Luego de una larga y agotadora mañana, llegamos a casa y traté de cambiar la expresión de preocupación de mi rostro para no darle una carga emocional más ami bella esposa, ya suficiente tenía con esperar unos días para la prueba de embarazo, como para lidiar con posibles sospechas de algo grave dentro de mi cabeza. Me despedí de mi amiga en la puerta de su departamento y prometimos no decirselo a nadie hasta tener todos los resultados de los exámenes para no levantar falsas alarmas.
-Te dejo, es hora de acompañar a Michiru a almorzar.
-Suerte y trata de estar dentro de lo posible relajada, tu sabes como es de intuitiva ella.
-(suspiro) Lo sé, créeme que no la voy a tener fácil.
-Todo depende de ti querida. Elsa tomó mi mano y le di´un fugaz beso. –No te preocupes por nada, ella no tendrá porqué saberlo, yo se que esto no es nada y todo será parte del pasado.
-¡Tonta! Ahora te crees muy galante ¿Eh? Le miré divertida.
-Pues verás, aprendiste muy bien de tu maestra. Me hace un guiño y me tira un beso al aire.
-¡Ahhhggg! ¡Eres tan empalagosa! ¡Ya lárgate! Reí.
No me había dado cuenta que detrás de nosotras venía la señora del servicio de mi apartamento y por lo que daba su expresión en el rostro, creo que no estaba digeriendo bien algo.
- Mademoiselle Marie, ¿Qué hace usted aquí? Pregunté un poco sobresaltada.
-Na… na... nada madame Tenou… sólo iba… esto… bueno ya que está aquí podemos servir el almuerzo. Sue voz era de nerviosismo, así como hubiese descubierto algo y no supiera como decirlo.
-Por cierto Mademoiselle Marie, lo que acaba de ver y escuchar, no es nada de lo que debe de estar pensando, amo a mi esposa y Elsa es cómo una hermana para mí, así que…
-Sí claro… Madame… No quería incomodar.
-No… no… tranquila. Le tomé del brazo y le brindé una sonrisa traviesa.
–Mejor vamos a comer… me encanta ese asado de calabazas que usted hace.
-Madame, es usted tan amable.
-Nah… sólo digo lo que es. Abrí la puerta y tiré mi bolsa al sofá.
-Madame Michiru, su esposa acaba de llegar. Dijo desde la puerta de la recámara.
-¡Ya voy!
-¡Amorcito de mi vida! ¡Tu amorcito está aquí! Entré a la habitación con mi usual picardía.
-¡Haruka amor! ¿Dónde te habías metido?
-Pues ¡Es culpable Elsa! ¡Me ha secuestrado toda la mañana!
-¡oh ya! ¡Que malvada!
-Ves, ¡yo tan pura y juiciosa y ella me secuestra! Puse ojos de cachorro.
-Haruka… Haruka… ¡Estas loquita mi amor! Por eso te amo.
-Y yo a ti amor ¡no sabes cuanto!
-¡Ya pueden pasar a la mesa!
¡Gracias!
Luego del almuerzo, un poco de risas y bromas en la sala con Mademoiselle Marie, me fui a dar una siesta, el episodio de la mañana me tenía agotada sin contar el estrés que mi cabeza tenía en esa tormenta de pensamientos, tenía que descansar lo que más pudiera, las nacionales de atletismo estaban a la vuelta de la esquina y un sinfín de exámentes más debería de ser tomados dentro de los siguientes días, eso me daba realmente mucho temor, pues no quiero un drama de ese tamaño en nuestras vidas.
Los días pasaron casi sin problema, uno que otro dolor de cabeza, pero nada más grave, dormía cada vez más y comía menos de lo que debería, me sentía un poco baja de energía y ni qué decir de los cuchicheos a escondidas entre Elsa y yo, a veces sentía que Mademoiselle Marie me espiaba a escomdidas y eso noera bueno, creo qu se estaba haciendo la idea incorrecta de estas situación, y por más de que le explicaba de esta situación con Elsa, era como hablarle a una roca, y ella no se convencía de lo que le decía.
Eran las horas de la tarde y estábamos hablando Elsa y yo a las afueras del departamento a muy baja voz:
-¿A qué hora nos vemos? Preguntó.
-¿Mañana a las 7:00 am verdad? Le dije a ella en un susurro.
-¿Y ya te decidiste?
-Sí, ya lo hice, lo haré no tengo otra opción, te veo en el garaje.
-¿Y qué le dirás a Michiru?
-Hmm… No lo sé, ya inventaré algo más tarde, hoy no quiero decirle nada, estamos en una situación de ansiedad muy grande como para que sufra por esto, la verdad no quiero que sospeche nada de nada.
-Lo sé, lo sé, ahora lo que importa es hacer lo que tenemos planeado todo de muy bajo perfil, sin que los "mosquitos"* ni nada de la farándula nos vea a dónde vamos y qué hacemos.
-Sí, eso es lo mejor. Ahora es tiempo de descansar, estoy agotada, últimamente es así.
-Descansa.
-Ok, te veo mañana.
-Ok, pero ve. Y dándome un beso en la frente nos despedimos; y cuál sería la sorpresa de que ni más ni menos Mademoiselle Marie estaba detrás del pasillo.
-Creo que escuché lo suficiente como para atar todos los cabos sueltos. Dijo en su característico Francés antiguo.
-¡No! ¡Usted no escuchó ni entendió absolutamente nada de su incumbencia! ¿¡Me entiende!?
-¡Claro que no! ¡Usted tiene un affair con su amiguita y eso me incumbe si tiene que ver con el bienestar de la sra. Michiru!
-¿Qué un qué? No… no… no… ¡Usted está mal! Ni me la juego con nadie y no, no soy infiel, ¡ni guardo secretos de sabanas con nadie!
-¡Oh sí! Bien que lo escuché. Dijo en voz alta.
-¡No! Usted no sabe de lo que hablo con Elsa. Dije un tono más alto que ella.
-¿Qué sucede Haruka?
-¡Usted tiene un lío de sábanas con la morena indiscreta de al lado y no me lo va a negar! Decía al mismo tiempo que mi amada ninfa miraba estupefacta hacia nosotras, mis ojos se abrieron de par en par y mi corazón latía a mil.
-¡No Michiru! ¡No, eso no es verdad!
-Haruka… ¿Cómo…? Sus lágrimas asomaban por sus hermosos ojos…
-¡Eso no es cierto! Grité sin control. -¡No sería capaz de hacer eso! ¡No tengo ojos para nadie más! ¡Es un maldito mal entendido! Grité más fuerte mientras sentía que mi cabeza se hinchaba y todo me daba vueltas, la cara de Michiru y de Mademoiselle Marie eran de horror; lo último que supe antes de caer desmayada al piso en un derrame de sangre por la nariz fueron las caras de ellas aterrorizadas y una fuerte punzada en el centro de la coronilla y nada mas…
No sentí nada más, para cuando me desperté por un momento íbamos en una ambulancia a toda marcha y junto al cuerpo de paramédicos mi bella Michiru, en su precioso rostro sólo se podía ver angustia en sus ojos y unas lágrimas rodando por su bella piel de porcelana, unas lágrimas que aunque no lo entendía en ese momento muy bien, eran como el llanto de una sirena, cargado de dolor de impotencia, así como en la mitología era un llanto que sólo auguraba la mala suerte para el que la viese llorar, así me sentía yo, culpable de su dolor y de sus lágrimas, culpable de provocar el llanto de la sirena.
