Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.

Capítulo 11

Edward

¿De cuántas formas pueden arruinar tu día?

No hablaba del juego de fútbol americano. Me refería al hecho de que Benjamín era un adolescente sin riendas y acostumbrado a hacer su voluntad.

Tuvo que elegir precisamente el día de hoy para desaparecer. No solo nos mantuvo con el alma en vilo, sino que arruinó totalmente nuestro convivio.

Tan solo para que saliera con un: «estaba aburrido y salí a caminar».

No puedo quitar de mi mente su risa burlona. Supo perfectamente lo que hizo y aún así no obtuvimos ninguna disculpa por parte de él.

Había amargado mi noche por completo.

Empezaba a detestar las caras de lastima por parte de Mike, Emmett y Jared. Es que no estaba para sentir su compasión, tampoco para escuchar lo que hubieran hecho ellos si Benjamín fuera su hijo o hermano.

― Edward, ya, es solo una travesura ―opinó Emmett, dejando una mano en mi hombro.

― Nos tuvo por dos horas buscándolo por todo el vecindario ―respondí secamente―. Estuvimos a nada de hablar a la policía y levantar un reporte de desaparición.

― Tanto como un reporte no creo ―dijo Mike―. Cuando mucho solo hubieras dado un aviso.

― Da lo mismo, no estuvo bien ―repliqué.

― Nosotros hacíamos cosas peores ―expresó Jared antes de darle un largo trago a su cerveza.

― ¿Lo están justificando? ―Demandé.

Los tres compartieron miradas.

Me estaban haciendo sentir que era un exagerado de mierda. Ellos no podían opinar cuando no sintieron cómo el corazón se salía por mi boca de tanta angustia. Lo miserable que me sentí por ver la angustia de Bella reflejada en sus ojos y las lágrimas de las niñas.

Sentí que les había fallado. Así que no pueden culparme de ser una cabrón exagerado.

― Edward, debes ser más relajado ―de nuevo Emmett opinó―. Estas todo el tiempo esperando el siguiente movimiento del niño y no es así.

― Es lo mismo que pienso yo ―secundó Jared―. Tu hermano simplemente se está comportando como un niño de su edad, tiene catorce años, no lo olvides.

― ¿Cuántas veces nos desaparecimos por horas de nuestros padres? ―Preguntó Mike―. Fueron infinidad de veces y todo para estar arriba del tejado contemplando el cielo, ¿o no?

Entre los tres empezaron a compartir anécdotas. Me quedé ensimismado, mirando hacia ningún punto ¿y si ellos tenían razón?

¿Cómo debía tratarlos? Sabía que con las niñas debía ser un padre porque ambas querían uno, así que estaba tratando de ser lo que esperaba de mí. En cambio, pudiera ser que Benjamín no necesitara un papá. Él siempre fue el hombre de casa, tal vez se siente desplazado por mí y su manera de manifestar su desacuerdo es siendo el más conflictivo, por ende, suele llevarnos la contraria.

¿Por qué maldita sea no tenía un manual? Todo sería más fácil si siguiera instrucciones, pero no, tenía que perseguir mi propio instinto.

― Edward, debemos irnos ―Bella indicó desde la puerta trasera.

Corrí hasta ella y le quité a Olivia de sus brazos, la niña dormía, tenía su pequeño cuerpo lánguido. Eché su cabeza en mi hombro y la abracé.

Eran las veintitrés horas. Jamás nos íbamos de una fiesta tan temprano, sin embargo hasta el horario de convivencia había cambiado para nosotros.

― ¿¡Cómo que se van!? ―Protestó Emmett―. Ni siquiera hemos cenado, la carne aún sigue en la parrilla.

― Le quedan unos minutos más en el asador ―reconoció Jared.

Mis ganas por quedarme a degustar un pedazo de carne, no eran las mismas de hace horas. Me sentía agotado que solo quería descansar en mi cama.

Posiblemente era la misma sensación que tenía un padre de familia en un domingo cualquiera. Bella y yo nunca pudimos descubrirlo por medio de Grace, nuestra bebé siempre fue la mejor portada.

Se fue dejándonos la mejor sensación de su breve estancia junto a nosotros.

Esbocé una corta sonrisa. Siempre la nostalgia me invadía cuando el recuerdo de mi bebé se colaba en mis pensamientos.

― Nosotros debemos irnos ―Bella comentó―. Me siento exhausta y lo único que quiero es descansar.

Ahora sabía que mi mujer y yo compartíamos el mismo cansancio.

Me despedí de cada uno con un fuerte abrazo y la promesa de regresar, eso último seguía estando en duda, quizá solo estaba dándoles largas porque mi intención verdadera era tomarme un tiempo de ellos.

Mi sorpresa fue tal que Bella hizo lo mismo con Rosalie, Jessica y Heidi. Les dijo que se debían un café juntas, pero por su cara dubitativa comprendí que tampoco quería hacerlo.

En fin, posiblemente nos estábamos volviendo un par de mentirosos.

.

No era solo llegar a casa y acostar a Olivia en su cama. Era despojarla de su ropa y ponerle un pijama, de lo que Bella y Bree se harían cargo.

― Benjamín… ―entré a su habitación sin siquiera anunciame en la puerta. Él salió sin camisa del baño vestido únicamente con su bóxer negro, se ruborizó al verme y rápido se cubrió con su bata de baño con estapados de tortugas ninja, era solo un niño jugando a ser grande, ¿cuántas veces hice lo mismo?

― Es lo último que te pasaré ―le dije― si no estás de acuerdo en estar aquí, lo acepto. Hablaré con la trabajadora social y le diré que es tu decisión.

― ¡Mis hermanas no se quedarán aquí! ―espetó. Podía distinguir la furia en sus ojos verdes―. Si yo me voy me las llevaré conmigo, no las dejaré aquí.

Pellizqué el puente de mi nariz. El niño era irritable.

― No Benjamín. Si decides irte lo harás solo, porque no serás tan egoísta para quitarles a nuestras hermanas la felicidad y comodidad que ahora tienen.

Benjamín abrió los ojos como platos. Fruncí el ceño sin comprender porque su mirada hacia mí.

― ¿Dijiste nuestras hermanas? ―Inquirió curioso―. ¿Por qué las llamas así?

No me di cuenta si lo hice o no. Lo único que era consciente era que los cuatro éramos hermanos.

― Porque te guste o no, somos hermanos, y está comprobado por una muestra de sangre. Así que a la otra que te den ganas de salir a caminar a horas de la noche o día, avísanos. Porque hay cero tolerancia para ti, al menos hasta que no demuestres que estás arrepentido.

Me crucé de brazos y espere que me increpara como cada día, solo que esta vez, no obtuve reacción.

Exhalé ruidosamente.

― Buenas noches, Benjamín. No olvides que mañana es día de escuela y debes bajar temprano a desayunar.

Salí lentamente de la habitación, quería darle tiempo que me detuviera, mas no lo hizo. Aunque era la primera vez que no lo escuchaba hacer rabietas ni rechinar los dientes, probablemente se había quedado pensativo.

Cuando entré a la alcoba que compartía con mi mujer. La vi metiéndose bajo las mantas, mi desilusión fue grande al ver que usaba esa fea pijama grande de cuadros, era la que me indicaba que andaba en sus días.

― ¿Seguiste discutiendo con Ben?

Me tumbé a su lado. Los dedos de Bella se encajaron en mi pelo y empezaron un suave masaje en mi cabeza ―cerré los ojos.

― ¿Crees que he exagerado? ―Quise saber.

Sentí un beso en mi frente que me hizo sonreír.

― No lo sé, amor, todo para mí también es nuevo ―comentó―. Solo considero que si nos preocupamos mucho por no saber dónde estaba, quiere decir que no estuvo bien su actuar. Benjamín se escondió, no fue a caminar como nos hizo creer, él debe saber que no puede estar jugando con nosotros.

― Él está advertido, no habrá otra oportunidad.

Sostuve su mano, besé el dorso y empecé a jugar con sus dedos.

― ¿Te vino la regla? ―pregunté y Bella rodó los ojos.

― Sí, hoy por la mañana.

― Maldita sea ―gruñí―, quería estar contigo.

Bella se separó de mí; apagó la lámpara de noche. Apenas distinguí que caminaba a gatas por la cama.

Apoyé mis codos en el colchón y levanté la cabeza para divisar lo que haría. Mi respiración se aceleró al sentir cómo desabrochó mi pantalón y sacó mi polla del confinamiento de mis bóxer.

Suspiré.

Enterré la cabeza en la almohada cuando mi falo se cubrió por la humedad de su boca.

Mi Bella siempre sabía ponerme de buen humor.

Bella

Bree abrió la boca. No esperaba encontrarme en la cocina y con el desayuno listo.

― Hoy madrugaste ―dijo―. ¿Por qué?

La miré de pies a cabeza. Su carita lucía cansada y profundas ojeras se distinguían bajo sus ojos.

― A partir de hoy me haré cargo del desayuno ―le expliqué―. No hace falta que sigas madrugando, te aseguro que todo estará listo y organizado para ti y tus hermanos.

Dubitativa se acercó, vio hacia la bandeja de fruta y también dirigió su mirada a los tres lonches que estaban sobre la encimera.

― Pensé que nos echarían por lo que Benjamín hizo anoche ―habló avergonzada―. Mi hermano no es malo, solo tiene un carácter algo difícil. Lo conozco y sé que se hace el fuerte, no está acostumbrado a sentir el cariño de nadie más que de nosotras dos.

Solté el aliento. Benjamín se había convertido en un dolor de cabeza y amenazaba por completo con acabar con la paciencia de Edward. Lo de anoche estaba por rebasar los límites.

Bree carraspeó llamando mi atención.

― ¿Edward sigue enojado con él? ―Preguntó.

― Lo está, pero eso ya lo habló con Benjamín, no debes sentirte angustiada por las acciones de tu hermano.

― Si Edward quiere puedo poner en cintura a Ben, no me cuesta nada volverme la hermanastra mala.

Esbocé una leve sonrisa y negué.

― Mejor haremos algo más importante. Tenemos un gran reto ―comenté― debemos lograr que Olivia se vuelva una niña independiente, ella no debe seguir acostumbrada a que tú la duches y elijas su vestuario cada día.

― Para mí no hay problema.

― Sé que no lo hay, pero no es sano para Olivia. Tiene cinco años y debe empezar a realizar tareas de una niña de su edad.

― Mi hermana es como mi bebé. No me cuesta nada consentirla de esa manera.

Mis hombros se hundieron. Sacar a Bree de ese estado maternal que había desarrollado sería lo más difícil para nosotros, ella estaba aferrada a seguir siendo la pequeña matriarca de sus dos hermanos, no importaba si ella misma no podía con tal responsabilidad. Parecía decidida a llevar su papel de madre hasta que ella pudiera.

― No has asistido a clases de teatro ―le dije―. Es necesario quedarte después de clases, porque es parte de tu evaluación para graduarse de secundaria. Es tu verdadera responsabilidad, Bree.

Ella mordisqueó sus labios entre sus dientes. Se veía pensativa y sin saber qué responder.

Necesitaba persuadir sus emociones para hacerla cambiar de opinión.

― No sabía que eran parte de mi calificación ―comentó―. ¿Y es necesario quedarme de lunes a jueves?

Asentí, saliendo de la cocina y subí apresurada las escaleras. Escuchaba los pasos de Bree corriendo tras de mí, recorrí el pasillo hasta la habitación de Olivia, la niña estaba cobijada bajo las mantas rosas.

Miré su buró: tenía una alarma en forma de castillo de princesas. El cual no ha sido usado porque Bree era la encargada de despertarla cada mañana.

Me acercó a su pequeña cama.

― Olivia, es hora de ir a clases ―moví ligeramente su cuerpo. La niña se remueve, cabello castaño cubrió su rostro―. Olivia, tienes que levantarte ―instó.

― Lo hago yo. ―Bree se acomodó en la cama, la rodeó con los brazos y repartió besos en la cara de su hermana―: Oye, debes despertar princesa, es de día y tenemos que asistir a clases.

La niña se quejó sin abrir los ojos.

― No quiero ir.

Me quedé admirando el amor y paciencia con el que Bree trataba a su hermana.

Si se trataba de aprender de todos. Tenía mucho por aprender de Bree, era una chica con el corazón más noble y amoroso.


Hola, aquí estamos otra semana más, estoy tratando de plasmar lo complicado que es una "espontánea" integración familiar y lo que conlleva, espero no aburrirlos, ¿qué opinan?

La imagen está en el grupo*

Aquí los nombres de quienes comentaron el capítulo anterior: Elizabeth Marie Cullen, kasslpz, Mickky, Dulce Carolina, marisolpattinson, mrs puff, Rosemarie28, aliceforever85, Flor McCarty-Cullen, ALBANIDIA, Sindey Uchiha Hale Malfoy, Ary Cullen 85, Daniela Masen, patito feo, Pepita GY, Maryluna, Valeria Sinai Cullen, Smedina, Cassandra Cantu, solecitopucheta, sandy56, Cary, Mapi13, Diannita Robles, Cary, Mapi13, Antonella Masen, Lili Cullen-Swan, Noriitha, rociolujan, wendy andino, Verónica, Gigi, saraipineda44, Car Cullen Stewart Pattinson, Lore562, Adriu

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