Como todas las noches Kai Hiwatari, salió a caminar por las calles de la ciudad. Las recorría en silencio mirando un poco a través de las ventanas de vez en cuando. Encontró la luz de una linterna de gas alumbrando un comedor, volteó un poco ante la curiosidad de encontrar a alguien despierto a altas horas de la noche, ¿alguien trabajando? ¿un niño jugando a escondidas de sus padres?
Aquella silueta tomó forma en cuanto se acercó para ver a una dama escribiendo lo que parecía una carta. Miró aquel delicado y un poco pálido rostro, los ojos color azul llamaron su atención a tal grado que se adentró al jardín para acercarse a la ventana. Simplemente no podía retirar su mirada. Permaneció en silencio viendo cómo se detenía sólo para tomar un poco más de tinta, notó una pequeña sonrisa en ella mientras escribía
- ¿Acaso le escribirá a su amado? -
Se preguntó mientras sin darse cuenta se acercó un poco más, estaba seguro que una chica tan bella debía tener quien la pretendiera, quizá incluso estaba comprometida. Colocó su mano sobre la ventana, no pensaba con claridad, deseaba entrar, deseaba acercarse. Acercó su mano lentamente a la ventana, comenzaba a acercarse aún más, listo para abrir aquella ventana, cuando pisó una rama y el ruido alertó a la chica, se escondió, pero cuando intentó asomarse de nuevo la cortina estaba cerrada y a luz se alejaba. Se retiró insatisfecho, miró atrás hacia aquella casa, no sabía qué esperaba que pasara, pero deseaba que algo evitara que tuviera que marcharse.
Sin nada que lo detuviera continuó su trayecto por la ciudad, aunque pasó la noche distraído, cumplió con lo que lo había llevado a recorrer la calles esa noche. Cuando el amanecer se acercaba, Kai volvía a casa, la habitación principal siempre era mantenida impecable y sólo él abría o cerraba las enormes y pesadas cortinas, encendió la chimenea y sin poder dormir permaneció admirando las llamas, aquellas llamas le recordaban como aquella pequeña flama iluminaba ese rostro que no podía sacar de su cabeza.
- Necesito hacer algo... -
Dijo en voz alta después de pasar horas frente al fuego, sabía que ya había amanecido, aun cuando las cortinas no dejaban pasar el mínimo rastro de luz, sabía que el sol se había abierto camino en el sol. Cansado, se dejó caer en la cama, ¿cómo podía crear un pretexto para conocer de cerca a aquella dama? Miles de planes, algunos descabellados, rondaron su mente y sin darse cuenta cayó dormido víctima del cansancio.
Cuando dieron las diez de la mañana, una hermosa joven salió de su casa, llevaba un vestido y guantes cortos en color negro.
- Agh, detesto el sol -
Cubrió su rostro alzando su mano, abrió su sombrilla de tela, también de color negro y caminó hasta su destino. Llegó a depositar su carta, los vecinos que la reconocían por el color obscuro de sus vestidos y sus escotes pronunciados, sabían que mes con mes iba sin falta a depositar una carta, aunque pocos sabían a quién le escribía ¿Era posible que aquella chica tuviera a alguien en su vida?
Como era costumbre en la ciudad, los domingos todos debían acudir a la iglesia o corrían el riesgo de ser señalados como herejes o algo peor...
El sermón de los domingos era algo que nadie se perdía y al final de la ceremonia todos querían saludar al padre. Todos, menos una jovencita, quien parecía ir más por obligación que por gusto.
- Siempre es un placer verle los domingos señorita Emily -
Dijo una suave voz mientras tomaba su mano y la saludaba con un beso. Emily sonrió feliz por el halago y jugueteó un poco con la sombrilla.
- Es un desperdició que estés aquí -
Le sonrió con cierta coquetería, se acercó al oído del chico, quien se puso un poco nervioso al sentir el cuerpo de Emily tocando el suyo para poder susurrarle.
- Hasta cuándo me harás esperar? -
Emily se aseguró de que aquel bello pelirrojo pudiera sentir sus pechos contra su cuerpo, aunque fuera un chico de la iglesia, sabía que él deseaba lo mismo que ella, bajó un poco su sombrilla para cubrirlos a ambos y le dio un pequeño beso en la mejilla, casi rosando sus labios.
Mientras Emily se alejaba despacio con una sonrisa de satisfacción que el pelirrojo no podía ver, el padre la saludó y como era normal para una señorita de su clase y edad, preguntó si había llegado a un acuerdo con algunos de los hombres seleccionados por su familia como posibles esposos, a lo cual negó aceptar, miró con travesura al chico pelirrojo, sonrió ante su idea.
- Padre, he estado pensando que tal vez el hombre que me corresponde atender, es Dios. ¿Cree que Michael pueda ir a mi casa a hablarme de lo que necesito hacer para seguir ese camino? -
El padre emocionado ante las palabras de Emily, pidió a Michael ir de inmediato a casa de Emily, después de todo algún día Michael haría los trabajos de la iglesia al ser candidato como padre.
Una vez en casa, Emily preparó algo de té para el ella y Michael, a quien había llevado a casa para hablar de convertirse en monja. Eso fue hasta que al estar solos Emily tomó la mano de Michael y la colocó sobre sus pechos. Michael quería dejarse llevar, pero como futuro padre no debía dejarse llevar por tales tentaciones.
- Tú y yo queremos lo mismo Michael, deja de resistirte -
EL pelirrojo apretó un poco los suaves pechos y la besó, aquella tentación valía la pena. Sacó ambos pechos del escote de aquel vestido negro mientras la besaba, jugaba con ellos gentilmente, jugaba con su lengua sobre sus pezones.
El vestido de Emily cubría las piernas de Michael, lo cual era ideal, pues el chico tenía una erección. Emily se acercó al oído del chico
- ¿Qué esperas? Hazlo -
Michael sacó su miembro y Emily se acomodó sobre él, pudo sentir un calor recorrer su cuerpo, en especial cuando sintió aquella conexión con el pelirrojo llegar completamente a su interior, Michael trató de ahogar sus gemidos colocándose entre los pechos de Emily
– No puedo más -
Gimió el chico, cuando escucharon la puerta de la entrada, Emily bajó del chico, quien alcanzó a eyacular bajo el vestido de Emily, trataron de aparentar mientras la madre de Emily le pedía quedarse a cenar para hablar más sobre el futuro de Emily en la iglesia. Michael se levantó de prisa y se disculpó al rechazar la oferta para cenar antes de salir de prisa de la casa.
Emily se excusó y fue a su habitación donde se acostó en su cama, pensando en lo bien que se sintió estar con Michael, ahora más que nunca deseaba estar con él y sentir más de él.
Cuando el sol comenzó a bajar, Kai despertó
- ¡Lo tengo! -
Gritó mientras bajaba para dar un anuncio a sus sirvientes.
- ¡El próximo sábado tendremos un baile! -
Así fue como las invitaciones se hicieron llegar a las personas, el baile para que el joven Hiwatari finalmente buscara a la mujer con la que se desposaría volviéndola la heredera de la inmensa fortuna y señora de aquel castillo. Naturalmente todas las mujeres de la ciudad deseaban asistir. La invitación no causó lo mismo en Emily quien tenía puestos sus ojos en hacer que Michael se olvidara de ser padre y se quedara con ella, pero a pesar de su decisión aparente de unirse a la iglesia, sus padres le dijeron que asistiría.
Aquella semana Emily trató de volver a ver a Michael, quien se negaba diciendo que debía ser castigado por su pecado, así que la evitaba, más porque su deseo de repetirlo no lo dejaba en paz un solo instante del día. Mientras la mansión Hiwatari todo estaba listo para la gran noche y Kai no podía esperar más para que aquella dama entrara en su castillo.
Finalmente llegó la gran noche, el castillo abrió sus puertas a los invitados, mientras Kai preparaba su mejor traje, estaba ansioso, ansioso de verla y poder hablare.
En su casa, Emily no deseaba asistir al baile, quería ver a Michael y continuar lo que dejó pendiente, pasaba las noches pensando en él mientras tocaba su cuerpo, pero quizá aquel baile sería una buena distracción para poder planear con cuidado cómo estar a solas con él de nuevo.
Emily llegó al castillo, lo había visto cientos de veces por fuera, pero entrar a los imponentes jardines era toda una experiencia por sí misma. La recibieron en la entrada donde la ayudaron a bajar de la carroza y la acompañaron hasta la puerta.
Algunas chicas trataban de hablar con Kai para ganar su atención y obtener sus favores, el chico no podía dejar de buscar a su chica misteriosa, cuando la vio entrar portando un bello vestido negro, el corsé mostraba más su figura. Aquel negro la hacía lucir aún más pálida.
Sin hacer caso a nada y sin apartar su vista de ella, Kai se abrió paso entre los invitados hasta llegar a ella, tomó su mano y con un beso y una pequeña reverencia la saludó.
-Bienvenida señorita, espero me permita acompañarla esta noche -
Emily se perdió en el intenso color rojo de os ojos del chico, tardó en responder su reverencia, antes de poder decir algo, Kai la invitó lejos del bullicio, en el balcón del salón. Emily miró la belleza del jardín y el reflejo de la luna en el lago.
- Es hermoso -
Kai sujetó con delicadeza el mentón de Emily y giró su rostro hacia él.
- Pero no se compara con su belleza señorita -
- Emily, llámame Emily -
La chica quedó embelesada ante el apuesto chico, no sabía qué era, pero se sentía como en un sueño.
- Por favor llámeme Kai -
EL nombre la sacó de sus pensamientos, ¿Kai? ¿El famoso y prestigioso heredero? Antes de poder decir algo Kai continuó
- Por fin llegaste, desde que te vi en la ciudad anhelaba con tocarte y tenerte en mi castillo -
Y sin más la besó, Emily sintió algo que no conocía, pero se sentía bien.
- Permíteme cortejarte, deseo desposarte, pero no hasta que tú te sientas a gusto y me permitas volverte mi esposa, no importa cuánto tiempo sea -
Emily aceptó su propuesta de conocerse hasta estar lista para aceptar casarse con él. Aunque en el fondo sabía que su destino era pertenecerle a Kai.
