®The Witch and the Beast es propiedad de Kousuke Satake.


De bestias y magos

Malentendido


Ashaf llega temprano al apartamento donde Guideau se ha instalado. La encuentra en la sala, con mala cara, ahogando un gran bostezo. Sus piernas desnudas cuelgan lánguidas de la silla del comedor, y su cabello demuestra que necesita una cepillada. Es una mañana espléndida, pero la descontenta bestia no parece apreciarlo. Se acaba de despertar y está de mal humor, para variar.

—¿Dormiste bien? —pregunta, medio burlándose, medio en serio.

Guideau le dedica una mirada envenenada. No termina de acostumbrarse a los comentarios bromistas del mago, y solo hacen que quiere arrancarle la cabeza antes de lo prometido. Ashaf saca una cajita oculta por su gabardina, que Guideau sigue veloz con la mirada. La nariz de Guideau se mueve por sí sola, olisqueando la fuente del agradable aroma. Ataja la caja a centímetros de que toque la superficie y la abre sin ceremonia. Dentro hay unos bollos humeantes, rellenos de carne, huevos, queso y jamón, y varias especies aromáticas. Guideau agarra el primero y se lo mete casi entero a la boca. La mezcla de sabores estalla en su lengua, enviando una oleada de agradables sensaciones que todavía son nuevas para ella. Mastica dos veces, y engulle el resto del bollo sin importarle lo caliente que está. Los agradables sabores acaban por dominarla, y olvida que está molesta y por qué.

Ashaf sonríe ligeramente, y toma el asiento opuesto encendiendo un cigarrillo.

—Sabía que te gustaría —comenta, y un anillo de humo sigue a su declaración.

Guideau continua engullendo el resto de los bollos, llenando las comisuras de su boca con migajas de harina y queso. Algunas migas aterrizan en su ropa, acunados en el bulto de su pecho. La escena le causa gracia a Ashaf, pero su prudencia gana la batalla y su sonrisa no llega a sus labios.

—No me has preguntado aun por qué estoy aquí —dice al cabo de unos momentos.

Guideau se para en seco, el último bollo descansando en la palma de su mano. Lo engulle de un mordisco, y se limpia la boca con el dorso de la mano. Estaba tan concentrada en la comida, que no cuestionó el motivo de su visita como hacía de costumbre. Traga la comida, y levanta la barbilla en su dirección de manera desafiante.

—¿A qué has venido, imbécil?

Ashaf apenas oculta su sonrisa esta vez. Esa era la Guideau que conocía.

—Tengo algo que te puede interesar —comenzó a decir, llevando su mano libre al bolsillo de su saco.

Los ojos de Guideau se abrieron en anticipación. Había estado esperando esto por semanas. La primera bruja que la Orden le asignaba.

—¿Dónde está la bruja?

—Los detalles están expli—

No hubo tiempo de reaccionar. Se vio arrojado al piso a mitad de palabra, sus movimientos restringidos por el menudo —pero fuerte— cuerpo de la chica. Si de inmovilizar a un enemigo se trataba, Guideau sabía como hacerlo. Primero apresó su torso con los muslos, y encerró sus muñecas con las suyas, causándole dolor. Usó luego su rodilla para inmovilizar su brazo izquierdo, usando todo su peso, y así poder liberar una mano para poder hurgar entre el saco del hombre.

Ashaf cerró los ojos un segundo y exhaló un largo suspiro.

—Cielos, sí que necesitas aprender modales. No puedes andar por allí arrojándote encima de la gente que no te está atacando.

—¿Dónde está, bastardo?

Ashaf tenía la intención de sacar la carta él mismo —no se habría podido hacer de otra manera—, y jugar un rato con ella, sosteniéndola en el aire aprovechando la diferencia de estaturas, pero los planes y la escena fueron pronto interrumpidas por el sonido de la puerta abriéndose, y algo cayendo al piso.

Ashaf y Guideau volvieron el rostro a la puerta al mismo tiempo. Misha tenía la expresión de alguien que deseaba que la tierra se la tragara allí mismo. No podía haber una escena más comprometedora.

La rubia a medio vestir, sentada a horcajadas sobre su compañero, con el rostro despeinado a centímetros del suyo, y la mano entre su ropa.

—Volveré más tarde —dijo atropelladamente, y cerró la puerta tras sí a la misma velocidad, la bolsa de la compra quedando olvidada.

Ashaf dejó caer la cabeza al suelo, y suspiró como por tercera vez esa mañana. Extrajo la carta de la discordia él mismo, e incorporándose con esfuerzo, se la presentó a Guideau.

—¿Puedo abrirla al menos? —se quejó, buscando algo más en su bolsillo.

Guideau lo observó con los labios fruncidos, molesta por la espera, sentándose con las piernas cruzadas de una forma muy poco femenina. Ashaf extrajo un anillo, lo puso en su dedo medio, y lo estampó en el sello de la carta.

—Se necesita uno de estos para abrirla —explicó poniéndose de pie—. Y que sea el destinatario quien lo haga. Aunque te hubieras salido con la tuya no hubieras podido leerla.

El contacto del anillo con el sello produjo un siseo, y el sobre se abrió. Guideau pareció por un segundo querer arrancarle el papel de las manos, pero dado el encuentro recién ocurrido prefirió esperar. Ashaf sonrió satisfecho, se arregló el traje con su mano libre, y le tendió la mano a Guideau pero esta lo rechazó con un manotazo. Se puso de pie por su cuenta (con bastante torpeza) y solo entonces Ashaf puso fin al juego y le entregó la carta.

Su expresión de fastidio cambió progresivamente a medida que leía.

—Una bruja —coreó con regocijo cruel.

Ashaf le dio una calada a un nuevo cigarrillo antes de responder.

—Partimos esta noche —recogió la silla, que había caído víctima de la impetuosidad de Guideau junto a él. Sacó otro sobre de su bolsillo, y lo deslizó sobre la mesa en su dirección—. Dale estas instrucciones a Misha cuando vuelva. Si es que vuelve antes de que se haga tarde. Menuda escena has provocado.

Guideau lo miró de reojo sin entender.

Ashaf exhaló. Sintió la urgencia de ir por un café.

—Vendré a las 6. Saluda a Misha de mi parte.

Guideau gruñó por lo bajo, observándole irse. Si Ashaf tenía razón y Misha no volvía a tiempo, se quedaría sin desayuno.