Bienvenidos/as sean a la lectura de otro one-shot cortito de mi amada crack ship Granola x Mai. Antes de llegar al texto, por favor, lean esta advertencia: esta historia trata el tema (o fetiche) de la menstruofilia. Puede resultar asqueroso para muchos, así que, si son de esos muchos, es mejor retirarse ahora. La fic está ambientada un poquitito después del arco de los héroes (Trunks y Goten), por lo que Mai es una adolescente, tal como se nos mostró en dicha parte del manga. En cuanto a la apariencia de Mai, recuerden que siempre describo la original, aunque conservando lo de los ojos azules que vimos en el primer anime.
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Granola se le quedaba viendo al ramo de rosas rojas que hacía un momento había comprado cerca de la Corporación Cápsula. Estaba nervioso, tal cosa era innegable.
No se iba a mentir: la amaba locamente, y sí, lo de las flores era para demostrárselo... pero también era un pretexto para hacerle el amor. Sabía que los regalos funcionaban; ella caía redondita a sus pies ante cada osito de peluche, chocolates, joyas y flores...
Se estaba volviendo adicto a tocarla, a sentir su piel, a hacerle el amor. A decir verdad... era en lo que más pensaba últimamente.
Algo tembloroso, puesto que ya estaba excitado, volvió a tocar la puerta de la señorita.
Mai, en pijama y algo ojerosa, y con un pañuelo desechable en mano, lo recibió. Estaba confundido, ya que siempre que la invitaba a salir a cenar la cubría un bonito vestido, por lo general floreado.
La preciosa morena de ojos índigo lo miró con tristeza; sus ojos estaban acuosos.
El ceresiano abrió la boca, preocupado. —¿Estás bien?
Mai negó con la cabeza. —No... —dijo a punto de llorar—. Lo lamento, Granola... parece ser que saqué mal la cuenta. Este terrible mal se me adelantó y no podré ir contigo...
Una gota de sudor resbaló por la nuca del ceresiano, por poco en forma de signo de interrogación; ¿de qué demonios estaba hablando Mai?...
—¿Cuál mal? —preguntó ya colérico, pensando que tendría que deshacerse de un maldito.
Mai, asustada por el lenguaje corporal de su novio y sus ojos llenos de ira, rápidamente alzó las manos y comenzó a moverlas. —¡No, no!... no pienses mal. Me refiero a Andrés...
Y peor se puso el ceresiano.
Mai, en pánico, se apuró a negar de nuevo:
—¡Estoy hablando de lo que nos pasa a las mujeres cada mes!...
Granola bajó el ramo. Se parecía a un niño con sumas interrogantes... Solo se le quedó viendo; no tenía la menor idea de lo que hablaba...
—¿Qué les ocurre? —preguntó directamente.
Mai se sonrojó un poco. Como estaba pálida, el rojo apenas sombreó sus mejillas.
La joven fijó la puerta con la mano derecha para que ya no se meneara tanto por culpa de sus propios movimientos nerviosos. —Pues... ya sabes: lo de la sangre...
Granola se tensó. —¡¿Estás sangrando?! —gritó pálido ahora él también.
Mai, apenada, creyendo que todos habrían escuchado semejante grito, haló al ceresiano al interior del dormitorio. —Solo ven... te contaré todo.
...
La morena, pese a su precario estado, puso las hermosas flores que su amado le había traído en agua. Las miró con todo el amor del mundo y a continuación terminó de servirles el té a ambos —manzanilla. No es que fuera egoísta, simplemente no soportaba el dolor—. Posó la taza de porcelana a las manos del ceresiano, que se le quedó viendo al líquido amarillo.
—Lo lamento, Granola. Quisiera haberte preparado tu té favorito, pero... me siento fatal. Arruiné nuestra cita.
La muchacha, después de pegarle un sorbo a su té, fue directo a la cama con una bolsa de tela repleta de agua caliente, la cual pegó a su vientre bajo.
—No te preocupes —le dijo Granola desde la mesa, de espaldas a ella—. No tenía la menor idea de que las mujeres la pasaran tan mal... Suena horrible.
—Es h-horrible —confirmó Mai con tremendo dolor.
El ceresiano, llamado por los quejidos de su amor, volteó a verla. Se le prendió el foco tras vislumbrar la bolsa de agua caliente que Mai apretaba contra su vientre. Granola se levantó deprisa.
—Tengo una idea...
El ceresiano se inclinó delante de Mai, quien lo observaba absorta. El hombre le retiró con delicadeza la bolsa, y enseguida acumuló ki en las yemas de sus dedos, con las que tocó el vientre bajo de su dulce novia. Un calor único, diferente, aliviador se propagó por toda la zona, y de pronto el dolor cesó, cosa que no habían logrado la bolsa ni el té de manzanilla. Mai suspiró sintiéndose como nueva, y le sonrió y rio. —Me has salvado...
Granola sonrió contento. Mai lo besó de inmediato en gratitud, y el ceresiano se dejó querer.
—La verdad es que... —pronunció el ceresiano una vez concluido el tierno beso— además de salir... también quería tener sexo, pero... si te sientes mal...
Mai abrió mucho los ojos. —Estoy más excitada que nunca, pero... me sorprende que me digas eso con lo que te acabo de contar. ¿No te da asco?...
—¿Debería?... —cuestionó Granola con su inocencia. La sangre no era algo que lo asustara; ya la había derramado en el pasado, y también con Goku y Vegeta.
Mai mejor evadió su mirada, abochornada. —La verdad es que tengo hambre... ¿y si tenemos nuestra cita aquí? —preguntó la adolescente emocionada.
Granola, sonriente, accedió; él también tenía hambre: —Me parece buena idea.
—¿Podemos encargar pizza y helado de fresas?...
A Granola le provocó gracia la forma en la que Mai le pidió estas cosas; se le figuró a una niña, y comparada con él, lo era. —Claro.
...
El ceresiano pagó al de las pizzas y asimismo al otro terrícola que les había hecho la entrega del helado. Estaba dichoso recordando lo buena que había sido Bulma con él. Él tenía mucho dinero, producto de su trabajo como cazarrecompensas, sin embargo, dicho efectivo no valía nada en la Tierra.
"Tengo una idea", le había dicho Bulma, "ve al espacio y compra este material con tu dinero...". La peliazul le señaló la imagen de una roca muy extraña y gigantesca. "Este mineral es costosísimo, pero con tu dinero bien podrás comprarlo. Una vez que me lo traigas, yo te lo compraré, y serás un hombre rico, Granola", finalizó la esposa de Vegeta con una sonrisa. Y así hicieron las cosas. Ahora, gracias a estas acciones, podía darse el lujo de comprarle a Mai lo que quisiera.
Luego de la pizza, vino el helado. Miraban una película de desamor mientras lo saboreaban sentados muy juntitos en el sofá, y Mai no paraba de llorar al tiempo que se mantenía con los ojos fijos en la pantalla. —¡¿Cómo puede hacerle eso?!... ¡Es un patán!
Granola la contemplaba con los ojos a punto de salírsele; en serio que ella se ponía mal...
El ceresiano, cerca de reír, se mordió los labios para contener las risas acumuladas, y abrazó con amor sobrante a su amada niña, y le besó la cabeza. Mai seguía comiendo helado y sollozando.
Las grandes manos masculinas, deseosas, comenzaron a recorrer las atractivas piernas desnudas. Sin más se hicieron pasar bajo la falda de la sexi pijama rosa. Mai, tensa, pero también excitada, dejó de comer helado. —G-Granola... —pronunció con dificultad, ya mojada— es que... estoy... en mis días y...
El aliento quemante golpeaba su cuello. La nariz y la boca de su amante disfrutaban de todo este lugar suave, y ella se derretía... como el helado. Pronto las manos se introdujeron en la pijama y empezaron a toquetear y a apretar los pechos. —¿Hay algo que te lo impida? —le preguntó Granola ya con otro tono de voz, uno lascivo.
—N-no realmente, pero... te vas a manchar —le advirtió completamente roja del rostro.
—Me tiene sin cuidado.
Mai se mordió el labio inferior con la respuesta, y como pudo, veloz, dejó la cubeta de helado en la mesita del centro. Estaba feliz de haberlo hecho, puesto que el ceresiano, sin importarle nada, la haló de las piernas en el sofá, y así había quedado, a su merced, con las piernas abiertas y las bragas de encaje claras expuestas. Esto para ella era un sueño. Por fin tener sexo en sus días era la cosa más surrealista y anhelada, debido que era cuando más caliente estaba. No había raciocinio; su cuerpo solo quería recibir, ser tomado.
Granola, de rodillas entre sus piernas separadas, desesperado se quitó sus ropas. Desnudo, deprisa fue a despojar de las suyas a la joven.
—Hazme tuya, destrózame —le exigió Mai con el cuerpo hirviente.
Granola abrió la boca; en verdad que esas peticiones no parecían provenir de la boca de Mai; siempre que tenían intimidad pecaba de tímida.
Como si lo hubieran encendido, como a una mecha, se puso sobre su cuerpo para besarla. La bellísima morena lo abrazó cuanto antes, fuertemente. Ansiaba sentir su piel desnuda junto a la suya, y estando tan sensible, quería ser abrazada; quería fundirse con él. Olvidando por entero lo de su estado, volvió a abrir las piernas.
El beso se prolongó. Poseída por sus hormonas y las ganas animales de conectarse con él, hizo lo que nunca: le metió la lengua. Granola, impactado, abrió los ojos de golpe. No se incomodó, por el contrario. Él la imitó, y las lenguas, torpes, apuradas, principiaron a frotarse. El ritmo bajó por un momento, y prontamente volvieron a enredarse con locura. Compartían saliva, y con cada roce un gemido entrecortado por tanto placer salía de los dos. Entretanto, inconscientemente, las intimidades se frotaban de la misma manera. Mai regresó a la realidad en tanto las manos fuertes continuaban bajando por su espalda, acariciándola. La mujer abrió la boca y así permaneció unos instantes.
Ruborizada le dijo: —Yo... creo que... espero... no haberte manchado.
Granola agachó la cabeza, y en efecto, el miembro tenía algo de sangre. No se inhibió. Volvió a centrar sus ojos color desigual en los de su amada, que brillaban como dos diamantes azul oscuro, como los de la pulsera que le había obsequiado hacía poco. No dijo nada y solo prosiguió besándola. —Quiero entrar —le dijo al oído al tiempo que se restregaba contra la mejilla.
—E-está bien —asintió Mai, nerviosa no por el acto sexual, sino por la posible incomodidad de su amante dentro de ella. ¿Qué significaría para un hombre eso? ¿Para su libido?... ¿Sentiría placer o tanto desastre allá dentro lo sentiría horrible? Todas estas interrogantes y muchas más llenaron su mente, y en el estrés, mejor se cubrió los ojos una vez que el novio la recostó de nueva cuenta con asaz cuidado.
Los ojos del ceresiano estaban clavados en la vulva, apetitosa como siempre a su excelente vista. Los labios menores estaban recubiertos del líquido rojo, el cual seguía fluyendo, como la corriente de un río apaciguado, y descendía lentamente por donde la entrada vaginal e incluso más abajo.
Mai, demasiado avergonzada, se irguió de repente. —Ya no puedo hacer esto... —dijo ansiosa.
Granola, sin dirigirle la palabra, la llevó abajo otra vez, con suavidad, como siempre. Él estaba seguro, y las cosas no habían cambiado solo por un poco de sangre. —Ya voy... —le avisó.
Mai se tapó más los ojos; ¡no podía ver esto!...
El ceresiano posicionó la cabeza del pene justamente en la entrada vaginal; estaba seguro de que el minúsculo hueco se miraba todavía más pequeño hoy; ¿estaría más apretado? Al empezar a introducirse notó que, definitivamente, estaba más cerrado, no obstante, también resbaló con más facilidad que las veces anteriores. Estaba tan mojado que echó un suspiro, y la humedad excesiva lo calentó más. Arqueó la espalda y gimió con los ojos cerrados. —Mai... —pronunció ya inclinado, aún sin abrir los ojos. Vaya que se sentía como en una nube.
Mai despidió un gritito. De todas las veces en que había sido penetrada, esta había sido la mejor. Con solo tenerlo dentro sentía correrse. Exhaló fuerte, agitada, con el rostro apuntando hacia la derecha, igualmente con los ojos cerrados. Granola la tomó de las caderas para entrar más. Con el miembro muy en el interior de su amada, comenzó finalmente a moverse. Algo brusco desde el principio. Los gemidos, uno tras otro, se sincronizaron. Con cada estocada Mai echaba el cuerpo hacia atrás.
La vagina lo estaba ciñendo más que nunca, lo que lo hizo quejarse pero asimismo gemir.
—M-más fuerte —le exigió Mai en voz alta.
La chica, por instinto, alzaba las caderas. Solo pensaba en él adentro; no había cabeza para nada más.
—¡Más!
Y Granola obedecía.
—¡Destrózame! —le exigió después de morderse los labios. Y Granola se le quedó viendo, aunque sin parar. Claro que quería acabarla, pero en eso podía írsele la vida. Le levantó la pierna izquierda y la descansó en su mismo hombro, con la otra mano apretó su cuello ligeramente, y así la hacía suya, de una forma más carnal, menos racional. El cuerpo de Mai era batido violentamente, principalmente las caderas. No satisfecho, la cargó de la espalda, para que el encuentro fuese más íntimo y penetrarla más duro.
Con los labios inferiores juntos, que en ratos se arrancaban besos, sudando ya, seguían abrazados; Granola de rodillas en el sofá sosteniendo su cuerpo. Mai se amarraba de él con las piernas que lo rodeaban con firmeza.
—¡Hazlo más fuerte! —volvió a exigir después de un gemido ahogado.
Granola sonrió con maldad, y sus ojos, los dos, repentinamente, se tornaron rojos. El efecto, tan llamativo, hipnotizó a Mai, pero también la llenó de miedo por un instante. ¡¿Acaso era esa una transformación?!... ¡¿y pensaba usarla con ella?!
—¡Granola, espera...!
No la dejó terminar. Volvió a ahorcarla, si bien en esta ocasión aplicando más fuerza. Las estocadas, tan rápidas que parecían imposibles, agitaban su cuerpo como si hubiera tomado asiento sobre una máquina averiada. Mai expulsaba los gemidos entrecortados debido a dicha velocidad, y él solo sonreía perversamente. —Nos correremos juntos —le dijo feliz, con esos ojos rojos de demonio fascinado con su caída, con su pecado. Mai, obligada por su cuerpo a punto de estallar, arqueó la espalda, y así, con la cabeza muy hacia atrás, gozó del orgasmo más sublime, y su cuerpo, que estaba hambriento de su amado y su miembro, descansó. Granola explotó tras la última estocada, la más violenta de todas, y el semen, mezclado con la sangre, cayó en demasía en el sofá.
Granola volvió a su estado natural. Mai, incapaz de abrir los ojos por el agotamiento, respiraba con dificultad. —¿Qué... fue eso?... —preguntó casi dormida; se sentía cansada como nunca.
—Una transformación. Parece ser que es... mi máximo potencial.
Mai abrió los ojos al punto. —Pero...
Indignada, comenzó a golpear a su novio en el pecho, y este rio. —¡¿Cómo se te ocurre usar eso conmigo?!...
—Tú dijiste: "Destrózame". Eso fue lo que hice. Y mira... quedaste agotada.
Mai, con las mejillas coloradas, gruñó enojada y apenada. —¡Serás...!
Granola rio otra vez.
—Mejor hay que bañarnos...
Y entre risas se levantó con la chica en brazos encaminándose a la bañera. Mai rio junto con él, ya que la había alzado sorpresivamente.
—Esto fue lo mejor. Por favor, dime cuándo será tu siguiente regla...
—¡Estás enfermo!... —le reclamó Mai en el interior del baño.
Nota de autor: Gracias por haber llegado hasta aquí. Recuerda que puedes encontrar todas mis obras en Wattpad (a excepción del título presente y "Mal"). Búscame como Sho_9326.
Nos vemos pronto.
