Capítulo 37: Batalla volcánica

En lo más profundo del volcán de Shadow Hell, donde la tierra ardiente y los vapores sulfurosos crean un escenario de peligro constante, dos figuras se enfrentan a una nueva amenaza. Ambos se preguntaron si el Megidramon era un Digimon nativo de aquel infierno o si simplemente era una prueba para ellos en su búsqueda.

Garudamon, un combatiente experimentado, albergan dudas sobre cómo iban a superar aquel desafío. No había visto combatir a Venusmon y tenía dudas sobre ella. Conocido por su habilidad en combate, Garudamon se encontraba en su elemento en este entorno hostil, listo para defender a Venusmon y enfrentarse a cualquier desafío que se les presente. Mientras emergía la amenazante sombra del volcán en forma de un Megidramon, la verdadera prueba de su alianza y habilidades estaba a punto de comenzar. Era el momento de comprobar cómo combatía la diosa y cómo iban a trabajar en equipo en una verdadera batalla.

Venusmon observó con desdén el semblante de duda en Garudamon sobre ella. A pesar de su arrogancia, la semilla de la incertidumbre se plantó en su mente. Sin duda, el dragón iba a ser un oponente temible. Sin embargo, sabía que debían confiar el uno en el otro si querían tener alguna posibilidad de salir con vida de esta situación. Venusmon ya se había sentido en multitud de ocasiones infravalorada por su propia familia y juzgada por su habitual actitud superficial y egoísta, aunque en su interior ardía una determinación feroz y una inteligencia aguda. Eso era lo que tenía que demostrar y transmitirle a su escolta en aquel momento. Con una determinación renovada, se dirigió a Garudamon:

-Entiendo tus preocupaciones, Garudamon, pero debemos trabajar juntos si queremos tener alguna posibilidad. Confía en mí, encontraremos una manera de superar esto.- Su tono fue dulce y conciliador, mucho más de lo que había sido desde que había comenzado la misión.

Garudamon asintió. Apreciaba que la olímpica le tendiera la mano y estuviera dispuesta a combatir en equipo, aunque seguía teniendo dudas en su mente. A pesar de ello, sabía que no tenía otra opción más que confiar en Venusmon y trabajar juntos para superar aquella amenaza.

Con un estruendo ensordecedor, Megidramon ascendió desde las profundidades del volcán con una furia incontenible- Sus sombrías alas se desplegaron hacia el cielo en un gesto desafiante. Sin dudarlo ni un segundo, inició su ofensiva contra Venusmon y Garudamon. La ira palpable en cada movimiento de su colosal figura. El calor del volcán parecía intensificarse con su presencia, mientras lanzaba torrentes de lava ardiendo hacia sus oponentes.

Venusmon, sintiendo la inminente amenaza, se preparó para el ataque. En ese momento algo extraordinario que sorprendió enormemente a Garudamon, sucedió: la ostra que llevaba consigo, hasta entonces un insignificante adorno, se expandió de repente, envolviéndola en un caparazón iridiscente. La concha se convirtió en una barrera impenetrable, protegiéndola de los mortales ataques de lava del Megidramon.

Garudamon, impresionado por la repentina transformación, no pudo evitar sentir un atisbo de esperanza. Venusmon, una diosa a la que él consideraba arrogante y superficial, había demostrado tener más poder del que inicialmente habían imaginado. Con determinación renovada, se lanzó al ataque junto a Venusmon, aprovechando la oportunidad para contraatacar al Megidramon mientras su atención estaba centrada en su otro oponente. El ave profirió unas llamaradas que salieron como una figura alada hacia Megidramon. El dragón se resintió, mas no cesó en su intento de romper la coraza que protegía a la olímpica. El volcán retumbaba con la ferocidad de la batalla, pero en medio del caos y la destrucción, su alianza demostraba ser más fuerte que de lo que habían imaginado.

-¡Tengo una idea para derrotarlo, pero necesito acercarme lo suficiente para ponerla en práctica!- exclamó Venusmon desde su protección.

-Entiendo, dejaré que te acerques. Seré un señuelo para distraerlo mientras tú le emboscas. Confía en mí, mi experiencia al servicio de Seraphimon me respalda.- Venusmon no pudo evitar rodar los ojos: a Garudamon le encantaba recordar a todo el mundo sus referencias.

Garudamon, con una gran agilidad, viró hacia la derecha, dirigiendo su vuelo hacia el Megidramon. Con precisión milimétrica, comenzó a atacarlo con sus ráfagas de fuego en forma de pájaro, las cuales impactaban con fuerza en el ojo del Megidramon. Las llamas danzantes cegaban momentáneamente al colosal dragón, provocando que rugiera de dolor y confusión.

Aprovechando la oportunidad que Garudamon había creado, Venusmon se movió sigilosamente por detrás del Megidramon, avanzando con cautela entre las rocas y el calor sofocante del volcán. Con cada movimiento, su entusiasmo crecía, sabiendo que el momento de poner en práctica su plan estaba cada vez más cerca. Hacía mucho que no tenía un combate tan emocionante.

Mientras tanto, Garudamon continuaba su ataque, lanzando ráfaga tras ráfaga de fuego con precisión implacable, manteniendo la atención del Megidramon centrada en él. A pesar del peligro que enfrentaba, no vacilaba en su tarea, confiando en que Venusmon lograría llevar a cabo su parte del plan.

Finalmente, Venusmon encontró la posición perfecta detrás del Megidramon. Con el corazón latiendo con fuerza en su pecho, se preparó para actuar, esperando el momento adecuado para ejecutar su estrategia con maestría y determinación.

Megidramon, momentáneamente cegado por el ataque de Garudamon, se tambaleaba, tratando de recuperar su visión y orientación. Era el momento crucial, y Venusmon estaba lista para aprovecharlo al máximo. Con un movimiento rápido y preciso, se lanzó hacia adelante, deslizándose por el aire y acercándose sigilosamente al punto débil del Megidramon. La estrategia estaba en marcha, y Venusmon estaba decidida a llevarla a cabo con éxito. Con Garudamon como su valiente aliado y el Megidramon momentáneamente vulnerable, el destino de su misión y su batalla parecían estar asegurados.

Sin embargo, en un giro repentino de los acontecimietos, las colosales cuchillas de Megidramon, emblemas de su poderío destructor, se desplegaron con una velocidad increíble hacia ambos de sus adversarios. Las cuchillas, imbuidas de una oscura energía, destellaban con una malévola luz carmesí mientras se lanzaban hacia su presa con una ferocidad inigualable. Garudamon, enfrentando la amenaza con la destreza de un guerrero experimentado, pudo anticipar el mortífero ataque y ejecutar una maniobra ágil y precisa, descendiendo en picado con la gracia de un águila real para esquivar las cuchillas que buscaban destrozarlo en pedazos. Cada uno de sus movimientos estaba imbuido de la determinación de sobrevivir y la voluntad de defender a su compañera Venusmon, sin importar el costo.

Sin embargo, la fuerza del Megidramon era asombrosa, y sus ataques eran más poderosos de lo que Garudamon había anticipado. Las cuchillas, impulsadas por la ira del colosal dragón, cortaban el aire con un silbido ensordecedor, creando remolinos de energía oscura que amenazaban con devorar todo a su paso. A medida que se acercaban peligrosamente a Garudamon, el aire se llenaba con el sonido ensordecedor del metal chocando contra metal, anunciando la llegada de la destrucción.

La lava del volcán, agitada por la presencia imponente de Megidramon, brotaba en violentas oleadas, amenazando con engullir a Garudamon en un mar de fuego ardiente. A pesar de sus habilidades de vuelo sobresalientes, Garudamon luchaba por mantenerse a flote mientras el calor abrasador y las llamas devoradoras lo rodeaban por todas partes. Sin embargo, su resistencia ígnea natural le permitía soportar el calor infernal y lo mantenía a salvo de la destrucción inminente. Cada pluma de sus alas estaba impregnada con el fuego, que ardiendo con una intensidad que desafiaba al mismo infierno.

Recuperándose rápidamente de la embestida, Garudamon se preparó para contraatacar con renovado vigor. Con sus llamas danzando en sus garras y sus ojos brillando con una determinación feroz, se lanzó contra Megidramon con una valentía inquebrantable. Sabía que la batalla estaba lejos de terminar y que debía mantenerse firme frente a la monstruosa criatura si quería tener alguna esperanza de éxito. Con un grito de desafío que resonó en las profundidades del volcán, Garudamon se lanzó hacia adelante, dispuesto a desafiar a uno de sus más temibles oponentes hasta la fecha.

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Mientras se enfrentaba al poderoso Megidramon, Garudamon no pudo evitar reflexionar sobre sus encuentros anteriores con enemigos igualmente formidables. Recordó el desafío de enfrentarse a un Parrotmon salvaje que amenazó Star City, cuya ferocidad lo había obligado a luchar con todas sus fuerzas para proteger a los inocentes. También recordó la batalla despiadada contra una horda de Giromon fuera de control en el Pueblo Industrial de Isla File, cuyos ataques devastadores habían puesto a prueba su resistencia y habilidades de combate. Y, por último, pensó en el enfrentamiento contra un Dinorexmon en la Tierra Sagrada del Continente Folder, cuya fuerza bruta y salvajismo lo habían dejado al borde de la derrota.

Comparado con estos desafíos pasados, Megidramon representaba una amenaza de una magnitud completamente diferente. Su poder era abrumador, sus ataques eran implacables y su ferocidad era inigualable. Garudamon sabía que esta batalla sería la más difícil de todas, pero también sabía que no podía permitirse rendirse. Con el recuerdo de sus victorias pasadas como un faro de esperanza en la oscuridad, Garudamon se enfrentó al Megidramon, decidido a luchar hasta el final y completar la misión de forma satisfactoria, tal y como hacía siempre.

Mientras Garudamon se enfrentaba contra Megidramon, Venusmon, quien había sido obliagda a retroceder y huir de los remolinos, observaba la escena con atención desde las sombras del volcán. Sus ojos brillaban mientras trazaba mentalmente cada movimiento, buscando el momento perfecto para intervenir. Con movimientos sigilosos y ágiles, avanzaba entre las columnas de lava que se abalanzaban sobre ella, calculando cada movimiento con precisión.

El aire estaba cargado de tensión y el calor del volcán parecía intensificarse con cada segundo que pasaba. El sudor además le resultaba insoportable. Venusmon podía sentir la presión del momento pesando sobre ella, pero se negaba a ceder ante el miedo. Sabía que Megidramon era una fuerza imponente, una bestia despiadada cuya sola presencia era suficiente para sembrar el caos y la destrucción a su paso. Pero también sabía que tenían un plan, una estrategia audaz que podría cambiar el curso de la batalla. Se había confiado al principio, mas no cometería aquel error otra vez.

Mientras se desplazaba con gracia y agilidad por el terreno irregular del volcán, Venusmon reflexionaba sobre la naturaleza del Megidramon. Lo veía como una fuerza primordial, una criatura nacida del caos y la oscuridad, característica de Shadow Hell, cuyo único propósito era devorar a aquellos que osaran desafiarlo. Era una amenaza implacable, impredecible y despiadada, y Venusmon sabía que enfrentarse a él sería una prueba de sus habilidades y su valentía. Su familia no la creería cuando les contara lo que estaba aconteciendo.

A pesar de las dificultades el plan seguía en curso. Sabía que debía actuar rápido, aprovechando cada oportunidad que se presentara para acercarse lo suficiente al Megidramon y utilizar sus poderes para pacificarlo momentáneamente. La concha de su ostra la protegería, más la impediría llevar a cabo su otro cometido, y debía evitar que el Megidramon detectara su presencia o descubriera cómo romper su defensa. Si lograban derrotar al Megidramon, estarían un paso más cerca de encontrar a quien habían estado buscando, un paso más cerca de alcanzar sus ambiciones más profundas.

Sin embargo, en el momento crítico, Megidramon giró repentinamente su cabeza, detectando la presencia de la diosa a su lado. Un escalofrío recorrió la espalda de la diosa mientras se daba cuenta de que su ocultamiento había sido descubierta, y un instante después, el colosal dragón se lanzó hacia ella con ferocidad, sus enormes fauces abriéndose de par en par en un intento de devorarla.

La ostra de Venusmon, actuando por instinto, salió a protegerla, envolviendo las mandíbulas del monstruo en un tenso forcejeo. La diferencia de tamaño entre Venusmon y Megidramon era abrumadora, y la olímpica luchaba por mantenerse firme detrás de su protección a pesar de la abrumadora fuerza de su enemigo. Aunque era apenas una fracción del tamaño del colosal dragón, la ostra se mantenía firme y resistía los mordiscos del dragón infernal.

El calor del volcán se intensificaba a su alrededor, y el sudor perlaba la frente de Venusmon mientras luchaba por mantener su posición. Las llamas que surgían de las fauces del Megidramon lamían peligrosamente los bordes de la concha protectora de Venusmon, amenazando con consumirla en un mar de fuego ardiente. Además, la presión ejercida por las mandíbulas del dragón era casi insoportable, y Venusmon sentía cada fibra de su ser estirándose al límite. Sin embargo, se negaba a ceder ante el miedo o la duda.

En un intento desesperado por liberarse, Megidramon comenzó a emitir llamas con aún más intensidad. La concha que la protegía se resquebrajaba bajo el intenso calor, y Venusmon se vio obligada a abandonar su refugio.

Mientras Garudamon ascendía desde lo más profundo del volcán hasta la cúspide que sobrevolaba al Megidramon, cada aleteo era un esfuerzo renovado. El aire cargado de cenizas y el calor abrasador del magma no hacían más que aumentar la intensidad del momento.

Desde su posición observó con admiración y sorpresa la valentía de Venusmon enfrentando al colosal dragón. La distancia entre ellos y la magnitud de su adversario parecían insuperables, pero la resistencia de Venusmon desafiaba todas las expectativas. Garudamon admitió para sí mismo que se había equivocado al juzgar a la diosa. Había subestimado su coraje y su determinación, confundiéndola con superficialidad y egoísmo.

Con humildad, Garudamon se llenó de gratitud por la oportunidad de corregir su error y unirse a Venusmon en la batalla. Cada batido de sus poderosas alas lo acercaba más al ángulo muerto del Megidramon, donde podría preparar su contraataque. La vista del volcán ardiente y la magnificencia del dragón ante él le recordaban la importancia de su misión y el gran desafío al que se enfrentaban Visualizaba cada movimiento, cada posible escenario, preparándose para el momento oportuno para actuar. Sabía que su papel era vital en el enfrentamiento que se avecinaba, y estaba listo para cumplirlo con honor y valentía.

Finalmente, con un esfuerzo final a pesar de sus heridas, Garudamon se posicionó en el ángulo muerto del Megidramon, listo para contraatacar. Aprovechando el momento oportuno, lanzó otro ataque certero hacia el ojo de su enemigo, cuyo punto vulnerable ya había sido afectado por las llamas de sus poderosas ráfagas de fuego. El colosal dragón rugió de dolor y furia, sacudiendo su boca con una violencia desenfrenada. En medio del tumulto, expulsó de entre sus fauces la ostra de Venusmon con un poderoso golpe, lanzándola al vacío del volcán con un estruendo sordo que retumbó en todo el cráter.

El corazón de Venusmon se llenó de desesperación al ver cómo su preciada concha caía hacia la oscuridad del abismo ardiente. La sensación de pérdida amenazaba con aplastarla, pero antes de que el desaliento pudiera tomar por completo su espíritu, una inesperada aparición trajo un rayo de esperanza. La paloma que siempre acompañaba a la olímpica, fiel y diligente, emergió de las sombras detrás de ella.

Con un movimiento grácil, la paloma extendió sus alas y se lanzó en picado hacia la caída de la concha. En un instante fugaz pero eterno, atrapó la ostra en su pico, salvándola del destino inminente. La concha, que había vuelto a su tamaño original gracias a la intervención de Venusmon, brillaba con un resplandor reconfortante mientras la paloma se alejaba en un vuelo ágil y elegante, llevando consigo la valiosa posesión.

La olímpica observó la escena con asombro y gratitud, sintiendo un alivio profundo que le devolvía la esperanza. La valentía y la astucia de su fiel compañera habían salvado su tesoro más preciado. La diosa miró una vez más al Megidramon, que rugía con furia y desesperación. Sabía que el momento de la verdad se acercaba. Si lograban derrotar al colosal dragón, estarían un paso más cerca de descubrir la verdad que tanto ansiaban. Estaban en el epicentro de una batalla que determinaría el curso de su destino y de la revolución olímpica.

Megidramon decidió lanzarse contra Garudamon, quien se encontraba en una posición vulnerable tras su último ataque. Con un rugido ensordecedor, el colosal dragón desató una poderosa onda de choque que se extendió rápidamente hacia el ave. El guerrero apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de ser golpeado por la fuerza devastadora del impacto, que lo lanzó hacia atrás y lo precipitó hacia el abismo del volcán una vez más.

Mientras Garudamon caía hacia el vacío, la paloma que siempre acompañaba a Venusmon tuvo que realizar una maniobra rápida y audaz para evitar chocar con él en su descenso. Con movimientos ágiles y precisos, la paloma viró hábilmente para esquivar a Garudamon, desviándose de su trayectoria mientras continuaba llevando consigo la concha que había salvado momentos antes.

Venusmon observó con angustia la caída de Garudamon, temiendo por su estado después del brutal ataque del Megidramon. Sabía que la resistencia ígnea natural de Garudamon lo protegería de los efectos de la lava ardiente del volcán, pero el impacto de la onda de choque podía ser otra historia. Aunque confiaba en la fortaleza de su escolta, no podía evitar sentir un nudo en el estómago mientras lo veía precipitarse hacia el abismo.

Sin embargo, no había tiempo para la duda o la vacilación. La batalla aún estaba en curso, y Venusmon sabía que debía mantenerse enfocada si quería tener alguna posibilidad de derrotar al Megidramon y completar su misión. A pesar de la preocupación que la embargaba, el combate debía continuar.

Mientras el volcán rugía a su alrededor y la batalla alcanzaba su punto álgido, Venusmon se aferró a la esperanza de que Garudamon saliera ileso de su caída. Sabía que su valiente compañero era fuerte y resistente, pero no podía evitar preocuparse por él en medio del caos y la destrucción que los rodeaba. Con cada fibra de su ser comprometida con la lucha, se preparó para enfrentar al Megidramon una vez más, dispuesta a darlo todo por la victoria y por aquellos que eran importantes para ella: su familia y su ego.

Con determinación firme, Venusmon se movió estratégicamente por el campo de batalla, buscando una oportunidad para enfrentarse directamente al ojo malherido del Megidramon. Con cada movimiento, su corazón latía con fuerza, impulsado por el deseo de pacificar al colosal dragón y poner fin a la violenta contienda.

Finalmente, encontró la oportunidad que había estado buscando. Con agilidad y astucia, se acercó al Megidramon, cuya atención estaba momentáneamente dispersa por la caída de Garudamon y la aparición de la paloma, quien aleteaba evitando los ataques que el dragón trataba de proferir. Venusmon aprovechó aquella nueva distracción para posicionarse cerca del ojo herido del dragón, donde su defensa parecía ser más débil. Su escolta había hecho un buen trabajo hiriendo a su enemigo en aquel punto estratégico.

A pesar de la colosal diferencia de tamaño entre ella y el imponente dragón, Venusmon no vaciló. Con valentía, extendió su diminuta mano hacia adelante y tocó suavemente la frente del Megidramon con la palma de su mano. La sensación de la piel áspera y escamosa bajo sus dedos era abrumadora, pero Venusmon se mantuvo firme, concentrando todo su poder y energía en el contacto con el colosal ser digital.

En ese momento, un silencio tenso cayó sobre el campo de batalla, interrumpido solo por el rugido lejano del volcán y el respirar pesado del Megidramon. Venusmon cerró los ojos por un instante, concentrándose en su objetivo con determinación renovada. Sabía que esta era su oportunidad de cambiar el curso de la batalla y traer la paz al volcán de Shadow Hell, al menos momentáneamente.

Con un toque mágico de la mano de Venusmon, una energía calmante se extendió por todo el cuerpo del Megidramon. La intensidad de su furia disminuyó gradualmente, y sus movimientos violentos se detuvieron por completo. El dragón, que momentos antes había sido una fuerza imparable de destrucción, ahora parecía tranquilo y sereno.

Con un rugido suave y casi melódico, Megidramon extendió sus enormes alas y se elevó majestuosamente en el aire. La mirada del colosal dragón se posó brevemente en Venusmon, como si expresara una profunda gratitud por haber encontrado la paz en medio del caos. Luego, con un batir de alas, el dragón se alejó lentamente del volcán de Shadow Hell, dejando atrás el tumulto y la violencia que lo habían consumido.

Venusmon observó cómo el Megidramon abandonaba el volcán, sintiendo un profundo sentido de alivio y satisfacción al ver que su toque mágico había logrado pacificar al feroz dragón. Con Garudamon a salvo y el Megidramon calmado, Venusmon se tomó un momento para respirar profundamente y reordenar sus pensamientos. Sabía que su misión aún no había terminado, pero este pequeño triunfo le dio la energía necesaria para seguir adelante.

Desde su posición, Garudamon, malherido por el último ataque del Megidramon, contemplaba la escena con incredulidad. Sus alas batían débilmente mientras observaba cómo Venusmon lograba calmar al colosal dragón con un simple toque de su mano. La expresión de asombro se reflejaba en sus ojos cansados y en su rostro marcado por la batalla.

A pesar del dolor que lo embargaba y de las heridas que cubrían su cuerpo, Garudamon sintió un destello de esperanza al ver el éxito de Venusmon. Había subestimado sus habilidades y su valentía, pero ahora veía claramente el poder que residía en ella. Con un sentimiento de admiración y gratitud, Garudamon reconoció que, a pesar de todo, había encontrado en la diosa a una compañera digna de confianza y respeto. Se preguntó si ella pensaría lo mismo de él.

Mientras Venusmon continuaba su labor pacificadora y el Megidramon abandonaba el volcán, Garudamon se tomó un momento para descansar y recuperar fuerzas. Sabía que la batalla había sido dura y que las cicatrices tardarían en sanar, pero también sabía que la victoria de hoy los acercaba un paso más a su objetivo final.

Con un aleteo fatigado, Garudamon finalmente se reunió con Venusmon, quien yacía agotada pero determinada. Su plumaje desaliñado reflejaba los estragos de la batalla, pero su mirada aún irradiaba confianza y admiración. Acercándose con cautela, Garudamon le pidió a Venusmon que le explicara cómo había logrado calmar al Megidramon.

Venusmon, entre respiraciones entrecortadas, explicó con voz suave pero firme:

-Mis poderes pueden pacificar a cualquier Digimon, pero la fuerza de mi influencia depende de mi proximidad al oponente y de su fortaleza. Cuanto más cerca estoy, más efectivo es, pero también me deja más exhausta.- Garudamon asintió: aquello explicaba todo.

Mientras hablaba, la paloma que siempre acompañaba a Venusmon revoloteaba alrededor de ella, agarrando con delicadeza la concha que había sido lanzada al vacío durante la batalla. La escena era un recordatorio de la conexión íntima entre la diosa y su fiel compañera, quien estaba siempre lista para apoyarla en momentos de necesidad.

Garudamon escuchó con atención las palabras de Venusmon, asimilando su explicación. Aunque estaba impresionado por su poder, también sentía una punzada de preocupación por la fatiga que su compañera había sufrido para lograr la paz en el volcán de Shadow Hell. Ambos se encontraban malheridos pero debían continuar con su misión.

Venusmon, con un gesto de urgencia en su rostro fatigado, interrumpió sus pensamientos:

-Garudamon, no tenemos mucho tiempo. Mis poderes no durarán para siempre, y debemos examinar este volcán antes de que mis poderes dejen de hacer efecto y Megidramon regrese a su estado de furia.-

Garudamon asintió con solemnidad, comprendiendo la gravedad de la situación. Sabía que debían actuar con rapidez antes de que la ira del Megidramon volviera a desatarse, poniendo en peligro no solo sus vidas, sino también el éxito de la misión.

Sin mayor dilación, Garudamon y Venusmon se pusieron en marcha, explorando los rincones del volcán con cautela y determinación. A pesar del cansancio que pesaba sobre ellos, sabían que el destino de su misión dependía de su capacidad para actuar rápidamente y tomar las decisiones correctas.

Mientras Garudamon y Venusmon avanzaban por las profundidades del volcán inspeccionado cualquier recoveco sospechoso, la paloma que siempre acompañaba a Venusmon parecía haber detectado algo. Con movimientos rápidos y precisos, la pequeña ave revoloteaba en círculos, dirigiéndolos hacia un lado de la pared del volcán donde se podían apreciar unas muescas extrañas.

Garudamon frunció el ceño, intrigado por el comportamiento de la paloma. Siguiendo su guía, examinaron detenidamente las muescas en la pared, tratando de descifrar su significado. Venusmon, con su aguda intuición, sugirió:

-Estas muescas parecen ser parte de un antiguo sistema de grabados. Podrían ser pistas sobre la historia o la naturaleza del volcán.-

Con renovado interés, Garudamon y Venusmon continuaron investigando, inspeccionando cada detalle con cuidado. Estaban decididos a descubrir los secretos ocultos del volcán, convencidos de que podrían encontrar pistas que los llevarían más cerca de su objetivo final. A su vez, la paloma continuaba observando atentamente, como si supiera que estas extrañas marcas podrían revelar algo crucial para su búsqueda.

Repentinamente, mientras observaban las muescas en la pared del volcán, un recuerdo se agitó en la mente de Garudamon. Recordó una de sus antiguas misiones en la que se encontró con un digimoji similar durante su viaje por las tierras indígenas. Se trataba de un símbolo ancestral de una tribu de Digimon ígneos, conocidos por su profundo conocimiento sobre los volcanes y los secretos que encerraban.

Garudamon, con los ojos brillantes de reconocimiento, compartió su descubrimiento con Venusmon, destacando cómo estos símbolos habían sido clave en misiones pasadas para desentrañar los misterios de la naturaleza. La diosa volvió a rodar los ojos: desde luego a Garudamon le encantaba vanagloriarse de sus pasados encargos.

Continuaron examinando las muescas en la pared del volcán. Garudamon no tardó en notar un patrón sutil en su disposición. Al estudiarlas más de cerca, se dio cuenta de que algunas de las muescas parecían estar dispuestas en un orden particular, formando un patrón que recordaba a los diagramas de presión que había visto en sus antiguas misiones.

Compartió su descubrimiento con Venusmon, explicando cómo ciertos puntos parecían estar conectados por líneas imaginarias. Juntos, comenzaron a presionar las muescas en el orden que Garudamon había discernido, siguiendo el patrón que había identificado.

Con cada muesca presionada en el momento adecuado, un suave zumbido resonó en la pared del volcán, y finalmente, un segmento de la roca se deslizó hacia un lado, revelando una caverna oculta en el interior del volcán.

Garudamon y Venusmon intercambiaron una mirada de asombro y anticipación, sabiendo que habían encontrado algo significativo. La caverna recién descubierta resultó ser de pequeño tamaño, pero estaba sorprendentemente iluminada por antorchas colocadas estratégicamente en las paredes, una disposición que recordaba mucho a la de la caverna en Proxy Island. Sin embargo, había un obstáculo: el tamaño de la entrada era demasiado estrecho para que Garudamon pudiera pasar. Se quedó en la entrada, vigilando en caso de que Megidramon regresara.

Venusmon evaluó rápidamente la situación y tomó una decisión. Con un gesto, envió a su paloma y a su ostra a explorar la caverna y buscar posibles trampas o peligros ocultos. Las dos criaturas se movieron por el pasillo, inspeccionando cada rincón con atención. Un par de trampas fueron activadas antes de que la olímpica continuara su travesía.

De repente, las alas de la paloma tocaron un punto específico en la pared, activando un dispositivo oculto que hizo que una sección del pasillo se deslizara hacia un lado, revelando una celda oscura en el interior.

Venusmon avanzó con cautela, esperando ver si la celda contenía algún peligro adicional. Sin embargo, parecía estar vacía, sin señales de trampas adicionales o amenazas inminentes, al menos que la paloma y la ostra pudieran detectar. Con un suspiro de alivio, la olímpica prosiguió con precaución hacia la celda abierta, listos para continuar su exploración y descubrir los secretos que la caverna tenía para ofrecer.

La celda a la que accedió resultó ser más que una simple habitación oscura. A medida que Venusmon se internaba cautelosamente en aquella sala, descubrió que las paredes estaban talladas con extraños símbolos y jeroglíficos, cuyos significados eran difíciles de descifrar. Las antorchas iluminaban débilmente la estancia, creando sombras danzantes que parecían cobrar vida en las paredes rugosas de la caverna.

El aire en la celda era espeso y cargado, impregnado con un olor a humedad y tierra que sugería que la caverna había estado sellada durante mucho tiempo. Además, hacía demasiado calor. El suelo estaba cubierto de una fina capa de polvo y grava, marcado por el paso de criaturas que habían habitado la cueva en el pasado.

-Este no es el tipo de sauna que me gusta…- no pudo evitar murmurar.

En un rincón oscuro de la habitación, Venusmon notó una antigua estatua de piedra, cuya forma había sido erosionada por el paso del tiempo. La estatua representaba a un Digimon antiguo, con rasgos que sugerían una sabiduría ancestral y un poder indomable. Debía ser alguien de la corte de ángeles. A pesar de su estado deteriorado, la presencia de la estatua infundía un aire de misterio y reverencia en la caverna. La olímpica parecía encontrarse en el lugar correcto.

Venusmon se acercó con curiosidad a la antigua estatua de piedra, examinando sus rasgos tallados con detenimiento. Mientras sus ojos recorrían cada detalle, su paloma revoloteaba alrededor de la estatua, explorando los alrededores en busca de pistas adicionales.

De repente, el ave emitió un suave graznido, llamando la atención de Venusmon hacia la cabeza de la estatua. Allí, entre las grietas y la erosión del tiempo, la paloma había descubierto un pequeño sistema rotatorio incrustado en la piedra. Sin dudarlo, Venusmon extendió su mano y giró con cuidado la cabeza de la estatua.

Con un clic sutil pero distintivo, una sección de la pared detrás de la estatua se deslizó hacia un lado, revelando una escalera de piedra que descendía hacia la oscuridad. Venusmon observó con asombro cómo las escaleras se revelaban ante ella, una invitación a explorar los misterios que yacían ocultos bajo el volcán de Shadow Hell.

Con un gesto decidido, Venusmon se preparó para descender por las escaleras, lista para enfrentarse a lo desconocido y desenterrar los secretos que la caverna guardaba celosamente. Con su paloma a su lado, avanzó con determinación hacia la oscuridad, lista para enfrentar los desafíos que les esperaban en las profundidades del volcán. Allí debía de encontrarse quien estaban buscando.

Mientras descendía por las escaleras, Venusmon se encontró con otra sala iluminada, similar a la que había descubierto en la caverna de Proxy Islands semanas atrás. El resplandor de las antorchas iluminaba la estancia, destacando la figura serena y etérea de la joven Digimon. Vestida con un vestido blanco de líneas puras y sencillas, su cabello rubio estaba recogido en un peinado elaborado que para Venusmon parecía pasado de moda, pero aún así le confería un aire de elegancia. Su rostro, de una belleza extraordinaria, tenía una expresión severa, con unos ojos cerrados sumida en un eterno letargo.

La diosa se acercó a examinar aquella misteriosa figura que yacía sobre un lecho de marfil. Observó con admiración a la joven. No tardó en reconocerla. Hacía tanto tiempo que no la veía…

Con cuidado, Venusmon extendió su mano y tocó suavemente el hombro de la joven, sintiendo una conexión instantánea con ella. Un escalofrío recorrió su espalda mientras la energía mágica del lugar parecía envolverla, como si estuviera en presencia de algo divino.

De repente, un estruendo resonó en la caverna, rompiendo la tranquilidad del momento. Venusmon levantó la vista, alarmada, y vio cómo la entrada de la sala se desplomaba, dejándolos atrapados en la oscuridad.

El corazón de Venusmon latía con fuerza mientras se daba cuenta de que estaban encerrados en las profundidades del volcán de Shadow Hell, con la misteriosa joven como su única compañía. La urgencia de su misión se hizo más evidente que nunca, y sabía que debían encontrar una salida antes de que fuera demasiado tarde.