Capítulo 2.

—Cuando niña, eras una pésima arquera.

A un costado, la voz de Loghain Mac Tir la saca de sus pensamientos. La elfa relaja los brazos y baja el arco para prestarle atención al general. Hay un profundo cansancio en sus ojos, debe estar sufriendo de sus primeras pesadillas con el archidemonio.

—Tendréis sueños horribles los primeros meses o quizá años —le explica—. Al menos, eso me dijeron a mí.

Vuelve a lo suyo. Tensa el arco, apunta y tira. La flecha queda demasiado lejos del centro de la diana. Gruñe fastidiada, pero lo intenta una vez más.

Adaia Tabris trabajó varios años en el palacio real de Denerim. La casualidad quiso que la joven Anora y la niña Tabris se conocieran una tarde de invierno en un patio del castillo. Fue una infancia feliz. A veces, la guarda Tabris se aferra demasiado a aquella felicidad. Quince años después de su primer encuentro en aquel jardín, la posición de Anora como reina y la de Tabris como su sombra, se volvieron incompatibles. Demasiadas peleas, puntos de vista opuestos, un desencanto tras otro. Kallian un día decidió desaparecer entre los callejones de Denerim y se ocupó los dos años siguientes perdiendo el tiempo entre grupos criminales. Había transcurrido demasiado tiempo y accidentes el día que la reina volvió a ver la cara de su antigua espía en aquella a la que todos llamaban "la guarda gris".

Con Loghain Mac Tir fue diferente. Durante años, a Tabris la definió el terror que le profesaba al teyrn, pero conforme pasó el tiempo, su relación con Anora los obligó a una tensa convivencia. Los años fueron humanizando al Héroe de Río Dane. Al final, Loghain no fue sino un hombre, falible como cualquiera. El desencanto, no obstante, no sirvió cuando Riordan se presentó con la oportunidad: no tener que cargar con la muerte de Loghain en su conciencia.

Alistair ha tenido razón parcialmente: Tabris ha preferido a un Mac Tir, pero no al que él cree. Si Tabris ha abogado por someter a Loghain a la Iniciación, ha sido en nombre y favor de Anora. La reina es todavía la niña que la cobijó una tarde de invierno y Kallian ha sido incapaz de permitir que alguien le haga daño semejante.

—Habría sido más fácil si me hubieras dejado morir.

—Para vos, no para mí. No para Anora y definitivamente no para Alistair. Él no puede verlo aún, pero habría tenido una vida muy miserable al lado de una mujer que lo odiaba por matar a su padre.

—¿Entonces este es el final feliz? —pregunta con una ceja alzada y una nota de amarga burla en la voz.

En el pecho de Tabris arde una sensación horrible. Mira al suelo, dándole espacio al deseo de recostarse hecha un ovillo allí mismo. Sin embargo, el general no le da tiempo de pasar a la acción. Interrumpiendo los pensamientos de la elfa, toma el arco y comienza con una lección breve sobre la postura del arquero.


Notas de autor: Para la historia de la guarda Tabris he optado por un resumen de lo que he vertido en mi long fic "El reino desvanecido". No iba a hacerlo, pero necesitaba una forma de balancear las "culpas" en la ruptura de la relación.