LOS PERSONAJES EL MUNDO CANDY CANDY LE PERTENECEN A SUS CREADORAS Y ESCRITORAS MISUKI E IGARASHI.
¿A QUIÉN AMAR?
Capítulo 19.
CAUTIVERIO Y LIBERTAD.
CANDY.
PRESENTE.
Se sentía muy adolorida, sus manos las tenía amarrados con una cuerda colgada de una viga, las rodillas apenas y rosaban el suelo, la cabeza le dolía horrores, abrió sus ojos y miró a su alrededor y todo estaba en ruinas, había artefactos de granja, y algunos fardos de paja, no reconoció donde se encontraba, todo olía a humedad y a polvo, ya no estaba en aquella pequeña habitación donde se vio así misma hace algunos días, la boca la sentía seca y comenzó a tener mareos ¿Cuántos días habían pasado ya? ¿Dónde estaba? ¿Quién la llevó hasta ese lugar? Recordó la voz que le habló, pero por más que trataba de buscarla en su memoria, no lo lograba… "Dios… mi niño… no permitas que le pase nada" la carita de su hijo se desdibujó en su memoria, con todo el dolor que sentía en su cuerpo, se levantó con trabajo hasta que lo logró, las piernas le temblaban con el esfuerzo que había hecho y no pudo evitar llorar, sus brazos los sentía adormecidos, trató de desamarrarse las manos, pero le era imposible, la debilidad que sentía, no le permitía siquiera poder mover un solo músculo.
Candice White Jonhson… tan bella como siempre – al escuchar de nueva cuenta esa voz, se tensó como una cuerda de arco a punto de disparar, todo estaba en oscuridad a excepción del perímetro que la rodeaba, no podía verlo así volteara su cuerpo a todas direcciones, pero si el rojo intenso que se encendía y apagaba al fumar un cigarro, fijó su mirada a ese punto y trató de ver, pero la oscuridad lo tragaba.
¿Qué quieres? ¿Quién diablos eres? – más que miedo, sentía mucho coraje el estar en esa situación, el hombre que la observaba desde la oscuridad soltó una fuerte carcajada, se regodeaba como una vil hiena alrededor de ella, aunque Candy no lo veía, él se relamía los labios, siempre le pareció extrañamente hermosa, la observaba con lujuria, su cabello… sus grandes y hermosos ojos verdes, todo ella le hacía imaginarse el mejor de los escenarios en una cama.
¿Quién quieres que sea dulce Candice?
¡QUIERO QUE ME SUELTES ESTÚPIDO!
No por ahora mi amor…te tengo una sorpresa… esperaremos a alguien – en la oscuridad le hizo señas a uno de sus hombres, era un hombre alto y muy fornido, Candy lo miró de pies a cabeza cuando lo tuvo frente a ella y se dio cuenta que llevaba algo en la mano, por atrás de Candy, aparecieron dos hombres que la inmovilizaron mientras que el que estaba al frente de ella, le tapaba la boca con un pañuelo mientras la envolvía en cinta adhesiva. Ella trataba en lo posible por que no lo hiciera hasta que le cubrió los ojos, luchó, pero nada era posible hacer, menos si estaba amarrada de pies y manos – pronto lo sabrás pecosa… pero antes quiero platicar contigo y que me pongas mucha atención… de esto depende que tu familia se mantenga con vida ¿entiendes? – al escuchar esas palabras, Candy se llenó de angustia, sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas, lágrimas de frustración por no poder hacer nada estando atada de pies y manos, sus gritos eran ahogados por el pañuelo que estaba dentro de su boca, sintió que la elevaron en brazos para colocarla en una cama, y al tocar se dio cuenta que era un fardo de paja, sentía mucho frío, y la ropa que tenía no lograba calentarla – un día más, y espero que estés tan dispuesta como yo quiera ¿entiendes? – fue lo único que le dijo.
El día lo sintió tan lento y doloroso, no había una sola parte de su cuerpo que no le doliera, aunque postrada no tenía libertad de movimiento, no tenía mucho que hacer, su cuerpo solo estaba limitado a estar acostada, agudizaba sus oídos ante el menor de los ruidos, escuchaba frases apenas en susurros, los pasos pesados no dejaban de escucharse, sentía mucha sed, poco a poco comenzaba su cuerpo a revelarse ante la falta de alimento y agua, por más que quería mantenerse de despierta, sus ojos se cerraban al sentirse muy débil, pues desde que llegó no había recibido líquidos y alimentos.
"Albert… mi amor, ven por mi" – fue el pensamiento que Candy le dedicó a él, pero se lo imaginó siendo el autor de lo que le estaba sucediendo en esos momentos – "mataste a mi hijo… nuestro hijo… mataste el amor que sentía por ti ¿Por qué Albert? ¿Qué te hice para que te convirtieras en un monstruo? Yo solo me dediqué a amarte" – sus lágrimas no dejaban de humedecer el trapo que cubría sus hermosos ojos, aunque acostada, sus sentidos estaban alertas, sintió que alguien la volvía a levantar en brazos, la sentó en una silla y le quitó la venda de le limitaba la visión, la luz de los focos la deslumbraron un poco haciendo que pestañeara constantemente hasta acostumbrarse a la claridad, estaba sola de nuevo y el mismo escenario la rodeó, solo que ahora, todo estaba iluminado, momentos después y de que sus ojos se acostumbraran a ver lo que había alrededor, pudo observar todo, pero nada le era conocido, escuchó unos pasos que se acercaban y volteó rápidamente, era una mujer, en sus manos llevaba un vaso e leche y un trozo de pan, lo dejó sobre una mesilla, alargó una mano hacia ella y no pudo evitar pegarse más al respaldo de la silla hasta caer de espaldas al suelo, la mujer con una media sonrisa, la levantó sin dificultad.
No te haré daño… solo tienes que comer…
No debes hablar con ella… – de nuevo esa voz y al levantar su rostro para ver el de esa mujer, se dio cuenta que ni se inmutó siquiera, solo volteó y lo ignoró, dirigiéndose de nueva cuenta su atención a Candy.
Debo quitarte la mordaza… – trató de despegarle la cinta adhesiva, pero parte de la cinta, estaba hecho un nudo a su cabello – ¡maldición! – utilizó sus dedos para separar el adhesivo de sus mejillas, hasta que lo logró, vio como nuevas lágrimas corrían ahora por las mejillas de esa Joven, hasta que le bajó la cinta por su barbilla, le acercó el vaso hasta los labios de Candy y vio la avidez con la que ella tomaba el líquido – despacio – le partió el pan y se lo dio en trozos pequeños acercándoselo a la boca, Candy la miraba tratando de comprender la amabilidad de esa mujer, cuando terminó la mujer se dio la vuelta pero sin antes y de manera imperceptible le puso una mano en el hombro y se lo apretó.
Candice… – se tensó al escuchar su nombre una vez más – esa voz – pero no la encontró en sus recuerdos, estaba vestido de negro y un sombrero de ala ancha tapaba su rostro.
Mi hijo… ¿Dónde está mi hijo? – fue lo primero que preguntó.
Ya te lo dije hace algunos días… está muy bien, pero estará mejor si colaboras conmigo…
¿Qué quieres? ¡¿Quién eres?!
Todo a su tiempo preciosa… solo quiero saber algo…
Qué… ¿Qué cosa? – por mucho que quisiera mostrarse segura, se sentía aterrada.
¿Qué estás dispuesta a hacer por tu familia? – la observó muy bien desde donde se encontraba, aun con el cabello alborotado y sucio, ella se veía hermosa, desde que era jovencito le encantó – "era… es muy bella" – pensaba.
Lo que sea – le dijo llorando…
¿lo que sea? incluso ¿no volverlos a ver? – ella se asustó nada más de pensar el no volver a ver a su familia… a su hijo.
¡DIME QUE QUIERES! – le gritó con toda la fuerza de su alma.
Quiero… deseo fervientemente que me cedas todos los derechos que tienes en las empresas de tus padres… ¿lo comprendes? – Candy lo miró extrañada y asustada al mismo tiempo.
Yo… yo no tengo nada que ver con las empresas de mis padres…
Te equivocas… he podido cerciorarme personalmente, de los movimientos que has hecho últimamente, eres el miembro con el 40 por ciento del total de las empresas de tus padres, Tu querido hermano ha renunciado a ella… así que tu… tienes la mayor parte de todo el corporativo ¿no lo sabías? – Candy negó con la cabeza – es el precio que he puesto para mantenerte con vida… y por supuesto… la de tu hijo – cuando lo escuchó mencionarlo, se levantó, pero al tener los tobillos amarrados, cayó sin poder meter las manos y darse un golpe en el rostro.
¡¿Por qué NO TE MUESTRAS MALDITO COBARDE?! – le contestó en un grito y llorando de frustración, jamás en su vida había sentido tal emoción.
Cuidado Candy… no me gusta la mercancía magullada… aunque debo decir que, en tu caso, ya estás muy manoseada ¿no crees? – Candy no comprendía que quería decir con eso último, hizo un movimiento con una mano e inmediatamente un hombre se acercó a él – levántala… y llévala a sus aposentos – y comenzó a reír a carcajadas – no siempre será así preciosa.
¡ESPERA! – Le gritó viendo como el hombre detenía.
Solo tápale los ojos… y no abuses Candice… puede que no vuelva a ser tan benévolo si no cooperas – abrió la puerta y salió sin decir más, el hombre la dejó sobre el fardo de paja y se dio la vuelta, haciendo caso omiso a sus gritos.
No supo cuantas horas pasaron, con los ojos cubiertos, apenas y era consciente de la hora, no sabía si era de día o de noche, pero durante el silencio y en medio de la oscuridad de la noche constantemente se despertaba al menor de los ruidos, no sabía lo que pasaba a su alrededor – ¿Cuántos días habían pasado desde que la secuestraron? Mi hijo ¿Cómo está mi niño? – era la duda que la carcomía, estaba consiente que no debía de hacer ninguna estupidez, escuchó unos pasos que se acercaban y se paralizó, fingiendo estar aun dormida.
¿Candice? Levántate, se que estás despierta – era la misma mujer que el día anterior le diera de comer, apenas podía moverse, pero aun así reunió todas las fuerzas para hacerlo, la mujer con cuidado le quitó la venda de los ojos, corto las cintas de sus tobillos y muñecas – ¿puedes pararte? – lo intentó, pero sus piernas temblaban del dolor – Karl… – llamó a uno de los hombres.
¿A dónde me llevan? – le preguntó.
Cárgala y llévala con cuidado a la camioneta – la ignoró y le puso una frazada sobre sus hombros, el hombre solo asintió sin hacer ningún comentario – Lo mejor es que no hagas preguntas – Candy volteó a verla y se dio cuenta a la luz del sol, que era una mujer muy bella, alta, rubia y muy musculosa, la noche anterior le sirvió para reflexionar de cómo debía de enfrentar a esas personas, vio como la mujer le dedicaba apenas una sonrisa amable sin que nadie pudiera darse cuenta, se sintió un tanto aliviada no tener que caminar, aunque por dentro solo deseaba poder correr y perderlos de vista, pero pensó en su niño.
La subieron a la camioneta y no hizo ningún comentario, iban solo ella y la mujer quien manejaba sin siquiera dirigirle la palabra, cuando vio por la ventanilla pudo darse cuenta que iban por un camino rodeado de bosque, nada le era conocido.
¿Para quién trabajas? ¿Por qué me secuestraron? – Candy quería entender la razón y vio sus ojos color azul a través del retrovisor.
No soy yo quien deba darte respuestas Candice… pronto llegaremos y tendrás todas las que quieras – Candy se sintió frustrada y asustada al mismo tiempo, no había podido obtener ninguna respuesta, se acomodó en el asiento trasero permitiéndole a su cuerpo, sentir algo de alivio.
Cuando llegaron, intentó bajar sola, pero la mujer no se lo permitió, con una mano llamó a un hombre y le dio indicaciones para que la llevaran al interior de la residencia, cuando entraron era todo lujo, los altos techos abovedados estaban custodiados por bellísimas lámparas, el hombre se detuvo al pie de la escalera y esperó más indicaciones, mientras la mujer los seguía.
La tercera puerta a la derecha – le dijo mientras veía como subía las escaleras y llamó a dos personas que se dispusieron a recibir más órdenes, mientras ella iba detrás de ellos, cuando llegaron, el hombre hizo amago de dejarla en el piso, pero la mujer la detuvo – la dejarás adentro de la habitación.
Era una recámara amplia y muy iluminada, por sus altas ventanas se filtraba la luz del día, pero a ella solo le provocó nauseas, nada de lo que había ahí la deslumbraba, todo lo que le rodeaba era tan insignificante, que su único deseo era desaparecer de ahí junto a su niño, el hombre la dejó suavemente en el piso, se dio la vuelta y desapareció, posteriormente, dos mujeres entraron a la recámara.
La ayudarán a bañarse… ni una palabra, de antemano saben que deben considerarse muertas ¿entendido? – la voz de esa mujer sonaba suave, pero con determinación, ambas mujeres asintieron y entraron al baño, volteó hacia Candy – solo coopera y nada te pasará – se dio la vuelta para retirarse.
Ayúdame… – la mujer se detuvo.
Nadie de los que estamos acá lo hará, no se te vaya a ocurrir cometer una estupidez porque la pagarás muy caro… todo terminará pronto, permite a las mujeres que te ayuden… apestas a orín – Candy solo asintió.
Extrañamente se sentía bien a lado de esa mujer, es como si la estuviera protegiendo, pero se puso a pensar que eso se debía a la gran necesidad que tenía de no estar ahí, se dejó guiar por las dos mujeres que la apoyaban a cargar su peso, las piernas aun las sentía adormecidas y no le quedaba de otra que dejarse ayudar, y mientras la bañaban se puso a pensar que no debía de tentar a su suerte, por el momento no le han hecho daño, aunque su corazón lo sintiera encogido constantemente.
ALBERT
Hacía apenas algunos días que había llegado a Chicago, se sentía muy extraño, fueron tres años que no supo de su vida, de Candy… de su hijo, ahora tenía conocimiento de todo lo que había pasado antes de que lo obligaran a estar en ese lugar tan nauseabundo como lo fue la cárcel, nadie sabía de él, era lo mejor, pero necesita verla, necesitaba beberse de su imagen, ella es su corazón, ella lo es todo para él, hacía algunos días comenzó a sentir la necesidad de regresar y verla, su corazón lo sentía constantemente acelerado, se sentía desesperado, atrapado sin estarlo.
Se levantó sintiendo como esa pesadilla lo perturbaba de una manera tan lastimera, como si él mismo lo estuviera viviendo en carne propia, en sus sueños, vio a Candy resistirse con ahínco para que no se la llevaran, vio su hermoso rostro descomponerse de la angustia llamando a gritos al hijo de ambos, se levantó una vez más y como en otras veces gritando su nombre.
Albert… – la voz tranquila del médico lo hizo reaccionar – tranquilo, fue solo una pesadilla.
No… ella está en peligro… lo sentí…
¿Quién?
Candy… debo regresar… ya estoy listo… – el médico se acercó a él extendiéndole la mano para que se levantara.
¿seguro? – con todo el apoyo que el médico había depositado en él, sabía que era cuestión de tiempo que ese día llegara, en su corazón sintió tristeza, esa tristeza que vivió cuando su único hijo se fue a esa estúpida guerra que no le pertenecía – Solo cuídate muchacho, sabía que un día de estos decidirías regresar, no te precipites… piensa muy bien lo que vas a hacer ¿de acuerdo?
Ella está en peligro… puedo sentirlo…
Y por lo mismo… actúa con cautela… le pediré a Micaela que prepare tus cosas – se separó de él y camino hasta un pequeño escritorio, sacando un sobre – aquí tienes tu pasaporte y visa, tu boleto de avión está fechado al momento en que regreses…
Dr… usted, lo tenía todo preparado…
Por todo lo que investigué y que tu tienes constancia de ello, era de esperarse que lo harías.
Le estoy tan agradecido…
Con eso me basta muchacho… date un baño y desayunas, te espera un largo viaje.
Durante el vuelo, tomó una pastilla que el médico le diera para calmarse, el encierro en esa celda le provocó un descontento al estar en lugares encerrados, se tranquilizó y se entregó al sueño, tres horas después despertó, miró su reloj y le parecieron horas, sabía que faltaba mucho para llegar, tomó el dispositivo que le diera el Dr. Silveira y entró a los archivos, quería saber que todo seguía como él lo había planeado, pero todo lo que encontró fue el resultado de todo lo que se había propuesto realizar, y al verlo ahí, se sintió orgulloso de su hermano, había hecho un excelente trabajo, pudo darse cuenta de los cambios sutiles que William hizo en el proyecto que él había creado, comenzó a pasar a cada página y le sorprendía gratamente que todo estaba fluyendo en un solo camino, pensó – "ojalá fuera todo así" – pensando en Candy… en su hijo.
Un día antes de su llegada, William Andley recibió una llamada que por poco y le provoca un infarto, desde que su hijo William Alfred regresara de Brasil, no había tenido ningún contratiempo que dudara de su trabajo, hacía algunos días, él les confesó todo, Pauna y Rose Mary lloraron a mares la supuesta muerte de su hijo y hermano, William, con inmenso amor abrazaba y consolaba a su esposa.
HACE MAS DE DOS SEMANAS.
¿Por qué no nos dijiste antes?
Papá – lo miró cansado y molesto – ustedes ni siquiera me dieron esa oportunidad…
¡por Dios! ¿Qué esperabas? ¡estabas esperando al pie el altar a la mujer de tu hermano! ¿te haz puesto a pensar lo que eso significó para nosotros? Tuvimos que prestarnos a esa estúpida mentira, han pasado más de tres años desde que te casaste con Candy ¿te haz puesto en nuestro lugar? Ni siquiera sé como hemos podido verle a los ojos y no decirle toda la verdad, ella no merece todo lo que ha pasado por tu culpa – le decía Pauna conteniendo las ganas de acercarse a él y abofetearlo – ella ha vivido en una mentira… y nosotros te hemos ayudado a prolongarla… no William, eso es algo tan imperdonable como si le hubieras quitado la vida a alguien ¿Qué le haz dicho para que ella aun crea en ti?
Mamá… la amo…
¡ella debería de ser prohibida para ti! ¡es la esposa de tu hermano!
¡NO! Ella es mi esposa – Pauna rio, su esposo la tenía abrazada por la cintura, sintió la presión de sus manos y se soltó de él.
Eres tan soberbio… ¿acaso no escuchaste cuando el sacerdote los casaba? Es el nombre de tu hermano que mencionó ¡no el tuyo! – William sintió un tirón en su corazón reconociendo que eso era verdad, no era él quien estaba casado con ella, al final, Albert tenía su corazón y también era su esposa, se sintió mareado y se sentó en uno de los sillones – ¿Qué vas a hacer ahora? ¿vas a alargar todo este circo? Tu padre, tu hermana y yo, ya no estamos dispuestos a huir cada vez que tu vienes, nuestro nieto merece que estemos en su vida, Candy necesita de nuestro apoyo, ya estamos cansados de toda ésta situación, que tú mismo creaste… debiste hablar con tu padre desde un principio… pero no – lo miró con decepción – tenías que hacer todo esto… ¿sabes siquiera cuanto dolor haz acumulado en el corazón de Candy? Ahora que sé que no tengo que esperar a tu hermano… dile la verdad… ella merece que lo hagas.
Mamá… papá… quiero una vida con Candy… yo hice lo que Albert me pidió ¡YO NO LE QUITÉ NADA! – les gritó desesperado.
Si lo hiciste hijo… le quitaste a Candy la posibilidad de elegir.
Esas ocho palabras unidas en una sola oración lo quebraron… porque solo había verdad, una verdad que lo estaba carcomiendo y que ahora lo estaba aniquilando en su corazón, a esas alturas, jamás pensó sentirse así, tiempo atrás se sentía vacío, pero ahora ella le daba ese motivo por ser lo mejor para ella y para ese pequeño, que llamaba hijo.
Lo siento Alfred, haz lo que tengas que hacer para que a Candy le duela menos saber que estuvo son Albert… y contigo.
No mamá… estoy dispuesto a todo con tal de hacerla feliz – William volteó a ver a su hijo, él no era así, pero pudo ver en sus ojos la verdad… su hijo se había enamorado, pero de una mujer prohibida… de la esposa de su hermano.
William quiso acercarse a su hermana, pera ella lo rechazó alejándose de él, la entendía a la perfección, pero como en el pasado, deseaba encontrar terreno seguro en ella, se quedó parado frente a ella con los hombros caídos.
Jamás Alfred… jamás vuelvas a decir que lo sientes… cuando sabes perfectamente que no es así… Candy sufrió tu ausencia, aún comunicándote con ella… la ignorabas de una manera tan dolorosa… que no sé cómo, ella sigue albergando ese amor por ti… vienes a casa… queriendo arreglar algo que ya no tiene remedio, como… ¡¿CÓMO DIABLOS QUIERES QUE LO ENTIENDA?! – le gritó por fin – han pasados casi cuatro años… ha sido demasiado el tiempo como para creer que estás arrepentido de rodo el daño que has hecho… Albert – mencionó el nombre de su hermano en un susurro – ¿es lo que esperabas verdad? – William negaba con la cabeza, muy dentro de sí, deseaba que le creyeran, pero sabía, que eso no era posible… ahora con su hermano muerto, estaba seguro que sus padres creían todo lo contrario.
HOY
La música del teléfono no dejaba de sonar, aunque ya medianamente retirado de las empresas, no podía deshacerse de la noche a la mañana, su celular lo había dejado en el recibidor, se levantó un tanto molesto y vio la pantalla, era un número desconocido y decidió contestar.
Bueno… – del otro lado solo escuchaba el fuerte respirar de su interlocutor.
¿papá?
Hola a todos BUENAS NOCHES, una vez más les presento un nuevo capítulo, MUCHAS GRACIAS por sus opiniones, mensajes y críticas, estoy abierta cualquier tipo de ellas, sean buenas o malas.
Carol Aragón.
IsasiB.
Susy Cch.
Guets 1.
MaríaGpe22.
Lorena Pinzzimenti.
Nancy Reyes.
Lili.
Guets 2.
MIL GRACIAS, si Dios lo permite, nos leemos hasta el próximo capitulo.
021023.
