Capítulo 103 "Seremos padres"

Un mes había transcurrido desde las últimas actualizaciones de Wang Yibo y Xiao Zhan en sus redes sociales, no habían asistido a ningún evento de navidad o fin de año, tampoco fueron a recoger los premios que ganaron luego de las nominaciones anuales. Los fans de ambos estaban al borde de la locura por tal ausencia. Tanto así que habían comenzado a especular que Yibo Xiao Zhan abandonaron el país debido al acoso que sufrían a diario, y que se habían mudado a Los Ángeles.

El año 2028 había iniciado, pero nadie sabía con exactitud dónde estaban Wang Yibo y Xiao Zhan, pues dejaron de ser vistos en las calles de Los Ángeles luego de que se hiciera de dominio público su visita en la ciudad.

No supieron de su paradero, sino hasta que volvieron a ver publicaciones cotidianas. Xiao Zhan Studio compartió un video del arduo entrenamiento de él en el gimnasio, mientras que en su cuenta personal de Weibo Xiao Zhan compartía fotos de unos deliciosos waffles bañados con jarabe de maple. Un poco contradictorio, pero eso hizo reír mucho a sus fans.

Por su parte, Wang Yibo subió un video que grabó él mismo. Dicho video duraba un minuto y dieciocho segundos enfocando a duras penas a una lagartija haciendo… "lagartijas".

Él juraba que era lo más gracioso, aunque Xiao Zhan le llevó la contra en todo momento. Y a pesar de eso, Yibo lo compartió en sus redes sin molestarse en recortarlo ni un segundo.

Su fans enloquecieron. El video fue todo un éxito.

La verdad era que habían regresado a China al día siguiente de enterarse de la buena noticia. Irradiaban tanta felicidad que era difícil de ocultar. No obstante, decidieron mantener el secreto y solo compartirlo con sus seres más cercanos haciendo una videollamada grupal al llegar a casa.

Sus progenitores se emocionaron tanto como ellos, incluso hubo lágrimas de por medio. El suceso tan esperado al fin estaba ocurriendo.

Y para acompañar a esa hermosa noticia de que serían padres, Wang Yibo le mostró su último regalo de cumpleaños a su esposo.

—Cierra los ojos —le había dicho antes de abrir la puerta principal del dúplex.

—Eso me pone nervioso, ¿qué hay ahí dentro?

—El regalo del que te hablé.

No muy convencido, Xiao Zhan cerró los ojos y esperó con paciencia. Escuchó el rechinido característico de las bisagras, Yibo lo ayudó a entrar sin que abriera los ojos y lo primero que lo recibió fue el aroma a "Hogar" que siempre desprendía su departamento, pero ahora era acompañado por un distintivo olor a madera. Era sumamente agradable.

—¿Compraste muebles nuevos?

—No. Abre los ojos.

—Oh por Dios.

—No hay manera de superar los regalos que me diste, por eso creí que esta sería la mejor opción. Feliz cumpleaños, Zhan Zhan.

Conmovido, fue directo hacia la sala donde estaba una hermosa y fina cuna de madera.

—¡¿Esto es lo que estabas armando cuando hablábamos por videollamada?!

Yibo asintió.

—Increíble… —tocó la superficie con sus dedos, era madera de calidad, de un tono oscuro muy elegante. Tenía cajones y todo lo que pudiera necesitar una cuna de lujo.

Lo más tierno de todo era que dentro de esa cuna había mantitas color verde menta, acompañadas de los muñecos de felpa que habían comprado en su última visita al centro comercial.

—¿Verde menta?

—Es un color bonito, ¿no crees? Y va bien para ambos sexos.

—Me gusta. Y la madera es… —estaba fascinado.

—Caoba.

—Huele muy bien.

Yibo estaba feliz al ver lo mucho que le gustó.

—Es hermosa, muchas gracias —fue hacia su amado y lo atrapó entre sus brazos.

Cansados por el viaje, ordenaron comida a domicilio y cenaron juntos en la barra de la cocina antes de tumbarse en la sala un rato simplemente a ver las novedades que había en las redes sociales.

—Subiste la foto —dijo Yibo al entrar a su Instagram y ver esa hermosa imagen que Xiao Zhan había capturado.

—No me resistí. De todas formas Andrew y Kat no tardarán en subir las fotos que nos tomamos con ellos —recordó a esos dos amigos que hicieron en su viaje.

Tenía razón, todo China se enteraría muy pronto de que estuvieron en Los Ángeles durante casi un mes entero.

—Además… —continuó Xiao Zhan—. Te ves muy bien —lo abrazó por detrás y besó su mejilla, mirando su celular por encima de su hombro.

Yibo sonrió con timidez al sentirse halagado por su más grande ídolo.

Sí, era una bella imagen de Yibo sentado sobre la arena. Abrazaba sus rodillas y tenía la mirada perdida en el mar ante él. El protagonista de la imagen era su precioso perfil, esos labios, su nariz recta, el ángulo marcado de su mandíbula, ese bonito mentón y su inigualable manzana de Adán. La foto estaba en escala de grises, realzando esas preciosas facciones.

Todo era hermoso, hasta que leyó el pie de foto:

"Wang Jie esperando a que llegue el verano para poder surfear".

—¿Era necesario escribir eso?

—Sí —besó de nuevo su mejilla—. Agradece que puse eso y no un "Pensando en qué voy a cenar esta noche".

—Por cierto, ¿qué voy a cenar esta noche? —arrojó su teléfono sobre el sofá más cercano y se giró sobre sus propios talones para tener a su amado frente a frente.

Xiao Zhan sonrió de lado, lo tomó del borde de su pantalón deportivo y lo arrastró hasta su habitación para darle su "Todos los días son todos los días".

Volvieron a la realidad laboral luego de un mes entero de "vacaciones". A diferencia de otras veces, ahora regresaron al trabajo con la felicidad desbordando por los poros. En Xiao Zhan no era extraño verlo de repente tan feliz, pero Yibo… las personas que lo rodeaban estaban asombradas por recibir sonrisas cálidas a diario por parte de él.

La gente no tardó en empezar con rumores como: "Esa sonrisa es sinónimo de un matrimonio feliz", "Que bien cena Wang Yibo", "Xiao Zhan lo hace tan feliz".

—Me plasman como un amargado —se quejó.

—De hecho hacen todo lo contrario.

—Están así de sorprendidos precisamente porque me creían amargado.

—Cariño —acarició su cabello, buscando la manera amable de decirlo—. Digamos que… siempre has impuesto una brecha entre tú y tus fans, te respetan y te temen al mismo tiempo.

—¿Qué?

—¿No te habías dado cuenta?

—Bueno, sí, un poco.

Xiao Zhan recordó el video que se hizo viral hace varios años en donde Yibo finalmente explotaba y le gritaba a las cámaras que lo grababan en medio del aeropuerto. Pero incluso antes de eso la gente ya le temía, y Xiao Zhan estaba seguro que se debía a sus ojos de soldado. Yibo no se daba cuenta de lo fácil que podía congelar a alguien con solo una mirada.

—Tienes el don de expresar la mirada más dulce cuando estás con la gente que amas —acarició su mejilla, apreciando cada centímetro de su rostro—. Pero también eres experto en lograr que la gente casi moje sus pantalones con solo mirarlos así.

—¿Así cómo? —fue severo.

—Justo como me miras en este momento.

Yibo suavizó su expresión.

—Oh… lo siento.

—No te disculpes —se sentó sobre su regazo y tiró de la corbata que portaba esa noche, recién había llegado de un compromiso. Tuvieron toneladas de trabajo desde que volvieron a pisar el país—. A mí me excita esa mirada —admitió en voz baja, susurrando sobre sus labios antes de asaltarlos con un beso profundo.

Todo cansancio del trabajo se esfumó. Wang Yibo correspondió el beso de su esposo a sabiendas de lo que quería y necesitaba en ese momento.

Xiao Zhan desató la corbata mientras Yibo le deshizo la pequeña coleta que ya alcanzaba a formarse con su largo cabello.

Wang Yibo estaba fascinado con el aspecto físico de su esposo, jamás había estado en tan buena forma. El Xiao Zhan escuálido había quedado en el olvido, ahora había músculos firmes y deliciosos, ahora lo veía comer cuanto le diera la gana, ahora disfrutaba mirarlo mientras se ejercitaba en casa todas las noches.

Y todo eso debía agradecérselo al nuevo proyecto que tenía en puerta y por el que se había estado preparando tanto: una nueva serie.

Los días se pasaban volando, el buen humor en ambos era permanente, pues además ya habían comenzado a mudarse a su nuevo hogar. Poco a poco se iban llevando cosas a la casa que con tanto amor habían construido.

Yibo aún no superaba la enorme sorpresa que lo recibió en el garaje de la casa.

Cuando usó por primera vez la llave que su esposo le dio de cumpleaños, casi se le cayó de la mano por la emoción, pero cuando descubrió de qué auto era la otra llave… casi se desmayó.

No era ningún "auto". Era una camioneta.

Era la nueva Audi Q9 que aún ni siquiera salía a la venta para el público normal. Pero Xiao Zhan era embajador de la marca, y eso le daba beneficios únicos.

Al verla, Wang Yibo casi gritó como niña emocionada. Xiao Zhan se echó a reír, pero estaba muy feliz al verlo tan entusiasmado.

—Es… ¡increíble! ¡Es increíble, Xiao Zhan!

—¿Por qué no la estrenas? Llévame a dar un paseo.

Yibo dio pequeños saltitos de emoción antes de ir y abrirle la puerta del copiloto a su esposo para luego sentarse frente al volante.

—Wow…

Era imposible que no estuviera tan maravillado con esa preciosa camioneta.

—Me ofrecieron personalizar el color cuando supieron que era para ti. Me mostraron un color de pintura negro con destellos verdes.

—No sabía que existía.

—Yo tampoco, pero me negué. Hacer eso sería como ponerte un blanco, todo el mundo sabría que se trata de ti.

Tenía razón.

—Así que la elegí de color negro. Si quieres otro color, podemos cambiarlo.

—¡No! Así está perfecta.

Y lo era. El tono negro era intenso y elegante al igual que el interior.

—Pedí que los asientos y todo el interior fuera del mismo color externo.

—Vaya… —acarició los asientos de piel, estaba fascinado.

—Y no es lo único, el motor está diseñado para ser uno de los más potentes que hay. También pedí que… —se rascó la mejilla y desvió la mirada.

—¿Qué? —miró cada centímetro de su rostro al ver que de pronto se vio incómodo.

—Vas a decir que exagero, pero esta camioneta está blindada. Tiene un GPS integrado, un botón de pánico para casos de emergencia, seis bolsas de aire extra para protección desde todos los ángulos posibles, vidrios oscuros y… si alguien toma fotos desde afuera, así sean por el parabrisas o el trasero, se les reflejará la luz del flash, arruinando las fotos.

Wang Yibo lo miró con ojos muy abiertos y la boca ligeramente abierta.

—Me estás obsequiando un tanque de guerra muy bonito.

Xiao Zhan rio.

—Si lo dices así… sí —siguió riendo—. Es por nuestra seguridad.

—¿Nuestra? —alzó una ceja y puso una mano al volante—. ¿Crees que te la voy a prestar?

—Eres insoportable. Esta camioneta es también para seguridad de nuestros hijos.

—Corrección: no es un tanque de guerra, es un "Daddy-móvil a prueba de balas".

—Exactamente.

Ambos se echaron a reír.

—Tenías todo fríamente calculado —suspiró—. ¿Cuánto tiempo llevabas planeando esto?

—Mucho, solo eso diré —le dedicó una linda sonrisa—. ¿Y bien? ¿No me vas a llevar a algún lugar?

—¿A dónde quieres ir, amor? —le dedicó una sonrisa ladina muy sexy, encendió la camioneta y soltó una exclamación de completo asombro al ver que no hacía ruido alguno al encenderla.

—Tengo ganas de un Hot Pot —sacó su celular—. Llamaré a Viktor para que nos escolten.

Yibo suspiró, lo había olvidado, ya no podían andar por las calles sin preocuparse por nada. Ya no estaban en Estados Unidos y ahora sí necesitarían seguridad de verdad, no solo vigilancia.

—O podríamos ordenar algo de cenar —sugirió Yibo.

—No, vamos a ir hasta el restaurante. Y tú conducirás.

Yibo sonrió como niño en plena mañana de navidad. Estaba muy feliz.

Muy a su pesar, el acoso hacia ambos había aumentado exponencialmente. Lo notaron cuando empezaron a ver que los paparazis los esperaban afuera de la colonia privada en donde estaba ubicado el dúplex. Eso los orilló a mudarse más pronto a su nuevo hogar, pues ahí había mucha más privacidad y un nivel más alto de seguridad.

Sin embargo, no solo era el problema de las cámaras esperándolos fuera de casa, no, ahora también se les complicaba el traslado de un set de filmación a otro, pues las motos los perseguían de cerca con el simple objetivo de fotografiarlos y vender esas imágenes.

Cada vez extrañaban más Los Ángeles y la deliciosa libertad que experimentaron durante ese mes de vacaciones. Añoraban el sol, la playa, la brisa marina y la comida; pero sobre todo: la libertad.

No obstante, el estrés del acoso, la mudanza y el trabajo, era completamente opacado cuando recibían actualizaciones sobre el desarrollo de su bebé.

El médico se comunicaba con ellos para darles detalles sobre cada consulta, y así sería durante toda la gestación. El embarazo apenas tenía unas semanas de haber iniciado, pero ellos ya estaban ansiosos por poder ver o escuchar a su bebé.

Poco antes de su aniversario, se mudaron definitivamente a su nuevo hogar, despidiéndose de ese dúplex que tanto amaban. Aun así decidieron conservarlo porque les serviría de escape cuando necesitaran un tiempo lejos de todos y de todo.

La nueva casa era una maravilla, se podía ver que invirtieron parte de su fortuna para construirla y amueblarla como era debido. Pero lo valía por completo, después de todo ahí iniciarían su familia.

Se sentían extraños con tanto espacio, pues estaban acostumbrados al pequeño dúplex que, a pesar de que era espacioso, no se comparaba en lo absoluto con esa hermosa residencia. En esta había incluso un pequeño estudio de baile para la comodidad de Yibo, tenían su propio gimnasio, una cocina de ensueño, una habitación principal con un vestidor digno de película, habitaciones para sus futuros hijos, para huéspedes y un jardín… un jardín extenso en donde jugarían con sus hijos en un futuro cercano.

Era un hogar digno de las dos figuras públicas más importantes del momento en toda China. Había lujo por doquier, y a pesar de ello se podía apreciar cierta calidez en los detalles, tales como algunas plantas que Xiao Zhan acomodó en el interior, o los legos de Yibo decorando algunas partes de la casa. Incluso había arte de Xiao Zhan colgado en las paredes, una muestra de ello era la pintura que le regaló en un cumpleaños a Yibo, esa en donde se veían sus dos siluetas caminando por la playa.

—¿Podremos tener sexo en la piscina? —preguntó Yibo luego de descubrir cómo se veía de noche con las luces del fondo encendidas, acompañadas por las luces sutiles del jardín.

—Sí.

—¿Y en el jacuzzi?

—También.

Yibo lo abrazó por detrás y apoyó el mentón en su hombro mientras lo rodeaba por la cintura con ambos brazos.

—¿Y frente a la chimenea?

Xiao Zhan rio.

—Vamos a estrenar cada sitio de esta casa teniendo sexo en él —aseguró el mayor. Eso emocionó a Yibo—. Pero no comenzaremos hoy, estoy cansado.

Yibo hizo un puchero bastante gracioso.

—Wang Yibo, son las dos de la mañana, apenas terminamos de acomodar la última caja de la mudanza, no hemos cenado y mañana tenemos trabajo a primera hora —se giró para mirarlo de frente—. ¿En verdad tienes energía para… oh —silenció al ver su rostro y entender que hablaba muy en serio, él sí estaba en ese modo.

Xiao Zhan no entendía la razón, pero su esposo llevaba varios días estando bastante horny.

—Bien —suspiró—. Lo haremos, pero yo iré abajo, tú harás el resto —le dio una suave nalgada y deshizo el abrazo para ir directo a su habitación.

Yibo se quedó ahí parado en medio del jardín, admirando su hermoso hogar y pensando en lo afortunado que era. La sonrisa estúpida que tenía en su rostro no se le borraba con nada.

Y a pesar de que Xiao Zhan había pedido ir abajo para no hacer nada porque estaba cansado… terminó empujando a Yibo sobre el colchón para sentarse sobre él y hacer el resto del trabajo por su cuenta, tal como le gustaba.

Lograron ajustar sus agendas apretadas para dedicarse a decorar la habitación de su bebé poco a poco.

Compraron muebles lindos y muy útiles, acomodaron la cuna previamente armada por Yibo, y en esta pusieron los hermosos muñecos de felpa que compraron en aquella visita tan caótica al centro comercial.

Un pequeño león y un conejo adornaban la cuna junto con unas bonitas sábanas verde menta.

—¿Los vas a acomodar aquí? —preguntó Yibo con curiosidad cuando lo vio poner los muñecos de Lan Wangji y Wei Wuxian sobre una repisa.

—Dijimos que algún día volverían a estar juntos.

Wang Yibo sintió un nudo extraño en la garganta al recordar aquel fatídico día en el que se separaron "definitivamente". Pocos momentos en su vida habían sido tan dolorosos como ese.

Atento como siempre, Xiao Zhan casi pudo adivinar lo que pasaba por la mente de su esposo, así que sin decir nada fue y lo abrazó. Le besó la mejilla y lo apretó contra su cuerpo.

—Le debemos mucho a esos personajes —murmuró Xiao Zhan, abrazando a su esposo por el costado y mirando la repisa.

Yibo asintió, estaba consciente de ello. Quizás si no hubieran interpretado esos papeles… no estarían ahí ahora.

—No, sí estaríamos aquí —aseguró Yibo—. Yo te hubiera buscado, recuerda que ya tenía tu WeChat.

—Ajá, pero lo tuviste por meses y no me mandaste mensaje. Tampoco te atrevías a hablarme en el set de filmación.

Yibo se sonrojó de manera casi infantil.

—Bueno, ya no importa —apretó con suavidad el trasero de su esposo—. Lo importante es que estamos aquí y ahora.

—Aquí y ahora —lo tomó del rostro y besó sus labios.

Luego de acomodar las tantas cosas que habían comprado para su bebé, se tomaron un merecido descanso yendo temprano a la cama.

Sin embargo, ninguno de los dos podía dormir. Y la curiosidad que compartían desde el primero de enero salió a flote:

—Zhan Zhan.

—¿Mnh? —lo tenía rodeado con un brazo mientras Yibo descansaba la cabeza en su pecho.

—¿Niño o niña?

—No importa lo que sea, solo quiero que esté sano.

—Lo sé, lo sé. Pero… ¿qué te gustaría que fuera? —murmuró en un tono cálido en medio de esa fría noche de invierno.

Xiao Zhan se quedó en silencio, pensándolo bien. Sentía que experimentaría un cargo de conciencia si decía lo que quería y luego nacía lo contrario.

—Anda, dilo —alzó la mirada y le sonrió al mismo tiempo que le picaba las costillas.

—Quiero una niña —admitió al fin.

—Lo sabía —rio—. Yo también quiero eso, y lo sabes desde hace años.

—Lo sé —suspiró—. ¿Y si es niño?

—De ser así espero que le gusten los vestidos.

Xiao Zhan alzó una ceja.

—Hoy compré… varios vestidos para bebé.

El mayor se echó a reír.

—¡Es que eran tan tiernos!

—No te culpo, ayer compré en línea un tutú rosa y unas medias para niña. Quizás lo use hasta que vaya a preescolar, pero no me pude resistir.

Ambos rieron con nerviosismo y emoción.

—¿Y si no le gusta el rosa? ¿Y si le gustan las niñas? —inquirió Yibo, repentinamente preocupado. Xiao Zhan casi rio.

—Sabes bien mi respuesta.

—Dila.

—La apoyaremos en lo que ella o él decida.

Yibo suspiró aliviado. Sabía que le respondía algo así, pero tenía que confirmarlo ya que nunca habían tocado el tema.

—¿En serio te preocupaba mi respuesta?

Yibo se encogió de hombros, dándole la razón.

—Wang Yibo, por favor —rio—. Los dos somos hombres, y estamos casados. ¿Acaso crees que me enojaré con nuestros hijos si deciden tener una pareja del mismo sexo?

—Tienes razón. Pero todo puede ocurrir.

—Tonto. Mejor durmamos, nos espera una semana larga de trabajo —suspiró.

—Ni me lo recuerdes —se acomodó de nuevo sobre el pecho de su esposo, pero a pesar de estar cómodo no lograba conciliar el sueño.

Luego de quince minutos Xiao Zhan se percató de ello.

—Sigues despierto… —murmuró con su voz algo ronca.

—Sí —suspiró—. Lo siento, no tengo sueño.

—¿Quieres que te prepare un té caliente? —se incorporó un poco.

Yibo de inmediato negó y lo arrastró de nuevo a la almohada.

—¿Puedo ser la cuchara grande? —murmuró, un poco avergonzado.

Esa pregunta tomó por sorpresa a Xiao Zhan, pero con una gran sonrisa se recostó sobre su lado derecho y se dejó abrazar por Yibo. Este inhaló y exhaló profundamente sobre el cuello de su esposo. Su aroma lo relajaba hasta niveles inimaginables.

—¿Mejor? —acarició el brazo de Yibo que estaba anclado a su cintura.

—Mucho mejor —soltó en un suspiro lleno de satisfacción. Frotó su rostro contra la nuca de Xiao Zhan y le dio una suave mordida que lo hizo reír—. Buenas noches, amor.

—Buenas noches, mi amor —besó su mano.

Yibo sintió mariposas en el estómago antes de que poco a poco el sueño lo invadiera. No tardó mucho en caer completamente rendido al sueño. Sentir el cuerpo tibio de su esposo entre sus brazos lo hacía relajarse.

Su bebé estaba cumpliendo las dieciocho semanas de gestación. El mes de abril había llegado más rápido de lo que imaginaron, y no podían estar más ansiosos por saber una cosa: el sexo de su hijo.

Mes tras mes el médico se comunicaba con ellos por videollamada para darles los avances del embarazo, para mostrarles las ecografías.

En el primer ultrasonido ambos se pusieron tan sentimentales que lloraron al ver esa mancha extraña en los estudios que les mandó el médico. Ni sabían con certeza qué estaban mirando, pero sabían que se trataba de su bebé, y eso bastaba para llenarlos de una gran felicidad.

Pero ahora que se cumplían las dieciocho semanas hicieron un espacio en sus apretadas agendas para viajar juntos a Los Ángeles y estar presentes en el ultrasonido donde les revelarían el sexo de su bebé, al fin.

Los llevaron a una sala muy similar a las que aparecen en series policíacas, pues a través de un "espejo" podían ver lo que ocurría dentro de la sala de chequeo, pero ellos no podían notar su presencia de ninguna manera.

Ansiosos, empezaron una videollamada grupal con sus padres desde el teléfono de Xiao Zhan. A esa llamada se unieron Mao y Fei Fei, quien ya cargaba a su pequeño bebé en brazos.

En la videollamada todos podían ver las expresiones ansiosas y emocionadas de los futuros padres, así que Mao no desaprovechó la oportunidad de grabar ese momento, sabía que quedaría para la posteridad y que Wen Pei y Na Jie querrían ver eso luego.

El ultrasonido comenzó, y lo primero que percibieron fue un ruido fuerte y rítmico.

—Eso que escuchan es el latir de su corazón —explicó la doctora que los acompañaba en la sala, era la otra médico que llevaba el caso.

Yibo se alarmó.

—Late muy rápido, ¿no?

—Es completamente normal —explicó ella, amable y feliz al ver sus reacciones. Xiao Zhan no dijo nada, estaba maravillado. Sus grandes ojos estaban más abiertos de lo normal, incluso parecían tener un brillo propio.

Y es que… estaban escuchando el corazón de su bebé, ¡de su hijo!

Ella iba interpretando poco a poco todo lo que el doctor le explicaba a la madre.

—El feto está completamente sano, el embarazo va muy bien. Tiene el peso y tamaño correcto. Y la salud de la madre es óptima.

Eso los tranquilizó más de lo que imaginaron. Y es que les creaba una gran ansiedad saber que una mujer al otro lado del mundo portaba en su vientre a su primer hijo. No sabían si se cuidaba, si comía bien, si estaba sana o no.

—Ahora está por revisar el sexo del bebé. ¿Alguna preferencia?

Ambos se miraron con complicidad, y sin soltarse de la mano dijeron al unísono:

—Niña.

Los tres ahí presentes guardaron silencio mientras el médico revisaba con atención. Se le estaba complicando ver con claridad, pues el feto estaba en una posición que dificultaba distinguir su género.

Luego de largos minutos, escucharon al doctor decir:

—Felicidades, es una niña.

Wang Yibo y Xiao Zhan pegaron un salto y gritaron de la emoción antes de abrazarse.

Las personas detrás de la videollamada no podían estar más felices, gritaron y lloraron con la misma emoción de los padres primerizos.

Su primera hija.

Aún entre lágrimas y con sonrisas de oreja a oreja, vieron cómo el médico tomaba una captura de pantalla del ultrasonido y la imprimía.

La mujer se limpió el gel del vientre ligeramente abultado, y fue ahí donde Xiao Zhan y Wang Yibo notaron cómo lo hacía, con cuidado y amor. Incluso ella se veía feliz por la situación, acariciando su pequeño vientre.

Eso los llenó de una inmensa paz, la mujer era buena, y se preocupaba por el bienestar del bebé, lo notaron cuando se vio preocupada preguntando por su salud.

—¿Van a mandarle fotos del ultrasonido a los padres? —le preguntó ella al médico.

—Lo haremos, aunque en este momento se acaban de enterar de todo —señaló la pared de espejo falso.

La mujer se asombró. Miró el espejo y sonrió.

—¿Puedo decirles algo? —le preguntó al médico y este asintió, curioso—. Solo quiero decirles que pueden estar tranquilos, me cuido día tras día, como saludable y hago ejercicio. Duermo las horas necesarias y procuro siempre el bienestar de la bebé. En verdad estoy ansiosa porque nazca y ustedes puedan completar su felicidad. Gracias por confiar en mí para llevar a su ser más amado.

Esas palabras desarmaron por completo al matrimonio y a todos los que estaban en la videollamada.

No tenían manera de responderle, así que le pidieron a la doctora que hablara con ella y le dieran gracias infinitas.

A partir de ahí ellos comenzaron a preguntarse si sería buena idea tener más comunicación con la madre. Hablaron con los médicos, no querían romper el contrato al revelar su identidad, tampoco se querían arriesgar a que, al saber ella sus identidades, se retractara y huyera. O cualquier otro desastre.

Así fue como el médico sugirió una excelente idea nunca antes implementada.

Necesitarían un teléfono exclusivo para comunicación con la madre. Así ella no sabría quiénes eran ellos, pero podrían mantenerse en contacto.

Todos estuvieron de acuerdo.

Ahí inició una hermosa relación entre ellos y la madre sustituta: Yulia.

Ella se sentía feliz de poder mantener al tanto a los papás de su bebé. Y ellos le agradecían mucho lo que estaba haciendo.

Y así, un día se animaron a tener una conversación por chat con Yulia.

No pudieron contener su curiosidad y le preguntaron el motivo de sus acciones, la razón por la cual era madre sustituta.

Y su respuesta los dejó sorprendidos.

Ella había sido concebida de esa misma forma.

Su papá era chino, y su otro padre era japonés. Ambos se amaban, pero hasta que ella nació dejó de ser ilegal ser homosexual en China. Sus padres se amaron desde muy jóvenes y vivieron en Japón para no correr riesgos legales en China. Después de un tiempo de "matrimonio" decidieron alquilar un vientre. Algo novedoso en esa época. No era fácil, ni mucho menos barato. Hicieron muchos intentos y no lo lograban. Intentaron con varias madres, y hasta el quinto intento hubo frutos y llegó ella a sus vidas.

Sus padres y ella ahora vivían en Los Ángeles y estaban legalmente casados. Ella también tenía una esposa y una hija biológica.

Había decidido ser madre de más hijos como agradecimiento a la vida por haber logrado existir a pesar de las dificultades, pero no quería tener más hijos propios. Así que decidió que regresaría un poco a la vida de lo que esta le dio a ella y a sus padres: traería al mundo a los hijos de aquellos que no podían hacerlo.

Parte de su requisito para elegir a unos padres era que fuesen del mismo sexo. Lo hacía como agradecimiento a aquella mujer que aceptó darle una hija a sus papás.

Además, aún en la actualidad los padres homosexuales eran los menos seleccionados para el alquiler de un vientre.

Esa conversación los dejó sorprendidos y al mismo tiempo muy tranquilos. Su hija estaba en buenas manos.

La relación entre ellos tres iba muy bien. Sus horarios no coincidían mucho, y no querían despertarla porque sabían que necesitaba dormir, así que se respondían en diferentes horarios.

Excepto un día…

Era de madrugada en Beijing. Wang Yibo y Xiao Zhan dormían juntos luego de varias semanas de separación debido a sus compromisos. Y justo esa noche recibieron una ráfaga de mensajes en ese teléfono exclusivo para Yulia.

Al reconocer el tono de notificación, Xiao Zhan fue el primero en despertar y leer los mensajes con miedo de ver malas noticias.

Leyó el mensaje y se alarmó más. Tuvo que tallarse los ojos para estar seguro de lo que leía.

"Sé que es tarde allá y probablemente estén durmiendo. Pero si ven esto, acepten una videollamada, por favor".

De inmediato fue hacia su esposo y lo zarandeó hasta lograr que despertara.

—¿Qué sucede? —preguntó de mala gana, cansado.

—Es Yulia, quiere hacer videollamada con nosotros.

Eso logró espabilar por completo a Yibo.

—Acéptala.

Ansiosos y preocupados, iniciaron el videochat, donde al principio la cámara de ambos estaba apagada, solo podían escuchar la voz de Yulia.

—No se asusten, todo está bien. Gracias por aceptar la llamada a pesar de la hora, pero es que… quería mostrarles esto.

Activó su cámara y ahí estaba, su lindo vientre mucho más abultado que el día de la revelación del sexo.

—Empezó a moverse, nunca antes lo había hecho —explicó con emoción.

Mantuvo el enfoque de la cámara. Xiao Zhan y Wang Yibo se tallaban los ojos intentando ver con claridad, y entonces lo notaron.

—Oh wow —se espantó Yibo al ver cómo se movía—. Eso se ve terrorífico.

Xiao Zhan se echó a reír, estaba de pronto muy feliz.

—Lo es, es terrorífico, pero maravilloso —suspiró con emoción contenida.

Afortunadamente el micrófono estaba desactivado, así que ella solo podría leer los mensajes que le mandaban.

O quizás no…

—Es un poco terrorífico, sí —estuvo de acuerdo Yulia.

Ambos se llevaron una mano a la boca. Su micrófono no estaba apagado.

—Lo siento, no quise decir eso —se disculpó Yibo de inmediato.

—Pero es que tienes razón, además, se siente extraño.

—¿No duele? —inquirió ahora Xiao Zhan, curioso.

—No, es una sensación extraña, pero maravillosa —soltó una risa cantarina.

Hasta ese momento fueron conscientes de que era la primera vez que se comunicaban verbalmente, y no solo eso, sostenían una conversación en su idioma natal.

Hicieron a un lado el hecho de que ahora ella conocía sus voces y podría relacionarlos con su verdadera identidad. Y mejor se enfrascaron en una larga conversación sobre cómo iba el embarazo.

Ella era tan dulce y accesible que Xiao Zhan y Yibo le tomaron confianza muy pronto.

Era imposible no tenerle cariño si se había tomado la molestia de hacerlos formar parte de las primeras patadas de su hija.

A partir de esa noche, las videollamadas se hicieron más frecuentes, en especial cuando los dos estaban libres de trabajo, lo cual era cada vez menos frecuente.

—Serán unos excelentes padres —les dijo ella cuando se tomaron el tiempo de mostrarle un vistazo de lo que sería la habitación de su pequeña.

—¿Algún consejo para estar preparados? —pidió Xiao Zhan, a sabiendas de que ella ya tenía una hija.

Yulia soltó una risa agradable.

—Nunca se está realmente preparado.

Tenía toda la razón.

—Pero sé que lograrán enfrentar cualquier circunstancia. Me dan la impresión de que son una pareja muy unida. ¿Cuánto tiempo tienen de novios?

Ambos rieron.

—Estamos casados.

—¿Ya es legal en China? —se asombró.

—No, pero nos casamos en otro país en el que sí lo es. Cuando lo sea aquí, lo haremos.

—Cuando lo sea, mis padres irán a casarse allá de inmediato.

—Nosotros también —rieron.

—¿Y ya tienen opciones para nombres de bebé?

—¡No nos decidimos aún!

—No, más bien tú tienes una lista muy larga —se quejó Xiao Zhan.

—Y ninguno te gusta.

—Es que ninguno es demasiado bueno, tiene que ser único y especial.

Mientras "discutían" ninguno se dio cuenta de la expresión llena de cariño que tenía la mujer. Se sentía tranquila al ver a qué tipo de hogar iría a parar la bebé.

El tiempo transcurría con tranquilidad, demasiada tranquilidad. Ambos se morían porque ya naciera su hija. La relación entre ellos tres se hizo estrecha, y a veces tenían ganas de revelarle su identidad, pero se contenían. Le tomaron tanto cariño que le mandaban obsequios de vez en cuando. Los enviaban a la clínica en el hospital, y sus médicos se encargaban de hacérselos llegar. Ella estaba sumamente agradecida y por un momento se negó a aceptarlos, pero ellos insistieron, ganándose el cariño y gratitud de ella.

En algunas ocasiones Yulia se daba cuenta de que solo estaba uno de ellos. Lo que no sabía era que estaban tan ocupados que se turnaban el teléfono. A veces se lo llevaba Xiao Zhan, a veces se lo llevaba Wang Yibo.

Pero eso sí, cada mes hacían videollamada sin falta con el médico y Yulia presentes. Cada consulta mensual les era transmitida para saber el estado de salud de su pequeña.

Estaban felices al ver que tenía una salud perfecta, y que el embarazo iba de maravilla.

Cada día al despertar lo primero que miraban era un portarretrato en la pared frente a su cama. En él estaba la captura del ultrasonido en donde les dijeron que su hija sería niña.

Parecía una insignificancia, pero ver esa imagen cada mañana al despertar les daba una motivación aún mayor para soportar sus largas jornadas de trabajo.

Con el paso de las semanas se dieron cuenta de que no había nada más qué hacer que esperar la llegada de su hija.

Ya habían hecho todas las compras correspondientes (y de más) y estaban listos para su llegada. O al menos lo estaban en cuanto a equipo y cosas para bebé, porque ellos se sentían unos totales incompetentes.

A raíz de eso tomaron la costumbre de leer antes de irse a la cama. Y a diferencia de sus antiguas lecturas que involucraban mangas, novelas, etc., ahora leían libros sobre crianza y paternidad.

Aunque no sabían si se sentían más tranquilos o más aterrorizados, pues en sus lecturas descubrieron la facilidad con la que un bebé podía morir.

Un bebé podía morir incluso mientras dormía. Eso les robó el sueño al instante.

Tenían mucho miedo. ¿Y si lo hacían mal?

—Te ves muy bien —lo elogió mientras le presumía el nuevo atuendo de la serie que grababa.

—¿Tú crees? —Xiao Zhan seguía avergonzándose cada vez que su esposo lo elogiaba. No era bueno recibiendo halagos, y los de Yibo no eran la excepción.

—No lo "creo", estoy seguro —lo miraba por la pantalla de su teléfono, pues estaban a miles de kilómetros uno del otro—. Me recuerdas a Wei Ying —sonrió—. Pero más maduro, y con aires de villano.

Xiao Zhan rio.

—Me gustas —dijo de pronto Yibo. Eso conmovió a Xiao Zhan—. Y te extraño.

—Oh amor, yo también te extraño —suspiró—. Terminaremos las grabaciones muy pronto, volveré a casa y pasaremos un par de días juntos antes de mi siguiente viaje.

—¿Sí irás a Singapur?

—Sí —el rostro de Xiao Zhan brilló por la emoción. Era la primera vez que visitaría el país y estaba feliz por ese viaje—. Solo estaré un par de días ahí.

—Bien, de todas formas ya logré que nuestros calendarios coincidan. Será un fin de semana muy corto antes de que te vayas a Singapur, pero lo haremos rendir.

—No saldremos de la cama.

—No —sonrió de lado, y es que descansar no era precisamente lo que harían.

—¿Estás en casa en este momento?

Yibo asintió y le mostró el tazón de cereal con leche que se estaba comiendo. Su cabello seguía húmedo por la reciente ducha que tomó.

—¿Día largo de trabajo? —preguntó el mayor, tomando asiento en el incómodo sillón de su camerino.

Yibo se encogió de hombros.

—No, pero sí aburrido. He estado teniendo más tiempo libre del que imaginé.

Y eso era lo peor, tener tiempo libre cuando su amado estaba lejos era una tortura.

—Oh mira —Yibo le mandó un archivo a su esposo—. Yulia mandó este video.

Xiao Zhan lo abrió y se conmovió al ver lo inquieta que era su pequeña.

—Me da un poco de pena por Yulia —admitió Xiao Zhan.

—A mí también, si yo fuera mujer no sé si me atrevería a embarazarme.

Xiao Zhan se quedó pensativo unos momentos y Yibo seguía comiendo su cereal en silencio.

—Ge Ge —lo llamó con la boca llena.

Una gran sonrisa apareció en la expresión de Xiao Zhan.

—Hace mucho que no me llamabas así.

—¿En qué tanto piensas?

—En cómo te verías embarazado —rio—. Y créeme, te ves muy gracioso en mi mente.

—Tonto.

Xiao Zhan suspiró.

—Me tengo que ir, debo cambiarme para regresar al hotel.

—¿Cenaste?

—Lo haré llegando a mi habitación.

—¿Me puedes mandar mensaje cuando llegues?

—Sabes que siempre lo hago —se acercó a la cámara y le dedicó una linda sonrisa. Yibo correspondió con otra igual de tonta—. Te amo.

—Te amo —acarició la pantalla del teléfono sin que Xiao Zhan se diera cuenta.

¡Cuánto deseaba poder acariciar su piel en vez de ese cristal!

Terminaron la llamada, y unos minutos más tarde Yibo recibió un mensaje de su esposo diciéndole que ya había llegado a su habitación de hotel.

Pero a ese mensaje le siguió una foto.

—Eres malvado, Xiao Zhan, malvado… —murmuró al abrir el archivo y descubrir que era una foto que se tomó su esposo frente al espejo del baño.

Traía solo una toalla rodeando sus caderas. Esta se veía tan frágil que estaba seguro de que podría arrancársela con un leve tirón.

No le podía ver el rostro, pues la mano de Xiao Zhan con el teléfono intervenía, protegiendo así su identidad ante cualquiera que pudiera verla, pero no ante él, porque Wang Yibo reconocería cada centímetro de esa piel, cada lunar, peca, cada músculo.

Suspiró.

Miró su torso y sus brazos, y sin poder evitarlo se mordió los labios. Siempre había amado a Xiao Zhan en todas sus facetas, pero debía admitir que en ese momento estaba en su mejor condición física. Tan masculino, tan sensual. Él se perdió varios minutos mirando esa fotografía y cómo su largo cabello ya le llegaba al inicio de los hombros, rebelde como siempre.

Bajó la mirada hasta llegar a su ombligo…

Prácticamente salivó al ver ese sendero de vellos que tanto amaba.

Si tan solo pudiera meterse en la foto y arrancarle la toalla. Cuánto deseaba tener ese súper poder.

—Enciendes el boiler, y no te metes a bañar. Zhan Zhan eres tan cruel con tu pobre esposo.

—¡Lo siento! —se avergonzó de verdad, pues lo entendía.

—Me lo compensarás cuando vuelvas a casa.

—Tenlo por seguro. Tengo que tomar una ducha y dormir. ¿Charlamos mañana?

—Sí. No olvides cenar.

—No lo haré.

Se despidieron como de costumbre y cada uno se fue a dormir. Pero Yibo simplemente no lograba conciliar el sueño.

Tomó la almohada de su esposo y la abrazó, buscando así suplir un poco su ausencia. Pero no funcionó, no en casos como ese en los que tenía una erección a tope bajo su pijama.

Fastidiado, recurrió a la autosatisfacción, pues no vería a su amado en semanas y él ya no aguantaba más.

Sin embargo, terminó con un amargo sentimiento en su pecho al culminar. Su erección se había ido, pero su necesidad de Xiao Zhan no.

—Eres un cursi idiota —se dijo a sí mismo, acostado bocabajo con la cara enterrada en la almohada.

Odiaba ser tan dependiente de alguien, pero no lo podía evitar, ya no.

¿Y si le daba una sorpresa a Xiao Zhan y lo visitaba en Mongolia así como él lo visitó en el desierto?

No… no podía hacerlo. Su propia agenda estaría atiborrada de compromisos gracias a los favores que tuvo que hacer a cambio de tener libre el fin de semana en el que Xiao Zhan estaría de descanso.

Serían dos semanas muy largas. Se sentía un poco solo y en ocasiones llegaban a él muy malos recuerdos.

Aún había situaciones de su vida que no lograba superar del todo. Una de ellas era el miedo irracional a experimentar el mismo dolor emocional de aquella época oscura en su vida, cuando él y Xiao Zhan se separaron de verdad.

¿Era normal tenerle miedo a un sentimiento? Porque él sentía terror con solo recordar cómo se sentía.

Y el hecho de estar solo en casa no ayudaba.

Así que terminó aceptando más compromisos para mantener la mente ocupada.

Uno de esos proyectos "cortos" involucraba a nadie más y a nadie menos que a… Li Qin.

—¿Hablas en serio? —rio Xiao Zhan sin poder creer la noticia.

—Sí, no es una broma. Ella será la pareja del protagonista.

—Y el protagonista es…

—Yo.

Xiao Zhan no lo podía creer.

—Nunca he tenido la oportunidad de convivir con ella, será interesante.

—¿Qué planeas? Esa expresión que tienes me da un mal presentimiento.

Yibo se echó a reír. ¿Tan bien lo conocía?

—Le voy a preguntar quién besa mejor.

—Yibo, no —se puso muy serio. Y es que eso solo quería decir que Yibo la besaría en serio solo para ganar esa inexistente competencia.

—Yibo, sí —rio Wang Yibo.

—¡No es justo! Yo comía atún y cosas desagradables antes de besarla. ¡Lo hacía por ti! ¿Y tú la vas a besar en serio?

Sorprendente. Xiao Zhan no estaba bromeando, de verdad le estaba afectando ese hecho.

¿Acaso estaba celoso?

Wang Yibo no pudo evitar conmoverse, pero adoraba molestarlo, así que…

—Me aseguraré de usar enjuague bucal antes de cada beso. Y si hay escena íntima matrimonial, también. Oh… podría añadir un poco de lengua a… —silenció al ver la expresión de su esposo.

Había fruncido el ceño de tal forma que Yibo supo que ya estaba pisando la raya que delimitaba la paciencia de su amado.

—Cuando termines de grabar le preguntaré quién besó mejor, tú o yo. Estoy seguro de que debe recordar nuestros primeros besos hace tantos años.

—Idiota.

—Tú empezaste, Wang Yibo.

—Ya, no te enojes —rio.

Xiao Zhan suspiró y no dijo nada más.

—¿Estás cansado? —preguntó Yibo sin tono de burla ni broma.

—Un poco —admitió con una sonrisa triste—. No sabes cuánto desearía poder dormir contigo esta noche.

—¿Andas horny?

—No precisamente. Me haces falta en la cama para poder dormir bien —admitió al fin antes de soltar un gran bostezo.

Yibo se enterneció y decidió dejarlo descansar.

Luego de la larga espera, el fin de semana tan anhelado llegó. Yibo había movido cielo, mar y tierra para tener completamente libre ese par de días. Extrañaba a su esposo y no se le separaría ni un momento.

Xiao Zhan llegaría el sábado a primera hora por la mañana. Viktor, su mejor guardaespaldas lo escoltaría hasta la puerta de su hogar junto con más equipo de seguridad.

Yibo se despertó muy temprano con el ánimo a tope. Escuchó música alegre desde que se levantó de la cama, mientras se bañaba y también cuando preparaba el desayuno para recibir a su amado esposo.

Sonrió como idiota al darse cuenta de que aún sentía mariposas en el estómago al pensar en Xiao Zhan.

Puso la mesa, dejó la cafetera encendida y subió a su habitación para echarse un vistazo a sí mismo, quería verse bien para él.

Se cambió de ropa un par de veces hasta que se sintió cómodo y lo suficientemente atractivo para Xiao Zhan. Peinó un poco su corto cabello y utilizó su perfume favorito.

Cuando todo estuvo listo fue a la sala a esperar.

Esperó, y esperó, y esperó…

Miró el reloj y comenzó a preocuparse. El café y desayuno ya estaban fríos.

No esperó más antes de mandarle un mensaje.

—Zhan Zhan, ¿está todo en orden?

Los mensajes no le llegaban. Decidió llamarlo, pero las llamadas no entraban.

Se angustió.

Fue hasta el medio día cuando recibió una llamada.

—¿Estás bien? —preguntó de inmediato al responder.

—Hola, amor. Estoy bien, perdóname por no comunicarme antes, no tenía señal, estuvimos atascados en la carretera y a penas vamos para el aeropuerto.

—Oh… ¿Sigues en Mongolia?

—Sí, lo siento.

—No, no te preocupes. Lo importante es que estás bien —suspiró con alivio—. ¿Por qué salieron tan tarde? Pensé que estarías llegando al aeropuerto muy temprano.

—Nos detuvieron para una entrevista y todo se atrasó, incluso nos cambiaron el vuelo. Estaré llegando a casa probablemente en la noche.

—Entiendo.

—En verdad lo siento —suspiró, se escuchaba lleno de culpa.

—Está bien, Zhan Zhan, no hay problema —se sentó a la mesa y comenzó a comer el frío desayuno, desganado. Su inmensa felicidad se vio drenada de pronto.

—Wang Jie.

—¿Mnh? —estaba masticando.

—Estás molesto conmigo, ¿no es así?

—Sí.

Su brutal honestidad estremeció a Xiao Zhan.

—¿Cómo puedo compensarlo?

—Te haré pagar cuando llegues esta noche.

Xiao Zhan por primera vez no supo distinguir si estaba bromeando o si iba muy en serio. Así que optó por una respuesta que era infalible en situaciones así.

—Quedo a tu merced.

Una sonrisa ladina y malvada apareció en el rostro de Yibo, pero el otro no lo vio.

¡Pero claro que se iba a vengar!

Conseguir ese fin de semana libre le había costado mucho trabajo, se había esmerado en el desayuno, y peor aún: su desilusión dolía terriblemente.

Quizás estaba siendo dramático, sí, lo sabía.

Pero no le importaba.

Yibo se quedó esperando por su esposo todo el día. No tuvo ánimos de hacer otra cosa más que tumbarse a ver televisión en la sala hasta que se quedó dormido.

Despertó hasta la noche. Miró su reloj con espanto al darse cuenta de que ya eran las diez y Xiao Zhan aún no llegaba.

Estaba a punto de llamarlo, pero el ruido del portón principal abriéndose lo alertó. Se asomó por la ventana y lo vio atravesar el jardín acompañado de Viktor, quien le ayudaba con sus maletas y lo acompañaba hasta la puerta principal.

—Gracias por todo, Viktor, descansa —se despidió amablemente de su mejor guardaespaldas y entró al fin a su hogar.

Se desconcertó al no ver ni una luz encendida.

—¿Yibo? —inquirió en medio de la penumbra, buscando el interruptor de la luz del recibidor, pero fue asaltado por unos brazos que lo apresaron con firmeza.

No tuvo que prender la luz para saber de quién se trataba. Su deliciosa loción llegó a su nariz de inmediato.

—Te extrañé, idiota —le dijo antes de besar su boca con hambre atrasada.

Xiao Zhan se dejó hacer al sentir la necesidad en esos besos que muy pronto bajaron a su cuello. Soltó las maletas en el recibidor y dejó que su esposo lo guiara al primer sillón que alcanzaron.

La urgencia que tenía Yibo era palpable, pues se sentó en el sillón y arrastró a Xiao Zhan a su regazo sin delicadeza. Al pobre hasta se le fue el aire cuando cayó sentado a horcajadas sobre él.

—¿Estás bien? —se detuvo a preguntar solo un segundo, pero cuando Xiao Zhan asintió, Yibo asaltó sus labios una vez más.

Le quitó el suéter con prisa, y sonrió maliciosamente al ver que no traía nada debajo de este.

Acarició sus costados y descendió las caricias hasta llegar a su trasero, apretándolo sin delicadeza.

Xiao Zhan se asombró al sentir la excitación de Yibo tan pronto. Recargó el mentón sobre su hombro y lo abrazó, dejándose besar el cuello y acariciar el trasero.

Algo desesperado, Wang Yibo metió las manos bajo el pantalón y ropa interior, amasando a su completo antojo.

—Vamos a la habitación —pidió Xiao Zhan en un susurro.

La piel de Yibo se erizó, pero no accedió. Él tenía otros planes, ahí y ahora.

Tumbó a Xiao Zhan contra el sillón y se recostó sobre él, aplastándolo e impidiendo su escape.

Se miraron a los ojos aun entre la penumbra. El mayor se estremeció al ver esa pasión en el rostro de su esposo, esa expresión que tenía cuando quería tomar el control.

Se sintió temblar como gelatina. Le gustaba. Necesitaba soltar las riendas y dejarse llevar.

—Quiero hacértelo —lamió la oreja de Xiao Zhan, sonriendo al escucharlo gemir por esa acción.

—Estoy a tu merced —repitió, suspirando y colgando ambos brazos de la nuca de Yibo—. Pero vamos a la cama.

—No —comenzó a bajarle el pantalón con todo y ropa interior.

—Yibo… —se quejó.

—No.

—Pero… —fue interrumpido por una lengua que acariciaba sus labios de una forma bastante lasciva y excitante.

Lo que sea que fuera a reclamarle, se le olvidó cuando sintió esa lengua dentro de su boca, peor aún cuando la mano grande y cálida de Yibo ya se encontraba en su entrepierna, haciéndose cargo de su miembro.

Xiao Zhan se retorció un poco bajo el cuerpo de su esposo. Estaba completamente desnudo, a diferencia de Yibo, este se dio cuenta de ello y se separó de Xiao Zhan solo un momento para desnudarse y volverse a echar sobre él.

—Yibo… —murmuró mientras lo abrazaba y recibía sus caricias.

—¿Mnh?

—¿Podemos ir a la cama? Por favor —pidió con una dulce sonrisa a la que Yibo no se pudo negar.

Se levantaron del sillón, completamente desnudos, y tomados de la mano subieron hasta su habitación.

—¿Estás bien? —preguntó Yibo al notar que caminaba un poco más lento.

—Sí —dijo, muy seguro. Eso bastó para que el menor lo empujara a la cama.

Xiao Zhan cayó de espaldas al cómodo colchón y soltó un suspiro enorme de satisfacción por estar al fin en su cama.

—¿Qué? —preguntó al sentir la mirada de Yibo recorriéndole todo el cuerpo.

El aludido se recostó a su lado, con su cuerpo pegado al de él, y entonces le dedicó una sonrisa llena de maldad, Xiao Zhan se estremeció de solo mirarlo.

Entonces Yibo extendió su mano a uno de los pectorales de su esposo y lo apretó a su entero antojo.

—Ya te habías tardado —suspiró con resignación.

—Sabes que me encantan —se posicionó sobre él con cuidado de no aplastarlo con su peso.

—Lo sé.

—Fuiste muy cruel al mandarme esas fotos.

—Lo sé, lo siento —se cubrió el rostro, repentinamente avergonzado.

—No te disculpes. Dije que me vengaría… —deslizó un dedo desde su esternón hasta su ombligo—…y pienso hacerlo esta noche —sonrió de lado al ver cómo la piel de Xiao Zhan se erizaba ante su tacto, vio también cómo su pecho subía y bajaba más rápido. Ya estaba agitado y apenas lo estaba tocando.

Él estaba en la misma situación, y para llegar a ella solo bastaba ver el hermoso cuerpo que tenía debajo del suyo: desnudo, cálido, suave y tremendamente sensual.

—Yibo. Me duché hace casi veinticuatro horas. Estuve mucho tiempo en el aeropuerto, hacía calor, yo… —silenció cuando el otro enterró el rostro en su cuello e inhaló profundamente—…no hagas eso —se avergonzó e intentó alejarlo, pero no pudo.

—¿Qué me vas a decir? ¿Que sudaste y que necesitas un baño? —soltó una risa grave—. No me interesa —lo miró a los ojos, apoyando su peso en ambas manos, una a cada lado de la cabeza de Xiao Zhan, sobre el colchón.

El mayor tragó en seco y su corazón se aceleró.

—Sabes que adoro tu aroma —volvió a acercar su rostro al cuello de Xiao Zhan. Este soltó una risa cantarina.

—Me haces cosquillas —le empujó la cara a un lado con su mano—. Que sucio, Yibo, que sucio —se burló, pero el aire se le atoró en la garganta cuando se frotó contra él, moviendo las caderas contra las suyas.

Wang Yibo no pudo mantener su papel de "malo". Estaba molesto por su retraso, pero no pudo permanecer enojado, no después de escuchar su risa y de sentir su aroma. Mucho menos luego de ver el amor con el que lo miraba.

Wang Yibo era débil ante él, nunca había logrado resistirse a encantos que ni siquiera el mismo Xiao Zhan sabía que tenía.

No hubo cavidad para más palabras, Wang Yibo estaba al borde de la locura por la abstinencia, y aunque Xiao Zhan no parecía tan necesitado como él, sabía que se encontraba en la misma situación al sentir su erección dura.

No requerían más preámbulos. Necesitaban culminar esa pasión que los venía asfixiando desde hace semanas.

Wang Yibo se alejó del cuerpo de Xiao Zhan solo para alcanzar su mesita de noche y sacar del cajón el lubricante que siempre usaban. Pero se encontró con un pequeño inconveniente.

—¿Tienes condones? —le preguntó mientras rebuscaba entre sus cosas.

Xiao Zhan ni siquiera se molestó en levantarse a buscar, se giró sobre su costado y miró cómo su esposo buscaba con desesperación un preservativo.

—Hazlo así —soltó un largo bostezo y cerró los ojos por un momento.

—¿Estás seguro? —seguía buscando.

—Sí, ven aquí —palmeó el espacio a su lado.

Yibo lo miró y su corazón dio un vuelco de emoción. Se veía tan hermoso, tan sexy y tan inalcanzable.

Su perfecto cuerpo completamente desnudo, descansando sobre uno de sus costados. Su cabello ya revuelto y esa expresión adorable que tanto amaba desarmaron por completo a Wang Yibo.

Mandó todo al carajo y se echó sobre él como león a su presa.

Xiao Zhan soltó una risa cantarina al sentir su peso encima y esos besos en su cuello tan adorables.

Bastaron un par de besos y caricias más para sentir que no era suficiente solo con eso.

Yibo tomó el lubricante y bañó su dedo medio y anular con él antes de llevarlos a la entrada de Xiao Zhan luego de abrir sus piernas gentilmente. El mayor se sentía nervioso y agitado como si no hubiesen hecho eso mil veces ya.

Dos dedos intentaron abrirse paso dentro de él, pero Xiao Zhan pareció incómodo.

—Solo uno —pidió en voz baja.

Yibo no dijo nada, pero le hizo caso e introdujo solo el dedo medio. Sin embargo...

—¡Yibo! —se quejó al sentir que ya no solo era uno. Cubrió su rostro con ambos brazos.

—No me digas que no lo aguantas, por favor, haz aguantado cosas peores.

Al escuchar el tono sarcástico, Xiao Zhan se quitó los brazos de la cara y lo miró con asombro. Era sarcasmo puro.

—¿Estás molesto? —preguntó de pronto, dejando de lado la excitación. El menor le dedicó una corta mirada antes de volver a lo suyo—. Yibo… —insistió al no obtener respuesta, pero su mente quedó en blanco cuando sintió que acariciaba algo dentro de él que lo convertía en un manojo de gemidos y suspiros.

Yibo sonrió con malicia. Hacerle eso a su esposo era como oprimir un botón para tenerlo bajo control.

No pasó mucho antes de que el menor se acomodara mejor entre sus piernas, listo para penetrarlo. Tuvo el reparo de al menos poner un poco más de lubricante antes de continuar, Xiao Zhan se lo agradeció en silencio, incitándolo a echarse sobre él de una vez por todas.

—Ven —extendió sus brazos y recibió a Yibo entre ellos.

Llevó su miembro directamente hacia la entrada de Xiao Zhan, se empujó suavemente contra él y miró con atención cada expresión que su esposo hacía al sentirlo abrirse paso dentro de él. Observó con orgullo cómo sus cejas se juntaban en un gesto lleno de placer, cómo sus labios entreabiertos dejaban ver un poco sus dientes al mismo tiempo que apretaba la mandíbula, y cómo su espalda se arqueaba durante un gemido largo y sensual.

La primera penetración fue tan tortuosa que el pobre de Xiao Zhan se aferró a la espalda de Yibo, dejando sus dedos marcados en ella.

Muy pronto la habitación fue inundada con gemidos ruidosos y uno que otro gruñido por parte de Yibo, pues este sentía que se correría en cualquier momento.

Pero no quería acabar tan pronto, así que se concentró en darle placer a su esposo masturbándolo un poco. Para su sorpresa eso fue más que suficiente para que Xiao Zhan alcanzara su orgasmo, dejando un desastre escurriendo por su mano y a lo largo de su propio vientre.

No quiso quedarse atrás, dejó caer todo su peso sobre él y comenzó a embestirlo sin cuidado ni reparo, buscando alcanzar su propio clímax, besando y mordiendo el cuello de su amado hasta que alcanzó su objetivo.

Jadeante y con ganas de más, apretó el cuerpo del amor de su vida con ambos brazos, frotó la frente y el rostro en su cuello, con amor, casi como un cachorro buscando cariño, pero cuando alzó la mirada se llevó una enorme sorpresa.

Xiao Zhan estaba profundamente dormido.

No supo cómo reaccionar o sentirse al respecto. Nunca se había quedado dormido durante el sexo, menos después de no haberse visto por semanas.

Permaneció inmóvil y pensativo por largos minutos hasta que se dio cuenta de que no era ninguna broma, Xiao Zhan incluso roncaba.

Experimentó un amargo sentimiento en su pecho. Se sentó en su lado de la cama y miró a Xiao Zhan con una expresión pensativa.

No puedo enojarme por esto, está cansado, es más que evidente —pensaba, pero eso no evitaba que su orgullo se viera afectado, peor aún: tuvo unas extrañas ganas de llorar.

¿Qué demonios le estaba ocurriendo?

Cubrió a Xiao Zhan con las sábanas, apagó la luz y se fue a tomar un baño en la tina. Cuando volvió a su habitación ya había transcurrido casi una hora, Xiao Zhan ya dormía en su habitual posición abrazando una almohada, la cual resultó ser la de Yibo. Este suspiró, se metió bajo las mantas y durmió sin buscar más contacto con él.

Sin embargo, no pasó mucho antes de que Xiao Zhan buscara su cuerpo entre las sábanas, solo para abrazarlo y murmurar cosas no entendibles.

Idiota —pensó, dejándose abrazar por ese hombre al que había extrañado tanto.

Continuará…

¡Hola, pastelitos!

Lo sé, lo sé. En la vida real Wang Yibo sí es embajador de Audi, y Xiao Zhan solo lo fue de una línea específica de autos de la marca. Pero en este fic lo modifiqué utilizando magia de escritora.

Tuve que cortar el capítulo aquí para evitar que fuese tan largo. El próximo estará en línea en unas horas o más tardar mañana temprano.

Espero que hayan pasado una muy bonita navidad, y que tengan un excelente fin de año.

Gracias por acompañarme en este largo viaje (4 años ya). Cuando finalice el fanfic no sé cómo superaré el trauma de no escribir más sobre estos dos mensos en esta historia. (Mentira, estoy segura de que escribiré muchos extras). Jajaja

Las quiero! Les mando un fuerte abrazo virtual.

28/12/23