Capítulo 2: Nuevas sospechas
Los primeros meses de la estancia de Archnemon en Sand Zone fueron maravillosos para ella. Aquello era un quid pro quo: ella aprendía sobre las costumbres y otros hábitos de su objetivo, los Scorpiomon, mientras que ella proporcionaba la compañía que el faraón tanto necesitaba. El monarca no buscaba otra cosa que una bocanada de aire fresco; y la misteriosa dama, si así podía considerársela, era capaz de proporcionársela sin lugar a dudas.
Al final, Archnemon consideraba cada una de las pirámides como una manifestación del ego de la familia real de Sand Zone. La pirámide morada, con su opulencia y misterio, reflejaba la grandiosidad y la autoridad de Pharaohmon, sumergiéndose en la historia y el poder del antiguo gobernante del desierto. La pirámide azul, en cambio, transmitía una sensación de sabiduría y contemplación, como si estuviera impregnada de la serenidad y la experiencia de generaciones pasadas. Por otro lado, la pirámide amarilla resonaba con una energía juvenil y prometedora, simbolizando la esperanza y el potencial de los herederos del faraón.
Para Archnemon, estas estructuras no eran solo residencias, sino testigos de la arrogancia y la autoimportancia de la familia real. Cada pirámide parecía gritar al mundo la grandeza de quienes la habitaban, alimentando el orgullo y la presunción que tanto caracterizaban a los miembros de la realeza. Sin embargo, a pesar de su crítica hacia la pompa y el exceso, Archnemon apreciaba la comodidad y el lujo que ofrecían a sus huéspedes, reconociendo la habilidad de la familia real para proporcionar un ambiente acogedor y sofisticado en medio del árido desierto.
La presencia de la nueva inquilina de su padre los había alertado, sacudiendo la monotonía que hasta entonces había caracterizado la vida de los hijos de Pharaohmon en Sand Zone. Antes de la llegada de Archnemon, Junior y Gravimon habían llevado vidas marcadas por la rutina y las responsabilidades inherentes a su estatus como herederos del trono. Crecieron rodeados de las tradiciones y los protocolos de la realeza, con la pirámide morada como su hogar y el desierto como su reino.
Junior, el primogénito, había sido educado para seguir los pasos de su padre, absorbido en los deberes del gobierno y las expectativas de liderazgo. Desde joven, se le había inculcado la importancia de mantener la grandeza y el legado de la familia real, aunque su personalidad jovial y su actitud despreocupada a menudo chocaban con las expectativas de su padre.
Por otro lado, Gravimon, el hijo menor, había crecido bajo la sombra de su hermano mayor y la presión de corresponder a las expectativas de la realeza. A pesar de su madurez para su edad, Gravimon se encontraba en una encrucijada entre seguir los pasos de su padre o forjar su propio camino, consciente de las responsabilidades que recaían sobre sus hombros como segundo en línea al trono.
El hermano menor era ambicioso y deseaba demostrar su valía como futuro gobernante. A diferencia de su hermano mayor, él se consideraba a sí mismo mejor preparado para ocupar el trono, confiado en sus habilidades y en su enfoque más pragmático hacia el gobierno de Sand Zone. Si bien Junior se veía envuelto en los deberes reales y las formalidades de la corte, el príncipe había logrado encontrar en su posición como segundo en línea al trono la libertad para dedicarse a sus propios intereses y pasatiempos.
Entre estos pasatiempos se destacaban sus experimentos científicos, una faceta de su personalidad que a menudo quedaba en segundo plano frente a las responsabilidades políticas de su familia. En los laboratorios de la pirámide azul, Gravimon se sumergía en la investigación y la experimentación, explorando nuevas tecnologías y estrategias que podrían beneficiar a Sand Zone en el futuro. Esta dedicación a la ciencia y la innovación era una parte esencial de su identidad, una manifestación de su creencia en que el progreso y el conocimiento eran fundamentales para el éxito de su reino en un mundo en constante cambio.
La llegada de Archnemon perturbó la paz y la previsibilidad de sus vidas, despertando curiosidad, desconfianza y, en el caso de Junior, un interés particular por la enigmática visitante. Sin embargo, su padre les aseguró que la presencia de Archnemon no alteraría su posición ni su destino, reafirmando su autoridad y la estabilidad de su reino ante la incertidumbre que traía consigo la misteriosa forastera. En un principio, los hijos de Pharaohmon intentaron hacerle cambiar de opinión, argumentando sobre las posibles consecuencias de albergar a una extraña en su hogar. Sin embargo, la decisión del faraón fue irrevocable, y la visitante se instaló con ellos, desafiando las expectativas y añadiendo un nuevo elemento de intriga a sus vidas.
Desde la muerte de su madre, las discusiones con su padre se volvieron una tarea casi imposible para Gravimon y Junior. Aunque Pharaohmon mantenía la compostura en los actos oficiales, su temperamento cambiaba drásticamente cuando se enfadaba, especialmente con sus hijos. La ausencia de su esposa había dejado una brecha emocional en la familia real de Sand Zone, y la relación entre el faraón y sus hijos se volvía cada vez más tensa con el paso del tiempo. Por ello, decidieron resignarse y tratar de convivir con la nueva inquilina.
La araña no tardó en ganarse el afecto del primogénito, Junior. A pesar de sus reservas iniciales, Junior encontró en Archnemon una compañía inesperada pero agradable. Sin embargo, la conexión entre ellos era más compleja de lo que aparentaba. Aunque Junior compartía ciertos rasgos con su padre en términos de apariencia, su personalidad era diferente. Era jovial y enérgico, con una honestidad que a veces rayaba en la imprudencia. Siempre decía lo que pensaba, aunque ello pudiera tener consecuencias, aunque siempre guardaba ciertas reservas frente a su padre. Su sinceridad desmedida a menudo lo llevaba a cometer actos descorteses en los actos oficiales, lo cual enfadaba a algunos miembros de la corte con frecuencia.
Archnemon, por su parte, poseía una naturaleza similar. Ambos compartían una mentalidad aguda y perspicaz, pero también tenían opiniones distintas que daban lugar a acalorados debates durante las cenas en las que coincidían. A pesar de sus diferencias, encontraban placer en la confrontación intelectual, y estos debates se convertían en una parte destacada de su rutina diaria.
La dinámica de las conversaciones entre Archnemon y Junior se extendía más allá de ellos dos. Algunos de los invitados se sumaban a los interesantes debates, especialmente cuando la temática era política o jurídica. Estos temas solían atraer la atención del faraón, quien escuchaba complacido e interesado, a veces intercalando comentarios sabios que enriquecían la discusión. Sin embargo, Gravimon no encontraba interés en tales asuntos y solía retirarse pronto de las tertulias, buscando en cambio refugio en sus propios pasatiempos, mayoritariamente relacionados con experimentos científicos.
Con el faraón, la relación que tenía Archnemon era muy distinta. Había percibido en él a un hombre paciente, sereno e imperturbable, especialmente en su trato hacia ella, aunque no siempre mostraba esa misma calma con sus hijos. A lo largo de los años, Pharaohmon había sido forjado por las vicisitudes del gobierno, adquiriendo una madurez completamente desarrollada que contrastaba con la impulsividad de su primogénito. La vasta experiencia del faraón en el liderazgo y la política le conferían una sabiduría infinita, algo que Archnemon apreciaba enormemente, valorando cada palabra de consejo que él le ofrecía. A pesar de sus diferencias de opinión, Pharaohmon parecía tener una paciencia inagotable con ella, nunca juzgándola por sus puntos de vista contrarios. Esta comprensión mutua y respetuosa era el fundamento de una relación peculiar pero profunda entre la enigmática visitante y el sabio gobernante de Sand Zone.
El problema principal residía en el segundo hijo de Pharaohmon. Desde el primer encuentro, Gravimon dejó en claro que consideraba a Archnemon como una intrusa. A diferencia de su hermano mayor, Gravimon poseía una mentalidad intermedia entre la de Junior y la de su padre. A pesar de su juventud, mostraba una madurez excepcional y una inteligencia notable, siempre expresando su opinión con firmeza y en el momento oportuno. Por esta razón, todas las conversaciones entre él y la forastera tenían lugar a puerta cerrada, sin que el tono se elevara más de lo necesario. No hacían falta frases mordaces, pues ambos comprendían perfectamente las intenciones del otro y sabían cómo comunicarse sin necesidad de palabras bruscas.
La relación entre Gravimon y Archnemon estaba marcada por una tensión silenciosa, donde cada gesto y cada palabra eran cuidadosamente sopesados en busca de pistas sobre las verdaderas intenciones del otro. Aunque Gravimon se mostraba reservado y cauteloso en presencia de Archnemon, su astucia y agudeza mental eran evidentes para la visitante. Ella no subestimaba la inteligencia del joven, reconociendo en él un adversario digno de respeto.
Por su parte, Gravimon observaba a Archnemon con recelo, consciente de que sus intenciones podrían poner en peligro el equilibrio del reino. Aunque su padre parecía complacido con la presencia de la forastera, Gravimon no compartía su entusiasmo y prefería mantenerse alerta ante cualquier indicio de peligro. Su actitud reservada y su habilidad para analizar cada situación le permitían anticiparse a los movimientos de Archnemon, preparándose para cualquier eventualidad que pudiera surgir.
A medida que pasaban los días, la relación entre Gravimon y Archnemon se volvía más compleja, tejiendo una red de intrigas y desconfianza que amenazaba con alterar la estabilidad del reino. Aunque mantenían una fachada de cortesía y respeto en público, en privado cada uno buscaba desentrañar los secretos del otro, tratando de descifrar sus verdaderas intenciones y proteger los intereses de su familia y su pueblo.
Para Archnemon, los juegos mentales que Gravimon desataba le proporcionaban un entretenimiento intrigante. No tardó en comprender que Gravimon temía que se le arrebatara su futuro puesto como gobernante; y aunque ella había insistido en que una vez lograra su objetivo, marcharía a su propio reino; el joven se había empeñado en no creerla. Así que al final, y para hacer más interesante y divertida su estancia, se planteó seguirle el juego.
Sin embargo, para Gravimon, ella representaba una amenaza, especialmente por la influencia que tenía sobre su padre y su hermano. Siempre se había sentido distante de ellos, más apegado a los recuerdos de su difunta madre. Con la llegada de Archnemon, la brecha entre él y su familia parecía agrandarse aún más, aumentando la sensación de alienación y la desconfianza hacia la nueva intrusa.
A medida que la tensión entre Gravimon y Archnemon crecía, cada movimiento se convertía en una estrategia calculada, un paso en un juego de ajedrez donde las consecuencias podían ser desastrosas. La presencia constante de Archnemon en Sand Zone comenzaba a generar inquietud y malestar entre los súbditos del faraón, influenciados por las observaciones y comentarios de Gravimon, quienes veían con recelo los vínculos que se estaban forjando entre la misteriosa visitante y la familia real. La denominaron "la dama del parasol", pues muchos no conocían su identidad de propia mano.
El príncipe Gravimon y el mismo Pharaohmon, movidos por una curiosidad teñida de desconfianza, habían intentado en varias ocasiones averiguar más sobre el pasado de Archnemon, pero sus esfuerzos resultaron infructuosos. A pesar de su poder e influencia, los secretos de Archnemon estaban bien resguardados, envueltos en un velo de misterio que no permitía ni una pizca de luz. Junior, en cambio, parecía ajeno a estas indagaciones, mostrando una confianza aparentemente ciega hacia la misteriosa visitante, como si el pasado de Archnemon no tuviera relevancia alguna para él.
Pero la verdadera tragedia estaba a punto de desencadenarse cuando Dokugumon, una de las fieles siervas de Archnemon, decidió emprender la búsqueda de su ama y señora. La decisión de la araña de enviar a su sierva en busca de noticias la sumió en un torbellino de pensamientos y preocupaciones. Las noticias de su demora en la misión asignada comenzaban a filtrarse, sembrando la preocupación entre sus leales seguidores y suscitando preguntas sobre los verdaderos motivos detrás de su prolongada ausencia.
La Dokugumon había emprendido una travesía ardua y extenuante que la llevó a recorrer largas distancias a lo largo y ancho del Continente Xross, enfrentándose a desafíos y peligros en su camino hacia Sand Zone. Desde su partida, la preocupación había ido en aumento entre los súbditos de Archnemon, quienes aguardaban ansiosos su regreso. Según los cálculos y estimaciones que ella misma había compartido con su séquito antes de partir, la misión que Archnemon misma tenía que acometer debía haber concluido ya según los cálculos que ella misma les había planteado a sus súbditos. Pero allí se encontraba ella, sin haberla resuelto aún, meses después de su partida.
Tras varios meses de ausencia, los sirvientes de Archnemon comenzaron a inquietarse por su prolongada demora. Al no recibir noticias de su señora, algunos empezaron a temer lo peor. En un intento por calmar sus preocupaciones, Archnemon había enviado una misiva explicando que se retrasaría en su misión, pero el plazo de la extensión propuesta había expirado y aún no había señales de su regreso.
Dokugumon se consolaba a sí misma releyendo una y otra vez la carta:
"Mis queridas siervas,
Espero que esta carta os encuentre en buen estado y salud. Me dirijo a vosotras para comunicaros que mi misión en Sand Zone ha experimentado ciertos contratiempos inesperados que han retrasado mi regreso. Aunque inicialmente había estimado que estaría de vuelta en un plazo determinado, las circunstancias han sido más complejas de lo previsto.
Tardaré más tiempo en volver a Insect Jungle de lo previsto. Lamento profundamente la demora y cualquier inconveniente que esto pueda haber causado. Vuestra lealtad y apoyo significan mucho para mí, y estoy comprometida a cumplir con las expectativas que habéis depositado en mí como vuestra líder.
Os echo de menos más de lo que podáis imaginar y espero con ansias el momento en que pueda reunirme con todas vosotras nuevamente. Mientras tanto, os ruego que continuéis con vuestras labores habituales y mantengáis la calma durante mi ausencia. No tenéis por qué preocuparos, ya que estoy a salvo gracias a la hospitalidad de los habitantes de la zona.
Pido una prórroga de tres semanas para completar mi misión con éxito y asegurarme de regresar con información valiosa para nuestro reino.
Con aprecio y gratitud,
Archnemon"
Los rumores comenzaron como un susurro entre los habitantes de Sand Zone, pero pronto se extendieron como un reguero de pólvora por toda la ciudad. Se decía que una Dokugumon se acercaba a la ciudad, trayendo consigo noticias de su reina, Archnemon. Los relatos se difundieron rápidamente por la ciudad, desencadenando una oleada de especulaciones y preocupación entre los habitantes de Sand Zone. Los mercaderes que transitaban por el desierto afirmaban haber avistado una araña de llamativos colores merodeando en las dunas. La travesía desde el desierto hasta la ciudad podía llevar varios días sin la ruta o el vehículo adecuado, y Archnemon sabía que tenía que actuar rápido para confirmar o refutar estos rumores.
Saliendo de las comodidades de la pirámide morada, Archnemon se aventuró al desierto, sintiendo la arena bajo sus patas y el sol caliente sobre su piel. Aunque se sentía algo culpable por alejarse durante tanto tiempo de sus obligaciones en Sand Zone, también se encontraba fascinada por la oportunidad de explorar y descubrir más sobre el mundo que la rodeaba. La sensación de libertad y aventura la envolvía, y por un momento, olvidó sus preocupaciones y responsabilidades.
Mientras caminaba por las dunas doradas, Archnemon divisó a lo lejos la figura familiar de la Dokugumon. Su corazón latía con anticipación mientras se acercaba, ansiosa por escuchar las noticias que traía consigo. La Dokugumon le dio la bienvenida con reverencia, confirmando los rumores que habían circulado por la ciudad.
A la vez que Archnemon avanzaba por el desierto en busca de la Dokugumon, Gravimon la seguía de cerca, manteniéndose oculto entre las dunas. Siguió sus pasos con cautela, sin perderla de vista, hasta que finalmente llegaron a un lugar apartado donde Archnemon se detuvo para conversar con la Dokugumon. Gravimon, escondido entre las sombras, escuchó atentamente su intercambio, capturando cada palabra y gesto mientras las dos figuras hablaban en voz baja. La conversación entre Archnemon y la Dokugumon reveló detalles intrigantes sobre los planes de la reina y las misteriosas circunstancias que rodeaban su prolongada ausencia.
"¿Dokugumon, qué noticias traes de Insect Jungle?" inquirió Archnemon con un tono de calma, sin reflejar sus ojos la preocupación que albergaba en su interior.
Dokugumon, mirando a su señora con ansias, se inclinó ligeramente, complacida de verla de nuevo sana y salva. "Mi reina, los rumores de tu prolongada ausencia han causado inquietud entre tus siervas. Están preocupadas por tu bienestar y anhelan tu regreso", respondió con un deje de aprehensión en su voz, sus patas tambaleándose ligeramente por la tensión.
"Comprende que mi misión se ha vuelto más complicada de lo esperado. Sin embargo, he obtenido información valiosa que podría ser crucial para nuestros planes futuros", explicó Archnemon, tratando de transmitir tranquilidad a su mensajera mientras compartía sus preocupaciones. Dokugumon asintió, complacida. Trató de acercarse para escuchar mejor.
-Lo cierto es que daba igual lo que me dijeras, mi señora. Con saber del bienestar de su señora nos vale a todos los súbditos.- La profunda admiración que la profesaban sus súbditos asqueó a Gravimon, quien continuaba escuchando. Era inimaginable para cualquier digimon en su sano juicio. Para nosotros, Archnemon parecía su diosa.
En lo que ella pensaba qué más datos proporcionarle a Dokugumon, Archnemon se percató entonces de la presencia de Gravimon. El príncipe se vio obligado a unirse abiertamente a la conversación.
"¿Qué está ocurriendo aquí?", inquirió Archnemon, notando la tensión en el ambiente.
"¿Quién es éste que osa importunarle, mi señora?", preguntó Dokugumon, confusa por la repentina interrupción. Se puso en alerta, dispuesta a atacar para proteger a Archnemon si fuera necesario.
"Tranquila Dokugumon, es un conocido. Y Gravimon, ésta es sólo una de mis siervas. Ha venido al no haber recibido noticias mías."
"¿Tiene pensado quedarse indefinidamente, como usted, Archnemon?", preguntó Gravimon, con un tono de desafío apenas disimulado.
"Ahora mismo se iba", declaró la soberana de aquella tierra tan lejana a Sand Zone, tratando de mantener la calma ante la incómoda situación. "Retírate, Dokugumon, e informa de lo que te he dicho. Si en un mes no he vuelto, venid a buscarme."
Dokugumon asintió, y dio media vuelta, incomodada por la presencia de Gravimon. Era mejor que cumpliera la orden y se marchase.
Gravimon, por su parte, analizó lo que acababa de acontecer. Una sirvienta de Archnemon se encontraba allí para, aparentemente, comprobar el estado de su ama. Y ésta la mandaba regresar a por ella dentro de un mes. Sin embargo, el empleo del verbo en plural le atormentaba. "Venid" indicaba que varios irían a buscarla. ¿Tendría pensado invadir Sand Zone?
"¿Deseas preguntarme por algo más o puedo iniciar la travesía de vuelta a mis aposentos?", preguntó Archnemon, tratando de cerrar el incómodo encuentro.
"Creo que debería, mas antes he de medir mis palabras", respondió Gravimon, con una mirada penetrante.
"No creo que debieras medirlas. Lo que tienes que hacer es aclarar tu pensamiento. Nunca tienes realmente claro lo que piensas de mí. Más concretamente, no acabas de comprender mi modo de actuar", replicó Archnemon, con una leve inclinación de cabeza.
"Eso es porque no dejas a nadie vislumbrar tus verdaderas intenciones", intervino Gravimon, con un deje de desconfianza en su voz.
"No, eso es porque todas tus suposiciones se fundamentan en bases incorrectas", rebatió Archnemon, manteniendo la calma a pesar de la tensión creciente.
"Soy lo demasiado sabio como para equivocarme en mis premisas", afirmó Gravimon, con una seguridad casi arrogante.
"Ese es precisamente el problema: eres, o te crees tan sabio, que te ciegas a ti mismo. Tratas de enredar las cosas cuando en realidad no hay problema alguno", concluyó Archnemon, con una sonrisa enigmática.
"Eres tú la que nos engatusas para introducirnos en tu red de araña. Es lo mismo que tratas de hacer ahora", acusó Gravimon, con un brillo de desconfianza en sus ojos.
"Sí es eso lo que de verdad piensas…" sonrió Archnemon, dejando la frase en el aire como una invitación a la reflexión. "Me podría detener a refutar todas tus acusaciones, pero me resultaría tan sumamente aburrido… Y hay tantas cosas para hacer aquí que sería un desperdicio".
Al alejarse Dokugumon y desvanecerse en la distancia, Archnemon y Gravimon quedaron solos en el desierto, envueltos en un silencio tenso. Los ojos de ambos se encontraron en un intercambio de miradas que reflejaba la profunda brecha que existía entre ellos. Archnemon se sentía atrapada en una telaraña de intrigas y expectativas, luchando por mantener el equilibrio entre sus deberes como soberana y sus propias aspiraciones personales. Por otro lado, Gravimon, con su mirada penetrante y su mente aguda, no podía evitar sentir una profunda desconfianza hacia la enigmática visitante que había irrumpido en la estabilidad de su mundo.
Para Archnemon, cada paso que daba en este nuevo territorio era una oportunidad para explorar y descubrir, pero también un recordatorio constante de la responsabilidad que recaía sobre sus hombros. Cada interacción con Gravimon era un recordatorio de la frágil línea que separaba la confianza de la desconfianza, y cómo un simple malentendido podía desencadenar consecuencias imprevistas.
Mientras tanto, Gravimon se encontraba atrapado en un mar de dudas y sospechas, cuestionando cada movimiento de Archnemon y buscando desesperadamente respuestas que justificaran su desconfianza. A pesar de su aparente seguridad, se sentía incómodo en la presencia de la visitante, consciente de que su influencia sobre su padre y su hermano podía poner en peligro la estabilidad de su reino.
En medio de la vastedad del desierto, ambos se encontraban en un punto de inflexión, donde el destino de sus mundos se entrelazaba de formas que aún no podían comprender. Y mientras el sol se ponía en el horizonte, Archnemon y Gravimon permanecieron inmóviles, cada uno sumido en sus propios pensamientos, preguntándose qué depararía el futuro y qué papel jugarían en los eventos por venir.
Con la mirada fija en el horizonte, Archnemon se dio la media vuelta y comenzó a caminar por el mismo camino que había venido. No le gustaba enfrentarse a Gravimon en campo abierto y sin testigos. Desconocía el límite de la fuerza de la paciencia del heredero, y sabía que, por el odio manifiesto que se tenían, algún día intentaría librarse de ella...
Gravimon, por su parte, observó en silencio mientras Archnemon se alejaba, su mente trabajando en las sombras de la sospecha. Sabía que no tomaría ninguna acción hasta no tener pruebas suficientes de las maquinaciones de la visitante. Eso, sin embargo, no ocurriría hasta un mes después de este último encuentro, pero eso no lo podían saber ninguno de los dos...
