Disclaimer: los personajes de Twilight son de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es Rochelle Allison. Yo solo traduzco con su permiso.
Disclaimer: This story is not mine, it belongs to Rochelle Allison. I'm just translating with her permission.
Capítulo 3
El Sr. Connelly, el anciano que dirigía la librería, llegó minutos después de que hubiera terminado de contar la caja registradora. Había sido una tarde tranquila en la librería, y no me había llevado mucho tiempo completar mis deberes de cierre.
Charlamos un minuto mientras él ponía llave la puerta, y me despedí de él con la mano al irnos por nuestros caminos. Casi siempre camino a casa, especialmente porque los días seguían siendo largos y no demasiado fríos. Había abotonado mi cárdigan, y comenzaba a cruzar el campus, dirigiéndome hacia la calle, cuando bajé el ritmo, entrecerrando los ojos al ver la silueta familiar que se me acercaba.
—Hola, Bella. ¿Lista? —Emmett tomó mi bolso y lo colgó sobre su hombro.
—No sabía que vendrías, Em. ¿Está todo bien? —pregunté, metiendo mis manos ahora libres en los bolsillos de mis pantalones.
—Sí... ya no quiero que camines a casa por tu cuenta.
Le eché un vistazo rápidamente.
—¿Nunca más?
—No, por un tiempo. Hay demasiado... —No terminó, sino que sacó un paquete medio aplastado de cigarrillos de su bolsillo trasero y llevó uno a su boca.
Suspiré, harta de la vaguedad. Si las cosas no fueran tan serias casi sería cómico, la manera en que él y Edward daban vueltas alrededor de las cosas. No era una niña; merecía saber, y ahora tenía a Emmett por al menos veinte minutos mientras caminábamos a casa.
Realmente has caído en esta, ¿o no, Em?
Respiré hondo.
—Mira. Necesito saber lo que está pasando, estoy cansada de los secretos. Por favor, Emmett.
—Sí, lo sé, y quiero ser honesto contigo... pero hay un límite en lo que puedo decir. Es mejor, más seguro, para ti si no tienes información específica —contestó, tirando ceniza.
Mordisqueé mi labio, tratando de esconder mi frustración. Podía respetar lo que Em estaba diciendo, realmente que sí, en especial si estaba metido en lo que creía que estaba metido. Aún así, obviamente podía afectarme si tenía o no "información específica". Las cenizas y los escombros que quedaban el bar Flanagan's eran prueba de eso.
Enlacé mi brazo con el de Em y caminamos por un rato en silencio. Una vez que él terminó de fumar, le di un apretón a su brazo.
—Necesito saber. Por favor. Ya descifré varias cosas —imploré, manteniendo mi voz baja y mi mirada frente a mí. Las personas caminaban a nuestro alrededor, procrastinando en la acera, cruzando calles y deteniéndose en conversación, poniéndose cómodos consigo mismos. Me preguntaba qué tipo de secretos habían en sus vidas, unos que protegían y otros de los que eran protegidos.
—¿Como qué, Bella? ¿Que tengo un arma? ¿Que tengo horarios extraños? —preguntó Em secamente.
—Sí. —Asentí, esperando que continuara. Tenía toda la noche; si él no divulgaba ahora, simplemente me metería con él en la cena también.
Él me miró con exasperación.
—Realmente eres un dolor en el trasero.
Esperé tranquilamente. Cruzamos la calle y entonces, en vez de dirigirse a casa, Emmett nos llevó hacia un pequeño y discreto restaurante que jamás había notado antes. Nos pusimos cómodos en una mesa cerrada, Em se ubicó mirando hacia la puerta.
Casi de inmediato una chica rubia verdaderamente preciosa se acercó a nuestra mesa. Em rodeó su cintura con su brazo y ella revolvió sus rizos oscuros. Ella me recordaba a la actriz estadounidense Marilyn Monroe, con sus abundantes curvas y expresión coqueta... ella incluso tenía el lunar.
—Rose, ella es mi hermanita Bella. Bella, Rose.
Sonreí tímidamente, ligeramente intimidada por la apariencia de la chica. Sin embargo, ella me sonrió, guiñando un ojo.
—Un placer conocerte, amor. ¿Qué puedo traerles a los dos?
—Lo usual. Ella comerá lo mismo que yo —contestó Em, dándole un abrazo antes de soltarla. Ella asintió y regresó a la barra, donde varios viejos estaban sentados conversando.
—¡Cielos, Em! —mascullé, sintiéndome un poco simple bajo el brillo de Rose.
Él asintió, sonriendo con picardía, con complicidad.
—Ella es una leona, ¿de acuerdo? La he estado viendo por un tiempo ya.
Sonreí. Parece que había muchas cosas en su vida de las cuales no sabía nada.
Charlamos un poco hasta que Rose dejó dos pintas rebosantes. Bebí un trago largo, limpiando la espuma de mi labio superior antes de comer.
—De acuerdo, Emmett, suficiente con esto. Sé que tú y Edward andan de aquí para allá con los Provos. Necesito saber qué tan serio es.
Él hizo una mueca y se inclinó hacia adelante, contestándome con un gruñido bajo.
—Lo suficientemente serio para que necesites mantener tu maldita boca cerrada, Isabella.
Parpadeé con sorpresa, sintiendo el firme agarre alrededor de mi corazón regresar. Asentí vergonzosamente, envolviendo mis manos alrededor del fondo de mi vaso. Em nunca me hablaba de esa manera, jamás.
Él se reclinó en su silla, pasándose las manos por el cabello. Bebí un sorbo de la cerveza fría, dándole tiempo para decir lo que tenía que decir. Eventualmente, sus ojos se encontraron con los míos.
—Estamos hartos de vivir así. Si no quieren escuchar, hay maneras de hacer que lo hagan. —Se encogió de hombros, echando un vistazo alrededor del bar vacío—. Hay presos políticos, Bella, hombres, incluso mujeres, encarcelados por años porque lucharon por la causa. He estado bajo el control de los británicos por un largo tiempo. Mira lo que pasó en Derry.
El Domingo Sangriento había ocurrido hacía solo siete meses atrás, y sus consecuencias eran abrazadoras y frescas. Después de eso, la aprobación del IRA, y el reclutamiento para este, se había disparado. Aún así, escuchar palabras como esas salir de la boca de mi propio hermano... Él sonaba tan... patriótico.
—¿De quién... era esa arma? —pregunté con un susurro, inclinándome hacia él.
—Le pertenece a alguien llamado James, de Derry. Él acababa de... adquirirla y me pidió que la tuviera hasta que pudiera llevarla donde necesitaba estar —explicó, observándome con cuidado.
Emmett terminó su pinta y yo luché para beber la mía así podíamos irnos. Necesitábamos estar en casa pronto, sino mamá nos hostigaría por llegar tarde. Rose rápidamente se acercó, juntando sus manos frente a ella.
—¿Listo para otra?
—No, gracias, cariño. Tenemos que llegar a casa así podemos comer con Ma y Pa. —Emmett le guiñó un ojo—. Pero quizás te bendeciré con mi presencia más tarde.
Logré finalmente beber mi Guinness y entonces me puse de pie, tratando de ignorar el evidente flirteo de mi hermano. Después de despedirnos de Rose (las últimas palabras de Em simplemente fueron un poco más íntimas que las mías), nos fuimos y seguimos avanzando por la calle. Había oscurecido y una vez más enlacé mi brazo con el de Em, algo que había hecho desde que éramos niños.
Él no me había dicho mucho que no supiera ya, pero escuchar que todo verificaba me daba mucho de qué pensar. No dijimos mucho mientras doblamos hacia nuestra calle y casi nos encontrábamos en la puerta de entrada cuando Emmett se detuvo.
—Bella —comenzó.
—¿Mmm? —respondí distraídamente, sintiendo mi estómago rugir y preguntándome qué había cocinado mamá.
—Edward preguntó si podía invitarte a salir, al cine. —Su voz era calma (demasiado calma, pensé) mientras desenredaba mi brazo del suyo y me observaba, sus cejas fruncidas.
Me tensé, asombrada de que Edward en verdad hubiera ido y lo hubiera hecho—le había preguntado a Em si podía salir conmigo. Me preguntaba si le había preguntado antes o después de haberlo visto con Victoria.
—¿Qué está pasando, Bella? —preguntó.
Negué con la cabeza.
—Nada, en serio... Solo...
Él resopló.
—Oh, vamos. Sé que te gusta, así que ahórrate el acto.
—¿Eso no te molesta? —pregunté con cautela.
—Él es como un hermano para mí; confío en él. Y, de todos modos, él sabe que eres inocente. Si intenta algo, lo mataré. —Se encogió de hombros, de forma realista.
Inocente, en efecto.
Fruncí el ceño.
—Eh, está bien.
—¿Está bien, qué?
Mamá asomó la cabeza por la puerta, efectivamente terminando nuestra discusión.
—¿Qué están haciendo los dos, además de ser inútiles? Vamos, entren.
Casi me salté los escalones, aliviada de no tener que explicarle las cosas a Em, quien arrastraba sus pies perezosamente detrás de mí. Él puso llave a la puerta y jaló suavemente de mi brazo antes de adentrarnos en la casa.
—Escucha. Sabes que Edward tiene... una pequeña reputación. —Suspiró.
Puse los ojos en blanco.
—No, ¿en serio?
Él puso mala cara.
—No vayas a caer a sus pies, eso es todo. Mántenlo ligero... No quiero tener que lidiar contigo si las cosas se complican. Y en verdad no quiero lidiar con él.
—Lo sé, lo sé —murmuré, hosca porque su consejo parecía estar resultando ser cierto ya.
~V~
Estaba caminando deliberadamente alrededor de la tienda, asegurándome de que no hubieran personas rezagadas en los pasillos, cuando escuché las campanas de la puerta tintinear al frente. Fruncí los labios con molestia; la tienda cerraba a las cinco treinta, todos sabían eso. El Sr. Connelly había llamado momentos antes y me había ordenado que cerrara por mi cuenta, y estaba más que lista para hacer eso.
Edward era la última persona a la que esperaba ver; Emmett seguramente lo había enviado para que me acompañara a casa. Me preguntaba con malhumor qué pensaría su novia. Irritada, me ubiqué detrás del mostrador y junté una pequeña pila de libros de texto.
—Ah, entonces tienes deberes de niñero hoy —dije, echándole un vistazo a su ridículamente apuesto perfil.
—No sabía que aquí era donde trabajabas, Bella —comentó Edward, ignorando mi comentario y leyendo el dorso de uno de los libros destacados.
—Últimamente es lo que no dejo de escuchar —respondí fríamente, regresando los pocos libros mal ubicados a los lugares apropiados.
Él regresó el libro a su lugar y se apoyó sobre el mostrador.
—Em acaba de contármelo. Estuve cerca ayer, hubiera pasado.
—Sí, te vi —mascullé, cerrando la puerta principal desde adentro. No debía tener a nadie en la tienda cuando cerraba la caja, pero era solo Edward (y en serio, estaba más segura con él allí que con nadie en absoluto cuando lidiaba con el dinero).
Regresé a la caja registradora y comencé a enderezar compulsivamente los billetes en el cajón así estaban orientados en la misma dirección. Había intentado, desde el día anterior, apartar la idea de que había sido usada pero hasta el momento no había funcionado. Estaba atrapada en un ciclo tedioso de anhelo y dolor.
Edward observaba silenciosamente mientras contaba y registraba las cifras del día en un cuaderno de bitácora. Si él notaba mi actitud, no lo mencionó. Momentos después, apagué las luces y le insté que saliera por delante de mí.
Él carraspeó.
—Le dije a Emmett que te acompañaría a casa. Hablé con él sobre...
—Me lo dijo —interrumpí, cruzándome de brazos mientras caminaba. Podía verlo mirarme por el rabillo de mi ojo.
—Bella, ¿qué te pasa?
—Dijiste que me cuidarías. Inferí mucho más de lo que debería haber hecho —solté, mis latidos se aceleraban. Allí se va el mantener la calma, Bella. Brillante.
Él me detuvo en seco.
—¿De qué estás hablando?
—No importa, Edward. Te vi con Victoria ayer. No sabía que estabas viéndola —dije, obligándome a mantener el contacto visual—. No importa.
Él me observó con consternación.
—Por Dios, Bella.
—No necesitas nombrar al señor en vano para probar un punto —espeté como una niña, comenzando a caminar de nuevo. Esto era el tipo de relación que tenía con Edward, de un lado a otro, burlona, platónica.
—Lo siento, Santa Josefina —contestó sarcásticamente, usando el nombre de santa que me habían otorgado en la confirmación—. Entonces, yo no puedo maldecir, ¿pero podemos fornicar?
Sentí mi rostro arder y caminé más rápido, no disfrutando para nada cómo me había salido el tiro por la culata con eso.
Sus pasos largos lo trajeron de vuelta a mi lado.
—Sí, me viste con Victoria. Victoria, quien está comprometida con un tipo de Derry.
Trastabillé, pizcas de vergüenza amenazaban a mi enfado, haciendo que mi rostro ardiera incluso más.
Edward suspiró.
—Ella es una amiga, Bella. Jamás he estado con ella de esa forma. Ni siquiera me gustan las pelirrojas.
Resopleé ante eso.
—Qué gracioso, considerando que eres uno.
Él automáticamente pasó una mano por su cabello, frunciendo el ceño.
—No es tan rojo, ¿o sí?
Y así de simple, él me desarmaba. Me encogí de hombros casi tímidamente, echando un vistazo a su cabello.
—Un poco. No lo sé... se ve diferente dependiendo de la luz. —Mordí la parte interna de mi mejilla, sabiendo lo obsesionada que probablemente sonaba, conociendo los tonos de su cabello. Oh, la vergüenza.
Él me sonrió con satisfacción y, como Emmett había hecho el día anterior, tomó mi mochila de mis hombros y la colgó sobre uno de los suyos. Me rodeó con su brazo libre y me hundí contra su costado mientras caminábamos, silenciosamente aceptando la derrota en nuestro casi discusión.
Él intensificó su agarre a mi alrededor.
—Lamento que me vieras con ella y pensaras... lo que sea que pensaras. Supongo que no puedo culparte, y de verdad no sabía que trabajabas justo allí... —La voz de Edward era sincera mientras balbuceaba de manera apologética.
—He estado allí por más de un año —dije suavemente, deslizando mi brazo alrededor de su cintura. Me maravillaba lo fácil que podíamos ser, juntos.
Él asintió, al parecer perdido en sus pensamientos mientras avanzábamos por la acera.
—Y sí tienes una reputación —añadí burlonamente.
—Está bien, está bien, has demostrado tu punto. —Me mira—. Entonces, ¿quieres ir al cine esta noche? Podemos ver qué hay en QFT.
Volteé a mirarlo, ligeramente sorprendida.
—Oh, ¿en serio quieres ir? Creí que esa era solo una manera de hacer que Em aceptara.
—La era. —Rio—. Pero podemos ir de todos modos.
Un calor se esparció por mi cuerpo e intenté contener mi enorme sonrisa.
—De acuerdo —acepté—. Pero necesito llamar a mamá y hacerle saber que no estaré en casa por un rato.
Nos detuvimos en una cabina telefónica en el campus, donde rápidamente ingresé varios centavos y marqué a casa. A mamá no le molestó que me perdiera de la cena—aunque estuvo evidentemente sorprendida de que tenía una "cita" con Edward. Suspiré internamente; de seguro habría preguntas cuando llegara a casa.
El Queen's Film Theatre era extremadamente popular con los estudiantes, parcialmente porque proyectaba clásicos juntos con películas más nuevas, pero también porque estaba ubicado justo en el campus. Estaba notoriamente lleno la mayoría del tiempo debido a su tamaño modesto y esta noche no era una excepción. Pronto nos encontrábamos cómodos en los asientos centrales traseros en medio del murmullo de docenas de conversaciones.
Edward se reclinó, apoyando los pies en el asiento vacío frente a nosotros. Tenía mis sospechas sobre por qué él había querido sentarse en la última fila, pero me las guardé para mí misma... mayormente porque quería lo que estaba segura que él quería: tocar.
De nuevo. En todos y cada uno de los sentidos.
—Y bien, ¿cómo conoces a Victoria? —susurré, apoyando mi bolso en un asiento vacío.
Edward soltó una risita y sacudió la cabeza, examinando sus jeans.
—No vas a soltar esto, ¿no?
—No.
Me miró por el rabillo de su ojo.
—Entonces, espero que disfrutes de la decepción. —Miró de vuelta a la pantalla vacía, terminando la discusión.
Aparté la mirada, levantando mis piernas y envolviendo mis brazos alrededor de ellas. Quería desesperadamente confiar en él, pero pequeñas campanas de advertencia sonaban en mi mente. Sabía quién era, y ¿quién era yo para intentar cambiarlo? Chicas estúpidas hacían cosas como esas y, aunque yo no tenía experiencia, no era estúpida.
Pero de nuevo, había sido suya desde el momento en que me había besado en mi habitación. De todas formas ahora, iba a salir lastimada.
—Su chico lucha... con el IRA. Ella tiene un rol muy activo apoyando eso, y a veces actúa como mediadora ya que James no vive en Belfast —dijo Edward de repente, sus labios contra mi oído.
Veía ahora por qué él había dudado en contarme. Esto no era solo sobre él o incluso Em, sino que sobre otras personas también, personas con las que no tenía lealtad.
No podía levantar la mirada; su rostro se encontraba tan cerca del mío que eso sería incómodo, como si estuviera buscando que él me besara. Estaba aterrada de que lo hiciera, de todos modos, y desesperada por que lo hiciera. Mi corazón se aceleró ante su cercanía.
—Gracias —susurré, aliviada de que él hubiera escogido confiar en mí después de todo. Lo sentí sonreír y me preguntaba qué había hecho cambiar su decisión. Besó mi oreja suavemente antes de volver a acomodarse en su asiento y me estremecí por reflejo. Sabía que lo notó; él me hacía cosas solo para verme responder, y eso me hacía ansiarlo aún más.
Se me ocurrió algo.
—¿James? ¿James, el del arma? —pregunté, siendo ahora la que se inclinaba sobre el reposabrazos. Las luces comenzaron a atenuarse, indicando el inicio de la película.
Él parecía estar asombrado.
—¿Emmett te contó eso?
—Hablamos de ello anoche —admití, admirando lo encantador que se veía bajo la penumbra.
Él asintió, observándome con atención.
—Es el mismo tipo.
Llevé mi mirada a la pantalla, pequeñas pulsaciones de ardor me recorrían, haciéndome sentir agradecida por la oscuridad. Pero él lo sabía, y descansó su mano sobre mi muslo, su calor penetrando mis pantalones de corderoy y llegando a mi piel, que se sonrojaba por debajo.
~V~
Edward se puso de pie ni bien comenzaron a rodar los créditos, insistente en que llegara a casa a una hora razonable. Él sabía que mis padres aún se ponían nerviosos cuando me encontraba afuera, particularmente de noche, y él quería calmarlos.
Caminamos rápidamente, lado a lado, nuestras manos resguardadas en los bolsillos de nuestros pantalones. La temperatura definitivamente comenzaba a bajar, aunque sutilmente, y pronto los días se volverían más cortos y más oscuros.
—¿Quieres entrar? —pregunté cuando él me acompañó hasta la puerta.
Sonrió, negando con la cabeza ligeramente.
—Necesito llegar a casa. No eres la única con una mamá nerviosa.
—Pero estás afuera todo el tiempo —señalé.
Él se encogió de hombros.
—Así es, pero ella espera que vuelva a casa esta noche. —Se inclinó y me besó, con cuidado y castamente. Aparentemente tenía mejor autocontrol que yo, porque al segundo que sus labios dejaron los míos, sentía que ardía.
—Está bien. Bueno... gracias. Por acompañarme. Y por la película —dije, llevando mi cabello por detrás de mis orejas.
—Vendré mañana, ¿sí?
Sonreí y asentí, y él bajó los escalones, regresando a la acera. Lo observé desaparecer, levantando el cuello de su chaqueta para refugiarse del viento húmedo. Pronto tendríamos que cambiar las prendas ligeras de veranos por unas más sustanciales de otoño.
Entré a la casa, sonriendo como una tonta enamorada mientras ponía doble llave a la puerta y dejaba mis botas a un costado, donde nadie se tropezaría con ellas. Caminé alegremente hacia la sala, donde el zumbido y el parpadeo del televisor parecía estar hipnotizando a Pa. Él se encontraba sentado, quieto, una pipa abandonada junto a él en la mesa ratona. Mi humor enamorado se esfumó.
—Pa. —Bostecé, dándole un rápido apretón a su hombro. Él levantó una mano y tomó la mía. Su rostro estaba contraído y pálido, y me moví rápidamente alrededor de la silla así podía sentarme a sus pies.
—¿Qué, Pa? ¿Qué pasó?
—Hubo otra escaramuza, Bella. Ahora intentan realmente imponer las separaciones de vecindarios, sacando a las familias por la fuerza y reubicándolas. —Sacudió la cabeza lentamente, al parecer teniendo dificultad para creer las palabras que salían de su propia boca.
Fruncí el ceño.
—Pero... eso no tiene sentido. ¿Viste eso en las noticias? —Miré al televisor, el cual seguía encendido pero no había imagen. Las transmisiones habían terminado al menos una hora antes.
Pa no contestó. Me puse de pie y lo abracé tan fuerte como podía. Me dio unas palmadas en la espalda distraídamente antes de que yo diera un paso atrás, y se reclinó en su sillón. Rompía mi corazón verlo tan derrotado.
De repente, fue un poco más evidente por qué los chicos hacían lo que hacían.
El Domingo Sangriento de 1972 o Masacre de Bogside fue una masacre ocurrida el 30 de enero de 1972, cuando soldados británicos dispararon a 26 civiles desarmados durante una marcha de protesta en la zona de Bogside, en Derry, Irlanda del Norte.
IRA: Ejército Republicano Irlandés.
QFT: Queen's Film Theatre. es el cine independiente líder de Irlanda del Norte, ubicado junto a la Queen's University de Belfast y fundado en 1968.
