Todo lo que reconozcas pertenece a Rick Rordan
X Las hijas de Belona
Al terminar el verano, me quedé hasta septiembre en Nueva York con mi madre. Pero no pude atrasarlo más y volví al Campamento Júpiter. Y no fui consciente de cuanto necesitaba volver hasta que Jason se me lanzó encima cuando aparecí por el barracón de la Quinta Cohorte.
-Por fin has vuelto-me susurró al oído-. Te he echado de menos.
No pude responder. La sensación de estar de vuelta en casa me abrumaba. Más tarde fui a reunirme con los pretores.
-Suponemos que, si has vuelto, es porque traes noticias-comentó Amanda.
-Suponéis bien-contesté-. Durante unos días hubo un crucero lleno de monstruos en el estrecho de Long Island. Luego se fue en dirección al sur, hacia Miami.
-Eso es... Preocupante-dijo Sean-. Gracias por avisarnos, Andy.
-Bueno, es lo que debo hacer.
-Tienes uno de los puestos más peligrosos en el funcionamiento de la legión. Que sigas vivo es ya un éxito. Pero además traes información que podría salvarnos.
Si solo supieran que me mandaban al otro lugar del mundo seguro para semidioses...
Durante los siguientes días me reincorporé a la rutina normal de la legión. Todos se alegraron de volver a verme vivo. Unos días más tarde de mi llegada asistí por primera vez a la llegada de nuevos semidioses al campamento.
Eran dos hermanas de aspecto latino que podrían haber sido gemelas de no ser por que se veía bastante claro que una de las dos era mayor que la otra. La pequeña era de mi edad, más o menos. Ninguna de las dos pudo evitar estremecerse al ver a la legión ante ellas.
-Hoy tenemos no una, sino dos nuevas reclutas-anunció Amanda, después de que pasaran los portaestandartes-. Hylla Olivia Ramírez-Arellano -la mayor de las chicas dio un paso al frente- y Reyna Ávila Ramírez-Arellano, dos hijas de Belona
No pude evitar reírme para mí de las iniciales de esas chicas: H.O.R.A. y R.A.R.A. Me llamaron la atención por ser las primeras semidiosas romanas que conocía cuyo progenitor divino no tuviera contraparte griega, Belona era una diosa de la guerra exclusivamente romana.
-¡Los augurios son favorables!-oí decir a Octavio.
-¿Tenéis cartas de recomendación?-preguntó Sean.
-No-respondió la pequeña, Reyna.
Tampoco nadie respondió por ellas, puesto que simplemente habían llegado a las fronteras del Campamento Júpiter en la mañana. Pero aún así fueron acogidas por la Segunda Cohorte.
Según me explicó Jason, Belona era una diosa muy admirada por los romanos, pero no solía tener muchos hijos. Y los que tenía poseían un poder muy especial: aumentar los poderes de los otros semidioses. Lo cual, cuando la legión luchaba unida, era muy útil. Además solían tener muy buena mano con las armas y ser grandes estrategas. Eso explicaba el interés de una de las Cohortes más fuertes en las hermanas.
Las hermanas Ramírez-Arellano demostraron estar a la altura de lo que se esperaba de ellas. Recuerdo que, en unos Juegos de Guerra, tuve que enfrentarme a Reyna. La lucha estuvo muy igualada, pero ella me venció. Y solo tenía dos días de entrenamiento, mientras que yo llevaba ya un año en la legión, gracias al cual gané mi segunda raya en el tatuaje.
Varias semanas más tarde recibimos la noticia de que haríamos prácticas marítimas. Decir que nos sorprendió es poco. Los romanos, o al menos esta legión, no se caracterizaban por su fuerza marítima. Y tampoco se esforzaban en cambiar eso, puesto que preferían ir por tierra firme. Y yo también, por que no decirlo. No tenía ganas de subirme a un barco después de lo que pasé en el Mar de los Monstruos ese verano.
Pero, a diferencia de los otros legionarios, sabía por qué lo hacíamos. Por la noticia que yo traje sobre el Princesa Andrómeda. Y los recuerdos del verano, me llevaron a pensar en Thalia. Ella era mayor que Percy, lo cual nos restaba tiempo para prepararnos para lo que fuera que sucedería cuando un hijo de los Tres Grandes cumpliera los dieciséis, según una misteriosa profecía.
Hasta donde yo sabía, los romanos desconocían la Gran Profecía. Así que no sabía si podía añadir a Jason a la cuenta del tiempo que nos quedaba en el caso de que murieran Percy y Thalia. La hija de Zeus no se parecía nada al hijo de Júpiter. Aunque tampoco yo me parecía a Kayla u Octavio.
Lo que de verdad me preocupaba era que los romanos no pudieran defenderse de lo que viniera por no conocer la Gran Profecía. Así que me prometí intentar avisar a los romanos sin que descubrieran lo de los griegos.
Decir que las prácticas marítimas fueron un desastre es poco decir. Estábamos en el Coliseo de la Nueva Roma lleno de agua, subidos en dos viejos trirremes que se caían a pedazos, Primera y Segunda contra Tercera, Cuarta y Quinta Cohortes. Tuve la sensación de ser el único que se había subido jamás a un barco cuando todos empezaron a caerse al suelo por el movimiento o vomitar por la barandilla.
Para cuando conseguimos organizarnos y poner a varias personas a remar, las dos primeras Cohortes ya venía a por nosotros a toda velocidad. Lanzaron unas cuerdas con ganchos a nuestro barco con unas ballestas. Y vi una escena que me sorprendió. Los centuriones daban órdenes de atacar nuestro barco y vi como Reyna suplicaba no tener que hacerlo. Pero su centuriona no le dejó opción. Iba a obedecer cuando Hylla apareció y ordenó a su hermana que se detuviera. La centuriona y la mayor de las hijas de Belona empezaron a discutir. Gritaban tan alto que pude oír parte de lo que decían:
-¡No puedes obligarla a hacer lo que no quiere!-acusaba Hylla.
-¡Sí que puedo, porque yo soy la centuriona y vosotras ni siquiera sois legionarias!-marcó el vosotras, para que la otra se diera por aludida- ¿Y si esto fuera una batalla real y muriéramos porque tu hermana no quiere abordar el barco enemigo? Todo el mundo tiene que obedecer las órdenes de su superior. ¡Así es como funciona la legión!
-En ese caso, ¡no voy a estar ni un segundo más en esta mierda de legión!-se quitó la placa de probatio y se la lanzó a la centuriona. Luego se lanzó al agua y se dirigió nadando a los extremos del Coliseo, por donde podría marcharse.
-¿Y tú?-preguntó a Reyna-¿También vas a irte como tu hermana?
Ella miró a Hylla, que le hacía señas para que la siguiera. Luego miró a los semidioses armados a su alrededor, que intentaban luchar sin caerse al agua. Vi en sus ojos que había tomado una decisión.
-No-respondió-. Yo me quedo.
Y, cumpliendo la orden, se lanzó por la cuerda a nuestro barco.
El resto de la batalla fue puro caos, pero, como nuestro barco se hundió, ganó el otro equipo. No fue una sorpresa. Nadie en la Cohorte recordaba la última vez que la Quinta había ganadoalgo. Todo decían que era porque un pretor de la Quinta Cohorte había perdido el águila de la legión, bendecida por Júpiter, y que por eso el dios nos había castigado.
Después de la cena, cuando volvía a mi barracón, oí un ruido. Parecía alguien llorando. Miré en un callejón entre dos edificios y vi a Reyna llorando.
-¿Estás bien?-pregunté. Ella se levantó y se secó las lágrimas al verme.
-¿Quien eres? ¿Qué quieres de mi?
-Me llamo Andy. Te oí llorar y...
-Yo no estaba llorando.
-Vi lo que pasó con tu hermana. Lo siento mucho.
La noticia de la marcha de Hylla no era oficial, pero ya había rumores. No era el único que había visto la escena. Reyna se desmoronó y se sentó de nuevo, con la cabeza entre las rodillas. Me senté a su lado.
-¿Por qué no te vas?-preguntó ella.
-Sé que es duro tener que estar separado de los que quieres.
-¿Qué vas a saber?
-Mi madre está en New York. Cuando vine al campamento tuve que dejarla atrás. No fue una decisión fácil, aunque he podido verla un par de veces-pero no hablaba solo de mi madre, también de los griegos-. Nos obligan a elegir entre la legión o la familia. Aunque la legión se acaba convirtiendo en una familia.
-Se me hace raro estar sin Hylla, siempre hemos estado juntas. Pero a ella no lo gusta obedecer, prefiere dar las órdenes.
-Lo que Hylla no entendió es que, si cumples las órdenes, puedes llegar a ser tú quien las dé. Además, puedes ser distinta de tu hermana, y está bien. No sois la misma persona.
-Tienes razón-me miró con decisión-. No tengo que ser como ella. A mí me gusta la legión, y pienso luchar por ella.
-¿Puedo preguntarte algo? No tienes que responder si no quieres-asintió con la cabeza-. ¿Por qué no quisiste cumplir la orden que la centuriona de atacar nuestro barco?
Pensé que no me respondería, porque su cara me dijo que era algo personal. Por eso me sorprendieron sus palabras.
-Supongo que te lo debo, Andy- respiró hondo y empezó a contar- Mi hermana y yo estábamos viviendo en la isla de Circe.
-¿En el Mar de los Monstruos?-pregunté sorprendido.
-Sí, no preguntes como llegamos allí. Nos iba bien. Pero este verano aparecieron dos mestizos, Percy Jackson y Annabeth Chase.
-¿Qué?-¿cuándo habían estado esos dos en la isla de Circe? Supongo que cuando estuve con Calipso.
-¿Los conoces? He preguntado por ellos, pero nadie los conoce. Lo cual no tiene sentido, ya que este es el único lugar seguro para semidioses.
-No, no los conozco-mentí-. Es que me extraña que aparecieran dos semidioses. Está prohibido ir al Mar de los Monstruos si no es a una misión y no han dado ninguna en años.
-En fin, entre esos dos se las arreglaron para destruir a Circe y liberar a sus prisioneros. Y luego se largaron. Entre los prisioneros estaban un pirata y su tripulación. Nos tomaron a todas de prisioneras y nos llevaron en su barco. Hylla y yo conseguimos sobrevivir gracias a nuestro talento con las armas por ser hijas de Belona. Los piratas eran muy crueles. Conseguimos escapar y llegar a la costa de California, luego encontramos a Lupa y nos guió hasta aquí-pude ver una lágrima que se apresuró a secar.
-Lo siento, no sabía que...-intenté disculparme, pero me interrumpió.
-No pasa nada. Es solo que nunca se lo había contado a nadie, solo lo sabía mi hermana. No quería atacar vuestro barco porque era lo mismo que había visto hacer a los piratas.
-Lo entiendo. No debió de ser fácil para ti.
-Éramos muy felices en la isla, y lo pasamos tan mal después... Mi hermana está furiosa, piensa matar a esos mestizos si los encuentra.
-¿Y tú?-pregunté, temiendo un poco por mis amigos.
-Antes sí. Pero ahora, creo que no. Porque si no hubieran hecho lo que hicieron no estaría aquí, no habría descubierto la Nueva Roma. Creo que se lo agradecería.
Ese fue el momento en que conocí a Reyna Ávila Ramírez-Arellano. No cuando llegó al campamento ni cuando la presentaron a la legión. En aquel callejón hablando de recuerdos tristes fue donde conocí a la persona más fuerte que conozco, a una de mis mejores amigas.
-¡Ven a sentarte con nosotros, Reyna!-la invité a la mañana siguiente en el desayuno, señalando nuestra mesa de inútiles de la Quinta.
Ella dudó un poco, pero luego se sentó con nosotros.
-Chicos, esta es Reyna- presenté-. Reyna, estos son Gwen, Dakota y Jason- señalé a cada uno mientras decía su nombre.
-Hola-saludó Reyna.
Al principio fue un poco incómodo, pero pronto salió una conversación.
-¿Es cierto que puedes aumentar los poderes?-preguntó Dakota.
-Sí- respondió Reyna-. Y cuanta más gente luche junta más fuerte es mi poder. Es el espíritu de Belona, "la unión hace la fuerza".
-¡Como mola! Ojalá yo tuviera algún poder. Ser hijo de Baco solo me sirve para ser adicto a esta bebida- Dakota sacudió su termo de kool aid.
-Seguro que eso es solo porque nunca has probado el vino- aseguró Gwen.
-No es como que pueda, tengo catorce años.
-Yo soy legado de Aurora, la diosa del amanecer-explicó Gwen-. Los únicos poderes que tengo son ser más fuerte al amanecer y esto-extendió la mano, que se iluminó con la luz anaranjada del amanecer.
-¡Yo también puedo hacer eso!-comenté yo, y iluminé mi mano con la luz del sol-. Además, puedo detectar las mentiras.
-Y ver el futuro-recordó Jason.
-¿Puedes ver el futuro?
-Más o menos. A veces, sobre todo en sueños, veo imágenes de lo que puede suceder. O al escuchar una profecía puedo ver parte de lo que dice que pasará.
-¡Eso es alucinante!
-No tanto como parece, Dakota.
-¿Y tú, Jason?-preguntó Reyna.
-Bueno, puedo lanzar rayos e invocar tormentas. Y también controlar los vientos para volar- Jason parecía avergonzado de hablar de ello.
Después de esa conversación se nos pasó la vergüenza y Reyna pasó a ser una más. En los días siguientes Jason, Reyna y yo nos volvimos inseparables. Era agradable estar con los dos. Pero no siempre podíamos estar juntos, sobre todo porque Reyna era de otra Cohorte y no nos asignaban las mismas tareas.
Una tarde estaba solo en la armería haciendo inventario cuando oí jaleo en la enfermería, que estaba justo al lado. Me acerqué a mirar y vi a la hija de Belona inconsciente en una de las camas.
-¡Reyna!-intenté ir hacia ella, pero me detuvieron.
Me quedé allí en la puerta, frustrado. Jason llegó corriendo.
-¿Te has enterado?-preguntó.
-¿Enterarme de qué?
-Reyna. Venció a un grupo de dracanea ella sola durante su turno de guardia. Pero dicen que está herida.
-¡Ya sé que está herida! La han traído inconsciente a la enfermería.
-¿Qué? ¿Y qué hacemos aquí fuera?
-No me dejan entrar.
Se hizo el silencio. No sabíamos que decir. La preocupación por nuestra amiga se notaba en el aire.
-Podría... Podría hacer que nos dejaran entrar-propuso Jason-. No me gusta, pero, si se lo ordeno...
-No hace falta, Jason. No está bien que abuses de tu poder como hijo de Júpiter. Esperaremos, pero no pienso moverme de aquí hasta que me digan que está bien.
Y nos sentamos en el suelo frente a la enfermería a esperar. No fue hasta dos horas más tarde que, por fin, nos dejaron pasar.
Reyna estaba sentada en la cama en la que la había visto antes. Estaba consciente pero bastante pálida, y llevaba al brazo y la cabeza vendadas.
-¿Qué tal estás?-pregunté.
-Estábamos muy preocupados-añadió Jason.
Reyna se echó a llorar. El hijo de Júpiter y yo nos miramos, extrañados.
-Reyna...-dijo, acercándose a ella.
-Perdón-dijo, secándose las lágrimas-. Yo... Nadie se había preocupado antes así por mí salvo mi hermana.
-Claro que nos preocupamos por ti, eres nuestra amiga-respondí yo.
-¿De verdad? ¿Somos amigos?
-Por supuesto que lo somos-aseguró Jason. Reyna nos sonrío y los tres nos abrazamos-. ¿Qué tal estás?
-Me duele todo, pero me han dado ambrosía y pronto se me pasará-explicó Reyna.
-¿De verdad venciste a un grupo de dracaena?
-Sí, aún no me lo creo. Estaba allí haciendo guardia en una de las salidas secundarias cuando aparecieron. Eran nueve o diez. Me atacaron y solo me defendí. Una me hizo un corte en el brazo, pero en su momento casi ni me di cuenta. Cuando acabé con la última me desmayé de cansancio
-¡Es increíble! Las dracaena son súper escurridizas.
-Antes ha venido mi centuriona y me ha dicho que me van a dar mi primera raya.
-¡Eso es genial! Hylla estaría muy orgullosa de ti-aseguré, abrazándola de nuevo.
-¿Tú crees?-Reyna dudaba.
-Por supuesto.
Esa misma tarde Reyna Ávila Ramírez-Arellano se convirtió en miembro de la legión. En su brazo se dibujó la primera línea, las letras SPQR y el símbolo de Belona, una espada y una antorcha cruzadas. Reyna estaba muy emocionada, Jason y yo nos quedamos a esperarla mientras todos se iban. Íbamos a irnos los tres cuando alguien me llamó.
-Andy- era Sean, el pretor.
-Ahora vuelvo, chicos-dije a Jason y Reyna.
Ellos se adelantaron y yo me di la vuelta para hablar con los pretores.
-Hemos comprobado la información que nos diste con los otros rastreadores, y tenemos situado el barco-explicó Sean-. Estaba en Miami, pero ha empezado a moverse. Necesitamos a todos los rastreadores de la costa en su sitio para informar. Ese barco podría ser una gran amenaza.
-Entonces...-por un segundo no entendí que quería decir.
-Te vas de vuelta a New York-cortó Amanda con brusquedad-. Necesitamos que estés allí cuanto antes, así que irás en avión. Aquí tienes el billete. Sales del campamento mañana al amanecer y coges el vuelo en el aeropuerto más cercano-me tendió un papel, el billete.
Yo lo cogí, un poco abrumado, y ellos se fueron. Salí corriendo para alcanzar a Jason y Reyna.
-¿Qué querían los pretores?-preguntó ella.
-Me marcho-les mostré el billete-. Me marcho al amanecer.
No hablamos mucho lo que quedó de día. No quería marcharme ahora, no cuando acababa de volver. Pero era mi deber y lo haría sin quejarme. Esa noche preparé la mochila con lo básico.
Amanecía cunado me dirigí a la frontera del Campamento Júpiter. Y me sorprendió ver allí a dos personas.
-No pensarías que no vendríamos a despedirnos, ¿verdad?
Abracé a mis amigos.
-Ni se te ocurra morirte-ordenó Reyna.
-Lo intentaré.
-Más te vale. Eres un gran amigo, y lo que has hecho por mí no tiene precio... Muchas gracias, Andy.
-No es nada, Reyna. Yo... Solo... Quería ayudar.
Jason me abrazó de nuevo.
-Esta vez no te dejo solo-comenté.
-No, pero aún así tienes que volver-replicó el hijo de Júpiter-. Si no fuera por ti seguiría solo.
-Y yo también. Volveré, Jason- prometí. Nos separamos y empecé a dirigirme hacia la barrera. Me di la vuelta por última vez-. Adiós.
Y entonces crucé las fronteras mágicas del campamento y mis amigos desaparecieron, aunque seguían justo ahí. Luchando contra el impulso de volver con ellos, me dirigí al aeropuerto. En unas horas estaría de vuelta en New York.
Reconozco que ha sido una coincidencia, pero me parece precioso que el capítulo del 1 de julio sea uno de los que sale Jason.
Feliz 18 aniversario de la publicación del Ladrón del Rayo! Si señoras y señores, hoy hace 18 años del nacimiento del universo de Percy Jackson (yo ni siquiera había nacido xd)
Gracias por leer
Erin Luan
