CAPITULO 3:
DESPERTAR DEL PODER OCULTO
El viento rugía con fuerza mientras Sutoku desataba una oscura energía que envolvía su figura. La tormenta, lejos de amainar, parecía responder al poder del espectro, aumentando su furia con relámpagos que iluminaban la escena de manera intermitente. Kikyo y Kenji se prepararon para el enfrentamiento, conscientes de que debían superar la amenaza de Sutoku para continuar su viaje.
Sutoku extendió sus brazos, formando un remolino de energía oscura a su alrededor. La oscuridad se intensificaba, creando una atmósfera cargada de malevolencia. De repente, el espectro liberó un grito que resonó en la noche, convocando a una nueva oleada de demonios que se unieron a su lado.
¡Esto se ha vuelto más complicado! — exclamó Kenji, evaluando la creciente horda de criaturas oscuras.
Kikyo asintió con gravedad, su arco en mano, lista para enfrentar la nueva amenaza. Los demonios se materializaban en la oscuridad, ojos rojos brillando con malévola intención. La lucha se volvía más intensa con cada momento que pasaba.
Debemos trabajar juntos, Kenji. No podemos permitir que esta horda nos detenga — advirtió Kikyo, enfocándose en los enemigos que se aproximaban.
Kenji asintió, ajustando su postura en preparación para el enfrentamiento. Ambos se lanzaron al combate, enfrentando a los demonios con habilidad y coordinación. Kikyo utilizaba sus poderes espirituales para eliminar a los demonios que intentaban devorarlos, mientras Kenji se movía con agilidad, desplazándose para llegar hacia Sutoku.
Sin embargo, Sutoku, desde el centro del remolino oscuro, observaba la batalla con una sonrisa siniestra. El espectro no participaba directamente en el combate, prefiriendo aprovechar su posición estratégica para dirigir a los demonios y debilitar a los guerreros.
¡Tenemos que llegar hasta él y detener su influencia sobre los demonios! — gritó Kenji, luchando contra la marea de criaturas.
Kikyo asintió, su mirada determinada fijada en el espectro. Juntos, avanzaron hacia el centro de la tormenta de demonios, enfrentándose a una resistencia feroz. La oscura energía de Sutoku parecía alimentar a los demonios, dándoles una ferocidad adicional en su ataque.
A medida que se acercaban, Sutoku alzó sus manos una vez más, canalizando su energía para crear un escudo oscuro que protegía su posición. Los ataques de Kikyo y Kenji chocaban contra la barrera, pero esta resistía con tenacidad.
¡Kenji, necesito tu ayuda! — exclamó Kikyo mientras canalizaba su energía para purificar a los demonios a su alrededor.
Kenji, notando la situación crítica, fue en ayuda de la sacerdotisa. El espectro, sin embargo, no mostraba signos de debilidad. Su risa resonaba en la oscuridad, desafiando a aquellos que se atrevían a enfrentarlo.
¡Humanos patéticos! ¿Creen que pueden desafiar a las fuerzas de Naraku? — gritó Sutoku, mientras desataba una nueva ráfaga de energía oscura.
Kikyo y Kenji se defendieron del ataque de Sutoku, pero la barrera oscura del espectro persistía. La tormenta de demonios continuaba, y la batalla se convertía en una prueba de resistencia y habilidad.
— ¡No podemos retroceder ahora! — exclamó Kenji, esquivando un ataque demoníaco. — Debemos romper esa barrera y llegar hasta Sutoku.
Kikyo asintió, concentrando su energía espiritual para potenciar sus ataques. Kenji, por su parte, canalizó su propio poder, creando una onda de energía que golpeó la barrera oscura de Sutoku. Aunque lograron crear grietas en la defensa del espectro, este seguía desafiante.
¡Malditos humanos! — gritó Sutoku, aumentando la intensidad de su energía demoniaca. — No podrán detenerme.
La energía maligna que envolvía a Sutoku se intensificó, formando un aura aún más intensa a su alrededor. Los ojos carmesíes del espectro brillaban con una luz inquietante mientras su risa resonaba en el aire.
¡Tenemos que apresurarnos! — instó Kikyo, notando el cambio en el espectro. — Algo está ocurriendo, y no puede ser bueno.
Kenji y Kikyo redoblaron sus esfuerzos, concentrando sus ataques en la barrera de Sutoku. Sin embargo, cada vez que lograban debilitarla, esta se regeneraba con rapidez. La resistencia del espectro y la marea de demonios parecían interminables.
¡Es hora de que perezcas, Kikyo! — exclamó Sutoku, quien se había situado en cerca a la sacerdotisa, arrojándole una ráfaga de energía oscura.
La sacerdotisa quien estaba purificando a una gran cantidad de demonios no vio venir el ataque de Sutoku, y justo en ese momento al percatarse ya era demasiado tarde, aquella ráfaga de energía estaba solo a segundos de impactarla. En ese instante una fuerte explosión retumbó el lugar, con una gran velocidad Kenji se había interpuesto entre ese ataque y Kikyo, habiéndolo recibido él de forma defensiva cubriéndose con ambos brazos. El humo y la energía dispersa crearon una cortina de distracción momentánea. Kikyo, sorprendida por la acción de Kenji, se apresuró hacia él, temiendo lo peor. Cuando el humo se disipó por completo, reveló a Kenji de rodillas, sosteniendo sus brazos algo heridos, pero mantenía una expresión de determinación en su rostro.
¡Kenji! — exclamó Kikyo, arrodillándose a su lado.
Estoy bien, Kikyo. No te preocupes por mí. — Kenji forzó una sonrisa, a pesar del dolor evidente.
Sutoku, desde su posición, observó la escena con una mezcla de diversión y desprecio.
¿Crees que tu sacrificio salvará a la sacerdotisa? — se burló el espectro.
En ese momento Kenji con un poco de esfuerzo se comienza a poner de pie y sonríe de forma amenazante hacia Sutoku.
No me subestimes — dijo el viajero, mientras apretaba su puño.
De pronto el suelo comenzó a temblar y una corriente de aire empezó a formarse a su alrededor, una especie de aura comenzaba a rodear a Kenji expulsando una cantidad de energía increíble y muy intensa. Kikyo, observando con asombro, no podía apartar la mirada de la transformación que estaba teniendo lugar. Era como si Kenji hubiera despertado a una fuerza ancestral, una energía que resonaba con la divinidad misma.
La esencia que emana es muy poderosa — Susurró Kikyo para sí misma — ¿Qué clase de persona es Kenji?
Sutoku, al sentir ese enorme poder, retrocedió momentáneamente, aquel exceso de confianza se había desvanecido y empezaba a vacilar.
¿Qué demonios eres tú? —, murmuró, sintiendo el cambio en el equilibrio de poder.
Sutoku, al ver que la marea de la batalla se volvía en su contra, lanzó un último ataque desesperado. Aquella lluvia de demonios y espíritus malignos controlados por él se lanzaron al ataque para devorar a la sacerdotisa y al viajero. En ese momento Kenji extendió su mano y empezó a formar una bola de energía la cual apuntó hacia los demonios y espíritus malignos para luego dispararla, transformándose así en un poderoso e imponente rayo de energía. Tan solo en segundos aquella incesante lluvia de demonios y espíritus malignos se desintegró, el choque del rayo de energía con la cantidad de demonios ocasionó una fuerte explosión causando un estruendo en el lugar. Aquella luz divina cortó la oscuridad de la noche, dispersando a los demonios y espíritus malignos como sombras ante el amanecer. Sutoku, sorprendido y superado, se vio obligado a retroceder ante el poder que había subestimado.
Kikyo, asombrada por el despertar del poder oculto de Kenji, lo observaba con mezcla de sorpresa y respeto. El aura divina que lo rodeaba parecía haber disipado la oscuridad que Sutoku había convocado.
¿Qué eres tú, Kenji? — preguntó Kikyo, impresionada por la fuerza que ahora irradiaba de él.
Kenji, con una mirada determinada, respondió: — Soy un humano al igual que tú, Kikyo. Así como tu tienes grandes poderes espirituales, yo por razones que desconozco tengo estos poderes, los cuales son la clave para poder destruir a Naraku.
Sutoku, retrocediendo ante el poder desatado por Kenji, mostraba un destello de miedo en sus ojos carmesí. La risa arrogante del espectro había desaparecido, reemplazada por la incertidumbre.
¡No digas tonterías! — gritó Sutoku, interrumpiendo la conversación a la vez que retrocedía — Ningún humano puede poseer tal poder.
Kenji avanzó con confianza hacia Sutoku, con aquella aura aun resplandeciendo a su alrededor.
¡Es hora de acabar con esto! — exclamó Kenji, decidido a ponerle fin a la existencia de aquel espectro.
Sutoku, comprendiendo que había subestimado gravemente a Kenji, se vio acorralado. Pero en ese momento ocurrió algo muy grave, el viajero cayó de rodillas al suelo y aquella imponente aura que lo rodeaba había desaparecido, su respiración era agitada, como si se hubiese consumido toda su energía. La mirada de Kikyo se tornó preocupada y corrió hacia Kenji. El viajero, aún de rodillas, mostraba signos de agotamiento tras la intensa liberación de poder. Sutoku, aprovechando la situación, intentó contraatacar, pero Kikyo, con rapidez, logró enfrentarlo alejándolo con una barrera espiritual.
¡Kenji, debemos retirarnos y recuperar nuestras fuerzas! — instó Kikyo, sosteniendo al viajero.
Kenji, con esfuerzo, se puso de pie, reconociendo la necesidad de un breve respiro. La tormenta de demonios se disipaba, y Sutoku, aunque aún desafiante, mostraba dudas en sus ojos.
¿Acaso crees que escaparás de mí tan fácilmente? — gritó Sutoku, lanzando un último ataque antes de que Kikyo y Kenji se alejaran.
Kikyo, con una barrera espiritual, logró bloquear el ataque, permitiendo que ambos se retiraran hacia la seguridad del bosque.
Necesitamos encontrar refugio y evaluar la situación — sugirió Kikyo mientras avanzaban hacia el bosque.
Adentrándose en la espesura del bosque, Kikyo y Kenji se alejaron de la tormenta de demonios y del amenazante espectro, Sutoku. La noche seguía envuelta en una atmósfera cargada, pero ahora el sonido de la lucha se desvanecía a medida que se adentraban en la tranquilidad relativa del bosque.
En el interior del espeso bosque, Kikyo y Kenji se detuvieron para recuperar el aliento. La energía liberada durante el enfrentamiento con Sutoku había dejado a ambos exhaustos, y la necesidad de evaluar la situación se volvía más evidente.
¿Estás bien, Kenji? — preguntó Kikyo, mientras continuaban avanzando.
Estoy bien, solo necesito un momento para recuperarme. — respondió Kenji, aun sintiendo los efectos de la liberación de energía.
Kikyo asintió, comprendiendo la gravedad de la situación. Aquel poder oculto de Kenji era una herramienta valiosa, pero también una espada de doble filo que debían aprender a manejar.
Debemos seguir ganando tiempo, hasta que te recuperes. La presencia de Sutoku se está acercando, por lo visto no se dará por vencido tan fácilmente. — sugirió Kikyo, evaluando la situación.
Adentrándose en la espesura del bosque, Kikyo y Kenji se alejaron de la pradera y del amenazante espectro, Sutoku. La noche seguía envuelta en una atmósfera cargada, y con el peligro aun latente, pero ahora el sonido de la lucha se desvanecía a medida que se adentraban en la tranquilidad relativa del bosque.
Mientras llegaron a un lugar donde comenzaron a reponer sus energías, la voz de Sutoku resonaba en la distancia. — ¡No crean que podrán escapar de mí! ¡No me iré hasta haberlos matado, no me iré hasta haber exterminado a la sacerdotisa Kikyo!
