«El amor se quema con el primer sol de la realidad».

-o-o-o-

―¿Creen en fantasmas ―pregunta TenTen. Todos en la fogata se miran discretamente buscando la respuesta correcta en los ojos de los otros aun cuando saben que más que una respuesta TenTen espera consuelo.

La pregunta es acerca de él, no es acerca de algún fantasma. Es acerca de creer que el maldito Neji Hyuuga es lo suficientemente obstinado para quedarse rondando el campo de batalla después de morir empalado.

Hinata ―que apoya la cabeza en el hombro de Naruto― mira directamente a los ojos verdes de Sakura. Es casi como si la estuviera juzgando. Con ojos dulces y mirada inocente. Sakura lo sabe muy bien, los culpables comparten la culpa. Neji se sacrificó por Hinata, pero fue Sakura quien lo dejó morir. El único trabajo que se le encargó hacer en medio de la guerra y consigue la manera de fallar.

No puedes mantener a todos vivos, le dijo Shizune la otra noche, a quien le toque morirse lo hará contigo o sin ti. Pero Sakura aún puede oler la sangre de Neji en sus manos, cuando come, cuando duerme, cuando las mete dentro del abdomen de cualquier otro paciente, cuando se masturba en la privacidad de su tienda en medio de la noche. Está ahí. Ella es tan culpable como la dulce e inocente Hinata. Es un asco.

―Yo sí ―canta Ino con su humor radiante. La mano de Sai reposa en lo alto de su uniforme estándar―. Quiero pensar que se quedan con nosotros para asegurarse de que estamos bien.

―¿Y quién carajos está bien en medio de la guerra? ―Temari hace una pausa para tomar una calada del cigarrillo de su novio―. Estamos todos jodidos aquí. ¿Qué puede hacer un fantasma?

―¡Oye, oye, Temari, alto ahí! Retráctate de eso, no quieres enojar a los espíritus. ¡Todos aquí tenemos alguien que cuida de nosotros desde el más allá! ―Naruto sostiene la mano de Hinata. Sus repentinas muestras de cariño deberían hacerla sentir ternura, y sin embargo, Sakura mira los espacios entre sus propios dedos y se pregunta si alguna vez alguien los llenará.

―Esto es fastidioso, podemos hablar de otra cosa, por si no lo han notado.

―¡No hasta que ella se retracte!

―Joder, Naruto desde cuándo eres religioso. ―Ino pone los ojos en blanco.

El fuego crepita y Naruto parece rodearse de un halo naranja.

Sakura se pregunta brevemente si eso es lo que Hinata ve en él. Que Naruto es como fuego. Él es la parte naranja de las llamas.

―Desde que el sabio pervertido me deja mensajes en sueño...

―Pene pequeño ¿Estas soñando con un pervertido?

―¡Cállate, Sai!

Kai ―o Eiko, o Yusuke― aparece tras ella y pone una mano en su hombro. Sakura casi se rinde ante su toque tratando de distanciarse de la discusión que se abría frente la fogata.

Solía ser así, ella aparecería tras ellos, pondría una mano en su cuello ―cariñosa y sugerente― y los seduciría para llevárselos a su tienda y dormir como Dios manda. El problema era que desde aquella noche en el rio, ella había estado tranquila. Lo que sea que la calentaba y hacia bullir sus emociones, ahora estaba frio como un glacial.

―¿Quieres ir a dar un paseo? ―Lo que le gusta de él son sus bonitos ojos azules que compiten con los de sus mejores amigos.

La gente de ojos de color azul tiene esa particularidad. Todos son diferentes, ninguno es igual a otro y quizás eso le agrada de sobremanera. Hay dulzura en él. Algo que ella misma sintió que huyó de su cara la última vez que se miró al espejo y no reconoció a la mujer curtida por la guerra que le devolvía la mirada.

Kai se mueve entre las carpas, esquivan con facilidad un grupo de genins que cargan con grandes bolsas de armas recuperadas en el campo de batalla. Uno de ellos, el más pequeño, se detiene a hacer una pequeña reverencia para ella. Tres días antes puede que Sakura le haya salvado la vida.

―¿A dónde vamos, Kai?

―Lo sabrás cuando lo veas.

―¿Y si no me gusta? ―pregunta, ligeramente entretenida para obtener una sonrisa de medio lado.

Es un pícaro, y es misterioso la mitad del tiempo. Sakura debe admitir que le gusta el misterio en un hombre, las respuestas cortas y cripticas suelen ser divertidas la mitad del tiempo. Solo que Kai no es Kakashi y él y ella no manejan un lenguaje no verbal como lo hace con su sensei.

Sí, a Sakura le gusta el misterio, pero solo porque le gusta Kakashi.

―Yamato-sempai construyó un área especial para los jonins acá ―dice cuando salen del área de tiendas y cruzan las paredes de piedra que separan el área de estrategia.

―¿Y por qué no sabía de esto?

―Kakashi Taichou no quiere que los jóvenes se distraigan acá. Normalmente no se hacen cosas muy divertidas. Todos acá son unos viejos aburridos.

Pero el mismo Kai pronto cumplirá treinta. Solo tres años menor que Kakashi, y la diferencia de edad asalta a Sakura con la misma frecuencia que lo hace cuando piensa en Kakashi; solo que Kai es temporal. Mientras dure la guerra, o lo que dura la semana Sakura pretenderá que puede estar con él. En cambio, Kakashi es una cruz con la que tendrá que cargar todo lo que dure su vida.

El lugar en cuestión es solo un pequeño declive de tierra que Yamato ha amoblado con bancos de madera y una fogata de piedras en el centro. En uno de los extremos, hay una mesa que apenas se sostiene desbordada de todo tipo de licores artesanales y barras energéticas.

Un Jonin de Cloud toca una armónica mientras dos de sus compañeros de balancean al ritmo alegre.

―Hoy celebramos un cumpleaños ―dice Kai, mientras se enconde hombros. Sus mechones color arena resplandecen contra el brillo de la fogata.

―¡Vamos a beber, señores!

Genma levanta una botella en la mano. Kai brinda con ellos, algunos Jonins desconocidos le ofrecen un par de bebidas.

Sakura se pierde en la inconsciencia del alcohol para no pensar en él. No en Kakashi bebiendo solo en un rincón, ni en la mirada desaprobatoria que le da. En sus malditos ojos desiguales que la rompen en dos como si se tratasen de un relámpago.

Kakashi es eso, descubre. Ella es trueno, pero él es relámpago y aquello es considerablemente mas peligroso. Él podría matarla si quisiera. Kakashi podría matarla de amor una mirada de ojos felices, con un toque conciliador en su hombro, con la sensación de su chakra que aun pica y chisporrotea en medio de su esternón, y no hay nada que Sakura pueda hacer para evitarlo.

―Y dime, Sakura ―comienza Kai cuando quinto trago empieza a destrozarle el esófago y la punta de su lengua se le adormece en el paladar― ¿Estás viendo a alguien más?

Es metafórico, por supuesto, no es como si alguien más que ella misma esté consciente de lo mucho que sus ojos taladra la nuca de Kakashi cada vez que él se da la vuelta para decir algo al oído de Anko.

―Solo contigo ―admite. La firmeza de sus palabras la despierta por segundos― ¿Por qué crees lo contrario?

Kai se encoge de hombros. Una sonrisa amarga se cruza en sus facciones antes de dar un trago a su botella. Si ella quisiera callarlo podría besarlo ahora y tratar de tenerlo en la punta de su dedo.

―Oh, nada. Solo rumores.

―¿Y qué dicen esos rumores? ―Ella sabe que la gente no habla de médico que salva sus vidas todos los días, pero sí de Sakura Haruno, la chica que no está exenta de los chismes que se crean a su alrededor.

―Lo de siempre. Que te aburres rápido.

―No es un chisme, eso es cierto. ―Su cara pasa por un par de emociones antes de caer en la comodidad de una sonrisa irónica.

Kai no espera que ella hable tan abiertamente sobre su realidad incluso si no sigue las normas sociales.

Eso, lejos de ser atractivo, debería resultarle despreciable o repulsivo, pero a él parece gustarle, y puede que luzca un poco excitado.

A Sakura le enfurece eso.

―¿Ya te has aburrido de mí?

La risa amarga de Kakashi cruza en su periferia cuando Anko lo saca del círculo y trata de conducirlo a la zona menos iluminada.

Los celos encienden una alarma en Sakura.

―Puede que sí. Puede que no.

―¿Y qué debo hacer para que sea qué no? ―su aliento roza la concha de su oreja y Sakura no encuentra llamativa su insinuación. Solo quiere correr tras su sensei y arrojarlo contra un árbol para que la bese.

Pero Kai insiste, y su mano se desliza por el costado de la cintura de Sakura acercándola un poco más. Ella puede verse reflejada en sus ojos claros envuelta en la llama de la lujuria, y solo por un momento se pregunta qué pasaría si se deja volar su imaginación por una noche tal como ha querido hacer desde que él la beso.

El pensamiento, fuera de parecerle asqueroso, empieza a verse atractivo. Casi tan atractivo como si fuese su única opción.

Anko y Kakashi desaparecen entre la línea de árboles y el silbido de los jounin que se quedan es estridente y evoca una insinuación obvia y retorcida. Pero eso es la guerra, supone, a nadie le molesta si su capitán se pierde un rato para echar un polvo y lo celebran como una pequeña victoria. Tomaran cada pequeño instante de felicidad que la guerra pueda darles, muchos incluso desean ser él.

Lo siguiente que sabe es que Kai está cerrando la carpa de lona y abalanzándose encima de ella como un león a su presa. Sus besos son urgidos en el cuello pálido y sudoroso de Sakura, casi hambrientos, y ella devuelve su entusiasmo con un par de caricias en su espalda marcada de cicatrices y músculos formados.

Él no es Kakashi pero ella puede imaginarlo.

Cuando Kai baja la cabeza para besar el valle de sus pechos, ella aprovecha el momento para reinventar la fantasía con su maestro. Ahora es Kakashi quien muerde un pezón y pellizca el otro, su barba plateada de tres días raspa contra su pecho, Sakura arquea la espalda para entregarse más a él. Quiere clavarle las uñas en la espalda y escucharlo decir su nombre con voz tan profunda como si le diera una orden sucia y poco decorosa.

Las manos del hombre se enganchan en la cintura de sus pantalones justo cuando ella siente su aliento chocar contra esa zona y provocar un escalofrío.

―¡Dios, eres hermosa!. ―Si ella cierra con fuerza los parpados, y tira un poco de su cabello, él se callará, y la fantasía no tiene que romperse con una voz que no sea Kakashi. ―Me encantas, Sakura Haruno.

Pero no funciona y no se le ocurre una mejor forma de callarlo que remontar sobre él y tirarlo al saco de dormir hasta estar a horcajadas sobre su cuerpo magro.

Ella apenas le permite retirar la camisa interior y ya le está desabrochando los pantalones con urgencia, lista para volverlo loco.

Tiene su miembro erecto, orgulloso y venoso, justo delante de su nariz. El gotea ansioso y ella lo toma con una timidez que no posee pero le permite ser delicada y tomarse su tiempo con él. Así no tiene que mirarlo a la cara, y puede pretender que es Kakashi quien tiene la cabeza echada hasta atrás y acaricia su cabellera rosa con urgencia. Su miembro es salado y clorado, puede sentirlo palpitar a medida que lo introduce en su boca ociosamente y lo retira haciendo círculos con su lengua alrededor. Mentiría si no dice que le gusta hacer esto, le da cierto placer tener control sobre la vulnerabilidad de un hombre. Tiene la parte más preciada en su boca peligrosa. Controlar a un hombre como Kakashi le moja la entrepierna, hasta el punto que se está acariciando a sí misma. Ella está tocando suavemente su perla mientras alterna el movimiento de su lengua contra el miembro del hombre.

Ella lo siente tensarse y decide darle un pequeño respiro, por lo que desliza la lengua suavemente hasta la base de su falo y deja un pequeño beso en el nacimiento de sus testículos. Aquello lo estremece y ella sonríe complacida.

Quiere tener a Kakashi pidiéndole más. Y eso es lo que logra cuando él la toma bruscamente por el cabello y empieza a follarle la boca desesperadamente. Golpea profundo en su garganta y el agarre de su cabello rosa se torna doloroso.

Pero es lo que quiere ¿No? Quiere volverlo loco. Y que él sepa que es con ella con quien debe estar. No Anko la sádica mayor, ni cualquier otra zorra que quiera meterse en la cama del capitán. Solo Sakura que ahora es la puta del pueblo.

Una arcada la atraviesa, y las lágrimas se acumulan en las esquinas de sus ojos a punto de liberarse. Ya no hay fantasía que pueda hacerla sentir mejor, ni la sensación de asfixia del miembro de Kai en lo profundo de su boca pueden desconectarla del pensamiento asqueroso que le parte el cerebro en dos: Kakashi nunca querría estar con ella.

Se estremece apenas siente venir la liberación de su amante, y se desprende de él con brusquedad justo a tiempo para zafarse de su semilla que se derrama en el saco de dormir y un poco sobre sus pechos desnudos.

―Oh, bebé, eso estuvo increíble... ― Tiene la mano sobre el rostro, mientras el orgasmo lo eleva.

No la hizo sentir mejor. La hizo sentir sucia. Fue una mala idea desde el inicio. Su mente no sabe lo que es imaginar un Kakashi de carne y hueso para ella. Si él supiera lo que su boca acaba de hacer, se arrancaría los labios antes de volver a besarla.

No espera palabras de su amante, Kai ―o quien sea― no logra retenerla de su escape silente en medio de la noche, tampoco se preocupa por evitar las patrullas de chunins que se mueven entre las tiendas en la guardia de la madrugada.

Solo hay una carpa de lona que evita como la peste hasta el punto de enmascarar su chakra y arrastrase en la tierra si eso significa pasar desapercibida.

Se siente victoriosa de su escape cuando llega a su propia tienda, saca agua de la reserva que guarda para sus pacientes al lado de la lona y mete la cabeza en un balde de agua fría hasta que le arden los pulmones.

Cuando se libera del agua y sus ojos apenas se están acostumbrando nuevamente a la oscuridad de la noche, él está ahí agazapado junto a la lona mirándola como un perro curioso.

―No me dijiste feliz cumpleaños. ―Declara con la voz plana.

No hay indicio de molestia alguna de su parte hacia la kunoichi y eso de algún modo es peor.

―¿Es tu cumpleaños? Supongo que olvide que ya es septiembre. ―Su propia voz suena ronca y quebrada.

Él ha venido especialmente a recordarle que ella ha olvidado su cumpleaños y ella le responde con la garganta destruida después que un aliado se la ha follado. Quiere vomitar.

―¿Quieres que sane tu garganta por ti? ―El ladea la cabeza como uno de sus cachorros y espera atentamente su respuesta.

Puede ser, que Kakashi a pesar de ser un buen entendedor, e interpretar los silencios como nadie, cometa errores. Él suele ser consciente de que en su lenguaje secreto hay uno o dos deslices donde su ineptitud social no es capaz descifrar que una mirada enojada es la señal para dejarla sola.

O quizás solo esté siendo un imbécil.

Hay algo cínico en el tono que usa para pregfuntar, casi acusador, que le hace bullir la sangre mientras su exterior se hiela.

Kakashi sabe el efecto que causa en ella. Cómo se supone que Sakura le diga que no, cuando su chakra sana algo más que su cuerpo lastimado, cuando se siente conectada a él de un modo que ni siquiera Anko logrará.

―Te fuiste con Anko ¿La pasaste bien? ―Quiere que la tierra la trague hasta la raíz del cabello.

―Y tú hueles a él. Es repugnante.

No esperaba menos de él.

―Soy un ser repugnante, sí.

―Yo no dije eso. ―Él se levanta en toda su altura y se impone contra ella a una distancia de un par de pies―. Dije que hueles a él, y ese olor es francamente repugnante. Puedo olerlo a metros de distancia encima de ti, así como puedo oler la sangre de nuestros shinobis en tus manos, así como también puedo oler tu miedo. Pero tú no eres un ser repugnante, Sakura.

Sus manos se aferran con fuerza a los bordes de la cubeta hasta que la siente doblarse entre sus dedos.

―¿Y por qué me siento así? ¿Por qué hago estas cosas? ―No va a llorar delante de él. Ya no es una niña llorona.

―Porque todos lidian con el dolor a su manera.

―Así como tú. ―Si ella lo ve con ojos de clínico, nota las ojeras que se disimulan bajo su máscara, y el paso lento que sostiene por agotamiento de chakra, o las múltiples heridas que guarda bajo su uniforme. ―Mírate, apenas puedes mantenerte de pie. ¿De verdad no tienes miedo de morir?

Quizás ella apeste a sudor y semen, pero sin un olfato tan desarrollado, ella huele la muerte encima de él.

―No.

―¿No quieres morir o no tienes miedo de hacerlo?

Su mandíbula se aprieta con un chasquido audible y el abrir y cerrar de sus puños se convierte en un ritmo constante mientras los huesos de sus manos crujen. Todo en su lenguaje corporal no deja lugar a replicas, es cerrado y se ve como si quiere ir a moler a golpes a Kai ―o eso es lo que ella quiere creer―.

―Creo que deberías ir a dormir ―sugiere, como una orden disfrazada de amable recomendación.

Hace un par de días, alguien dijo que nada en Kakashi es amable últimamente. Ella cree que si Kakashi quisiera puede quemarlos a todos hasta los cimientos si decidiera, por una vez en su vida, no ser amable.

Sakura cuadra los hombros y trata de recomponerse lo más dignamente, pero le tiembla la voz ronca cuando dice―: ¿Por qué me besaste?

La postura del copy ninja se relaja visiblemente, el sonido de los grillos es lo único que llena el vacío entre ambos.

Sakura ha sido impulsiva, no sabe si desea conocer la respuesta, pero de cierto modo se siente un poco más honesta después de decirlo. No es como si follar con hombres diferentes cuente como una infidelidad, pero la respuesta de Kakashi puede cambiar eso en un instante.

―Porque quise.

―¿Y si volviera a repetirse? ¿En qué nos convierte eso, Kakashi?

―No volverá a pasar. Te lo prometo.

―No hagas promesas en mi nombre.

Los susurros de las patrullas se acercan en la carpa, el reflejo de sus linternas se extiende en la lona dejando siluetas extrañas donde alguna vez debieron estar las sombras de ambos.

Kakashi se pasa una mano por el pelo y parece consternado.

Pero lo que sea que quiere decir muere en la punta de su lengua en forma de un suspiro pesado y resignado.

Cuando se va, Sakura vuelve a esconder la cabeza en la palangana de agua fría. Siente que va a quemar.

-o-

El día en que Naruto es declaro oficialmente MIA, es un luto para la alianza. Cientos de shinobis conocidos y desconocidos se acercan hasta el punto donde Obito desapareció con él y dejó solo un trozo de tela naranja.

Sakura no siente la necesidad de acercarse a dejar sus respetos o inspeccionar el área porque le parece una locura lo que la gente cree que es. Naruto no ha muerto, ella sabe que aparecerá en cualquier momento con una sonrisa brillante y quizás sin un par de dientes, pero vivo y coleando.

Mientras eso no suceda, la alianza debe resistir.

―Estamos perdidos ―escucha entre las filas. Un par de mujeres llorando en algún sitio. Algunos otros shinobis quemando imágenes de Naruto en lo que parece un altar y otros refugiándose bajo las lonas junto a botellas de sake.

La desesperanza flota en el aire con el olor picante y salado, de la sangre y el sudor. La kunoichi se pregunta si se estará viviendo del mismo modo en todos los campamentos. Quizás Gaara esté controlando mejor a sus shonibis, quizás la arena o la roca mantengan la compostura de Konoha no logra demostrar. Eso quiere creer hasta que mira a Temari despedirse de Shikamaru con un beso temeroso.

―¡Todo se está yendo al carajo! ―escupe Shikamaru cuando cree que nadie más que Sakura le pone atención. Él le ofrece un cigarrillo artesanal de hierbas y lodo, que ella rechaza amablemente. Y juntos bajan por un camino de carpas hasta el área que funciona como comedor improvisado. Un par de mesas de arcilla se extienden frente a un toldo de madera, y dos Akimichi le tiende cuencos vacíos. Solo hasta ese momento Sakura recuerda que tiene 36 horas sin ingerir un bocado.

―Él no está muerto, lo sabes ¿Verdad? ―Encuentran una roca grande donde sentarse justo detrás del toldo donde el humo del caldero los oculta un poco.

Sakura no sabe si las miradas curiosas que lanzan en su dirección los ninjas del comedor son hacia Shikamaru o hacia ella misma.

―Por supuesto que lo sé. Naruto volverá, y sería estúpido de mi parte pensar lo contrario. Pero el colectivo no lo sabe. Las cosas están tensas desde las otras aldeas.

Shikamaru es la persona adecuada para hablar de climas políticos y ella cree lo que dice, confía profundamente en él.

―¿Cómo está Tsunade?

Sakura suspira. Lady Tsunade está bien, ha estado así desde hace mucho tiempo; respirando, cumpliendo todas las funciones autónomas de su cuerpo, excepto, por supuesto, estar consciente. Ella es un cuerpo en estado vegetal.

―No hay mejoría. Shizune la vigila casi las 24 horas del día, nos turnamos para examinarla, hemos probado todos los brebajes y técnicas que nos han traído desde otras tierras, pero ella simplemente no quiere despertar.

La sopa sabe a lodo y sal. Ni Shikamaru tiene ganas de comerla.

―Vaya vieja floja. ―El humo hace zarcillos frente a su nariz. ―La gente tiene miedo, Sakura. Y ahora que Naruto no está...

―Todo se irá al carajo ―completó ella.

Shikamaru se toma el tiempo para apagar el cigarrillo y tomar un sorbo del cuenco que traga de una.

―¿Habrá una nueva elección?

―No lo sé, el consejo se reunirá hoy para eso, pero debemos darle una respuesta a la Alianza. Y de eso quería hablar contigo.

Shikamaru es en esencia un ser muy relajado. Le gusta mirar las nubes, fumar y besarse con Temari en secreto. Verlo preocupado dispara sus alarmas.

―Lo que necesites, Shikamaru.

―Si se hace una elección, pedirán representantes de cada sección ante un consejo de guerra con los líderes de la Alianza.

―¿Y quieres que proponga a alguien?

―No, los líderes de clan nos encargaremos de elegir al sucesor. Yo quiero que los encargados de cada sección metan las manos al fuego por nuestro nuevo Hokage interino.

―Tu duda me ofende, Shika. Yo moriría por mi Hokage sin dudarlo.

Shikamaru levanta las manos en señal de rendición y se aleja con una pequeña sonrisa.

Un par de días después cuando ya es de noche, todos los jóvenes se reúnen junto a la fogata a compartir anécdotas de Naruto, chistes de Naruto, datos sobre Naruto. A Sakura le pican los ojos cuando piensa en él, y le duele porque ahora que no está y Kakashi se siente lejos, ella está verdaderamente sola. Ino, Sai, o quien sea, no llenaran el vacío que deja su querido rubio.

―¿Quieres ir a mi tienda? ―Alguno de sus ex conquistas se acerca y toma su mano, pero ella no lo encuentra provocador. No ha podido meterse en una cama extraña desde aquella noche y tampoco ha sentido la necesidad de hacerlo.

Está a punto de rechazarlo cuando siente la mirada de Ino por encima de las llamas del fuego y no hay nada amable en eso, al contrario, Ino la mira sumamente preocupada como nunca lo ha hecho.

Sakura se relame los labios nerviosa y puede escuchar su propio corazón por encima de la charla apagada de fondo que se desarrolla a su alrededor.

―Disculpa, tengo que hacer algo ―se excusa con poco tacto y se levanta discretamente.

Los pasos de su amiga y un resignado Sai la siguen mientras se desplaza por el borde la ladera, la línea de los arboles la invita a introducirse en la vegetación para conseguir privacidad, pero parece un poco loco salirse de las patrullas para tener una conversación.

La rubia se detiene cuando han llegado al final del camino y esperan un par de minutos en silencio mientras los pasos de la patrulla se alejan. Sai Ilumina sus caras con una mecha azul tenue de su propio chakra.

―Para de hacer eso que haces, Sakura. ―En su frente se forma una arruga que la hace ver tan parecida a su padre, que es algo que nadie se atrevería a mencionar―. Solo te estás haciendo daño a ti misma y a los demás.

Sai asiente en silencio. La chica de cabello rosa no esta tan molesta como debería.

―Cada quien lidia con el dolor a su modo, puerca. Si yo-

―¡Entonces busca otra manera! ―Su novio pone una mano en su hombro pero la rubia está empezando a hiperventilar.

―¿Qué les importa lo que haga con mi vida y mi cuerpo?

―No nos importa, fea. Pero nos importa la aldea y que cumplas con tu deber.

Su boca se abre desconcertada, y sus amigos intercambian una mirada nerviosa.

―¡Estoy cumpliendo mi deber con la aldea! Salvo todas las vidas que puedo. No estoy luchando en el campo como la mejor de los Yamanaka, pero también veo la muerte de frente todos los días.

―Eso no es a lo que Sai se refiere, frente. ―Su voz ha bajado una octava y tiene que esperar que las luces de las patrullas vuelvan a alejarse para cerrar la distancia entre los tres y darle una mirada cómplice.

Sai les da la espalda, encargado de vigilar los alrededores. Ni un alma en la periferia podría interrumpirlos.

―Kakashi será Hokage. ―Ino susurra en voz temblorosa―. O eso queremos los clanes fundadores. Anoche lo hemos propuesto al consejo.

―¿Y aceptaron? ―La conversación que ha tenido con Shikamaru viene a ella como un fantasma sobre su cuello.

―No del todo, el proceso es más complicado.

―¿Qué tanto? ―Tiene que obligar a su cuerpo a calmarse cuando siente venir un ataque de ansiedad.

―Muchísimo, fea. Los Hatakes no son muy queridos por el consejo ni los nobles.

Por supuesto, el tema de Sakumo Hatake aún es delicado en las altas casas. Si ella misma no tuviera la curiosidad que posee, ni la permisividad a los archivos clasificados que otorga ser la aprendiz del Hokage, quizás ni siquiera supiera de su existencia. La aldea oculta más secretos de los que se imagina.

―Pero estamos en plena guerra, Naruto no está. ¡Al carajo los protocolos!

Shika le había pedido que metiera las manos al fuego por su candidato, pero la seriedad de sus ojos implicaba algo más allá de lo que Sakura fue capaz de interpretar en el momento.

Ino suspira resignada.

―Shizune te contactara para explicarte todo cuando ella y Shikamaru lleguen a un acuerdo con el consejo. Pero por ahora, Sakura, mantén un perfil bajo. Por favor.

Su pedido parece una súplica. Sakura lo acepta sin chistar.

Ella regresa a la tienda médica y da un último vistazo a sus pacientes. Los chunin médicos hacen un excelente trabajo cuidando a los convalecientes, inclusive se encargan de un poco de papeleo en los registros, eso le facilita la vida. Pero Sakura cruza de una lona a otra hasta donde el cuerpo de Tsunade yace tras una barrera que los anbu han establecido para ella.

Mono y Ardilla custodian la entrada, están recostados contra un tabique de madera que Yamato realizó para apuntalar la zona, y apenas le dan un asentimiento de saludo cuando permiten que ella cruce.

El cuerpo de Tsunade yace en una cama conectado a varios monitores. Es increíble lo hermosa y joven que luce durmiendo. Fugazmente, Sakura se pregunta su seguirá siendo así de hermosa cuando fallezca o el jutsu se irá al caño. Quiere creer que sí. En realidad, quiere creer que Tsunade solo está dormida y su cuerpo no es un vegetal postrado. A veces, la facha del médico cae y eso la parte en dos. Ella no quiere que muera. Se quedará sola de otro modo.

Está leyendo sus avances neurológicos cuando Shika y Shizune entran a la carpa.

―¡Sakura! Justo te estábamos buscando.

Resiste el impulso de preguntar con ironía "Y dónde más podría estar" cuando claramente hay un par de camas masculinas que tendrían que visitar antes de encontrarla.

―Solo quería verla antes de irme a dormir.

Shikamaru enciende un cigarrillo justo debajo de cartel que escribe a mano alzada en rotulador negro: No fumar en esta área.

―Vamos directamente al grano, Haruno. ―Da una calada y vuelve a aspirar el humo―. Kakashi será Hokage. Y tienes que casarte con él para que el consejo abogue por él delante del feudal.

Mierda.

Mierda.

Santa Mierda.

―¿Qué?

Shizune se mueve hasta su costado donde la toma del hombro con suavidad. Luce tres veces mayor cuando está preocupada, y eso es, básicamente, siempre.

―Lo siento tanto, Sakura-chan. Es una locura, lo sé, pero no encontramos otra salida.

Se siente algo mareada.

―¡Tiene que haber otra salida!

―No. La. Hay, Haruno ―repite el shinobi lentamente y con pausas entre humo.

―No la hay, Sakura. El padre de Kakashi es un traidor y-

―¡Pero él no lo es! Kakashi es un arma para esta nación, no hay nadie más dedicado, desprendido, y leal que él.

―Y ese, mi amiga, es el problema. Él es un arma, pero no tiene nada a lo que serle leal. ―Ella parpadea sin entender. La mano de Shizune embute chakra relajante en su sistema nervioso―. No me malentiendas, la alianza lo aceptará, su pueblo lo aceptará, nadie más que sus camaradas entendemos el amor ciego que tiene para con la aldea.

―Pero tienes que verlo como lo hacen los nobles, Sakura chan. Él no tiene a nadie, sin hijos, sin clan, uno de sus pupilos es un terrorista, el otro ya lo dan por muerto. Kakashi es extremadamente peligroso y no tiene nada que lo ate a la nación, ya no.

―Excepto si le consiguen una esposa confiable y diligente. O sea, tú.

Debe sentarse y tratar de refrescarse con el vaso de agua que alguien ha dejado inútilmente junto a Tsunade.

―Soy la puta del pueblo. No pueden hacerle esto a él.

―Eres leal, dedicada, inteligente. Lady Tsunade te ha puesto en la cima de su gente de confianza por delante de mí, Sakura. Eres la indicada.

Es descabellado.

―¡Soy la puta del pueblo, Shizune!

―En realidad eres la puta del campamento de guerra. Pero ahora tienes que ser la puta del Hokage.

―¡Shikamaru!

Mierda.

Mierda.

Santa mierda.

―Sakura, me dijiste que meterías las manos al fuego por tu hokage.

Aun con la conmoción que representa para ella, Sakura sabe lo que dijo y no se arrepiente.

Metería las manos al fuego por su Hokage, pero por Kakashi ella ardería viva si lo necesitase.

-o-o-o-

Hola a todos.

¡Muchas gracias por leer la historia!