Miraculous, les aventures de Ladybug et Chat Noir y sus personajes son propiedad de Thomas Astruc y Zag Entertainment.

16.- Miedo

¿Novia de Luka? ¿Ella? ¿Cómo se le había ocurrido a Juleka decirle eso? Su cara estaba ardiendo. Sentía que iba a estallar. ¿Cómo se atrevía Juleka a decir en voz alta lo que ella no quería ni pensar? No podía ser, claro que no. Ella era un hada. Un hada del tejido. No era humana. Tampoco podría serlo nunca. Simplemente era absurdo pensarlo.

Se quedó muy quieta cuando oyó entrar a Luka y la puerta cerrarse tras de él. A lo mejor, si no hacía ni pizca de ruido, se olvidaría de que estaba allí y tendría tiempo suficiente para reponerse. Quizás la sensación que llevaba tiempo tratando de ahogar se apagaba de nuevo. Quizás…

—¿Estás bien?

—Sí. Tú estás muy bien. —Agitó las manos agobiada. ¿Por qué se estaba equivocando al hablar?—. Quiero decir que... ¿cómo no vas a estar bien? ¡No! Bien. Yo. Sí. Bien. Mucho. ¿Y tú?

—De acuerdo —musitó mirándola con el ceño fruncido—. Espero que mi hermana no te haya dicho nada inadecuado.

—No. Todo bien.

—A veces Juls es un poco... ¿cómo decirlo? Insistente. —Se sentó en la cama, tuvo la sensación de que esa no era la palabra que quería pronunciar—. Se preocupa por mí, sólo es eso. No le hagas mucho caso. Si te ha dicho alguna tontería olvídala.

No se atrevió a volar hacia a él. Seguía muerta de la vergüenza por su conversación con Juleka, por la forma en la que las palabras se habían vuelto en su contra. Por el hecho de que aquel sentimiento se empeñase a quedarse flotando en su pecho tras las palabras de Juleka.

—¿Ha hecho algo que te haya incomodado? —insistió Luka.

—No.

—Entonces ¿por qué estás tan lejos?

Marinette se encogió sobre sí misma como si quisiera desaparecer. Era verdad, en otro momento habría lanzado directa hacia a él y habría estado revoloteando a su alrededor mientras hablaban, pero no se atrevía.

—Estoy bien aquí.

—Como quieras —concedió dejándose caer de espaldas sobre el colchón—. Dentro de un rato voy a ir a casa de Iván, ¿quieres venir conmigo?

¿Meterse en el bolsillo sobre su pecho? ¿sentir el calor de su piel? ¿escuchar los latidos de su corazón? Le encantaría, por supuesto, pero no podía ir.

—Quiero coser.

—Marinette, ¿seguro que estás bien?

Y ella había dicho una vez más que sí, que lo estaba, aunque no era cierto.

Luka la dejó a solas en el cuarto con algo de comer y beber a su alcance. Se quedó un buen rato en lo alto del armario, intentando no pensar en su conversación con Juleka. Le preocupaba, no podía tener sentimientos por él. Luka era un humano, ella era un hada, apostaba a eso iba contra todas las normas del universo.

La ventana estaba abierta. ¿Y si salía un rato para que le diera el aire? Sería cuidadosa, no tenía porque verla ningún humano, se aseguraría de volar bien alto para quedar fuera de la vista de curiosos. Le iría bien. Se lanzó hacia la ventana, se elevó sin perder un instante deseando que no apareciese ningún pájaro hambriento.

La ciudad se veía muy diferente desde aquella altura, la intimidaba. Verla junto a Luka era muy diferente. A su lado era bonita, tranquilizadora y mágica. En solitario parecía dispuesta a devorarla para siempre.

—Es mejor que vuelva —susurró nerviosa.

Sin embargo, no se movió de dónde estaba. El olor del viento había cambiado. Olía a puro, a hierba fresca y a flores. Olía a su casa. Se quedó quieta, colgando en mitad de un cielo azul y despejado atenta a lo que la rodeaba. El agua del Sena ondeó y un par de hadas salieron despedidas desplegando sus alas. Marinette sintió el miedo treparle por la espalda. Que hubiese dos hadas rastreadoras allí significaba que habían notado su ausencia y que querían que volviera. Se quedó allí inmóvil, a pesar del pánico, porque sabía que si no se movía era probable que no notasen su presencia.

«Por favor, marchaos. Por favor. No me encontréis. No encontréis su casa.»

Las dos hadas rastreadoras se acercaron al Liberty, aunque ignoraron la ventana abierta, recorrieron la cubierta en busca de su rastro. Trató de recordar si era posible que encontrasen algo de ella allí, pero era poco probable, siempre estaba en el bolsillo, la capucha o la mochila de Luka cuando estaban en el exterior. Tampoco había desplegado su magia fuera de la habitación de Luka o el instituto.

Abandonaron el barco y se lanzaron hacia la ciudad. Marinette bajó en picado hacia el agua, se desvió en el último momento para colarse por la ventana abierta del cuarto. Se refugió en su rinconcito deseando que no se les ocurriese volver y asomarse por allí, que se fueran sin más.

¿Qué iba a hacer? Si la estaban buscando no podía quedarse allí más tiempo. Sabía que era muy improbable que hiriesen a Luka y su familia, pero existía la posibilidad de que malinterpretasen la situación y les atacasen. Luka se había portado muy bien ella, le cuidaba con mimo. Juleka había sido muy simpática, a pesar de hacer que le ardiese la cara por la vergüenza. Y la señora mamá parecía muy cariñosa y cocinaba muy bien. Tenía que protegerles, no podía dejar espacio para que existiera la posibilidad de que les dañasen.

—Lo siento mucho, Luka…

Cuando regresara a casa se lo explicaría, recogería sus cosas y se marcharía. No quería irse, pero tenía que hacerlo. Sería una despedida muy dolorosa.

Continuará

Notas de la autora:
¡Hola! Y llegaron otras hadas para buscar a la pequeña desaparecida. Llegamos al conflicto de la historia, partir de aquí van a cambiar bastantes cosas.