Esos días Aome no salió sino sólo a sus clases, una vez allí no le dirigía la palabra a Sango ni siquiera a Miroku, aunque a este último ni siquiera le caía bien; por otro lado la joven de cabellera castaña por más que quisiera acercarse a la hanyō sólo obtenía respuestas de "corres peligro conmigo". Una vez estando en casa ella no se dedicaba sino a echarse en su cama a dormir luego del almuerzo. Ese día, un miércoles, que el sol calentaba fuerte en la ciudad su hermana mayor Sayuri entró a su habitación con una hamburguesa y una soda para la más joven.
—Aome — llamó la pelirroja —, no tocaste tu almuerzo ¿estás bien? Tampoco quisiste estar con los invitados a tu cumpleaños el domingo. ¿Qué te pasa?
—No... y no tengo hambre — dijo la menor con una notoria falta de ánimo —¿Podrías dejarme sola, por favor?
—Cachorra... ¿no quieres dibujar o tocar el violín? eso siempre te anima — la Hanyō mayor sonrió ampliamente.
Aome no respondió mientras que Sayuri se mostraba frustrada y desanimada por la falta de interés de su hermana menor.
—¿Qué tienes, Kagome? — cuestionó la mayor.
—Nada — le dijo la menor —¿Podrías irte? Tengo sueño
Con una sola mirada Sayuri pudo entender su dolor, sus ojos azules se hallaban rodeados de pequeñas manchas rojizas de tanto llorar, la habitación de la hermana menor de los Higurashi estaba desordenada con ropa tirada en todos lados. Con desdén la hermana mayor de Aome salió de su cuarto algo desanimada por el estado de su hermana.
Luego se sentó a la mesa junto a sus padres y su hermano más pequeño, Sota; Naomi y Hiroyuki así como también el abuelo estaban preocupados por la situación de su hija y nieta.
—Ha estado llorando — dijo la universitaria sentada junto a sus padres —ha estado llorando toda la tarde
—Se siente culpable por lo que le pasó a Inuyasha — Hiroyuki masajeaba sus sienes —y después de todo lo que Izayoi le dijo de que no se volviera a acercar a su hijo... me sorprendería que no estuviera triste.
—No quiere ni siquiera dibujar o tocar el violín — murmuró Sayuri —padre, estoy preocupada por ella.
—Y ella está preocupada por Inuyasha — el hombre mencionó —, talvez necesita su espacio. Ayer hablé con Izayoi y ella me echó en cara que Aome es un peligro para su hijo.
—¡Es absurdo! — gritó la pelirroja —papá Aome nunca le haría daño a nadie. ¡Esa vieja es una...! ya no creo que ella quiera saber más sobre Inuyasha.
El resto del día fue silencioso, extrañamente silencioso, y aunque ya hayan pasado las semanas de exámenes y Aome haya presentado su trabajo de la escuela su estado de ánimo, autoestima y ganas de vivir estaban por los suelos. Olvidó a propósito su almuerzo en su casa y durante el día no habló con nadie y de hecho se la pasó en su silla en la esquina cerca de la ventana.
—Oí que Taisho está en el hospital por su culpa — se oyó la voz de un muchacho mientras la miraba de soslayo.
—¿Es cierto? Entonces es mejor que no nos juntemos con ella — habló otro.
Cuando entró Sango acompañada por Miroku fueron interceptados por ese grupo que hablaba a espaldas de Aome, los dos chicos miraron con desagrado a esos jóvenes maleducados que solamente difamaban a su amiga aunque en realidad tampoco sabían si en verdad era su culpa.
—Higurashi — llamó Miroku —Fue tu culpa que Inuyasha esté en el hospital. No quiero que me vuelvas a dirigir la palabra.
—Pero — Aome lo dejó salir —él se acercó al pozo y...
—Creo que ya oímos suficiente — el chico la interrumpió mientras la miraba con el ceño fruncido.
—Miroku... — Sango lo regañó.
—Es la verdad, Sango — el joven se levantó de su asiento —. Si fue capaz de hacer eso con Inuyasha, de llevarlo a un sitio tan riesgoso, ¿qué no podría hacer con nosotros? Vámonos.
—Eres un hipócrita — Sango le recriminó.
Sango dejó a Aome siguiendo a Miroku a sus respectivos lugares para seguir con sus clases, Aome dejó escapar a un suspiro de resignación y otra vez se quedó sola en su lugar de nuevo. La hanyō miró como sus compañeros de curso empezaban a formar grupos de trabajo y la mayoría de ellos pasaban de ella, frustrada se levantó de su silla para luego irse a los pasillos de la escuela.
Entre los pasillos encontró a Kikyo sentada en el suelo junto a Hitomiko, gracias a su oído agudo logró escuchar la conversación y sin falta oía difamaciones en su contra en especial de la compañera de Kikyo. Pero para su sorpresa escuchó como esa chica defendía a Aome.
—Higurashi — Kikyo la llamó —me gustaría escuchar tu versión de los hechos.
—No es necesario — Aome la volteó a mirar con ojos sin vida —ya conoces todo lo sucedido.
Cada que andaba entre los pasillos oía puros murmullos que le desagradaban a ella y aunque se mostrara indiferente por dentro le dolía, le dolía demasiado. Caminó fuera del colegio y tomó un camino ajeno hacia su casa, al no tener celular nadie tendría cómo comunicarse con ella.
Al lugar al que se dirigió era un muelle en las orillas del océano Pacífico justo en la bahía de Tokio, se sentía muy dolida, triste, hasta deprimida por la situación que le causó a Inuyasha. Ella regresó al anochecer a su casa, Naomi la miró con tristeza en sus ojos y la Hanyō no habló ni dijo nada.
—Mamá — Aome se sentó a la mesa —¿pueden enviarme de vuelta a Inglaterra? No quiero volver a ver a nadie de esta ciudad.
—¿Qué? ¿Por qué? — Naomi se sorprendió.
—Todos en la escuela me echan la culpa de lo que le pasó a Inuyasha y a decir verdad me lo creo — musitó la joven —te lo suplico, no quiero volver a ese lugar — luego rompió a llorar.
Naomi haría cualquier cosa por su hija y verla en esas condiciones le partía el corazón, Sayuri la observó llorar desde las escaleras y tenía una idea de cómo ayudarla, Aome se desahogó en el hombro de su madre dejándolo húmedo por sus lágrimas, impregnado de las sales de su llanto. Necesitaba alejarse de Miroku, Sango y del mismo Inuyasha; el silencio del violín de su hija era un síntoma de duelo en su corazón.
Al regresar de su trabajo Hiroyuki observó a su esposa que con lágrimas en los ojos quien le contó todo lo que su hija cargaba en su consciencia, la forma como la trataban y cómo la depresión comenzaba a devorarla de a poco.
—Podríamos meterla a una escuela de sólo chicas — dijo el hombre —y hablaré con papá, bueno el señor Higurashi, ya sabes que lo veo como un padre para que les diga a sus "amigos" que ella se fue de la ciudad, nos cambiaremos de casa. Aome necesita aire fresco, Izayoi no tenía el derecho de venir y lastimar así a mi hija.
—También es madre — Naomi gritó llorando —y reaccionó con la cabeza caliente. Yo haría lo mismo.
—No me gusta ver a ninguno de mis cachorros tristes — Hiroyuki le respondió —mañana empezará en su nueva escuela.
A los pocos días de haber ocurrido el accidente la familia Higurashi se mudó a un apartamento cerca del centro de Tokio, era un lugar bastante grande y muy amplio con una habitación para cada uno de ellos. Ese mismo día Aome entró a su nueva escuela, ahí pasó desapercibida, sin siquiera hablar con sus compañeras nuevas, el sólo alejarse de Miroku y Sango y todos los que estudiaban en su anterior escuela fue suficiente para que ella pudiera seguir con sus actividades que le llenaban aunque siempre le recordaban a Inuyasha.
En esa escuela de sólo señoritas existían varios clubes de diferentes cosas pero a Aome le daba igual todo, aunque eso no le impidió levantar unas cuantas miradas por su singular belleza y refinados modales al hablar.
—Higurashi — el director la llamó —me preocupa que siempre estés llegando tarde aún viviendo cerca.
—Es algo personal — murmuró la chica —, trataré de venir más temprano. Con permiso regreso a mis clases.
Las jóvenes del salón en el que estudiaba Aome no le decían nada y ella hacía lo mismo, por alguna razón no era un silencio demasiado incómodo sino que le resultaba agradable estar rodeada de personas que no la juzgan sino que más bien la ignoraban. Se sentía en casa.
Al descanso, Aome almorzó sola en el salón sin siquiera tomarse la molestia de unirse a ningún grupo de jóvenes. Ella presentó los exámenes a final de mes y empezó las vacaciones de verano quedándose encerrada en su habitación viendo series y comiendo comida chatarra.
(...)
En la noche del primer día de las vacaciones de verano Inuyasha despertó algo confundido, se miraba en excelentes condiciones, su cabello previamente negro, sus ojos antes marrones y sus uñas ya largas daban a entender que su sello finalmente se rompió. Cuando él se vio por primera vez frente al espejo recordó a Kagome o Aome, sonrió al ver que podía entenderla pero algo que no esperaba era la noticia que su padre le tenía.
—Papá... — miró a Toga —¿Qué no se supone que te habías ido a otro país cuando era niño y me dejaste en manos de mi madre? — preguntó extrañado —no te entiendo.
—Necesitas un entrenamiento para esa forma — él le sonrió —otra cosa — volvió a su semblante serio —Hiroyuki me llamó, su hija no quiere verte.
—¿De qué hablas? ¿Por qué Higurashi no quiere verme? Ella no tiene la culpa, fui yo el que se acercó al pozo porque sentí una atracción — él le reclamó.
—Miroku y todos en tu escuela le echaron la culpa de tu situación — Toga observó a su hijo —tanto que pidió que la regresaran a Inglaterra. Además tu madre tampoco la quiere ver, ella cree también fue la que te dejó en coma estas dos semanas.
—Kagome — Inuyasha recordó las miradas de su amiga —ella es inocente. Padre necesito hablar con ella, además mamá no tiene la razón
—¿Por qué? — Taisho lo observó intrigado.
—Kagome y yo... ella y yo pareciera como si nos conociéramos desde antes. Además es la única capaz de explicar este cambio — el muchacho salió de la habitación de la clínica enfadado.
