Los días pasaban rápido. Entrenamientos. Mensajitos de Atsumu. Rodaje de Amor desesperado. Mensajitos de Atsumu. Cena con los chicos. Entrevistas. Más mensajitos de Atsumu. Sets fotográficos. Noches con Atsumu en Yokohama cuando estaba en Japón. Y el día de la boda Ushi-Hara llegó.

No era que Miya-creído-San y yo hubiéramos formalizado una relación, yo le había dejado claro que no la quería, pero una parte de mi si la deseaba.

Seguramente si él no hubiera estado en Europa, le habría pedido que me acompañase a aquel fin de semana en Ozu porque me aterraba la idea de ir solo.

Realmente me parecía increíble que los padres de Amai hubieran alquilado todo el pueblo. Nakahara había dispuesto de varios autobuses desde Tokio hasta Ozu para facilitar la asistencia. Y es que no se si os hacéis a la idea, pero Ozu estaba en la otra punta del país casi.

Blanca nieves, también invitada, estaba embarazadísima y Matsukawa no se separaba de ella ni 5 segundos para ir al baño, así que no podía contar mucho con ellos como compañía. Aquello hacía mi viaje solitario, pero Nakahara Amai, buena amiga y mejor enemiga me había hecho un regalo envenenado.

No simplemente Komi Haruki y su acompañante Sarukui Yamato estaban detrás de mí ubicados en el autobús... Bokuto Kotaro estaba asignado para sentarse a mi lado.

Fingí mi mejor sonrisa y me senté impasible pensando que no pasaba nada. Tan solo había leído los nombres en los carteles pegados sobre los asientos y no los había visto. Cambia la posibilidad de que no se presenciaran ninguno de los tres, pero para mi desgracia, no tardaron muchos minutos en aparecer haciendo gala de su estupidez.

—Nakahara dijo que allí tendríamos habitaciones de hotel individuales —la voz de Bokuto no había cambiado. Una punzada, como una aguja larga y fina me atravesó el pecho.

Debo admitir que me puse nervioso. Una parte de mi quería bajar del autobús, pero mi orgullo me mantenía ahí sentado.

Me puse los audífonos y me hice el dormido antes de que me viesen apoyándome contra el cristal del autobús.

—Menos mal Bokuto, llevo años sin oírte roncar y no creo que volviera a soportarlo — aclaró Sarukui.

La risa de Komi resonó. Podía reconocerla fácilmente.

De golpe se hizo el silencio. Sentí como alguien, alguien con toda seguridad Bokuto, se sentaba a mi lado.

Escuché que siseaba pero preferí subir el volumen de mi música. No quería oírle, no quería saber que seguía vivo. Pensaba que tras mi historia con Miya-creído-san todo aquel dolor se había ido para siempre y yo podía seguir sin más. Que pedazo de tonto iluso estaba hecho.

Me repetía a mí mismo que no pasaba nada, pero lo cierto era que estaba nervioso. Tenía malestar y ganas de vomitar. Él, allí sentado a mi lado, ni siquiera debía ser consciente de todo lo que me había llegado a afectar la mierda de relación de 3 semanas contadas que compartimos. Fue un poco más quizá, un verano juntos, para 7 años de sentirme atrapado. Pensé en todo aquello hasta que me quedé dormido de verdad. Tuve pesadillas.

Probablemente dormí las 3 primeras horas de viaje hasta que el autobús hizo su primera parada. Me quite los audífonos y miré mi teléfono, Bokuto me miró pero yo hice ver como si no lo conociera.

—Oikawa ¿te acuerdas de Bokuto? — la voz de Komi sonó desde mi espalda. Notaba su sorna, o me la imaginaba, todo podía ser.

—No, para nada —dije haciéndome el digno. Dios, me sentía tan incómodo que quería morirme — Hay cosas que merece la pena olvidar.

Bajé del autobús y me compré algo para beber. Cuando volví a subir me fijé vagamente en la cara de cordero degollado de Bokuto Kotaro. Me miraba como si yo fuera inalcanzable. Y en cierto modo para él lo era.

Aún quedaban 6 horas más así. Después Ozu sería mucho más grande que aquel lugar y podría evitarles...

Saqué mis gafas y mi guión de Ainori love wagon, Miya me había adjudicado el papel protagonista. Aún tardaríamos en rodar la película, pero quería memorizar lo cuánto antes.

Podía notar en mi nuca los ojos dorados de aquel tonto rematado, pero si algo se me daba bien era hacerme el impasible.

Cuando al fin llegamos, ya era empezaba a bajar el sol. Las luces del castillo de Ozu iluminaba ya la zona. No se podía negar que habían elegido un lugar increíble para casarse aquel par de idiotas.

Ume, la mejor amiga de Amai de la secundaria, nos esperaba con un cartel para dirigirnos al hotel que nos correspondía. Aquel lugar era enorme y yo solo quería llegar a mi habitación. Cruzamos un puente de madera y vi como montaban unas redes de vóley al lado del río. La mayor parte de las tiendas ya estaban cerradas. Aquel lugar era precioso, como viajar en el tiempo y volver a un Japón ancestral.

El hotel más menudo de la zona estaba justo delante de la zona donde montaban las redes de vóley. En la parte más baja del pueblo. Ushijima y Nakahara debían alojarse en el castillo, donde sería la celebración.

Ume nos dio las indicaciones para conseguir nuestras llaves. Arrastré mi maleta e hice cola hasta que finalmente logré llegar a mi habitación. Estaba seguro que era la suite de aquel hotel, ya que tenía muchísimo espacio. Amai me jodía la vida, pero también me amaba. A pesar del tatami y la mesa japonesa, la cama era de estilo occidental. Me gustaba aquella fusión de estilos tan particular.

Miré mi móvil y vi que no había rastro de mensajes de Miya-creído-San. Otra punzada en el corazón. En aquel momento yo necesitaba su atención, así que le escribí un mensajito cursi.

Me envolví en el yukata del hotel y bajé a cenar. Realmente me habría gustado compartir aquel viaje con alguien.

Después de cenar, tomé la absurda decisión de subir al ascensor a pesar de que siempre solía usar las escaleras. Al abrirse la puerta ahí estaba él solo. Bokuto Kotaro que me miró de nuevo con cara de tristeza.

—Oikawa, yo... —no entendía como tenía el morro de dirigirme la palabra —. Lo siento mucho, ¿no podríamos hablar?

Aún no sé por qué entré en el ascensor, pero lo hice.

—Es un poco patético hablar de algo que pasó hace tanto tiempo ¿no? — le hable con mi voz más fría. Ciertamente tuve que hacer gala de mis dotes interpretativas porque yo temblaba igual que él lo estaba haciendo.

—No, yo intenté llamarte pero... —pero solo te contestaba Nakahara Sachiko a la que le cambié el número de teléfono para no tener que oír tu voz nunca más—. Solo salía una chica que decía que no te conocía.

—Ya lo sé, Bokuto.

Dije su nombre y eché en falta la ira que había sentido meses atrás contra él, ahora solo me pesaba el corazón como si fuera una roca enorme enterrada en el centro de mi pecho.

Llegamos a mi planta, estaba dispuesto a bajar, pero él me agarró del brazo sin dejarme salir. Me giré con intención de soltarme y vi su cara de nuevo.

—Lo siento mucho, de veras que... — empezó a llorar. Las lágrimas caían por su cara como un niño pequeño. Todo aquello nos había atrapado a los dos por igual. Darme cuenta de aquello me destrozó un poco.

Le abracé, seguía enfadado, pero le abracé y estúpidamente empecé a llorar también.

La puerta del ascensor volvió a abrirse y Bokuto me arrastró fuera, hacia su habitación. Me dejé llevar.

Allí, me senté sobre la cama y me sequé las lágrimas.

Amai había tenido la deferencia de darme una de las habitaciones más grandes, sí, porque aquella era minúscula.

—Somos dos tontos ¿no? — dije y empecé a reírme mientras aún lloraba. Él asintió sentado a mi lado.

Era todo muy cómico. Si lo hubiéramos hablado antes, todo aquello se habría solucionado antes. Pero el orgullo ¿Era orgullo lo que me enfadaba aún?... ¿Cómo no me había dado cuenta antes?

— ¿Sabías que he visto La belleza de la primavera 10 veces ya y en todas me emocionas? — dijo sin venir a cuento. Así era él, saltado de una cosa a otra sin más—. Además estás guapísimo y...

Le adoraba en su mente simple y su forma estúpida de hacer. Que mierdas me importaba a mí La belleza de la primavera en aquel momento.

Acaricié su mejilla como tantas otras veces, ahora roja por las lágrimas derramadas. Le besé despacio, como si volviéramos a tener 19 años en aquel mini piso de Tokio. La sensación de su boca sobre la mí, su lengua repasando cada pequeño espacio que podía, sus manos ajustándose a mi cintura. Sus labios eran suaves, delicados. Era todo aquello que desde fuera parecía imposible de él, pero era sin más. Realmente no sabía que estaba haciendo.

—Yo también lo siento, Bokuto — le susurré y le miré a los ojos. Podía quedarme atrapado en aquella mirada el resto de mi vida, como si aquel color dorado fueran unas cadenas que me ataban a él. Sentía que lo necesitaba cerca, lo necesitaba tanto como respirar.

Me senté sobre sus piernas y tiré de su camiseta blanca dejando descubierto su torso. Se notaba que se dedicaba plenamente al vóley. Sus labios se pegaron de nuevo a los míos. Quería empujarla sobre el colchón pero me paró.

—Antes de todo, no puedo tener una relación ahora esto sería solo esto — empezó a hablar rápido y yo le seguía como podía. Asentí por que en cierto modo sabía que quería decirme—. Tengo un montón de problemas que no vienen a la caso y no quiero que vuelvas a desaparecer como...

Le puse un dedo encima de los labios. Suponían que con lo que estaba pasándole en los Voreas Hokkaido no estaba muy dispuesto a tener más rollos complicados.

—Yo tampoco puedo tener una relación contigo ahora — le aclaré. Para empezar porque no quería y para acabar porque existía Atsumu en mi vida, fuera algo informal o no—. Vamos a hablarlo todo, en vez de dar por supuesto que sabemos que pasa y decidiremos las cosas sobre la marcha, pero luego, por favor.

Él asintió también y volvió a besarme dejándose recostar sobre la cama.

No podía seguir enamorado de él después de tanto tiempo, tampoco era realista creer que le amase después de una relación tan corta como la que tuvimos, pero ahí estábamos. Y le deseaba como no era capaz de desear a nadie, de un modo suave y sencillo. Con la misma necesidad que respirar, que se hacía un acto natural sin pensamiento.

Rodamos sobre la cama y desaté mi yukata, quedándome solo en calzoncillos. Mi pene empujaba la tela elástica de estos, marcándose.

Me fije en que Bokuto estiró el brazo a la mesilla de noche sacando un preservativo.

Bajó mi ropa interior e hizo aquello que tanto le gustaba, su ritual por así decirlo, ponerme el condón con la boca.

Jadeé al contacto de sus labios contra mi pene. Era casi como trasladarse a aquellos días en los que nos pasábamos horas encerrados en los baños de la facultad porque no podíamos separarnos.

Se bajó los pantalones y me miro, pidiéndome permiso en aquella comunicación no verbal que solo él podía tener conmigo. Asentí y se colocó sobre mí con las piernas abiertas, yo empujé mis caderas hacia arriba y le penetré. Su cara de placer me excitaba casi tanto penetrarle en sí mismo, que me tocase o la existencia de aquel momento en sí mismo.

La postura era forzada, así que tras varias embestidas volvimos a rodar por la cama hasta que quedé encima de él.

Levantó sus piernas dejando una por encima de mi hombro y otra acoplada bajo mi axila y continuamos. Reprimí mis jadeos y controlé la llegada a mi orgasmo. Sus hombros fuertes, sus bíceps, sus abdominales. Él se agarraba a las sábanas y gemía poniéndomelo difícil. Yo continuaba rítmicamente embistiéndole, sintiendo como mi pene entraba y salía de su cuerpo y descargando aquella sensación placentera en mi sistema nervioso.

Finalmente se corrió y su semen de extendió por todo su abdomen, dándome permiso para dejarme llegar al orgasmo. Intenso y sencillo, podía notar como la sangre se extendía a través de mi aparato circulatorio relajando todas y cada una de las partes que conformaban mi cuerpo humano.

Me dejé caer a su lado y le abracé. Le besé superficialmente en la mejilla, en los labios. Él se quedaba atontado siempre tras el orgasmo, lo recordaba. Nos dormimos.

NA: A la gente le flipó Sin habilidades de acosador. Quizá porque todo el mundo escribía a un Bokuto plano y poco elaborado ( A excepción tal vez de Japiera-san ¿?) Pero ciertamente no entendí jamás el fenómeno. Como esta, era una historia aporreada sin pensar demasiado, porque pensar está sobrevalorado es mi lema de vida basándonos en factores budistas de los enrevesados temas del ego y no algo tan superfluo como planteo siempre. Pero la dimensión de la historia siempre fue floja. Bokuto siempre fue un pasivo sin remedio y me pregunto si es que a la gente le gusto porque en general somos muy pasivos ante la vida y es fácil identificarse con alguien así. A la mierda las altas capacidades, no sirven de nada.

Anyways, Bokuto ¿Debería acabar con Akaashi? Tengo una obsesión con eso ahora mismo, pero muy intensa. Cosas de que mi futuro marido es alguien que conocí de muy joven y nunca pensé que acabaríamos viviendo juntos y cansándonos como es el caso… Las lechuzas son animales que pueden pasar muchas noches separadas de su pareja, pero tarde o temprano vuelven (¿)