Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.
Capítulo 13
Estaba muy orgullosa de lo que habíamos logrado en tan pocos días.
Conseguimos coordinarnos no solo con Bree en cuestión de la fiesta, sino qué Edward se uniera al reto, había sido un plus. Ver la carita de Olivia mientras adentraba en el jardín repleto de globos y decoraciones infantiles en color rosa, fue un gran reto superado.
― ¿Qué es todo esto? ―la niña nos miró.
Su rostro decía que no entendía porqué había una fiesta infantil en el patio trasero de la casa. Y es que Esme nos ayudó a entretenerla lejos de aquí, había sido la mejor opción llevarla a repasar los números para poder desplazarnos sin que ella nos descubriera.
― Está fiesta es para ti ―Bree le explicó y la niña la miró sin comprender―. No importa que no sea tu cumpleaños, Olivia, es una fiesta para ti con tus compañeros de clases.
Los ojos de Olivia se volvieron brillosos, aún cubierto por lágrimas irradiaba felicidad. Corrió hacia mí, abrazándome de la cintura.
― Gracias, Bella.
― No lo hice sola ―confesé, poniéndome de cuclillas frente a ella, mis dedos deslizándose por el hermoso contorno de su rostro redondo―. Tu hermano mayor, también ayudó.
Olivia cubrió la boca con sus pequeñas manos. No podía ocultar su felicidad.
― Gracias a Edward también ―exhaló―. ¿Y esos regalos de quién son?
Sonreí. Removí algunos cabellos de su cara.
― Son tuyos ―murmuré.
Esa fue la palabra clave para que ella saliera corriendo junto a los demás niños que la esperaban.
Exhalé muy suave y me incorporé.
― Lo están haciendo muy bien ―Esme dijo―. Me gusta ver a Edward más relajado, parece que está integrado por completo a sus hermanos.
Mi vista fue hacia él. Estaba al lado de los trampolines infantiles y sostenía a Olivia en brazos, parecía que tenía una conversación con la niña y Bree.
― El único difícil es Benjamín ―revelé, viendo hacia el niño que llevaba más de media hora alejado de todos los invitados. Se había subido a un árbol y desde ahí observaba la fiesta.
Esme siguió mi mirada y meneó la cabeza en desaprobación.
― ¿Han hablado con él?
― Lo hemos intentado todo, Esme ―alcé mis hombros―. Benjamín siente una gran rivalidad por Edward. No sabemos exactamente el porqué, ya que unos días parece quererlo y otros días no lo puedo ver.
― Por qué no intentan hacerlo sentir especial ―propone―. Es solo un niño que le tocó vivir la infancia más difícil. Edward debe entenderlo porque tuvo una vida similar, hablen con él, no sé… hay maneras de hacerlo entrar en razón.
― ¡Oh, llegó tía Renée!
Volteamos a la entrada donde estaba un arco de globos dándoles la bienvenida. Mi madre se contoneaba como si estuviera desfilando en una pasarela, lo hacía para lucir su vestido de maternidad.
Era incómodo y bochornoso cómo se robaba las miradas de los invitados con sus gritos fingidos de felicidad. Era triste reconocer que mi madre se creía mi hermana y se sentía más joven que yo.
― ¿Renée está embarazada? ―Preguntó mi suegra algo sorprendida.
Le sonreí apenada, llevando mi mano derecha a mi frente.
― Tiene dos meses ―susurré.
Había sido la escena más vergonzosa cuando mi madre nos reunió a Seth y a mí para revelarnos que pronto tendríamos un hermano. Esa noche incluso los comensales nos miraron sintiendo lástima por nosotros.
Desde entonces mi madre tenía una necesidad de llamar la atención y que todos supieran que estaba de encargo. No importaba que no fuera visible su vientre, ella usaba ropa de maternidad desde que se enteró de la noticia.
― Pero… ―Esme se quedó con las palabras en la boca y la entendía.
― Oh, querida Esme ―mamá la abrazó y besó las mejillas, le sostuvo la mano llevándola al vientre plano― tengo dos meses de embarazo.
― Felicitaciones, Renée ―mi suegra respondió.
Esme era amable y amorosa. Mi madre siguió su camino después de saludarme y se fue a buscar a Olivia.
― No sabía que Renée quisiera tener más hijos ―Esme parecía conmocionada.
― Y lo quiere para que su novio no la deje, porque ella está buscando desde ya una niñera que se haga cargo de ese bebé ―comenté sin dejar de observar a mi madre―. En realidad no lo quiere, solo es un capricho.
― Cariño, tu madre ha llegado demasiado lejos ―meditó Esme.
Ambas nos sonreímos para volver a continuar siendo las anfitrionas de la fiesta. Mi relación de complicidad con Esme no se comparaba ni un porciento a la que tenía con mi madre, con mi suegra podía hablar de cualquier tema y siempre recibir palabras de aliento, regaños y complicidad, sin embargo con madre no podía ser nunca nada parecido.
Me quedé ahí. En medio de la gran fiesta que pensamos sería un pequeño convivio. Todo era impresionante, hermoso y minuciosamente decorado por profesionales.
La casa tenía vida de una forma distinta. No eran veladas con amigos, risas ensordecedoras y bailes para nosotros alrededor de una fogata, ahora era una fiesta infantil donde niños correteaban y gritaban por todo el jardín. Algo diferente que me hacía sonreír porque llenaba mi corazón de alegría.
― ¿Por qué sonríes de esa manera? ―Edward atrapó mi cintura y susurraba en mi oído―. Oye, nena, tengo ganas de tener una velada.
Miré sus ojos. En ellos está plasmada la lujuria.
― ¿Como las de antes donde nos la pasábamos de fiesta? ―inquirí coqueta.
― No. Solo nosotros, nena. Tú y yo bailando toda la noche.
Enrede mis brazos en su cuello y empecé a mover mis caderas y pies, simulando un baile. Una de sus manos se empezó a deslizar por mi trasero, me estaba pegando a su cuerpo.
― ¿Un baile así? ―pregunté inocente.
Edward sonrió ampliamente, siguiendo mis pasos.
― ¿Por qué no nos escapamos esta noche nosotros dos?
― La idea me gusta ―susurré en sus labios― te extraño, Edward. Necesito un poco de lo que teníamos antes, cuando éramos nosotros dos.
Sus labios se unieron a los míos en un beso para nada inocente. Un beso distinto, lleno de necesidad y hambre.
― Bella… ―la vocecita de Olivia nos hizo separarnos. Miré hacia ella, la niña nos miraba con sus mejillas enrojecidas de vergüenza― ¿esa piñata también es mía? ―señaló hacía la piñata en forma de minnie mouse que colgada en lo alto.
― Es tuya ―le dije― ¿quieres romperla?
Olivia sacudió la cabeza.
― ¡No! Es muy bonita, solo quería bajarla para bailar con ella ―confesó.
Suspiré. Olivia era muy inocente, la niña más tierna que podía conocer.
― La bajaré yo ―Edward indicó dándome un guiño y dejando una palmada en mi trasero.
Olivia corrió tras de él dando saltos por todo el jardín.
Aunque ninguna de las dos lo dijera, era notorio que Edward se había convertido en el hermano favorito, tanto de Olivia como de Bree.
Caminé hacia el árbol donde Benjamín seguía trepado. Andar con tacones en el jardín se había vuelto una tarea difícil en tan solo semanas.
― ¿Por qué estás aquí? ―Quise saber―. ¿Benjamín por qué no te unes a la fiesta?
― No me gustan ―respondió, columpiando sus pies desde lo alto―. Están hechas para niños.
― Por eso les dije que podrían invitar amigos, para que estuvieran más cómodos, se los dije a tu hermana y a ti ―le recordé―. Anda, baja de ahí y ayúdame a organizar a los niños para hacer juegos.
Bajó de un salto. No protestó ni se negó, al contrario, decidió acompañarme para amenizar la fiesta.
Todo continuó perfecto y armonioso entre risas y juegos. La más feliz fue Olivia siendo la princesa de la fiesta como debía ser.
.
― ¿Qué te pareció la fiesta? ―Preguntó Edward al entrar al baño.
Estaba en el jacuzzi sumergida en agua de lavanda y burbujas, mis pies estaban a punto de reventarse de cansancio porque solo a mí se me ocurrió usar zapatillas con un tacón de trece centímetros en una fiesta infantil.
― Estoy aprendiendo que no volveré a usar zapatillas altas ―bromeé.
Lo vi deslizar la camisa por sus hombros y dejarla caer al piso. Elevé una ceja, mirando con atención la forma en que quitaba su ropa, deshaciéndose de cada prenda de vestir hasta quedarse desnudo.
Sin pedir permiso entró en el jacuzzi acomodándose a mi lado.
Quería decirle que estaba en mi tiempo de relajación, que necesitaba este momento porque mi cuerpo me lo pedía, pero estaba de más hablar cuando mi cuerpo también vibraba con anticipación por sentir sus caricias.
Deslizó sus dedos por mi muslo. Suspiré y cerré mis ojos, empecé a disfrutar su tacto.
― ¿Cuándo fue la última vez que lo hicimos en el agua? ―murmuró con voz ronca, repartiendo besos en mi cuello y hombro.
― Mmm… no lo sé.
No le di tiempo de hablar, me giré hacia él y silencié sus labios quedando a horcajadas de su cuerpo.
Sujeté su erección con mi mano llevándola directamente a mi entrada. No hubo tiempo para los juegos previos, necesitaba sentirlo dentro mío y así lo hice.
Empecé a montarlo a la vez que apaciguamos los gemidos con nuestras bocas.
Sus dedos se clavaron en mi cadera marcando un ritmo que lo volvió loco. Subí y bajé por su polla lo más rápido posible. Su rostro estaba desencajado, error
El agua empezó a salir del jacuzzi como pequeñas olas debido a nuestro constante movimiento. No nos importó, era nuestro tiempo y no me preocuparía por el regadero que estábamos haciendo.
Era la culminación a un día intenso y diferente en nuestra vida.
.
.
Edward
Tiré de las hebras de mi pelo con mayor fuerza. Lo hacía mientras caminaba con desesperación por toda la estancia.
Resoplé al verlo.
Benjamín tendía a dar justo en mi poca paciencia.
― No tienes qué fingir que te importo ―rezongó―. Además, ya no me duele.
Miré su pie descalzo. El tobillo estaba inflamado y la piel roja, no era normal. Pero como el niño berrinchudo que era, presionó la planta del pie en el piso e hizo una mueca al instante.
Estaba ocultando su dolor, disfrazándolo con un apretón de dientes.
― Cuando me hablaron de la escuela diciendo que te habías lastimado un pie en deportes, ¿crees que no me importó?
― No fuiste por mí.
― Estaba en una reunión ―repetí de nuevo lo que había explicado hace minutos―. El horario de Bella es flexible porque ella trabaja bajo su propio tiempo. No veo lo malo que haya ido por ti.
Puso los ojos en blanco.
― Si Olivia o Bree hubieran sido las que se lastiman, tú sales corriendo cuando se trata de ellas ―increpó―. Pero como soy yo, mandas a tu esposa.
Me crucé de brazos. No podía creer lo que escuchaba.
― ¿Estás celoso? ―inquirí con una sonrisa.
Frunció el ceño. Volvió a poner su cara de enfadado y de nuevo intentó caminar como si no le doliera el pie. Falló, apenas dio un paso y el quejido salió de sus labios.
― No soy un bebé ―farfulló con una mueca― soy un hombre que puede arreglárselas solo. No necesito que me ayudes.
― Un hombre de catorce años ―le recordé.
Bufó. Le molestaba que le recordara que aún era un niño.
― En nueve meses cumpliré quince años.
― Me da gusto ―le dije―. Aún así puedo llevarte cargado a emergencias ―aseguré.
Era divertido descubrir sus celos. Benjamín estaba gritando en silencio por atención, sin embargo era extraño y a la vez emocionante saber que él quería que fuese yo y no Bella.
― No hace falta ―mintió. En su cara apreciaba el dolor que estaba sintiendo.
No prolongue más su molestia. Me acerqué y tomé su liviano cuerpo de la cintura, echándolo sobre mi hombro.
Él gritó. Sentí como sus puños golpeaban suavemente mi espalda.
― ¡Bella, ayúdame! ―exclamó cuando ella y las niñas aparecieron por la puerta de la cocina. Reían al vernos.
― Lo llevaré al hospital ―le di una rápida explicación a Bella mientras le daba un guiño.
Su sonrisa divertida me decía que había entendido.
Era el momento de que Benjamín dejara atrás sus reticencias, después de estar viviendo por tres meses, era lo justo.
.
Después de estar seis horas en urgencias. No hubo que poner ni una escayola ni nada por el estilo, fue solo un esguince donde nos indicaron que el hielo y un ungüento desinflamatorio eran necesario.
Llegamos a un pequeño restaurante. Benjamín había podido apoyar el pie y tenía hambre, tanto que sus tripas tenían un ruidoso concierto.
― Sabes que las milanesas de pollo son mis favoritas.
― Me doy cuenta ―expresé al ver que devoraba todo con ansiedad y chupaba sus dedos, arrastré las servilletas de papel para que las usará, por supuesto que las ignoró y siguió comiendo―. ¿Te gustaría ir conmigo a ver el siguiente juego de los marineros?
Era el equipo de béisbol de la ciudad. Tenía tiempo sin asistir a un juego presencial, podría decir que desde que me casé con Bella. Ella no era muy amante de los deportes y la única vez que fuimos a un estadio se la pasó en el baño, indispuesta del estómago.
Evalúe el rostro de Benjamín. Las comisuras de sus labios estaban elevadas, mas no mostraba una sonrisa completa.
― ¿En serio? ―Indagó― ¿seremos nosotros dos o irán también las niñas?
― Nosotros dos. Bree y Olivia tienen su tiempo con Bella.
― Noche de chicas. ―Dijimos al mismo tiempo.
Reímos. Era verdad, una vez a la semana las tres suelen salir solas o tienen pijamada en casa. Tienen espacio para su tiempo en el spa, compartir chismes, hacer todo tipo de cosas femeninas que las mujeres quieren. En cambio Benjamín no, probablemente he sido tonto en no darle su espacio.
Él quiere tener tiempo conmigo. Tal vez nunca me querrá como un padre, pero si me necesitara como hermano y quiero estar para él cuando me necesite.
― Muy bien, me gusta la idea ―estuvo de acuerdo― aunque no me gusta ese equipo, sí quiero asistir. Sabes, nunca he ido a un estadio.
― Te gustará.
Nos quedamos en un silencio cómodo, escuchando los murmullos de los pocos comensales.
― Haremos un espacio también para nosotros ―prometí―. Posiblemente no cada semana, solo intentaré pasar más tiempo juntos.
― Eres un hombre muy ocupado ―su expresión me sonó a reproche.
― Manejo una firma de abogados ―le expliqué―. Mi padre está por retirarse y me quedaré a cargo, es mucho estrés en la oficina, por esa razón, muchas veces mi humor no es el mejor.
― Nosotros llegamos a hacerlo peor.
― No precisamente peor, solo que… nuestra convivencia ha sido más complicada de lo normal. Estás siempre a la defensiva, no quieres integrarte y no puedes estar haciéndote esto. Reconozco que no soy el más paciente, sin embargo estoy intentando mejorar, por ti, por las niñas.
― ¿Me estás culpando?
Ahí estaba de nuevo su carácter a la defensiva.
― No. Estoy pidiéndote que ambos pongamos de nosotros para que la armonía en casa mejore. Ambos somos los hombres de casa, cuando no estoy, te toca cuidar de las chicas, no estar de mal humor y encerrado en tu habitación. No puedes seguir así.
Hizo un mohín. Tenía la mirada en su plato de milanesa.
― ¿Piensas que ellas se están metiendo en líos?
― No ―reí― solo que debemos ser más simpáticos y agradables, sino nos echarán de casa.
― ¿Bella me echará por qué no sonrío?
― Estás entendiendo mal. Lo que trato de decir es que Bella lleva la mayor carga en casa, es descortés que siempre estés de mal humor cuando te habla ella o te hablo yo.
Encogió sus hombros.
― Vale, seré mejor.
Al fin prometió mejorar. Esa era la respuesta que buscaba.
― Ahora será mejor que nos vayamos a casa, tengo una noticia que darle a Bella y quiero encontrarla despierta. Quiero encontrarla de buen humor.
― ¿Le tienes miedo?
Sonreí. Fingiendo estremecerme.
― Mi mujer tiene un carácter fuerte, sobre todo cuando se enoja ―dije― y se pondrá peor cuando le diga que tengo que salir de la ciudad debido a trabajo.
Aquí venía otro nuevo reto para nosotros...
Hola, bien dicen que menos es más. Edward sabe que Benjamín quiere sentirse especial, solo que ya las palabras estaban sobrando, lo hizo sentir especial a su modo. Espero que el capítulo sea de su agrado, hoy fue un dia complicado y me ha costado mucho estar aquí con otro capítulo.
*Li nos regaló una imagen de Olivia y su fiesta. Lo digo por si gustas unirte al grupo de Facebook.
Infinitas gracias por los comentarios al capítulo anterior: Carolina, Eliza, Jade HSos, Mabelli Masen Grey, Kania, Emma, Jane Bells, Car Cullen Stewart Pattinson, Pepita GY, mrs puff, patito feo, Daniela Masen, Cassandra Cantu, Lizzye Masen, aliceforever85, Lily Pattinson Stewart, Antonella Masen, NarMaVeg, Smedina, miop, Mickky, Gigi, marisolpattinson, Dulce Carolina, Lili Cullen-Swan, Ary Cullen 85, VodkaKalhua, kasslpz, rociolujan, Lore562, Wenday14, The Vampire Goddess, Noriitha, Maryluna, Verónica, ALBANIDIA, Valeria Sinai Cullen, Diannita Robles, sandy56, saraipineda44, Mapi13, solecitopucheta y comentarios Guest
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