Notas: Llego un poco tarde este domingo, ¡pero no se me ha olvidado actualizar!
Hoy por fin sigue la conversación con Kirinmaru, espero que os guste tanto como a mí escribirla, aunque no os voy a negar que fue MUY complicado, como cada vez que quiero condensar tanta información de una sola vez T_T
Con aquella revelación, todas las piezas comenzaron finalmente a encajar. Kirinmaru sí era un nombre que Sesshomaru había mencionado, y de forma bastante amplia. Por lo que recordaba de su relato, el hombre que tenía frente a mí se trataba del hermano de Zero, la mujer que había condenado a Rin a su inevitable muerte. Y que había sido asesinada por Towa y Setsuna siglos atrás.
No pude hacer más que suspirar aliviada por haber acudido sola a aquella consulta.
- Asumo por tu expresión que sí que conoces la historia. – Comentó el doctor de cabello rizado, mostrándome una pacífica sonrisa. – Pero yo no le guardo rencor alguno a las hijas de Sesshomaru por lo que le hicieron a mi hermana.
Parpadeé, perpleja. ¿Realmente acababa de decir eso como si nada?
- Pero ellas… La… - Dude, incapaz de encontrar una expresión lo suficientemente suave para expresar que se cobraron su vida.
A pesar de mi incapacidad para encontrar las palabras correctas, el demonio asintió, sus ojos esmeraldas bañados en la más absoluta calma.
- Si hay alguien a quien culpar de aquella situación, no sería a nadie más que a mí. – Explicó Kirinmaru, apoyando el mentón sobre la palma de su mano. - Fue una irresponsabilidad por mi parte permitir que las acciones de Zero llegasen tan lejos. – Aunque el demonio frente a mí estaba admitiendo una culpa tan dolorosa, no se le veía torturado, como si hubiese terminado de asumirlo siglos atrás, encontrando finalmente la paz consigo mismo. Totalmente contrario a Sesshomaru, quien aún se encontraba atrapado en su pasado. - Y aunque me doliese en el alma la pérdida de mi hermana, en realidad… En el fondo, me consuela creer que su espíritu pudo descansar de una vez por todas.
Fruncí los labios, pensativa. La única visión que tenía de Zero era la de la villana que atacó a Rin y chantajeó a Sesshomaru para dar con sus hijas, pero… Jamás me había parado a pensar en sus motivos. Me había quedado con la versión de Towa, quien aseguraba que las habían perseguido simplemente por ser medio demonios, pero…
¿Esa era realmente toda la verdad tras aquella tragedia? ¿Alguien podía llegar tan lejos simplemente por odio visceral…?
Porque comenzaba a tener una corazonada de que aquel conflicto había sido mucho más personal.
- Siento la indiscreción, doctor Komaeda, pero no conozco mucho sobre el tipo de persona que fue Zero… ¿Podría saber por qué decís que alcanzó la paz tras su muerte? Y… ¿por qué atacó específicamente a la familia de Sesshomaru?
El demonio se reclinó hacia atrás en su asiento, exhalando un grave suspiro. No mostraba signos de haberse molestado por la pregunta, sin embargo… Permaneció unos instantes con la vista clavada en el techo, perdido en sus pensamientos.
- ¿Prefieres escuchar hablar a este senil anciano de su pasado en lugar de contarme de cómo te sientes tú en el presente, humana? ¿No te parece que eso es más acuciante que buscar respuestas que no cambiarán nada?
La voz de Kirinmaru era un amable susurro, como una revelación divina que se instalaba en la mente de forma tan natural y sutil que podía confundirse con un pensamiento propio. Porque a través de la breve conversación que habíamos compartido, aquel psicólogo comprendía rápidamente el funcionamiento y los miedos de la persona frente a él. Sus sabias palabras delataban su larga trayectoria vital, haciendo que resultase extremadamente sencillo confiar en él. Resultaba irónico que una criatura que se consideraba maligna por definición como un demonio no mostrarse signo de malicia alguno.
- Es muy posible que saberlo no cambie nada para mí. Pero creo que conocer el contexto es muy importante antes de poder juzgar a las personas. Mi conciencia no estaría tranquila si dejara escapar la oportunidad de saber más sobre lo que ocurrió. – El demonio volvió sus ojos hacia mí con ferviente interés, intrigado por mis palabras. - Y… Por muy longevo que seáis, no parecéis un anciano, así que… No hable así de usted mismo.
Un denso silencio se instaló entre nosotros, haciéndome temer que había dicho algo que no debía. Sin embargo, para mi asombro, los labios de Kirinmaru se curvaron en una amplia sonrisa, dejando escapar una carcajada que resonó sonoramente en la aséptica habitación.
- Ah, humanos… - Suspiró el doctor Komaeda, tratando de acallar su risa mientras se sujetaba el estómago. – Está bien, te contaré lo que necesitas para saciar tu curiosidad si dejas de hablarme con tanto respeto, me haces sentir viejo.
- E-está bien…
Me sonrojé, sintiendo que me había dejado arrastrar por su extrema formalidad inicial hasta hablarle en el registro más respetuoso que conocía. Pero ahora, cuando él se veía cómodo frente a mí, se sentía como un antiguo amigo que siempre estaba ahí para dar consejo cuando uno lo necesitaba.
- Procedo a explicarte, pues… - Una vez cesado su ataque de risa, el demonio se echó hacia adelante en el asiento, apoyando sus codos sobre la mesa. - Mi hermana Zero siempre fue muy protectora conmigo, ya que temía que cualquiera se aprovechase de mi ingenuidad y de la posición de poder que yo ocupaba como Lord de Este. Ella siempre fue mucho más perspicaz y apta para el puesto que yo, si me preguntan. – Añadió él, melancólico. - Sin embargo, a pesar de su buen juicio, la condena de Zero era que se había convertido en un alma infeliz que no sabía cómo llenar el vacío de su corazón desde que Toga nos dejó.
Lo último que esperaba oír en aquella historia era el nombre del Lord del Oeste.
- ¿Ella también conocía al padre de Sesshomaru? – Le pregunté, incapaz de contener mi curiosidad.
- Sí. Desde nuestra más tierna juventud, ella siempre estuvo perdidamente enamorada de él. Nunca abandonó la esperanza de tener una relación más íntima con él, incluso tras su matrimonio político con la emperatriz Inukimi, puesto que no es extraño entre los Inugami el mantener más de un vínculo romántico de forma simultánea. – Me explicó sin entrar en más detalles, aunque no pude evitar que me resultase muy llamativo que una sociedad tan antigua tuviese normalizado el poliamor. Eso me ayudaba a entender por qué a Sesshomaru jamás se le había pasado por la cabeza intentar separarnos a Ayumi y a mí, puesto que para él no debía de ser un impedimento que yo también tuviera sentimientos por otra persona. Siempre y cuando también quisiera seguir estando con él, claro. - Sin embargo, mi querido amigo terminó tan prendado de una humana que no tuvo ojos para nadie más, llegando a descuidar por completo incluso a su familia previa. Esta tórrida relación, además, se convirtió en su tumba, pues murió protegiendo a esa humana y a su recién nacido retoño. – El psicólogo alzó los ojos hacia mí, sincero. – Para Zero, el hecho de que su primogénito Sesshomaru repitiera los mismos errores que su padre le resultaba abominable. Casi una mofa a su memoria.
Asentí, asumiendo toda la información, tratando de darle sentido, pero seguía sin comprender como esos sentimientos no correspondidos y el dolor de la pérdida podían desembocar en la cacería de Towa y Setsuna. En realidad, si eso era todo, tenía mucho más que sentido que hubiese asesinado a Rin en el acto, si lo que deseaba era castigar a Sesshomaru por los actos que consideraba que ensuciaban la imagen del fallecido Lord del Oeste.
- Te veo inquieta, humana. – Comentó Kirinmaru. - ¿Algo en mi historia te perturba?
- Sólo es que… No tiene sentido. Si Zero estaba molesta con Sesshomaru por relacionarse afectivamente con una humana, ¿por qué iba tras las gemelas? ¿Por qué lanzó una maldición tan cruel sobre Rin en lugar de acabar con ella de forma más rápida y efectiva? ¿Por qué no confrontó directamente a Sesshomaru tampoco? – Sabía que se habían visto en persona, y que tuvo la oportunidad de hacerlo, pero, sin embargo, Zero huyó, dejando al hijo del Lord del Oeste con su esposa en brazos, camino de una lenta y tortuosa muerte.
El doctor Komaeda se cruzó de brazos, algo cabizbajo.
- Siempre he opinado que Sesshomaru y mi compartían una personalidad parecida, pues no acostumbraban a sentarse a hablar sobre sus propios sentimientos. Eso, sumado a la mala manía de tomarse la justicia por su propia mano, fueron los factores que la motivaron a castigarle por el tabú cometido, haciendo sufrir a quienes eran más importantes para él. Además, Zero no podía tolerar la existencia más medio demonios en este mundo, por lo que no había cabida para la negociación para ella.
- ¿Por qué? – Inquirí, sintiendo cómo me hervía la sangre en las venas.
¿Quién era ella para decidir si alguien tenía derecho a existir o no? ¿Quién era ella para dar lecciones de moral a los demás?
- Podrías decir que fue por una venganza personal. – Respondió Kirinmaru, apretando los puños sobre la mesa. – Porque su sobrina fue asesinada por un medio demonio.
Aquella revelación hizo que se me cayera el pulso el suelo. Los ojos de Kirinmaru habían perdido la calma, convirtiéndose en dos oscuros pozos de color selva. No podía ser…
- ¿Se refiere a su propia hija, doctor Komaeda…?
Cumpliendo mis más oscuras sospechas, el demonio curvó los labios en una amarga expresión.
- Sí, mi pequeña Rion... Zero la adoraba, su sobrina era su ojito derecho. Y pasaban mucho tiempo juntas, todo el que yo jamás pude brindarle a mi hija debido a mis obligaciones. – Mencionó él, iluminando sus ojos por un instante con el dulce recuerdo. - Desde que Rion falleció, yo perdí el norte, sumido en una espiral de auto compasión y culpabilidad sin fin. Hoy en día se podía diagnosticar como un cuadro depresivo. – Aclaró él, haciéndome recordar su profesión actual. - Y fue por ese motivo que Zero se encargó de gobernar el Este en mi nombre desde ese momento. Por eso… no puedo llegar a odiarla por las medidas que tomó pensando en mi bien. Ella decidió invadir el territorio del Oeste para recuperar lo que antes había pertenecido a Inu no Taisho, además de erradicar a todos los medio demonios, creyendo que eso curaría mi dolor. Nadie, ni siquiera ella misma, se paró a pensar en cómo calmar el suyo propio. – Sentenció el doctor, apesadumbrado. - Por eso pienso que, en parte, fue mi falta de responsabilidad la que la condujo a la locura. Y… las hijas de Sesshomaru sólo querían salvar a su madre, tampoco puedo culparlas por enfrentarse a ella hasta su fatídico final. Ninguna de las partes tenía intención de ceder, sólo querían salvar a sus seres queridos… Es por eso que no pienso que hubiese más que víctimas en toda aquella situación. No puedo llegar odiar ni sentir rencor por unas niñas que lo habían pasado tan mal por mi incompetencia, aunque fuese de forma indirecta.
Sentí las lágrimas ascender hasta mis ojos, presa de la empatía. Incluso su actitud ante el asunto se trataba de la conclusión más racional, la realidad era que Kirinmaru había perdido a su mejor amigo, a su hija y a su propia hermana a manos de humanos y medio demonios. Su fortaleza mental debía de ser abrumadora, y más cuando su profesión ahora se basaba en sanar la mente de aquellos de mi especie, origen de las mayores desgracias de su vida.
- Siento que hayas pasado por tantas tragedias…
Kirinmaru alzó la palma de su mano para detener mi lastimera disculpa.
- Está en el pasado, señorita Hanazono, no tienes que consolarme. – Dijo en tono tranquilizador, su expresión volviendo a su característica amabilidad. - Además, fue gracias a Sesshomaru que pude comenzar a ver la luz en aquellos tiempos oscuros. Él me permitió erigir un templo en punto exacto de las tierras del Oeste donde Rion falleció, en el monte Musubi. Tras llorarlas a ella y a Zero allí, tras rezar durante siglos en paz gracias al salvoconducto que Lord del Oeste me otorgó para desplazarme libremente en sus territorios hasta el monte Musubi, pude darme cuenta de que no podía seguir así por toda la eternidad. Por Rion. Por la memoria de Zero. – El psicólogo se levantó de la silla lentamente, caminando hasta la ventana situada en el lateral de la consulta. - Puede considerar que mi vocación por comprender el funcionamiento de las emociones y la sanación espiritual comenzaron en aquel punto. Así que, si consigues que Sesshomau acceda a tratar sus heridas, estaré más que encantado de emplear todos los medios a mi alcance para ayudarle. Es lo mínimo que puedo hacer por él.
Conmovida, me sequé las lágrimas de los ojos con el dorso de la mano.
- Muchas gracias, doctor Komaeda. Hablaré con él y no pararé hasta convencerle.
Si hablar con ese demonio podía ayudarle a alcanzar el mismo punto de serenidad mental que Kirinmaru lograba mostrar después de todo lo que le había ocurrido, tenía que conseguir que Sesshomaru aceptase, fuera como fuese. Él era la prueba viviente de que había luz al final del túnel, de que la vida podía ser algo más allá del dolor. Sin olvidarse de dónde venía, pero sin dejarse consumir por el pasado.
- Bueno… - Repuso el hombre de rizos escarlata, echándole un vistazo al reloj de su muñeca. – Diría que aún tenemos unos quince minutos más. Ahora que me he abierto contigo, ¿te gustaría hablarme de ti, señorita Hanazono?
Parpadeé, completamente perpleja. Me sentía como un ratoncillo celebrando el trozo de queso entre las patas, interrumpido por el sonido del clic metálico de la jaula cerrándose tras de sí.
- ¿Me has contado todo eso para conseguir que aceptase? – Inquirí, acusadora.
- Puede ser. – Admitió él con una sonrisa juguetona, e incluso infantil.
Suspiré, clavando la mirada en el escritorio frente a mí. Como si pudiera proteger mis pensamientos más íntimos de su sabia mirada con aquel gesto.
- ¿Por qué tanto interés por ayudarme? – Le pregunté con voz queda.
- Porque te veo muy dañada por tu relación con Sesshomaru, y me gustaría saber a qué se debe. Pura curiosidad por la pareja del hijo de mi mejor amigo. – El demonio se encogió de hombros mientras se volvía hacia mí. - Puedes considerarme un chismoso, si quieres.
Me froté los ojos para obligarme a parpadear, incapaz de creerme su cambio de actitud. ¿Dónde había quedado el profesional psicólogo que había conocido hacía apenas una hora?
- Lo siento, pero ni yo misma sé lo que me pasa… - Admití, alzando la vista hacia él finalmente, exponiéndole mi completa vulnerabilidad. – No puedo dejar de preocuparme por Sesshomaru, doctor Komaeda, y no sé qué más puedo hacer…
- No me hables más de él. – Me cortó el psicólogo, regresando a sillón para tomar asiento frente a mí. – Quiero que me cuentes sobre ti. Por lo que estás pasando ahora mismo.
El psicólogo recuperó el bolígrafo y papel de la mesa, preparado para realizar sus anotaciones. Y a pesar de todas mis reservas iniciales, y del miedo a encontrar lo que se escondía bajo toda la maraña que eran mis sentimientos, me sentí tentada a confesárselo todo.
No tenía pruebas ni tampoco dudas de que eran sus iris esmeraldas los albergaban el poder sobrenatural de infundir aquella irracional calma y confianza.
Incapaz de refrenar el impulso de dejarlo todo salir, le hablé sobre mi situación laboral; sobre la trayectoria de mi relación sentimental con Ayumi y los fracasos amorosos que había acumulado; sobre el delicado equilibrio que sostenía en las interacciones con mis padres; incluso sobre mi preocupación por Towa, y finalmente…
- Sé que me has pedido que no te hable sobre Sesshomaru, pero… No puedo dejar de tener la sensación constante de no ser suficiente, de que tengo que hacer más por él, que no puedo dejar que se ahogue en sus penas…
- Hmm… - Musitó Kirinmaru, realizando unas rápidas anotaciones en su libreta. - ¿Cuál es tu objetivo con todos esos esfuerzos que inviertes en él?
Me quedé completamente en blanco con aquella pregunta. Hundí los hombros mientras me encogía en el sitio.
- No… Lo sé. – Respondí, abrazándome las piernas de forma inconsciente.
- ¿No se te ocurre nada?
Una oscura y familiar nube pasó por mi mente, pero me obligué a mí misma a no mirarla a los ojos directamente.
- Sí, pero… No quiero. – Susurré.
El demonio me observó de manera inquisitiva.
- ¿El qué no quieres?
- Decirlo.
- ¿A mí, o tampoco a ti misma? – Me preguntó con voz aterciopelada.
Entonces hundí el rostro entre mis rodillas, sintiéndome atrapada en mi cabeza, la cual luchaba por no se acallada una vez más.
- A nadie. No quiero que exista. Quiero borrarlo, pero no sé cómo…
- Kaori. – Fue la primera vez que Kirinmaru me llamaba directamente por mi nombre, haciéndome alzar la vista temblorosamente hacia él. – Los sentimientos y emociones que experimentamos siempre aparecen por algo, y al intentar deshacerte de ellos sólo te haces daño a ti misma. Porque estás desatendiendo una parte de ti que está pidiendo auxilio.
Respiré hondo, llevándome las manos al pecho. Casi podía sentir cómo me dolía físicamente, dificultándome la respiración. Aquella situación no era sostenible por mucho tiempo más. Sentía como si fuera a aplastarme en cualquier momento de debilidad.
Ya no había escapatoria, por mucho que quisiera seguir ignorándola, esa nube iba a seguir acosándome, por lo que me obligué a hacerle frente, acompañada de la reconfortante presencia del doctor Komaeda.
- Tengo mucho miedo… - Balbuceé, sintiendo las lágrimas comenzar a rodar por mis mejillas, calientes y húmedas como si se tratasen de sangre. – De que lo que siento por Sesshomaru no sea mío. Que sea la conciencia del alma de Rin a través de mí. Y a la vez, no puedo dejar de compararme con ella, de pensar que ella fue mucho más importante, que le ayudó mucho más que yo en vida… Oh. Creo que… No puedo dejar de estar celosa de ella porque me hace sentir tan pequeña e insegura…
- Perdona que te interrumpa, pero, cuando hablas de Rin… ¿Hablas de la esposa humana de Sesshomaru, hace quinientos años? – Asentí, con un nudo en la garganta. - ¿Y por qué te comparas tanto con ella?
Le observé con asombro. Aquel hombre genuinamente no lo sabía.
- Porque nos vemos exactamente iguales. Soy una de sus reencarnaciones de su alma… - Mientras lo pronunciaba en voz alta me di cuenta de que jamás había hablado sobre aquel punto con nadie. Ni siquiera con Ayumi, quien era la única persona de mi entorno que conocía la naturaleza demoníaca del profesor Taisho. Ni siquiera con Towa, quien sabía de sobra que mi alma alguna vez había pertenecido a su propia madre. De repente, sentí como si estuviese dejando escapar un gran peso de mi corazón, uno que me había estado asfixiando sin que yo fuera siquiera consciente. - Y Sesshomaru se ha estado encontrando con todas y cada una de nosotras hasta llegar al presente… A mí.
Fue en ese instante cuando el psicólogo pareció comprender finalmente la raíz de mi dolor. Dejó sus instrumentos de escrituras sobre el escritorio, ligeramente boquiabierto.
- Ese… - Gruñó el demonio, mostrando enfado por primera vez, apretando los nudillos con impotencia. – Vaya desastre. – Dijo Kirinmaru finalmente, conteniendo una maldición entre sus dientes.
El longevo demonio sujetó la caja de pañuelos sobre su mesa y me la tendió, acompañándome en silencio mientras yo me desmoronaba. Me sentía terrible a la par que liberada tras haber verbalizado la sensación que había estado guardando bajo llave en mi pecho.
Cuando las oleadas de lágrimas comenzaron a remitir, el doctor Komaeda me habló con suavidad.
- Sé que es complicado asimilarlo a nivel emocional, pero me gustaría que entiendas que tú no tienes que encargarte de seguir con los "deberes" de nadie del pasado. No es tu misión arreglarlo. No tienes ningún legado que cargar, ni unas expectativas que cumplir, Kaori. – Ante mi silencio, el hombre continuó. – Aunque esto vaya completamente en contra de mi metodología como psicólogo… Me gustaría darte un consejo, humana: toma distancia emocional de Sesshomaru.
- No puedo… - Negué, sintiendo una asfixiante opresión en mi pecho. – Y-yo… Estoy enamorada de él, no quiero alejarme, aunque siempre he sabido que podía hacerlo… Porque siento que él me ve, me escucha, acepta todos mis feos defectos, y… Me necesita. Como nunca nadie lo ha hecho. Y quizás por eso no he sido capaz… - Negué con la cabeza, contrariada. - Más bien, me he negado conscientemente a dejarle ir.
Sesshomaru me había dado infinitas oportunidades de dejarlo, casi me había convencido de que era lo mejor en algún punto. Pero a mí me había dado mucho más vértigo la posibilidad de perder a una de las pocas personas de las que me había enamorado que me había tratado bien, como si jamás fuera a volver a cruzarme con alguien así, antes que la de el dolor que podía acarrearme la relación con él debido a su bagaje emocional.
- Eso que estás sintiendo ahora mismo es ansiedad, Kaori. Dependencia. No es signo de amor, aunque pueda ir ligado a él. – Me reprendió él con amabilidad. – Por lo que me expresas, suenas como una persona que vienes de un trasfondo con escaso apoyo emocional y carencias afectivas, lo cual deduzco que debe ser el origen de tu falta de autoestima. Y es normal que te enganches a la sensación de ser "especial" o "necesaria" para alguien, ¿pero realmente no preferirías estar por alguien que te elija libremente? No por necesidad, sino porque simplemente disfrute de tenerte en su vida. – Sus certeras palabras se clavaron en mi pecho como dardos acertando en una diana, dejándome sin palabras. - … No te estoy dando una orden, y tampoco quiero decir que cortes tu relación con él. Sé que se ha convertido en alguien muy importante para ti, pero mi recomendación es que des un paso atrás, al menos, y dejes de involucrarte en los asuntos no te corresponden. Porque te está destrozando.
Ahogué un gemido, angustiada. Porque sabía que el psicólogo tenía razón, y que había acabado con el agua al cuello sin darme cuenta. Me sentía tan estúpida, cuando yo misma me había saltado las líneas de seguridad que me había trazado en un inicio. Notando mi tortura interna, el terapeuta se puso en pie y caminó hasta mí.
Kirinmaru se arrodilló frente a la silla en la que estaba yo sentada, ofreciéndome su mano con extrema gentileza. Traté de tomarla, pero no pude. Las lágrimas me impedían verle. Me impedían hacer nada que no fuera presionar mis ojos con las palmas, luchando porque dejasen de brotar.
Pero todos mis esfuerzos acababan resultando inútiles.
- ¿Sabes una cosa? – Dijo él, distrayendo mi mente con la candencia calmada de su voz. – Al contrario de lo que enseñan muchas obras de ficción, no es hermoso llorar por amor, sino una maldición. Porque en realidad… El amor se trata un preciado sentimiento que debería llenarte de dicha. – Asentí, sonándome la nariz con un pañuelo. - Jamás te convenzas a ti misma de que ese sufrimiento es una poética demostración de lo que él te importa, o que supone un sacrificio necesario para ser amada. – Mi llanto comenzó a remitir mientras le daba la razón a sus sabias palabras. - Me gustaría que tuvieses eso en mente, si lo que realmente quieres es permanecer al lado de Sesshomaru.
Después de limpiarme la cara con varios pañuelos de la caja sobre el escritorio, tragué saliva para aclararme la garganta.
- Lo peor de todo es que… - Musité, adecentándome el cabello con torpeza. – En el fondo, siempre lo he sabido, pero se me ha debido olvidar en el camino, aunque no estoy muy segura de por qué... – En ese momento, finalmente pude sostener la mano que Kirinmaru me había estado ofreciendo pacientemente por minutos. – Gracias por recordármelo.
Incluso si había sido difícil de entender al principio, gracias a la amplia experiencia profesional del doctor Komaeda y su empatía, había sido capaz de comprender a lo que se refería. A que tenía que comenzar a poner límites para protegerme a mí misma, sin pisotearme por cumplir con lo que los demás esperaban de mí. Y que seguiría siendo digna de recibir amor y cariño, incluso si "no hacía suficiente" o si cometía algún error en cualquier punto.
Había sido demasiado exigente conmigo misma toda mi vida, y aunque este rasgo hubiera afectado mayoritariamente en el terreno romántico, se trataba de un aspecto de todas mis relaciones en el que debía trabajar. Me alegraba mucho que Kirinmaru me hubiese ayudado a darme cuenta de que estaba bien no intentar actuar correctamente en todo momento. Que estaba bien negarme a cualquier cosa que pudiera herirme o hacerme sentir mal.
Que no tenía que convertirme en el reemplazo de nadie más.
Podía y estaba bien ser yo misma.
Me mordí el labio antes de chasquear la lengua, frustrada. Aquella tarde la floristería había estado excesivamente tranquila, hasta el punto de que la señora Takahashi se había marchado antes para encargarse de algunos asuntos personales, dejándome encargaba de cerrar el negocio una vez llegase la hora.
Había aprovechado para limpiar el mostrador y las estanterías, ordenado las macetas y recogido del almacén los tallos más cortos que siempre caían al suelo tras abrir cualquier pedido de flores ya maduras. Sin embargo, había tantas florecillas incrustadas en las tiras verdosas que había recogido que me pareció un desperdicio tirarlas a la basura sin más. De modo que me había llevado todos los restos salvables al mostrador del negocio, donde luchaba por confeccionar algún tipo de decoración con ellos, sin éxito.
Alcé la vista al escuchar la campanita de la entrada sonar. Por la puerta de cristal de la floristería entró la esbelta figura de Sesshomaru, al cual hacía días que no había podido ver en condiciones, a pesar de que él ya se encontraba de vacaciones de verano, y no tenía que ir a dar clases a la universidad. No pude contener mi sonrisa al verle aparecer, a pesar de que yo ya esperaba que él se dejase caer por allí.
- Buenas tardes, caballero, ¿puedo ayudarle en algo?
El demonio mostró una ligera sorpresa ante mi formal saludo. Apenas un instante después, él curvó los labios en una expresión astuta.
- Esa también es mi línea. Juraría que te he visto resoplar antes de entrar.
Dejé escapar una incómoda risa, avergonzada por haber sido observada mientras me peleaba con los tallos esparcidos sobre la mesa.
- Bueno, digamos que no me está saliendo muy bien el experimento…
El demonio observó con atención los retazos florales frente a mí, pensativo.
- ¿Qué estabas intentando hacer? – Me preguntó, curioso.
- No lo tengo muy claro, sólo quería aprovechar estas florecillas para decorar la tienda porque me daba lástima tirarlas… Pero los tallos son demasiado cortos para hacer nada con ellos. – Me lamenté en voz alta.
Sesshomaru alargó sus manos hasta la superficie de la mesa, dubitativo.
- ¿Puedo probar? – Me preguntó con cautela.
- Claro, adelante. – Le animé.
El demonio se agachó ligeramente para reducir la distancia entre sus ojos y los hilos verdosos sobre la mesa. Para mi sorpresa, el profesor Taisho manejaba los cortos tallos con maestría, trenzándolos con tal facilidad que parecía que hubiese aplicado magia sobre sus dedos. En apenas unos minutos, había logrado finalizar una hermosa corona redonda, tan perfecta que parecía burlarse de todos mis patéticos intentos fallidos.
- Wow… - Musité, asombrada. – No esperaba… Que esta fuera una de tus habilidades ocultas. – Reconocí, tomando la trenza floral entre mis manos. - ¿Dónde has aprendido?
El demonio frunció los labios, incómodo.
- Solo… Mirando.
Al instante, sentí una corazonada. No tenía ninguna prueba, pero ¿y si…?
- ¿A Rin? – Le pregunté directamente para evitar darle vuelvas de más en la cabeza.
- … Sí. – Respondió Sesshomaru, sincero. – Lo siento. No quería incomodarte al mencionarla.
Era cierto que le había notado volverse cada vez más cauteloso con la mención del nombre de su esposa. Una parte de mi lo había agradecido, pero sabía que no serviría de mucho mantener el asunto latente por más tiempo, fingiendo que no existía.
Lo había tenido todo mucho más claro desde mi conversación con Kirinmaru.
- Está bien, no me molesta que hables de ella. – Respondí, sintiendo mi pulso acelerarse a causa del nerviosismo. – Aunque sí… Me gustaría hablar contigo de algo relacionado con todo eso.
- Claro, Kaori, lo que necesites. – Accedió él inmediatamente, sus ojos dorados colmándose de preocupación.
Lancé una rápida mirada a la pantalla de mi teléfono móvil, comprobando la hora.
- Vale, pues… Si no te importa esperar a que termine de recoger y cerrar la tienda, podemos hablar ahora en cuanto salga.
Tras haber colgado la corona de flores por la cara interior de la puerta de cristal con un lazo de color rojo vivo, salí al exterior y cerré con llave el cerrojo y la reja protectora del negocio. Sesshomaru me esperaba con su rostro inexpresivo. No dijo nada, seguramente para dejar que fuera yo quien iniciase la conversación como más gustase.
- Así que… ¿a Rin le gustaban las flores? - Él asintió, reacio a darme más información o hablar en detalle sobre el tema. - ¿Te incomoda que hablemos de ella?
El demonio suspiró pesadamente, mirándome de reojo.
- Me preocupa no saber en qué estás pensando mientras me preguntas eso, Kaori.
Dejé escapar una risa sin fuerzas, contagiada por la incomodidad del ambiente.
- Si te soy sincera, yo tampoco, pero… Quizás se trata de confirmarme a mí misma que no nos parecemos. – Reflexioné en voz alta. Tras la conversación con Kirinmaru era como si se hubiera descongestionado el bloqueo emocional del que había sido presa aquellos meses. De modo que, de repente, era como si se hubiese vuelto más proactiva a la hora de hablar de mí misma. - Que somos personas distintas. Qué tontería, ¿verdad…? Si es obvio… - El demonio no contentó, dudoso. Casi podía ver el conflicto dibujado en su rostro al notar cómo fruncía el ceño. – Lo siento, déjame empezar de nuevo… No es de esto de lo que quería hablarte.
Sesshomaru asintió con gesto grave, ofreciéndome su mano con la cabeza gacha.
- ¿Quieres que vayamos a otro sitio?
De golpe y porrazo fui consciente de que seguíamos parados frente a la floristería, por lo que coincidí en que sería buena idea caminar juntos hasta otro lugar más tranquilo. Tratando de organizar mis sentimientos, entrelacé mis dedos con los del demonio, permitiéndome que me envolviese con su calidez.
Mientras caminábamos, él evitaba a toda costa mirar en mi dirección. Su respiración se volvía cada vez más pesada, aunque no parecía sentirse ansioso. Sus ojos dorados delataban un agotamiento mental inefable.
Sin embargo, temía no poder concentrarme en verbalizar lo que sentía de forma correcta si tenía que estar pendiente de por dónde caminábamos, por lo que me abstuve de comentar nada en el trayecto. Tras algunos minutos, encontramos un banco junto al río, donde decidimos estacionarnos de mutuo acuerdo sin pronunciar una sola palabra.
- Hm… Esto… - Comencé a musitar, tratando de romper el denso silencio que se había instalado entre nosotros. – Lo que quería decirte es que… Hace unos días fui a hablar con un psicólogo, y eso me ayudó a darme cuenta de muchas cosas. – Comencé a explicar con la mayor naturalidad de la que fui capaz, tanteando el terreno.
Sin embargo, a pesar de mis precauciones, sentí el tacto del demonio tensarse por un instante antes de lanzarme una cautelosa mirada.
- ¿Como por ejemplo…? – Inquirió de forma inquisitiva.
Se mostraba receloso ante aquella inesperada noticia, pero parecía estar esperando a conocer toda la historia antes de formular una opinión al respecto de mi visita. En realidad, no lograba discernir si estaba nervioso porque hubiera podido revelar su secreto o porque no le agradaba en sí la figura de un terapeuta emocional.
- De que me siento sobrepasada por todo últimamente… - Tragué saliva, nerviosa por su atenta mirada. - Y llegué a la conclusión que no debería involucrarme tanto en tu vida ni en tus asuntos. – Mi conclusión resultó tan cortante y abrupta que me sobresaltó incluso a mí misma. Pero tenía las palabras atravesadas en la garganta, incapaz de salir en el orden y la forma que yo quería. – Quiero decir…
- Está bien, Kaori. – Me interrumpió el demonio, depositando su mano sobre la mía con suavidad en un reconfortante gesto. – No tienes que embellecer lo que sientes por miedo a que me pueda sentar mal. Considero más que justo que puedas comunicármelo.
Su calmada respuesta me ayudó a templar mis nervios, al menos en parte. No sabía qué era lo que Towa había hablado con él, pero me tranquilizada que no mostrase un irracional rechazo hacia la psicología, como había temido.
Enrosqué un mechón de pelo alrededor de mi dedo índice, sopesando el peso de las palabras que había pronunciado de forma completamente improvisada, según habían ido viniendo a mi mente. No me sentía bien dejándolo así, incluso si él se había mostrado infinitamente comprensivo.
Abrí la boca para hablar una vez tuve mis ideas en orden.
- Lo que no me gustaría que malentiendas es que… - Hice una breve pausa para mirarle, monitorizando cada una de las sutiles emociones que pudieran cruzar por el rostro del demonio. - No quiero que ceses por completo de hablarme sobre tu pasado o sobre ti mismo, en general. Solo quiero limitar un poco mi nivel de implicación para evitar que pueda ser dañino para mí.
Pensé para mí misma que había parafraseado a Kirinmaru más de lo que me hubiera gustado, pero no encontraba otra forma más óptima de expresarlo. Sesshomaru seguía calmado, completamente imperturbable.
Nunca terminaba de estar segura sobre si aquello era una buena o una mala señal.
- Me parece una decisión de lo más coherente. – Coincidió él, estrechando mis dedos con los suyos. – ¿Puedo hacer algo para ayudarte en este proceso?
Aquella pregunta fue como una bandeja de plata que me invitaba a abrir el tema central que había estado ocupando mi mente las últimas semanas, desde mi conversación con Towa en la cafetería.
- En realidad… Sí que había algo que quería pedirte... O más bien, proponerte. – Respondí con firmeza, clavando mis ojos en él.
Percibiendo la seriedad en mi mirada, el demonio no hizo amago de huir de aquel inminente desafío. Un escalofrío me recorrió la nuca bajo su atento escrutinio.
- ¿De qué se trata? – Inquirió Sesshomaru en un delicado susurro.
Acuné su mano entre las mías, tentada de llevármela hasta mi pecho de modo que pudiera escuchar lo desbocados latidos de mi corazón. Lo crucial que aquello era para mí. Aunque finalmente no lo hice, puesto que estaba convencida de que él podía escuchar mis palpitaciones nítidamente, incluso sin aquel gesto.
Pero me aferré su grande y cálida palma de igual manera, sintiéndome más segura al tener algo palpable a lo que aferrarme.
- Pienso que podría ser beneficioso para ti y para nuestra relación que tú también fueses a hablar con ese psicólogo. – Sesshomaru abrió los ojos sin esconder cuán desprevenido le había pillado aquella petición, entreabriendo sus labios en lo que parecía el inicio de un contraargumento. Para evitarlo, sellé su boca con mi dedo índice y corazón, obligándole a callar unos segundos más. – Déjame un segundo que termine de explicarme, ¿sí? – El demonio asintió con la cabeza de forma casi imperceptible, mostrando una actitud apacible. – Debes pensar que nada de esto ayudará a cambiar lo que te ha ocurrido en el pasado, pero creo que tener otra perspectiva sobre todo puede facilitarte herramientas para vivir mejor con todo ello. Sin que te duele o pese tanto. Creo que te ayudaría a ti de forma personal y a mí también, en nuestra relación, por esto que te he dicho antes. Sin darme cuenta… He intentado curar tus heridas y me cargado más peso del que podía sostener. Y es posible que a ti también te suceda algo parecido.
Y bueno, - Añadí, aprovechando cada segundo de su sumiso silencio. - supongo que esto es lo que más te puede preocupar, pero me he asegurado de que el terapeuta es un demonio también, de modo que puedas hablar con libertad sin ocultar ningún secreto, y… Además, coincide que es alguien que te conoce, lo cual también te puede facilitar abrirte con él. – Me mordí la lengua, mi seguridad desvaneciéndose por segundos. - Ah, no lo he expresado del todo bien, quiero decir… Os conocéis directamente, no es como si él solo hubiera escuchado de ti, tal y como era el caso de Ayumi... Se trata de Kirinmaru. – Ante ausencia absoluta de reacción, comencé a sentir que estaba haciendo el ridículo con mi absurdamente extenso monólogo. – Esto… ¿T-te parece bien? ¿Estarías dispuesto a intentarlo, al menos?
Sesshomaru, liberado de la presión que ejercían mis dedos sobre sus labios, su gesto se suavizó una solemne expresión de determinación.
- …Iré.
Notas: No sabéis lo satisfactorio que ha sido verbalizar mi propia opinión sobre muchas cosas a través de la voz de Kirinmaru, le necesitaba como personaje para poder señalar aspecto que no tiene sentido que los demás vean con tanta claridad.
Por otro lado, ¿os ha parecido minimamente esclarecedora la historia de Kirinmaru? No creo que os haya sorprendido demasiado nada de lo que cuenta, pero siempre me gusta matizar y dar detalle de todo. Espero no haberme sobreexplicado.
Y bueno, ¿os esperábais esta afirmativa tan clara por parte de Sesshomaru? ¿Qué pensáis sobre toda la situación?
Lo siento si soy un poco más escueta que de costumbres con las notas hoy, la verdad es que me sigo intentando recuperar de mi ansiedad y mis pensamientos intrusivos, así que siento que me cuesta un poco expresarme (menos mal que toda esta parte tan densa ya estaba escrita de antemano).
Hoy os vuelvo a dejar a medias con otra conversación (me disculpo por ello), así que os voy leyendo en comentarios estos días y os vuelvo a actualizar dentro de dos semanas, cuidaos mucho!
