Disclaimers: Harry Potter, los personajes, los nombres y los signos relacionados son marcas comerciales de Warner Bros. Entertainment Inc., los derechos de autor de la historia "Harry Potter", pertenecen a J.K. Rowling; por lo tanto, son usados sin intención de lucro alguno, la historia paralela, al igual que los personajes originales, me pertenece en su totalidad, y no pueden usarse sin mi autorización, cualquier tipo de adaptación de esta historia está prohibida.
A pesar de que el rey James ya había obligado a Lorcan a desposar a la chica que Lysander había desvirgado, no libró al soldado de un castigo que sin duda haría que el regresar al reino le costara demasiado, había sido forzado a asistir a un burdel, y había sido atendido por puros mozos, y no tenía permitido negarse a nada de lo que ellos quisieran hacerle, y no desobedeció, no se negó, pero su mirada cuando ellos lo sujetaban del trasero era suficiente para que desistieran de ese intento, claro que lo azotaron y golpearon por "diversión", sus piernas estaban tan doloridas de sostener el peso de esos hombres.
Paseó fingiendo distracción por el castillo de los Malfoy, la rubia que estaba hincada, viendo las flores la reconoció de inmediato, era esa joven que había desvirgado en aquella villa, sin duda le sorprendía que hubiese tenido una misericordia tan grande de alguien como lo era James, a lo mucho, en un día normal, le hubiese arrojado monedas de oro al suelo, como retribución o realmente no hubiese hecho nada al respecto, lo más seguro fuese que había tomado fortuna para castigar por fin a Lorcan como tanto quería desde hacía tiempo.
Lysander no se acercó a la joven, lo que menos quería era incomodarla con su presencia, lo más seguro era que su hermano ya le hubiese dicho la verdad, y Lorcan siendo como era, no dudaba que la estuviese tratando como toda una princesa, él no quería ni tenía tiempo para eso, hacía mucho tiempo había decidido que el amor no era algo para él, y mucho menos eso de tener una familia, todo aquello era muy de su hermanito menor.
Avanzó después de un rato de observarla desde las sombras hasta la cámara de James, iba a tocar, pero los sonidos del interior le informaron que a pesar de que estaban todavía en el reino de Malfoy, al rey le importaba un sapo reventado, así que estaría teniendo sus aventuras donde él quisiera, y que Malfoy o alguien lo detuviera, eso quería verlo.
Las risas de las personas en el interior hicieron que Lysander se adentrara en su propio mundo, aislando el ruido exterior, y enfocándose solamente en vigilar que nadie interrumpiera lo que parecía divertida fiesta privada; y es que a James le encantaba ese tipo de diversión, mientras más personas se unieran, él no tenía problema con ello, pero era complicado alcanzar sus estándares.
Perdió la noción del tiempo estando de pie fuera de la puerta, no fue hasta que sintió una mano en su hombro, que con brusquedad lo hicieron a un lado, ni siquiera se inmutó, ni se giró para observar, sabía que la única persona con la poca cordura de hacer eso, era su rey, así que se hizo a un lado, el grupo de personas salió riendo todavía, la mirada de Lysander se topó con la helada mirada azul de James, que hizo un ademán.
Se aclaró la garganta a causa del espantoso olor a sudor, y todo lo que aquella fiesta involucraba, observó al varón que solo traía una túnica puesta, demasiado fina y delgada, se sentó despreocupado, haciendo que la mujer de servicio que recién entraba —Lysander supuso que alguno de los que salieron le dijo que fuera a limpiar—, se pusiera roja al ver al rey de esa forma, y es que su propia desnudez no lo inmutaba en absoluto.
—Prepara un baño caliente –informó James –y trae un poco de comida –observó a Lysander –y vino.
—Sus altezas lo estarán esperando para el banquete, mi señor –comunicó agachándose todo lo que podía.
—No estoy de humor para asistir –informó –así que comuníquelo con Draco –soltó burlón, poniéndose de pie de nuevo.
—Sí, su alteza.
La mujer salió casi corriendo, tropezándose cada que intentaba avanzar más rápido, la risa burlona de James sonó en el lugar, avanzó hasta la ventana y la abrió, dejando entrar la brisa fresca y despejando un poco el aroma, que Lysander agradeció por el gesto.
—Volveremos en dos días, mis planes eran irme en cuanto llegaras, pero las cosas con Malfoy son complicadas, a pesar de que firmé ese maldito acuerdo –bufó.
—No hay nada que lo haga permanecer en un lugar en contra de su voluntad, su alteza –le recordó.
—Lo sé, pero las mujeres Malfoy han lloriqueado que debería conocer al gran heredero, de este tonto y asqueroso reino –gruñó.
—Dicen que realmente es un gran oponente, incluso puede darle un poco de batalla.
—Ah, me sorprende que haya alguien con las agallas para sugerir eso –comentó, recargándose en el alfeizar de la ventana –pero me da curiosidad que exista alguien lo suficientemente idiota para repetirlo, y mucho más, en mi presencia –giró un poco para mirarlo de reojo –creo que tu pecho se ensancha al saber que has sido el único que ha podido desarmarme en más de una ocasión, ¿no es cierto? –Sonrió de lado.
—Ha pasado demasiado tiempo desde que eso ocurrió –le recordó.
—Que pasara en nuestra niñez, no quita el mérito de que en algún momento lo lograste, Lys –se burló.
—Fue tu época rebelde –respondió, quitando la informalidad, ya que lo había llamado Lys –que tu orgullo fuese más poderoso que...
—Dejar que un erudito en la espada me desarme está bien, pero que cualquier imbécil con medio caracol como cerebro crea que podrá tener ese privilegio es distinto –informó.
—Scorpius Malfoy sería una maravillosa adquisición para el ejército –recomendó.
—Tú hablabas de ese pequeño príncipe –se burló –yo del idiota inepto de mi padre.
Lysander negó, recordando aquellos años, cuando James apenas dejaba ver ese ser despiadado y sin sentimientos, muchos dicen que no era así, pero realmente siempre lo fue, había una bestia en su interior que cada vez le costaba trabajo controlar, y un día simplemente emergió, él no quiso detenerla, y masacró a toda la familia que originaba un riesgo para él, y los que no, el simple hecho de que dejara viva a su hermana menor, seguía siendo un misterio para Lysander, pero que le hiciera llevarla al reino, sin duda era para terminar con la vida que un día le había permitido continuar.
—Cálmate –murmuró James cuando Lysander desenfundó su espada cuando escuchó que alguien abrió la puerta de forma violenta.
—Creí que al menos serías un poco decente –bufó Draco Malfoy –he sido un buen anfitrión, aun no te casas con mi hija, pero ya estás invitando a un montón de nobles, a fornicar contigo para que sepan qué clase de matrimonio...
—Usa ese tono una vez más conmigo, y te prometo que tus tripas yacerán en el suelo en ese instante –comentó James en tono tranquilo –ha sido idea tuya y de los tuyos que la tome como esposa, no mía, ni de los míos, y la he aceptado –le recordó –ni ella está enamorada de mí ni yo de ella, además ¿crees que soy un idiota? –se burló –en mi reino, hay cierta mujercita, a la que hubieses querido de tu lado en estos momentos, y no a la que tienes por reina ahora –sonrió.
Draco retrocedió un par de pasos, y su temperamento se congeló de nuevo, se acomodó la ropa que traía y se aclaró la garganta, comportándose como siempre lo hacía, observó a Lysander, con odio y después a James.
—Scorpius tardará en volver, así que eres libre de largarte cuando quieras –comentó.
—Dile a tu hija que tome su abrigo –informó divertido.
—Pero...
—Tomaré un baño caliente, y partiremos –observó a las mujeres que traían el agua hirviendo para preparar el baño –tú –señaló a una joven –dile a Druella que en cuanto termine de tomar mi ducha y vestirme, nos marcharemos, que su padre no opuso resistencia a ello.
—S-sí –salió corriendo, dejando el agua en el piso.
—Informa a los hombres –ordenó a Lysander –que estén preparados para partir, quien no esté listo en cuanto yo monte mi caballo, ni se moleste en volver.
—Sí, su majestad.
Draco observó a Lysander, que ni siquiera se inmutó ante el trato que le había dado James, al parecer había personas que no se estremecían ante él y la forma en que les hablaba, eso le hizo pensar que había algo que no lo hacía tan temible.
—Y ¿qué hay de la hermana que ha resultado que tienes? –Se animó a decir.
—Hermana –repitió.
—Un rumor ha dejado tus reinos, sin que te des cuenta, al parecer –se burló.
—Sé a qué rumor te refieres, a la que se ha estado diciendo mi hermana por un tiempo, ya he solucionado eso.
—Bueno, ya que tienes una hermana, yo tengo un hijo que...
—No tengo una hermana, o eso está por verse –informó sin darle importancia –y de tenerla, jamás tu heredero pondrá una mano en alguien de mi familia.
—Mi hija...
—No –sonrió –tu hija tendrá algo más que mis manos en ella, no al revés, recuerda eso –le dio palmaditas violentas en el hombro y avanzó hasta la habitación adyacente para tomar su baño caliente.
—LHR—
Lily volvió a devolver el estómago una vez más en menos de media hora, no tenía la menor idea de por qué ese hombre la había dejado ahí, sin duda preferiría la muerte que seguir en un lugar como ese, a pesar de que los hombres estaban más que advertidos al entrar, que ella no estaba ahí para servirlos, a muchos de ellos no les interesaba y en cuanto se distraían, intentaban aprovecharse, ni siquiera podía dormir tranquila, ya que su propio bienestar estaba de por medio.
Incluso el trabajo era espantoso, ella no tenía miedo de dar de comer a los caballos, a los cerdos, a las gallinas, lo que fuese, pero... ser la encargada de la limpieza de un lugar como esos, sin duda era lo peor que le había podido pasar, creyó que su estadía ahí sería corta, pero habían pasado demasiado tiempo desde que la habían dejado ahí a su suerte, había estado pensando en escapar, y si la arrestaban y decapitaban, mejor para ella.
Esos pensamientos se fueron junto con el desperdicio de los cerdos, cuando la ciudadela se llenó de algarabía ya que la caravana del Rey James se veía, no tardaría ni dos días en llegar al castillo, y ahí fue cuando todos esos pensamientos de rebeldía se esfumaron, había escuchado demasiadas historias de las fechorías de ese hombre, si bien, parecía un ángel por su rostro y su cuerpo, no era más bien que un demonio por sus actos, no podía creer que alguien tan cruel y despiadado existiera, y peor, que fuese un rey, alguien que se suponía tenía que cuidar de sus súbditos, porque Dios así lo había dicho, para ello lo había elegido.
Observó a las demás mujeres charlar de lo más alegre, la noticia del rey regresando sin duda las hacía felices, los soldados que habían marchado con él, sin duda llenarían ese lugar en cuanto llegaran, así que tendrían más dinero, y al menos les darían un poco más de comer, además, había ocasiones, contadas, pero las había, en las que el mismísimo rey iba a divertirse, aun no sabían quién de ellas era quien le complacía, pero esa noche bebían y comían como nunca, hasta saciarse, porque él pagaba todo.
—Pero, ni siquiera nos han dicho quién es esa –bufó una de las mujeres, señalando con el mentón a Lily –no han dejado que nadie la toque desde que llegó.
—Oye, ¿no la estarán guardando para el rey? –secreteó una de las más jóvenes, y es que Lily no se había tomado tiempo de memorizar el nombre de ninguna de ellas, o hacerse amiga de alguien en ese lugar.
—Alguien tan estúpida como ella –se burló –lo dudo –además, por las mujeres que dicen que acuden a las fiestas privadas del rey, son bastante voluptuosas, esta está más flaca que una vara de trigo –se burlaron.
La pelirroja se puso de pie enfadada, dispuesta a encarar y golpear a la primera que estuviera más cerca, pero la mujer que la había aceptado ahí, la sujetó del hombro y con bastante fuerza, la había vuelto a sentar, le levantó una ceja, para que se animara a rezongar, pero ella parecía saber más de lo que ese soldado había dicho.
Dos días después de que se escuchara de que el rey estaba cerca, Lily vio el caballo de ese soldado galopar hasta el lugar, se detuvo, bajó de él y dejó que el muchacho agarrara las riendas y acariciara al semental.
—Veo que te diviertes –soltó burlón.
—Y...
—Ha llegado, Ser –habló la mujer, aventando a Lily a un lado, y pegándose descaradamente al rubio, que no opuso resistencia.
—No tengo tiempo ahora –comentó en un tono distraído, observando a Lily –te dije que la trataras bien, por esa pinta, el rey pensara que la saqué de las alcantarillas.
—Sus malos hábitos es algo que vino con ella –se encogió de hombros, observando a la joven sobre el hombro.
—Me la llevaré ahora –le arrojó un saco de monedas.
Lily supuso que eran de oro, y que la cantidad era bastante, ya que la tomó desprevenida ya que el saco cayó al suelo, y de inmediato se agachó para recogerlo, lo metió en su blusa, para que nadie más lo notara y asintió con la cabeza, como si el hombre ocupara su permiso para sacarla de ahí.
—Si el rey tiene piedad de ella, y su cabeza no adorna una pica –acarició el rostro de Lily –puedes traerla aquí –sonrió –es bonita, y más de uno ya ha querido hincar su diente en ella.
—En serio –respondió con sorpresa.
—Se les advirtió –pero alguno que otro mercader metió más que una mano entre sus enaguas –se encogió de hombros.
—Será tu chica más popular, si la perdonan –la observó.
—Tendría qué, te pagaré bien por ella, nada que no pueda recuperar en una buena subasta ¿es doncella? –los dos observaron a Lily.
—Tiene que serlo, o lo supongo ¿lo eres?
Lily tragó saliva, no le estaba gustando para nada los planes que estaban haciendo para ella, sin duda algunos de esos hombres la habían manoseado, nada de preocupación, pero no estaba acostumbrada a eso, por eso le agradecía a Dios que habían llegado por ella, si el rey la perdonaba, era capaz de insultarlo o hacer algo para que no le perdonara la vida, si iba a condenarla a un lugar así.
—Vámonos ya –habló el rubio.
Lily se descolocó un poco, se mareó cuando él la sujetó de las piernas y la echó sobre su hombro como la vez pasada, aun con ella cargada, subió al semental como todo un experto, la bajó, sentándola frente a él, haciendo que se estremeciera a causa de que su armadura estaba completamente fría.
—Ponte esto y cúbrete –ordenó.
La pelirroja se colocó la capa del soldado, y se colocó la capucha para que nadie pudiera verla, el olor no era a limpio, pero sin duda era lo más bonito que había olido en mucho tiempo, se aferró a él, cuando comenzó a galopar, no veía a donde se dirigían, pero no podía ser un bonito lugar, o eso pensó la chica.
—Prepara un baño caliente, ahora mismo –lo escuchó ordenar.
Se bajó del caballo y la alzó para llevarla consigo, no la descubrió hasta que estuvo en una habitación, el baño ya estaba preparado, ella se acomodó el modesto vestido que traía puesto, y frunció el ceño cuando le quitó de mala manera la capa que traía todavía puesta.
—No me veas así, podrían mandarme azotar por no traerla –gruñó.
—Me hubiese solicitado que se la entregara.
—No funciono así –se burló –ahora, desnúdate y toma una ducha, si llegas oliendo así, sin duda James te mandará a decapitar sin siquiera escucharte decir media palabra.
—Márchese –contestó.
—No lo haré, te daré la suficiente privacidad, girándome para que tomes el baño, pero no permitiré que escapes, no cuando estoy yo a tu cargo.
—Escapar, no lo he hecho...
—Pero sin duda lo has pensado, conozco esa mirada, ahora, báñate.
Bufó enfadada, pero no opuso resistencia, de cualquier forma, no podría con alguien como él, tal y como lo dijo, le dio la privacidad suficiente, las mujeres del servicio entraron un par de veces para dejarle un par de esencias y ropa limpia, aunque quiso hacer eso rápido, tuvo que fregarse el cabello y la piel varias veces para quitar ese horripilante olor, se vistió y una vez que estuvo lista, el hombre se giró a verla.
—Es hora de irnos –le arrojó una capa.
La joven se la colocó sin chistar ni un poco, estaba temblando, dudaba que tuviese una audiencia con el rey, había escuchado que se veía con los hombres del consejo, y después ellos le comentaban a su majestad y él dictaminaba, pero tendría que ser un crimen demasiado grave, como para que él estuviese presente.
Cuando el soldado le quitó la capucha de la cabeza, estaba de pie delante de una enorme puerta de madera tallada, dos soldados la custodiaban, intentó observarlos y memorizar sus rostros, o girar y observar a su alrededor y ver donde se encontraba, para darse una idea de lo que le auguraba, pero no tuvo el valor suficiente para hacerlo.
—Pasaremos en este momento.
—La sala está vacía –informó el soldado.
—Lo sé, pero tenemos permiso de entrar, mi nombre es Lysander Scamander, guardia principal de su majestad James –no tuvo que decir más, le abrieron la puerta.
