¡Saludos, queridos lectores!
Sé que había dicho que no iniciaría nuevas historias sino hasta el SasuKarin Month, y de hecho, esta historia estaba planeada para esas fechas. Sin embargo, gracias a una actividad navideña, y que la idea coincidía con uno de los deseos navideños.
Opté por subir la historia ahora, pero me temo, y lo digo para que no la lean si no quieren esperar demasiado por las actualizaciones, ya que subiré nuevo capítulo una vez al mes, por lo menos hasta que llegue el SasuKarin Month de este año, o que termine dos o más fics para poderle dedicar más tiempo.
Volviendo al tema del regalo navideño, esta historia está dedicada a Ichinose Marcia, que si bien no es exactamente el deseo navideño, coincide en algunos aspectos. Linda, espero que te guste la historia aunque vaya un poco lento, pero en compensación, los capítulo son largos.
Por ahora la historia no tiene portada, pero si alguien gusta hacerlo, estoy abierta a las propuestas n.n
Sin más por el momento, los dejo con el capítulo de este mes n.n
Esta era una noche como cualquier otra, una donde para no morir de hambre, debía reír y charlar con un hombre desagradable fingiendo que me gustaba, dejando que me manoseara y llegara tan lejos conmigo como quisiera para que pagara más dinero. En esta ocasión, estaba este hombre que podía apostar, era al menos diez años mayor que yo, apestaba a alcohol incluso antes de llegar al prostíbulo, y a veces me pellizcaba los brazos.
Quedarme en ese sitio era terrible y no había forma en que pudiera saber si mi próximo cliente me agradaría, o de menos, no sería violento, pero irme de allí podría ser peor, pues en las calles, no sólo podría morir de hambre y de frío, sino que podría ser abusada y violentada sin razón ni beneficio. En este lugar, entregando mi cuerpo, al menos podía conseguir comida, refugio y protección.
Sin embargo, había que decir que de todas las chicas allí, yo tenía… quizá podríamos llamarlo, un descanso, uno que venía cada cierto tiempo, y precisamente esa noche él llegó. Mi chico.
—Ven conmigo —oí la voz de descanso que había llegado a mi rescate, aún si no era su objetivo.
—¿Qué te crees mocoso? Ella está conmigo —replicó el hombre pegándome a su desagradable cuerpo.
—Ya sabes cómo se maneja este lugar —le dije al hombre con una sonrisa, pues aún si me iba con otro, las reglas del lugar me obligaban a tratarlo bien para que regresara a seguir gastando en el lugar.
—¡Tú no vas a ningún lado! —exclamó el hombre que me tomó por la muñeca cuando quise alejarme.
Mi chico no se inmutó, e hizo un movimiento con la mano y la Madama llegó con una sonrisa complaciente, más rápido de lo esperado.
—Dígame, señor —dijo en un tono servicial e incluso coqueto. Seguramente esperaba que él la tomara alguna vez.
—Vengo por ella.
—Por supuesto, señor.
—¡Yo pagué primero! —reclamó el hombre con agresividad.
—Señor, conoce las reglas del lugar. El que paga más, es quien elige —señaló la Madama.
—Nos veremos en otra ocasión, bombón —dije a punto de vomitar con la última parte, pero sonreí coqueta a punto de volver junto a mi chico, pero en esta ocasión, el hombre me empujó hacia atrás. Por poco me caigo, y quería gritarle enfadada su acción, pero me mordí la lengua al ver a la Madama.
Por su parte, el hombre dio un paso al frente para quedar cara a cara con mi chico.
—¡Lárgate o te partiré la cara!
—Me quita las ganas —comentó mi chico sin inmutarse, y la Madama dio unas palmadas que atrajo a los dos gorilones que le servían para hacerse cargo de los alborotadores, aunque también los usaba para mantenernos a nosotras a raya si nos poníamos "rebeldes" según ella.
Ambos guardias, se apostaron a cada lado del hombre sin tocarlo, pero listos a actuar si él hacía algo.
—Puede elegir a otra chica o dejar que mis hombres lo acompañen a la salida.
El hombre iba a golpear a mi chico, pero los guardias lo detuvieron de inmediato y lo echaron sin importar cuánto gritara ni cuánto amenazara con no volver a ir.
La Madama del lugar, era una mujer codiciosa que siempre buscaba la forma de ganar más, por ello nos tenía prohibido tratar mal a algún cliente para que no dejaran de venir. Sin embargo, mi chico gastaba mucho dinero en mí, y si había que ofender a alguien, definitivamente iba a ser a ese borracho que iba diario al prostíbulo para mirarnos y manosearnos, pero que rara vez tenía para pagar el servicio completo.
—Vamos —mi chico me dijo, después me miró de pies a cabeza mientras me acomodaba la peluca que usaba que se me había desacomodado por el empujón, y después, con un movimiento de su cara, me pidió que lo condujera a las habitaciones de la primera planta.
—¿Puedo servirle en algo más, señor? —preguntó la Madama con lambisconería, y aparentemente, todavía con esperanza de que él la solicitara… Es decir, claro que no faltaban los múltiples fetiches en un lugar como ese, pero dudo que mi chico pudiera sentirse atraída por una mujer veinte años mayor a nosotros y que debía usar mucho maquillaje para tratar de ocultar su verdadera edad.
—No me molesten.
—Por supuesto, señor. Disfrute su estadía —la Madama sonreía ampliamente mientras veía a mi chico llevarse que me seguía hacia las escaleras— Lycoris, sirve bien al señor y haz lo que te pida.
Lycoris es mi nombre de prostituta, porque el prostíbulo de tercera en la que me vi obligada a trabajar, se llamaba "El jardín de las flores", y por simple capricho de la Madama, debíamos tener nombres de flores para "combinar con el sitio", y sí, de todas las flores que pudieron tocarme, me tocó Lycoris, esa flor que también es conocida como "La flor del infierno", la guía de los muertos al Inframundo y… los enamorados separados.
Sé que la relación entre mi chico y yo no es romántica. Ni siquiera me atrevería a decir que él me ve más allá de su informante o su compañera de cama de vez en cuando. Aunque mis sentimientos por él son muy claros soy consciente de que esto es unilateral. Sin embargo, es más romántico fantasear en que somos dos enamorados que no pueden estar juntos, que vivir en la cruda realidad de saber que no hay nada entre nosotros.
Sí llamaba "mi chico" a Sasuke, era sólo un placer mental mío.
Además, ¿qué tantas oportunidades tendría de conseguir un esposo? En este oficio, aunque existía la posibilidad, siempre era muy baja, y ni hablar del amor, así que quería al menos fantasear con ello de vez en cuando para hacer más manejable la vida que llevaba.
Mi chico y yo subimos a la primera planta, ahí donde estaban las habitaciones para la actividad principal del oficio, y entramos al cuarto más lujoso del lugar… Usar la palabra "lujoso" era decir demasiado, pues siendo un burdel de tercera, no podía llamar lujoso al hecho de que la única diferencia de ese cuarto, era un dosel viejo que adornaba la cama y un espejo de cuerpo completo en la habitación.
Tras entrar a la habitación, cerré con seguro y al voltear detrás de mí, mi chico ya estaba sentado en la cama con su usual gesto estoico.
—Gracias a dios, llegaste a tiempo. Ese imbécil me da asco —fije aliviada, pues aún sentía repugnancia por el hombre que habíamos dejado atrás— Además, ¿quién se cree para empujarme?
—¿Ya no tienes Valerian*?
—No importa cuánta le dé a ese hombre, es como si no se la tomara —respondí disgustada, porque quizá eran los niveles de alcohol de ese hombre que mi droga no funcionaba. Sin embargo, decidí dejar eso de lado, y aprovechar el tiempo junto a mi chico. Sonreí coqueta y dando saltitos hacia él, me senté en sus piernas y lo abracé por el cuello— Mejor dime, ¿hoy al fin te animaste a venir únicamente a divertirte?
—Tengo un plan entre manos y tú estás en él. Karin, te necesito —me respondió sin inmutarse, ni tocarme, pero tampoco me rechazó, y sí, él conocía mi verdadero nombre.
—Lo sabía. Siempre tienes algo entre manos —respondí suspirando resignada y solté su cuello. A veces pienso que si él ha llegado a usar el servicio del burdel conmigo, es sólo para no delatar que su principal interés en mí, es la información que puedo obtener— ¿Y a quién le tengo que sacar qué información?
—Esta vez hay que hacer algo diferente antes de conseguir la información.
—¿Algo diferente? ¿De qué se trata? —pregunté sorprendida y curiosa, pues él sólo venía a indicar a quién acercarme y qué información necesitaba, y si no jugaba conmigo, esperaba unos minutos y se iba, pero hablar de algo diferente, era nuevo.
—No puedo hablar a detalle de eso aquí, pero mañana enviaré a alguien a recogerte. Si todo sale como planeo, estarás fuera de este lugar más de medio año.
—¿Más de medio año? —pregunté sorprendida y desconfiada pues aunque sería maravilloso no tener que seguir trabajando en ese lugar incluso sólo un día, sabía que la Madama no dejaría ir a ninguna de nosotras tan fácilmente porque significaba menos dinero, y siendo yo la que más ingresos aportaba gracias a mi chico, veía aún más lejana la posibilidad— No creo que…
—Yo me encargaré de eso. Lo único que necesito, es que estés preparada para irte.
—De acuerdo, estaré preparada —respondí aún dudando de que pudiera cumplir con lo dicho. Sin embargo, estaba dispuesta a obedecerlo, porque aunque la razón dijera algo, él representaba esperanza para mí— ¿Algo más para hoy?
—Sólo descansa.
—¿Sabes qué me ayudaría a descansar? —le sonreí volviendo a abrazarlo por el cuello y comencé a besarle las mejillas de forma sugerente— Si me dejas cansada, dormiré como una roca.
—Tengo asuntos qué atender —me respondió como cada vez que lo incitaba a ir más lejos, y a pesar de ello, él no me rechazaba ni hacía ningún gesto de desagrado a diferencia del resto de las chicas del burdel que le coqueteaban incesantemente para tratar de ganar los beneficios que ser su favorita conllevaba.
—¿No puedes jugar conmigo un rato? —pasé los besos detrás de su oreja y mordí suavemente su lóbulo izquierdo— Estoy en mis días seguros.
Apenas terminé aquellas palabras, él hizo un movimiento rápido de modo que de un momento a otro, ya estaba en la cama con él encima mío sosteniendo mis manos sobre mi cabeza.
Cualquier otro día me era difícil adivinar si podría convencerlo de quedarse junto a mí, pero nunca se negaba a quedarse cuando sabía que eran mis días seguros.
—Estás jugando con fuego.
—Querido, mi trabajo es avivar el fuego —respondí aún coqueteándole.
—Un día vas a quemarte.
—Has visto mi cuerpo, ya me he quemado muchas veces, pero hay fuego que disfruto, y es con el que vale la pena quemarse.
—Créeme, no soy alguien que valga la pena.
—Tampoco yo —me reí mirando alrededor, pensando que eso era obvio y quizá era él el que no debería ni confiar en mí para los trabajos que me daba.
En ese instante me soltó, y tan pronto como lo hizo, lo abracé mientras besaba mi cuello y bajaba por el escote de mi vestido mientras desataba los cordones de mi corsé.
Me dejó desnuda antes que yo a él, porque aunque él siempre era frío y calculador, cuando se encendía la llama de Uchiha Sasuke, era tan grande y tan caliente, que podría evaporar a un volcán, y aún cuando era violento, no había dolor sino placer en sus brazos.
—Karin… —se le escapó con la respiración pesada en mi oído al penetrarme y lo único que pude hacer ante el placer físico y emocional de su acción, fue clavarle las uñas en la espalda.
—¡Sasuke! —gemí su nombre apenas empezó con el va y ven y lo repetí tantas veces esa noche cada vez más fuerte hasta que me hacía correr o se derramaba en mi vientre.
Con él no tenía que fingir ni mi placer, ni que quería más, ni que quedaba satisfecha porque todo lo que sentía y deseaba de él, era real.
Mi descanso consistía en sumergirme en la fantasía de que él me amaba y lo expresaba cuando estábamos juntos de la misma forma en que yo lo hacía en cada beso, cada caricia, cada movimiento de mis caderas aunque las palabras se quedaban atascadas en mi garganta, porque aún si quería vivir mi fantasía, había un poco de lucidez que me restringía la posibilidad de perderme en ese sueño.
Sin duda, se trataba de mi instinto de supervivencia que sabía que si no me aferraba a ese hilo de razón, moriría cuando se rompiera la frágil burbuja que me construía a su lado.
—Vendrán al medio día por ti. Nos veremos en cuanto pueda ir a buscarte —lo oí decirme cuando él decidió que era suficiente y se vestía para irse.
—¿Algún día te quedarás a dormir conmigo? —pregunté coqueta, como tenía que hacer con todos los que se iban tras conseguir el placer que buscaban. Sin embargo, yo de verdad deseaba que se quedara.
Él nunca se quedaba más de lo necesario.
—Prepara las cosas que quieras llevarte. Probablemente sea la última vez que estés aquí.
—¿La última vez? —pregunté confundida.
—Si mi plan tiene éxito, no necesitarás regresar a este lugar —me respondió abrochándose el pantalón y se volvió hacia mí— Mi plan depende completamente del éxito de tus habilidades.
—Oye, pero…
Me había levantado de la cama por la impresión, pero él se dió la media vuelta y salió del cuarto sin decir nada más.
¿Qué clase de trabajo iba a pedirme como para prometerme que me sacaría de ese basurero? ¡No! ¡Más importante aún! ¿Realmente podría sacarme de allí sin ninguna consecuencia?
No importaba cuánto lo pensara, no se me ocurría una forma en que la Madama fuera a dejarme ir cuando por causa de él, yo era la que le dejaba la mayor ganancia cada vez que él venía a verme. Si no era robándome, no se me ocurría una mejor forma de llevarme. Sin embargo, ¿Sasuke se arriesgaría a tanto por una simple prostituta como yo?
Me era difícil creer que la respuesta fuera un sí, pues conociendo a la Madama, pelearía con uñas y dientes por conservar aquello que le diera un beneficio tan grande, pero el otro detalle que me hacía dudar, era que el interés de Sasuke por mí, se debía a la información que podía sacarle a los clientes. Si me iba de ese sitio, ya no habría información que pudiera darle.
¿Qué utilidad tendría una informante que ya no puede conseguir información valiosa?
Le di muchas vueltas al tema en mi cabeza, tratando de entender si él podría conseguir mi salida de ese lugar y el tipo de trabajo que me pediría, pero era difícil pensar que podría lograr lo primero, y mucho más complicado imaginar el trabajo que quería. Es decir, el lugar de tercera donde trabajo, era un lugar al que los trabajadores de casas ricas iban a divertirse sin tener que gastar mucho. Se trataban de sirvientes comunes, capataces, limpiadores, cocheros y demás personal que servían a algún señor, por lo que, sabían mucho sobre la vida de las personas importantes para las que trabajaban, y Sasuke me pedía sacarles información sobre esas personas ricas.
¿Qué hacía él con esa información? No lo sabía, pues mi chico nunca decía nada sobre su vida, ni me decía para qué quería la información que me pedía. Sin embargo, por deducción propia a partir de la información que él me pedía conseguir, podía imaginar que él recolectaba información comprometedora de personas importantes para desprestigiarla, pues poco después de haberle conseguido los datos, se sabía como cotilleo por la ciudad.
Pensando en lo anterior, mi mente regresaba a la misma pregunta: ¿qué tipo de trabajo quería él que hiciera, si no era conseguir información en el burdel?
Aún si sólo tuve que esperar un día para averiguarlo, me pareció eterno, pero lejos de lo que esperaba respecto a mi salida del burdel, no fue un robo ni una huida.
Un hombre bien vestido, pero que evidentemente era un sirviente, fue a buscarme en nombre de mi chico por la tarde. Antes de que me llamaran a su presencia, él habló con la Madama, y aunque tardaron un tiempo hablando, al poco la mujer que manejaba el lugar me llamó para indicarme que fuera por mis cosas.
—Vamos a extrañarte —la Madama se despidió de mí con una sonrisa triste que estaba segura, era sincera, pero referente a que ya no le generaría las ganancias a las que estaba acostumbrada.
Sin ningún problema, salí con mis cosas de ese horrible lugar y me hicieron abordar un carruaje muy discreto, de esos donde quieren transportar gente que debería pasar desapercibida… como una prostituta.
Por supuesto, aunque el sirviente me hizo saber que venía de parte de mi chico, le pregunté más de una ocasión dónde estaba él, cuándo lo vería y a dónde me llevaban, pero el sirviente sólo me dijo que en cuanto él lo indicara, iría a buscarme, y que por favor, no le mostrara a nadie, mi cabello, por ningún motivo.
Me llevaron a una casa modesta, aunque sin duda era mejor que el prostíbulo, donde me dieron ropa, comida, y algunos objetos personales. Ahí, el hombre que me había recogido, me informó que viviría sola hasta la nueva indicación de su amo, y que no debía salir de la casa de no ser necesario.
Durante una semana entera, no supe nada de Sasuke, pues la persona que me llevaba de comer, me había dicho que sólo había recibido la indicación de llevarme comida y cualquier otro objeto que necesitara, y el hombre que había ido por mí al prostíbulo, apareció hasta el octavo día.
Como era de esperarse, él no contestó ninguna de mis preguntas, siempre decía que sólo seguía indicaciones y que Sasuke había enviado decir que fuera paciente. Sin embargo, la presencia de ese hombre no había sido sólo para hacerme saber que no se habían olvidado de mí, sino para informarme, que todos los días me visitarían maestros e institutrices para enseñarme un montón de cosas que sólo los ricos tenían permitido aprender.
Preguntar por qué o para qué debía estudiar todo eso, no sirvió de mucho, pues el hombre sólo dijo que era indicación de Sasuke y que, hasta que no dominara al menos algunas áreas, no iría a buscarme.
En ese punto, estaba considerando simplemente irme porque no entendía lo que él quería de mí, ni por qué hacía todo eso, y él ni siquiera se presentaba frente a mí. Sin embargo, decidí quedarme, no sólo porque ya no tenía que hacer un trabajo desagradable, sino porque aprender a escribir, leer, matemáticas, música, pintura y un montón de otras cosas me estaba gustando, y esperaba que ello pudiera abrirme paso a una carrera como institutriz, donde pagaban mejor y no tenía que abrirle las piernas a hombres asquerosos y desagradables.
Tras un mes de lecciones intensas, pues desde la mañana a la noche llegaban mis instructores, los cuales, tampoco sabían nada de Sasuke, el hombre que había ido a recogerme, el cual por cierto, se llamaba Juugo, había ido a verme nuevamente.
—Mi amo me ha indicado que hoy por la madrugada debo llevarla a su nuevo hogar, así que por favor, prepare lo que desea llevarse. Nos iremos a las tres de la mañana. Duerma temprano.
—¿Mi nuevo hogar? ¿En dónde? ¿Cuándo veré a Sasuke?
—Iremos a Oto, y desconozco el momento en que mi amo se encuentre con usted.
Oto era un país pequeño, pero muy conocido por ser… flexible. Es decir, mientras que el resto de los países era recatado, por lo menos para las apariencias, la gente de Oto, no tenía ningún reparo en mostrar su gusto por actividades impuras, como la prostitución.
Dicho lo anterior, desde que ese hombre mencionó aquél país, pensé que quizá Sasuke quería venderme allí, pero no tenía mucho sentido que lo hiciera después de las múltiples clases que había tenido.
Pensé en huir, pero quise darle el beneficio de la duda a mi chico, y seguí las instrucciones.
Al llegar a esa nueva casa, quedé sorprendida, no sólo porque el lugar era grande, lujoso, y de buen gusto, muy diferente del prostíbulo en el que vivía. De hecho, llegué a pensar que habíamos hecho una parada en otro sitio antes de ir a mi destino, pero en cuanto entramos, Juugo dio instrucciones a los sirvientes sobre que yo era la dueña del lugar.
—¿Qué…?
—Kin, lleva a la señorita a su habitación —Juugo me interrumpió para luego dirigirse a mí— Esperaré sus indicaciones después de que descanse un poco —me habló como si fuese su ama— Mientras tanto, me encargaré de la mudanza.
No era tonta, sabía que esa era una indicación, no una pregunta, y que a pesar de que no entendía nada, opté por obedecer.
Un rato más tarde, pude reunirme de nuevo con Juugo a solas, lo que me permitía hacer preguntas.
—¿Y entonces? ¿Cuál es la indicación? —pregunté impaciente.
—Mi amo le ha dejado instrucciones aquí —respondió extendiéndome una carta— Léala con detenimiento antes de hacer más nada. Le sugiero que vaya de nuevo a su habitación y no salga de allí hasta que lo que viene en la carta le haya quedado claro —me dijo muy serio— No olvide quemar la carta una vez que esté todo claro.
—¿Algo más? —pregunté aún confundida, sin poderme imaginar el contenido.
—Cuando las instrucciones de la carta hayan sido cumplidas, mi amo vendrá a buscarla.
—¿Y no podías decirme eso cuando estábamos en el otro sitio? —repliqué.
—Son instrucciones de mi amo.
Fruncí el ceño, pero él no se inmutó, así que sólo solté un suspiro cansado.
—Imagino que no esperarás a que lea la carta por si tengo dudas.
—No. Debería quedar todo claro.
—De acuerdo. Entonces… supongo que puedes retirarte.
En cuanto Juugo se fue, corrí a la habitación a abrir la carta intrigada por las instrucciones, y más que resolverme las múltiples dudas que tenía, se me generaron más.
A grandes rasgos la carta indicaba que debía encerrarme en la casa por una semana entera, y que tendría un invitado en esos días al que debía tratarlo como a un distinguido cliente frente a todo el mundo, y encerrarnos en mi habitación fingiendo tener relaciones. Según la carta, él no me tocaría, y no debía intentarlo. Una vez transcurrida la semana, irían más hombres con los que tenía que fingir exactamente lo mismo, y todos, a excepción del primero, debían pagarme como si me hubiese acostado con ellos.
Otra de las indicaciones, es que debía salir a dar paseos de vez en cuando, comportarme coqueta, pero no descarada, y ser discretamente insinuativa con aquellos que ya me habían ido a visitar.
La carta señalaba que los hombres que llegarían debían dar una contraseña, la cual estaba en la misiva, y ninguno de ellos debía tocarme. Si alguno de ellos lo intentaba, debía llamar a los sirvientes y hacer que lo echaran de la casa. Así mismo, si llegaba un hombre sin la contraseña a solicitar "mis servicios", debía poner una excusa de por qué no lo aceptaba. La excusa, quedaba a mi consideración, e incluso un "no me gustas" bastaba. De igual forma, si estos hombres se ponían pesados, los sirvientes debían echarlos.
Dicho lo anterior, se remarcaba que no podía aceptar atender a los clientes fuera de la casa, a excepción de tres, cuyos nombres venían en la misiva. En estos casos, me encerraría en la habitación del cliente junto a él a fingir tener relaciones, pero no debía sorprenderme si había alguien más en la habitación.
Al final de la carta, se explicaba que debía hacerme conocer con el nombre de Furimuku Karin, hablar con el acento del Sonido y crearme tanta fama como fuera posible. De esa forma, cuando esa fama llegara a oídos de Sasuke en Konoha, él sabría que era el momento oportuno y vendría a buscarme para la próxima tarea.
Una de las notas más importantes, es que no podía dejar que los sirvientes en la casa supieran que todo era una actuación.
De verdad llegué a pensar que Sasuke quería venderme como lo hacía la Madama, aun si no entendía para qué quería que aprendiera cosas que no necesitaba para ejercer el oficio, pero después de estudiar, imaginé que él quería hacerme pasar como una cortesana.
Las cortesanas, podrían describirse como las prostitutas de primera clase. Aquellas que parecían mujeres de dinero o de la nobleza; eran inteligentes, cultas, elegantes, divertidas, coquetas pero no vulgares, por lo que era difícil adivinar que se trataban de acompañantes son servicios especiales. Sólo se daban cuenta de su oficio porque la veían de la mano de más de un caballero y siempre tenía joyas nuevas o dinero sin ejercer ningún negocio aparentemente.
Aquel tipo de prostituta, a diferencia de las demás, podía darse el lujo de elegir a sus clientes si es que el dinero no le hacía falta, y muchas veces sus clientes eran a largo plazo. Es decir, como era muy fácil hacerla pasar por una dama de sociedad mientras no se dieran cuenta de su oficio, podía tener un único cliente por largo tiempo y este le daría grandes cantidades de dinero o joyas. Además, aun si ya era de dominio público a lo que ella se dedicaba, de igual forma era difícil que fuese rechazada de las fiestas si era llevada como invitada de alguien con quien el anfitrión quería quedar bien, y aunque de cara al público era rechazada, muchas veces eran ese tipo de mujeres las que mantenían amenas las fiestas con sus charlas interesantes y buen humor.
Yo sólo conocía a ese tipo de prostitutas porque mi madre me había hablado de ellas y lo mucho que aspiraba a pertenecer a ese grupo, pues al menos de esa forma, tendríamos una casa propia y yo no me vería obligada a seguir sus pasos. Por supuesto, no es que a mi madre le gustara esa vida, pero en nuestra situación, no había mucho de dónde elegir y ser cortesana, era lo mejor de entre lo peor.
Había muchas pistas para pensar que eso era lo que él quería, pero lo que no tenía sentido, era que quería que me comportara como cortesana, pero ningún hombre iba a tocarme. Seguiría recibiendo dinero, pero no aceptaría a todos, y aún tenía pensado algo más cuando obtuviera fama. ¿Para qué querría todo eso? ¿Qué clase de plan estaba maquinando?
Además, me parecía muy extraño que me diera una casa y muchos sirvientes. ¿Acaso no temía que no cumpliera mi parte, vendiera la casa y me quedara con el dinero? Porque sí, yo tenía en mis manos el título de propiedad y estaba a mi nombre.
Todo era muy extraño y confuso, y si opté por seguir las instrucciones, era porque quería seguir confiando en él, y por qué no decirlo… me mataba la curiosidad. Además, no tenía a donde ir si no era de regreso a ese espantoso burdel, y siguiendo las instrucciones, al menos podría ganar tiempo para tratar de hacer un plan si al final no me convencía seguir con las órdenes de Sasuke.
¿Cuál es el plan de Sasuke y para qué quiere llevarlo a cabo? ¿Por que Sasuke necesitaría de hacer pasar a una prostituta como una cortesana? ¿A Karin le conviene seguir el plan de Sasuke? ¿Cómo fue que Sasuke logró sacar a Karin del burdel? ¿Karin no tendrá problemas con la madama? ¿Qué otras preguntas les han nacido al leer este capítulo?
Me encantará leer sus teorías y dudas en los comentarios n.n
Espero que la idea de esta nueva historia les esté gustando y que puedan ser lo suficientemente pacientes para ir leyendo las actualizaciones n.n
Sin más por el momento, me despido.
¡Hasta la próxima actualización!
