ENTRE PROMESAS ROTAS
¡Hola a todos!
Sí, llegamos al final. Quería expresar mi más profundo agradecimiento a todos ustedes. Gracias por su apoyo incondicional, por haberle dado una oportunidad a esta historia y por haber sido parte de ella en cada capítulo. Cada review, cada palabra de aliento ha sido un faro de luz en este viaje. Sin duda, solo puedo sentir gratitud por cada uno y una de ustedes, quienes han dado vida a la historia y han compartido este camino conmigo.
Mientras nos despedimos de estas páginas, quiero llevar conmigo la certeza de que este no es el final, sino el comienzo de un nuevo capítulo. (Porque estoy escribiendo una nueva historia, solo necesito un poco de tiempo para avanzarla un poco) Bueno, de todas formas, estén pendientes de la página de Facebook. :D
Bueno, sin más que decir, hasta que nuestros caminos vuelvan a cruzarse, les envío todo mi cariño y mis mejores deseos en este nuevo comienzo. ¡Gracias, de todo corazón!
Atte. XideVill
Disclaimer: Los personajes de esta historia son de Rumiko Takahashi.
EPÍLOGO.
(Cuatro meses después)
KAGOME
–Kag…
Ignoré aquella súplica y seguí con mi trabajo.
–Kagome… –Soltó gemido–, espera por favor…
Levanté la mirada sin dejar de hacer mi trabajo y pude ver el placer invadir su rostro.
–¡Dios! –soltó echando la cabeza hacia atrás– Amor, eres increíble…
Saqué su miembro de mi boca y sonreí en efecto.
–Eso ya lo sé, dime algo que no sepa.
Inuyasha me sonrió y me atrajo hacia él invadiendo mi boca con su lengua. Escuché un par de gemidos morir en mis labios mientras volvía a tomar su miembro con las manos.
–Kag…
–Mmm…
–Tenemos invitados esperando en la sala.
–¿Y qué?
Me detuvo.
–Nos escucharán –advirtió.
Liberé mis manos y esta vez recorrí el largo de su corbata.
–¿Quieres que pare? –Cuestioné relamiendo mis labios.
No respondió y entonces sonreí.
–Bien, entonces supongo que prefieres ir abajo y ver una presentación infantil que estar aquí y disfrutar con tu esposa de la mejor mamad…
Asaltó mis labios con desesperación mientras recorría mis muslos en busca del inicio de mi falda.
–Eso puede esperar –soltó agitado– Ahora tengo otros planes.
Me llevó a la cama y me dejó caer boca abajo a modo que tenía mis pies tocando el piso, pero mi torso recostado completamente sobre la cama. Miré hacia atrás y lo vi sujetando su miembro con ímpetu.
–Amor… –susurró mientras se acercaba– Trata de no gritar…
–¿Qué…?
Tuve que morder la sábana para no hacerlo cuando lo sentí entrar de un solo golpe. Inuyasha aceleró sus embestidas a medida que mis gemidos se volvían incontrolables.
–Inu… –musité– Por favor…
Se detuvo y se recargó en mi espalda.
–¿Quieres que pare? –susurró.
–No… –Negué con la cabeza– Hazlo más rápido.
Lo escuché reír bajito a medida que sus manos invadían el escote del vestido, y entonces aceleró sus movimientos y estuve a punto de morir de placer hasta que escuché el sonido clásico de las escaleras.
–Inu… –Le dije en alerta.
–¡Kagome!
Esa era la voz de Sango. Inuyasha no se detuvo, al contrario, parecía que lo disfrutaba más que antes.
–Kag ¿Dónde estás?
Miré a Inuyasha y este me sonrió con malicia. Pero esto era malo, la puerta no tenía seguro y los pasos de Sango se oían cada vez más cerca.
–Inu… –solté ahogando un gemido cuando azotó con una pequeña palmada mi trasero.
–¿Esto te gusta no es así…? –susurró en mi oído– Kag… te encanta hacer algo incorrecto y sentir la adrenalina de ser descubierta por alguien.
–Inu…
–Kagome, Moroha te necesita.
Inuyasha aceleró sus embestidas y tuve que esconder mi rostro en la cama para callar mis gritos. Sango estaba por entrar y al parecer a Inuyasha no le importaba en lo absoluto. Sentí sus profundas embestidas hasta que todo explotó en placer absoluto.
INUYASHA
–¡Kagome!
Sango entró de golpe abriendo la puerta de par en par y la miré con fingida sorpresa. Aún sentía los vestigios del placer de hace unos segundos en mi entrepierna, pero tuve que mantener la compostura.
–Inuyasha ¿Has visto a Kagome? No la encuentro por ningún lado.
–Ah, sí –Sonreí y señalé el baño de nuestra habitación– Está en el baño.
Sango se me quedó viendo por unos segundos antes de acercarse a la puerta del baño y dejar un par de golpes.
–Kag… ¿Me escuchas?
–Ss… sí…
–¿Te sientes bien? –cuestionó y tuve que contener una sonrisa.
–Sí Sango, solo necesito unos minutos.
–Pero…
–Bajo en seguida –Se apresuró en decir.
Sango dio unos pasos hacia mí y me miró fijamente.
–Ya dime ¿Qué le hiciste a mi amiga?
Sonreí juguetón y le guiñé un ojo.
–Le hice el amor.
Sango se puso a reír dejando un golpe en mi hombro.
–Muy gracioso, pero ya enserio, más te vale que no le hayas hecho algo malo porque si no…
Me mostró un puño y yo asentí con la cabeza.
–Ok, tranquila –solté– No le hice nada "malo" a tu amiga, Kag solo quería refrescarse ¿Verdad amor? –pregunté levantando la voz.
–Si cariño.
Sonreí y Kagome apareció como nueva, pero con un brillo singular en sus ojos.
–¿Vamos? –dijo sin dejar de sonreír.
Sango pasó por su lado y caminó hacia las escaleras. La seguimos de cerca, pero antes de bajar las escaleras Kag me pellizcó en el brazo.
–"Le hice el amor" ¿Es enserio? –soltó en un susurro y con un poco de enojo– ¿No se te ocurrió algo mejor?
Rodeé su cintura con mi brazo izquierdo y dejé un beso en su cuello desnudo.
–No me gusta mentir… –susurré mientras bajábamos a la sala de nuestra casa.
Kag iba a decir algo más, pero Sango apareció con nuestra hija en brazos y toda su atención se centró en ella.
–Hola mi amor –La tomó en brazos– Pero qué linda está la cumpleañera.
La vimos hacer un puchero mientras estiraba sus brazos en mi dirección.
–Claro, papá es primero –Kag se quejó tiernamente mientras me la entregaba.
–¿Cómo está mi princesa? –La recibí con una sonrisa y en efecto Moroha sonrió.
Un año, no podía creer que ya cumplía un año. Ante mis ojos aún era la pequeña bebé que tuve en mis brazos el día que nació.
–Kag, ven conmigo –dijo Sango.
–¿Pasa algo? –preguntó.
Sango me miró y yo asentí disimuladamente.
–No, pero quiero que me ayudes con algo.
–Pero…
–Ve –Le dije– Tal vez sea importante.
Kag me miró no tan convencida, pero la siguió de todos modos. Aquello me dio tiempo para prepararme un poco, antes del gran y esperado momento. Kag y yo habíamos organizado este cumpleaños con todos nuestros conocidos. Claro que su mamá tuvo que dejar Yufuin para conocer a su primera nieta, y su hermano Sota había llegado de sorpresa, lo cual hizo muy feliz a Kagome. Pero lo que ella no sabía era que todo lo había planeado yo para proponerle, por segunda vez, que aceptara ser mi esposa y casarnos por la iglesia, como siempre quisimos.
Estaba nervioso y se notaba en cada poro de mi piel. Si bien no era la primera vez que lo hacía, esta era la primera vez que lo hacía delante de tanta gente.
–Inu… –Me llamó Sango mientras me hacía una señal con la mano.
Asentí con la cabeza y besé la mejilla de mi hija.
–Deséame suerte, princesa.
Cuando llegué hasta donde estaban, tuve que tomar la palabra y saludar a cada uno de los invitados. Fue un saludo extenso y agradecido, lo que terminó llamando la atención de Kagome, que no dejaba de mirarme confundida.
–...Pero antes de continuar con la fiesta –dije mientras Sango se llevaba a Moroha–, quiero compartir una pieza de baile con el amor de mi vida.
Kag me miró algo avergonzada, pero aceptó tomando mi mano.
–Inu, ¿qué haces…? –susurró mientras tomaba su cintura y la atraía a mi cuerpo.
–Solo disfruto un poco y recuerdo un poco.
–¿Recuerdas? –me miró confundida– ¿Qué recu…?
Guardó silencio cuando nuestra canción, Singing Low de The Fray, empezó a sonar. Sus hermosos ojos marrones me miraron y ambos empezamos a disfrutar de aquel momento al ritmo de la música. Besé su frente y Kagome apoyó el rostro sobre mi pecho, dejamos que los recuerdos de más de doce años volvieran a nosotros. Disfrutamos el uno del otro hasta que la canción finalizó y tuve que hablar nuevamente.
–Kagome… –Ella me miró fijamente–. Desde el día en que nos conocimos, supe que eras la persona con la que quería pasar el resto de mi vida. No solo me completas de una manera que nunca imaginé, sino que también hemos creado algo hermoso juntos: nuestra hija.
La vi sonreír mientras sus ojos se humedecían.
–Mi amor, cada día a tu lado me hace más consciente de lo afortunado que soy de tenerte en mi vida. Por eso, hoy quiero hacerte una pregunta.
Llevé una mano al bolsillo de mi pantalón y saqué una ya conocida cajita de terciopelo. Sonreí al sentirla temblar.
–Kag, sé que no es la primera vez que escucharás esto salir de mi boca, pero ¿Quieres casarte conmigo y seguir construyendo nuestra historia juntos? No solo como pareja, sino también como familia. Sé que ya somos una familia, pero quiero formalizar nuestro amor de una manera que refleje lo que realmente significas para mí.
La miré a los ojos y fue entonces que me arrodillé ante ella, ante la sorpresa y alegría de muchos de nuestros invitados.
–Te amo más de lo que las palabras pueden expresar, Kagome, y quiero pasar el resto de mi vida haciéndote feliz –Tomé su mano–. ¿Qué dices? ¿Aceptas casarte conmigo otra vez?
Kag soltó una risa mientras asentía con la cabeza, llena de emoción.
–Sí… –musitó– Acepto.
Me incorporé para besar sus labios, Kag rodeó mi cuello con sus brazos y la sentí sonreír en medio del beso. Se escucharon varios aplausos de fondo y nuestra felicidad fue máxima.
–Te amo –me dijo–. Te amo como no tienes idea.
–Creo que esta noche podría averiguarlo –bromeé bajito y en respuesta ella sonrió–. Kag, nos casaremos dentro de una semana.
–¿Qué? Estás loco…
–No. Ya todo está listo.
–Es broma ¿cierto? –soltó deseando escuchar que era sí, pero no–. Inuyasha…
–Es cierto, Kag –dijo Sango interviniendo–. De hecho, no hay más que hacer, Inuyasha y yo lo organizamos todo y la fecha de su boda es dentro de una semana.
Kagome fijó sus ojos en los míos y los entrecerró.
–¿Por qué no me lo dijiste?
–Quería que fuera una sorpresa.
–Sí, amor, pero aún no estás del todo bien, no debiste esforzarte de esa manera.
Sonreí con malicia y mordí el lóbulo de su oreja.
–Ya estoy mucho mejor, y creo que acabo de demostrártelo hace poco –dije mirando en la dirección de nuestra habitación.
Kag se sonrojó y dejó un golpecito sobre mi pecho. Definitivamente nunca me cansaría de esa hipnotizante sonrisa.
Después de dar el sí ante dios y ante nuestra familia, Kag y yo disfrutamos de la fiesta y recepción de nuestra boda. Después de las fotos, la mamá de Kag se ofreció a cuidar de nuestra hija, si bien Moroha se portaba de maravilla, en las noches se había acostumbrado a dormir entre mis brazos, por lo que me preocupaba mucho estar lejos de ella.
–Ya papá –soltó Kag a modo de burla– Solo será por una noche.
Me giré para verla.
–Tu princesa estará bien –resaltó.
Besé sus labios lentamente y me dejé embriagar por su aliento.
–No sé si podré soportar estar lejos de ella.
–Tal vez pueda ayudar a mantener tu mente ocupada –propuso con voz seductora y yo sonreí en efecto.
Fue una noche especial, y no solo por la fantasía de vestido que llevaba puesto y que disfrute en quitar muy lentamente, sino porque después de lo que tuvimos que vivir, esta noche se sentía como la culminación de todo aquello para dar paso a una nueva página en nuestras vidas. Y sí, claro que estaba dispuesto a escribir muchos momentos felices en ella.
(Cinco años después)
KAGOME
–Mami, ¿a qué hora llegará papá?
–Pronto mi amor –Sonreí tomándola en brazos– ¿Por qué? ¿Ya tienes sueño?
La vi frotar sus ojos y entonces lo supe. Sí, tenía sueño.
–No… –respondió con un bostezo.
Besé su mejilla y dejé que recostara su cabeza en mi hombro.
–Mami, ¿falta mucho?
–Bueno…
Estuve a punto de responder, pero el sonido de unas llaves me detuvo. Sonreí viendo a mi hija.
–Creo que no tendrás que esperar mucho más.
Moroha alzó la cabeza de inmediato.
–¡Papá! –soltó mientras la bajaba al piso.
La vi correr hacia la puerta con una gran sonrisa.
–¡Princesa! –dijo Inuyasha tomándola en brazos y dejando un montón de besos en su mejilla– ¿Qué haces despierta tan tarde?
–Es que quería verte.
–Eso, y también quería decirte algo –intervine.
–¿A sí? –dijo Inuyasha viendo a nuestra hija– Qué querías decirme, princesa.
–¡Feliz cumpleaños papi!
A Inuyasha se le dibujó una gran sonrisa.
–Gracias mi amor.
–Papi, en la mañana mamá y yo comimos pastel.
–¿Así? –soltó Inuyasha viéndome de reojo y levantando una ceja– Creí que comer cosas dulces en la mañana estaba prohibido.
Sonreí mientras me acercaba a ellos.
–Solo fue esta vez ¿Verdad, Moroha?
–No, mami, la otra vez también comimos helado con chocolate.
Inuyasha soltó una carcajada y yo me congelé en mi lugar.
–Tu hija acaba de delatarte –Se burló él
–Moroha… dijimos que sería nuestro secreto.
Se llevó las manos a la boca y me miró.
–Lo siento mami.
Sonreí y la tomé en brazos.
–Bien, ya es hora de dormir. Despídete de papá.
–Que des… –La interrumpió un bostezo– Que descanses bien papi, te amo.
Inuyasha se acercó para besar su frente.
–Te amo más princesa.
Acarició su cabeza y luego me la llevé. No tardé mucho en volver a la sala y cuando lo hice, vi a Inuyasha sacar dos copas de vino.
–Y, ¿cómo le fue hoy al mejor y más atractivo director de la clínica? –pregunté mientras me acercaba a él y lo vi sonreír.
–Bien…
Besé sus labios y me tomé el tiempo necesario para embriagarme de su aliento.
–Ya sé que te lo dije en la mañana, pero feliz cumpleaños otra vez amor.
Inuyasha rodeó mi cintura y me atrajo a su pecho.
–Gracias cariño, pero si te soy sincero no he dejado de pensar en mi regalo –soltó coqueto y yo sonreí.
Besó mi cuello y soltó un pequeño gruñido. Ambos retrocedimos hasta caer sobre el sofá, Inuyasha se quitó el saco y se deshizo de la corbata, pero cuando estuvo a punto de deshacerse de los botones de mi blusa lo detuve.
–Inu… emm –Me senté liberándome de su agarre– Qué calor, ¿no crees?
–Kag…
–Tengo sed, iré por…
–No –intervino poniéndose de pie–, yo iré por el vino.
–Perfecto –solté algo nerviosa.
Cuando llegó con las copas traté de disimular mi ansiedad.
–Kag ¿pasa algo?
–¿Eh? No… No, nada.
–Kagome…
–Brindemos –propuse– Por ti y por nuestra familia –Levanté la copa– Salud mi amor.
Lo vi dudar por unos segundos, pero luego volvió a sonreír.
–Salud.
Se bebió la copa de un solo trago y yo me quedé sosteniendo la mía.
–¿Qué ocurre Kag? ¿Por qué no tomas…?
–Inuyasha estoy embarazada.
Sus ojos se abrieron invadidos de sorpresa. El silencio fue el único protagonista y por desgracia mi nerviosismo no ayudaba mucho. Lo sabía desde hace tres días y todo ese tiempo había tratado de encontrar el momento y el lugar adecuado para decírselo, pero simplemente las palabras no me salían de la boca, y terminé soltándolo de la manera más directa y sin filtros el día de su cumpleaños. ¡Genial Kagome! ¿Ahora qué?
–¿Qué?
–Inu…
Lo vi sonreír.
–Kag, eso es… ¡Dios!
Se puso de pie y yo lo seguí.
–Lo siento si lo dije de pronto.
Me besó.
–Otro bebé… –Susurró sobre mis labios– ¿Sabes lo que significa?
–¿Un hermano para Moroha? –cuestioné y él me sonrió.
–Sí, con lo mucho que ha estado queriendo tener a alguien con quien jugar –Me besó otra vez– Te amo, te amo, Kag muchas gracias.
Mis ojos se humedecieron, llevó una mano a mi vientre y ahí se quedó.
–¿Cuánto llevas?
–Apenas seis semanas –Sequé mis mejillas.
–Mi amor, tendremos otro hijo, tal vez se parezca a Moroha.
Sonreí.
–¿Quieres otra hija?
–Y ¿Por qué no? Otra princesa que se parezca a ti.
–Yo quiero que sea niño –confesé– Quiero que se parezca a ti, quiero que tenga tus ojos y el hermoso color de tu cabello.
–Kag, sea niño o niña, de todas formas, tendrá algo de los dos.
Besé sus labios.
–Sí, claro que sí y esta vez estarás conmigo en esta etapa, verás cómo crece en mi vientre y estarás sujetando mi mano en cada ecografía –Derramé unas lágrimas– Inu, podremos escuchar sus latidos juntos.
Me abrazó y lo escuché inspirar mi aroma.
–Te amo Kagome, y amo la familia que estamos construyendo juntos.
Claro que teníamos que anunciar la gran noticia a nuestros amigos y familiares. Sango y Miroku estaban muy contentos, y aunque mi amiga estaba a punto de tener a sus gemelas, aun así, quería venir a felicitarme en persona. Sesshomaru y Rin, por su lado, deseaban que fuera un niño, el futuro heredero Taisho como él lo llamaba, aunque para Inuyasha su princesa siempre será Moroha.
Mi mamá quería venir a Tokio para estar conmigo y ayudarme con Moroha, sin embargo, su vida en Yufuin se había vuelto un poco más interesante con la llegada de Kaede. Ambas se hacían compañía y al parecer disfrutaban de sus talleres de tejido. Por otro lado, Koga se vino a vivir a Tokio y terminó trabajando en el preescolar donde yo trabajaba, y sí, fue ahí donde conoció a Ayame, mi amiga, y al parecer su boda sería en unos cuantos días.
Y así es como todo iba tomando su curso, con Inuyasha ocupando el puesto de director de la clínica como tanto quiso, y yo apoyándolo en cada uno de sus proyectos, claro sin olvidar mi trabajo. Ambos encontramos un equilibrio, un punto neutro para compartir en familia y disfrutar de ella y de nosotros.
–¡Mami! –gritó Moroha desde la orilla.
–¡Kagome, ven! –Acompañó Inuyasha.
Estábamos en la playa, y si bien todo era perfecto, cuando se juntan padre e hija no había forma de decirles que no.
–¡Ya voy!
Caminé hacia ellos e Inuyasha me recibió con un beso.
–¿Todo bien? –Me susurró al oído.
Asentí.
–Sí, solo fue un pequeño mareo.
–Tal vez…
–No –interrumpí– Estoy bien, ya se me pasó, no vamos a arruinar nuestras vacaciones.
Me sonrió besando mis labios otra vez.
–Mami, quiero un helado.
–¿Así? –dije contenta– Entonces vamos, estoy segura de que papá nos comprará un montón.
Inuyasha sonrió.
–Claro que sí, lo que mi reina y mi princesa deseen.
Tomé su mano y sentí aquella electricidad recorrer cada célula de mi cuerpo.
–Te amo –Le dije viéndolo a los ojos.
Besó el dorso de mi mano y me sonrió.
–Te amo más, Kagome.
Y así, entre promesas rotas, surgieron nuevas promesas que se mantendrán fuertes y verdaderas para siempre. Inuyasha y yo aprendimos que el amor verdadero tiene el poder de superar cualquier obstáculo, y que solo confiando plenamente el uno en el otro podemos construir un futuro lleno de luz. Desde entonces, cada vez que miramos hacia atrás, recordamos con asombro cómo, a pesar de los desafíos, encontramos la verdadera esencia del amor y la felicidad. Nos aferramos a esos momentos como luces en la oscuridad, recordatorios de que el amor, en su forma más pura, puede iluminar incluso los rincones más oscuros de nuestras vidas. Y mientras caminamos juntos, mano a mano, sabemos que nuestro vínculo es indestructible. Porque en cada abrazo, en cada beso, en cada sonrisa compartida, vemos reflejada la promesa eterna que nos une: un amor que trasciende las palabras, un amor que perdurará más allá de las estrellas.
Fin.
