Capítulo 106 "Wang Yu Jie"
Se suponía que llegaría al mundo a finales de septiembre, Xiao Zhan incluso tenía la esperanza de que el cumpleaños de su hija se empalmara con el suyo, pero no, ella decidió nacer antes, como si sus padres no estuvieran a miles de kilómetros de distancia.
—¿Traes tu pasaporte?
—Sí, también el tuyo —se los mostró a Xiao Zhan antes de guardarlos en las maletas que ya habían hecho con anticipación—. ¿Cómo vas con los boletos de avión?
—Ya me están ayudando a encontrar algún vuelo disponible.
Wang Yibo llevó las maletas a la entrada principal y revisó por décima vez que no les faltara nada. Volvió al lado de su esposo y comenzó a morderse las uñas.
Ellos tenían un vuelo reservado para la próxima semana. Se suponía que su pequeña nacería hasta dentro de unas dos semanas más, y ellos planeaban estar en Los Ángeles antes de que eso ocurriera, pero todos sus planes cambiaron.
—Te dije que deberíamos estar ahí desde principios de mes —murmuró Wang Yibo al ver que no encontraban boletos de avión.
—Pensé que sería precipitado, además el doctor dijo que todo iba bien, que era seguro que sería hasta la última semana.
Yibo comenzó a repiquetear su pie contra el suelo, lleno de ansiedad. Quería estar ahí cuando su hija naciera, no al día siguiente.
El chofer de ambos llegó, y a pesar de que aún no tenían boletos, subieron maletas al auto y se dirigieron al aeropuerto.
—¿A qué terminal vamos? —inquirió su chofer de confianza.
—No lo sabemos —respondió Xiao Zhan con una risa sumamente nerviosa.
—Dame eso —Yibo le quitó el teléfono de las manos, y justo en ese instante un mensaje de Fei Fei llegó—. ¡Terminal A! ¡Vamos a la termina A!
—¡¿Ya encontraron boletos?! —preguntó Xiao Zhan, incrédulo.
—¡Ya! —exclamó un grito de júbilo y alivio—. Fei Fei los compró.
Xiao Zhan se llevó una mano al pecho y suspiró con un inmenso alivio.
—Son dos boletos. Asiento A17 y… W19. Clase turista —terminó de leer y miró a su esposo con angustia.
"Es lo único que hay, sale en una hora. Tómenlo o déjenlo" les escribió Fei Fei.
Todo estaba en contra, pero a esas alturas lo que menos les importó fue tener asientos separados o la clase turista, no, les preocupó el tiempo. Yulia ya había comenzado con el labor de parto, eran doce horas de vuelo, más el tiempo que tardaran en llegar al aeropuerto.
—¿Crees que nos dejen subir al avión? Es vuelo internacional —inquirió Yibo—. Se supone que deberíamos de estar ahí desde hace horas para… —fue interrumpido.
—Sí lo lograremos. No vamos a documentar —señaló las maletas pequeñas que traían.
Estaban acostumbrados a ir con todo su equipo y con toneladas de equipaje.
El chofer los escuchó hablar y aceleró. Afortunadamente no había tráfico a esa hora y llegaron rápido a la terminal A.
Se bajaron corriendo y llegaron justo cuando la tripulación estaba abordando. Tenían asientos muy separados, así que se despidieron antes de abordar, justo al final de la fila de pasajeros.
—Nos vemos en doce horas —Xiao Zhan se bajó el cubrebocas, hizo lo mismo con su esposo y así ambos se dieron un dulce beso antes de abordar.
—¿Nervioso?
—Estoy temblando de emoción —admitió.
—¡Yo también! —rio y sacudió sus brazos, como si así lograra quitarse el nerviosismo de encima.
Lograron ocultar sus identidades vistiendo lo más normal posible, usando gorra y cubrebocas. Y apenas tomaron asiento, simularon estar dormidos, colocando la gorra en sus caras y cruzándose de brazos. Todo su lenguaje corporal decía: no quiero ser molestado.
Nunca en su vida un vuelo les había parecido más eterno.
Afortunadamente en los últimos meses habían viajado de manera recurrente a Los Ángeles con el propósito de organizar los preparativos para la llegada de su primera hija. Alquilaron una casa cerca de la playa, en una zona residencial exclusiva con supermercados y farmacias cercanas. Todo eso con el propósito de no ser acosados, salir lo menos posible y estar cómodos.
La residencia ya estaba equipada con sus pertenencias y habitaciones listas, pues no eran los únicos que vivirían ahí por un mes. Sus padres los acompañarían durante el primer mes de vida de su pequeña, lo suficiente para que ella pudiera tomar un vuelo de regreso a Beijing junto a su familia.
Organizar eso les había costado meses de planeación, tanto a ellos como a sus padres.
Pero valdría la pena, la familia entera no podía estar más feliz por ver realizado uno de sus sueños más grandes.
Cuando aterrizaron en California, Wang Yibo y Xiao Zhan recordaron las consecuencias de elegir clase turista en vuelos internacionales.
¡Les dolía todo el cuerpo! Sus piernas estaban entumecidas y sus traseros también.
Hicieron caso omiso de sus achaques y bajaron rápido del avión. Cuando sus miradas se conectaron, corrieron hacia el otro hasta encontrarse entre la multitud.
—¿Estás bien? Te ves terrible —inquirió Xiao Zhan al tenerlo enfrente.
Yibo rio.
—Tú te ves igual —le pellizcó una mejilla antes de revisar su teléfono, pues le estaban llegando varios mensajes—. Un taxi ya nos espera afuera, vamos —se echó su maleta al hombro y corrió junto a su esposo.
Faltaba muy poco para la media noche, sorprendentemente Yulia seguía en labor de parto.
—Algo se complicó —dijo Xiao Zhan al revisar los mensajes y encontrar uno del hospital—. Están llevando a Yulia al quirófano.
Yibo sintió un terrible estremecimiento.
—¿Cuánto nos falta para llegar al hospital? —preguntó Xiao Zhan al conductor.
—En menos de diez minutos estaremos ahí —aceleró—. ¿Va a nacer alguien especial? —inquirió luego de escuchar la charla de esos dos hombres. Entendiendo un poco el idioma.
—Nuestra hija —sonrió Yibo.
—Felicidades —los miró por el retrovisor y le pareció conocido ese par, pero decidió no indagar más. Tomó un atajo y llegaron al hospital antes de lo planeado—. Que todo salga bien —les dijo a modo de despedida cuando se bajaban de su taxi.
—¡Gracias! —dijeron al unísono antes de correr al interior del hospital.
La segunda médico a cargo del caso ya los esperaba. Los ayudaron con sus maletas y fueron dirigidos a una sala en donde les explicaron el caso.
Yulia llevaba la mitad del día en labor de parto, se había alargado tanto que decidieron llevarla a quirófano por el bien de ambas.
—Pero… ¿Cómo están ellas? —preguntó Xiao Zhan.
—Se encuentran bien, solo es una pequeña complicación muy común. No se asusten, estamos preparados para ello. ¿Quieren entrar al quirófano?
Los dos compartieron una mirada llena de asombro.
—¿Podemos?
—Yulia nos pidió que les diéramos acceso, claro, solo si ustedes así lo desean.
—¡Por favor! —pidió Yibo de inmediato.
Con una sonrisa, la doctora los llevó a una pequeña sala en la que siguieron un protocolo de desinfección y les brindaron barreras de protección desechables, tales como: gorro, cubrebocas, bata, incluso unas botas de tela desechable muy curiosas.
Se vistieron lo más rápido que pudieron y entraron al fin a la sala de operaciones en donde ella se encontraba sola, rodeada de todo el equipo médico.
—Yulia, llegó algo de compañía —saludó la doctora, quien disimuladamente miró a su colega trabajando ya en la cesárea, este asintió en un gesto que indicaba que todo iba de maravilla.
La paciente no podía moverse ni ver mucho desde su posición, así que solo alzó la mirada y los vio por primera vez: dos hombres jóvenes de ojos rasgados y sumamente expresivos. Supo que eran los padres de su hija.
Los ojos se le humedecieron y les dedicó una dulce sonrisa.
—Llegaron —murmuró.
—Pueden quedarse, pero no sobrepasen este límite —señaló la doctora.
Yibo y Xiao Zhan asintieron, posicionándose uno a cada lado de Yulia.
—Llegamos algo tarde, lo siento —se disculpó el mayor.
Ella sonrió al reconocer su voz y al poder ponerle un rostro al fin, aunque solo podía ver sus ojos debido al gorro y cubrebocas quirúrgico.
—No, lamento que se adelantara tanto.
Yibo negó con la cabeza.
—La verdad es que ya queríamos conocerla.
Yulia sonrió, pero no dejaba de verse nerviosa. Después de todo era la primera vez que atravesaba una cesárea, no estaba dentro de sus planes a pesar de que lo evitó a toda costa.
—¿Cómo estás? —preguntó Xiao Zhan al mismo tiempo que se tomaba el atrevimiento de tomar su mano, esta se encontraba sumamente fría y temblorosa.
Al sentir el tacto y la calidez de sus palabras, ella se echó a llorar en silencio. Su llanto aumentó cuando Yibo le secó las lágrimas con el dorso de sus dedos, con un cuidado que solo le dedicaba a su esposo.
—Estoy bien —admitió al fin—. Solo estoy nerviosa.
—Estamos contigo —ahora Yibo tomó su otra mano.
Por primera vez desde que inició el labor de parto, Yulia se sintió reconfortada de verdad. Tenía mucho miedo. Los médicos eran amables y atentos, pero nada se comparaba a sentir calor humano. El simple hecho de que los padres de su bebé estuvieran ahí tomando sus manos y dándole palabras de aliento la tranquilizaban sobremanera.
Una manta esterilizada le impedía a Yulia ver más allá, solo era consciente de que estaban trabajando en ella, pero nada más. Sin embargo, Wang Yibo miró disimuladamente por encima de esa barrera y… casi se desmayó.
Logró guardar la compostura para que nadie se diera cuenta de su desliz, pero cuando alzó la mirada descubrió a su esposo observándolo fijamente para luego negar con la cabeza. Yibo entendió ese gesto como un "no mires más o en serio te desmayarás".
Así que hizo caso y solo asintió.
Siguieron reconfortando a Yulia, contándole sobre su travesía para llegar al otro lado del mundo en el menor tiempo posible. Eso logró distraerla un poco, hasta que el quirófano fue inundado por un potente llanto de bebé. Apenas estaba naciendo y ya había soltado un grito a todo pulmón.
—¡Oh wow! —exclamó Yibo con una gran sonrisa. Ahora no se contuvo y miró por encima de la manta. A diferencia de la última vez que echó un vistazo, ahora no miró nada más que aquello que el médico sostenía entre sus manos.
Xiao Zhan también miró y no pudo hacer más que maravillarse, no tenía palabras.
—Papás, ¿quieren acercarse y cortar el cordón umbilical? —preguntó el médico con un tono alegre, sosteniendo a la bebé entre sus manos mientras las enfermeras la limpiaban un poco.
Miraron a Yulia.
—Vayan —respondió a su muda pregunta, soltando sus manos.
Se acercaron a la bebé que no dejaba de llorar a grito abierto.
—Tiene unos excelentes pulmones —rio el médico.
Una enfermera pinzó el cordón mientras otra les extendía las tijeras quirúrgicas para que hicieran el corte.
—¿Quién hará los honores?
Los dos se miraron.
—Hazlo —le dijo Xiao Zhan.
—¿Seguro?
—Sí, hazlo ya —estaba maravillado.
Con la guía del médico Wang Yibo cortó el cordón umbilical de su hija antes de que se la llevaran a una mesa adyacente en donde revisaron todos sus signos, la limpiaron y envolvieron en mantas.
Los nuevos padres estaban sorprendidos, mirándose uno al otro sin poder creerlo aún. Querían ir y acercarse a las enfermeras que tenían a su hija, pero no sabían qué podían hacer y qué no, así que optaron por volver al lado de Yulia.
—Es hermosa… —murmuró Xiao Zhan, aún atónito.
—Se ve extraña.
—¡Wang Yibo! —lo regañó su esposo.
—Es hermosa, no me malentiendas —rio—. Pero un bebé recién nacido jamás es tan bonito.
Tenía razón, pero Xiao Zhan solo rodó los ojos, haciendo reír a su esposo y a Yulia.
—¿Quién quiere cargarla primero? —preguntó la enfermera que la sostenía en brazos, envuelta con suaves mantas.
Los ojos de Xiao Zhan brillaron como pocas veces, estaban ligeramente llorosos.
—Ve, sé que te mueres por hacerlo —le dijo Yibo.
No fue necesario que le dijeran más, con unos cuantos pasos largos llegó junto a su hija, y como si tuviera un instinto nato de paternidad, la tomó en brazos de una manera tan natural y dulce que Yibo juró no haber visto jamás una escena más adorable ante sus ojos. Xiao Zhan siendo padre era una escena digna de admirar, pero Xiao Zhan siendo padre de SU hija… lo hacía experimentar emociones que se desbordaban por sus ojos en forma de lágrimas.
Wang Yibo se quitó el cubrebocas para secar sus rebeldes lágrimas de felicidad al mirar al amor de su vida sosteniendo al otro amor de su vida.
No podía dejar de derramar lágrima tras lágrima, se sentía patético, hasta que Xiao Zhan lo buscó con la mirada. Ahí descubrió que su esposo se encontraba en la misma situación.
—Mira amor, es nuestra hija —se la mostró desde un par de metros de distancia. Su rostro bañado en lágrimas demostraba lo feliz que estaba, y ni qué decir de ese tono agudo y quebrado en su voz llena de emoción.
Yibo se llevó una mano al rostro en un vano intento por detener su llanto, pues este no cesaba. Bajó la mirada cuando Yulia le apretó la mano.
—Ve con ellos, yo estaré bien —le dedicó una dulce sonrisa sin dejar de ver cada centímetro de su rostro, sopesando la sorpresa de saber quién era el hombre que apretaba su mano con reconfortante calidez.
Él asintió, y con un nudo en la garganta le dijo un quebrado "Gracias" antes de unirse a la dulce escena familiar. Desde su lugar, Yulia descubrió la identidad del otro padre, quien ya se había arrancado el cubrebocas también.
—Retiro lo dicho, sí es hermosa —murmuró Yibo, rodeando con un brazo la espalda de su esposo y con el otro los brazos que sostenían a ese pequeño bultito que emanaba tanto calor.
—¿Quieres cargarla? —ofreció Xiao Zhan.
—Y-yo… —tartamudeó como nunca—. Y-yo no sé cómo hacerlo, ¿y si se me cae? ¿Y si…? —fue interrumpido por su esposo.
—Lo harás bien —le dedicó una dulce sonrisa—. Coloca tus brazos como yo.
Yibo lo imitó.
—Bien, ahora sostenla con cuidado y no la dejes caer.
Cuando recibió a ese pequeño ser humano entre sus brazos, supo con certeza que jamás la dejaría caer.
En ese momento, sintiendo su tibieza y su ligero peso, Wang Yibo pudo admitir que una mujer había flechado su corazón por primera y única vez. Experimentando un amor tan único e intenso por alguien a quien ni siquiera conocía. Un amor indescriptible de padre a hija.
Alzó el rostro para que las lágrimas no cayeran sobre su hija. Entre risas y lágrimas, Xiao Zhan le secó las mejillas antes de darle un corto beso en los labios. La sonrisa en Yibo se ensanchó.
—Hora oficial del nacimiento: doce en punto de la mañana del día cinco de septiembre —dijo el médico, aún atendiendo a Yulia.
Los padres primerizos se miraron con asombro, los tres compartían día de cumpleaños, sin duda alguna el número cinco parecía ser de la suerte para ellos.
—Aún está roja e hinchada, pero se le pasará con las horas —explicó la doctora junto a ellos.
Ahora Yibo negó con la cabeza, retractándose de sus propias palabras.
—Incluso así es hermosa.
—Es perfecta —confirmó Xiao Zhan.
—¡Hey, hola! —exclamó Yibo en un extraño tono de voz, demasiado tierno y agudo. Y es que… su hija había abierto los ojos por primera vez, eran pequeños, y no pasó mucho antes de que los volviese a cerrar.
—Somos tus papás —musitó Xiao Zhan con el mismo tono, fascinado con lo que presenciaba. Yibo la apretó un poco más contra su pecho y se sintió lleno de dicha.
Estaban en su burbuja perfecta de amor y felicidad, hasta que repararon en la joven mujer sobre la mesa. Ambos compartieron una mirada cómplice y asintieron en mudo acuerdo caminando hacia ella.
—¿Quieres conocerla?
Yulia los miró a los ojos, aún en shock luego de descubrir sus identidades.
—¿Puedo? —preguntó con voz temblorosa.
Ambos asintieron y con cuidado depositaron a la bebé sobre el pecho de la madre, quien la recibió con mucho cariño, pero limitando su emoción. Debía estar consciente de que no era suya a pesar de haberla dado a luz.
—Es tan linda.
—Y está sana gracias a ti —agregó Yibo.
—Gracias, muchas gracias por esto —continuó Xiao Zhan—. No lo habríamos logrado sin tu gran esfuerzo y trabajo.
Ella negó con la cabeza.
—Me hace feliz saber que estará con unos excelentes padres que la amarán por encima de todo —los miró a los ojos a cada uno—. Xiao Zhan, Wang Yibo, gracias por confiarme a su pequeña hija —soltó lágrimas de felicidad.
Ambos se miraron mutuamente y... ¡Oh sorpresa! Descubrieron que se habían quitado el cubrebocas.
Alarmados, miraron a la mujer.
—No se preocupen —entendió el pánico en su mirada—. Jamás diré nada sobre sus identidades, lo prometo.
—Gracias —suspiraron un poco más aliviados.
—Independientemente de que se trate de ustedes —los miró con un infinito cariño—. Me hace muy feliz al fin ponerle un rostro a las voces —suspiró con alivio. Miró a la bebé una vez más y luego a ellos—. Felicidades —estaba exhausta, pero aún así les extendió a la bebé con cuidado—. Su hija es muy hermosa.
—Lo es —Xiao Zhan la recibió entre sus brazos.
Era tan pequeña que temía hacerle daño.
Un par de minutos después las enfermeras se llevaron a la bebé, prometiendo que en poco tiempo les permitirían verla de nuevo. Renuentes a soltarla, Wang Yibo y Xiao Zhan terminaron accediendo, pues tenían que llevársela para terminar de limpiarla correctamente y hacerle un chequeo general.
Cuando salieron del quirófano y se quitaron las barreras desechables, se quedaron en silencio unos segundos, mirándose con una sonrisa incrédula antes de buscar los brazos del otro, fundiéndose en un abrazo lleno del más profundo amor.
—Somos padres —murmuró Xiao Zhan en medio del abrazo, aún sin creerlo.
—Somos padres —suspiró contra el cuello de su esposo.
Se separaron del abrazo y se echaron a reír. Era una risa llena de nerviosismo, felicidad y amor. Sus ojos aún derramaban una que otra lágrima.
A pesar de que todos se veían casi idénticos, ellos lograban reconocerla entre todos los bebés dentro de los cuneros del hospital.
—¡Mira, mira! —Xiao Zhan codeó a su esposo sin despegar la vista de lo que había detrás del cristal.
—Está bostezando —hizo una expresión que demostraba la intensa ternura que le daba ese pequeño ser—. Por Dios, ¿puede un bostezo ser más adorable?
Era increíble cómo todos los bebés a su alrededor lloraban y gritaban, pero ella estaba cayendo en un sueño a pesar del ruido.
—¿Cuándo crees que nos dejen llevarla a casa? —preguntó Xiao Zhan, ansioso por tenerla solo para ellos.
—Mañana podrá salir del hospital, pero para volver a casa tendrán que esperar al menos un mes.
Los padres primerizos voltearon hacia la voz a sus espaldas. El médico les sonreía amablemente.
—Esas son muy buenas noticias —sonrió Yibo.
—No hay motivos para retenerla aquí, nació perfectamente sana y con un peso correcto.
—Yulia hizo un excelente trabajo —Xiao Zhan seguía maravillado y agradecido con esa mujer.
—Por cierto. Noté que la paciente descubrió sus identidades.
Ambos asintieron.
—¿Ustedes están bien con eso?
—Hace unos momentos hablamos al respecto —suspiró Xiao Zhan, mirando a su esposo—. Estamos bien con eso, ella es leal, prometió no decir nada.
—Y aunque lo hiciera… —miró por el cristal—…a estas alturas ya no habría problema alguno. Yu Jie ya es nuestra —aseguró Yibo.
—Hablando de eso, necesito que me acompañen para terminar algunos trámites importantes en la clínica. ¿Ya decidieron quién será legalmente el padre de la niña?
Xiao Zhan y Wang Yibo se miraron uno al otro antes de asentir.
Wang Yibo sería legalmente el padre de Wang Yu Jie.
Estaban cansados, luego del nacimiento de Yu Jie pasaron la noche en una sala de descanso que amablemente les ofrecieron, pero ninguno de los dos logró conciliar el sueño lo suficiente como para descansar. Sin mencionar que salieron rumbo a los cuneros en la más mínima oportunidad, querían estar cerca de su retoño aunque estuvieran exhaustos luego de un viaje tan largo y de tantas horas sin dormir.
Xiao Zhan acompañó a su esposo a firmar los papeles de paternidad de Yu Jie. Experimentó un extraño sentimiento cuando en el apartado para poner el nombre de la madre escribieron un simple: "No Aplica". Y a un lado, el nombre y firma de Wang Yibo que lo acreditaban como padre.
¿Y si su hija crecía y los culpaba por hacerle eso? Después de todo ella era hija de uno de ellos y de Yulia, esa era la realidad. ¿Acaso estaban cometiendo una crueldad al separar a una hija de su madre?
Mientras Yibo leía y firmaba los documentos, Xiao Zhan no pudo evitar hundirse un poco en esos pensamientos. Pero sus pies volvieron a tierra firme cuando el médico les hizo la pregunta tan esperada: ¿Quieren visitar a su hija?
SU hija. Wang Yu Jie era hija de él y de Yibo, eso nadie podría cambiarlo. Sería la niña más amada, pues habían esperado mucho por ella.
Fueron llevados a una sala privada con cómodos sillones reclinables, esperaron sentados en estos hasta que una enfermera entró empujando una cuna de hospital. Ellos se levantaron como resorte de su asiento, con el corazón latiendo de emoción al ver una vez más a su hija. No la habían vuelto a cargar desde que se conocieron en el quirófano, y se morían por hacerlo unas vez más.
Yibo fue testigo de cómo Xiao Zhan la cargaba con una facilidad increíble.
—Te envidio —se paró detrás de Xiao Zhan para abrazarlo por la espalda junto con su hija.
—¿Por qué? —rio sin despegar la mirada de la bebé.
—Porque parece que naciste para ser papá.
—No digas tonterías —rio más, pero su risa despertó a la pequeña.
—Retiro lo dicho, mira, la asustaste.
—No es cierto, yo no… ¡Oh! —exclamó con felicidad al ver que abría sus pequeños ojos.
Ambos soltaron exclamaciones llenas de ternura y amor.
—Si necesitan algo, estaré cruzando el pasillo —dijo la enfermera antes de dejarlos a solas.
—¿Puedo cargarla? —preguntó Yibo casi con timidez, ganándose una mirada divertida de su esposo.
—Amor… claro que puedes —rio un poco—. Eres su papá también.
Yibo rio con nerviosismo, y es que aún no lo podía creer.
—Con cuidado —Xiao Zhan se la extendió. Pero cuando la bebé al fin estuvo en brazos de su padre, comenzó a llorar.
—¿Qué hago? —entró en pánico—. Ten, cárgala de nuevo —se la quiso devolver, pero el mayor se negó—. ¡Xiao Zhan! —se quejó, haciendo que su hija llorara más y que su pánico incrementara.
—Ella siente tu miedo, no temas. Pégala más a tu cuerpo.
Yibo hizo caso, incluso comenzó a mecerse de un lado a otro, logrando calmar a su pequeña casi al instante.
—Tiene unos pulmones muy fuertes —susurró Yibo, temiendo que despertara y llorara de nuevo.
El mayor soltó una pequeña risa y susurró:
—Creo que lo heredó de ti.
Yibo alzó la mirada en un brusco movimiento.
—¿Está diciendo que…?
Xiao Zhan asintió.
—Tengo la corazonada de que es tuya.
—Es nuestra —aseveró con una expresión seria, incluso su ceño se frunció un poco.
—Lo es. Pero mírala, se parece a ti.
Yibo la miró por largos segundos y sonrió como un tonto.
—Zhan Zhan.
—¿Verdad que tengo razón?
—No. Estás loco, no se parece a ninguno de los dos, ni siquiera a Yulia y eso que vimos cómo salió de ella. Es muy pronto para ver el parecido con uno u otro.
No estaba equivocado, pues la pequeña cada vez se veía menos roja e inflamada. Cambiaba con el paso de las horas y era imposible definir si se parecía a Xiao Zhan o a Wang Yibo.
—¿En qué piensas? —preguntó Xiao Zhan al ver a su esposo sonreír de esa forma tan adorable.
—Es demasiado pequeña, pero vaya que emana mucho calor —la apretó más contra su cuerpo, sin aplastarla—. Es reconfortante —suspiró y pegó su frente a la de Yu Jie. Su piel era tan suave que no parecía real, los tiernos ruidos que hacía con su boca lo llenaban de felicidad, y el ligero peso de su diminuto cuerpo representaba un inmenso peso para él como padre. De ahora en adelante sería responsable de la vida de ese pequeño ser humano, de la vida de su hija.
Minutos más tarde llegaron los dos médicos a cargo de su caso, y amables como siempre, se ofrecieron a instruirlos en cosas básicas como lo era el cambio de pañal, la manera de alimentarla, de acostarla e incluso de darle palmaditas en la espalda luego de que comiera.
Para eso, les entregaron una muestra de la comida que la pequeña estaría ingiriendo durante sus primeros seis meses de vida. Les enseñaron a preparar la fórmula y a alimentarla correctamente. Xiao Zhan fue el primer conejillo de indias, la tomó entre sus brazos y comenzó a alimentarla con ese diminuto biberón mientras Yibo observaba maravillado la escena.
—Pero si parece que ustedes ya saben cómo hacer esto —se sorprendió la doctora.
—Tomamos cursos prenatales —confesó Yibo—. Él parece experto, yo todavía me muero de miedo.
—¿Y crees que yo no tengo miedo? —lo regañó Xiao Zhan, quien se controlaba lo mejor posible.
Los médicos rieron al ver la interacción de esos dos.
—Daremos de alta a Yu Jie hoy mismo, no tiene caso esperar hasta mañana —les anunció el médico.
—Pero antes es importante que sepamos cuál será su sistema de apoyo —añadió la doctora—. ¿Estarán solos en la ciudad durante este mes?
Ambos se miraron y sonrieron.
—Nuestros padres llegarán a la ciudad en una semana y se quedarán con nosotros hasta que regresemos a casa.
Los doctores parecían aliviados.
—De todas formas no duden en llamarnos si necesitan algo.
—Gracias.
No sabían si hacían eso con todos sus pacientes o solo con ellos, pero lo que sí sabían era lo satisfechos que estaban con el servicio de esa clínica privada.
A pesar de los cursos y de los libros que leyeron, Xiao Zhan y Wang Yibo se sentían unos completos incompetentes.
Luego de despedirse de Yulia y de asegurar de que su esposa ya cuidaba de ella, los nuevos padres se aventuraron a salir del hospital con Yu Jie como nueva integrante de la familia.
Ella permanecía en su porta bebé, cubierta por mantas para que no le llegara el viento ni el sol. No querían incluso que respirara el aire sucio de la ciudad. Pero fue ahí donde se dieron cuenta de lo ridículamente sobreprotectores que estaban siendo, y eso que no tenían ni dos días siendo papás.
Cuando llegaron a la casa lo primero que hicieron fue llevar a su bebé a la cuna, ella dormía plácidamente a pesar del viaje en auto y del traqueteo el camino.
—Es tan hermosa —murmuró Yibo, recargado en la baranda de la cuna. Xiao Zhan hacía lo mismo del otro lado, tan embelesado como su esposo.
—¿Crees que logremos hacerlo bien? —susurró Xiao Zhan, conteniendo sus ganas de sacar a su hija de la cuna y comérsela a besos.
—Lo haremos.
Yibo respondió con tal seguridad, que Xiao Zhan lo miró con admiración.
—Porque no nos queda otra opción —continuó, riendo al ver cómo Xiao Zhan reía y rodaba los ojos.
—Deberíamos dormir un poco.
—Lo sé, pero no me quiero apartar de aquí.
—¿Y si la llevamos con nosotros a la cama? —sugirió Yibo.
—Recuerda lo que nos dijeron, debe dormir en su propia cuna o se acostumbrará a dormir entre nosotros.
—Pero es que mírala, es tan linda —se moría de amor.
—Yibo…
—No me digas que no te la quieres comer a besos —tomó la diminuta mano de Yu Jie, asombrado con el contraste de tamaños.
Xiao Zhan la miró y se mordió el labio. Sí, quería abrazarla y estrujarla para después morder su mejilla. Pero entonces tuvo una idea.
—Espera aquí, no la sueltes —salió corriendo de la habitación y regresó en un par de minutos, con la cámara que Yibo le había regalado en su cumpleaños pasado.
Su hija estaba por cumplir un día de nacida y ellos no le habían tomado ni una fotografía.
Yibo rio al ver aflorar su lado artístico.
—Extiende la palma de tu mano —le pidió y Yibo obedeció para después ver cómo Xiao Zhan colocaba su propia mano sobre la de él—. Pon la mano de Yuyu sobre la mía —solicitó, sin soltar la cámara con su extremidad libre.
—¿Yuyu? —sonrió de oreja a oreja—. Que adorable.
—¿Verdad que sí? —la hermosa sonrisa de su esposo se le contagió y no se borró mientras enfocaba la cámara para la foto.
—Wow… —exclamó al ver la hermosa fotografía que había capturado—. ¿Por qué mi mano va hasta abajo? —se quejó.
—Porque está ridículamente grande.
Yibo se echó a reír.
—No exageres.
—No lo hago —extendió la palma de su mano en frente de la cara de Yibo. Si bien Xiao Zhan no tenía manos pequeñas, comparadas con las de Yibo eran talla chica.
—Sí, sí, como sea —rio—. Tómame una foto así —tomó la mano de Yuyu y la cerró en un pequeño puño que recargó contra su propio puño.
Xiao Zhan rio más, su esposo era un niño grande, pero no le negó su petición.
La sesión de fotos se alargó mientras la pequeña dormía plácidamente. Querían tomarla en brazos y capturar fotografías de ese momento ya que no se les ocurrió grabar su nacimiento o el momento en el que la cargaron por primera vez.
—Dejémosla dormir en paz e intentemos hacer lo mismo —tomó a Yibo de la mano y se lo llevó casi a rastras a la habitación de ambos que estaba junto a la de la bebé.
—Durmamos por lo menos una hora.
—Pondré el despertador —dijo Xiao Zhan mientras se metía a la cama.
Soltaron un inmenso suspiro de alivio.
Apenas sus cabezas tocaron la almohada, sus ojos se cerraron y cayeron en un profundo sueño que no duró más de quince minutos, pues los potentes pulmones de Yu Jie se hicieron notar una vez más, logrando que sus padres salieran de la cama de un salto para ir a su llamado.
Algo desorientados y asustados, se aseguraron de que estuviera bien antes de intentar cargarla. El problema fue que ambos quisieron hacerlo al mismo tiempo, logrando que sus cabezas chocaran en el intento.
—Yo la cargo, Zhan Zhan —ignoró el golpe en la cabeza, mientras su esposo se frotaba en donde había sido la colisión.
Sostuvieron una seria mirada hasta que el incremento del llanto en su hija los trajo de vuelta a la realidad.
—No, yo lo hago —se inclinó para tomarla, pero Yibo se le adelantó y puso sus manos sobre la pequeña. Solo le faltó gruñir un primitivo "Mía".
—¡Yibo! —exclamó, incrédulo al ver cómo prácticamente lo empujó.
—Lo siento —rio con nerviosismo, y es que se desconoció a sí mismo. Quiso tomarla en brazos, pero no lo hizo—. Zhan Zhan, yo… —suspiró, dándose por vencido—…no sé cómo cargarla —aceptó al fin.
Se masajeó la sien mientras reía un poco. Él tampoco era experto, pero demostraba un poco más de confianza en esas cosas.
Xiao Zhan la tomó con cuidado y comenzó a arrullarla con cariño.
—Siéntate en la mecedora —le pidió a Yibo y este obedeció sin preguntar—. Toma —la depositó en sus brazos no sin antes besar su cabecita.
La sonrisa de Yibo no podía ser más radiante a pesar de las bolsas bajo sus ojos.
—Muere de hambre, cuídala mientras le preparo la fórmula —se talló un ojo, el cansancio estaba haciendo mella en él, y apenas era la primera noche con Yu Jie en casa.
Algo torpe, e intentando recordar cada paso para preparar el alimento de su hija, Xiao Zhan se esmeró en hacerlo rápido, pues podía escuchar el llanto intenso de ella desde la cocina.
Yendo de regreso a la habitación notó que de pronto su hija había dejado de llorar. ¿Yibo había logrado calmarla a pesar de su nerviosismo?
Entró con prisa a la habitación y se encontró con una de las escenas más adorables. Su esposo se mecía con ella en brazos mientras la pequeña succionaba vorazmente el meñique de su padre.
—No supe qué hacer —murmuró Yibo al ver a su amado entrando—. Por Dios, Zhan Zhan, la estamos matando de hambre. Mira cómo succiona.
El aludido soltó una risa graciosa antes de extenderle el biberón.
—¿Quieres hacerlo?
Yibo alzó la mirada y asintió.
—Sí, pero vayamos al sillón. ¿Me ayudas? —parecía nervioso, no quería ni levantarse por miedo a soltar a su bebé.
Se sentaron juntos en el cómodo sofá y alimentaron a su pequeña.
Cualquiera que los mirara se sorprendería al ver a dos hombres tan fascinados por el simple hecho de darle el biberón a una recién nacida.
—Es tan bonita —murmuró Xiao Zhan, acariciando su escaso cabello.
—Lo es —estaba embelesado, tanto, que soltó un largo suspiro. Xiao Zhan fue consciente de ello, de cómo la miraba, y no pudo evitar sonreír. Wang Yibo se había enamorado una vez más.
—Amor.
—¿Mnh?
—Estás muy tenso —masajeó uno de los hombros de Yibo.
—Lo siento.
—Tranquilo, no la vas a soltar.
—Temo que se me caiga.
—Nunca la soltarías.
Tenía razón.
Yibo movió sus hombros en círculos, tratando de relajarse un poco, pero se volvió a tensar cuando Yu Jie hizo tiernos ruidos al terminar su comida.
—Sí se estaba muriendo de hambre —murmuró Yibo, pero enseguida ella empezó a llorar—. Zhan Zhan —buscó auxilio.
El aludido tomó a su hija en brazos y se levantó del sillón antes de recargarla contra su hombro para darle palmaditas en la espalda.
Yibo sacudió sus brazos, notando lo tenso que había estado al cargarla, y eso que muy a duras penas pesaba tres kilos. Miró a su esposo y sonrió, parecía que había nacido para ser padre. Su hija soltó un adorable eructo y terminó dormida sobre el hombro de Xiao Zhan.
—Ya se durmió —murmuró Yibo—. ¿Cómo lo haces?
—¿Qué? —seguía meciéndose de un lado a otro por la habitación.
—Esto.
—Lo hago igual que tú —sonrió—. Tomamos los mismos cursos, Yibo, sabemos lo mismo.
—Tienes un don.
Xiao Zhan alzó una ceja. ¿Por qué Yibo se sentía tan inseguro al respecto?
—Amor, lo estás haciendo muy bien. Es nuestra primera noche con ella y lo estamos haciendo bien —se inclinó hacia él y besó su mejilla, llenándolo de ternura. Yibo reaccionó abrazándolo, dejando a su hija en medio del abrazo.
—Estoy siendo fastidioso, lo sé, lo siento —murmuró Yibo sin alejarse de él.
—¿Te haría sentir mejor si te dijera que también tengo miedo?
Un gran suspiro de alivio salió de los pulmones de Yibo.
—Sí, eso ayuda mucho.
Xiao Zhan contuvo a duras penas sus ganas de reír.
La primera noche de Yu Jie en casa con sus padres logró ser todo un éxito a pesar de que se levantaban cada tres horas para alimentarla. Fuera de esos momentos en los que la pequeña reclamaba alimento, no parecía que hubiese bebé en casa. Era tan tranquila que los dos lograban dormir un poco entre comida y comida.
Sin embargo, pronto se darían cuenta de que una rutina así era en verdad agotadora.
—¿Cuándo llegarán nuestros padres? —inquirió Xiao Zhan mientras mecía a Yu Jie entre sus brazos. Ella se iba quedando dormida luego de haber recibido su leche.
Yibo rebuscó entre los mensajes que tenían en el grupo familiar.
—En cuatro días —dejó el teléfono a un lado y continuó preparando el desayuno.
Solo tenían un par de días con esa nueva y loca rutina de ser padres, pero eso bastó para que las ojeras incrementaran y el cansancio se acumulara.
Afortunadamente ambos eran expertos manejando situaciones con pocas horas de sueño.
—Toma, lo hice un poco más cargado de lo usual.
Xiao Zhan recibió con su mano libre la taza humeante de café negro que su esposo le había preparado.
—Te amo, gracias —le dio el primer sorbo y regresó a la vida.
Yibo sonrió al ver la facilidad con la que cargaba a Yu Jie en un solo brazo, y es que además era tan pequeñita que cabía perfectamente entre el antebrazo y pecho de su esposo.
Suspiró como tonto enamorado, Xiao Zhan no pasó desapercibido eso y sonrió.
—Ya se durmió —murmuró Zhan Zhan. Yibo se acercó para mirarla de cerca.
—No me canso de mirarla —admitió mientras le acariciaba la regordeta mejilla con el dorso de un dedo.
—Nuestros padres se volverán locos cuando la vean en persona —rio un poco, recordando el escándalo que hubo cuando se las presentaron por videollamada, la pequeña terminó llorando por el espanto.
—Pero valdrá la pena. Nos ayudarán con la casa y la bebé. Ya quiero que lleguen —admitió.
—Yo también —murmuró Xiao Zhan.
Su hija era una bebé extraordinariamente tranquila, pero reclamaba alimento cada tres o cuatro horas, y sus pulmones eran… bastante sanos. Eso los mantenía en un constante estado de alerta.
Cuando se dieron cuenta de que llevaban dos días sin bañarse, supieron que la paternidad no era cosa fácil. Sorprendidos por haber perdido la noción del tiempo, Xiao Zhan acaparó la ducha por media hora mientras Yibo se quedaba al pendiente de su hija.
—Justo a tiempo —le dijo Yibo al ver que salía de la ducha cuando su hija recién había comenzado a llorar.
—Puedes cargarla, no tienes que esperar a que yo lo haga —solo tenía una toalla a la cadera mientras se secaba el cabello con otra.
—Lo sé, pero… —comenzó a alejarse rumbo al baño—…te toca cuidarla mientras me baño —desapareció de la habitación de su hija.
Xiao Zhan rio y negó con la cabeza.
—Tu padre está medio loco, Yuyu —se inclinó sobre la cuna para tomarla en brazos—. Pero ya te acostumbrarás a él como yo lo hice —soltó una risa pequeña y comenzó a mecerla de un lado a otro, sin embargo, su llanto incrementó—. Oh vamos, ¿qué ocurre cariño? Comiste hace menos de una hora, no creo que tengas hambre, ¿o sí? —se preocupó—. No puedo alimentarte tan pronto —suspiró y siguió caminando por la recámara hasta que se cansó y decidió tomar asiento en la mecedora. Ni siquiera había tenido oportunidad de vestirse, seguía portando solo una toalla.
Apenas comenzó a balancearse en la mecedora, Yu Jie dejó de llorar poco a poco.
—Así que esto te tranquiliza —sonrió y acarició su cabeza mientras la sostenía firmemente contra su pecho.
Ella se removió inconforme, anunciando un nuevo llanto que muy pronto les rompería los tímpanos a ambos padres.
—Yuyu, tranquila —se mortificó, su cabeza ya dolía. No supo qué hacer cuando ella empezó a llorar de esa forma tan intensa. ¿Y si se sentía mal? ¿Debería llevarla al médico?
Mortificado, estuvo listo para levantarse de la mecedora y correr a urgencias, pero entonces sintió algo que le heló la sangre y hasta lo hizo soltar una aguda exclamación de espanto.
—¿Qué está…? —Yibo entró con urgencia al cuarto, dejando un rastro de agua a su paso, pues muy a duras penas traía una toalla a la cadera. Pero cuando vio lo que ocurría frente a él…
…estalló en carcajadas.
No sabía si fue el sonrojo en el rostro de su esposo, su expresión descolocada, o el grito que recién le había escuchado exclamar, pero su risa casi se comparó con lo que había sido el escándalo del llanto de Yuyu.
—Wang Yu Jie, no encontrarás nada succionando ahí —se les acercó sin dejar de reír. Pellizcó con suavidad la mejilla de su pequeña, pero ni así logró que se desprendiera del pecho de Xiao Zhan. Este seguía espantado.
—Ayúdame a quitarla —pidió Xiao Zhan.
—No, ¿por qué? Se ve feliz. Además no puedo culparla, a mí también me gusta hacer eso.
—¡Wang Yibo!
—¿Qué? Es la verdad.
—Idiota.
—¡Shh! Lenguaje. No digas groserías frente a nuestra bebé.
Xiao Zhan rodó los ojos con fastidio, ¿acaso él era el único adulto ahí?
Desprendió con cuidado a Yu Jie de él y enseguida el llanto volvió a inundar la habitación.
—Pensé que se sentía mal, pero no tiene fiebre. Tampoco debe ser hambre, es muy pronto para alimentarla de nuevo —se angustió Xiao Zhan.
Yibo no dijo nada, solo extendió sus brazos hacia él, indicándole que se la diera. Xiao Zhan la colocó entre sus brazos y vio que poco a poco iba adquiriendo mayor destreza para ello, en especial cuando de inmediato llevó su dedo meñique a los labios de Yu Jie. Ella empezó a succionar de inmediato, calmándose en el acto.
—Si quieres ve a vestirte, me quedaré aquí con ella —susurró sin apartarle los ojos a su pequeña.
—Gracias —suspiró y lo besó en la mejilla antes de salir de ahí.
A pesar de los cursos tomados y de los libros leídos, ninguno se sentía suficientemente preparado para cuidar de un recién nacido, mucho menos de alguien tan importante como lo era su primogénita.
Tanto era su temor de cometer un error, que desde su primer día de vida atiborraron a sus madres con docenas de preguntas a cualquier hora del día. Sin su guía y consejo (a pesar de la distancia) no hubieran sabido qué hacer.
Cuando Yu Jie cumplió una semana de vida, los abuelos llegaron al rescate.
Entre exclamaciones llenas de felicidad, besos y abrazos, los cuatro abuelos se peleaban por tener a Yu Jie en brazos. Y mientras se la pasaban de uno a otro, Xiao Zhan no desaprovechó la oportunidad de capturar cada momento con su cámara. Se le hizo un nudo inmenso en la garganta cuando vio el amor incondicional que se desbordaba de cada uno de ellos, pero en especial de sus padres, quienes al enterarse de su orientación sexual lo habían aceptado a pesar de saber que sería casi imposible tener descendencia real.
Pero ahí estaban, cargando a su primera nieta.
—Es muy grato tener a un bebé en brazos, ¿desde cuándo no lo hacíamos? —la señora Wang miró a su esposo.
—Desde que tuvimos a Yibo, treinta años ya.
—¿Treinta años sin cargar a un bebé? Devuélveme a mi hija, madre —Yibo se la quiso quitar, haciendo que todos rieran.
—No seas así —se quejó ella al ver que lo decía muy en serio.
—Es demasiado sobreprotector —se quejó Xiao Zhan. Yibo lo miró con ojos muy abiertos y amenazantes, pues lo estaba delatando.
—Mira quién lo dice, señor "No hay que sacarla ni al jardín".
Entonces Xiao Zhan le dedicó una mirada muy similar al verse expuesto de esa forma.
—¿No la han sacado ni siquiera al jardín? —se espantó la madre de Xiao Zhan.
—Pero si se ve el mar desde ahí. No le vendría mal un poco de sol y aire fresco —se sorprendió el señor Xiao.
—Pobre de nuestra pequeña Yuyu —balanceó a su nieta con cariño—. Tus padres te han tenido encerrada en esta casa desde que naciste.
El señor Wang aguantó sus ganas de reír al escuchar el tono exagerado de su esposa, observó a su hijo y supo que el pobre muy pronto tendría una migraña.
—Ya veo de dónde heredé lo dramático —murmuró Yibo mientras se masajeaba una sien.
—Sinceramente estábamos esperando a que llegaran —miró a Yibo—. Tenemos algo de miedo, ya saben… —se rascó la nuca—… ¿y si hacemos algo mal?
—Oh cariño, lo están haciendo bien —su madre le acarició una mejilla—. Yu Jie se ve muy sana, incluso la veo más grande que en las fotos que nos mandaron.
Sí había crecido ya.
—Y tampoco es como que esté prohibido equivocarse. Nadie es perfecto en la paternidad —añadió el señor Xiao, haciendo que los otros tres adultos mayores asintieran—. Hay muchas cosas que se aprenden sobre la marcha, a prueba y error.
—¡¿Prueba y error?! —se escandalizó Xiao Zhan—. ¿Y si me equivoco al acostarla por la noche en su cuna y deja de respirar?
—No exageres, hijo, eso no va a pasar.
—No exagera —le dijo Yibo a su suegra—. Se levanta infinidad de veces en la noche para asegurarse de que respira. Y aun así me llama "dramático".
—¡¿Sabes lo común que es la muerte de cuna?! —se exasperó su esposo.
—Hijos —intervino el señor Wang, calmando la repentina discusión—. Hagamos lo siguiente: vayan a tomar un baño, pónganse ropa limpia y duerman una siesta. Nosotros nos encargaremos del resto.
Ninguno de los dos se movió de su sitio.
—¿Qué esperan? Yuyu está en buenas manos —no dejaba de moverse suavemente de un lado a otro para que la bebé en sus brazos no despertara.
El joven matrimonio se dio media vuelta y comenzaron a caminar rumbo a las escaleras, de pronto se sintieron como dos niños regañados.
—Ella tiene treinta años de no cuidar de un bebé —murmuró Yibo en voz baja.
—Y ella treinta y seis —respondió Xiao Zhan refiriéndose a su madre.
—¡Te escuché! —la aludida le dio una nalgada a su hijo sin importar que fuese todo un adulto, casi regresando a los viejos tiempos. Todos, excepto él, se echaron a reír.
—Perdón ma, pero es la verdad —terminó riendo también al ver la expresión de "enojo" de su madre.
Ella chasqueó los dedos y apuntó hacia las escaleras.
—Vayan a hacer lo que les dijimos y no vuelvan hasta que ya no tengan vómito de bebé en la ropa.
—Y de paso aféitense también —añadió el señor Xiao—. Tómense su tiempo.
Ambos se miraron mutuamente y luego a sus padres.
—Sí, si se están preguntando lo que creo, sí. Se ven terrible —aseguró la señora Wang.
Sin poner más réplicas, obedecieron a sus padres y se fueron a bañar no sin antes echarle una última mirada a Yu Jie.
¿En verdad eran tan sobreprotectores?
—Van a necesitar mucha ayuda —murmuró la señora Xiao, su consuegra estuvo de acuerdo con ella.
—Solo están asustados, nosotros también lo estuvimos cuando nos hicimos padres —aseguró el señor Wang, recibiendo el asentimiento de su consuegro también.
—Es solo que tenía mucho de no ver a Xiao Zhan con ese aspecto —suspiró ella. Su esposo la rodeó con un brazo, recordando aquella época en la que su hijo había atravesado la peor depresión de su vida.
—En apariencia se ve como en aquella época, pero el brillo en sus ojos demuestra la felicidad que tiene.
—Tienes razón.
—También me preocupa eso —añadió la señora Wang.
—Lo que a mí me mortifica es que esos dos son demasiado sobreprotectores.
La señora Wang miró a su esposo al escucharlo decir eso con tanta seguridad. No pudo evitar reír al recordar que él fue igual con Yibo, en especial luego de que comenzara con sus problemas cardiacos.
—Me temo que eso no podremos quitárselo a ninguno —rio el señor Xiao—. ¿Tienen hambre? Iré a preparar algo de comer.
—Te ayudo —el señor Wang lo siguió, dejando a ambas mujeres a cargo de Yu Jie.
—Como si supiera cocinar algo —murmuró la señora Wang con una risa traviesa—. ¿Quieres cargarla? —se la ofreció a su consuegra.
—Por favor —la recibió en brazos con mucho amor. Algo había en Yu Jie que le recordaba mucho a su hijo.
—¿Te quedaste con ganas de un segundo hijo? —inquirió al notar lo maravillada que estaba.
—Sí, pero para cuando fue legalmente posible ya era muy tarde para mí. ¿Y tú?
La señora Wang suspiró sin apartar los ojos de su nieta.
—Sí. Pero mi embarazo fue tan riesgoso, y Yibo nació tan pequeño y débil que tuve miedo.
—No tuviste más hijos, pero ahora tienes a una hermosa nieta.
—¡Muy hermosa! —le acarició el rostro con el dorso de sus dedos—. Estas mejillas regordetas me recuerdan tanto a las de Yibo —rio, sacó su teléfono y le mostró una foto de él a esa edad.
—Oh… sí se parece mucho —se asombró, pues hasta hace un momento ella le veía un tremendo parecido a Xiao Zhan.
No recordaba cuándo había sido la última vez que compartieron un beso en los labios, probablemente fue en el hospital cuando nació Yu Jie. Ese pensamiento lo asustó un poco, pues jamás imaginó que su atención estaría puesta en Yu Jie de esa forma tan intensa.
Y la prueba estaba en el hecho de que Wang Yibo tomaba una ducha mientras él esperaba su turno sentado en el borde de la cama, cabeceando por el sueño que tenía, pero ni siquiera así dejaba de pensar en su pequeña.
No supo en qué momento se quedó dormido, pues de pronto sintió unos labios posándose suavemente sobre los suyos, sonrió y abrió los ojos para encontrarse con el rostro sonriente de su esposo.
—Me quedé dormido, ¿verdad? —se talló un ojo con pereza y disfrutó del placer aromático que era Yibo siempre que salía de ducharse.
—Sí —le acarició el cabello—. Es tu turno, ve, te sentirás relajado al salir.
Xiao Zhan asintió y se levantó con pereza de la cama.
—¿Se te olvidó algo? —inquirió Yibo al ver que regresaba sobre sus pasos.
Una sonrisa se expandió en su rostro cuando Xiao Zhan lo tomó de la cintura con una mano y de la nuca con otra para robarle un beso.
—Sí —lo besó una vez más, dándole una suave pero excitante mordida en el labio inferior—. Listo —se apartó para ir al baño, dejando a Yibo en medio de la habitación, con el corazón agitado y un agradable hormigueo en sus labios.
Si no estuvieran sus padres en la planta baja… si no estuviera su hija en casa… iría tras él para hacerlo suyo en la ducha.
Tragó en seco. No era momento de pensar en eso.
Muy rápido su atención se desvió al escuchar el potente llanto de su hija. No lo pensó dos veces antes de bajar, pero cuando llegó a la planta baja se dio cuenta de que su madre y suegra ya tenían todo bajo control. Yu Jie había dejado de llorar, su padre organizaba la sala que era un desastre, y desde la cocina provenía un delicioso aroma a comida.
Todo estaba en orden.
—Hey, tú —su progenitora lo apuntó con un dedo al verlo al pie de la escalera—. Regresa a tu habitación.
Yibo se mordió los labios para reprimir su risa.
—Sí mamá —se dio media vuelta y regresó por donde vino.
Esa tarde Wang Yibo y Xiao Zhan lograron dormir una larga siesta sin interrupciones.
Continuará…
¡Hola, Pastelitos!
Una nueva vida comienza para ellos, y va a ser todo un reto porque Wang Yu Jie no solo es la primera hija de dos hombres inexpertos, sino que también es la hija DEL YIZHAN. Imaginen el caos que habrá cuando sus fans se enteren de eso. Si no han podido disfrutar de su relación de manera normal, mucho menos de su paternidad.
Por otra parte… imaginen todas las aventuras que se vienen de ellos como padres.
28/02/2024
(Ya casi es 29 de febrero! Hace cuatro años quise publicar el 29 y no pude por cuestión de segundos jaja)
