Quiero dejar bien en claro un par de cosas. Soy relativamente nuevo como fan de este universo y la mayor parte de mi conocimiento de lo debo a los usuarios de YouTube 3Huntle0 y a Arkano TV. Si quieren le dan una vuelta y lo animan con sus videos, los cuales son muy entretenidos y para nunca aburridos de ver. Dicho esto cabe señalar que no soy un loremaster y puede que cometa errores, así que me dejan saber. Con esto aclarado... Comencemos.
Oscuridad. ¿Acaso había algo más relajante que eso? Muchos pudieran tenerle miedo a los misterios que la oscuridad oculta a los ojos, pero en el universo de Warhammer cuarenta mil este era por mucho un lujo de los más cotizados. La sensación de paz, el hecho de no tener que ver a aquello que pueda matarte, el hecho de no tener que enfrentar la muerte cada segundo era algo que ningún Marine Espacial podía imaginar que sería tan placentero.
No sabía dónde estaba o de qué forma había llegado a ese lugar, pero si sabía que ya no estaba en el plano existencial. Eso lo sabía, pues ya no le dolía el hígado. Aún recordaba la vez que un demonio le clavó su espada por el abdomen y destruyó su órgano, el cual nunca dejó de doler hasta ese momento. En ese entonces, pensó que realmente moriría, pero no permitiría que eso pasara sin antes llevarse al demonio consigo, partiéndole a la mitad con su poderosa espada cierra.
En ese entonces pensó que moriría, pero podía recordar la tortuosa operación que los cirujanos hicieron sobre su cuerpo herido sin usar anestesia. Podía recordar cada corte, cada sutura, cada contracción de su cuerpo. Pero a pesar de haber sobrevivido, ese dolor nunca lo abandonó, como un recuerdo de lo frágil que podía ser su cuerpo lleno de mejoras en un universo tan nefasto.
Pero eso quedó en el pasado. Ese dolor ya no lo atormentaba. De hecho, nada lo hacía. Por primera vez en los cientos de años que había vivido se sentía aliviado. De hecho, no sentía nada, y esa era una sensación muy agradable.
No sabía si pudiese aburrirse de tal "placer," pero si algo podía asegurar era, que lo disfrutaría de eso tanto como pudiese. Había escuchado las historias que el dios del caos, Nurgle, disfrutaría hacer atrocidades con su alma una vez llegase a la disformidad, pero eso no le importaba. Solo quería disfrutar el momento.
Para su sorpresa, un extraño humo morado comenzó a rodearlos, mientras una difusa luz oscura poco a poco le mostraba una atemorizante marea disforme que se arremolinaba alrededor de su ser. "Parece que ya es hora." Fue lo único que pensó, aceptando el hecho que no volvería a sentir tanta paz en lo que quedaba de eternidad. Esto era cierto, pero no de la forma en que este imaginaba.
Una extraña luz lo cegó por unos instantes, pero eventualmente le permitió ver en donde se encontraba. No había duda alguna, podía reconocer la marea de diformidad que lo rodeaba, pero por algún motivo, podía mantenerse con vida a pesar de estar expuesto al vacío sin llevar su armadura. Cuando reaccionó, vió en donde se encontraba, mirando con incredulidad como su cuerpo de más de dos metros parecía no ser afectado por la difromidad. Eso era simplemente imposible. El simple contacto con esta energía era suficiente para convertirlo en una criatura completamente diferente. Pero... ¿Cómo?
Mucha fue su sorpresa cuando alzó la mirada y vió una enorme figura frente a él. Una figura que, en su mente, nunca pensó ver en su existencia.
Una imagen que sin saberlos era un reflejo que él mismo tenía en su mente de ese ser, pues, después de todo, los dioses del caos no tenían una forma específica.
Se presentó ante el una silueta femenina de peculiar belleza, pero con varias partes de su cuerpo que le resolvían su estómago. Un cuerpo extremadamente sensual y desnudo, un rostro imposible mente hermoso, y un pelo sedoso de color blanco. Aunque portaba una cornamenta con cuatro cuernos sobre su cabeza que le daban un aspecto aterrador.
Aunque portaba una cornamenta con cuatro cuernos sobre su cabeza que le daban un aspecto aterrador. No había duda alguna, ese ser no podía ser otro que la misma (o el mismo) Slaanesh.
El Marine Espacial miraba al ser atónito. No esperaba que ese rey del caos lo llamase específicamente a él, pero antes de tan siquiera poder preguntar qué estaba pasando, su espíritu fue aplacado por los gemidos de placer del propio dios.
Slaanesh: - Mmmmm... Si... Cuanto fervor... Cuanto...Placer... - Decía con una sonrisa depravada dibujada sobre su rostro. - ¿Quien podría decir que la muerte de un simple humano sería tan... pla... cen... te... ra? -
La voz sensual del dios le provocó un escalofrío en su ya muerta espalda. Pero él había enfrentado atrocidades de la difromidad anteriormente, y aunque un dios del caos era por mucho la peor pesadilla de cualquier mortal, no sería suficiente para hacer a un Marine Espacial temblar.
Slaanesh: - Mi pequeño Kanan. ¡Mi pequeño juguetito!
Kanan: - ¡No soy tu juguete, maldito demonio! ¡No seré una herramienta para tu placer, sucia monstruosidad! ¡No importa que tipo de atrocidades tengas en mente, mi espíritu nunca cederá! - Gritaba el humano con toda su fuerza, aunque parecía más bien una hormiga retando a un Tigre. Y no sólo en tamaño.
Slaanesh: - Mi pequeño juguetito... No puedes resistirte al placer... ¡NADIE PUEDE! - Decía con satisfacción. - Luchaste contra cientos, sino miles de horrores, miles de seres que intentaron reclamar tu carne, solo para ser derrotado y devorado lentamente por un enjambre de tiránidos. Tus gritos de dolor. Tus gritos de cólera y rabia mientras tu carne era arrancado de tu cuerpo, aún aferrabdote a la vida... ¡FUE TODO UN DELEITE PARA MI CUERPO! - Decía mientras apretaba sus manos contra su cuerpo, haciendo que el Marine no se sintiese muy a gusto.
Kanan: - Miles de nosotros mueren por un destino similar o incluso peor. No entiendo que quiere un dios del caos con todo esto. ¡No estoy dispuesto a volverme tu campeón! - Dijo de forma severa.
Slaanesh lo miró con ojos incrédulos, solo para luego ahogarse en una profunda risa que parecía que lo mataría, si es que necesitase de oxígeno para respirar. El enorme ser de tamaño colosar se contraía sobre la diformidad a su gusto, disfrutando del momento mientras el insignificante Marine no hacía más que verlo confundido.
Slaanesh: - No no no... Mi pequeño juguete. - Decía entre risas. - Por desgracia, eres demasiado débil para convertirte en uno de mis hijos. Mi poder solo haría que tus ojos explotaran y salieran disparados de sus cuencas mientra tu cerebro se derrite y tu cuerpo se calcina. -
Kanan: - Entonces... ¿Qué quieres hacer conmigo? - Preguntó algo nervioso y tragando en seco.
Slaanesh solo sonrió ante la pregunta, contoneando su cuerpo de forma errática y antinatural hasta quedar de una altura de poco más de cuatro metro. Si bien aún era enorme, no lo era lo suficiente como para caminar alrededor del Marine mientras frotaba la uña de su dedo índice sobre el cuerpo musculoso del astarte.
Slaanesh: - Mi pequeño juguete. Tengo... mejores planes... para ti. - Le dijo con sensualidad al oído.
Kanan: - Jamás complacería tu lujuria, monstruo. -
Slaanesh: - ¡Claro que no! - Exclamó después de una leve risa. - No tienes lo suficiente para eso. - Se burló del Marine. - Lo que quiero es que me complascas... con tu mente. -
El Marine solo miró extrañado, pero tuvo una vaga idea a lo que se refería, pero su convicción era tan firme como su espíritu.
Kanan: - No se lo que te gas en mente, monstruo. Pero mi voluntad siempre será con el Emperador. Y no importa lo que hagas, mi fe en el nunca será arrebatada por tus sucios trucos. -
Slaanesh: - ¿¡Tu fe en él!? - Exclamó en un sobresalto de risa. - ¿Esa estúpida convicción a la que crees que le debes tanto? -
Kanan: - No sabes lo que dices, ser vil. Mi pacto sagrado con el Emperador nunca será mancillado por tus mentiras. Mi fe está con él, sus palabras son sagradas, y su voluntad no conocerá la muerte. -
Slaanesh: - Veamos si tu fe sigue igual de fuerte una vez recuerdas quien solías ser. -
De pronto, la mano de Slaanesh agarró la cabeza de Kanan con una brutalidad inconcebible. Un expresión de dolor afloró en el rostro del Marine, mientras sentía como su mente se comprimía y estiraba de manera antinatural. Una oleada de recuerdos arremetiendo contra su mente. Pero había algo extraño, estos recuerdos no eran de él, o al menos no todos.
En sus recuerdos podía ver cada una de sus batallas, comenzando por aquella en la cual murió y concluyendo en la primera vez que mató a un orco tras convertirse en un Marine Espacial de los Templarios Negros. Fueron recuerdos algo placenteros, incluso pudo sentir su orgullo por eso, pero luego todo se tornó un caos. Recuerdos de las operaciones a sangre fria, las largas secciones de adoctrinamiento psicológico y las torturas contantes para convencerlo de sus ideales actuales fueron algo que poco a poco le comenzaron a romper la mente. ¿Acaso todo fue mentira? ¿Acaso la devoción ciega hacia el Emperador fue algo que se le fue impuesto? ¿Algo que él no había decidido? Los recuerdo siguieron destruyendo su mente, mientras Slaanesh se excitaba con todas las emociones oscuras que afloraron en el interior del Marine. Hasta que llegó un punto de quiebre.
Un extraño recuerdo, visto desde sus propios ojos se revelo ante él. La imagen de como decapitaba a un hombre y una mujer con sus propias manos. Unos rostros muy... familiares. ¿Acaso?... No... No podía ser... No podía creerlo. Otros recuerdos veían a la misma pareja jugando con él, acogiéndolo. Abrigándolo en las noches más frías y oscuras de un planeta olvidado. No había duda alguna. Esos dos que él mismo mató eran sus propios padres.
Lo había hecho. La había visto. Lo había sentido. Era una prueba. Una de tantas macabras cosas que tuvo que hacer para volverse un Marine Espacial. No fue su voluntad. Tanto era la tortura y el adoctrinamiento impuesto que ya no era él mismo.
Slaanesh estaba al límite de placer ante los sentimientos negativos del Marine. A medida que los recuerdo afloraron en el humano, el odio, el rencor, la ira, las ganas de venganza, y la sed de sangre inmensurable inundaban la mente de Kanan. Sensaciones de las cuales Slaanesh degustaba con todo su ser.
De pronto, Slaanesh no fue capaz de mantener el vínculo, teniendo que soltar la cabeza de Kanan para sostener su propio cuerpo, el cuello estaba convulsionado de tanto retorcido placer. El Marine callo de rodillas sobre el inexistente suelo, derrotado, destruido emocionalmente. Saber la verdad probablemente destruyó su cordura.
Slaanesh comenzó a realizar una danza delicada, como si de una bailarina de ballet se tratase, rotando sobre su propio eje mientras giraba alrededor del pobre y demacrado Kanan, quién mantenía los brazos y la cabeza caída.
Slaanesh: - ¿Qué ocurre mi juguetito? ¿Demasiada emoción para ti? - Preguntó satiricamente.
La expresión del dios diosa del caos se tornó aburrido. Disfrutaba de hacer sufrir de las pobres almas, y mientras más el dolor, mayor el placer que sentía. Pero no le resultaba divertido torturar a un alma rota.
Los ojos de Kanan no expresaban nada. Ni dolor, ni felicidad, ni angustia, ni irá. Simplemente estaban vacíos. Huecos. Un alma rota que no sentía nada. Abrumada por su propia vida y todas las mentiras que vio en apenas un segundo. Pero Slaanesh tenía otros planes en mente.
Slaanesh: - ¿Qué ocurre, mi pequeño juguete? - Recalcó el ente del caos. - ¿Es que acaso no lo puedes ver? - El comentario por algún extraño motivo provocó que Kanan alzará la cabeza, como si pidiera a gritos una explicación a todo lo que sucedía. - ¿No puedes ver como te usaron? ¿Cómo no fuiste más que una mera herramienta para ellos? ¿Adorando a un dios que nunca existió?... ¿O acaso esa fue tu voluntad? -
El veneno de Slaanesh entraba en el cuerpo de Kanan a través de sus ojos y sus oídos. Un veneno silencioso, pero extremadamente poderoso. Un veneno que era capaz de destruir la mente y corromper la voluntad. Un veneno que para sorpresa de muchos, eran solo palabras, y no tenía nada que ver con las fuerzas del caos.
Slaanesh: - Dime... mi pequeño juguete. ¿Qué quieres hacer? -
Kanan se quedó sin palabras. No sabía que hacer o decir. ¿Acaso eso importaba? Ya estaba muerto. Ya había matado a sus propios seres queridos. Ya siguió un camino que no escogió elegir con su verdadera voluntad. Aún así, carente de sentimientos y razocinio, unas palabras afloraron de su boca, unas palabras que no eran más que la respuesta involuntaria de su cuerpo al veneno que el dios del caos introdujo en su mente.
Kanan: - Los... mataré a todos... Los... mataré a todos... Mundo por mundo... Capítulo por Capítulo... Matare... al... Emperador... -
Este no lo sabía, pero sus ojos ya habían perdido el más mínimo rastro de humanidad. El Marine había dejado de existir, y solo quedaba un ente tan macabro como el propio dios que ante él esperaba. Slaanesh mostró una sínica sonrisa sobre su rostro, la cual deformada su bello rostro femenino. El dios del caos estaba experimentando otro tipo de placer... uno frio y dulce.
Slaanesh: - Pues entonces permíteme ayudarte. -
Tras esas palabras, que sonaron tan vacías como la propia diformidad, Kanan fue envuelto en una nube de miasma morado mientras se retorcía de dolor, aunque su boca no decía absolutamente nada. Dedpués de todo, las almas rotas no pueden gritar. Y aunque el tiempo y el espacio no tenían sentido dentro de la difromidad, todo se oscureció y se quedó en total silencio para Kanan.
Una vez más estaba en esa situación. Un vacío absoluto lo rodeaba. No sentía nada, no percibía nada. Pero había una gran diferencia. Esa sensación de placer que tuvo antes de ver a la diosa del caos ya no estaba. No sentía nada, no pensaba en nada. Su mente no era muy diferente al vacío del espacio. O por lo menos los primeros diez segundos.
Su cuerpo se comenzó a contraer violentamente, y su pecho se apretaba contra su espalda. Se estaba asfixiando, y necesitaba respirar de inmediato. A pesar de no ver nada, podía sentir como sus manos y pies se agitaban desesperadamente por tratar de encontrar una salida a esa prisión oscura y babosa. No sabía dónde estaba, pero sabía que era una especie de contenedor, y que un líquido viscoso lo envolvía, dificultando cualquier intento de escape.
Finalmente pudo sentir algo con su pie izquierdo, un pequeño punto resbaladizo para poder impulsarse. Se apoyó de este y se impulsó con todas sus fuerzas hacia arriba, mientras estiraba sus manos desesperadamente en búsqueda de aire. Pudo sentir como sus dedos desgarraban lentamente la membrana viscosa que lo contenía, hasta alcanzar un material granular extraño. Afortunadamente, el impulso fue suficiente para que su cuerpo se alzará sobre el suelo, permitiendo a sus agitados pulmones poder respirar.
Aún sofocado y carente de energía, se las arregló para sacar su enorme cuerpo de donde quiera que estaba. No sabía como, pero sus dedos se aferraban sobre la tierra con fuerza, mientras intentaba moverse hacia afuera. Una extraña y asquerosa baba viscosa lo envolvía, haciendo que moverse fuera incluso más difícil. Pero al cabo de un tiempo, logro tumbarse sobre la arena y ver el brillante sol desgarrador que se alzaba sobre su cabeza.
Al principio estaba tan cansado que no podía moverse, pero poco a poco fue recuperando la fuerza. Pasado un tiempo fue capaz de alzar el torso, permitiendo ver el enorme desierto que lo rodeaba en todas direcciones. Había tanto calor que sus ojos apenas podían enfocar el horizonte. Bajó la mirada, sólo para quedar en shock al ver su cuerpo desnudo, completamente de color verde.
