Descargo de responsabilidad: ni los personajes ni el argumento original me pertenecen. Esta historia está ligeramente basada en el webtoon Positively Yours, así que si hay algo que os resulte familiar, ahí tenéis la razón.
Advertencia: no sé cuándo volveré a actualizar, sólo sé que llevaba meses intentando escribir, y es la primera vez que me siento bien y satisfecha con algo que hago.
◉○ Punto y aparte ○◉
«Akane Tendo tiene el corazón roto: el hombre que ama va a casarse con su hermana. No obstante, no es nada que una noche de fiesta y tal vez un apuesto desconocido no puedan solucionar. Pero lo que en un principio iba a ser una aventura de una noche tiene consecuencias, y el destino parece empeñado en unirla a Ranma para siempre»
X
And the stars look very different today
«Es la primera vez»
Las palabras resonaron en su mente cuando abrió los ojos a causa del sobresalto que le había provocado la alarma. A caballo entre Morfeo y un repentino estado de alerta, Ranma se preguntó, mientras buscaba con la mirada el origen de aquel ruido ensordecedor, si de verdad Akane las había pronunciado, o si todo había sido fruto de su imaginación.
Aunque la información que revelaba tenía sentido: su repentino nerviosismo, la forma en la que se había tensado la primera vez que entró en ella e incluso lo que había tardado en alcanzar el orgasmo, después…
Claro está, tampoco tenía muy claro cómo una chica sin experiencia era capaz de manejarse tan bien con el sistema de reserva de habitaciones de un motel, pero suponía que era tan sólo otra de las peculiares dicotomías que formaban parte de Akane y que la hacían tan interesante.
Akane.
—Mierda —Ranma se incorporó de golpe, recordando dónde estaba.
La alarma que lo había despertado no provenía de un reloj convencional, sino del mismo sistema que a Akane le resultaba tan familiar. Reconocía a la perfección qué significaba: o se largaba inmediatamente para que el equipo de limpieza hiciera lo suyo, o pagaba el recargo por alargar su reserva.
Puesto que todo su interés en esa habitación se había marchado hacía ya un rato y un rápido escaneo le había revelado que no le había dejado ni una mísera nota como despedida (¿y acaso esa peculiar sensación de abandono no era devastadora e inquietante al mismo tiempo?), apenas dudó en vestirse y regresar a su apartamento, andando. Estaba cerca, al fin y al cabo, y el acerado frío de la madrugada seguro que lo ayudaba a despejarse un poco…
Al menos lo suficiente para llegar a casa, dejar la ropa sucia en una esquina de su habitación y quedarse en calzoncillos antes de meterse en la cama. Como pudo, conectó el móvil al cargador y comprobó que no tenía mensajes o llamadas importantes que tuviera que contestar de forma inmediata (tan sólo un par de Ryoga, haciéndole un reportaje exhaustivo de lo que había ocurrido en su ausencia) y, finalmente, sucumbió a los estragos de una noche llena de ejercicio físico y más bien poco descanso reparador.
Su último pensamiento mientras se arrebujaba en las mantas fue que todavía podía olerla sobre su piel.
Cinco minutos más tarde, o eso le pareció, otro estruendoso ruido lo despertó por segunda vez en un mismo día. Ranma se cubrió los oídos con la almohada, pero era imposible ignorar el tono que le había asignado a sus contactos más importantes y que eran la excepción en el modo No Molestar que se ponía automáticamente cada fin de semana en su teléfono.
—¿Qué pasa? —graznó contra el aparato sin mirar antes la pantalla.
La voz que escuchó al otro lado de la línea lo hizo sentir sólo un poquito despreciable:
—¿Ranma? —dijo su hermana, con esa voz tan dulce que nunca había abandonado por completo su acento de Kansai—. ¿Qué te pasa en la voz? ¿Estás enfermo?
Ranma contuvo un improperio. Detestaba mentir y se le daba fatal, pero ¿acaso podía decirle a Ukyo que la aspereza de su voz se debía a una noche sin dormir y el mejor sexo que había tenido en toda su vida?
(…¿que anoche había sido la primera vez que se sentía tan atraído por alguien, a quien echaba de menos apenas unas horas después?…)
—Algo así —se obligó a responder—. Dime, ¿ha ocurrido algo? ¿A qué debo el honor de esta llamada?
Como buena adolescente que era, Ukyo detestaba las llamadas y prefería los mensajes. Su hermana incluso recurría a los correos electrónicos cuando quería decirle algo, ya que Ranma se negaba a instalarse Line, la aplicación de mensajería instantánea por excelencia.
—Tía Nodoka quería saber si te apetecía venir a comer —aun sin verla, Ranma supo que se había encogido de hombros, incómoda—. Necesita saberlo pronto para calcular cuánta comida preparar…
—Oh —su cerebro, que en su humilde opinión no había descansado lo suficiente, apenas fue capaz de procesar que no se trataba de una emergencia, después de todo—. ¿Cuál es el menú de hoy? —se interesó, frotándose los ojos en un amago de recuperar algo de su capacidad cognitiva.
—Katsudon —dijo Ukyo. La sonrisa se adivinaba en su voz.
Ranma sabía por qué sonreía: aquel también era su plato favorito. Se le hizo la boca agua sólo de pensarlo…
No obstante, años de constancia evitaron que abriera la boca y se metiera en un compromiso del que prefería escaquearse todos los fines de semana.
—La verdad es que tengo mucho trabajo atrasado —aquello no era mentira, en el sentido más estricto de la palabra. Era cierto que en los últimos días había aplazado un montón de tareas que no tenían prioridad alguna durante al menos varias semanas más—. Lo más seguro es que me pase el día en la oficina. Pero dile a mamá que agradezco mucho que haya pensado en mí, ¿vale?
Ukyo guardó silencio durante un segundo, dos, y finalmente suspiró. Aunque la decepción era evidente en la exhalación, Ranma no se sentía lo suficientemente culpable como para retractarse.
La voz grave que escuchó de fondo, familiar y extraña al mismo tiempo, sólo le confirmó que había tomado la decisión correcta.
—Vale —dijo Ukyo, al fin—. Pero la semana que viene sí tienes que venir, lo sabes, ¿no?
—Sí, sí.
—Y cuídate ese resfriado, por favor.
—Sí, sí.
—¡Ranma!
Con una carcajada ronca, Ranma se despidió y terminó la llamada.
No fue hasta que se había terminado la primera taza de café que reparó en cierto detalle de la conversación:
—¿Desde cuándo no me llama "hermanito"?
(..recordaba, todavía, la primera vez que Ukyo había pronunciado la palabra con timidez y miedo. La voz le había temblado casi tanto como su diminuto cuerpo. Era lo único que había dicho en voz alta desde el incendio que había propiciado su mudanza con los Saotome. El humo había destrozado su garganta y vías respiratorias; el fuego, la vida de su padre biológico, justo ante sus ojos…)
La segunda taza de café lo llevo a otra revelación: literalmente no tenía razones para no convertir en verdad el pequeño farol que se había echado con Ukyo. Era lamentable, en realidad, que a su edad no tuviera nada mejor que hacer un sábado por la tarde, pero era lo que había.
Una ducha más tarde, se dirigió en su moto a la oficina. Los días de descanso no había nadie en recepción y la puerta principal permanecía cerrada, por lo que se vio obligado a entrar por la puerta auxiliar que utilizaban los de limpieza y mantenimiento.
—Al menos no soy el veinteañero más patético del país —se alegró cuando entró a la oficina y, para su sorpresa, había otra persona sentada en su escritorio. No obstante, la misteriosa satisfacción que sólo podía provocarle la desgracia ajena duró poco—: No me digas que los de la agencia de viajes han vuelto a pedir una modificación.
La maldita agencia de viajes era su cliente más seguro, pero también el más exigente. Demasiado exigente, en su opinión, para la miseria que pagaban.
Ryoga lo tranquilizó con un gesto de cabeza y continuó tecleando como un maníaco. A juzgar por el brillo en su mirada, Ranma dudaba seriamente que fuera a hacerle caso en un futuro inmediato, por lo que se encogió de hombros y se dirigió a su propio equipo para empezar a tachar tareas de su lista interminable de cosas por hacer.
El rugido de sus tripas interrumpió su racha de objetivos cumplidos un rato después. Mantener la misma posición durante tanto tiempo le había dejado el cuerpo agarrotado, y no pudo evitar notar que, con el sol de la tarde, a pesar de estar en marzo, la oficina se había caldeado más de la cuenta y la sudadera negra que se había puesto antes de salir de casa empezaba a sobrar.
Estimándose como un gato, fue hasta la kichenette. En un armario había escondido su alijo de ramen instantáneo importado desde la mismísima Corea (lo había probado hacía años en una competición, y nunca jamás había encontrado ningún otro que estuviera a la altura) y estaba seguro de que todavía quedaban un par de refrescos en la nevera.
—Ah, has leído mis pensamientos —Ryoga se acercó estirando los brazos por encima de su cabeza. A Ranma le pareció oír incluso algún crujido—. No hay nada mejor para la resaca, en mi opinión.
Ranma puso los ojos en blanco, pero depositó otro paquete de ramen al lado del que había preparado sobre la encimera y añadió más agua a la tetera eléctrica.
—Pero ¿cuánto bebisteis anoche al final?
—Lo suficiente para que Shampoo le pidiera un taxi a Mousse.
—¿No una ambulancia?
—Ayer tenía turno con su encargada. Le parecería feo dejar inconsciente a un cliente delante de ella, supongo.
Ranma sonrió, pero su mente había divagado hacia otra persona que no era Mousse.
«Supongo», también había dicho Akane la noche anterior.
Mientras esperaba a que transcurrieran los tres minutos de rigor, Ranma se preguntó qué estaría haciendo ella en aquellos momentos. Seguro que trabajar, no. La vida de Akane tenía pinta de ser más interesante que la suya, y era casi imposible que una mujer de su edad, en Tokio, no tuviera nada que hacer durante el fin de semana. A diferencia de él, seguro que tenía amigos con los que salir y hacer cosas interesantes, o algún pretendiente con el que tener una cita…
Frunció el ceño. No la conocía mucho, y su relación se limitaba a las cuatro paredes de una habitación de un motel que en ese momento ni recordaba dónde estaba, pero por alguna razón que no quería explorar a fondo en ese momento (o tal vez nunca, sería mejor), la idea de que Akane tuviera pretendientes no le gustaba demasiado.
Se arremangó la sudadera. Tal vez ese calor ácido que se extendía por su pecho no tenía nada que ver con Akane y sus potenciales pretendientes, y sí con el inusitado calor que hacía aquella tarde.
—… y Pantimedias terminó vomitando sobre los zapatos de un drag queen, por eso tendremos que huir del país esta misma semana. Sus amigos (¿o se dice amigas?) nos han echado una maldición.
Ranma parpadeó y miró a Ryoga.
—¿Qué?
Su amigo le devolvía la mirada con los ojos entrecerrados y una sonrisa que lo sacaba de quicio desde prácticamente el inicio de los tiempos.
—Sabía que no me estabas escuchando. ¿Tan bien te fue con aquella chica que todavía sigues con ella aunque ahora estés aquí?
—¿Qué chica? —masculló.
—«¿Qué chica?», pregunta, cómo si no se estuviera poniendo como un tomate —se regodeó Ryoga, cogiendo su ramen.
—Hace calor —se excusó, imitándolo—. ¿Qué me dices de ti? Cuando me fui bailabas muy acaramelado con una morena…
La transformación del rostro de Ryoga en ese instante fue algo digno de los libros de historia. Su sonrisa perdió ese acero que la caracterizaba, sus ojos se iluminaron con un brillo especial y lo mas impresionante de todo: Ryoga Hibiki, soltero de profesión y pendón vocacional, se sonrojó.
Como una colegiala.
—Se llama Akari —pronunció con un tono tan dulce que le dolieron los dientes—. Y te aviso desde ya que nos vamos a casar.
Ranma se atragantó con un fideo. ¿Qué?
Entre toses, vocalizó como pudo la pregunta que resonaba en su cabeza.
—P-ero ¡¿no la conociste anoche?!
—¿Y qué? Supe que era la mujer de mi vida en cuanto hablamos un poco —se defendió Ryoga, con el tono de voz de quien está señalando una obviedad tan obvia que no puedes evitar sentirte un poco idiota—. Mira, es guapísima.
Ryoga le pasó el móvil y Ranma tardó unos segundos en darse cuenta de qué le estaba enseñando: la miniatura de la foto de perfil de una tal Akari Unryu. Lo único que fue capaz de discernir fue que se trataba de una mujer joven de (tal vez) belleza clásica. A decir verdad, era difícil distinguir algo más que su género en una foto tan diminuta.
—Pero si ni siquiera ha aceptado tu solicitud de amistad —no pudo resistirse a señalar con malicia.
Ryoga le enseñó el dedo corazón mientras sorbía una cantidad de fideos francamente preocupante.
—Lo que pasa es que tienes envidia —refunfuñó.
Ranma dejó escapar una rica carcajada. No obstante, ese extraño calor sofocante impidió que disfrutara de verdad del infortunio de su amigo, y decidió correr el riesgo de quitarse la sudadera. No recordaba exactamente qué se había puesto debajo, pero, suponía, a Ryoga no podría importarle menos si llevaba una camiseta ridícula o no.
Suspiró con alivio al darse cuenta de que, aun medio dormido, había escogido una camiseta negra sin mangas de lo más decente. A Ryoga no podía importarle menos la ropa que se ponía, cierto, pero eso no impedía que se burlara de él por sus elecciones si le daba la oportunidad.
Terminándose lo que le quedaba de su tentempié, Ranma decidió que ya había descansado lo suficiente. Dejó el envase plástico sobre la encimera para tirarlo después al contenedor de reciclaje, y regresó a su escritorio, donde todavía lo esperaba una lista de quehaceres insoportablemente larga.
Entonces, escuchó que Ryoga se reía a mandíbula batiente. Lo miró, interrogante.
—¿Anoche te peleaste con un gato y por eso nos dejaste tirados? —dijo, haciendo un gesto con las manos.
Sin entender a qué se refería, Ranma siguió la dirección que señalaba y maldijo por lo bajo.
—«¿Qué chica?», en efecto —se regodeó Ryoga entre risas.
Ranma frunció el ceño y lo miró impasible.
—Oh, cállate —gruñó.
Por supuesto, para el lunes, el resto de sus compañeros ya se habían enterado y no titubearon a la hora de preguntarle si podían ver los arañazos.
A/N: mi ig es _mago97
Felices pascuas!
