Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.
Capítulo 3
Edward
Tomé una gran bocanada.
― Elizabeth tenía quince años cuando me tuvo ―encogí mis hombros, traté de que el nudo en la garganta no cortara mi voz. Era la primera vez que hablaba del tema y me costaba exponerlo, tal vez mi actitud soberbia me impedía hacerlo―. Tengo entendido que nunca supo quién fue mi padre ―hice una mueca― pocas veces la vi sobria, y de esas pocas veces prefiero no recordarla.
El rostro de Bella lucía perplejo. Posiblemente, empezaba a analizar lo que estaba escuchando.
― Para ese entonces había estado internada en distintas instituciones de rehabilitación ―continué―, sus padres ya no hallaban qué hacer con su adicción, ella escapaba de cada lugar hasta que una vez se rindieron. Elizabeth abandonó San Francisco y se fue a vivir a Chicago.
Resoplé. La sensación amarga recorría mis sentidos y empezaba a adormecer mis sentimientos, cómo tantas veces.
― Empezó a venderse a cambio de drogas ―articulé lo más bajo posible―. Después ella quedó embarazada y… me odió desde entonces, nunca quiso tenerme.
Bella abanicó su rostro con ambas manos. Su semblante era desencajado y de incredulidad.
― ¿Cómo pudiste ocultarme esto? ―reclamó dejando un manotazo en la mesa. Aprecié sus cejas muy juntas, era un claro indicativo que estaba a punto de explotar contra mí y no la culpaba―. Es… es cómo si no te conociera.
― Bella… ―alargué mi mano para tocar la suya y ella se enfureció, alejándose― mi vida no ha sido fácil. Crecí odiando a esa… mujer.
― ¡Ella también era una niña! ―increpó.
― ¡No la defiendas! Me jodió la vida sin merecerlo.
― No estás entendiendo. Ella también necesitaba ayuda, no comprendo cómo sus padres pudieron abandonarla a su suerte.
Cuadré los hombros. ¿Qué iba a decirle? Por muchos años me cuestioné el porqué, supuse que se cansaron de lidiar con una adicta.
― Elizabeth tiene un largo historial de consumo ―dije con los dientes apretados― empezando por su padre quien la inició en todo.
Bella boqueó, sus mejillas se habían puesto color bermellón.
― Esto es mucho para mí ―se incorporó, habló para ella y luego volvió a sentarse frente a mí. Estaba completamente conmocionada.
― ¿Te avergüenza?
― ¡No! Me indigna, estoy tan saturada que no sé si quiero llorar o gritar.
Pasé desesperado las manos por mi pelo.
Era tan irreal estar abriendo mi alma a una persona, quería entender y grabar en mi mente que Bella no era cualquier persona sino mi compañera de vida.
― No quiero perderte.
Bella ignoró mis palabras y preguntó:
― ¿Cómo supiste esto? ¿La has investigado?
― No. Lo que sé es por Maggie, era la trabajadora social que llevaba mi caso ―expliqué―. Era una mujer de edad mediana que se compadeció de mí, recuerdo que era de cabello corto y esponjoso… tenía una mirada dulce ―recordé― gracias a ella estoy aquí.
― Tuviste una infancia difícil ―acertó en decir―. No puedo imaginar lo doloroso que fue para ti vivir de esa manera.
― Era un constante ir y venir ―reconocí― nunca comprendí porque estaban aferrados en tenerme viviendo con Elizabeth cuando era obvio que me odiaba, aparte de que no podía mantenerme.
― Me duele por ti ―murmuró.
― Mi vida fue una mierda.
― ¿Hasta cuándo te separaron de ella?
― Estaba por cumplir diez años ―la amargura en mi voz me hizo tragar fuerte el nudo en la garganta―. Esa vez terminé en un hospital por una intoxicación etílica.
Bella cubrió su boca, mantuvo sus expresivos ojos marrones muy amplios. Estaba convencido que ahora hilaba y analizaba el porqué no consumía bebidas embriagantes.
― Quise matarme, Bella ―revelé lo más vergonzoso de mi vida―. Prefería irme de este mundo que seguir llevando la vida que tenía.
Los delgados dedos de Bella se deslizaron por mis pómulos. No me había percatado que amargas lágrimas salían sin cesar, estaba llorando y tenía una profunda necesidad de hacerlo, de soltar y liberar todo lo que dolía.
De esa manera deseaba que la amargura por mi pasado se desvaneciera.
― No, Edward ―sus pequeñas manos cubrieron las mías, apretando con fuerza―. No podías rendirte, no estás hecho para rendirte.
― Quiero que entiendas… que no fue mi intención omitir parte de mi vida, no quise mentirte, es algo doloroso que me niego a recordar, obligué a mi memoria a enterrar para siempre a esa mujer. Entonces, cuando hace semanas me localizaron fue un golpe bajo para mí.
Recorrí con la punta de mis dedos sus lágrimas y las borré. No me gustaba verla llorar.
― Entiendo, Edward ―pronunció―, pero también quiero que me entiendas a mí, mi sentir. No tenía idea de esa parte de tu vida, comprendo que quieras mantenerla oculta y en lo más profundo de tu corazón. Solo que olvidaste que soy tu esposa y esa parte que tu quieres olvidar debiste compartirla conmigo porque forma parte de la persona que me enamoré, no importa si es bueno o malo, es tu vida y para mí tiene un valor invaluable.
Asentí.
― Lo lamento y me arrepiento por no haber sido honesto, sé que no hay pretextos para haberte ocultado mi vida, solo que… me cuesta mucho hablarlo ―fui honesto― eres la primera persona con quién me desahogo a parte del psicólogo que visité de niño.
― ¿Nunca lo has hablado con tus padres? ―Preguntó sorprendida.
― No. Mis padres nunca me hacen preguntas, ellos están enterados de mi vida entera porque Maggie les informó, mas nunca lo hemos hablado nosotros.
― Ahora entiendo la sobreprotección de Esme y Carlisle. Ellos quizás siguen viendo al niño indefenso.
― Posiblemente ―acepté con una débil sonrisa presumida―. Mis padres han sido unos verdaderos ángeles en mi vida, Bella. A ellos y a ti, les debo todo mi existir.
Con mis nudillos acaricié sutilmente su hermoso rostro. La amaba con todo mi ser y podía jurar por mi vida que no quería lastimarla.
Nos sostuvimos la mirada por largo rato, una conversación interna entre ambos. Algo muy nuestro que solemos hacer cuando nos enfadamos.
Podría sonar cliché, mas nunca negaría que Bella era mi otra pieza, la otra parte de mi corazón y casi siempre mi fortaleza.
― Edward… ¿Qué pasó para que te buscaran? ¿qué sucedió con Elizabeth?
Me tensé. Había sido un balde de agua fría que me localizaran para informarme sobre esa mujer. Fue un revivir de recuerdos para lo que nunca estuve preparado.
― Ella… antes de morir les dio mi información, esa mujer sabía todo de mí y no quiso dejar a sus hijos desamparados. Fue la manera en que dieron conmigo.
― ¿Murió?
― Sí, tenía cirrosis hepática. Nunca dejó sus vicios, así que supongo que una cosa llevó a otra.
Exhaló cansina.
― Te duele que sabiendo donde vivías no te haya buscado. ―Bella fue directa y dio justo en mi corazón porque era tan cierto.
― Le importé poco que se fue sin pedirme perdón ―expresé amargamente―. Partió de este maldito mundo dejándome con tantas dudas, lo peor fue que me dejó una responsabilidad que no pedí, que no me compete.
Bella suspiró hondo. Pasó ambas manos por su larga cabellera y sostuvo su cabeza, mirándome.
― Estamos a principios de enero, cada uno debería volver a sus obligaciones ―murmuró, recordándome lo que sabía―. Ahora no sé por dónde empezar, qué hacer.
Quería responderle, pero fue cuando el mensaje de Ángela, entró. Ella nos estaba esperando y teníamos una hora de retraso.
― La trabajadora social quiere vernos.
― Sabes bien que esta conversación no ha terminado, Edward.
― Lo sé. ¿Quieres acompañarme? ―Extendí mi mano a ella y le dije―: Eres mi fuerza, Bella.
― ¿Y si esta vez no funciona? ―dudó―. ¿Qué pasará con nosotros?
Me quedé con la mano estirada hacia ella. Contentar a mi mujer sería el reto más difícil de lograr por ahora, Bella tenía un carácter difícil y cuando la sacaba de sus casillas era mil veces peor.
No podía argumentar mucho a mi favor. Fui un estúpido al ocultarlo esa parte de mi vida, mas nunca fue con intención, era solo un pedazo de mi vida que pensé en olvidar.
Fragmentos de mi memoria que quise arrancar de tajo e imaginar que nunca existieron. Que Elizabeth nunca existió.
― No tengo idea de lo que pasará ―me sinceré―, pero sí estás conmigo, sé que no será tan malo.
― No quiero esto, Edward.
― Tampoco lo quiero, no deseo nada que tenga qué ver con esa mujer.
― Vamos… ―ordenó, caminando delante de mí y dejándome con la mano en alto―. Tampoco creas que ya te perdoné.
Miré hacia la mesa las flores rojas que le había dado. Las tomé y salí con ellas siguiendo sus pasos.
Bella por supuesto que no me esperó.
.
Me sostuve de la pared al verlos.
Lo había hecho días atrás, solo que ahora era distinto.
Me impresionó la mirada de Bree era como estar viendo los ojos de ella… de Elizabeth.
Bella lo notó porque se quedó observando mi comportamiento, le sonreí para que no se preocupara.
Me aclaré la garganta. Sabía que debía manejar todo casual, no debía forzar vínculos, solo una conversación ligera.
― Debemos irnos. ―Probablemente no fue la mejor manera para entablar una conversación, solo que no podía perder tiempo y debía volver a la oficina.
Benjamín resopló y cruzó los brazos. Nunca quitó su mirada de mí.
― ¿Por qué debemos ir con ellos? ―Protestó.
Ángela, la trabajadora social y encargada del caso se acercó a los tres. Parecía apenada porque nerviosamente acomodaba una y otra vez los anteojos que caían por el puente de su nariz.
― Recuerden que Edward es su hermano mayor ―les explicó de una forma lenta― ahora vivirán con él y su esposa. Tendrán una mejor vida donde no tendrán que estar en casas de acogida. Nunca más, solo recuerden ser buenos chicos.
Bree puso los ojos en blanco. Definitivamente era estar viendo a Elizabeth y eso me descolocó.
― ¿Podemos quedarnos contigo? ―Bree propuso viendo con más interés a la joven trabajadora.
Ángela suspiró y negó con la cabeza mientras peinaba el cabello liso de Olivia, la niña escondió su rostro de mí.
― Por favor, chicos. Recuerden lo que hablamos ¿si? Deben tener buen comportamiento.
Los tres no parecieron interesados en las palabras de Ángela. Ella terminó por acercarse a nosotros.
― Aquí termina mi trabajo ―comentó―. Probablemente en dos días tengan una cita con otra trabajadora que tomará el caso de los niños.
― ¿Por qué? ―Bella preguntó―. El caso está finalizado ¿no?
― Aún no. Hay que cumplir con un protocolo avalado por el estado ―nos explicó―. Antes de que los niños queden bajo su custodia debemos saber si están aptos para cuidar de ellos.
Bella volteó a mirarme.
Nosotros no éramos aptos y era un hecho.
Estábamos jodidos.
Hola. Aquí esta parte de la vida de Edward que un día pretendió borrar. ¿Qué les parece? Bien dijo Bella esa conversación aún no está terminada y bueno, ahora les toca hacerse cargo de los hermanos de él. Espero regresar pronto con otro capítulo. Les agradezco sus favoritos, follows y reviews.
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