Todo lo que reconozcas pertenece a Rick Riordan.
VI Bienvenido a la legión de adolescentes hiperactivos
No sé como no salí corriendo. Ante mí había doscientos adolescentes, la mayoría hiperactivos, armados hasta los dientes.
Las cinco cohortes estaban en formación para la revista. Los lares iban de aquí para ya, hasta que al fin se quedaron quietos. Entonces una chica gritó:
-¡Colores!
Todos los portaestandartes dieron un paso adelante. Con sus capas de león, enseñaron los emblemas de la cohortes y por último fue el aquilífero. Por lo que me contó Jason, era nuevo en el puesto. Había costado encontrar un nuevo portador del águila, pues nadie quería levantar el palo vacío donde debería estar el águila y sembrar la vergüenza entre los presentes.
Y por ello, cuando el chaval de no más de doce años levantó el palo, todos comenzaron a aplaudir y a corear su nombre:
-Jacob, Jacob, Jacob...-y el chico se puso rojo como un tomate.
Después de un minuto los gritos se apagaron. Y entonces la pretora habló:
-¡Romanos!-gritó, y su voz resonó- Hoy ha llegado a nuestras fronteras Andy Williams, hijo de Apolo. Él solo, armado solamente con un palo, estuvo a punto de vencer a un cíclope.
Los legionarios estiraron el cuello para verme. Yo notaba mi cara arder y saludé tímidamente con la mano.
-¿Estáis seguros de que es Apolo?-preguntó una voz entre la gente-¡Le falta ego!
El comentario ganó risas y abucheos, acallados por una voz.
-Gracias por el aporte, Larry, pero es hijo de Apolo- dijo Sean, claramente ofendido-. ¡Quiere unirse a la legión!-continuó el pretor-¿Qué dicen los augurios?
Octavio salió de entre los legionarios y habló:
-¡He leído las entrañas! -anunció el augur, como si hubiera matado a un oso con las manos en lugar de destripar a algún muñeco de peluche-. Los augurios son favorables. ¡Está cualificado para prestar servicio!
La legión respondió a sus palabras:
-¡Ave! ¡Salve!
Amelia hizo un gesto a los oficiales de mayor rango para que se acercaran, uno por cohorte. La chica que antes había gritado colores, la centuriona de mayor rango, se giró hacia mí.
-Recluta, ¿tienes las credenciales?-preguntó-¿Cartas de recomendación?
Jason me había avisado de que muchos campistas, sobre todo legados, llegaban con cartas de legionarios retirados que les recomendaban. Yo no tenía nada ni remotamente parecido, y lo sabía, pero aun así pasé mucha vergüenza cuando respondí:
-No.
-No tiene cartas-anunció la chica, como si alguien no me hubiera oído-. ¿Alguien responde por él?
Por un segundo todo se quedó en silencio. No sabía a que se refería, pero intuía que era importante.
-¡Yo!-dijo alguien del fondo- Luchó contra el cíclope en lugar de huir. Aceptó la batalla y encaró al enemigo. Aunque no llegara a matarlo, Andy se comportó como un verdadero romano. Respondo por él.
Reconocí la voz de Jason. Amelia se encogió de hombros antes de decir:
-Está bien. ¿Lo acepta tu cohorte?
Los dos centuriones de la Quinta hablaron entre ellos unos segundos y miraron al resto de la cohorte. Jason asintió con la cabeza y ya no dudaron, todos golpearon el suelo con sus escudos.
-Mi cohorte ha hablado-dijo la centuriona de la Quinta-. Aceptamos al recluta.
Sean me miró con lástima y los legionarios empezaron a susurrar.
-Enhorabuena, Andy Williams- me felicitó el pretor, contradiciendo su expresión-. Estás en período de probatio. Se te entregará una placa con tu nombre y tu cohorte. Dentro de un año, o en cuanto lleves a cabo un acto de valor, te convertirás en miembro de pleno derecho de la Duodécima Legión Fulminata. Servir a Roma, obedecer las normas de la legión y defender el campamento con honor. ¡Senatus Populusque Romanus!
La legión repitió su aclamación.
-Y ahora todo el mundo a cenar-ordenó la pretora-. Y preparaos, porque hoy tocan juegos de puntería.
Durante la cena, en la que aurae, espíritus del viento, servían a todos lo que quisieran, Jason me explicó lo que significaba que respondiera por mí. Significaba que me iba a enseñar todo sobre la legión y asegurar que cumpliera las normas.
-¿Y si no lo hiciera? ¿Y si incumpliera las reglas?-pregunté.
-Entonces nos matarán juntos-respondió él, tan tranquilo-. Pero estoy seguro de que lo vas a hacer bien.
Entonces apareció a nuestro lado un fantasma morado, un lar.
-Así que tenemos un nuevo recluta, bienvenido a la Quinta Cohorte. Antes éramos el orgullo de la legión. Ahora somos el hazmerreír.
Miré a Jason pidiendo una explicación y este nos presentó:
-Andy, este es Vitelio, el lar de la Quinta. Vitelio, este es Andy, nuestro nuevo compañero e hijo de Apolo.
-¿Hijo de Apolo? Justo que llegue hoy que tocan juegos de puntería, ¡qué buen augurio!-comentó, y luego se fue.
-¿Qué es eso de los juegos de puntería?-pregunté.
Pero fue Dakota quien respondió, con la boca manchada de rojo, por alguna razón.
-Cada día hacemos una práctica distinta para aprender a trabajar en equipo como legión. Los juegos de puntería consisten en conquistar o defender una fortaleza, según lo que toque, pero solo usando armas de proyectiles.
Otra chica, Gwen, según me habían dicho, habló:
-Hace treinta años que no hay un descendiente de Apolo en la Quinta. Su grandísimo ego hace que no acepten estar con este grupo de perdedores. Perdón...
-Tranquila.
-En fin, por eso perdemos siempre este juego. Bueno y en todos, pero en el resto aún podemos hacer algo...
En la mesa se creo una discusión sobre si de verdad la cohorte hacía algo importante en las prácticas a parte de molestar.
-Tienen muchas expectativas respecto a ti-me dijo Jason, como si no me hubiera dado cuenta-. Es verdad lo que dijo Gwen, desde que la Quinta perdió el águila ningún descendiente de Apolo ha entrado en ella. Tienen más orgullo que sentido común, bueno la mayoría-me miró.
-No me ofende, de verdad. Estás siendo sincero y eso lo aprecio-incluso en la cabaña 7 sobraba ego por todos los lados-. Pero hay algo que no te he contado. El tema de mi puntería...
Pero la cena acabó y nos tuvimos de ir, así que no pude acabar de contarle a Jason.
Nos tocó defender, junto a la Tercera Cohorte, lo cual significaba que podíamos disparar desde lo alto de las murallas de la fortaleza que habían construido esa mañana. Pero también significaba que los contrarios tenían las catapultas.
Mi centurión me dio un arco y se marchó a discutir la estrategia con el resto. Como era el nuevo, solo tenía que mantenerme con vida y, a poder ser, demostrar mis habilidades. Esas que no tenía en el tiro con arco.
-Tu tranquilo, no serás tan malo-me animó Jason cuando se lo dije.
-¡De lo que tengo miedo es de daros a vosotros!-el último de mis problemas era una reputación o dignidad.
-No exageres, además las flechas tienen punta roma, no nos harás nada que los curanderos no puedan arreglar.
Cuando comenzó el juego, fui quien lanzó la primera flecha desde las murallas. Recordé lo poco que me había enseñado Kayla y disparé. Apunté a un grupo de la Segunda Cohorte que cargaban una catapulta, pero la flecha cayó en un trozo de campo vacío a diez metros de ellos. Noté las miradas de mis compañeros.
El segundo disparo fue igual de malo, pero al menos la dio a alguien. No era ni de lejos a quien apuntaba, pero...
La sorpresa vino en el tercero. Un disparo perfecto a la centuriona de la Primera. Los legionarios a su mando se sorprendieron, pero más me sorprendí yo.
Los siguientes tiros fueron igual de buenos. Flecha lanzada, legionario que caía. ¿Qué estaba pasando?
En ningún momento pensé que mi puntería hubiera mejorado milagrosamente gracias a mi padre Apolo. Probé una cosa. A ciegas, disparé una flecha. Y dio en el blanco.
Alguien estaba manipulando mis tiros.
Miré alrededor y no fue difícil ver quien era. Jason tenía una expresión de concentración y la frente perlada de sudor. Si antes había podido volar, ¿por que no podría usar el viento para controlar la trayectoria de las flechas?
Como última prueba, lancé una flecha y le observé. Su concentración aumentó y apretó los dientes. No había duda.
-¡Jason!-grité, y él se me quedó mirando- Para, por favor.
Vio que me había dado cuenta de lo que hacía y se rindió.
-¿Por qué no quieres que te ayude?-preguntó.
-Quiero que lo sepan, que no tengan expectativas sobre mi puntería. Quiero que sepan la verdad.
Bajó la cabeza, avergonzado. Iba a preguntarle por sus poderes, por su progenitor divino, cuando el proyectil de un catapulta impactó contra la muralla en la que estábamos y nos mandó volando por los aires.
Por segunda vez en el día me encontré cayendo. Por suerte, una de las águilas gigantes me recogió y me llevó a donde los médicos atendían las heridas. Había bastante gente allí y los médicos estaban muy atareados.
-¿Estás bien?-me preguntó un chico en cuanto me posé en el suelo.
-Sí, solo tengo algún rasguño-contesté, y él se marchó corriendo. Deseé poder ayudarlos, pero lo único que haría sería molestar. ¿Por qué no podía tener un poder que fuera útil de verdad? Pero no, solo podía brillar, hacer de detector de mentiras y, al parecer, ver el futuro. Alucinante, sí, pero nadie lo necesitaba.
Me senté en una esquina y, sin casi darme cuenta, empecé a llorar. No sé cuanto tiempo estuve allí, con la cabeza ente las piernas. Lo siguiente de lo que fui consciente fue de que Jason estaba sentado a mi lado. Lo miré, y en sus ojos vi culpabilidad.
-La práctica a terminado-dijo, parecía un poco incómodo-. Hemos perdido.
Yo no dije nada, solo seguí llorando, sintiendo que no sería capaz de hablar de nuevo. El peso de todo lo que había pasado desde junio se me vino encima.
-Andy, ¿estás bien?-negué con la cabeza- Lo siento, lo siento muchísimo. Solo quería ayudar. Yo... No pensé que te iba a parecer mal.
Negué con la cabeza de nuevo y respiré hondo.
-No estoy enfadado contigo, Jason- aseguré-. Sé que solo querías ayudarme, pero quería que los demás supieran que no soy bueno con el tiro con arco. Lo que pasa es... Es... Me siento inútil, mucho. No tengo puntería, ni soy buen médico, ni nada. Y...-la voz se me rompió de desesperación, porque no podía seguir hablando. No podía contarle a Jason que, al volver de la misión, después de ayudar a salvar el mundo, pensé que de verdad podía ser útil, podía ayudar. Y ahora me daba cuenta de que no.
Ya lo había dicho Kayla, mi poder era muy raro. Y ya sabía por que: porque era inútil. En el peligroso mundo de los mestizos hacían falta luchadores, con arcos o incluso con música, y también médicos. Nadie necesitaba a mestizos como yo.
Quería contárselo a Jason, desahogarme, pero no podía. Ya me había dado cuenta de que griegos y romanos desconocían la existencia del otro. Y algo me decía que era por una razón.
De repente noté unos brazos a mi alrededor, y tardé un segundo en darme cuenta de que Jason me estaba abrazando.
-No eres inútil. Puede que tus poderes no sean los más apreciados por los demás, pero tienes potencial-intentó animarme-. Sé que puedes hacer grandes cosas y que hay más formas de ayudar. Eres hijo de Apolo, pero no eres como tus hermanos. Ellos destacan a su manera, pero esa no es la tuya.
Por un segundo no supe que decir.
-Gracias-conseguí balbucear.
Él se separó de mí e intenté secarme las lágrimas.
-¿Estás mejor?-asentí- Bien. No sabía que hacer para ayudarte. Yo... Nunca he tenido muchos amigos. Creo que nunca había visto llorar a nadie.
-Pues te aseguró que no podrías haberlo hecho mejor. A veces hace falta desahogarse para poder seguir adelante. Y hoy ha sido un día duro para mí. Me desperté en un parque en algún pueblo a unos diez kilómetros y mira donde he acabado- Jason rio y su risa me sorprendió. No lo había oído reír-. ¿Puedo hacerte una pregunta?
-Ya la has hecho, pero sí.
-Jason, ¿quién es tu progenitor divino?-se puso serio, como si deseara no tener que contestar a la pregunta-Llevas todo el día evitando hablar de ello y no lo entiendo. Tan malo no puede...
-Júpiter-me interrumpió-. Mi padre es Júpiter.
El dios más poderoso, el rey de los dioses, era el padre de Jason. Reconozco que lo primero que pensé fue si el juramento de no tener hijos de los Tres Grandes afectaba también a los romanos.
En ese caso, el dios del rayo habría roto su juramento dos veces.
A la mañana siguiente me dieron mi placa de probatio y varias mudas de ropa, pues yo no llevaba casi ninguna y la que tenía estaba echa jirones. Después de desayunar repartieron las tareas. A los probatio siempre les tocan las peores. A mí me tocó lavandería, así que me pasé toda la mañana tendiendo y doblando ropa (aunque no hay mucha tecnología dentro de las fronteras del campamento, sí que hay lavadoras, por suerte).
Por la tarde fue mi primera instrucción de combate. Primero me hicieron probar con todas las armas de proyectiles que tenían, y aún eran bastantes, pero cuando le di a un instructor que estaba a diez metros de la diana, por fin se convencieron de que no tenía puntería.
Luego probé con la espada. Como yo ya sabía, eso no se me daba tan mal. Pero ese era el problema, no podían saber que yo ya había aprendido a luchar. Además, por lo que había visto, el estilo de lucha griego era muy distinto al romano. Levantaría sospechas. Así que cuando me dieron una espada la cogí con la derecha.
Realmente soy zurdo y por eso en el Campamento Mestizo cogía la espada con la izquierda. Al cogerla con la derecha en el Campamento Júpiter, no se darían cuenta de que no era la primera vez que me enseñaban.
Como ya sabía, la esgrima no se me dio tan mal. Incluso me fue mejor que en el Campamento Mestizo. Las espadas que utilizaban los romanos, aparte de estar hechas con oro imperial en vez de bronce celestial, tenían una forma distinta que se me hacía más cómoda.
Las semanas fueron pasando entre clases, tareas, prácticas de combate... Jason y yo nos hicimos muy amigos. Me acostumbré a la rutina de la legión y la verdad es que me gustaba bastante. Pero había algo que no me dejaba dormir.
Unas semanas más tarde de llegar, de noche, fui al baño. Y mientras estaba allí, apareció frente a mí la cara de Percy. Me pegué un buen susto, pero luego me di cuenta de que era un Iris Mensaje. Después recordé que estaba en el baño y le dije:
-Tío, cierra los ojos que estoy meando-él lo hizo y yo me subí los pantalones-. Ya puedes mirar. ¿Por qué me llamas? ¿Ha pasado algo?
-No, tranquilo. Es que estoy estudiando para un examen y me aburro. Ojalá estuvieras aquí, siempre conseguías que me concentrara. Por cierto, ¿a qué colegio vas este año?
-Eh... Dudo que lo conozcas.
-Te sorprendería la cantidad de colegios de Nueva York que conozco.
-No estoy en Nueva York. Mi madre me ha mandado a California con mis abuelos-mentí.
-Vaya, entonces supongo que no nos veremos hasta el verano. Porque vas a venir al Campamento, ¿no?
-Ya veremos, pero la verdad es que quiero ir.
-Espero que puedas. Nos vemos este verano-se despidió el hijo de Poseidón.
-Sí, nos vemos-y el Iris mensaje acabó.
Me di cuenta de que lo que le había dicho era cierto. Quería volver al campamento Mestizo. Quería volver con mis hermanos a la cabaña hortera de mi padre, cantar alrededor de la hoguera, jugar a Captura la Bandera. Quería ver de nuevo a Percy, a Annabeth, a Grover, a Lee, a Kayla... Incluso a Clarisse, vaya. Pero no veía como iba a ser posible, si estaba con los romanos en el Campamento Júpiter. No es como que pudiera largarme un día y volver a los tres meses. No sabía que iba a hacer, y me rompía la cabeza intentando encontrar la manera. Al menos hasta el día en que me convertí en miembro de la legión.
Era enero, y Jason y yo estábamos entrenando. El hijo de Júpiter era muy bueno, pero yo tampoco me quedaba atrás. De repente, un montón de pájaros extraños cubrieron el cielo. Parecían palomas, pero sus picos eran de bronce.
-¡Aves del Estínfalo!-chilló alguien y, como si fuera una señal, las aves se abalanzaron sobre nosotros.
Intenté protegerme con el escudo, pero había demasiadas aves. Por cada una que mataba llegaban otras cinco. Pero lo peor fue cuando miré a mi lado y vi a Jason. Miraba alrededor con una expresión de terror en los ojos y no era capaz de defenderse. Me acerqué a él corriendo.
-¿Qué haces, Jason?-pregunté, pero él no podía responder y solo me miró, con pánico desbordando sus ojos azules.
Una flecha cayó de repente a nuestro lado.
-¡Cuidado con las flechas, que casi nos dais!-grité al arquero que no debía andar muy lejos. Cuando grité los pájaros se alejaron un poco, y eso despertó un recuerdo en mi memoria.
Había un mito. Hércules o algún otro héroe, contra las aves del Estínfalo. Las había ahuyentado con ruido. ¿Unas campanas? Daba igual. Ruido, esa era la clave. Miré a mi alrededor pensando con que podría montar un jaleo suficiente, pero no vi nada. Así que hice lo primero que se me ocurrió; grité.
Pero el grito que salió de mi garganta no fue un grito normal. Fue un grito que una garganta humana no debería poder producir. Fue un sonido que no había oído nunca. Y la verdad es que me asustó que eso hubiera salido de mí. Pero funcionó. Las aves se marcharon en bandada hacia el este.
Jason se acercó a mí cojeando. Los pájaros le habían hecho una herida bastante fea en la pierna.
-¿Cómo has hecho eso?-preguntó, refiriéndose al grito.
-Ni idea-respondí-. ¿Y a ti qué te ha pasado?
-¿De qué hablas?-intentó disimular.
-No puedes mentirme-le recordé-. Te quedaste paralizado cuando llegaron los pájaros esos.
-Es... Yo... Tengo miedo a las aves-confesó avergonzado-. Pero no es solo miedo, es auténtico terror. No soy capaz de acercarme a menos de un metro de algún ave. Me paralizo, no puedo ni gritar, ni salir corriendo. Es puro pánico y es más fuerte que yo.
De repente lo entendía mucho más. Lo abracé.
-No pasa nada-intenté animarlo-. No podemos controlar a qué le tenemos miedo. Por ejemplo yo tengo miedo a los reptiles. Tortugas, lagartos, lagartijas, cocodrilos... Y las peores de todos, las serpientes-me estremecí de miedo solo de pensarlo.
-No tenía ni idea.
-Bueno, no es algo que vaya contando por ahí. Solo una cosa, Jason.
-¿Qué pasa?
-Sabes que tienes un águila tatuada en el brazo, ¿no?-comenté, refiriéndome al tatuaje de todos los legionarios en el antebrazo derecho: las siglas SPQR, una raya por cada año de servicio y el símbolo de su progenitor divino. En el caso de Jason, un águila de Júpiter.
-No me lo recuerdes-pidió él, evitando mirar su brazo.
Esa noche volví a encontrarme frente a la legión en pleno, pero ya no me infundieron tanto respeto. Ahora los conocía y me sentía parte de ellos. Y estaba a punto de hacerse oficial.
-Andy Williams, hijo de Apolo- recitó Amelia-. Esta mañana, durante el ataque de las Aves del Estínfalo, conseguiste reaccionar a tiempo y, de alguna manera que seguimos intentando comprender, ahuyentaste a las peligrosas aves mágicas.
-Gracias a ti, un ataque que podía haber acabado en tragedia ha sido solo un pequeño susto-continuó-. Hoy has salvado a gran parte de los legionarios, todos los que se encontraban fuera de los edificios. En mi opinión, ha sido un acto de gran valor. ¿Qué piensa la legión?
Ellos respondieron con gritos de afirmación.
-En ese caso-anunció Sean- ha llegado el momento. Andy Williams, tu periodo de probatio ha terminado. A partir de este momento eres un legionario en pleno derecho de la Duodécima Legión Fulminata.
Octavio se acercó, yo extendí el brazo y él colocó su mano. El fuego estalló en mi antebrazo. Dolió, pero aguanté sin abrir la boca. Cuando las llamas se apagaron en mi brazo estaban las letras SPQR, un raya y una lira, como la de Octavio, como la de Sean, y que me señalaba como descendiente de Apolo.
La legión aplaudió y yo miré a mi alrededor, aturdido. En ese momento lo supe, supe que era un semidiós romano, que mi lugar estaba en el Campamento Júpiter. Pero no podía olvidar que, en la otra punta del país, había una colina con un precioso pino que daba a un valle con doce cabañas... Y una parte de mí pertenecía a ese lugar.
Y con esto termina el capítulo 6. En el próximo capítulo terminará la parte de los romanos (por ahora) y comenzarán los sucesos del Mar de los Monstruos.
Espero que os esté gustando lo historia y me encantaría saber vuestra opinión o ideas que tengáis sobre lo que pasará. Lo que sea. De verdad.
Gracias por leer
Erin Luan
