El sonido de los grillos retumbaba en sus tímpanos, al mismo tiempo en que frunció el entrecejo, abriendo sus ojos.
- Kagome - murmuró, encontrándose con la joven dormida, apoyada sobre su árbol.
Inmediatamente, sus ojos se dirigieron a su brazo, recordando el momento en el que la había atacado. Se sentó, observándola fijamente, sin embargo, su mirada volvió a desviarse al notar el color del cabello que cayó a sus lados.
- No puede ser - murmuró, observando sus manos, las cuales estaban sin garras - ¡Maldición! - gruñó por lo bajo.
- Tranquilo, Inuyasha.
Miró a su costado opuesto, encontrándose con la mirada azulada del joven.
- ¿Y tú quién eres? - se puso a la defensiva.
- No te preocupes por mi, mi nombre es Miroku y soy un monje.
Volvió a mirar a la jovencita y regresó a él, comprendiendo que habían llegado juntos.
- Tú estabas con Kagome... ¿Qué hacías con ella?
- La señorita Kagome me encontró a mi, de hecho - sonrió - Es una larga historia, sin embargo, primero deseo hacerte unas preguntas.
No respondió, sólo se limitó a entrecerrar sus ojos, por lo que él continuó.
- Estuviste sellado durante un largo tiempo... ¿lograbas escuchar todo lo que sucedía a tu alrededor?
Miró el suelo, al mismo tiempo en que sus ojos temblaban.
- Sólo recuerdo una cosa - pronunció - Una noche... de la nada, simplemente logré oír el sonido del exterior, sin embargo, no lograba ver nada... era casi como si estuviera en una especie de sueño, del que no podía despertar... entonces, oí sus pasos.
¿Qué sucede, Inuyasha? ¿Ya te diste cuenta de que lo sé todo? Te despertaría... sólo para preguntarte, ¿por qué? Y después... te mataría.
- Cuando la escuché... una ira incontrolable me invadió... deseaba... ser libre y asesinarla con mis propias manos.
- ¿Crees que eso fue lo que tuvo que ver con el hecho de que tu sangre demoníaca despertara?
- ¿Sangre demoníaca?
- Los híbridos como tú, poseen los dos tipos de sangre, ambas pueden coexistir sin mucho problema, sin embargo, hay momentos en dónde una prevalece sobre la otra y, a juzgar por tu apariencia, esta noche eres humano.
- Feh... - suspiró - Todas las noches de luna nueva me transformo en humano, pero... nadie lo sabe, excepto ella - miró a la morena.
- Inuyasha... ¿pudiste escuchar lo que sucedió antes de que te liberaran?
- No lo recuerdo - suspiró, frunciendo el entrecejo - ¿Qué sucedió con Kikyo? - pregunto de repente.
- Bueno... la señorita Kikyo esta en la aldea, seguramente curando sus heridas.
- ¿No trató de matarme mientras estaba inconsciente?
- No, de hecho...
- ¡Señorita Kikyo! - se arrodilló a su lado - ¿Se encuentra bien?
- Si, no se preocupe por mi - se elevó, sentándose.
- Está perdiendo mucha sangre...
- No importa... - miró en dirección al híbrido - ¿Se calmó?
- Eso parece - miró por sobre su hombro unos segundos - Dígame... él trató de matarla, ¿verdad?
- No lo sé - con dificultad, se puso de pie - Si Inuyasha hubiera querido despedazarme, lo hubiera hecho, sin embargo, sólo me amenazó.
- Tal vez... sus sentimientos hacía usted no se lo permitieron.
- Ja - sonrió, cerrando sus ojos - Dudo que haya sentimientos... - hizo una pausa, observándolo - Sólo usted es bienvenido a la aldea... por el momento, no deseo ver a ninguno de ellos, sin embargo, no haré lo que hice la última vez... usted podrá recoger los alimentos necesarios cuando guste.
- Sobre eso quería platicarle...
- Lo siento, tal vez mañana... - dio un paso, gimiendo de dolor.
- ¿Quiere que la acompañe?
- Y la escolté a la aldea, mientras la señorita Kagome cuidaba de ti.
- Comprendo - se puso de pie.
- ¿A dónde te vas?
- Necesito estar solo - miró a Kagome - Cuida de ella... supongo que si confió en ti, es porque eres confiable - llevó sus ojos hacia él - Pero no se te ocurra tocarla.
- No te preocupes, no soy de esa clase.
El moreno comenzó a caminar en dirección del árbol sagrado.
- Maldición... ¿Cómo llegamos a esto? Kikyo sellándome y yo siendo capaz de matarla... y pensar que, antes de que Kagome llegara, todo era diferente.
Si hubiera sido honesto con mis sentimientos, nada de esto hubiera pasado.
- Pero... en ese momento, el ser honesto también implicaba perderla...
Aún así, hubiera sido mejor que esto.
- ¡Keh! - cruzó sus brazos, sin detenerse.
Mientras tanto, en el campamento improvisado, Kagome abrió los ojos, buscando rápidamente al peliplata, sin embargo, no logró divisarlo por ningún lado.
- ¿Inuyasha?
- Salió a caminar - Miroku abrió sus ojos - Al parecer, necesitaba tomar un poco de aire.
- ¿Qué? Pero... ¿a dónde se fue?
- No lo sé... se fue, en aquella dirección.
- ¡¿Qué?! ¡Pero para allá se encuentra la aldea! - gritó, poniéndose de pie - ¡¿Y si se fue a matar a a Kikyo?!
- Con todo respeto, señorita, pero Inuyasha no se veía con ánimos de hablar si quiera con alguien, por el contrario, quería estar solo.
- Pero...
¿Y si se encuentra con Kikyo y ella decide matarlo?
- Tengo que encontrarlo - pronunció, caminando en la misma dirección en la que él se había marchado - Descuide, regresaré pronto - sonrió - Sólo voy a asegurarme de que él esté bien.
¿Qué se supone que voy a hacer ahora?
Se detuvo, abriendo ampliamente sus ojos, al encontrarse con la sacerdotisa, dándole la espalda, mientras observaba el árbol sagrado.
- Kikyo - murmuró, escondiéndose detrás de uno de ellos.
- ¿Por qué tuvo que pasar esto? - susurró - Se supone... que debíamos ser felices y ahora... mi vida está atada a la de este pequeño fragmento.
¿Qué? ¿Su vida atada a un fragmento? ¿Un fragmento de que?
- Naraku... con que ese es tu nombre... quisiera saber, ¿por qué nos hiciste esto?
¿Naraku?
En ese momento, la miko miró por sobre su hombro, en la dirección en la que él se encontraba.
- Puede que mi apariencia luzca débil, sin embargo, todavía puedo luchar... no servirá de nada que te escondas - pronunció con firmeza - Sal, ahora - empuñó su arco, colocándole una flecha.
Cerró sus ojos , pronunciando un inaudible suspiro, mientras daba un paso al costado, encontrando su castaña mirada, con la de ella.
- ¿Inuyasha? - su sorpresa se reflejó en su expresión - ¿Eres tú?
- Kikyo - su mirada profesaba una mezcla de emociones encontradas.
- Eres humano, ¿Cómo es eso posible?
- Es... es una larga historia...
- ¿Viniste a matarme?
- ¿Crees que tengo alguna posibilidad en esta forma?
La mujer bajó el arco, colocándolo sobre su hombro y guardando su flecha, sin apartar su mirada de la de él.
- ¿A que viniste?
- Supongo que a lo mismo que tú.
- ¿Lamentarte por todo lo que sucedió? ¿O tratar de apaciguar el rencor que hay en tu alma?
- Las dos cosas - suspiró, desviando su mirada.
Un incómodo silencio se formó entre los dos, hasta que él decidió romperlo.
- ¿Por qué lo hiciste? - preguntó, mirándola nuevamente - ¿Por qué quisiste matarme?
- Nunca fue mi intensión asesinarte, Inuyasha... pude haberlo hecho, sin embargo, elegí sellarte.
- Para mi es lo mismo... - frunció el entrecejo - Tuviste la intención de hacerme daño... dijiste... que yo te había traicionado.
- ¿Y acaso no lo hiciste?
- ¡¿De que demonios estas hablando?! - gritó.
- ¡Dormiste con Kagome! - respondió en el mismo tono, al mismo tiempo en que sus ojos se llenaron de lágrimas - Ella misma... me lo confesó.
No supo que decir, a decir verdad, ni siquiera estaba preparado para escuchar aquellas palabras, o afrontar ese tema, no todavía.
- Ya lo sé... lo dijiste, anoche...
- ¿Qué? ¿Pudiste escucharme?
- También dijiste que me matarías... y es por eso, que no puedo confiar en ti.
- Yo tampoco puedo hacerlo, Inuyasha...
- Sigues sin responder a mi pregunta, Kikyo.
- Es una larga historia... y sé que Kagome podría responderte también.
- ¡Te lo estoy preguntando a ti! ¡Maldita sea! - apretó los puños, cerrando sus ojos.
En ese momento, sintió los pasos sobre la hierba, sin embargo, logró reaccionar cuando los brazos de la sacerdotisa envolvieron su cuerpo.
- ¿Qué haces? - murmuró.
- Algo... que extrañé durante mucho tiempo - susurró.
Maldita sea... quisiera poder empujarla lo más lejos de mi, sin embargo, no puedo hacerlo... después de todo... yo la traicioné primero.
- Kikyo - murmuró, correspondiendo su abrazo - Yo... lo lamento mucho, no quería... que las cosas fueran de esta manera.
- Tal vez... pero... ya es tarde - se apartó, observando su rostro - ¿Esta es la apariencia que tendrías si hubieras usado la perla?
- Supongo...
Sin previo aviso, se acercó, besando sus labios, al mismo tiempo en que él abría ampliamente sus ojos.
Inuyasha... ¿Qué estas haciendo? ¿Por qué viniste a verla?
Pensó Kagome, observando aquella escena, con sus lágrimas recorriendo sus mejillas.
La puerta de la fortaleza cayó estrepitosamente, levantando el polvo frente a sus pies.
- Bienvenida, Sango - sonrió el exterminador.
- Lamento llegar a esta hora - sonrió - Pero emprendí el viaje demasiado tarde - ingresó.
- No te preocupes, linda - cerró la puerta - Tienes suerte de que yo esté de guardia, de haber sido otro, no te hubieran abierto - sonrió.
- Eso significa que haces bien tu trabajo - le devolvió la sonrisa - Y, al parecer, todos duermen.
- ¿No te has dado cuenta de la hora que es?
- No - miró el cielo - Pero, a juzgar por la posición de la luna, parece muy tarde.
- Lo es... ¿Cómo te fue?
- Muy bien... sólo se trataba de un cien pies gigante - lanzó al suelo algunas de sus partes - Pueden servimos como armas, además - metió la mano en su bolsillo - Tenían esto.
- Fiuuuuu, un fragmento de la perla... buen trabajo, niña, tu padre estará muy orgulloso de ti.
- Muchas gracias.
Mientras tanto, a una distancia prudente, unos ojos rojos observaban la secuencia, mientras sonreía.
- Con que aquí se encuentra la aldea de exterminadores... de acuerdo, es momento de hacerle una pequeña visita - sonrió, mirando los fragmentos que ya poseía.
