CAPITULO 5:
ALDEA DE LOS MUERTOS DANZANTES
La noche continuó, envolviendo a Kenji y Kikyo en su manto oscuro. Aunque habían superado el primer obstáculo, sabían que su viaje estaba lejos de terminar. La alianza entre Kikyo y Kenji se fortaleció en ese momento, y juntos se prepararon para enfrentar los desafíos que aún les aguardaban en su búsqueda. El despertar del poder oculto de Kenji marcó un punto de inflexión en su viaje, y el destino de las tierras feudales pendía de un hilo mientras continuaban su camino hacia el sur, decididos a cumplir su misión y enfrentar a Naraku.
Kenji sugirió continuar el camino, ya que le pareció que más adelante había visto una aldea.
Me pareció ver una aldea más allá de este camino — dijo Kenji recuperándose luego de haber finalizado aquella batalla. — Creo que ahí podríamos recuperar energías y continuar nuestro viaje mañana.
Lo comprendo — contestó Kikyo — Avancemos hacia la aldea y recuperemos fuerza. Será mejor mantenernos alerta, podríamos ser emboscados en el camino.
Avanzaron por el camino, silenciosos pero alerta, con el viento nocturno susurrando secretos en las hojas de los árboles que rodeaban el sendero. La luna derramaba su luz plateada sobre ellos, iluminando la senda hacia la aldea que se vislumbraba en la distancia. Sin embargo, la sensación de peligro persistía, como una sombra que acechaba en la oscuridad.
Al llegar a la aldea, notaron de inmediato que algo no estaba bien. Un silencio inusual envolvía el lugar, y las sombras parecían bailar en las paredes de las casas como espectros inquietos. Incluso el comportamiento de los aldeanos era muy extraño, se podía sentir un aire a muerte en el lugar. Kenji y Kikyo intercambiaron miradas, conscientes de que algo oscuro estaba ocurriendo en ese lugar.
Esto no me gusta — dijo Kenji con preocupación — Tal parece que se nos avecina otra adversidad.
— No subestimemos esta oscura presencia, pareciera que la sombra de Naraku se extiende sobre esta aldea. — comentó Kikyo, observando con detenimiento a los aldeanos que se movían de manera extraña.
A medida que caminaban por las callejuelas de la aldea, los aldeanos les dirigían miradas vacías y carentes de vida. Era como si estuvieran bajo algún tipo de influencia oscura. Las sombras se enroscaban alrededor de ellos, creando una atmósfera opresiva. En ese momento uno de los aldeanos se les acerco con una amabilidad muy misteriosa.
Sean bienvenidos a nuestra aldea, pueden quedarse aquí si gustan. Han de estar cansados luego de su ardua batalla. — dijo el aldeano con un tono sombrío.
Es muy amable de su parte — respondió Kenji haciendo una reverencia como agradecimiento. — Mi compañera y yo venimos de lejanas tierras, y estamos muy cansados por el viaje. Enhorabuena hemos encontrado su aldea, espero que no sea mucha molestia poder tomar un descanso aquí.
¡Oh por supuesto! — exclamó el aldeano — Siempre nos caracterizamos por recibir con hospitalidad a los forasteros, en especial si son un sacerdote y una sacerdotisa. Por favor síganme, les mostrare donde pueden quedarse.
¿Con que venimos de lejanas tierras? — susurró Kikyo a Kenji, con un tono algo serio.
Es para no levantar sospechas — dijo Kenji sonriendo — Mantengamos la serenidad, pasemos la noche aquí, pero con cautela.
Mjum… para no levantar sospechas, claro — susurró nuevamente Kikyo, mientras avanzó para seguir al aldeano.
La extraña bienvenida y el comportamiento sospechoso de los aldeanos mantenían a Kenji y Kikyo en guardia mientras seguían al aldeano hacia el lugar donde podrían descansar. El aldeano los condujo a una modesta posada, pero el silencio y la falta de actividad en el lugar eran inquietantes.
Espero que encuentren todo a su gusto. — dijo el aldeano con una sonrisa que no llegaba a sus ojos. — No duden en pedir lo que necesiten, estamos aquí para ayudar.
Gracias por su amabilidad — expresó Kikyo con cortesía mientras entraban a la posada. — Pero no podemos evitar notar que algo no está bien en esta aldea.
Oh, no se preocupen, todo está en perfecto orden. — respondió el aldeano con una sonrisa forzada. — Tal vez solo estén cansados y notan cosas que no son reales. Descansen, estarán seguros aquí.
Kenji y Kikyo intercambiaron miradas, compartiendo la misma sensación de desconfianza. Aunque aceptaron quedarse por la noche, decidieron permanecer alerta y observar de cerca la situación. La habitación en la posada estaba iluminada por una tenue luz de lámparas de aceite. Mientras descansaban, podían escuchar murmullos inquietantes y susurros sombríos provenientes de las calles afuera. Se acercaron a la ventana para echar un vistazo, y lo que vieron aumentó su preocupación.
Esto no me gusta, Kenji. Hay algo oscuro en esta aldea, y no me refiero solo a las sombras que se manifiestan. — advirtió Kikyo, mirando por la ventana hacia la silueta de la aldea sumida en la noche.
Si, estoy de acuerdo contigo, pareciera que algo está controlando a los aldeanos — murmuró Kenji, observando cómo deambulaban sin rumbo con miradas perdidas. — Esta aldea está sumida en las sombras de Naraku.
Es lo más probable, por lo pronto será mejor que tratemos de descansar — dijo Kikyo — Necesitamos reponer nuestras energías.
Mientras descansaban, una sombra oscura se deslizó por la puerta entreabierta. Era una figura encapuchada, moviéndose con sigilo. Kikyo percibió su presencia y se incorporó, alertando a Kenji, la figura encapuchada se detuvo en el umbral revelando unos ojos rojos que brillaban con malévola intención. En ese momento aquella sombra desenfunda un cuchillo y se lanzó al ataque, pero hábilmente ambos pudieron esquivarlo y Kenji aprovechó de patear a aquella sombra en el estómago. Aquella patada fue con una fuerza que hizo que la sombra se estrellara y rompiera una de las paredes de la casa, cuando se percataron se vieron que se trataba de un aldeano.
¡Rápido, salgamos de aquí! — exclamó Kenji, mientras tomaba la mano de Kikyo y ambos corrían lejos de ahí.
¿Qué está ocurriendo aquí? — preguntó Kikyo en voz baja, observando las sombras danzarinas que se movían de manera casi consciente.
Decididos a escapar de la aldea discretamente, evitando llamar la atención de los aldeanos. Al caminar por las calles, notaron un que un viento muy extraño circulaba en la aldea, los aldeanos parecían moverse como si fuesen títeres manipulados por alguien más. La aldea parecía impregnada de una magia oscura y malévola.
En ese momento Kikyo y Kenji fueron intercedidos por todos los integrantes de la aldea bloqueándoles la salida, una mujer sosteniendo un abanico se abrió paso entre los aldeanos.
¡No esperaba verte aquí, sacerdotisa Kikyo! — exclamó aquella mujer.
¡Kagura! ¿Qué estás haciendo aquí? — preguntó Kikyo con determinación.
Kagura, con su presencia imponente y su abanico en mano, sonrió con malicia al ver a Kikyo.
Oh, Kikyo, siempre metiéndote donde no te llaman. Pero esta vez, has caído en mi trampa — dijo Kagura, dejando que sus ojos rojos se encontraran con los de la sacerdotisa. — Has entrado a un territorio de Naraku, y ahora te enfrentarás a las consecuencias.
Kenji, al notar la tensión en el aire, se puso en guardia junto a Kikyo. La aldea y sus oscuros secretos comenzaban a revelarse.
¿Por qué has venido a esta aldea, Kagura? ¿Y por qué controlas a sus habitantes? — preguntó Kikyo, con la mano en el arco, lista para defenderse.
Para que me haces esa pregunta si ya debes saber la respuesta. — respondió Kagura, mientras abría su abanico — Estoy aquí para acabar con tu vida.
En ese instante Kenji se interpuso entre Kagura y Kikyo, la hechicera del viento se extrañó de ver al viajero, ya que en enfrentamientos anteriores nunca lo había visto.
¿Y quien es él? — preguntó Kagura con curiosidad — ¿Acaso ya abandonaste a Inuyasha?
Inuyasha no es mi preocupación ahora — respondió Kikyo con determinación — Kenji es un aliado valioso.
¿Qué ha ocurrido contigo Kikyo? — preguntó Kagura con cierta burla — Tus movimientos antes eran más inteligentes, veo que ahora no sabes como escoger bien a tus aliados.
Y tal parece que los súbditos de Naraku cometen el error de subestimar a sus oponentes. — Dijo Kenji interrumpiendo a la hechicera del viento a la vez que sonreía en actitud desafiante.
Escucha niño, será mejor que te largues de aquí — ordeno Kagura con cierto aburrimiento — No tengo tiempo para jugar con humanos como tú. Además, este asunto no es de tu incumbencia. Naraku quiere la cabeza de Kikyo y me aseguraré de obtener lo que desea. — Todo con tal de conseguir mi libertad, pensó para si misma.
Kenji se volvió hacia atrás y observó a Kikyo la miró directamente a sus ojos y esbozando una leve sonrisa devolvió su mirada hacia Kagura.
Pues lamento decirte que no me moveré de aquí — respondió Kenji en un tono serio. — No permitiré que nadie lastime a Kikyo… si quieres su cabeza, primero tendrás que pelear conmigo.
Kagura sonrió aceptando el desafío y agitando su abanico creo varias cuchillas las cuales se dirigían hacia Kenji, de pronto un sonido metálico pareció golpear o detener las cuchillas creadas por la hechicera del viento, sus ojos reflejaron sorpresa cuando vio que Kenji había evadido su ataque con una espada de energía que había creado con su mano derecha.
Esto es muy grave. — dijo Kenji susurrándole a Kikyo — Aún no he podido recuperar mi energía por completo.
Kikyo, consciente de la situación delicada, asintió y preparó su arco mientras Kagura se recuperaba del asombro. La sacerdotisa rápidamente disparó una de sus flechas, la cual de manera amenazante casi impactó sobre la hechicera del viento.
La próxima ira a tu cabeza. — dijo Kikyo en tono amenazante.
En ese momento Kikyo soltó otra de sus flechas purificadoras hacia Kagura, pero hábilmente se protegió usando los cadáveres de los aldeanos como escudo. El impacto de la flecha sagrada ocasionó una explosión purificando y desintegrando a los aldeanos.
¡Maldita sea, Kagura! — exclamó Kenji, furioso al ver la manipulación de la hechicera con los cuerpos de los aldeanos. — ¡No te atrevas a usar a inocentes como escudo!
Kagura, sin mostrar remordimiento, observó la escena con frialdad. Sus ojos rojos brillaban con un desprecio desafiante. Kikyo, aunque afectada por la situación, mantuvo su compostura y se preparó para el siguiente movimiento.
Ellos son mis marionetas, y aunque estén muertos se sienten libres danzando para mí. No me importa sacrificarlos si eso significa alcanzar mi libertad — respondió Kagura con frialdad, desafiando la moral de Kenji.
Una batalla estaba a punto de desatarse en la aldea de sombras, y Kagura se encontraba dispuesta a ganar su libertad a todo costo. Kenji, a pesar de no haber recuperado por completo su energía, le hacía frente de manera valiente a la hechicera del viento para proteger a Kikyo. La sacerdotisa, por su parte, mantenía su arco listo para actuar en cualquier momento.
