Capítulo 5

A pesar de que intentaba mantenerse firme sobre el caballo, Sakura sentía que se le cerraban los ojos cuando por fin en el horizonte comenzó a haber cierta claridad en el cielo. La primera vez que se dio cuenta de que estaba cayendo rendida por el sueño y el nerviosismo, abrió los ojos y se pellizcó en las mejillas para despejarse, pero poco a poco, el movimiento del caballo fue meciéndola y su espalda por fin se relajó contra el inmenso pecho de Itachi, que no la había soltado ni un instante desde que montó tras ella en el caballo. Además, desde que se habían alejado de las tierras de los Hozuki y al fin entrado en las de los Uchiha, todos parecían haberse relajado también y al ver el guerrero que no dejaba de temblar, cogió su propia manta y la echó sobre los dos para lograr calentarla, algo que la sorprendió.

Por ello, gracias al calor y el suave movimiento del caballo, Sakura se dejó vencer por el sueño y cerró los ojos finalmente, sin saber que su cabeza caería sobre el duro y musculoso hombro de Itachi, que la miró sorprendido al sentir su tacto. El rostro de ambos quedó a tan solo unos centímetros y el guerrero miró de reojo a su alrededor para descubrir si alguno de sus hombres lo estaba observando. Y cuando descubrió que no, volvió a mirarla. Sus ojos recorrieron cada centímetro del rostro de la joven y por primera vez en mucho tiempo sintió la suavidad de una mujer junto a él. Hasta ese momento, Karin, la doncella con la que se acostaba, tan solo lo atraía para desfogar, pero nunca se había fijado en ella como ahora lo estaba haciendo con Sakura. Sin tocarla, casi podía sentir la suavidad de aquella piel pálida algo rosada por el frío de la mañana. Las pestañas de aquellos ojos cerrados eran tan largas que, sin pensar, se preguntó cómo sería ser acariciado por ellas. El ceño de la joven, ahora liso, le hacía parecer un ángel, algo virginal que no era de este mundo mientras que sus labios, voluptuosos, tenían algo del demonio, pues le hacían desear besarlos.

Inconscientemente, movió la mano que sostenía la cintura de la joven y comprobó que su cuerpo era curvado. Bajo aquel ropaje del convento apenas se notaba a simple vista nada de su cuerpo, pero en ese tacto tan íntimo sí podía sentir cada curvatura de su anatomía, especialmente creyó intuir unos pechos voluminosos. Durante un instante, su miembro sintió un pinchazo y un intenso deseo por poseerla comenzó a abrirse camino dentro de él. Y solo entonces, cuando fue consciente de lo que estaba deseando, se maldijo a sí mismo y se golpeó mentalmente por haberse detenido unos minutos a admirar a la que era su enemiga.

Itachi carraspeó, incómodo, y estuvo a punto de pedirle a alguno de sus hombres que fuera él quien la llevara sobre su caballo hasta que llegaran a su hogar, pero al instante, sintió celos por cualquiera de ellos que se atreviera a acercarse a ella. Incluso lo había sentido de Cato Hozuki cuando vio sus asquerosas manos sobre el cuerpo de la joven. Quiso correr hacia él y arrancarle la cabeza mientras gritaba que ella era suya. Solo suya, y en ese momento fue consciente de lo que pensó.

—Maldita sea... —susurró, enfadado.

Se obligó a pensar en el problema que tenía por delante y que era lo que había hecho que fuera a por aquella muchacha al convento. Y cuando lo solucionara, la haría desaparecer de su vida, como si nunca hubiera existido.

Al cabo de una hora, cuando el cielo estaba claro, Itachi se dirigió a sus hombres para parar. Después de un par de días cabalgando hacia las tierras de los Haruno y tras una noche entera sin parar, ya era hora de que todos tomaran un descanso antes de reiniciar la marcha hacia el castillo.

Cabalgaron unos metros más hasta encontrar un pequeño claro donde dejar los caballos y encender una hoguera con la que calentarse para comer algo y renovar fuerzas.

Con Sakura aún dormida entre sus brazos, Itachi dirigió el caballo hacia los de los demás y carraspeó para despertarla. Sin embargo, la joven no reaccionó. Al contrario, abrió los labios para lanzar un suave suspiro. Incómodo, Itachi volvió a carraspear, esta vez más fuerte, pero Sakura se acomodó aún más entre sus brazos. El joven, desesperado, se llevó una mano al rostro e intentó calmarse y cuando abrió de nuevo los ojos para despertarla suavemente, descubrió que Sasuke se había acercado a él y levantaba una mano para dejarla caer sobre el muslo de la joven, que despertó de golpe al sentir el manotazo.

—¡Despertad ya, muchacha! —le dijo con aquel vozarrón.

Sakura, asustada, se incorporó de golpe y lo miró con aturdimiento antes de ser consciente de lo que había hecho y lo miró con rabia.

—¡Pero bueno! ¿Dónde están vuestros modales? Par su sorpresa, Sasuke esbozó una sonrisa.

—No esperéis eso de mí, muchacha. Sois el enemigo —respondió mientras miraba de reojo a su hermano desmontar del caballo.

En silencio, Itachi ayudó a bajarla, colocando las manos en la cintura de la joven y con gesto hierático le indicó que lo siguiera hacia el centro del claro, donde ya humeaba una pequeña hoguera.

—Yo no soy un perro que tiene que seguiros allí donde indiquéis, Itachi Uchiha.

Este se volvió hacia ella y levantó una ceja, sorprendido por aquel arranque de valentía de Sakura, que se encogió al ver la mirada que le dedicó.

—Es verdad, no sois un perro, pero sí una prisionera. Y de mis prisioneros espero obediencia.

—¿Tantos prisioneros tenéis?

Itachi dibujó una media sonrisa de lado.

—Lo sabréis cuando os lleve a mis mazmorras.

La poca valentía que había logrado reunir se desvaneció al instante. ¿Había oído bien? ¿De verdad la iban a meter una sucia mazmorra? La joven tragó saliva y dio un paso atrás, con tan mala suerte de que Sasuke los había seguido y estaba justo detrás. El guerrero gruñó cuando Sakura le pisó un pie y le dedicó una mirada cargada de odio cuando esta miró hacia él.

—La última persona que osó pisarme no tuvo tiempo para pedir perdón —le dijo mirándola a los ojos. Sakura abrió la boca varias veces, pero sin llegar a decir nada.

—Yo...

La joven sintió que una mano fuerte tiraba de su brazo y la empujaba hacia adelante, cortando la conversación con aquel guerrero furioso. Sakura miró la enorme mano de Itachi, que reposaba en su brazo, y después levanto la mirada hacia él. El guerrero la conducía hasta la hoguera y apenas la miró cuando la obligó a sentarse frente al fuego. Sakura sintió sobre ella las miradas de los demás guerreros, pero intentó no mirar a ninguno, pues sabía que no eran de buen recibimiento.

De reojo vio cómo sacaban comida de las alforjas y solo en ese momento se dio cuenta del hambre que tenía. La noche anterior no había tenido tiempo de probar nada de la cena e incluso al mediodía apenas había probado bocado, por lo que sus tripas rugieron clamando por algún alimento al verlos cerca de ella. Pero no podía mostrar debilidad, por ello se detuvo a mirar el crepitar del fuego.

Escuchó a Itachi manteniendo una conversación con uno de los guerreros, pero no logró entender con claridad qué le pedía. Después, tras unos segundos, el guerrero se aproximó a ella, llamando su atención en silencio. Muy a su pesar, Sakura levantó la mirada y sintió cómo su corazón saltaba al ver lo que el laird llevaba entre las manos. Tragó saliva ruidosamente y después lo miró a los ojos.

—Vuestras muñecas... —le pidió seriamente.

Sakura negó casi imperceptiblemente y dejó las manos contra su falda, sin moverlas ni un ápice.

—Algo que debéis saber, muchacha, es que no me gusta repetir las cosas —dijo intentando contenerse.

—Y a mí no me gusta que me aten las muñecas —replicó.

Itachi levantó una ceja y se agachó frente a ella, mirándola a los ojos.

—Eso debisteis pensarlo mejor cuando intentasteis escapar en las tierras de los Hozuki. Sakura creía que su corazón iba a salírsele por la boca.

—Eso no es cierto. Itachi soltó un bufido.

—Entonces decís que Cato Hozuki mintió y no intentabais escapar cuando os detuvo.

La joven se retorció las manos con nerviosismo e intentó desviar la mirada, pero Itachi la aferró con fuerza del mentón y la obligó a mirarlo.

—¿Debo creer en vuestra palabra de que no huíais? Sois novicia, no podéis mentir...

Si la madre Chiyo la escuchara decir mentiras sabía que la castigaría con más de cincuenta rosarios, y por ello se puso nerviosa.

—Yo... Solo buscaba mi libertad —admitió tras unos segundos de incertidumbre.

Itachi asintió lentamente y tras tomar con fuerza la cuerda, la anudó en las muñecas de la joven antes de que esta se diera cuenta de lo que estaba haciendo.

—Hay que hacer lo posible para que los prisioneros no escapen —le dijo con cierto tono burlón antes de levantarse e ir a ayudar a sus hombres.

Lo odió. Sakura lo miró con el ceño fruncido y los ojos entornados, mostrándole el odio que sentía por él, pero el guerrero no se inmutó. De hecho, fingió no haberla visto, pero dentro de él se formó una sonrisa divertida. A pesar de que pensó en un principio que tomar prisionera a su enemiga sería tedioso, le estaba pareciendo todo lo contrario y, para su sorpresa, le divertía.

Sakura miró uno por uno a los guerreros, que poco a poco se iban sentando alrededor del fuego y cuando alguno de ellos le devolvía la mirada, la joven desviaba la suya, temerosa de ser el centro de atención de sus burlas. Los escuchaba hablar en gaélico y no entendió por qué. Tal vez pensaban que ella no lo

hablaba y no los entendería, pues su conversación estaba pasada de tono y haría enrojecer las mejillas de cualquier mujer. Incluso en un momento dado las suyas se tiñeron de rojo cuando uno de ellos fue muy explícito al contar sus aventuras con una tabernera del pueblo.

En ese momento, Sakura desvió la mirada y dio un respingo al darse cuenta de que Itachi se había sentado a su lado y la estaba observando. El color de sus mejillas aumentó y se miró las manos.

—Supongo que a una novicia como vos os escandaliza la conversación de mis hombres... —le dijo en voz baja para que solo lo escuchara ella.

Sakura carraspeó y se encogió de hombros.

—Los hombres de mi padre también eran obscenos —fue su seca respuesta.

Sakura vio que Sasuke se sentaba al lado del laird y entonces pudo comprobar tranquilamente el parecido entre ellos. El color de ojos de ambos era diferente, pero muchos de sus rasgos eran muy parecidos. Y cuando Sasuke descubrió que lo observaba, le dedicó una mirada cargada de odio que le hizo volver los ojos hacia el fuego.

Itachi le cedió entonces un trozo de queso. Sakura se sorprendió de que le dieran de comer, algo que se reflejó en su rostro.

—No os sorprendáis tanto, muchacha. Me servís más viva que muerta.

—¿Y cuando deje de serviros? ¿Qué haréis conmigo?

—Ya lo pensaré... —le respondió mirándola directamente a los ojos.

Sakura suspiró y le dio un bocado al trozo de queso, disfrutando y saboreando en su paladar aquel exquisito manjar. Tenía tanta hambre que lo habría devorado en caso de estar sola, pero debía mantener las formas frente a ellos, por lo que lo fue comiendo poco a poco. Cuando apenas le quedaba un bocado para terminarlo, Sakura levantó la mirada y la posó de nuevo en Itachi, que también comía en silencio, escuchando las anécdotas de sus hombres y sonriendo de vez en cuando. En el momento en el que lo vio sonreír ampliamente, Sakura sintió que se perdía en sus ojos. Aquella sonrisa parecía haberla hechizado y no podía dejar de mirarlo. El gesto del guerrero cambió por completo y se le veía relajado por primera vez y, solo entonces, no pareció tan fiero como lo solía ser cuando tenía el ceño fruncido y el gesto iracundo.

Y en un momento dado, al sentirse observado, Itachi giró la cabeza hacia ella, que dio un respingo y volvió a mirar su trozo de queso en silencio. La visión de ese guerrero mirándola aún con la sonrisa en los labios la alteró y sus manos temblaron ligeramente sin poder comprender lo que le había ocurrido.

Tragó saliva y masticó el queso mientras una pregunta rondaba por su mente. Y en el momento en el que tragó, no pudo seguir aguantándola:

—¿Hasta cuándo me tendréis prisionera?

—Depende de vuestro padre... Unos días, semanas... Si vuestro padre cumple y suelta a mi hermano, en cuanto entre por la puerta seréis libre.

Sakura soltó el aire lentamente y negó con la cabeza, pesimista.

—Entonces ya va siendo hora de que asuma mi muerte...

Itachi la observó durante varios segundos y descubrió la debilidad que tenía en esos momentos. En varias ocasiones la joven le había dicho que su padre no haría nada por ella, algo que no creía, pero en su rostro pudo leer cierta verdad en todo aquello que lo llevó a interesarse por su vida.

—¿Por qué estabais en el convento? Sakura volvió a mirarlo y se puso nerviosa.

—Mi padre así lo dispuso.

—¿Acaso os descubrió haciendo algo indecente? —le preguntó haciéndola sonrojar.

Sakura abrió la boca varias veces, sorprendida por aquel atrevimiento, hasta que negó con la cabeza.

—¿Cómo os atrevéis a sugerir algo así? —preguntó levantando la voz y llamando la atención de varios guerreros del clan—. Siempre he sido una muchacha decente.

El tono acusativo de la joven lo sorprendió, pero descubrió en sus ojos la tristeza que la embargaba al hablar de ese tema, por lo que no quiso ahondar más. Sin embargo, Sakura volvió a hablar, para su sorpresa.

—Siempre he actuado como mi padre quería, pero al parecer no aceptó nunca que su primogénita fuera mujer —dijo en voz baja con la tristeza reflejada en cada sílaba—. Jamás me quiso, y así me lo hizo saber cuando me envió al convento. Por eso dudo de que suelte a vuestro hermano para salvarme. Yo siempre he sido un estorbo para él, así que si me matáis, le hacéis un favor.

Sakura dijo todo aquello sin ser consciente de que todas las conversaciones a su alrededor se habían apagado y la escuchaban atentos. En los rostros de los guerreros se dibujó una expresión de sorpresa que

la joven no vio, pues solo miraba sus manos. E incluso el rostro de Sasuke también se mostraba el asombro y la confusión, pero al instante lo modificó y volvió a comer.

Itachi, por su parte, estaba anonadado tras aquellas palabras. ¿Cómo un padre era capaz de expulsar a su hija solo por ser mujer? Su padre siempre le había enseñado que todos eran iguales y tanto el hombre como la mujer se debían un respeto, pero supuso que no todo el mundo recibía esa clase de educación, por lo que en lo más profundo de su corazón sintió verdadera tristeza por esa joven, que por momentos parecía más desvalida.

El joven carraspeó con incomodidad y cuando descubrió que todos habían terminado de llenar sus estómagos, los instó a seguir.

—Si mantenemos el paso, llegaremos a primera hora de la tarde —les dijo mientras se levantaba del suelo.

Llevó su mano al brazo de Sakura, que parecía haberse quedado muda tras abrirse ante todos, y la ayudó a levantarse. Esta apenas lo miró y lo acompañó obediente hacia los caballos. El guerrero la ayudó a subir, pues sabía que con las manos atadas sería imposible, y después montó tras ella. Volvió a tomarla de la cintura y clavó las espuelas en el caballo para que iniciara la marcha.

Todos se colocaron en sus puestos y lo siguieron en silencio, pero Itachi apenas podía pensar con claridad. El guerrero respiró hondo y soltó el aire poco a poco para intentar volver a sus pensamientos fríos del inicio de aquel plan. Pero le resultaba casi imposible, pues a cada momento se colaba en su cabeza la joven a la que sostenía en el caballo. Conocer su historia le había calado hondo y no dejaba de sentir pena hacia ella. Después de lo que seguramente habría vivido con su padre, ahora llegaba él para trastocar toda su vida, y estaba seguro de que cuando Kisashi Haruno supiera del secuestro de su hija, sería capaz de matarla o culparla por lo sucedido, por lo que en su interior comenzó a formarse un sentimiento de protección que lo sorprendió y le hizo dar un respingo, que hasta la propia Sakura sintió en su espalda.

Pero Itachi debía pensar en su hermano. Su intención era salvarlo de las garras de los Haruno y tenía que seguir adelante con el plan. Después, ya pensaría en lo que haría con ella...

Tras varias horas a caballo y sintiendo que el cuerpo iba a desfallecer, Sakura vio en la lejanía un castillo. Los guerreros comenzaron a vitorear al verlo y dedujo que aquel era el hogar de los Uchiha. Descubrió que algo alejado del castillo había un pueblo. Este no era muy grande, pero supuso que los aldeanos que trabajaban para Itachi vivían en ese lugar. Calculó que podía estar a una distancia de dos kilómetros, tal vez para darle tranquilidad al laird y no molestarlo con los típicos ruidos de un pueblo.

Los ojos de Sakura se empaparon de todo el bullicio de su alrededor a medida que se iban acercando. La comitiva rodeó el pueblo y fueron directamente al castillo. Recorrieron la distancia con bromas y risas, mostrando su alegría por volver a casa, y en parte sintió envidia por ellos. Ella apenas había salido de su casa un par de veces en su vida y cuando había regresado, el temor hacia su padre era el sentimiento que la acompañaba.

Cuando por fin alcanzaron la fortaleza, Itachi dirigió el caballo hacia el centro del patio, donde los esperaban los mozos de cuadras. El guerrero desmontó en silencio y después la ayudó a bajar. Tras esto, le hizo una señal a su hermano para que lo siguiera y los tres se encaminaron hacia la entrada del castillo. Sakura sentía en su brazo la férrea mano de Itachi y el paso apresurado del guerrero le hizo trastabillar en un par de ocasiones, pues la larga falda del hábito se le enredaba entre las piernas.

—Bienvenido, mi señor —dijo una doncella realmente hermosa.

La forma en la que miró a Itachi le sorprendió a Sakura, pues le dio la sensación de que entre ellos existía una relación demasiado cercana. Sin embargo, cuando aquella joven la miró a ella, sintió sobre su persona todo el odio y el asco que producía su presencia en ese castillo, algo que en parte la hizo encogerse. Y cuando volvió a mirar a su laird, sus ojos parecieron enternecerse y suavizarse, y para su sorpresa, la sorprendió y molestó a partes iguales.

Itachi asintió con la cabeza y le dijo:

—Dile a Tenten que prepare el dormitorio de invitados.

—¿El de invitados? —preguntó la joven con sorpresa y sin poder evitar su odio hacia Sakura.

—Eso he dicho —respondió este sin tan siquiera pararse.

Sakura se sorprendió, aunque no quiso cantar victoria, pues no sabía si realmente era para ella o para otra persona, ya que le habían dicho que la encerrarían en una mazmorra.

—Sí, señor.

Sakura se fijó en la decoración del castillo, algo que la sorprendió, pues para estar todo lleno de hombres, era una decoración muy femenina, aunque supuso que tal vez la madre de Itachi había tenido algo que ver.

El corredor por el que caminaban los llevó ante una puerta maciza, que el guerrero abrió al instante. Itachi la empujó al interior y tras entrar ambos hermanos, cerró la puerta con un sonoro portazo. Sakura tragó saliva, temerosa de lo que pudieran hacer con ella, pues sabía que estaba a su merced y en ese lugar era

la enemiga.

La joven miró hacia el suelo y de reojo vio que Itachi se colocaba frente a ella y Sasuke a su derecha, cerca de la ventana. Sakura temía levantar la mirada y descubrir algo que no le gustaba, por lo que se mantuvo en silencio y quieta a la espera de que alguno de ellos fuera el primero en hablar.

—Lo primero que haré será enviar una misiva a vuestro padre, instándole a que suelte a mi hermano e informándolo de vuestra presencia en el castillo.

Sakura levantó la cabeza para mirarlo y levantó una ceja.

—Dicho así parece que he venido por voluntad propia.

—Descuidad, le haremos saber que no es así.

Sakura suspiró.

—¿Y si se niega?

Entonces, Sasuke hizo un gesto a su lado, llamando su atención. El guerrero sacó una daga de su bota y la pasó en silencio por su cuello, mostrándole de una manera muy gráfica cómo actuarían en caso de la negativa de su padre.

Sakura tragó saliva y volvió a sentir que su corazón latía deprisa. Sintió un estremecimiento y dio un paso atrás.

—Mi padre es muy desconfiado y no creerá que estoy retenida. Pensará que es una estrategia.

Itachi sonrió levemente y soltó el aire.

—Entonces tendremos que enviarle una prueba...

Tras mirar a Sasuke, este se dio por aludido y la miró con una expresión casi sádica en el rostro. Dio un paso hacia ella y le mostró de nuevo la daga. Sakura retrocedió asustada y miró desesperada a Itachi, que se mantuvo impasible.

—¿Qué vais a hacer? —preguntó a Sasuke sin poder apartar la mirada de la daga.

Pero el guerrero no respondió, tan solo se limitó a jugar con la daga entre sus manos y cuando la joven chocó contra la pared, lanzó una exclamación entre sorprendida y asustada por no poder escapar más.

Sasuke acortó más la distancia y la miró a los ojos.

—Estoy dudando entre cortar una oreja o un dedo.

Sakura sintió que iba a desmayarse en cualquier momento y cuando vio la expresión divertida en los ojos de Itachi, llamó su atención.

—¡Haced algo!

El laird se encogió de hombros.

—Mi hermano es muy bueno. Hace cortes muy limpios, muchacha.

Para su sorpresa, Sasuke rio levemente y finalmente y con rapidez, tomó un mechón de su pelo y lo cortó. Sakura se sintió tonta durante un segundo al ver que los guerreros le tomaban el pelo, nunca mejor dicho, y apretó con fuerza los puños, pues nunca le había gustado que jugaran con ella.

—Sois dos... —dudó al ver sus miradas serias—, malditos salvajes.

Itachi dio un paso hacia ella.

—Cuidad vuestra lengua o una novicia como vos irá al infierno, muchacha —Y mirando a su hermano, le dijo—: Acompáñala a su dormitorio.

Sasuke soltó el aire, contrariado.

—¿No puede hacerlo Kisame?

Itachi negó con la cabeza.

Con gesto iracundo, Sasuke se acercó de nuevo a ella y cortó sus ataduras para después agarrarla del brazo y dirigirse a la puerta del despacho. Sin embargo, la voz de Itachi volvió a llamar su atención:

—Espero que no volváis a huir, muchacha, o tomaré medidas más serias.

Sakura lo miró durante unos segundos y antes de que pudiera contestar, Sasuke cerró la puerta del despacho, quedándose completamente a solas con él.