Bueno, sí, pero... -Balbuceó abochornada, luego se recompuso. -Esta vez es diferente, ¿no?
Esta vez la sonrisa parecía alejarse de los ojos de su compañero, incluso si su expresión era una que denotaba cierta comprensión y empatía.
-No tiene que serlo. -Contestó.
Y entonces sí que ella odió con ganas su respuesta, porque entonces pudo entender aquella otra emoción que agobiaba a su compañero, incluso si no podía ponerle un nombre.
La desilusión se mantuvo con ella durante el resto de la cena, y la acompañó durante su baño nocturno hasta su preparación en su habitación previa a moverse a la habitación principal; y se quedó con ella durante toda la noche en la que, lado a lado, durmió en la misma cama que su esposo -antes que él por supuesto, ya que éste se había quedado despierto con la intención de no dormir sino hasta después de que lo hiciera ella.
Para cuando Kaoru despertó al día siguiente, Kenshin ya se había retirado y sus doncellas junto con Shura tocaban a la puerta para atenderla. Ellas entraron tan pronto la joven duquesa les respondió. Todas la miraron con sendas sonrisas y miradas significativas a tal grado, que Kaoru no pudo evitar sonrojarse de vergüenza y de rabia -gesto que por supuesto, las jóvenes malinterpretaron-.
Fue entonces cuando Kaoru no pudo soportar más la emoción que demostraban sus doncellas, en especial Shura, que no paraba de hacer comentarios intencionados sobre lo que habría de ocurrir esa noche; que la duquesa acabó por despedir a sus doncellas con excepción de su dama de compañía, con quien confesó por fin su malestar.
-No. No lo entiendes, Shura. -Se quejó, sentándose a la cama con aire vencido. -Kenshin no me ve más que como una niña, sin importar lo mucho que haya crecido. Me trata más como una hermana. -Concluyó lastimosamente y acabó por subir las piernas a la cama para abrazarlas, mientras descansaba su rostro en sus rodillas.
Shura la miró a detalle entonces, viendo por fin que efectivamente la cama no mostraba señas de una noche compartida en unión conyugal.
Para entonces la peliverde consideraba que la edad era ya más un número que algo a tomarse de lleno en cuenta, al menos en la situación de Kaoru. Su esposo no era un hombre de mediana edad ni de cerca; tampoco era un pervertido ni un degenerado; y considerando el tiempo que habían pasado juntos se notaba el cariño y respeto que éste tenía por su joven esposa. Fue ahí que Shura pensó que quizá ése había sido justamente el problema. Viviendo día a día con ella durante su crecimiento, era normal no notar los cambios físicos en ésta.
Viendo a su compañera no pudo evitar sentir el que el corazón se le apretujara en el pecho. Kaoru se veía deprimida y desilusionada; para entonces no era secreto que la joven duquesa se había enamorado de su esposo, por lo que el rechazo que éste mostraba era natural que le doliera. De pronto la tristeza se convirtió en molestia.
-Entonces deberás cambiar éso. -Le dijo con tono firme y decidido, manos en la cintura.
Kaoru ni siquiera la miró.
-¿Cómo? -Se quejó en su lugar.
-Bueno, pasarás la noche con él. -Le recordó tomándola de los hombros para obligarla a que la viera, sacudiendo así algo de la tristeza que la envolvái. -Y esta vez, tendrás que asegurarte de que sea diferente.
La morena parpadeó acongojada y sobrecogida por la inmensidad de aquella tarea.
-No sé cómo hacerlo.
Shura sonrió con suficiencia.
-Primero que nada tendremos que arreglarte para la ocasión, esta vez con mayor énfasis -Señaló con intención. -El día de hoy te mantendermos oculta hasta el anochecer. -Rió satisfecha como toda una villana.
Kaoru sintió escalofríos.
...
Fue así que la segunda noche llegó.
Para fortuna de Kaoru no había resultado difícil mantenerse lejos de Kenshin durante el día. Su joven esposo había estado encerrado en su oficina al parecer tratando de resolver situaciones relacionadas con lo que ocurría en su capital. Kaoru podría jurar haber visto una misiva de su padre en manos de Kenshin justo antes de que ella entrase a la habitación que compartirían, sin embargo, él había sido pronto a ocultarla.
Mas incluso si sentía curiosidad, no se animó a hablar nada que pudiese arruinar sus planes con respecto a su segunda noche compartida.
-Veo que ya estás lista para dormir. -Le dijo Kenshin a modo de saludo, se veía nervioso y Kaoru se preguntó si acaso sus nervios tendrían un origen parecido a los de ella.
Se sacudió aquel pensamiento al entender que aquello era pedir demasiado, respondiendo a su pregunta con un movimiento de su cabeza, y se concentró en llevar a cabo su misión. ¡Mas los nervios estaban por comérsela viva! Se encaminó a la pequeña mesilla donde se disponía una bandeja de aperitivos, deseando por una vez tener algo de alcohol para probar la teoría de que éste ayudaba a desaparecer los nervios y se desilusionó al encontrar únicamente jugo y agua.
"Supongo que no me darán vino sino hasta después de los quince" Pensó para sí. -Igualmente no creo que sea buena idea.
-¿Cómo dices? -Inquirió Kenshin.
Kaoru por su parte brincó sorprendida al darse cuenta de haber hablado en voz alta.
-Ah, betsuni... Aún es temprano. ¿Por qué no mejor pasamos un momento juntos? -Dijo en su lugar abrazándose a sí misma con evidente nerviosismo, olvidando por completo lo que se suponía que debía hacer primero: deshacerse de la bata con la que cubría su cuerpo.
Él pareció considerarlo un instante antes de asentir.
-¿Qué quieres hacer?
A ella le tomó un instante idear una respuesta.
-Bueno... si me lo permites, quisiera presentarte un juego clásico de mi país. -Señaló.
Él sonrió.
-De acuerdo.
Una vez más, él se quedó despierto hasta que ella cayó dormida; igual que aquellas noches camino al Norte.
Esta vez, no lamentó tanto el que Kenshin no estuviese al día siguiente cuando finalmente despertó.
Las doncellas por fortuna seguían sin sospechar lo que NO ocurría en aquella habitación conyugal, e interpretaban el comportamiento de Kaoru como timidez.
La única que por tanto no tuvo tal bendición de ignoracia fue su dama de compañía.
-¡ESTÁS DE BROMA! -Fue la queja de Shura a todo el volumen de su voz.
Y es que tan pronto se hubieron quedado solas, Kaoru había vuelto a la misma posición de la mañana anterior, y Shura no había tartado en sumar dos más dos.
-¿SHOJI? ¡¿Se pusieron a jugar shoji!? -Se quejó.
Kaoru se retraía cada que su compañera le recriminaba.
-Era mi manera de acabar con los nervios -Se excusó.
-Y con las ganas también -Murmuró Shura entre dientes con evidente molestia.
Kaoru la miró con fingidas lágrimas en los ojos.
-No digas eso, no fue mi intención -se defendió. -¡Es sólo que es muy difícil! Cuando estoy con él mi corazón ya de por sí no deja de latir descontroladamente; ahora imagínate tener que quedarme sola en su compañía, en la noche, con intenciones indecentes; mientras él piensa únicamente en dormir. ¡Es injusto! -Sollozó.
Shura la miró con irritada pena, mientras le palmeaba la espalda.
-Ya, ya. Te entienedo. -Luego respiró hondo, después, sus ojos se llenaron de fuego. -Eso sólo significa que tenemos que ser directos.
-¿Directos cómo? -Cuestionó Kaoru, a gatas sobre la cama.
Shura esta vez se enserio.
-Tendrás que enfrentarlo.
La morena parpadeó, anterior emoción olvidada. Y tras un instante de silencio, acabó por esconderse bajo las sábanas.
-¡No quiero!
-¡Kaoru!
Mientras Shura respondió jalando las sábanas, en un forcejeo con ella.
-Kenshin apenas y me toma en cuenta como una niña madura para su edad, si empiezo a quejarme terminará por verme como una niña berrinchuda -Se quejó apretándo las sábanas con fuerza.
-¡Ahí es donde te equivocas! -Refutó Shura continuando en su forcejeo, siguió jalando las sábanas -Todo depende de cómo lo enfrentes. Es de adultos hablar del elefante en la habitación en vez de ignorarlo, ¡aah!
Luego cayó al suelo, pues Kaoru había soltado las sábanas tras escucharla.
-¿Tú crees? -Cuestionó con esperanza.
Shura, desde su posición en el suelo, asintió.
-Piensa en Megumi. Tu hermana es una experta en hablar sobre temas incómodos -Le recordó. -Trata de actuar como ella y verás que todo resulta.
Esta vez los escalofríos se sintieron placenteros.
-Actuar como Megumi -asintió Kaoru. -Ocuparé todo el día para prepararme -Sentenció.
-¡Ése es el espíritu! -Celebró Shura.
...
Y bien podría haber sido sin duda un buen plan. Excepto que Kaoru - en su calidad de joven adolescente, énfasis en el joven - no tenía el control ni la madurez de su hermana para abordar el tema con seriedad en lugar de impulsivas demandas.
-¡Kenshin! -Había brincado tan pronto él había entrado en la habitación, y había brincado internamente de gusto al notar cómo él dudaba un instante al descubrirla sin la bata que normalmente cubría su camisón. Cómo sus ojos viajaban por su joven cuerpo, deteniéndose a tomar nota sin duda en las curvas que sus vestidos de día habían mantenido ocultas. -¡Necesitamos hablar! -Sentenció.
Aquel tono en su voz hizo que por fin el trance en el que su compañero había caído se desvaneciese como si una burbuja de jabón se hubiese reventado. Pero no del todo. A través de su elemento, Kaoru era capaz de sentir la duda en él.
-Claro. -Contestó él, sonriendo con cierta dificultad. -Dime qué es lo que te tiene tan alterada.
Kaoru apretó las manos en puño, sintiendo frío en sus extremidades pero calor en su pecho. Este era el momento, se dijo.
-Tu indiferencia -Soltó.
Él parpadeó verdaderamente confuso por apenas un segundo.
-¿Mi indiferencia? -Cuestionó y luego procedió a negar todo. -No entiendo a qué te refieres, si hay algo que haya hecho que te moleste, por favor dímelo.
Esta vez fue un cierto enojo el que sintió su joven esposa.
-No has compartido el lecho conmigo. -Recriminó.
-¿Acaso no hemos dormido lado a lado estas últimas dos noches, querida esposa mía? -Soltó sonriendo.
Aquel cinismo sólo sirvió para hacerla enojar.
-¡Sabes a lo que me refiero! -Refutó. -Se supone que tú y yo tengamos relaciones, de acuerdo a la ley ya tengo la edad permitida -soltó no sin cierta dificultad.
La cual no pasó desapercibida para él, cuya sonrisa se había desvanecido en un segundo. Si Kaoru hubiese sido realmente tan madura como su hermana Megumi, habría sido capaz cómo de a poco la presión en el ambiente cambiaba. Habría sido capaz de ver los hilos de oscuridad que resbalaban por el cuerpo de su compañero y se vertían en el suelo. Mas ni ella, ni su propio poder fueron capaces de notar los cambios.
Ni siquiera cuando Kenshin refutó con hielo en su mirada.
-No me interesan las leyes de la capital, princesa. Aquí en el Norte nos regimos por nuestras propias costumbres; no pienso forzar a que cumplas con un deber tan sólo porque así lo dicta la ley del imperio.
-Kenshin -gruñó ella, todavía enardecida por su propio sentir. -No quise decir que lo hacía sólo por un deber. Estoy consciente además del acuerdo que tienes con mi padre. Pero Kenshin, quiero hacerlo.
Él arrugó el gesto, su molestia empezaba a rivalizar con la de ella y pronto le tomaría la delantera.
-No has alcanzado siquiera la suficiente madurez por mucho que te consideres de edad.
-Puede que no sea una mujer adulta, pero tampoco soy una niña pequeña, soy ya una adolescente. ¡Estoy más que lista!
-¡Oh! ¿En serio?
-¡En serio!
Silencio.
Kenshin la analizó a detalle, un encuentro de miradas que por pura necedad ella parecía no querer renunciar.
-¿Sabes siquiera lo que se necesita hacer? ¿Lo que conlleva el acto en sí?
-¡Por supuesto que sí! -Refutó ella. -¿Olvidas acaso el tiempo con las cortesanas? Además he estado estudiando, sé lo que se requiere de... mí... ¿Kenshin?
Kaoru quedó muda de pronto. Pues Kenshin se había ido acercando a ella mientras hablaba con un aire de depredador. La joven tembló al tenerlo tan cerca.
-Si estás lista... -Sentenció él.
Ella pasó saliva con dificultad antes de responder.
-Lo estoy -declaró mirándolo a los ojos.
Kenshin sonrió de medio lado y sus ojos brillaron con un tono dorado. Avanzó y ella no pudo más que retroceder en reacción. Un par de pasos y Kaoru chocó con la cama, perdió el equilibrio y cayó de espaldas sobre ésta. Mas no tuvo tiempo de reponerse pues de pronto Kenshin estaba encima de ella.
-¡Ah! -Saltó al sentir a él separarle las piernas con un movimiento de su pierna derecha e invadir aquél espacio. -¡Dame...!
Mas su esposo no se detuvo ahí. Con la mano derecha sujetó ambas manos de ella hasta posicionarlas por encima de su cabeza, mientras con la derecha le acarició el contorno de su silueta, desde la cintura hasta la parte baja de la rodilla.
En respuesta, Kaoru brincó.
-¡Eehp! -Exclamó, antes de desviar el rostro evidentemente temerosa e incómoda.
Kenshin rió por lo bajo.
-Apenas y te toqué y mira ya cómo estás. -Se burló sin piedad.
-¿Eh? -Kaoru le miró sobresaltada al instante.
-Si no puedes siquiera resistir una caricia -le dijo soltándola-, serás incapaz de disfrutar el acto completo -sentenció, acariciándole el rostro, para luego bajar la mano hasta la altura de su pecho donde deshizo el moño del camisón de ella- Más considerando el que no habrá ropa de por medio. -Rió.
Y Kaoru, joven e imprudente, aprovechó la reciente libertad para soltarle una fuerte bofetada a su señor.
-¡Kenshin no BAKA! -Le gritó.
El golpe - porque había sido más un puñetazo que una bofetada si se consideraba la fuerza - había acabado por no sólo alejar sino también tumbar al suelo al pelirrojo. Kaoru saltó de la cama al instante siguiente y salió corriendo de la habitación con enrabietadas lágrimas resbalando por su rostro.
Desde su posición en el suelo, el joven duque se llevó una mano a la zona herida y soltó una burla hacia sí mismo.
-Sabía que eso era una ofensa. -Dijo para nadie, reconociendo por fin lo que baka significaba en el idioma natal de Kaoru.
"Idiota."
Y sin duda se sentía como uno.
...
Fue así que la tercera noche concluyó.
Esta vez los jóvenes esposos no compartieron cama. Y en los pasillos se rumoraba que el duque había sido demasiado impaciente al grado de haber asustado a su pobre esposa. Lo cual estaba bien, se dijieron Okami y Okina; mejor que piensen que el Duque desea tanto a su esposa que apenas y puede contenerse, a que descubran que éste la ha estado negando y acabe por poner en riesgo la posición de ella en el castillo.
...
Sobra decir que el día siguiente Kaoru se mantuvo firme en su enojo hacia su compañero. Esta vez no recibió a nadie en su habitación, ni siquiera a Shura. Su dama de compañía no podía evitar sentirse culpable ante el resultado de tan fallida empresa; y únicamente pudo ofrecer palabras de consuelo desde el otro lado de la habitación.
Para cuando la nohe llegó, Kaoru no se presentó a la habitación de Kenshin, sino que se mantuvo encerrada en la suya. Y quizá hubiese permanecido encerrada hasta el día siguiente, sino hubiese sido por la tremenda reprimienda que Okami le diera al Duque. Ésta no cesó hasta asegurarse de haberlo hecho sentir lo suficientemente culpable como para que terminase siendo él quien buscase la compañía de la joven duquesa.
Aquello había sido una fortuna del cielo, pues si Kenshin no hubiese ido, habría acabado por fragmentar para siempre su conexión con Kaoru.
De pie frente a la puerta de la habitación de ella, Kenshin se permitió un instante para serenarse. Había ensayado las palabras que diría montones de veces de camino ahí, mas tristemente todas las palabras habían volado fuera de su cabeza.
-¿Kaoru? -Llamó. -Sé que estás molesta conmigo, pero te pido me recibas. He venido a disculparme. -Dijo sintiéndose nervioso. Su mirada se clavó en el suelo al buscar algo en qué distraerse mientras hablaba...
Y ahí fue cuando el calor le abandonó de golpe el cuerpo. Listones de luz se escurrían y mezclaban entre ellos hasta crear una especie de neblina que se deslizaba por el suelo hasta difuminarse.
Okami había tenido razón en reprenderlo, pues se había olvidado de un detalle importante...
-¿Kaoru? -Llamó con más fuerza intentando abrir la puerta sin éxito, pues ésta estaba trabada.
...¡Se había olvidado de lo importante! Un detalle del que el mismo Koishijirou le hubiese advertido en la misiva del día anterior.
-¡Kaoru! -Gritó.
Y al instante siguiente su poder de oscuridad se desplegó contra la puerta hasta hacerla estallar.
-¡Kaoru!
En el centro de la habitación, la cual estaba envuelta en una luz instensa, una ardiente y blanca luz, se encontraba Kaoru. Su cuerpo estaba iluminado por completo hasta ser sólo una figura de luz blanca. La luz que brotaba de ella salía en oleadas y quemaba al tacto. Kenshin tuvo que hacer un escudo con su propio poder, una barrera oscura que le permitió ver la forma de su compañera hasta notar que ésta estaba en evidente dolor.
Corrió hasta ella y la tomó de los hombros soltándola tan pronto la tocó.
-¡Ah! -Gritó de dolor, mirándose las manos descubrió el ardor en éstas. Kaoru estaba ardiendo. -Kaoru...
Sin embargo, tras el contacto ella por fin parecía reconocerlo.
-¡Quema! -Fue lo primero que dijo, mientras se sostenía el cuerpo y lágrimas en forma de luz se vertían de sus ojos. -¡Quema! ¡Kenshin!
El corazón se le estrujo en dolor, culpa y miedo; sobrecogido por aquella escena, Kenshin se obligó a serenarse para llamar de nueva cuenta a su poder y envolver a su compañera.
-¡No voy a dejar que te desvanescas! -Declaró mientras ambos poderes se fusionaban.
A lo lejos se escucharon las voces de los miembros del castillo, quienes habían despertado tras aquel estallido de poder. Mas antes de que estos llegasen, con una nueva explosión de poder, ambos elementales acabaron por desaparecer.
A/N: Ahora sí, ¿mandamos a Kenshin lejos? xD
