Capítulo 5
Morrigan propone un escape de la muerte. La brecha que Alistair creía superada, o por lo menos eludida, vuelve a abrirse ante ellos, más abismal que nunca. Él sabe que para Tabris este es un asidero en medio del océano, puede verlo en el brillo desesperado de sus ojos mientras vuelve a formular, ahora frente a Morrigan, la petición de tener un hijo que lleve el alma de un monstruo dentro.
—Los guardas grises destruyen al archidemonio. —Alistair, tenso, procura hacerle entender su punto de vista—. Yo me encargaré de él. Déjamelo a mí.
Pero Tabris ha perdido demasiado en el camino como para admitir perderlo a él también. Han resistido juntos muchas tragedias como para aceptar tranquilamente la única que puede evitarse. Los argumentos de Alistair van perdiendo fuerza, porque si uno lo piensa el tiempo suficiente, preservar la vida siempre termina imponiéndose a valores y convicciones de todo tipo, a las reservas, a los odios y las sospechas.
Alistair accede, pero en su fuero interno sigue elaborando la cuenta de todo lo que hubo que doblegar a lo largo del camino con tal de conservar la vida. Los valores y convicciones que hincaron la rodilla ante la supervivencia. Se hace, porque el instinto de preservación es fuerte, porque no se es un completo estúpido, pero entre eso y asimilar lo que se ha traicionado (lo que se está permitido, Hacedor) para lograr ver otro amanecer, hay un largo y escabroso camino. Un sendero que recorre en los momentos de soledad.
Magia de sangre. Morrigan. Flemeth. El espíritu de un monstruo que pudo haber destruido al mundo, viviendo dentro de un niño. O niña. Otra bruja de la espesura.
Andraste bendita, ¿qué he permitido?
Lo mismo que consintió cuando no tomó la espada y ejecutó a Loghain. La vida exige sacrificar mucho más que el aliento: demanda la esencia de uno mismo. Un día Alistair ya no será él. Con cuánto horror descubre que de hecho ya no es. Hace tiempo que no. La hermana lo rechazó y Tabris dijo "Todos estamos solos, ya deberías saberlo", el cambio se conjuró entonces.
No, no. El cambio vino antes. Cuando Loghain permitió que Cailan muriera. Al salir de la espesura en compañía de la bruja y de Tabris, Alistair ya estaba muy encaminado hacia "no ser" el que había sido.
Hoy, no sabe si agradecer o aborrecer la ayuda que le fue brindada para dejar de ser lo que antes fue. Lo que sabe es que al ver a aquella elfa, lo que siente es un profundo desasosiego. Un cúmulo de emociones opuestas que lo lastiman al tratar de pensarlas y al tratar de darles nombre.
No obstante, cuando llegan a la cima de la torre y la ve correr hacia el dragón, con qué facilidad Alistair vuelve a sumergirse en la niebla de un sueño: manos ásperas que transmiten fortaleza, valentía en los momentos álgidos, compañía en el bosque, ojos tristes que necesitan ver el sol en él. Ya fueron felices antes y mientras la saca del fuerte Drakon (inconsciente, diminuta entre sus brazos, frágil, solitaria), se aferra al deseo de amanecer una vez más en la calidez de esa felicidad, abrazado a su guarda dentro de la tienda más alejada del campamento.
N/A: No pensaba continuar esta historia, porque como aclaré en las notas del primer capítulo, el fanfic nació como parte del duelo de relación que estaba a travesando hace un año. Y pobre Alistair, iba a sufrir mucho pagando los pecados de mi ex, así que decidí abandonarla antes de que Al pagara los platos rotos jaja. Pero también como aclaré en su momento, la idea del desenamoramiento de Alistair y la guarda a partir de lo que ocurre en la Gran Asamble si se deja vivo a Loghain, es algo que hace mucho tiempo quería explorar en un fanfic. Así que ahora, con el corazón y la cabeza limpios (y muchas canciones de Taylor Swift después), he retomado a mi pequeño monstruo.
