El verano llegó y finalmente las vacaciones, Inuyasha ya estaba en un mejor semblante con esa extraña cualidad de parecerse a Aome ya que su sangre demoníaca había sido liberada por ella. Aquel día caluroso de verano él fue al Templo Higurashi para hablar con la hanyō, él llevaba unas flores de color blanco para pedirle disculpas continuó caminando hacia el árbol sagrado donde estaba el señor Higurashi.

—Hola — el muchacho saludó al hombre.

—Ah eres el amigo de... — al verlo el anciano casi le da algo —, te ves idéntico a mi nieta.

—¿Podría llamar a Kagome por favor? — pidió el muchacho —quiero hablar con ella.

—Eso no se va a poder, hijo — el abuelo observó al chico —ella y su familia dejaron este templo hace ya un mes.

—¿Qué? Y dígame dónde la puedo encontrar — Inuyasha comenzaba a preocuparse.

—La verdad es que sólo sé se fueron a vivir en una zona exclusiva de Tokio — el abuelo mencionó —pero no sé dónde hijo.

Ya con sus ideas truncadas Inuyasha abandonó el templo despidiéndose con una triste sonrisa del anciano, el muchacho se marchó rumbo a un parque en el que muchas personas, cerca de ese parque estaba el barrio Toramonon no lejos del palacio imperial, el lugar donde Inuyasha se encontraba.

A lo lejos pudo escuchar un violín siendo tocado por alguien, creyó que ese alguien era Aome, corrió tan rápido que no supo en qué momento llegó pero para su desgracia este instrumento era interpretado por una chica de trenzas y uniforme negro de escuela. Alguien entre la multitud destacaba por llevar una gorra y lentes oscuros pero nada más. Esa persona también llevaba un estuche con un instrumento en él, entonces por su figura física daba a entender que era una chica.

—Kagome — Inuyasha apartó al público y al acercarse notó que no era quién buscaba —ey, tú no eres Kagome.

—¿Kagome? — la muchacha lo miró —hermano soy Sayuri, su hermana mayor.

—No sabía eso — murmuró el muchacho —¿Cómo está Kagome?

—Ella no quiere saber de ti, en estos momentos se fue de vacaciones a Corea del Sur — mencionó Sayuri —te invito un café y me cuentas todo lo que pasó.

En una cafetería cerca del lugar ambos charlaron amenamente sobre la situación que involucraba a Aome e Inuyasha, en realidad el chico ahora que su sangre demoníaca fue liberada de su sello tenía casi la misma apariencia que esa chica enigmática.

—¿Entonces tu lado demoníaco ha salido? Déjame decirte que te ves más apuesto así — informó la joven —.Tu sello demoniaco tardó en romperse un buen tiempo.

—¿Sello demoníaco? ¿Y el tuyo? Ay estos olores son demasiados — masculló Inuyasha tapándose la nariz —aunque ahora sí puedo participar en la maratón de Tokio — añadió riéndose.

La mayor se rio un poco de la curiosa situación que estaba presenciando

—Nunca tuve sello ni Aome tampoco, es porque nuestro padre nunca nos puso uno — la joven respondió —y con lo de los olores te terminas acostumbrando. Y lo del sello es porque, bueno, eres hijo de un Youkai y una humana y tu padre te lo puso para que te camufles.

—A lo que vinimos, luego hablaré con mi padre eso — Inuyasha bebió su malteada de chocolate —¿Qué pasó con Kagome?

—Ella no quiere verte ni a ti, ni a Sango y mucho menos a Miroku — Sayuri mantuvo su mirada triste —, ella estuvo dos semanas sin hablar con nadie, ha estado un poco más animada pero sigue firme en no querer verte.

—¿Sango por qué? Si eran amigas... es absurdo.

—No quiere "ponerla en riesgo" — la mayor le respondió.

Inuyasha observaba el rostro de la hermana mayor de Aome, estaba preocupado por su situación actual aunque sea que él ya no estuviera con ella. No quería verla llorar pero sí deseaba tener la oportunidad de hablar con ella aunque sea una última vez, sentía una punzada en el corazón cada que Sayuri le relataba la situación por la que Aome pasó y soportó todo eso.

—Kagome... ella es un sol — dijo Inuyasha —¡Ella no merece esto! No me importa si ella no me quiere ver, le daré mi apoyo pues ella no tuvo la culpa.

—Ese es el problema, ella no quiere verte. Tu madre la obligó a alejarse de ti — Sayuri lo observó con seriedad.

—Escucha Sayuri, mi madre no tenía por qué decirle nada a Kagome, ella es la única que puede explicarme y entrenarme para manejar mis dones o poderes — el ahora hanyō mencionó enérgico —¡Fue ella quien estuvo al pendiente todo este tiempo conmigo! No podía estar en el hospital todo el santo día pero sí que estuvo al tanto. Lo sé porque en mi letargo pude sentir su aroma... olía a limón... eso fue lo que me tranquilizó.

—Inuyasha parece ser que tu olfato fue el primero en despertarse.

—Sea lo que sea — el tocó su pecho —cada que la veo siento mi corazón latir, como si la conociera de antes. Te daré mi número y cuando vuelva quiero que me escribas. No quisiera dejarla sola

Sayuri arqueó una ceja confundida ese chico empezaba a enamorarse de su hermanita menor, solamente sonrió pensando lo inevitable.

Los días pasaban e Inuyasha no dejaba de ir al Templo Higurashi a hablar con el abuelo de la joven, escuchaba atento a él quien relataba con su voz grave y familiar leyendas de la antigüedad. No dejó pasar desapercibido a una foto de Aome con un aspecto más humano.

—Disculpe señor Higurashi ¿y esta foto? — el chico se la enseñó.

—Bueno eso fue días antes del cumpleaños número quince de Aome era luna nueva — el viejo señor explicó —cuando eso ella era aún más callada que ahora, nunca quiso tener celular y tampoco es que tenga redes sociales. Sólo dibuja y los sube a un blog en internet. Detesta las fotos y las multitudes.

—Ya entiendo — mencionó el ahora hanyō —aunque me preocupa que Kagome haga una locura.

—No tienes nada de qué preocuparte, Inuyasha, ella no es tonta — explicó el anciano —lo que debes hacer es darle su espacio, ella en sí no quiere verte ni a ti ni a tus amigos incluida la chica del búmeran.

El chico se sentó en una silla de madera mientras el abuelo explicaba.

—¿Sango? Pero ¿qué le hizo?

—Lo que me dijo es que no quería verlos porque sentía que los pondría en peligro — mencionó el abuelo —es por eso que quiero que te mantengas algo alejado de mi nieta, al menos por un tiempo.

—Pero... necesito un trabajo en verano, no voy a estar estos meses jugando videojuegos en casa — mencionó el hanyō.

—Eres bienvenido aquí, hijo — el hombre de la tercera edad sonrió ampliamente.

Al día siguiente Inuyasha se levantó muy temprano para ir a su trabajo de mediotiempo, a ritmo de una buena música el chico atendía a los clientes que no eran pocos que se llevaban los recuerditos de la tienda. Un par de días más pasaron y muchos más clientes llegaron al templo Higurashi, el joven híbrido cargaba varias cajas realmente pesadas para llevarlas a una bodega mientras escuchaba los murmullos de algunas personas. Frente al árbol sagrado vio a Kikyo, ella parecía estar buscando a alguien por su manera de ir de un lado al otro.

—Inuyasha — llamó la muchacha —¿Tienes un minuto?

—Sí, ¿qué pasó? — indagó el joven.

—¿Has visto a Higurashi? Perdón, Kagome — Kikyo le hizo una pregunta.

—No, ¿para qué la buscas? y que yo recuerde la trataste mal — le preguntó el muchacho

—Resulta que en septiembre habrá un concurso de talentos — la joven le sonrió —, el premio son dos millones de yenes.

—No creo que participe — el muchacho respondió —. Si me disculpas tengo que hacer otras cosas.

—Sé lo que supuestamente te hizo — mencionó la joven —y no creo que sea culpable

—Mira, lo único que sé es que está en el extranjero y no sé más — el muchacho continuó con sus labores en el templo Higurashi —. Kikyo si quieres hablar con ella estás perdiendo el tiempo, Kagome no quiere ver ni siquiera a Sango

—¿Sango? Pero si es una chica muy dulce ¿por qué Kagome la odiaría?

Apoyándose en el árbol sagrado la pelinegra miró a uno de sus amigos, constatando su confusión ante la extraña confesión de Inuyasha, él seguía barriendo parte del templo cercana al santuario del pozo devorador de huesos.

—Kagome — él soltó un suspiro —. Un minuto — se giró sobre sus talones —que yo sepa tú y ella no se llevan bien, así que me parece muy sospechoso que tú la estés buscando.

—Ya te dije — Kikyo dio un paso al frente.

Inuyasha con su agudo sentido del olfato logró captar una pequeña traza de olor a sudor en la frente de su contraria lo que delataba que estaba mintiendo, las orejas del chico bajo una gorra azul se movieron escuchando los latidos de Kikyo más rápidos de lo normal.

"Puedo olerlo, Kikyo no está siendo sincera" se dijo el muchacho.

—Quiero que me seas sincera ¿para que buscas a Kagome? — Inuyasha dió un paso al frente.

—Es por eso solamente — dijo Kikyo retrocediendo y luego sacó su teléfono mostrándole la imagen del concurso —no te mentiría jamás.

Su suspicacia y sospecha aunque justificadas no estaban alejadas de la realidad, aunque si bien era interesante ver cómo Kikyo estaba allí realmente a Inuyasha le dejó un mal sabor de boca cuando se conocieron ellas dos por primera vez.

Simplemente se negó a responder acerca del paradero de Aome y optó por continuar con sus labores cotidianas en el templo, así se la pasó por varios días del verano hasta que, un fin de semana, su padre llegó allí en los últimos días de verano cuando el calor no era tan insoportable.

—¿Qué haces aquí, papá? — cuestionó el muchacho descargando unas cajas en la bodega.

—Te tengo noticias sobre Kagome — mencionó el Youkai —y sobre tu condición.

—Sí, ya sé que eres Youkai pero ¿por qué no me lo dijiste? — el joven encaró a su padre.

—Para que pudieras tener una vida más tranquila — Toga se sentó junto a su hijo frente al árbol —Hiroyuki llamó, me dijo que su hija todavía está algo dolida pero que está mejor. ¿Te gustaría ir a visitarla?

Inuyasha movió sus orejas para escuchar más atento la proposición de su padre, Toga Taisho mantenía su posición neutra ante la confusión del joven de cabellera larga, aunque en su mente Inuyasha estaba deseoso de ver a Aome sin embargo estaba preocupado por cómo ella iba a reaccionar.

—No sé... — el chico miró a su padre —. Han pasado tantas cosas que no creo que ella me quiera ver.

—Es alguien importante para ti — el hombre se sentó junto a su hijo —necesitas aclarar las cosas, Kagome ya regresó de su viaje a Corea. Si quieres hablar con ella, vamos ya.

—¡Sí quiero! — exclamó el chico —pero estoy aterrado.

—No pierdes nada con ensayar

El hombre guió a su hijo al vehículo estacionado en la parte inferior de las escaleras del templo Higurashi, no había palabras que decir durante el trayecto pesado por el inmenso tráfico que había en la ciudad. Entre tanto Inuyasha jugaba con su teléfono o intentaba por las largas garras que él poseía, finalmente su padre condujo al inferior de un edificio donde habían muchos más vehículos.

Ese lugar era un aparcamiento, cuando descendieron del automóvil ambos se subieron al ascensor y directo al último piso, Inuyasha movía inquieto sus orejas al descubierto mientras trataba de tranquilizarse con cualquier cosa.

Cuando salieron del ascensor quedaron en medio de un pasillo bastante lujoso y al cruzarlo llegaron a la nueva casa de los Higurashi, cuando Inuyasha se iba a quitar los zapatos su padre lo detuvo.

—No hace falta, vivieron en occidente mucho tiempo — mencionó el youkai —¿Estás listo?

Inuyasha asintió tragando saliva, Toga tocó dos veces la puerta y durante unos segundos tensos en los que los instintos de supervivencia del joven hanyō estaban a flote. Tronó sus nudillos mientras sus garras estaban listas para el ataque.

—Hola — Aome fue la que abrió la puerta pero se sintió algo nerviosa al ver a Inuyasha —tú.