Disclaimer: Los personajes de Naruto son propiedad de Kishimoto. La historia es de College n Curls.
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Ser prófugo
Podía oler las secuelas de la escaramuza incluso antes de que hubieran atravesado la arboleda del claro. Podía ver las ramas rotas y la pradera barrida por el viento. Para cualquiera que no estuviera familiarizado con el clan Hyūga, parecería como si un tornado hubiera tocado brevemente el claro. Pero él lo sabía. Conocía muy bien el chakra de un Hyūga, ya que había corrido por sus venas durante meses. Privado de su naturaleza calmante, tuvo que recurrir a las píldoras que Tsunade había creado para mantener a raya el dolor que sentía en los ojos. El malestar era constante ahora que Hinata no estaba allí para aliviarlo. Frunciendo el ceño tras la máscara, siguió observando la zona. Esto era obra de un Hyūga. Pero no podía ser Hinata. Nunca la dejarían salir del Complejo, sobre todo después de lo que él había hecho.
El plan de los Hyūga había sido casar a Hinata lo antes posible con el mejor postor. Dado que había habido un contrato entre los Hyūga y los Uchiha, solo tenía sentido llevarlo a cabo mientras fuera ventajoso. Por desgracia para él, tanto si llevaba el matrimonio hasta el final como si anulaba el contrato, él saldría "perdiendo". O permanecía bajo el dominio del clan Hyūga con una esposa que sacrificaba su libertad por él o perdía casi la mitad de sus tierras y bienes monetarios. Un pequeño precio a pagar por la libertad de ambos. Aunque supuso que aún tendrían una hija de la Rama Principal para casar con un rico jefe de algún clan o un Daimyō. ¿Aceptaría el sello? ¿Y si nunca se casaba? ¿Estaría bajo el sello en el momento en que Hanabi tuviera un heredero?
—Oi.
Sasuke no se inmutó mientras Sai colgaba boca abajo ante él. Era solo una de las muchas maniobras que su compañero intentaba para sacarle de quicio. Nunca funcionaba.
—Hay sangre más adelante, pero no parece que haya muerto nadie —Sai informó—. Hay un camino que podemos seguir hacia el norte que no está tan maltratado.
—Esa no es nuestra misión —Sasuke respondió impasible.
Debían seguir a la banda de traficantes de personas de Kumo. Esto parecía una escaramuza entre un Hyūga que escapó y un grupo que aún quisiera sus ojos. Casi podía ver la sonrisa de Sai tras su máscara. Si no fuera porque Sai le informaría a Kakashi, se hubiera marchado. Al diablo con la misión. No le gustaba que se burlaran de él.
—Vámonos.
—Sabes, si nos cruzáramos con Ino en el bosque, te dejaría a ti y a la misión para rescatarla.
Sasuke lo ignoró, impulsando chakra en sus pies para saltar por el pequeño claro hacia el oeste. A Hinata nunca se le permitiría salir del Complejo e incluso si lo hiciera, ¿cómo era su problema? Miró un momento hacia atrás, hacia el claro y sus ojos buscaron algo. Una señal. Al no encontrar nada, se maldijo por dejar que Sai se metiera en su mente. Kumo estaba a menos de una hora de aquí. Ese era el objetivo. No volvería a dejarse llevar por el mal camino. Detrás de él oyó a Sai subir la cremallera de su mochila y seguirlo. Cuando acamparan, usaría una invocación para alertar a Kakashi de lo que habían encontrado. Un Hyūga solo en el mundo y siendo rastreado no auguraba nada bueno.
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Todo había cambiado y, al mismo tiempo, seguía igual.
Ahora tenían veinte años en lugar de doce. Eran mayores, esperaba que fueran más sabios y todavía perseguían a su compañero de equipo descarriado.
—¿Dónde está, Kakashi? —preguntó Naruto, golpeando el escritorio del Hokage—. Han pasado meses desde el incidente y no se nos ha permitido verlo. Tengo ganas de...
Sakura le puso una mano en el hombro para frenar su frustración y contenerlo. Ella también estaba preocupada por Sasuke, pero era Naruto quien había sacrificado tanto por él. Fue gracias a su sangre, sudor y lágrimas que el último Uchiha aún caminaba por esta tierra. Si es que él aún estuviera vivo, los Hyūga no eran un clan con el que se pudiera jugar. Al ver que Kakashi permanecía impasible ante la ira de Naruto decidió tomar un enfoque diferente.
—Kakashi-sensei, ¿cómo está Hinata-san? —preguntó.
Al escuchar el nombre de Hinata, toda la tensión del cuerpo de Naruto se derritió. Se dejó caer en una silla y se sujetó la cabeza con las manos. Hacía semanas que nadie veía a Hinata. Sakura sabía que Naruto se culpaba a sí mismo. Por su pasividad, había hecho que los Hyūga se inquietara lo suficiente como para buscar otras vías para casar a Hinata. Sakura resopló al ver como Kakashi se levantaba de su escritorio y les daba la espalda.
—Hinata está en una misión.
Sakura dejó escapar un suspiro de alivio, pero Naruto no se movió.
—¿Sabes cuándo regresará?
—Tiene que volver dentro de dos semanas. Puedes hablar con ella entonces.
Dos semanas. No podía ser una misión difícil si ella regresaba tan pronto, pero debía estar lejos. Sakura no podía culparla por aceptar una misión que la mantendría tan lejos de casa. A veces poner distancia de un problema, era la mejor medicina. Con una mirada de reojo a Naruto, decidió seguir su propio consejo.
—Gracias Kakashi-sensei —dijo y levantó a Naruto de su silla—. Si necesitas algo ya sabes cómo encontrarnos.
Kakashi asintió mientras se marchaban con sorprendentemente poca resistencia por parte de Naruto. Una vez fuera del despacho, ella pasó de tirar de su brazo a tomar su mano. Sus dedos se entrelazaron y ella le dio un fuerte apretón en la mano.
—Naruto, sabes que no puede decirnos nada, ¿verdad? —susurró mientras caminaban por el pasillo vacío.
—Lo sé.
—Y sabes que es para protegerlo ¿cierto?
—L… Lo sé.
—Entonces confiemos en que Kakashi y Sasuke saben lo que hacen.
Cuando él no respondió, Sakura los detuvo. Buscó en sus ojos algún atisbo de esperanza, pero solo encontró culpabilidad. Le dolía más de lo que hubiera imaginado verlo así. Maldijo a Sasuke por desaparecer. A los Hyūga por poner a Hinata en una situación en la que tuviera que subyugarse a sí misma. Más que nada maldijo a sus propios deseos egoístas que los pusieron en esta situación. Nunca debieron pedirle a Hinata que los ayudara a revivir a Sasuke. Aquel día, se habían sentido desesperados al verlo languidecer en un estado comatoso. Si hubiera permanecido así solo unos meses más, hubieran estado bien. Su impaciencia hizo añicos la forma en que se suponía que debían transcurrir sus vidas. Hinata y Naruto ya se hubieran casado. El contrato entre los Hyūga y los Uchiha habría permanecido en un polvoriento cofre, olvidado en algún lugar. Y ella... ¿Qué estaría haciendo? Todavía suspirando por un hombre que no la quería...
—Las cosas se arreglarán, Naruto. No hay nada que podamos hacer para no estropear más las cosas.
—¡Lo sé! —espetó, apretando con fuerza su mano—. ¡Solo desearía poder hacer algo, cualquier cosa! ¡Eran realmente felices, Sakura!
Sakura se mordió el labio y apartó la mirada. Él decía la verdad. Sasuke y Hinata eran personas increíblemente reservadas, pero cualquiera podía ver la paz que se brindaban el uno al otro. Si las cosas hubieran funcionado como debían, ¿serían felices? ¿Hinata permaneciendo a la sombra de Naruto como una buena esposa y Sasuke revolcándose con sus demonios en un camino hacia una posible redención?
«—No —pensó—. En todo caso era mejor que las cosas sucedieran así... De esta manera.»
Una idea surgió en su mente. Hinata estaba en una misión. Era una suposición, pero lo más probable era que Sasuke tampoco estuviera aquí. Uno de los muchos sapos que Naruto había desplegado le habría informado de que el Uchiha estaba en la aldea.
«—Sasuke no está aquí. Sasuke no está aquí. Kakashi debe haberlo enviado lejos para que esté fuera del alcance del consejo y lejos de los Hyūga.»
Si se lo decía a Naruto rompería el precario plan de Kakashi porque seguramente perseguiría a Sasuke. Creería que podría ser una especie de mediador entre los Hyūga y Sasuke para aliviar las tensiones. O quizás intentaría hacer cambiar de opinión al consejo. Por mucho que la aldea creyera en él, no era el Hokage. Kakashi lo era y lo que había decidido hacer en esta situación era probablemente su única opción viable. Mantener las distancias era lo mejor que podían hacer.
«—Tal vez... Esto terminé en felicidad. Sea cual sea la forma que pueda tomar.»
—Vamos a permanecer fuera del camino por ahora. Nuestra interferencia en sus vidas ayudó a que llegaran a este punto. Si Sasuke y Hinata están destinados a estar juntos, lo estarán. Si están destinados a estar separados, así será —dijo finalmente y Naruto le soltó la mano.
Se apartó de ella, con la espalda rígida y su mente se llenó de pensamientos confusos.
—Naruto...
—Necesito estar solo.
—¡Naruto!
Pero ya era demasiado tarde, su compañero había desaparecido. Una parte de ella estaba orgullosa de su control de chakra. Otra parte, se quedó vacía. ¿Había dicho algo malo?
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Hinata se mordió el interior de la mejilla en un esfuerzo por motivarse para seguir adelante. Las heridas de su pelea eran mínimas, pero su chakra era escaso y no tenía ni idea de cuánta gente podía estar tras ella. Había perdido a los hombres, aunque la habían seguido durante kilómetros. Ahora dependía de ella poner aún más distancia entre ellos. Un pie delante del otro. Eso era todo lo que tenía que hacer. Un pie...
Un gran trueno resonó sobre ella y perturbó sus pensamientos. Al perder la concentración, su cuerpo se congeló y miró al cielo. Era difícil ver, ya que los árboles del bosque eran densos, pero todo a su alrededor se oscureció. Otro trueno y la lluvia empezó a caer sobre ella. Tenía que encontrar refugio rápidamente. Si los hombres que la perseguían no la encontraban, la enfermedad lo haría.
Haciendo acopio del poco chakra que tenía, activó su Byakugan. A solo cincuenta metros al noroeste había una cueva. Parecía desocupada y la abertura estaba oculta por la maleza. Era el lugar perfecto para esperar a que pasara la tormenta. La perspectiva de un respiro reavivó su cuerpo y la hizo avanzar. Un pie delante del otro.
Sin pensárselo dos veces, llegó a la cueva. Era húmeda y oscura, pero sería mejor que las torrenciales lluvias del exterior. Una vez dentro, se desplomó contra la fría pared de la cueva, incapaz de dar un paso más. Las misiones en solitario eran sin duda diferente de lo que había experimentado antes. Su cuerpo siguió cayendo por la pared hasta sentarse en el suelo.
«—Antes... Estaban Kiba, Shino y Kurenai —pensó—. No quería ser una carga, así que aguantaba cualquier incomodidad.»
Pero ahora, sola en la oscura cueva con nada más que sus pensamientos, empezó a autocompadecerse. ¿Por qué la perseguían esos hombres? Tenía que ser por sus ojos. El Byakugan era demasiado distintivo como para ocultarlo. Debían de haber aprovechado la oportunidad para raptarla cuando se dieron cuenta de que ya no estaba con Chōji. Al menos los había perdido y la lluvia cubriría sus huellas. Todo lo que tenía que hacer era esperar hasta que pasara la tormenta. Entonces continuaría hacia el norte. Y luego... ¿Luego qué?
¿Volver a Konoha? ¿Con su familia?
Al pensar en su familia, el cabello oscuro y ojos negros brillaron ante ella. No. No podía dejar que su mente fuese por ese camino. Si lo hacía, nunca saldría de esta cueva, tan consumida por el arrepentimiento y una vida que dejó. Ella era más fuerte que esto. Podía hacerlo. Respiró hondo y dejó escapar unas lágrimas de rabia antes de secárselas rápidamente. Por ahora, tenía que concentrarse en descansar y regenerar su chakra para el resto de su viaje. Completaría la misión pasara lo que pasara.
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Eran un grupo demasiado confiado. El tiempo evadiendo la justicia tendía a hacerle eso a la gente. Al otro lado del camino pudo ver a Sai colocándose en posición, en lo alto de los árboles. Su trabajo consistía en obtener información. Una tarea fácil. Eso dejaba a Sasuke escuchando sus banales y groseras bromas alrededor del fuego. Con las bebidas fluyendo libremente y toneladas de carne disponibles, los hombres no se dieron cuenta de que él estaba a solo unos metros de distancia, aunque envuelto en la oscuridad.
—Pásame el barril, imbécil.
—¡No puedes seguir acaparándolo!
Sasuke puso los ojos en blanco. Eran tan ruidosos. Escandalosos y arrogantes, tan seguros de sí mismos que eran los únicos en el bosque. Aun así, no había observado que estuvieran en posesión de ninguna mujer, como había sugerido Kakashi. No parecían tan fuertes. No eran más que un grupo de shinobi fracasados que procedían de quién sabe qué aldea. No había nada intrínsecamente nefasto en sus actividades actuales... Simplemente, era extraño. ¿Por qué habían venido hasta aquí? No había ningún tipo de civilización a kilómetros a la redonda.
Aunque los hombres habían formado su propio campamento con tiendas destartaladas y una especie de "líder". El líder era un hombre corpulento, de cabello castaño largo y despeinado y piel bronceada llena de cicatrices. Ninguna de las cuales parecía ser significativa, pero Sasuke suponía que semejante exhibición impresionaba a los hombres que lo rodeaban. Este líder estaba sentado casi aburrido en un trono de madera improvisado, con la cabeza en una mano y una copa en la otra. Sinceramente, Sasuke no podía culparlo, él también estaba aburridísimo.
—¡Senku! ¡Genji! —gritó alguien—. ¡Han vuelto!
La atención de Sasuke se avivó cuando la energía de la multitud se disparó con los recién llegados. Los hombres eran, una vez más, poco impresionantes, parecían bandidos comunes. Los hombres recibieron a los recién llegados con grandes jarras de cerveza y palmadas en la espalda. Los hicieron pasar entre la multitud hasta que llegaron ante su "líder", que apenas enarcó una ceja.
—¿Y bien? —preguntó y los llamados Senku y Genji parecieron encogerse bajo su mirada—. Tienen las manos vacías.
—Las hubiéramos traído con nosotros, pero nos distrajimos.
—¿Distraídos?
—Es que ella tenía esos ojos...
—¿Ojos? —gruñó el líder—. ¡¿Dejaron que el trato fracasara por unos ojos?!
—Señor, usted no entiende... —empezó el hombre, pero el líder ya se había puesto en pie y le había puesto una mano en el cuello.
—¡No se preocupe señor, el trato no se ha estropeado, se lo juro!
—Seguro que sí.
El líder apretó el puño y el hombre al que sujetaba gritó en silencio. Cuando parecía que estaba a punto de perder el conocimiento, el líder lo dejó caer al suelo. Nadie acudió a ayudarle. Simplemente, se quedó allí jadeando y escupiendo. El líder se volvió entonces hacia el hombre ileso, con la misma mirada aburrida.
—La carga debe llegar al norte antes de la fecha límite. Si no, tú y tu familia serán míos.
«—Ah, así que eso es lo que están esperando —pensó Sasuke.»
Una lechuza sonó en lo alto, haciéndole saber al Uchiha que tendría que adentrarse más en las sombras para reunirse con Sai. Su misión estaba un poco más cerca de completarse.
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A la mañana siguiente, a Hinata le costó estirarse del ovillo en el que se había hecho. Hacía tanto frío en la cueva que podía ver su aliento. Aquella revelación la hizo sonreír. Si hacía tanto frío, significaba que no estaba demasiado lejos de su destino final.
Se estiró y gimió desde su lugar en el suelo, apenas podía sentir sus dedos, pero estaba lista para afrontar el día. Un poco de luz diurna iluminó la cueva lo suficiente como para que rebuscara en su mochila una barrita de proteínas. Dura e insípida. Hizo una mueca mientras masticaba. Si volvía a Konoha, buscaría comida comestible.
«—¿Si vuelvo? —pensó Hinata, asombrada de que un "tal vez" pudiera ser una idea.»
Pero la pregunta seguía en pie. ¿A qué iba a volver? Tenía que ser inteligente si quería que su vida siguiera siendo suya. Se sacudió el pensamiento y salió de la cueva para observar los alrededores, sin su Byakugan. Todo estaba en silencio. Una gruesa capa de escarcha lo cubría todo, cortesía de la tormenta y de las bajas temperaturas. En lo alto, un búho ululo, probablemente volviendo de su cacería nocturna.
—Buenos días —susurró Hinata, aunque se sintió tonta por hacerlo. Aquel búho era la única compañía "amistosa" que había tenido en horas.
Sonriendo, se ajustó la mochila y siguió adelante. Su misión estaba casi completa.
Continuará en... Ser cercanos
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Notas: ¡Ahhhhh! Doble actualización solo que sí.
Guest Vchristell: Pos, por qué crees tu? Porque la ama.
Guest Gab: Jejeje, me alegra que te este gustando el fic.
Naoko Ichigo
