Cuartel general enemigo. Quince minutos antes:

Soldado: - General. Las fuerzas del enemigo han logrado superar nuestra primera línea de defensa. - Informaba un nervioso mensajero.

Al interior del cuartel general de las fuerzas de la humanidad, un selecto grupo de oficiales de alto rango estaban reunidos intentando coordinar una defensa desesperada. Pero la situación era muy desfavorable para ellos.

General: - ¿Tan pronto? -

Coronel: - Esto no es bueno. ¿Cómo demonios una horda tan grande de pieles verdes pasó los mundos fortaleza y llegó hasta aquí? Eso no tiene sentido. -

General: - Eso ahora carece de importancia. Tenemos que detenerlos de algún modo. No podemos dejar que lleguen a la segunda línea o nuestra artillería sufrirá bajas. -

Coronel: - Eso ya es demasiado tarde. Solo es cuestión de minutos antes que esos bastardos nos alcancen. Debemos retirarnos. -

General: - ¿Retirarnos? ¿A donde? -

Coronel: - A la ciudad. - Respondió pétreo como una piedra.

General: - ¿Acaso ha perdido el juicio? No podemos involucrar a los civiles en esto. -

Coronel: - En este punto ya no tiene sentido preocuparse por eso. Si nos derrotan los civiles tendrán la misma suerte. -

Comisario: - Estoy de acuerdo. Debemos armar a cada ciudadano que pueda empuñar un rifle. ¡Qué defiendan su suelo como si fuera la Santa Terra! -

De los cuatro oficiales, tres de ellos debatían si eso era correcto. El general sabía que contar con civiles podría ser peligroso incluso para sus propios aliados. Un inexperto armado era tan peligroso como una granada sin seguro. Pero aún así, había uno de los presentes que aún no había dicho una palabra.

De pronto, aquel que se manteníua en silencio de puso de pie, llamando la atención de todos los presentes. Su aspecto era muy peculiar, uno que cuya mera presencia invocaba la mente fría y la disciplina.

General: - Comandante Tairon General: - Comandante Tairon. ¿Ocurre algo? -

Tairon: - La guardia de Krieg no... retrocederá. - Dijo con una voz sombría que apenas se escapaba de su inconfundible máscara. - Lideraré mis tropas... en el frente. Corred o quedarse... Esas es su decisión. Me... Me retiro. -

Y así, el oficial al mando del destacamento de las tropas de Krieg que apostados en ese planeta salió de la habitación, dejando a cada uno de los presentes con opiniones diferentes.

Coronel: - Esos tipos de Krieg están locos. Lanzarse a una batalla perdida. -

Comisario: - Es un acto heróico. Que su gloria lo lleve con el Emperador. -

Coronel: - Lo único a lo que lo llevará es a una muerte segura. General... ¿Cuales son sus órdenes? Se nos acaba el tiempo. -

General: - Retirada. - Dijo tras un momento de pausa. - Que el sacrificio de la guardia de Krieg nos de el tiempo suficiente para reforzar la ciudad. Y que la luz del emperador esté con nosotros. -

Comisario/Coronel: - Que la luz del emperador nos guie. -

Actualidad. Del otro lado del campo de batalla:

Orko: - Ze retiran. - Gritó uno de los pieles verdes al ver como el Astra Militarum desmontaba sus posiciones y se retiraban hacia la retaguardia.

Murray: - ¿Retirarse a este punto? Eso es extraño. -

Kurnet: - ¡Esos cobardez! ¡VOLVED AQUÍ Y PELED! ¡MALDITOZ! -

Murray: - Gritarles no hará que regresen. -

Kurnet: - ¡Cállate! Ahora ez cuando eztaba empezando a calentar los muzculoz. -

Murray: - Mmmm. ¿Será que David ya alcazó al lider enemigo? -

Kurnet: - ¿¡QUÉ!? - Gritó atónito.

Murray: - No te alteres. Es solo una teoría. -

Kurnet: Me dan igual tus tonteríaz. Eze mequetrefe no me va a ganar una zegunda vez. ¡A todos los noblez! ¡CARGAD! -

Decirle a los meganoblez orkos cargad era como un chiste muy malo. Esas unidades tenían tanto blindaje cubriendo sus cuerpos que era realmente imposible que fueran más rápido que el trote regular de un destacamento. Pero si, cuando llegaban al campo de batalla causaban una destrucción superior a cualquier otra unidad no motorizada.

Murray: - Oye Kurnet, tal vesz deberíamos... Eh... Kurnet... ¿Me estás escuchando? ¡Kurnet! - Pero el enorme orko no le hacía el menor cazo. - Maldito cabeza hueca... Muy... ¡A todas las unidades! ¡Avanzad!

El avance de un número de tropas tan grandes no pasaría desapercibido para nadie, pues la propia tierra temblaba ante la arremetida de los millones de pazos a la vez. Y tal atención fue rápidamente captada por el grupo de la derecha, del cual David estaba a cargo.

Grentchin: - Laz fuerzaz prinzipalez eztan avanzando. -

David: - Parece que ya es hora. Los humanos se retiraron. Algo está pasando... - Tomó un tiempo para meditarlo. - Preparen las tropas. Seguiremos al grupo principal. Usad todas lar armas que puedan tomar de los muertos. No podemos quedarnos atrás. -

Kanan: - ¿Apurado para ir al frente? -

David: - ¿¡K... Kaudillo!? -

La llegada del orko de pelo blanco fue toda una sorpresa, sobre todo porque la bestia que montaba se movía como una sombra, sin provocar ningún tipo de sonido por sus pisadas. Y no estaba solo, pues justo detrás de Kanan, se encontraba las fuerzas de élite de la horda.

Noblez Noblez. Los chicoz rudos. O como quiera que le llamasen dentro de la horda. La guardia personal de Kanan era la élite de la élite. Cien orkos poseedores de las mejores armaduras, resistentes y ligeras. Una combinación perfecta de defenza y movilidad. Sus poderosas armas disparaban proyectiles tan grandes como una granada, y su potencia de fuego era incomparable con el resto. Su principal problema. Eran muy pocos.

Kurnet fue muy persistente con esa idea, y él mismo se encarga de entrenar a esa fuerza de guerreros tan única. Kanan estuvo reació por mucho tiempo, pero tras los muchos peligros a los que estuvieron expuestos durante las guerras de conquista de Heim, este finalmente accedió a la petición de su mano derecha. Su espada.

Ahora, un centenar de estos chikoz rudos seguía al kaudillo a todas partes del campo de batalla, sirviendole de escudo y bolter al mismo tiempo. Eran un arma secreta, un arma que la galaxia apenas conocía. Incluso el propio Kanan creía que podrían batirse en duelo singular con un astarte regular y salir victorioso. Pero eso el destino será quien lo diga. Por ahora, había un mundo que conquistar.

Kanan: - Relájese. No hace falta formalidades en el campo de batalla. -

David: - ¿Que...? ¿Qué hace aquí, mi señor? -

Kanan: Vi algo interesante desde allá arriba. Y pensé en unirme a la diversión. ¿Tu también te diste cuenta, eh? -

David: - ¿Cuenta? ¿Cuenta de qué? -

Kanan miraba al Gretchin algo esperanzado. Tenía buenos instintos, pero aún tenía mucho que aprender. Y pensar que estaría esperando algo de un ser que hubiese matado sin dudar en su antigua vida le resultaba muy irónico. Se preguntaba... Cómo se vería el universo ahora que tenía un par de ojos diferentes con los cuales mirarla.

Kanan: - ¿Por que no acompañas? ¿Yu y tus tropas? -

David: - ¿Acompañarlos? ¿A donde? -

Kanan: - Eso es una sorpresa. -

El Kaudillo temía sus razones para creer que esa batalla no sería tan sencilla como la anterior. La simple presencia de la Guardia de Krieg era suficiente para replantearse su estrategia, pues a diferencia del Astra Militarum, estos tipos vestidos de gris eran un poco más... fanáticos. Por decirlo de algún modo. Algo que las fuerzas principales descubrirían muy pronto.

Las artillería haciendo eco en el campo de batalla, un campo de batalla muy diferente al anterior. Las tropas de Krieg no se esconderían en las trincheras a esperar la llegada del enemigo, pues si querían encontrar la verdadera redención por sus pecados, debían ir de frente al campo de batalla. No hay salvación para el cobarde. No hay redención para el que no ofrezca su vida al Emperado. Sólo con la muerte, pagarían su deuda eterna por los pecados de Krieg.

Carentes de miedo o sentido común. La Guardia de Krieg se lanzaron de frente hacia la horda, sin importar la diferencia numérica de los pieles verdes. Ver a esos soldados tan debiluchos cargar de frete contra un meganoble con su balloneta parecía un acto de estupidez, pues su sacrificio parecía en vano. Pero aquellos que podían ver el campo de batalla desde la distancia, el resultado era muy diferente.

La infantería de Krieg tenía una función vital en la estrategia enemiga. Detener el avance orko mientras las piezas de artillería arrazaban el campo de batalla.

Los enormes proyectiles disparados por los obuses no distinguien entre amigos y enemigos. Donde quiera que caían explotaban con tanta fuerza que el cráter que dejaba podía verse desde la distancia. No importaba que tan blindados estuviesen las unidades orkas, el calor abrasador simplemente cocinaba al piel verde, dejando simplemente piezas de metal de las cuales colgaban trozos de carne quemada. Y de los soldados de Krieg, lo único que quedaba era su recuerdo y su sacrificio.

Kurnet: - Ja ja ja. ¡Esos tipos están locos! ¡ME ENCANTAN! - Gritaba el enorme orko desde una distancia lejos del campo de muerte.

Murray: - No podría estar más de acuerdo. Locos es la palabra más acertada. Pero nos han detenido. -

Kurnet: - ¿¡Dónde están nuestros cohetez!? ¡Quiero que lancen todo lo que tengan contra esos tipoz! -

Murray: - No tenemos de esos. Los usamos todos al iniciar el combate. -

Kurnet: - ¿¡Qué!? ¿¡Por qué!? ¿¡Quién fue el idiota que ordenó eso!? -

Murray: - Fuiste tu. Genio. -

Kurnet: - Oh. Si. Jeje. Tienes razón. -

Murray: - ¿Qué habré hecho para que Gorko y Morko me castiguen de ese modo? - Pregunto con sarcasmo tras un gruñido de molestia.

Sin embargo, algo alejados al este del campo de batalla principal, una fuerza casi invisible para los defensores del planeta se movía entre las sombras de un parada delgado. Las fuerzas conjuntas de David y Kanan avanzaban en silencio, pues su estrategia dependía de eso.

David: - ¿En serio supo que eso pasaría? - Pregunto asombrado cuando Kanan le contó exactamente el problema que Murray y Kurnet tenían en el campo de batalla.

Kanan: - Si usas toda tu arsenal de largo alcance no tendrás forma de responder a la artillería enemiga. Los cuerpos de la Guardia de Krieg suelen tener abundante artillería. Así que debemos rodearnos antes que nuestra fuerza principal sea reducida a cenizas.

David: - ¿Y por este camina llegaremos? -

Kanan: - Míralo por ti mismo. -

El grentchin miró asombrado como su caudillo alzaba la mano, señalando una pequeña colina a la derecha del grupo. David no dudo en subir para ver, y efectivamente, justo a unos kilómetro se encontraban las piezas centrales de la artillería de Krieg disparando todo lo que tenían. Protegidas solamente por apenas un pelotón de soldados, pué el raro estaban ubicados al frente. La verdad era, que nadie esperaba que los orkos se moviese por esa zona. Mucho menos que los grentchins fuesen capaces de eliminar a los exploradores del Astra Militarun antes de que estos pudieran dar la señal de alarma.

David: - Increíble. Están justo del otro lado. ¿Cómo lo supo? -

Kanan: - Esa es la tarea del líder de la horda. ¿Qué me dices, grentchins? ¿Serán capaces de acabar de acabar con la artillería enemiga antes que perdamos la batalla en el campo principal? -

La mirada de Kanan era increíble. A pesar de sus palabras que expresanaba una situación crítica, su rostro mostraba total confianza, dejando escapar incluso una sonrisa desafiante. Y la verdad era, que tenía plena confianza en que ellos pudieran hacerlo.

David: - ¡Por supuesto! - Gritó respondiendo a la confianza que el Kaudillo deposito en él. - ¡A todos los grentchins! ¡Cargad! -

Aunque aún debían aprender un poco mejor lo que significa un ataque sorpresa, no lo estaban haciendo nada mal. Gritar antes de cargar contra un enemigo desprevenido no es lo más inteligente del universo, pero eso tiene arreglo. David comando a las tropas al costado de la retaguardia enemiga, donde se librarian una de las batallas decisivas en la guerra por el planeta.

Mientras tanto, Kanan permaneció atrás junto a su unidad de élite.

Kanan: - ¡Nuestro papel aquí ha terminado! ¡Seguidme! ¡Hay un desafío más grande para nosotros! -

Tras sus palabras, las unidades de élite rieron ante la emoción. Sabían lo que se avecinaba, y el futuro cercano les prometía una batalla que recordaría para toda la eternidad.