La vida no siempre era sencilla.
Cuando la gente de la aldea pensaba en el apacible Kazekage probablemente se imaginaban que lo más difícil en su vida era siempre la acción y el miedo de perder una batalla mortal, el hastío de su trabajo, o tal vez incluso el aburrimiento de tener que esperar a mostrar su fuerza contra algún enemigo poderoso en esta basta época de paz. Pero no.
En su vida había algunos pequeños conflictos de las cuales su trabajo había dejado de formar parte hacía años. Lo técnico pronto se había arreglado siguiendo una rutina y pretendiendo que no era más que una maquina al servicio del bien común, pero la cotidianeidad, por otro lado, aún le resultaba complicada. Cosas como la comunicación con su nuevo hijo, que era difícil, o el balanceo de su vida al servicio de la aldea y su vida personal, que era imposible. Pero sobre todo, su mayor dificultad era probablemente la expresión de las emociones: aún hoy en día a Gaara le preocupaba profundamente no saber conectar con sus seres queridos, no poder demostrar la suficiente empatía en situaciones difíciles.
Como hoy, por ejemplo.
Los dolientes arremolinados alrededor del sepulcro le lanzaban miradas tanto de sorpresa como de agria confusión cuando notaban su presencia en el lugar. La sorpresa, por supuesto, se debía a la inusual aparición del Kazekage en un funeral privado cuando se sabía que él no asistía a las ceremonias de los elementos caídos y que nunca había tenido relación alguna con el recién fallecido Suna no Yakku; ni siquiera algo como una misión compartida oficial . La agría confusión, en cambio, venía a ser el por qué de su cara fría e impasible en medio del mar de dolor.
Kankuro y Temari se encontraban ahí también, los dos algo mejor recibidos por la multitud. El difunto Shinobi había compartido escuadrones con su hermano Kankuro, y este pronto había encontrado su lugar entre las filas de los Jonin afectados por la perdida de su compañero. Se habían reunido en un grupo privado a la derecha como dictaba la tradición. Para Temari, por otra parte, se trataba más de una cortesía personal. Había insistido en venir desde Konoha a consolar a la joven viuda y a darle el pésame en persona. Esa era también, más o menos, la razón por la que Gaara había asistido en primer lugar.
Matsuri, de pie en primera fila, lloraba a su esposo caído en ropas negras como la noche.
La vida no siempre era sencilla, pero esto era particularmente horrible.
Cuando Gaara se había enterado de la desgracia de su estudiante había estado genuinamente conmocionado por la pérdida y la tristeza que se habían cernido sobre la chica castaña, quien a tan solo 26 años de edad perdía a su esposo por un ataque terrorista en medio del periodo de paz más largo de la historia. Parecía terriblemente injusto. Y Gaara no podía evitar pensar que, como Kazekage, el asunto problamente fuera su culpa.
Al enterarse solamente la tarde anterior había querido hacer un millón de cosas por ella, desde mandar un equipo de reconocimiento a verificar la pérdida, a, quizás, aparecerse por su casa en la noche después de tantos años con un regalo, como un nuevo dardo para la jabalina de cuerdas. Incluso había llegado a rebuscar en sus cajones aquel estúpido dardo importado del país del agua que había mandado a traer para ella hacía muchísimo tiempo atrás, con la esperanza de animarla. Por fortuna, Gaara reparo muy a tiempo acerca de lo inapropiado de la idea, pero siguió con sus planes tontos e incorrectos toda la noche hasta caer en la cuenta de que no podría hacer nada por Matsuri en absoluto, fuera del tal vez darle el pésame en el funeral. Sin embargo, al final se había pasado casi todo el servicio sin hablar con ella.
Shinki, quien se encontraba al lado de Gaara, miraba todo sin comprender igualmente el papel de su padre y de él mismo en todo esto. No había hecho ningún comentario acerca de nada haciendo gala de buena educación, guardándose para si lo positivo y lo negativo, pero Gaara notaba que estaba confundido y también cansado. Tenía solo 7 años, y bien podría haberse puesto a jugar con el grupo de niños de los asistentes que correteaban ahora mismo entre las lapidas, pero había decido quedarse estoicamente a su lado. A Gaara esto le había parecido particularmente alentador, y también le había proporcionado una perfecta excusa para no interactuar demasiado con los dolientes, ni con Matsuri.
Por extraño que pareciera, al final se había dado cuenta de que no estaba preparado para hablar con ella. Y mientras más tiempo pasaba en ese lugar, más se convencía de como ya no formaba en absoluto parte de la vida de su estudiante. Se sentía fuera de lugar entre los nuevos amigos y familia que ella había hecho y que él nunca había conocido, y cuando la vio de frente por primera vez en tres años se había sentido como si no la conociera en absoluto. Ella se veía… solo como una esposa triste. Había sido educada y silenciosa, y esquiva, y no parecía querer dar rastro de más. Si bien su distanciamiento había sido una decisión de Gaara, jamás había prevido como un par de años sin trato deteriorarían a tal punto su relación. No debió haber sido así y la realización resultó terrible para él, al menos para él, que se jactaba tanto de querer cuidar todos los preciosos vínculos que había hecho en su vida. Sin embargo, al verla las palabras se habían enredado en la lengua del pelirrojo cuando la saludaron nada más entrar en el evento, y Matsuri había mirado a los hermanos con una sorpresa tan genuina, como si realmente no pensara que acudirían al funeral de su esposo, que Gaara sintió que le golpeaban el corazón.
El hombre miró al frente y vio como su hermana se acercaba para abrazar a Matsuri. La chica la recibió con un quedo sollozo, uno que se transformó en verdadero llanto cuando Temari la rodeó con los brazos fuertemente, a su tosca forma de consolar. Matsuri había intentado resistirse al principio, pero al poco tiempo ya se había aferrado a la espalda de su hermana y enterrado la cabeza en sus hombros, mientras los hipidos del llanto la sacudían como si no fuera a parar nunca más. El estomago de Gaara se contrajo ante la vista y deseó con todas sus fuerzas no sentirse enfermo por ello.
En ese momento Gaara tuvo que haber apretado los dedos en lugar de los dientes para contenerse, porque Shinki se quejó de dolor al sentir que su mano era comprimida entre la de su padre.
-¡Ay!-. Había exclamado el niño de pronto, haciendo el movimiento de soltarse de él por reflejo. El sonido fue tan antinatural que sacó a Gaara de su ensimismamiento.
Miro al niño y se sintió como un estúpido.
-Perdón-. Le dijo simplemente, agachándose para examinar su mano.
-Está bien, padre-. Le dijo el niño a su vez, extendiendo la palma frente a él para mostrársela. Shinki estaba bien y estaba siendo educado como siempre, pero Gaara de todas maneras le tomó la mano afectada entre las suyas para acercarla a su cara y verificar, pero era una excusa y los dos lo sabían. El niño se removió sin engañarse por su aparente semblante tranquilo. Lo miro a los ojos y lo supo— ¿Y tú te encuentras bien, padre?
Shinki le fruncía el ceño y Gaara apretó los labios. Él siempre había sido demasiado inteligente.
-No-. Reconoció por fin, parando y reincorporándose a su altura. Miró a Matsuri que seguía sollozando encima de Temari. Algunas otras mujeres se habían acercado para consolarla y acariciarle el pelo- ¿Te molesta esperarme un momento? Hay algo que debo de hacer.
…
A medida que Gaara se acercaba a Matsuri se daba cuenta más y más que no reconocía nada de ella en lo absoluto. No reconocía a las personas en las filas, no reconocía su nueva ropa ni su nuevo peinado, no reconocía tampoco a nadie de quienes la estaban consolando excepto por su propia hermana, pero cuando por fin la alcanzó y ella alzó sus ojos llorosos negros hacia él, con su mirada anhelante, mirándolo como si fuera la primera vez-
-Disculpe, ¿Sería mi sensei?
Gaara la reconoció.
-Matsuri-. Le dijo, su voz fuerte anteponiéndose a todas las personas que la rodeaban, que se apartaron lentamente al verlo ahí. La propia Temari al separarse del abrazo de Matsuri le lanzó una mirada confundida.
Gaara se encontraba en el centro, frente a ella y frente al féretro. Las damas que la consolaban se pararon detrás de Matsuri y la castaña parpadeó casi sin entender, como si ayudara a soltar las ultimas lagrimas que caían de sus pestañas.
-G-Gaara-sama-. Respondió ella después de sorberse, intentando sonreír. Se limpió las ojeras y su voz que pasó de confundida a política mató a Gaara una vez más mientras ella intentaba recobrar la compostura. —Me alegra mucho contar con su presencia aquí. E-espero que tu y Shinki-sama estén-
Gaara no le dio tiempo de terminar la frase, todo eso bien podía irse al demonio. Con una mano la tomó de la nuca y con la otra la agarro por la espalda y tiró de ella hasta estrellarla en su pecho. Matsuri exhaló contra él por la sorpresa al igual que lo hicieron el resto de sus acompañantes, pero a Gaara no le importó. Solo se concentró en sujetarla entre sus brazos y en poder aguantar el tiempo suficiente a que se relajara contra él, lo cuál ella hizo, aunque se tardó el doble del tiempo que regularmente habría tardado en cualquier otro de sus anteriores abrazos. Gaara intentó que no le doliera el corazón por ello. Matsuri le había colocado las manos instintivamente en el pecho al principio como para intentar apartarlo, pero no lo empujó. Él le rodeó los hombros y la espalda con sus brazos y la obligó a enterrar su cabeza en su cuello mientras él se encorvaba hacia ella, como si no hubiera sido su primer abrazo en años, como si un montón de gente no los estuviera mirando. Finalmente, Gaara la sintió envolver sus brazos alrededor de él y casi soltó un gemido de alivio al notar como la tensión y el miedo lo abandonaban. Solo la apretó fuertemente.
Matsuri estaba sollozando y Gaara se dio cuenta que él también lo estaba haciendo.
-G-Gaara-sama…-. Ella lloró.
-Lo siento-. Él murmuró contra su cabello.
-Mi esposo, Gaara-sama…-. Casi gritó mientras sus manos se aferraban a la tela de su espalda. Gaara temió que fuera a desmayarse y la apretó más contra él, queriendo anclarla al mundo.
-Lo sé, lo siento-. Casi besó su cabeza, lo habría hecho si hubieran estado solos, pero frente a los presentes se limitó a acunarla contra él, como si pudiera mantenerla ahí y protegerla del mundo. Como si pudiera. – Lo sé, lo sé. Lo siento. Lo siento. Lo siento, Matsuri, no voy a dejarte sola.
Y entonces ella gritó, ella chilló, y ella sollozó en sus brazos, y Gaara no la soltó. La mantuvo bien asida contra él, bien segura y presionada contra su pecho y contra su corazón hasta que los brazos y las piernas comenzaron a dolerles a ambos, pero aún así no podía soltarla.
-Lo siento, lo siento-. Repetía contra ella, como si realmente pudiera hacer que ella lo supiera, que ella entendiera lo mucho que realmente lo sentía, lo mucho que lamentaba verla en esa situación, lo mucho que haría para cambiarlo todo si estuviera a su alcance.—Lo siento.—Repitió esta vez contra su mejilla húmeda.
Las lagrimas no habían dejado de brotar de sus ojos oscuros durante todo este tiempo, aunque ella los cerró penosamente ante sus ultimas palabras, como si las digiriera por primera vez.
-Gaara-sama…
-Voy a ayudarte en todo-. Le prometió.—En todo lo que pueda, no voy a volver a dejarte sola. No te voy a dejar sola nunca, Matsuri. Te lo prometo.
Medio esperó que ella se apartara tras decirle eso, que ella volviera a mirarlo con sus ojos confundidos, o peor aún, con sus ojos de extraña como si nunca se hubieran conocido, pero no fue así. Los ojos que le devolvieron la mirada fueron unos llorosos y tristes, vagamente incrédulos ante sus palabras, como Gaara notó, pero había algo en ellos, un brillo de esperanza como si quisiera creerle, o eso fue lo que pensó.
Matsuri lo miró largo rato sin decir nada hasta que finalmente dijo:
-Gracias.
Su voz era suave, con el remanso de una sonrisa que le calentó el corazón. Ella dio entonces un pequeño paso atrás como para soltarse del agarre, como si diera por sentado que eso era todo entre ellos, solo unas ultimas palabras que él decía para poder soltarla, pero Gaara no estaba listo para dejarla ir todavía. Le dio un ultimo abrazo, atrayéndola de nuevo hacia él en cuanto la sintió separarse.
Solo un minuto más, pensó para si mismo. Entonces, para su sorpresa, él la sintió sonreir. Ni siquiera supo como o por qué se dio cuenta, pero Gaara sabía que ella estaba sonriendo contra su pecho cuando la atrajo por ultima vez.
-Gracias-. Repitió ella de nuevo, y tanto el llanto como la sonrisa estaban en su voz.
Gaara se atragantó.
-Te lo prometo-. Fue lo ultimo que dijo antes de soltarla. Antes de que el mundo real volviera a absorberlo.
