La muerte es algo que se lidia día a día. La vida y la muerte coexisten mutuamente en perfecta armonía; en el ciclo de la vida la muerte es parte de ese ciclo sin fin, donde la muerte contribuye con la vida y así sucesivamente. Scar no es indiferente a la muerte presenciando el fallecimiento de quienes quería, llevado a la muerte a su hermano por medio de la traición, enfrentándose a ella misma cuando su momento llegó y ahora presenció algo que no creyó vivir siquiera para verlo: la muerte de su hijo.

La desesperación de Nuka por obtener una migaja de amor por parte de su madre fue lo que hizo que su camino hacía a la muerte se precipitara.

Fue ahí que Scar se volvió a una doliente Zira, quien rezó por el alma de Nuka.

–Cuida de mi pobre Nuka –la oyó decir, aunque bien quiso decirle que ella debió cuidarlo desde el principio, más no lo hizo por respeto y porque en parte él también se sentía culpable.

De pronto, su rostro pasó del dolor a la ira en un segundo, con los dientes apretados fuertemente a punto de romper alguno de ellos, Zira se voltea a ver a Kovu con todo su odio y rencor. Ni siquiera Scar anticipo su siguiente movimiento y, para cuando lo hizo, ya era tarde.

Kovu no tuvo tiempo de reaccionar cuando su madre de un solo zarpazo le hizo una cicatriz, la misma que porta Scar en su rostro. Él se vuelve a su madre, desafiante, mientras ella estaba jadeante por la ira, el dolor y el odio. Ella nunca le había hecho daño de manera intencionada, nunca, ni siquiera en su entrenamiento.

Zira estaba fuera de sí.

–Mira lo que has hecho –siseo con los dientes apretados.

–No fue…no… no fue mi intención. No tuve la culpa. Yo –La mirada de Kovu se volvió firme –. ¡Yo no hice nada!

– ¡Más bien lo que tú provocaste, Zira! –Intervino Scar con furia, metiéndose en medio entre madre e hijo –. Nuka murió porque quería desesperadamente lo que nunca supiste dar. Por un poco de tu atención.

–Yo, a diferencia de ti, soy la que se esfuerza por recuperar nuestras tierras. Nuestro hogar. Nuestro trono –dijo observando con odio al rey que una vez siguió con tanta devoción.

–El muchacho no hizo nada.

–Exacto. Y por no hacer nada traicionando a nuestra manada –se vuelve a su hijo –. Lo hiciste. Traicionaste nuestros principios y el legado del verdadero rey que te eligió como su sucesor.

– ¡Ya no tengo nada que ver con esos principios ni con su legado! –Exclamó Kovu, mientras Scar cerraba los ojos con fuerza ante como todavía sus acciones pasadas lo perseguían.

¿Este es acaso su legado? De ser así, debe admitir que antes no le importaba ni le interesaba, hasta ahora que afecto a alguien cercano.

–No puedes evitarlo. ¡Nuka ha muerto por culpa tuya! –Declaró Zira caminando hasta él, quien daba pasos hacia atrás para mantener distancia hasta tropezar y caer de espalda como un cachorro asustado.

–No.

Pero Zira prosiguió, con su Vitani a su lado mostrando su odio y resentimiento.

– ¡Asesinaste a tu hermano! –finalizó con una crueldad aplastante para un hermano doliente que salió corriendo.

–La verdadera culpable esta ante mis ojos –siseo Scar –. Si sigues así, Zira, las consecuencias serán desastrosas –concluyó, antes de seguir al muchacho dejando a Zira goteando palabras venenosas y maldiciones a su nombre.

Furiosa, dolida y traicionada, Zira salta sobre una roca negando con la cabeza. ¿Cómo es que su lealtad haya sido despreciada de esta forma? ¡Hizo todo por él, por su causa e ideales, por la manada! ¡¿Y así como le pagaba?! ¡Perdió a su hijo!

– ¡Déjenlos ir! Esta es la última vez que Simba y Scar me hagan daño –declaró sobre la roca, mirando por debajo a sus leonas –. Echaron a perder a mi Kovu. Escúchenme, Simba está herido y débil. ¡Llegó el momento de atacar! –Sonríe desquiciadamente, sus ojos centelleantes en odio, levantando su pata a lo alto como si alzara un puño hasta golpear la roca con un ruido sordo –. Nos apoderaremos de su reino; ¡por la fuerza!

Las leonas rugieron ansiosas llenas de sed de sangre. Ahora mismo las llamas de su ira estaban hirviendo, dolidas y furiosas, encolerizadas; lista para arrasar con todo a su paso sin piedad alguna.

–No creo que sea prudente, muchacho –dijo Scar siguiendo de cerca al joven león, Kovu, quien quería llegar lo más rápido posible a la Roca del Rey para explicar las cosas. Si bien, él siente que no será bien recibido (como si fuera bien recibido en ese lugar alguna vez) tenía que ir por Nadia –. Simba no escuchara lo tengas que decir y, honestamente, yo tampoco lo haría en su lugar.

– ¡No puedo hacer eso! ¡¿Huir como un cobarde?!

Se vuelve al viejo león con desesperación, sus ojos llenos de lágrimas. Scar suspiró ante la vista tan patética frente a él, aunque no puede culparlo del todo: perdió a su hermano. Y, a diferencia de él, no lo celebró por lo alto. Kovu quiso genuinamente a su hermano pese a que su relación no era muy buena.

–Déjame ver –dijo, señalando su nueva cicatriz. Dubitativo, Kovu se acercó un poco y Scar hizo una mueca apenas la examino, es idéntica a la suya –. Al menos no perdiste la vista –concluye toscamente.

Silencio.

–No es tu culpa –prosiguió, caminando a su lado –. Nada de esto es tu culpa. Sólo estás pagando ideales y pecados que no te corresponden.

– ¿Crees que Simba nos escuche? –Preguntó en un hilo de voz pese a que Scar ya ha dicho que, probablemente, no lo hará.

El chico estaba perdido. No sabe a dónde ir, ni a quién acudir o siquiera si lo escucharan. No le dará falsas esperanzas, nunca fue lo suyo. Mucho menos cuando el terco de su sobrino se negara rotundamente a escucharlos.

–Espero que lo haga –fue su respuesta, una indulgente, una que no le dará falsas esperanzas pero que tampoco las matara. Su mirada fue al cielo, frunció el ceño –. Aunque yo debo ir por Nadia, no estoy nada emocionado por el recibimiento que nos darán.

"Esto es malo, muy malo", pensaba Nadia sin parar mientras Simba terminaba de relatar lo sucedió. Intentó interceder, encontrar un argumento válido, pero el rey estaba seguro de la traición y no estaba dispuesto a escucharla. Miró a los animales reunidos, parecía que todos estaban aquí, preocupados por su rey y ansiosos por un castigo ejemplar por ir en contra de su rey.

–Eso no puede ser –la voz susurrante de Kiara llegó a ella como un bálsamo, ella no puede creer lo que escuchaba.

–Simba –intentó Nadia nuevamente –, tiene que haber una explicación. ¿Seguro que viste bien la situación?

–Es suficiente, Nadia –dijo Nala, acariciando a su pareja con absoluta preocupación. La humana tuvo que callar ante la orden de la reina.

Los príncipes solo desviaron la mirada cuando ella busco apoyo en ellos. Lo entendió, en serio que sí, pero no quita que doliera un poco. Estaban decepcionados, se sentían traicionados.

De pronto, todos se vuelven al par de leones que se acercaban: Scar y Kovu han llegado.

Simba logró levantarse para verlos llegar, apretó sus dientes con ira, ¿cómo se atreven a volver?

Los animales murmuraban impresionados de que hayan vuelto. Kiara sonríe inevitablemente al verlo, al igual que Nadia al verlos bien. La princesa corre con una sonrisa, pero Simba se mueve rápido y gruñe en advertencia; todo esto ante los ojos de Nadia, quien no se movió de su lugar no queriendo actuar impulsivamente pese a que quiere correr a revisar a Kovu y a Scar.

Scar caminaba dignamente entre los animales que les habrían el paso, ignorando los murmullos e insultos hacía él, no pueden afectarlo; lástima que no puede decir lo mismo por el muchacho. Kovu caminaba mirando temeroso a los animales a su alrededor, quienes murmuraban y farfullaban sobre él y su nueva cicatriz.

– ¡Ha! ¿Cómo se atreven? ¡Voy a darles su merecido! –Dice Timon saltando de la cabeza de su amigo, haciendo ademanes furiosos –Toma, deténteme –instruye a Pumba dándole su cola para que lo sostenga.

–De acuerdo.

– ¡Déjame ir, déjame ir! –exclama correteando sobre la piedra sin avanzar un centímetro.

–De acuerdo –Pumba soltó su cola de inmediato.

–Creo que no estás entendiendo el mensaje –refunfuño Timon volviéndose a su amigo con su cola en su mano, señalándolo. El pobre sólo profirió un "ah".

– ¡Timon! –Riño Nadia.

–Tienen un gran descaro para venir aquí –comentó Kion con recelo.

–Quizás debamos escucharlos –se atrevió a comentar Kopa, ganándose una mirada incrédula por parte de su hermano.

Al menos uno de los príncipes estaba dispuesto a escuchar, mientras que otro se cerraba a tal posibilidad.

Nadia quiso moverse sigilosamente hasta donde estaban, pero, fue interceptada por Tama, quien la miraba con poca simpatía; nada nuevo si se lo preguntan. Apretó los puños llena de impotencia. Tuvo que quedarse a mirar desde lo alto, incapaz de bajar a menos que quiera que Tama la tire de la Roca del Rey.

– ¡¿Por qué han vuelto?! –Simba exigió saber desde lo alto de la roca, como el rey que es, con el viento moviendo furiosamente su melena rojiza.

Fue Kovu quien tomó la palabra, Scar estaba más ocupado con desafiar a su sobrino con la mirada que molestarse en responder a sus preguntas.

–Simba, te equivocas. Yo… nosotros no queríamos…

–No perteneces aquí, ninguno de los dos –añadió con firmeza.

Scar bufa para evitar soltar una carcajada amarga. Luego, centra su mirada en una consternada Nadia, pobre, está que estalla.

–Te pido que me… que nos des tu perdón.

–Habla por ti, muchacho, yo no pido perdón alguno –masculló Scar volviendo su mirada en su sobrino, desafiante y declaró: –. Esta vez, Simba, no hice nada malo y pediré un perdón como si fuera culpable. Ni siquiera el muchacho debería.

–Scar, cállate –chilló Nadia desde lo alto, temerosa de que empeore el ánimo de Simba, que muy bueno no está.

–Padre, por favor, escúchalo –abogo Kiara sumisamente, mientras que las leonas a sus espaldas (molestas) y su madre la miraban.

–Silencio –ordenó el rey.

Nadia abrió la boca indignada, ¿acaba un león a mandarle a callar la boca? Iba a replicar, a soltar una sarta de insultos no apto para menores, pero se contuvo al sentir la mirada de Scar que ahora no dejaba de verla; una advertencia silenciosa. Tuerce los labios, se muerde la lengua y cruza los brazos mirando la escena desarrollarse ante ella.

–La primera vez pediste que no te juzgara, ahora lo hare –prosigue, antes de volverse a su tío -–. Y tú, Scar, te di una oportunidad cuando no la merecías solo por mi piedad y el lazo sanguíneo que nos une; ahora eso ya no importa más.

La princesa Kiara comenzó a jadear con rapidez, casi hiperventilando, los animales alrededor de los juzgados empezaron a exigir incluso la muerte. Nadia intentó llegar a Scar y Kovu, pero los príncipes la interceptaron y ella cae de rodilla, se aferra a la melena de Kopa ocultando su cara porque sabe que no podrá soportar lo que viene a continuación por muy buena que fuese la cancioncilla.

–Exilio –sentenció Simba.

– ¡No! –Gritó Kiara sin poder contenerse.

Deshonra.
Desgracia.
En su mirada se ve la maldad.
Deshonra [Mentira],
Desgracia [Vergüenza].

Trajo problemas en cuanto llego.
Deshonra que hará [Mentira],
Desgracia [Vergüenza],
Un forastero se ira
[En su mirada se ve la maldad]
(Nos veremos hasta luego).
Deshonra
(Vete a otro lugar)
[Mentira],
Desgracia [Vergüenza],
[Márchate lejos traidor]
Trajo problemas en cuanto llego
(Nos veremos hasta luego).

Él creció con rencor,
Indefenso y sin amor,
Déjenlo ya marchar,
Más nunca lo olvides perdón no tendrá.

Pues él no es del clan,
Nunca ha sido de nuestro clan,
Él no es del clan,
No es de aquí.

Nos mintió, alguien más,
Pero no esta vez,
Pues él tiene la marca de Scar
Y sabemos que nunca será del clan
[Él no es del clan].

Deshonra,
Desgracia,
Deshonra,
Desgracia,
Deshonra.

Una cosa es escuchar la canción más dramática de la historia de las secuelas animadas y otra, muy diferente, es tener que presenciar los acontecimientos de la misma; desde como las aves los atacaran, piedrazos e incluso mordidas de las serpientes venenosas hacía ellos. Nadia no pudo soportar la vista ante ella cuando en algún momento dado fue su escena favorita, por eso ocultaba su rostro en la melena de Kopa, quien sólo apretaba los labios ante el posterior exilio de su tío-abuelo y Kovu, a quien considero un amigo pese a los pocos momentos que ha compartido con él.

Scar tuvo que retirarse a regañadientes ante los animales que los acosaban; Nadia no podía ir hasta él. Pero eso no le preocupa porque sabe cómo es ella y por más que la intenten controlar, nunca lo logran. Ella lo buscara, confía en eso.

En una roca cercana Rafiki ve a lo lejos como ambos leones fueron exiliados. Cubre su cama con una mano en un gesto lastimero.

– ¡Eres un terco de lo peor! –Grita Nadia sin contenerse más alejándose de Kopa sobresaltándolo, su pelaje erizado como el de un gato. Señaló con el dedo furioso a Simba –. Se supone que un rey, uno sabio, escucha pese a los sentimientos encontrados. Al menos, hubieses emitido un juicio justo.

–Será mejor que te sientes y te calmes, Nadia –advirtió Simba con voz inflexible.

– ¡Él me ama, es por mí! –exclamó Kiara antes de que Nadia echara su veneno, de nuevo.

–De ahora en adelante no saldrás sin una escolta, al igual que Nadia –le hizo saber Simba con firmeza, Nadia grito indignada a sus espaldas. Kiara protesto hasta que Simba se vuelve a su hija –. Te uso para llegar a mí.

–No –niega –. Él me ama, es por mí.

Nadia casi parecía escupir espuma por la boca cada vez que Kiara repite eso. Sí, está enamorada y esto es como Romeo y Julieta versión animal, pero ahora mismo quiere golpear la cabeza del rey.

–Porque eres mi hija –la brisa movió la melena de Simba –. No te alejaras de la Roca del Rey, permanecerás donde yo pueda cuidarte, lejos de él.

–Tú no lo conoces.

– ¡Y Scar no planeó esto! Simba, tuvo muchas oportunidades, ¿crees de verdad que a estas alturas lo haría? –agregó Nadia con la brisa moviendo su cabello.

–Sé que él sigue las huellas de Scar y que Scar bien pudo habernos estado engañado todo el tiempo –se vuelve a ver las praderas desde la roca, negándose a escucharlas –. Y yo debo seguir las huellas de mi padre.

– ¡Tú jamás podrás ser Mufasa! –Declara Kiara provocando una conmoción, Kion jadeo indignado, luego ella se fue corriendo hacia la cueva.

Simba se vuelve a su hija, dolido, miró a Nadia y esta solo negó con decepción antes de seguir a la princesa; no sin antes decir:

–Él no estaría contento de verte así; un rey terco que se niega a escuchar.

Nadia entró a la cueva donde vio a Kiara llorar entre jadeos. Frunció el ceño y, acto seguido, jalo de la cola de la princesa con suavidad.

–A ver, Kiara, tenemos que salir de aquí. Guarda esas lágrimas para tu reencuentro con él elegido del mal –dice con cierta ironía, buscaba distraerla de su tristeza.

Ella limpió sus lágrimas con su pata cambiando su mirada llorosa por una segura, no hay tiempo que perder, pronto entraran a vigilarla. Kiara se vuelve a la pequeña luz que se filtra entre las rocas, una salida.

–Ayúdame con esto –Ordenó Kiara empujando las piedras sueltas junto con la humana. Una vez hecho el trabajo se vuelve a su amiga –. ¿Crees caber?

–Arruinare el vestido, pero sí, sí creo caber.

–Bien.