¡Hola! ¿Cómo están? ¡Bienvenidas a un nuevo capítulo! Como he comentado antes, este es un Anthonyfic, hecho con mucho cariño para nuestro Príncipe de las Rosas y Su querida Pecosa. La historia original pertenece a Mizuki e Igarashi con todos sus derechos de autor, y ésta es solo una adaptación nacida de mi imaginación y del cariño por los personajes originales, sin más propósito que la diversión y el amor por la escritura. Continuamos…
"UNA VISIÓN DE AMOR"
CAPÍTULO XXXI
"¡Tía Abuela!", sonrió la pecosa en su bello vestido rosa de maternidad, dirigiéndose de inmediato a la Matriarca del Clan Andley, al pie de las escaleras en la Mansión de las Rosas.
La expresión estoica de la dama cambió a una de cariño al recibir el abrazo espontáneo de la joven esposa de su nieto preferido.
"¡Candy!", la anciana la abrazó de vuelta. "Pero niña, ¿qué haces aquí?", preguntó al separarse, notando de inmediato la familiar y gallarda figura de su nieto llegando junto a ellas, caminando con su bastón.
"¡Anthony!", le sonrió, recibiendo un beso cariñoso de su nieto en la mejilla.
"Tía abuela, qué bueno verla.", le sonrió.
"Supimos que se había quedado sola por el viaje de William, y decidimos venir a hacerle compañía unos días", dijo la pecosa con una brillante sonrisa.
La señora Andley se conmovió de inmediato y llevó su mano a su diafragma, tratando de controlar sus sentimientos. No quería hacer una escena llorando frente a ellos por lo espontáneo de su cariño.
Anthony la vio con ternura, "Espero no entorpecer sus planes, tía abuela, veo que ya iba de salida.", dijo cambiando el tema para ayudarla a no llorar.
"¿Qué?", se sorprendió de escucharle. "¡Ah! Sí. ¡Claro que no, Anthony!, en realidad salía en este instante a visitarlos a su casa.", sonrió, serenándose. "Pero me alegra muchísimo que vengan a quedarse conmigo unos días. ¡Por supuesto que sí!", admitió, estrechando la mano de Candy con cariño, y luego la de Anthony contenta. Ambos le sonreían con igual cariño.
"¿Tomaron ustedes ya el té?"
"No, tía abuela." Dijo Candy. "Yo comí solo un poco de fruta antes de venir. Pero ya tengo hambre otra vez", reconoció sonrojada.
"No se diga más entonces. – Stephen –", dijo volviéndose al sonriente mayordomo. "Como ves mi familia me vino a ver, así que ya no saldré." Dijo orgullosa y feliz. "Avisa en las cocinas que mis nietos han venido a quedarse conmigo y que tomaremos el té en el salón tan pronto estén listos. Y que suban el equipaje de los señores a su habitación. Dile a Dorothy que prepare su recámara."
"De inmediato, señora," dijo el empleado.
"Señor. Señora.", dijo en saludo a los jóvenes que le sonrieron.
"Stephen", le dijo Anthony, y Candy asintió hacia él.
Y el elegante mayordomo se dirigió al ingreso, deteniéndose un momento a hablar con los que habían entrado el baúl con las cosas de los esposos, y luego se retiró de inmediato a cumplir con sus demás instrucciones en el área de cocinas.
"Vamos, niños, mientras esperamos vayamos a la sala y así me cuentan cómo están", les dijo la anciana con renovada alegría, mientras quitándose el abrigo y el sombrero, los entregaba a su doncella que se aproximó discreta a recibirlos y que, tras una breve reverencia, también se retiró. Anthony ofreció entonces su brazo a ambas damas que contentas lo aceptaron y platicando afablemente se dirigieron a la sala cercana.
Tras entrar a la sala principal, los tres se sentaron cerca del calor de la acogedora chimenea.
"¿Cómo vas con tu embarazo, hija?", le dijo la señora Elroy, fascinada de ver su pancita más notoria que la última vez que habían almorzado con William en su casa. Tras ellos se veía el ventanal con los jardines nevados y un suave sol de la tarde invernal.
Candy acarició su pancita. "Pues allí voy, tía abuela, contenta pero cansada. Además, Matthew ha estado más activo que nunca, y mis tobillos ya han comenzado a hincharse mucho, ya casi ni puedo verlos", dijo con un puchero adorable. Anthony sentado junto a ella, la abrazó brevemente para consolarla.
"Es natural, Candy." Dijo la matriarca. "Ya estás en el séptimo mes, hija." Le sonrió la anciana maternal. "¿Y qué dice el doctor Miller al respecto?", se volvió a su sobrino. "¿La ha visto ya?"
"Vino a verla antier a la casa, tía abuela, y dice que todo va muy bien." dijo muy contento Anthony. "Le preguntamos si no había problema en que viniéramos a pasar unos días acá - por lo del camino -, y dijo que mientras fuéramos en carroza a caballos, todo estaba bien. Que era una hermosa futura mamá."
"Eso último no lo dijo, Anthony", dijo Candy viéndole divertida por el elogio.
"Pero lo digo yo, amor", le sonrió Anthony, haciéndola sonreír a ella más, inclinándose él levemente y besando castamente sus sonrientes labios a pesar de la presencia de su tía, quien sonrió apartando su mirada brevemente, ya acostumbrada a verlos siempre tan cariñosos y enamorados.
"¡Vaya, Anthony! Quién diría que te ibas a poner tan meloso y cursi con el matrimonio. Cuando estábamos juntos no eras así", se escuchó una voz familiar y burlona desde la entrada de la sala, llamando de inmediato la atención de todos los presentes.
Al mirar a la inesperada presencia, la expresión de Anthony se oscureció.
"¡Elisa...!", dijo Anthony enfadado, poniéndose de pie de inmediato. "¿Qué haces tú aquí?", le dijo.
"¡Elisa!", dijo la tía abuela también extrañada, pero quedándose sentada mirándola. Candy solo se le había quedado viendo más sorprendida que molesta por su impertinente comentario.
"Señorita Legan… le dije que esperara a que la anunciara con los señores", dijo el contrariado mayordomo, llegando corriendo justo detrás de ella.
"¡No moleste, Stephen! Ya le dije que yo soy de la familia, ésta ha sido como una segunda casa para mí desde niña. ¡Y usted lo sabe!", le dijo molesta. "¡Tía Abuela!" dijo la joven sonriendo de pronto, acercándose con su vestido francés y una falsa sonrisa hacia la anciana que desde el sillón tipo abuelo de la estancia la miraba asombrada.
"Elisa…", dijo la matriarca sin poder creer que estuviera allí, recibiendo el abrazo de la hermosa joven. Al separarse del abrazo, la señora Elroy pudo comprobar que su nieta - que desde que se marchara enojada a Edimburgo, Escocia, hace casi seis años no había vuelto a ver, - era mucho más hermosa de cómo la recordaba. Se parecía cada vez más a su elegante madre. Excepto por los modales, claro. Bueno, eso y otras cosas más.
"Elisa, niña, ¿qué haces tú aquí?", preguntó reaccionando la matriarca. "¿Viniste tú sola?", preguntó confundida.
"Buenas tardes, tía abuela." Una segunda figura entró hasta entonces a la sala, y sin voltear a ver al joven matrimonio, se dirigió también a la tía abuela y se inclinó a abrazarla. "¡Qué gusto volver a verla, tía abuela!", le dijo el muchacho también elegante, con falsa alegría.
"Pero Elisa… Neil… ¿cómo es que están aquí?", dijo la anciana, "¿Y sus padres?"
"En Escocia.", respondió la joven que analizaba con mirada maliciosa a la embarazada rubia.
"Con Elisa aprovechamos un viaje que tuvimos juntos a Londres, tía abuela, y decidimos de improviso venir a visitarla por su cumpleaños, aprovechando que mamá y papá tenían compromisos en Edimburgo que no podían eludir y, por lo tanto, no podrían acompañarnos."
"Ya veo.", dijo la anciana inexpresiva.
"Pasamos a la mansión de Chicago para sorprenderla, tía abuela," dijo la pelirroja, "pero los sorprendidos fuimos nosotros cuando dos personas que no conocíamos y que se hospedaban por órdenes del tío William, nos dijeron que estaba usted aquí en Lakewood. Creo que nos cruzamos con el tío porque las visitas dijeron que hoy llegaría él a encontrarse con ellos."
"William celebró mi cumpleaños hace dos días, con la familia, antes de viajar a Chicago.", dijo la tía abuela.
"Oh… bueno, talvez llegamos un poco tarde para celebrar, pero vemos que está usted muy bien de salud para su edad, tía abuela" dijo Elisa eso último en voz más baja, apreciándola con secreto enfado. Contaba con que ya estuviera mal después de tantos años. "Y vemos que también está usted muy bien acompañada", dijo Elisa volviéndose a los callados esposos frente a ellos, viendo a Anthony aun de pie mirándole enojado y a Candy sentada, viéndola extrañada, aun sosteniendo su pancita. "¡Vaya, Anthony!, te ves muy bien. Asumo que estás mucho mejor de tu accidente." Le dijo la pelirroja ignorando a la rubia a propósito, sin buscar una presentación. "Supimos en Escocia que te casaste el año pasado. Y veo que has recobrado totalmente tus fuerzas ya que no has perdido el tiempo con ella por lo que veo.", dijo viendo su pancita con enmascarado enfado. "¿Te casaste con ella por voluntad propia, Anthony, o fue solo una cuestión de dinero y resignación?, porque tuviste mejores candidatas que ella", dijo maliciosa, viendo a Candy de arriba a abajo.
"¡Deja de decir estupideces, Elisa!", dijo Anthony enfadado. "No te permito que le faltes el respeto así a mi esposa! ¡No me hagas olvidar que se supone que eres una dama, y te responda como te mereces!", le dijo conteniéndose.
"¡Y tú no le levantes la voz así a mi hermana tampoco, Anthony!", apareció Neil junto a ella, fingiendo amenaza.
Anthony lo miró como quien mira a un gusano.
"No me obligues a darte una lección nuevamente, Neil.", le advirtió el rubio. "Porque esta vez no habrán empleados que interfieran para salvarte."
Se lo dijo con una mirada tan gélida y con tal seriedad que el castaño no pudo evitar cambiar de expresión con cierto temor y retroceder un paso.
"¡Neil, Elisa!", dijo entonces la anciana poniéndose de pie. "Les prohíbo expresarse así en esta casa. ¡Y les demando respeto para Anthony y su esposa, o se irán de inmediato de aquí!", les dijo enérgica.
"¡Pero, tía abuela!", se sorprendió la pelirroja de escucharla decirles algo así.
"¡Pero nada!", respondió la anciana. "Neil y Elisa, ustedes aparecen sin previo aviso después de seis años de total silencio y lo único que vienen a hacer es a insultar a mi familia sin ningún tipo de educación o decoro."
"¡¿Su familia?!", repitió Elisa. "¡¿Y qué somos nosotros entonces, tía abuela?!", reclamó de inmediato la esbelta pelirroja ofendida. "¡También somos su familia! - ¡Incluso más que ellos! - Venimos desde Escocia solo para verla por su cumpleaños", agregó.
"¿En serio?", dijo la anciana alzando su ceja. "¿No hay otra razón más para haber venido hasta aquí que mi cumpleaños?", dijo incrédula y con mirada fría.
Los dos hermanos se le quedaron viendo sin responder.
"Será mejor que nos retiremos, tía abuela.", dijo entonces Anthony, ayudando a Candy a ponerse de pie. "Vamos querida.", dijo, tomando su mano y luego alcanzó él por su bastón, y caminó junto con ella hacia la salida de la sala.
"Pero, hijo… no te vayas", dijo la tía abuela consternada de que se fueran de la casa.
"Solo llevaré a Candy para dejarla con Dorothy y que coma algo, y luego volveré para que hablemos con tranquilidad. Ya regreso.", afirmó y se dio la vuelta.
"Pero Anthony…" dijo Candy preocupada.
Anthony le sonrió. "Amor, hazme caso. Luego te explico."
Leyendo la confianza y decisión en su mirada, Candy asintió y se dejó guiar por su esposo hacia el recibidor y luego hacia el elevador.
Tras dejar ellos la sala, la matriarca se volvió entonces hacia los dos hermanos que con una mirada de desprecio veían aun hacia donde los esposos Brower acababan de salir. Elisa miró entonces a su hermano con pregunta en sus ojos y Neil solo le sonrió con malicia asintiendo suavemente.
"¡¿Cómo se atreven a venir a esta casa a hacer una escena como esa, frente a Anthony y su esposa?!", gritó la matriarca furiosa, haciendo brincar a los dos hermanos que distraídos habían olvidado por completo la presencia de la anciana con ellos en el salón. Ambos se volvieron hacia ella.
"¿Acaso creen que no sé por qué están aquí?" les dijo la señora Elroy enfadada. "¿Creen que no sé de sus andanzas vergonzosas en Londres?", preguntó la anciana sorprendiéndolos.
Neil palideció. "Pero ¿qué dice, tía abuela?", preguntó temeroso Neil, "¡No sé de qué habla!", dijo el moreno, enfadando a su hermana por su mala actuación.
"¿Creen que no sé de las apuestas de ambos en las carreras en Ascot?", dijo la señora Elroy. "¿O, Neil, de tus deudas de juego en Glasgow y Edimburgo?", inquirió la anciana asertiva. "Ustedes dos no han querido saber de mí desde que William los mandó a Escocia junto a sus padres, pero, por el contrario, yo sí he estado muy pendiente de ustedes dos desde aquí.", les aclaró. "Primero por cariño, engañada por una falsa idea de afecto de su parte que ahora sé completamente no era real."
"¡Pero tía! ¡Eso no es verdad! ¡Nosotros la queremos mucho en realidad!", trató de rebatirle Elisa.
"¡Silencio!", la calló la anciana. Ella los miró como si los estuviera viendo por primera vez y no a través del recuerdo de sus múltiples muestras de un falso cariño.
Después continuó, "Al recibir los informes de su verdadera actitud lejos de la familia, continué pendiente de ustedes únicamente previendo una posible situación como ésta." Les dijo. "Así que si han venido a comprobar si estoy a un paso de la muerte esperando algún tipo de herencia de mi parte, déjenme ahorrarles la espera y decirles que han hecho su viaje en vano." Les dijo. "Ni un centavo de lo que es mío está asignado a ustedes ya y tampoco pienso ayudarlos, si es que a pedir dinero vienen. Así que ambos deberían estar en Escocia, con sus padres, viendo si ellos les tienen algún tipo de conmiseración para prestarles el dinero que necesitan para pagar a quienes quiera que sean los que los buscan allá. Porque huyendo es que ustedes llegaron hasta América, ¿no es así?"
Los dos hermanos, sudando, la miraron guardando silencio, sin afirmar o negar nada, pero, sin embargo, sintiéndose expuestos.
"¡Ambos son una vergüenza para esta familia!", les dijo entonces con enfado y acusación.
"¡Pero tía abuela!", reclamó Neil asustado. "¡Esas deudas de las que habla son una calumnia!", protestó. "Me engañaron… hicieron trampa para quitarme el dinero porque querían vengarse porque soy rico.", dijo convencido de su propia mentira. "¡Son unos ladrones!"
"¡Y en Ascot fue solo mala suerte, tía abuela!", se agregó también la pelirroja. "¡Hasta el Rey apuesta en esas carreras!, no es denigrante. ¡Fue un mal cálculo de mi parte! ¡Nada más!"
"¿Durante cuatro años seguidos, Elisa? ¿Con el dinero de la herencia de tu madre?", preguntó la Matriarca seria, sorprendiéndola y haciéndola callar.
"¿Tú último amante ya no te quiso ayudar a pagar, después de que te enseñó a invertir con él?", le preguntó indignada.
La pelirroja la vio asustada, palideciendo de inmediato. La Matriarca asintió, "Sí, Elisa. También eso sé", le dijo.
Y volviéndose a Neil continuó, "Sin hablar del hijo ilegítimo que le dejaste a la pobre señorita Daisy Lancaster, el cual asumo sí es tuyo."
Neil calló.
"Tienes suerte de que su padre no sepa tu nombre por la nobleza de la joven que no quiso revelar quién era el padre o quizás ya no estarías hablando aquí con nosotros hoy", afirmó.
Neil vió a la tía abuela con vergüenza, pero también molesto por la mención de un tema tan delicado para él.
"Y a todo eso también podemos añadir ahora la extorsión, tía abuela", dijo Anthony desde la entrada de la sala, habiendo regresado de dejar a su esposa. El rubio había llegado fuera de la sala solo unos momentos antes, pero lo suficiente como para escuchar parte de la conversación dentro. Mucho de eso lo sabía por conversaciones con su tía abuela y con el mismo tío William, en confidencia.
"¡Anthony! ¿De qué hablas?", preguntó la tía abuela sorprendida de que mencionara algo así.
Anthony ingresó a la sala. "Acabo de hablar con el personal de la mansión, tía abuela, solo brevemente para advertirles sobre estas dos… personas, que talvez pernoctarían en la mansión a partir de hoy", le dijo. "Y uno de ellos - anterior empleado de los Legan -, se me aproximó con temor y me dijo que Neil le había ordenado en privado, tras llegar y verlo entre los empleados, hacer llegar este sobre a mi esposa, tan pronto como ella estuviera sola, sin que nadie lo viera. Que lo hiciera, o le contaría a usted que él le había robado un reloj de oro de su equipaje, para que lo despidieran", dijo mostrando el sobre blanco sin identificación en su mano.
La tía abuela se sorprendió volteando a ver al Neil y yendo hacia Anthony, él le entregó el sobre y la anciana lo abrió, sacando la nota.
"En esa nota, tía, le dicen a Candy que por US$20,000.00 no le dirán a la prensa sobre nuestro matrimonio apresurado, ni sobre la paternidad dudosa de nuestro hijo."
"¡Que qué…?!", dijo la anciana asombrada escuchándolo y viendo la nota.
"¡Eso no es cierto, tía abuela! ¡Yo no fui! ¡Esteban miente!", dijo Niel de inmediato.
"¡Tonto! ¡Nunca dije que fue Esteban el que me dio el sobre!", le dijo Anthony furioso, con ojos como dagas.
Callándose Neil al notar su error.
"Le ordenan a mi esposa que le pida a su padre", dijo Anthony aproximándose a él con sus manos empuñadas por la cólera, "…que haga dos transferencias, una a una cuenta de un tercero en Londres y otra a Escocia, y que lo justifique con su padre como una ayuda que quiere dar a la familia de dos amigas del colegio en problemas por la guerra, y que no me mencione nada de esto a mí o a nadie más, o lo sabrá e igual harán que lo publiquen en los periódicos, poniendo su honra en entredicho, así como la legitimidad de su hijo, lo cual haría que al final yo terminara ¡repudiándola!"
"¡Pero ¿cómo pudieron decirle algo así a Candy?! ¡¿Y en su estado?!", exclamó la tía abuela horrorizada de escucharlo y de leerlo en el papel, con letra fingida de Neil, la cual reconoció y luego alzó la vita hacia los dos inexpresivos hermanos que los miraban con frialdad.
"¿Pero acaso no es verdad?", le dijo de pronto Neil a Anthony rencoroso. "A leguas se nota que ella-"
Y más tardó la tía abuela en exclamar su susto, que Anthony en írsele encima a Neil para asestarle dos puñetazos en la cara y tras reaccionar Neil con retraso tratando de defenderse, Anthony bloqueó con su brazo izquierdo el golpe y lo sorprendió con un derechazo que lo hizo tambalear con la boca rota, y luego el rubio no perdió tiempo en asestarle un fuerte puñetazo al hígado, haciendo al moreno quedarse sin aire y caer arrodillado a sus pies quejándose del dolor. Igual Anthony lo levantó a la fuerza por las solapas de su saco, y sacudiéndolo furioso junto a su rostro, le advirtió,
"¡Jamás vuelvas a atreverte a hablar mal de mi esposa, Neil! ¡¿Entendiste?! ¡Ni se te ocurra calumniarla con tus bajezas o intentar acercarte a ella otra vez por cualquier medio!, ¡¿Me escuchaste?!", le dijo sacudiéndolo otra vez, fuera de sí, haciéndolo quedar casi de puntillas al ser Anthony más alto que él para entonces. "¡No lo hagas, porque soy capaz de matarte! ¡¿Lo entendiste?! - ¡A ella la respetas! -" le gritó. "¡Y de una vez te advierto que, si algo se sabe o si algo le pasa, te juro que ese mismo día el señor Lancaster sabrá el nombre del desgraciado que arruinó la vida de su hija, y ya sea por él o por mí, podrás darte por muerto a dondequiera que te hayas arrastrado en el planeta para esconderte!" le aseguró, "¡Te lo juro, Neil!", le dijo, lanzándolo de espaldas al suelo otra vez, volteando Neil una mesa con un candelabro al caer.
"Y en cuanto a ti, Elisa," dijo el rubio volviéndose hacia la asustada pelirroja que veía a su hermano tirado, sabiéndose descubierta en su segundo plan, - siendo el primero solo sacarle dinero a su tonta tía -. "Si te atreves a hablar alguna infamia más sobre mi matrimonio o sobre mi esposa otra vez, ¡la noticia que se publicará en los diarios, en los dos continentes, será la de tu nombre y el nombre de tu amante, el monto de sus deudas de juego, y los lugares donde te dejaste deshonrar una y otra vez por él!", le advirtió. "- ¡¿Me entendiste, Elisa?! -", dijo con un grito.
"¡Sí!", dijo Elisa, sin poder evitar responderle asustada.
"¡Y luego te montaré una demanda tan costosa y tan larga por difamación que te dejaré en la calle si todavía tus deudas no lo han hecho para entonces!", le prometió.
Con lágrimas en los ojos, la joven sorprendida de que todo hubiese dado un giro tan inesperado se sentó en uno de los sillones y se tapó la cara comenzando a llorar amargamente.
"¡Guárdate tus lágrimas que no nos impresionan!", le dijo Anthony sin sentir la menor lástima por ella.
"¿Pero de dónde sacaste todas esas mentiras, Elisa?", le dijo la tía abuela tratando de aminorar la situación.
"Uno de los primos de Irlanda nos contó… que parecía que Anthony y Candy se habían casado sin testigos." Ella hipeó. "Y luego nos dijeron que alguien había visto a Candy en una cena y que ya llevaba varios meses de embarazo. Nadie quiso decirnos más por más que preguntamos. Nosotros asumimos…"
"¡Pues asumieron mal!" Fue lo único que dijo la Matriarca.
"¡Esto no hubiera sucedido si tú te hubieses casado conmigo, Anthony…!", dijo ella volviéndose al rubio.
"A mí no me culpes de tus malas decisiones, Elisa. Además, entre tú y yo jamás hubo nada", le dijo Anthony.
"¡Pero lo hubiera habido si no me hubiesen enviado lejos de ti hace años!", le rebatió ofendida.
Anthony sacudió su cabeza mirándola con incredulidad. "Nunca acepté nada de ti, Elisa, y lo sabes mejor que nadie.", le dijo haciendo alusión a la vez que intentó ofrecérsele cuando lo engañó para salir a cabalgar juntos una mañana, antes de su partida.
"¿Pero por qué te casaste con ella?", lloriqueó. "¡¿Qué tiene esa ilusa que ni siquiera habla, que no tenga yo?!", le increpó.
"Todo, Elisa." Le dijo Anthony con más calma al recordar a su pecosa. "Ella es más de lo que tú jamás comprenderás… y, además, yo no tengo por qué justificarme contigo. Candy es todo para mí y punto. Y nadie le hará daño mientras yo viva - ni a ella ni a mi hijo -, ¡¿te queda claro?!", le dijo.
"Y ni William ni yo lo permitiremos tampoco", agregó la tía abuela mirándola con decisión.
Elisa los miró herida y bajó la vista triste, sintiéndose derrotada por primera vez.
La tía abuela que había visto toda la escena, notó entonces que Anthony parpadeaba de pronto, pareciendo mareado, pero tratando de mantenerse firme ante ellos. Eso la puso en alerta de inmediato. Y tratando de evitar que los hermanos se dieran cuenta de lo afectado que estaba su nieto en realidad, se apresuró a hablar.
"Ya escucharon.", dijo ahora calmada la anciana. "No tienen nada más que hacer aquí. Neil y Elisa, les ruego que se marchen en este momento de la mansión."
"Pero, tía abuela… no tenemos dinero para regresar a casa.", lloriqueó la pelirroja poniéndose de pie otra vez. "Usamos todo el que nos quedaba para llegar hasta acá."
"Nuestro chofer los regresará de inmediato al pueblo para que se queden en el hotel, y se marchen mañana en el tren de la tarde, a Nueva York", dijo la tía abuela decidida. "Alguien de nuestro personal los acompañará para que descansen y luego los escoltará hasta su partida. Yo arreglaré que a su llegada a Nueva York les estén esperando y veré que lleguen a salvo de vuelta a Escocia lo antes posible." Les dijo.
"¿No nos puede hospedar al menos unos días más acá, tía abuela?", preguntó la pelirroja.
"Lo lamento, pero no será posible. La casa no es mía, sino de su primo Anthony y de su esposa Candy, a quienes ustedes acaban de agraviar." Les dijo sorprendiéndolos. "Esto es lo único que les puedo ofrecer. Y les advierto que no traten de engañarnos porque estoy segura de que el Patriarca no tendrá contemplaciones con ustedes o con su familia de ser así", concluyó con expresión grave.
Los ojos de la Matriarca se volvieron entonces a los del mayordomo principal que con los gritos había llegado momentos atrás, para ver si no se requería apoyo para sus señores. El fiel mayordomo, tras escuchar, no necesitó más instrucciones que su mirada, así que asintiendo a la señora Elroy, se aproximó a ambos jóvenes Legan en la sala. Neil apenas si acababa de levantarse y casi que no podía caminar por el gancho al hígado que le había dado su primo, y su mandíbula estaba bastante lastimada. Sacando su pañuelo, contuvo su sangre.
"Por aquí, por favor, señoritos Legan." Les dijo con toda ceremonia el mayordomo, y con la dignidad que les quedaba, Neil y Elisa salieron del salón sin siquiera despedirse o voltear otra vez a ver a la Matriarca o a Anthony. Elisa pasó de primero llorosa pero enfadada, y la mirada de la tía abuela cambió al verlos marchar sabiendo que era la última vez que los vería en su vida y, a pesar de todo lo dicho, no pudo evitar sentir una oculta pena por comprobar en carne propia lo que tantas veces le había advertido William y sus demás nietos respecto a la falsedad de su cariño por ella en su niñez, y su vileza y maldad.
Gritos entre los hermanos Legan comenzaron a escucharse fuera del salón, y cuando ya no se oían más reclamos de Niel, ni llanto y gritos de Elisa en el pasillo, Anthony finalmente caminó hacia uno de los sillones y se dejó caer, recostando su espalda en el respaldo e inclinando su cabeza hacia atrás, cerrando sus ojos.
"¡Anthony!", se asustó la matriarca y fue de inmediato hacia él. "¡Hijo!, ¡¿Te sientes mal?!"
"Solo me siento un poco mareado, tía abuela", admitió, llevando su mano a su rostro, cubriendo sus ojos.
"¡Santo Cielo, Anthony! - ¡¿Stephen?! -", llamó asustada la matriarca. "¡Stephen!", llamó la matriarca y el mayordomo junto con una de las mucamas llegaron corriendo de inmediato.
"¿Señora?"
"Que alguien vaya de inmediato al pueblo por el doctor Miller. Pídanle que venga, ¡que es una emergencia!", dijo asustada.
"Tía…", dijo Anthony. "Cálmese. Estoy bien. Por favor, que Candy no se dé cuenta de esto."
"Pero, hijo…".
"Al menos hasta que el doctor me haya revisado. Por favor.", le dijo con mirada preocupada.
La señora Elroy lo vio indecisa, pero luego, reconsiderándolo, asintió.
"Que vayan pero que nadie mencione nada a la señora Brower", dijo.
"Como usted diga, señora.", dijo el mayordomo y se apresuró a dar la instrucción mientras personal de la mansión todavía subía a un vehículo de la familia el equipaje de los despreciables hermanos que, dentro del vehículo, seguían discutiendo y culpándose mutuamente, mientras que Neil lloriqueaba quejándose de sus múltiples golpes. Otro vehículo salió de uno de los patios de la mansión tras ellos, sin que lo notaran, y este se dirigió rápidamente hacia el pueblo de Lakewood.
Así que discretamente, con la ayuda de dos de los mayordomos menores, el joven Brower fue ayudado a caminar hasta una de las habitaciones en el primer nivel de la mansión para recostarse.
Tras recostarlo, uno de los mayordomos menores se aproximó a la matriarca, mientras las mucamas acomodaban la cama. "Señora Andley, tiene una llamada del señor William en el despacho."
Ella dudó en qué hacer por un momento, pero luego asintió, "Ahora regreso, hijo." Le dijo a su nieto y salió de la habitación rumbo al despacho, quedándose una de las mucamas mayores con él.
"¡¿Qué hicieron qué?!", fue el grito del Patriarca al otro lado de la línea telefónica, que al enterarse por el mayordomo de la mansión Brower que sus señores se habían marchado a la mansión Andley, de inmediato se preocupó y llamó sin perder tiempo a la otra casa.
La tía abuela le había contado toda la situación y que en ese momento estaban esperando únicamente al doctor para que revisara a Anthony. Neil y Elisa ya había sido llevados al pueblo para que pasaran allí la noche.
"¡No puedo creerlo! ¡¿Acaso perdieron la razón?!", exclamó el patriarca desde su despacho en Chicago, preocupado.
"Eso me temo, William. No tengo otra explicación.", dijo abatida.
"Pues le juro que la razón no es lo único que ellos perderán, tía Elroy. ¡Eso se lo aseguro!", dijo William decidido. "Mañana mismo le diré a George que corte el apoyo financiero a los Legan. Desde hace unos meses dependen de nosotros casi completamente. Ordenaré el cambio de Gerente General en Edimburgo. Ya veremos cuánto tarda Thomas Legan en llamarme para averiguar qué fue lo que pasó."
"Hijo, ¿lo crees necesario en verdad?", dijo la matriarca.
"¡¿Va a defenderlos ahora también, tía Elroy?!", preguntó disgustado el patriarca. "¡¿Qué no ve lo que intentaron hacer?! Debería yo levantar cargos en su contra, en vez de solo cortarles los fondos."
"Pero, William. Tu boda está próxima. ¡No querrás opacar la felicidad de Charlotte con un escándalo así! ¡Piensa lo que dirán los Stewart!"
William contuvo la respiración y luego suspiró enfadado desde el otro lado de la línea al darse cuenta de que ella, por clasista que sonara, tenía razón. El patriarca se quedó callado considerándolo.
"William, ser Patriarca también implica sopesar los pros y los contras de las situaciones. Y a veces, hay que ir por el bien mayor. Este es un momento así, hijo."
William cerró sus ojos y trató de tranquilizarse. "Tiene usted razón, tía." Aceptó luego de unos momentos. "Está bien. Despreocúpese. Yo me encargaré de Neil y de Elisa y de los arreglos de su viaje desde Nueva York hasta Escocia, en tercera clase por supuesto." Dijo dándose, aunque sea, ese pequeño gusto. "Además… pospondré, por el momento, el corte del apoyo financiero a los Legan hasta agosto, después de mi boda."
"Bien.", dijo la Matriarca conforme.
"Pero tan pronto tenga usted noticias de Anthony, por favor, tía, no importa la hora, avíseme. Veré si puedo arreglar regresar mañana mismo a Lakewood."
"Primero esperemos a ver qué dice el médico, William. Atiende tú a tu prometida y a futuro suegro mientras tanto. Ya hablaremos después de un posible regreso. Y saluda a Charlotte y a Frederick de mi parte, por favor."
"Lo haré, tía." Suspiró el Patriarca… "Tan solo espero que lo de Anthony no sea grave", dijo preocupado.
"Todos lo esperamos, hijo." Le respondió su tía con igual preocupación.
Mientras tanto, en la sala de invierno del tercer nivel, una esposa esperaba inquieta, viendo que la noche había caído ya en la propiedad, y tras haber tomado el té (agua caliente y limón) con pastelillos y sándwiches en compañía de su mucama y amiga Dorothy, se preocupaba, viendo que casi llegaba la hora de la cena y su marido aún no aparecía.
"Anthony ya ha tardado demasiado, Dorothy", se quejaba la pecosa otra vez. "Mejor debería bajar a ver qué pasó", dijo preocupada.
"Candy…" sonrió la pelirroja de trenzas y gentil expresión. "El señor Brower te pidió que lo esperaras aquí porque la señora Elroy necesitaba apoyo para tratar con los señoritos Legan. La reunión se ha de haber extendido nada más."
"Ellos parecen ser muy malas personas, Dorothy. No quisiera que fueran groseros con él", se atrevió a comentar la pecosa. A ella no le gustaba juzgar a las personas con la primera impresión, por eso le había dado una oportunidad a la amistad con el joven Grandchester en su adolescencia, pero la forma en que la habían ignorado y cómo luego la habían mirado esos dos extraños hermanos, y lo que habían dicho de manera tan poco cortés, la había impresionado totalmente para mal. "Ojalá no se queden hospedados aquí con nosotros."
Dorothy suspiró. "No veo cómo evitarlo. Su familia vendió su propiedad en el condado cuando se marcharon a Escocia. Sabes, Candy, cuando comencé a trabajar siendo pequeña, primero trabajé en la casa de la familia Legan", le dijo.
"¿En serio?", comentó asombrada la rubia. "¿Y cómo fueron contigo entonces, Dorothy?"
"Igual que con todo el mundo, Candy." Sonrió la joven de trenzas. Y, tratando de ganar tiempo, la joven mucama comenzó a contarle diferentes situaciones que tuvo que vivir bajo su servicio, ganándose la simpatía y a veces el enfado de la joven señora por lo vivido por su amiga bajo tan cruel familia. Entre todo, Dorothy le contó cómo el señor Legan era diferente en su trato y más gentil con todos, pero sin embargo, tampoco impedía que su linda y joven esposa hiciera lo que quisiera junto a sus hijos malcriados, sin interferir demasiado. "Descuida, Candy. La señora Legan y sus hijos siempre fueron poco gentiles con la servidumbre, y con la mayoría de sus conocidos también, a pesar de ser gente de dinero como ellos", concluyó la joven su relato. "En realidad, sentí un alivio muy grande cuando la señora Legan, luego de cuatro años de servicio, me avisó que me pasaría a servir aquí con los Andley al ellos marcharse a vivir a Escocia. Creo que es el único favor que me hizo en realidad y que le agradezco hasta hoy. Fuimos pocos los que pudimos conservar un empleo."
"Yo también se lo agradezco entonces, Dorothy.", le sonrió la pecosa contenta. "Si no, no te hubiera conocido aquí", le dijo feliz, estrechando su mano sobre la mesa.
"Candy…", le sonrió de vuelta su ahora amiga, también feliz de haber conocido a la gentil joven.
"Señora Brower", llegó de pronto el mayordomo principal, poniéndose Dorothy de pie de inmediato, guardando la distancia.
"¿Sí, Stephen?", dijo la rubia un tanto desconcertada.
"La señora Elroy la llama al despacho. Dice que necesita hablar con usted."
"¿Y Anthony?", dijo la joven señora, levantándose de su lugar y caminando hacia él.
"Me dijo la señora Elroy que, al llegar, ella le explicaría. Por aquí, por favor", le dijo, y algo extrañada, la joven señora Brower dio una última mirada a Dorothy, que dándole ánimos le sonrió, y tras una breve sonrisa en respuesta, la joven rubia fue escoltada por el amable señor Stephen, no sin dejar a Dorothy atrás preocupada por la expresión del mayordomo mayor al retirarse.
Continuará…
¡Gracias por leer!
¡Espero hayan tenido un Feliz Día del Cariño y la Amistad!
¡Gracias por comentar Anguie, Sharick, Mayely león, Guest 1 y Julie-Andley-00! La historia avanza.
¡Bendiciones!
lemh2001
15 de febrero de 2024
P.D. Se actualizará el domingo 18 de febrero.
