"I am not the only traveler

Who has not repaid his debt
I've been searching for a trail to follow again
Take me back to the night we met

And then I can tell myself
What the hell I'm supposed to do
And then I can tell myself
Not to ride along with you"

The nigth we meet -Lord Huron


El teléfono sonaba en el fondo de la habitación y la verdad es que yo no me quería levantar de la cama para contestar.

Mi piso de Roppongui era grande, muchas veces demasiado grande para mi gusto. Me hacía sentir solo, pero aquel no era el motivo por el cual no quería levantarme…

Había pasado las últimas 12 horas trabajando y al fin me había metido en la cama después de aquel set fotográfico largo como un día sin pan. Ser guapo te daba dinero, pero no sólo por sonreír. Debía trabajar en el gimnasio, debía dedicar horas a que me maquillaran según requisitos, ser simpático, recibir a la presidenta del club de fans de vez en cuando… Y a eso debía añadirle las horas de los entrenamientos de Voley.

Pero pongámonos en contexto.

Soy Oikawa Tooru, tengo 26 años, recién licenciado en física con mención en astrofísica pero lejos de explorar el universo exterior, solo trabajo como modelo y actor... Aunque también persisto en el vóley a nivel profesional.

Ser una estrella mediática clásica tiene sus ventajas, pero no ha sido algo que ocurriera a propósito. Yo quería trabajar en la NASA, yo quería contactar alienígenas, viajar a Marte, pero aparentemente de momento debía conformarme con el planeta tierra.

Todo empezó una mañana de verano. Ese día tuve que marcharme por amor propio de casa de un amante. Uso esa palabra, y es que me niego a aceptar que estaba enamorado de aquel hombre ¿Quería pasar el resto de mi vida al lado de aquella persona? Probablemente sí, pero él no fue nunca capaz de elegirme a mí. Era alguien con potencial, eso lo tengo claro, pero no tenía claras sus prioridades y yo sí. La vida es dura, pero más lo son las verduras.

A pesar de todo, salí de la cama, me subi el antifaz y contesté al teléfono. Era Nakahara Amai. La responsable de mi "situación" laboral. La que me salvó la vida aquel lejano verano, por más que me duela admitirlo.

Y es que asumo que de no ser por ella, la mary sue absoluta, quizá ni hubiera acabado la universidad.

Iwa-chan estaba en Miyagui solucionando sus problemas familiares, Makki no contestaba al teléfono y Matssun estaba en Australia con su novia. Así que recuerdo sacar el teléfono y bajar por la pantalla de contactos sin saber a quién acudir hasta que leí su sobrenombre en mi teléfono.

–Oikawa-kun, menos mal que contestas – escuché su voz sin ni siquiera decir hola. Eran las 2 am pero sonaba como si fueran las 12 del mediodía.

–Nakahara, quiero dormir, llama mañana– dije. Mi voz sonó a queja. Tenía intención de colgar pero me mantuve a la espera de lo que quisiera decirme.

–Pero es importante –su voz infantiloide me hacía pensar que en el fondo ambos nos parecíamos más de lo que me gusta admitir –¡Wakatoshi y yo nos casamos este año y vas a tener que venir!

Un "uggh" enorme salió de mi boca. Había tenido que pasar mis últimos años en el mismo equipo que Ushijima, veía a Ushijima en el trabajo más de una vez y encima tendría que ir a su boda. Admitamos que a ella a lo mejor Le tenía una pequeña dosis de aprecio, pero a él no. Su voz monótona y su forma de despreciarme me hastiaban.

–Ya veremos, Nakahara– dije sabiendo que no podía decirle que no. Después de todo ella había estado ahí en el momento más bajo de mi vida, sin hacer preguntas, solo dispuesta a ayudarme.

Me recuerdo en aquél momento, sentado en la parada del autobús con muchas ganas de llorar, con mi gata en brazos, una bolsa con mi ropa y el dinero justo para pagar una gran deuda. Y esa imagen era la que me mantenía aun al teléfono.

Era un yo de 19 años que se negaba a volver a casa de capa caída y rindiéndose.

Ella me había acogido en su casa y me había tratado como un hermano, y aunque la odie por ser perfecta lo cierto es que sigo pensado que tiene la cabeza llena de serrín. En parte para ella era fácil hacer aquello, sus padres eran grandes magnates que iban y venían, no la tenían en cuenta, la dejaban hacer a su antojo siempre que no bajara el rendimiento.

–Pero es importante –volvió a repetir y se escuchó por detrás al odioso, tedioso y pesado de Ushijima, "piensa en los sponsors y la publicidad". Y no sé si se refería a lo que hablábamos Nakahara y yo, pero encajaba a la perfección porque su boda sería un escaparate publicitario.

Ninguno de ellos dos dormía nunca porque eran puñeteros demonios atormentadores y se nutrían de la energía de los demás.

Prabablemente cuando llegué a Kanagawa con Scully en brazos, Nakahara ideó un plan profesional para mí que me ayudó a pagar todas y cada una de mis deudas. Me consiguió patrocinadores, me facilitó acceso a castings exclusivos y exprimió cada oportunidad que podía tener en el mundo del espectáculo. Era el mundo en el que se movía. A pesar de ser buena jugadora de Voley, tan solo lo explotaba como hobby, estudiaba macroeconomia empresarial y era modelo. De haber estado cuerdo, sin el ego por los suelos, el autoestima herido y la cabeza sobre los hombros, habría declinado su plan. Seguramente ahora sería más pobre y podría salir a la calle con más tranquilidad.

Pero Bokuto Kotaro había roto todas y cada una de las capas que me mantenían erguido. Yo no me sabía identificar conmigo mismo después de él. Como si la confusión que él vivía, en la que no tenía claro si prefería a su antiguo novio o a mí me la hubiera pasado en un beso como una enfermedad. Y ahora todo Japón me elegía a mí, Oikawa Tooru; jugador de la selección japonesa de Vóley, jugador de los Tokio grat Bears, el chico que ves cuando cruzas Shibuya desde lo alto de los edificios posando, el actor del ultimo Dorama de moda… Todo Japón me elige a mí, menos Bokuto Kotaro,

–Está bien, pero lo hablamos en otro momento – un bostezo cruzo mi cara, estaba agotado. Me sentía profundamente viejo –me voy a dormir, por favor recuerda llamarme a horas razonables.

Escuché como se reía y colgó sin decir adiós. El tiempo que viví en su casa, tampoco llamaba a las puertas antes de entrar y nunca las cerraba al marcharse. Insoportable.

En cualquier caso estaba cansado, al día siguiente tocaba entrenar y después debía consultar con mi agente como despejar unas pocas semanas para poder enfocarme en el voley en la próxima liga.

Así que me metí en la cama de nuevo y esperé a que mi vieja gatita se colara de nuevo en la cama. Le gustaba dormir apoyada sobre mi pecho. Y en aquel piso tan grande para una sola persona, Scully me recordaba que de todas las cosas malas sacamos cosas buenas.

Yo le robé la gata a Bokuto. Y era totalmente mía. Acaricié su pequeña cabeza peluda. Ya era viejecilla, pero era mía y me elegía a mi allí donde estuviéramos.

NA: Quien se va a casar soy yo e hice ver a mi prometido Haikyuu (estamos en el proceso) y entonces releei Sin Habilidades de acosador. No sé cómo puede ser que escribiera un final tan malo, así que como no quiero escribir otro final aquí está Con Habilidades de Acosador. Probablamente nadie de quien leyó aquel fanfic lea este, quizá no lo leea nadie más que yo pero necesito escribir esto ahora. Quizá no lo termine, así que WHO knows.