TODOS LOS PERSONAJES DEL MUNDO CANY CANDY LE PERTENECEN A SUS CREADORAS Y ESCRITORAS MISUKI E IGARASHI.

¿A QUIEN AMAR?

Capítulo 16.

EL RETORNO.

Corría el tercer aniversario de cumpleaños del pequeño Albert, desde hacía varios meses Candy hacía preparativos para realizarle una fiesta, el niño entendía perfectamente y esperaba con emoción su gran día, toda la familia se congregaba para hacer de ese día el más especial.

Mami… mami – corrió hasta sus brazos, abrazándola por el cuello – ¡mis piñatas… han traído mis piñatas! – llenando de besos las mejillas de su mamá.

¿te gustaron? – el niño asintió emocionado.

Solo faltó Petri mami…

¿Petri? – preguntó extrañada.

Si mami ¿te acuerdas del amigo de pie pequeño?

Oooh mi amor… lo siento, lo he olvidado.

Pero el TRex y el ticeratop está, muy bonitos – la abrazó de nuevo.

Triceratops mi amor.

Ese mami… mami…

Dime…

¿a que hora vienen mis amiguitos?

Falta mucho tiempo mi amor… aún es temprano, tus abuelos vendrán…

¿y Anthony… Anthony vendrá?

Si cariño… pero antes hay que desayunar…

Ya quiero que empiece mi fiesta ¿vendrá papi? – el corazón de Candy se encogió, ya no sabía que más decirle… siempre que preguntaba su niño sobre su papá era el constante martirio de crear una mentira tras otra, sabía que su hijo necesitaba de William, y durante esos tres años, apenas estuvo presente en la vida de su hijo.

Papi está en el trabajo mi amor…

Mami ¿papi me quiere? – cada palabra y duda del niño le desgarraba a tiras su corazón, lo tomó en brazos y lo abrazó tan fuerte, que lo único que deseaba es que su amor fuera suficiente para su hijo, lloró en silencio tragándose sus lágrimas.

Si mi amor… papi te ama ¿y sabes qué? – le dijo con alegría en el rostro y tristeza en el corazón.

¿Qué mami?

¿Qué quieres desayunar? Hoy pues escoger…

¿sin verduras mami?

Si mi amor… lo que quieras – la carita del niño era pura ilusión.

Dos tostadas mami… con mucha cajeta… te enseño como mami – se subió a un taburete y agarró todo lo que iba a necesitar, Candy se deleitaba al ver a su hijo tan feliz, aunque era consiente que ella no era suficiente para su hijo, Albert le era necesario en la vida de esa pequeña extensión y lo tenía que solucionar, ella más que nadie sabe lo que es vivir con el amor de sus padres, y su hijo merece eso y mucho más.

¿harás también para mí?

Si mami… hoy es mi cumple y haré el desayuno – Candy sonreía observándolo.

Fueron los momentos más hermosos que Candy estaba pasando junto a su pequeño querubín… tres años y pareciera que fue ayer cuando lo tuvo por primera vez en sus brazos… y él… William, tampoco estuvo en ese momento tan importante. Los golpes suaves que provenían de la puerta la hicieron pararse e ir hacia ella, abrió y los rostros de sus padres, hermano, sus suegros, cuñada y Anthony se dibujaron frente a ella, el pequeño Albert llegó corriendo directo a los brazos de su tío Tom y éste lo levantó haciendo avioncito con él.

¡feliz cumpleaños! – lo bajó para que saludara a sus abuelos.

Mamá… papá, William, Pauna, Rose los esperaba más tarde…

¿y privarnos de este momento? No mi amor… estos caballeritos saldrán de compras con los abuelos ¿a qué horas vendrá la planeadora que contrataste?

A las 12 mamá… o sea entre tres horas y media.

Bien… tendremos el tiempo suficiente – se acercó a ella para hablarle al oído – dame su ropa, lo traeremos ya cambiado para su fiesta.

Gracias mami… será de gran ayuda, tengo que recibir los bocadillos, el pastel y adornar el patio.

Tu hermano y Rose se quedan contigo cariño, verás que todo saldrá bien.

Lo se mami… gracias papi

Por ti, lo que sea mi niña.

Llegó la hora y todos los pequeños invitados esperaban al festejado, y cuando lo vieron llegar, los niños no cabían de asombro, el pequeño Albert iba montado en un jeep a control remoto como el de parque jurásico y ataviado en su uniforme color caqui de médico de dinosaurios, y su primo Anthony con su traje de cazador, bajaron del pequeño auto para ser recibido por sus invitados.

Todo fue como el niño lo esperaba, el pastel era lo que más le ilusionaba partir, le cantaron el feliz cumpleaños y en ese momento se acercó una persona con traje de dinosaurio para entregarle un regalo, nadie sabía de quién se trataba hasta que se quitó el disfraz.

¡papi! – el pequeño Albert rodeó la mesa para ir hasta él, William lo tomó entre sus brazos y lo abrazó como nunca lo había hecho, escondiendo su cara en el cuellito del niño, estaba llorando y desde donde estaba Candy se quedó contemplado la escena que muchas veces deseo ver – ¡mami… mami! ¡papi ha venido! – William se acercó hasta donde ella estaba y le dio un suave beso en los labios que ella no rechazó por encontrarse entre varias personas.

La felicidad del niño era más era lo que más deseaba Candy en ese día, rompió las piñatas junto con sus pequeños invitados, se subieron al carrusel de dinosaurios que su madre alquiló, rompieron huevos que revelaban unos dinosaurios bebés, comieron, tomaron y se divirtieron junto con sus amiguitos del kínder al que asistía, así como algunos vecinos de su cuadra, Candy y Albert lo miraban con amor y cuando ella volteaba a verlo, sus ojos estaban por soltar las lágrimas que con trabajo le costaba contener, muy a pesar de ella lo abrazó por la cintura y él la rodeó con su brazo los hombros, ella apenas podía creer que él estuviera en ese momento, disfrutando de su pequeño, quería sentirlo, lo deseo por tanto tiempo.

Gracias William… nuestro hijo está tan feliz de que hayas venido.

Tuve que dejar todo para estar aquí…

¿regresarás? – le preguntó con tristeza, por tanto tiempo estuvo enojada con él, que nada más verlo y sentirlo todo cambió en su corazón.

Será la ultima vez que lo haga… ya no quiero estar separado de ustedes… será solo por un par de semanas, y después… solo seremos tú, yo y Albert… – Candy solo lo abrazó llenándose de su presencia, lo deseo con su corazón todos los días, que tenerlo ahí, le daba la seguridad de que nada podría separarlos.

Cerca de las siete de la noche los invitados se habían retirado ya, cuando Rose lo vio llegar a su hermano, fue una sorpresa desagradable para ella y sus padres, se despidió de éstos dejando a su hijo al cuidado de ellos, simplemente le era imposible ver la hipocresía con la que él se desenvolvía, y se reprendió así misma, ella también estaba actuando igual y no podía soportarlo y decidió mejor no seguir ahí… Pauna y William se despidieron antes de que terminara todo, sintiendo en su conciencia ser parte de esa comedia mal lograda, Candy se sintió un tanto con ellos, esperaron tanto tiempo ese día y simplemente se fueron, no vio que se despidieran de su hijo, de William, solo le dieron un gran abrazo a su niño y se retiraron, Ya dentro de su hogar, ambos fueron a bañar y acostar a su hijo, el pequeño Albert aun sentía la euforia de la fiesta y platicaba con entusiasmo lo bien que lo pasó, después de que Candy lo haya bañado y puesto pijama, William se quedó un momento con el niño, lo observaba y lo miraba a él… a Albert, su hermano, se mesó el cabello, pasando sus manos por su rostro.

Papi… – la voz del niño lo regresó a él.

¿Qué pasó campeón? – le respondió acariciando su cabeza.

¿ya no te iras verdad papi? – él lo miró, saliéndose de su lado e hincándose para estar a su altura.

Solo será una vez más… y después siempre estaremos juntos – el niño se acercó a él y lo abrazó como en momentos antes él lo había abrazado, y William solo se lo acercó más sintiendo el amor de ese niño de apenas tres años – a dormir campeón – lo metió bajo las sábanas y le dio un beso en la frente y caminó hacia la puerta.

¿oras conmigo papi? – se dio la vuelta y regresó a él.

Claro – le sonrió – ¿me enseñas? – el niño se salió de la cama y se hincó juntando sus manitas.

Ahora que me acuesto a dormir… pido a Dios que cuide mi alma, gracias por traer a mi papi… amén – William sonrió, y mientras lo observaba no podía creer lo indiferente que había sido con ese niño que solo deseaba y daba amor, se despidió dándole un beso en la frente.

¿te apago la luz?

Si papi… prende el sol…

¿Cuál? – el niño se levantó y prendió una lampara que estaba pegada a la pared y se fue corriendo a la cama.

Entró a la recámara y no la encontró ahí, suspiró y decidió quitarse la ropa que traía para darse un baño rápido, y mientras lo hacía, su cabeza era una madeja enredada de todo lo que le deseaba decir a Candy, no permitiría ésta vez que las cosas quedaran a medias – "hasta hoy" – se dijo burlándose de sí mismo, sabía que nada de lo que dijera justificaría lo que le ha hecho pasar por esos tres años, se lavó y enjuagó el cuerpo saliendo con la toalla envuelta por la cadera, se secó y se puso una pijama, se sentía un poco extraño ante el recibimiento de Candy y ahora era como si tratara fervientemente de ignorarlo, se puso un poco de loción y salió de la habitación, abrió algunas puertas pensando que la encontraría y al no tener señal de ella, bajó a la planta inferior, escuchó ruidos en el recibidor y fue hacia allá, y si, ahí la encontró recogiendo todo lo que había quedado de la fiesta, la observó mientras ella se movía de un lado a otro apilando bolsas de basura en la esquina del salón.

Candy… – ella se sobresaltó al escuchar su voz, volteó a verlo y volvió su atención a lo que estaba haciendo negando con la cabeza, fue hasta ella y la tomó suavemente del brazo, pero ella se soltó tratando de evitar su contacto, se retiró un poco de él poniendo espacio entre los dos – Candy… por favor… – ella se enderezó colocando sus manos en la cintura volteando hacia él.

¿por favor? ¿ahora si es por favor?

Candy… necesitamos platicar…

Esperé tres años para tener esa plática contigo… y ahora vienes ¿y quieres platicar? ¿de qué? ¿sobre qué? ¿de cómo me has rechazado una y otra vez? ¿de como tus constantes viajes me separaban de ti? ¿de cómo esperé cada día tu regreso? William – se alisó el cabello hacia atrás – ¿no crees que ya es un poco tarde para hablar? Yo no le veo el caso… digo ¿tienes algo que aclarar por fin? ¿te acordaste que tienes una esposa e hijo? Han pasado tres años William… ¡tres estúpidos años! – le gritó por fin… – el niño que adormeciste hace unos momentos te esperaba cada día… cada instante… y yo lo único que podía hacer es llenar su corazoncito de ilusión ¿sabes que le decía? Que lo amabas – William solo la escuchaba, sentía que sería ridículo interrumpirla, cuando sus palabras solo decían verdad – no William… desafortunadamente para ti… tu tiempo se caducó… ¿ves a tu hijo? Ha sido feliz sin ti, su felicidad no te la debe a ti… ¡fui yo!

Candy…

¡déjame hablar! – miró hacia las escaleras por si no estaba su niño ahí, las lágrimas estaban tratando de salírsele por los ojos, pero era más el enojo que sentía al verlo ahí a él… a William, era la primera vez que alguien gritaba en esa casa… y era precisamente ella quién lo estaba haciendo, salió del salón y caminó hacia la biblioteca y lo esperó hasta que lo vio entrar – no William... – lo detuvo con la mano, cuando vio que se acercaba a ella – ¿sentiste el amor de tu hijo? ¡yo lo permití! Mi hijo… nuestro hijo te ama… porque yo alimenté ese amor por ti… ¡tu no hiciste nada! – sonrió – sí, si hiciste algo… ¡lo ignoraste! Ni siquiera cuando nació, recuerdo como si fuera ayer cuando te fuiste sin mi a nuestro viaje de luna de miel… me sentía desesperada el saberte lejos de mí, por un tiempo tuve que tragarme la hiel que me producía el no poder descargar mi frustración… de no poder estar bien para ti, mi enojo al tener que extrañarte sin que lo merecieras y lo único que podía contenerme, era la ilusión de esperar a nuestro hijo… por un tiempo solo fue mío, porque tu… solo decidías estar cuando se te pegaba tu regalada gana… cada vez que regresabas tenía la esperanza de que todo sería como lo habíamos soñado – fue hacia la ventana y observó la farola que había en el exterior – pero todo seguía igual… yo seguía amándote y tu hacías lo posible por separarte de mí… – y el sentimiento que tenía atrapado en su corazón, ya no pudo quedarse ahí, se volteó y lo vio parado en medio de la biblioteca, donde lo había dejado, tan hermoso, tan imponente, con ese rostro que añoraba una y otra vez en sus sueños… pero no… lo amaba, si… lo amaba con toda el alma, y no comprendía como lo podía amarlo ante su rechazo… su ausencia – cuando lo tuve en mis brazos solo pude justificar tu ausencia por amor, pero me preguntaba a mí misma ¿Cómo se puede ser tan miserable? ¿Cómo pudiste hacernos esto… a él? Mi bebé creció sin ti… sin tu amor… sin tus atenciones… ¿y ahora vienes a qué? ¿Qué fue tan importante que te mantuvo alejado de nosotros?

Por favor…

Por favor ¡nada! Te veo y eres un completo desconocido para mí, eres todo lo que yo no deseaba tener…

Déjame explicarte…

¿explicar? ¿de verdad William? ¿tendría caso que lo hicieras después de tanto tiempo? ¿sabes? Me cansé de esperar… no me debes explicaciones… no me debes nada… es a mi hijo… nuestro hijo… él necesita escuchar tu voz, escuchar historias, cuentos… mentiras… ¡lo que sea! Pero no lo decepciones… una vez más William… no… a mi no me debes nada… gánate el amor de mi hijo… sé lo que no has querido ser en todo este tiempo… Albert te ama… no dejes que el inmenso amor que siente por ti se desgaste… porque incluso él, siendo tan pequeño tiene dudas y temores con respecto a ti – caminó hacia la puerta para retirarse de la biblioteca, ya había terminado y William la tomó con firmeza del brazo.

Escúchame a mí, por favor – ella solo cerró los ojos al escuchar su voz, y no quería seguir haciéndolo porque irremediablemente se arrojaría a sus brazos.

No Albert… William… no lo hagas por favor… tus actos me dijeron todo… podrás dormir en mi recámara… pero en el sofá… quiero que mi hijo siga creyendo la mentira que es nuestra familia… suéltame – trató de zafarse, pero el no la soltó, al contrario, la acercó a él y la pegó a su cuerpo, haciendo que de la boca de Candy saliera un gemido de indignación – ¡suéltame!

Jamás Candy… nunca te volveré a soltar – le dijo con una ternura inusitada como la que usaba cuando fueron novios, ella se lo quedó mirando a los ojos… pero no vio ese brillo antaño con que la veían sus ojos enamorados, no se dio cuenta de como sus manos estaban suavemente posados sobre el fuerte pecho de él, solo sintió la calidez de su cuerpo, su corazón tamborilear como si hubiera hecho una carrera y aun así ella se resistió a él, la encerró por la cintura con uno de sus brazos y entre ellos no quedó nada que los separara, solo había la combinación de amor, tristeza, ansiedad y enojo… ella ya no sentía ese amor desesperado que sintió cuando recién se fue ¿Qué cambio? ¿Qué le pasó? Pero aun así deseaba poder besarlo, lo había esperado por tanto tiempo, que tenerlo ahí, entre sus brazos, sentía que en cualquier momento se desmoronaría entre sus brazos, los dos se miraron sin hablar, solo se miraron, Candy se soltó con firmeza de sus brazos y salió sin decir nada, viendo de reojo como la seguía, terminaría de recoger todo el desastre de la fiesta, solo así lograría no estar junto a él.

Vete por favor… necesito estar sola…

Solo déjame ayudarte… – ella aventó con fuerza la bolsa que tenía en las manos y salió al jardín delantero, él la siguió con la mirada, todo había salido mal, no pudo decirle la verdad y lo comprendía, entendía su actitud, pero no quería aceptarlo… no ahora que él sabía que su hermano estaba muerto, recordarlo hizo que un par de lágrimas se abrieran camino humedeciendo sus mejillas, por el momento – "solo por este momento respetaré tu decisión de estar alejada de mi" – pensó con desesperación, se dispuso ayudarla como le había dicho, sabía que tenía personal de servicio pero ya era sábado y llegarían hasta el lunes, recogió todo y fue hacia la cocina a lavar todos los trastes sucios, y mientras lo hacía, pensaba en como conquistarla, necesitaba de su confianza… la necesitaba desesperadamente, ahora más que nunca debía de hacer lo que su hermano por amor haría, pasaron más de dos horas y ya eran las dos de la mañana, secó el último vaso y subió a la recámara, tomó una crema y se frotó las manos suavemente, miró hacia la cama y seguía intacta hasta que escuchó el agua de la regadera y al hacerlo vio sobre el sofá una almohada y un edredón, pasó su mano por la nuca y con desgana se sentó, esperó hasta que ella salió y la miró más hermosa que nunca, pasó tanto tiempo desde la última vez que la vio que ese momento todo era mejorado ante sus ojos, su cabello le llegaba debajo de la cintura, aun húmedo y con la cara lavada, era extraordinariamente hermosa.

Candy…

Que descanses – fue la frase seca y escueta que escuchó de los labios de su "esposa", la vio sentarse a la orilla de la cama, se acostó y apagó la lampara del buró, él hizo lo mismo, pero el sueño no llegó a él, realmente se sentía mal, si al menos le hubiera dado una oportunidad a esa "relación", estaba seguro de que se sentiría dichoso y feliz.

Bajó las escaleras ya cerca de las nueve de la mañana, los encontró desayunando, ella ni siquiera le dirigió la mirada, pero aun así se acercó a ella y la abrazó por la espalda, dándole un beso en la mejilla, ella solo le dio un pellizco en la mano haciendo que él se apartara de ella.

¡papi! – fue hasta él y lo abrazó.

Buenos días campeón…

¿Por qué me dices campeón? – William quedó viendo a Candy pidiendo ayuda y ella solo asintió sacándole la lengua, pasó cerca de él y le habló al oído.

Invéntale una mentira – colocó el plato del niño en su sitio – ven a desayunar mi vida – el niño ni tardo, se bajó de los brazos de Albert y comenzó a desayunar.

Papi… ¿vas a comer?

Eeeh si…solo…

A tu padre le gusta servirse solo mi vida… no te preocupes.

¿ya no es mi papi mami?

Claro que si mi amor… siempre lo será, por cierto – dirigiéndose hacia William – llamó tu madre, cancelaron la comida que tendríamos hoy, parece que salen a Inglaterra.

Gracias… – ella solo lo miró y le volteó la cara y no supo el dolor que esa noticia provocó en él – ¿no desayunas con nosotros?

Mami solo toma café en la mañana ¿verdad mami?

Si mi amor ¿quieres destapar tus regalos? – le preguntó con alegría, no quería estar junto a William, aún se sentía muy molesta.

¡siiii! – le dijo con la boca llenita de huevo.

Entonces termina el desayuno y abriremos todos tus regalos – Albert quedó anonadado ante la relación de ese pequeño y Candy… solo habría que verlos y eran puro amor.

Candy ¿podemos hablar? – ella lo miró con molestia.

No…

Papi ¿abrimos mis regalos? – el niño estaba ajeno a todo lo que pasaba entre William y Candy, y lo miraba con ilusión.

Si campeón… – y al ver la renuencia de Candy no le quedó más de otra que seguirle el paso a Candy.

Cuando William y el pequeño Albert terminaron de desayunar los tres fueron hacia el salón, había una gran montaña de regalos, el niño los destapaba con alegría.

Mami ¿pueden venir mis amiguitos a jugar?

¿Arreglaste tu recámara? – el niño le sonrió con una muequita.

No… pero ya lo hago mami.

Bien…

Candy…

No será cuando tu quieras William… tu solito perdiste ese privilegio, en tres años… bueno, tu lo sabes más que nadie… mi amor, recoge todo lo que hay tirado en la recámara y quita las sabanas de tu cama ¿de acuerdo?

Si mami… ¿después puedo jugar?

El tiempo que quieras mi amor – vio como el niño subió corriendo las escaleras – William… frente a Albert, solo pretenderemos, al menos eso espero que lo hagas bien, por cierto, de lunes a viernes Albert se queda con mis padres o los tuyos, porque voy a la universidad, pero ahora que estás aquí, por no sé cuánto tiempo ¿podrías hacerte cargo de él?

Claro… Candy – la llamó con un poco de cautela – salgamos los tres, démosle algo de normalidad a nuestra vida.

¿no me escuchaste anoche verdad? No me interesa salir, ni siquiera pretender que nada ha pasado entre nosotros… porque si pasó demasiado.

Al menos déjame rectificar mis errores.

¿así como tu hiciste conmigo? Cada vez que te ibas, me hacías sentir culpable ¿de qué? Era esa duda constante que yo tenía ¿Qué te hice para que te alejaras de mí?

No fuiste tu Candy… por favor – la tomó de las manos desesperado – dime que hacer para que me perdones.

No hagas nada… pues, aunque lo intentaras, sería como arreglar algo que ya no tiene remedio.

No digas eso… he venido dispuesto a que lo intentemos…

William… esos intentos se quedaron en la pantalla de una computadora cuando trataba de comunicarme contigo… haz lo que tengas que hacer por nuestro hijo, comienza con él… después…

¿después? – Candy se lo quedó viendo.

Albert tienen actividad de basquetbol hoy, si quieres acompañarnos, es un buen comienzo para que vayas creando una relación con tu hijo ¿no crees?

Gracias Candy…

¿Gracias? – le contestó con ironía – es parte de tus responsabilidades.

Los días pasaban, y Candy se sentía más cómoda con él, William procuraba por todos los medios estar para ella y su hijo, necesitaba sentirse cerca de ellos, de repente y cuando iban caminando él la tomaba de la mano, y ella se sentía cómoda en su tacto, pasaban los días y lo añoraba cada día más, hasta que un día no pudieron negarse y sus avances los hacían adictos a todo lo que pudieran darse, el pequeño Albert estaba más que feliz, verlos juntos, acrecentaba su seguridad en su pequeña vida, Candy se dio cuenta que él no trataba de forzar la precaria relación que quedó a consecuencia de su abandono, todo se iba dando, porque ella lo necesitaba en su vida, desde hacía algunas semanas, ya no sentía esa desesperación que en ocasiones la amenazaban con perder la cordura al extrañarlo tanto, hoy se sentía segura y William estaba contribuyendo a que eso sucediera.

Las semanas pasaron y no había siquiera ya un indició de que el pretendiera regresar a Brasil, cada día que pasaba el encontraba razones para demostrarle su amor, eran esos pequeños rastros que iban deshaciendo el muro que Candy se había autoimpuesto, los fines de semana iban a cenar a casa de sus padres, George y María eran testigos de la devoción que el esposo de su hija cada día le demostraba.

Hija ¿Cómo van las cosas con tu esposo? – Candy se sentó en unas de esas sillas altas que había en la cocina.

Bien mami… Albert está haciendo todo lo posible por que lo nuestro funcione, por un momento pensé en pedirle el divorcio, pero ver a mi hijo, pienso que vale la pena intentarlo.

¿te ha platicado las razones por las que prolongaba su regreso a ti?

Lo intentó mami… pero para mi eso ya es algo que no vale la pena escarbar… hoy solo quiero que mi hijo se sienta seguro… mami…

¿Qué pasó cariño?

¿puedo hacerte una pregunta indiscreta?

Claro…

Mami ¿Cuánto tiempo tardaban tu y papá cuando se enojaban? Bueno… me refiero…

¿a hacer el amor? Mi amor… esas son una de las cosas que he amado de tu padre, no podemos durar un solo día enojado, soy demasiado llorona y a él no le gusta verme llorar ¿Por qué cariño?

Bueno… lo que pasa… es que Albert y yo no – juntó sus dedos índices queriendo explicar lo que estaba pasando en su matrimonio.

Cariño, él ya está aquí, contigo ¿tan difícil es que puedas perdonarlo?

No es eso mami… me siento ajena a él, no se si fue por el tiempo que estuvimos separados o algo a cambiado en mi que lo siento diferente.

¿Diferente? ¿diferente cómo hija? – le preguntó María extrañada, tomó un trapo y comenzó a limpiarse las manos.

Es tan difícil explicarlo… no me hagas caso mami… yo solita me ando haciendo telarañas en la cabeza – ambas rieron por el comentario.

Ayúdame a llevar esto al comedor – ambos matrimonios pasaban las tardes más agradables los fines de semana, William procuraba estar en todo momento para ellos, George y María, volvían a ver ese brillo que en algún tiempo perdió su hija, llegada la tarde, se despidieron de sus suegros con la promesa de visitarlos la semana próxima.

Al llegar a su casa, hicieron muchas de las cosas que dejaron inconclusas en el día, el pequeño Albert iba muy cansado y se fue directamente a su recámara, para ambos ya era parte de su vida bañar, cambiar y contar un cuento al pequeño Albert, salieron de la recámara del niño tomados de la mano, todo muro cayó desde hace algunos días, se bañaron juntos descubriéndose una vez más, después de tanto tiempo, Candy se sentía como la primera vez que él le hizo el amor

Ya no había nada que tirar, solo estaban ellos dos deseándose con sus caricias, sus miradas, sus besos, el roce de sus manos era muy cálido, le removía todo su interior deseando poder profundizar su cercanía, con la tenue luz de las lámparas, William la envolvió en la magia de sus brazos, durante tres años deseó tenerla así… en sus brazos, haciendo que su cuerpo buscara la paciencia para poder unirse a ella, Candy en su propia burbuja, vagaba lentamente en la dulzura de sus besos, hacía un poco de frío, pero el calor de sus cuerpos les impedía ya dar marcha atrás a todo lo que estaban entregando, Candy se sentía viva, plena y muy feliz, sentía que ese momento lo recordaría como el primero, sus labios volvieron a gemir cuando la boca de William alcanzó uno de sus pezones, se lo lamió con delicadeza, la presión de sus labios se intensificó succionando ya ambos pezones, la cargó entre sus brazos y la llevó a la cama y se colocó sobre el delicado cuerpo de ella, besó su cuello inhalando su perfume natural de su piel, William no podía dejar de dibujar senderos en la blanca piel haciendo que ella se estremeciera de placer, buscó una y otra vez sus labios, la tomó de sus mejillas y las besó con ternura, la boca de Candy no podía dejar de gemir, su cuerpo ya estaba llegando solo con sus besos a esa cúspide que muchas veces subió con él, el roce de sus cuerpos se volvía más ardiente, haciéndola estremecer.

Albert…

Con una de sus rodillas abrió sus muslos y se adentró suavemente en ella, quería disfrutar cada segundo, cada caricia… cada te amo que aún no llegaba, Candy se retorcía temblando y gimiendo por el placer que William le estaba dando, momentos después, todo fue un torrente de sensaciones que hacían que las embestidas que él le daba fueran certeras derritiéndola desde la coronilla hasta la punta de los pies, no podía dejar de besarla ni amarla, quería dejarse tatuado en ella, Candy se abrazaba a él recibiéndolo todo, la besaba en los labios con una pasión que arrasaba todo recuerdo de él… de Albert.

Los movimientos de William comenzaron a hacerse más apremiantes con un salvaje y desenfrenado erotismo, los músculos de él se contraían y tensaban cuando sintió la presión en sus testículos, la vagina de Candy lo engullía sin que él pudiera hacer nada para liberarse, la urgencia de alargar ese momento le recorrió por toda la espina dorsal, hasta que sintió como ella se desplegaba en un poderoso orgasmo, sintiendo las piernas de Candy cerrarse en sus angostas caderas, y después él, se descargó dentro de ella sintiéndose cautivo en la fuerza de ese amor que no le pertenecía.

Hola chicas BUENAS NOCHES, hasta hoy actualizo, mil disculpas, pero lo que nunca me imagine poder adolecer se manifiesta en mis rodillas, y la tos que no me deja, les regalo un nuevo capítulo de ésta historia, GRACIAS por sus mensajes, criticas y opiniones y por si se les chispa, sus oraciones .

Matilde Silva.

Carol Aragón.

Cla 1969.

MaríaGpe22.

Lorena Pizzimenti.

Nancy Reyes.

Guest1.

Castro Karol.

Fabaguire167.

Lili.

Guets2.

Guets3.

IsasiB.

Sincity12345.

MIL GRACIAS, si Dios lo permite nos leemos hasta el próximo capítulo.

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