Dentro de la habitación que Aome tenía para ella sola en el hotel estaba ella dormida mientras que su padre vigilaba si alguien tenía malas intenciones, en la mente de la chica estaba viviendo un sueño muy extraño pero bastante tranquilo que las demás visiones que había tenido días antes.
Ella despertó a la orilla de un riachuelo, ella veía todo pero cuando se asomó a ver su reflejo en el agua se quedó sorprendida. Tenía, en vez de su cabello oscuro con puntas rojizas, un tono blanco, miró a su alrededor y no había un sólo rastro de modernidad y sólo había campo hasta donde su vista alcanzaba. Miró hacia abajo viendo que su vestuario era rojo y corto, andaba descalza y llevaba una espada en su cintura, anduvo un rato por ese lugar hasta encontrar a un hombre con su misma apariencia mirando a un enorme árbol con una marca en su tronco.
—Te he estado esperando — habló el hombre.
—¿Inuyasha? — la chica preguntó con sorpresa.
—Así es... quiero que me muestres tus poderes con esa espada — dijo ese Inuyasha.
—¡Ket! Tú no me das órdenes — Aome se cruzó de brazos.
Ese Inuyasha le dedicó una sonrisa retadora mientras la espada se volvía negra, Aome le había dado la espalda mientras seguía explorando.
"¿Estaré soñando?" Se preguntó ella.
Repentinamente un vórtice y una esfera negra de aspecto cósmico la absorbió y apareció en un lugar oscuro, frente a una perla atravesada por una flecha pero esta vez ella no podía hablar, ni moverse en ese lugar. Allí vio a otra persona idéntica a ella llorar frente a la perla y luego vio aparecer a ese hombre. Aunque tampoco pudiera escuchar sí vio como la perla fue destruida por ellos dos y luego un brillo plateado cubrió el ambiente.
—¿Quién eres? — preguntó ese hombre —¿acaso eres un simple recipiente para mi alma? ¿o eres una persona diferente con mi alma?
—¿Tu alma? ¡Deja de decirme tonterías y explícame qué ocurre aquí! — vociferó ella empuñando su espada.
—Responde esa pregunta — Inuyasha sacó a su colmillo de acero —¿quién eres? ¿eres mi reencarnación o eres una persona totalmente diferente? ¡Responde ahora mismo!
—¿Para qué carajo quieres saber quién soy? — exclamó la hanyō.
Aome desenfundó su espada la cual resultó ser la misma que tenía el dragón grabado en su base, se lanzó contra ese tal Inuyasha en medio del vacío plateado donde se encontraba con la firme intención de cortarlo en dos pero eso no pasó pues su espada lo atravesó de un lado a otro como si de un fantasma se tratase.
—No puedes cortarme porque soy tu alma, si me cortas mueres — advirtió el hombre —quiero que respondas mi pregunta. ¿quién eres?
Solamente esa pregunta la hacía dudar mucho con relación a su propia identidad ya que jamás se había sentido tan intimidada y por lo general la gente se intimidaba al ver su peculiar y exótica figura en una sombra. ¿Era la reencarnación de aquel hanyō? O ¿era una chica hanyō distinta? Su mente, tan turbulenta como un río en medio de una borrasca, le jugaba una mala pasada. Sabía que estaba sufriendo su cuerpo al sentir el sudor y la fiebre la delataban.
Hiroyuki se giró para verla dándose cuenta que su hija estaba sufriendo pero realmente él ya estaba seguro que el sello de su alma pronto se rompería, sin embargo estaba realmente preocupado por ella pues por más fuerte que su hija llegase a ser no podía negar que la idea de que ella sufriera le aterraban. Sacó la espada con el dragón en la base de la hoja.
Dentro de la mente de la chica ella seguía confundida ante la pregunta de ese hombre idéntico a Inuyasha, cada que intentaba cortarlo con la katana él desaparecía y aparecía en otro lugar. Finalmente cedió y se quedó en silencio admirando el blanco vacío de aquel lugar extraño dentro de su sueño. ¿Quién era? no era una pregunta filosófica sino que era algo más profundo, sabía su nombre completo Kagome Elizabeth Higurashi Taylor.
Vio entonces lo que la hacía diferente, no sólo sus talentos, sino aquellas palabras que el verdadero Inuyasha, no el que estaba dentro de su sueño le dijo. Era fácil ser abierto con ella, su tranquilidad como una brisa de verano y aunque no supiera muchas cosas de ella se sentía a gusto con Aome.
—Sí, soy tu reencarnación pero no soy tú — Aome exclamó y guardó su espada —soy una hanyō de la era Reiwa. Y no le debo nada a nadie del pasado — finalizó ella.
Ese tal Inuyasha sonrió y guardó a colmillo de acero para luego desparecer y Aome despertar de golpe con total sorpresa al sentirse agobiada, miró sus manos aún en su forma humana debido a la luna nueva. Estaba confundida por lo que había sucedido.
"¿Realmente soy una reencarnación de alguien del pasado? estoy confundida" se agarró la cabeza "maldita sea... odio sentirme así"
Hiroyuki vio a su hija notando en ella la preocupación, sabía que sus poderes estaban por volver ya que la madrugada pronto terminaría aun así había algo más en su hija que le preocupaba y no era algo acerca a su escuela. El youkai pelirrojo se levantó de la cama y se acercó a la de si hija para despertarla, Aome vio a su padre con una mirada llena de confusión.
—¿Ocurre algo hija?
—Tuve un sueño, la verdad es que... es algo raro, estaba Inuyasha pero con la ropa que lo dibujaba y me decía que yo soy su reencarnación — ella respondió.
—Hija — el youkai la miró sonriendo —no tienes que reprimirlo. Hay cosas que pueden ser o no señales de una reencarnación. Aún no sabemos si es verdad pero en tus gestos se nota.
Aome chasqueó la lengua mientras trataba de digerir tanta información, miró por la ventana descubriendo que el amanecer pronto vendría a Yokimura aún sin sueño la chica volvió a quedarse acostada esperando si había alguna respuesta a su interrogante de su propia identidad.
(...)
Casi al mismo tiempo Inuyasha estaba también teniendo un sueño muy extraño, despertó en una habitación dentro de un templo Sintoista, salió de la casa vestido como un chico de secundaria y pedaleó hasta su escuela. Curiosamente no tenía su cabello blanco o sus garras, pero sí su cabello largo y un pequeño brazalete verde en su antebrazo.
"¿Estaré soñando?" se preguntó él.
Mientras salía con Hojo, uno de sus compañeros de clase y escuchó a lo lejos el viento cortado y el choque contra la diana de una flecha. Salió corriendo rumbo a ese lugar de donde provenía ese sonido hasta donde era el campo de tiro del club de Kyudo. Allí vio a dos jóvenes muy hermosas, una que parecía ser la capitana y maestra se veía idéntica a Kikyo mientras que la aprendiz era una copia exacta de Kagome, se acercó a ellas dos para averiguar si podía intentar.
—Hola, ya te habías tardado, ven hay que practicar antes del torneo — la chica idéntica a Kagome lo jaló del brazo.
—Es que yo no pertenezco al club, lo practico por fuera — mencionó el muchacho.
—Pues en ese caso me gustaría ver qué tan bueno eres — la capitana le entregó un arco y unas flechas.
Inuyasha los recibió y apuntó directo a la diana sorprendiendo a esa Kagome y Kikyo, al soltar la flecha esta se dirigió al centro del blanco; continuó así con las siguientes tres dianas demostrando su gran puntería con el arco. Su postura era firme mas no rígida, sus pies estaban bien colocados sobre el tatami y sus hombros estaban relajados.
"Esto no parece un sueño" pensó Inuyasha.
—Tienes una buena técnica, chico — dijo Kikyo —dime ¿quién eres?
—Oh, me llamo Inuyasha Taisho y voy en quinto de secundaria en la clase C — habló el muchacho sin titubeos.
—No, me refiero a quién eres en verdad — habló la arquera —desde que conocí a Kagome no había visto a alguien tan hábil con el arco.
¿Qué clase de pregunta era esa? No había tiempo para ponerse a pensar en dilemas filosóficos que lo incluían a él, simplemente no dejó nada a la deriva pero tampoco sabía cómo responder a la pregunta formulada por Kikyo. Silenciosamente salió de ese lugar y empezó a ver al cielo preguntándose quién era en realidad, tampoco estaba seguro de lo qué significaba eso. Nuevamente esa chica idéntica a Kagome lo alcanzó, tenía el mismo uniforme de la escuela a la que asistía, falda verde, moño rojo y marinera blanca.
—Oye Inuyasha — llamó la chica —lamento mucho que hayas conocido a Kikyo en esas condiciones, en serio me parece de mal gusto eso.
—Es verdad ¿a dónde vas? Me gustaría acompañarte — dijo Inuyasha.
—Voy al templo Higurashi, creo que por ahí está el de tu familia. De hecho mi abuelo me contó que ustedes tienen un árbol que tiene más de mil años — afirmó la chica —y un pozo extraño. Lo llaman el pozo devorador de huesos. Hay muchas leyendas pero no creo tanto en eso.
Cuando llegó a su templo se detuvo a analizar cada detalle que mostraba el lugar, oyó a lo lejos a su madre Izayoi vender un colgante con una canica en su extremo; según tenía entendido era la perla de Shikon. Se acercó al árbol sagrado y vio fijamente una marca en él.
—¿Qué es esta marca? — cuestionó el muchacho.
Luego caminó unos pasos rodeando el árbol y se acercó al templo en cuyo interior se hallaba un pozo, rápidamente vio a su gatito negro llamado Sora ponerse sobre el pozo y en un intento desesperado por evitar que saltara Inuyasha terminó cayendo al pozo, repentinamente unas luces lo rodearon y una extraña criatura con forma de ciempiés lo sujetó por el cuello.
—Dame la perla de Shikon — gruñó la criatura.
—¡Aléjate! — gritó el chico y una energía de tono morado rompió uno de los brazos de la criatura.
Sorprendido vio aquella criatura desvanecerse en el oscuro pozo y luego, finalmente tocó el suelo de ese sitio, no había sonido sólo el silencio del bosque. Se encaramó por unas enredaderas y salió de aquel extraño sitio quedándose atónito por ver el extraño lugar en el que estaba. Verde hasta donde alcanzaba su vista, caminó hasta encontrar el árbol sagrado y una vez cerca, apartó el la maleza para llegar allí.
Ahí encontró a una chica sujeta por las ramas de cabello ondulado y blanco, orejas de perro y una especie de yukata rojo y corto ceñido a su cuerpo, Inuyasha recordó a Aome al verla; él se aproximó y sujetó las orejas cuidadosamente sintiendo su suavidad peluda para luego ver cómo tres fechas se clavaban en el tronco del árbol.
—¡Ey tú! ¡Aléjate de allí! — exclamó un aldeano.
Inuyasha retrocedió y entre dos hombres lograron llevárselo a una aldea no muy alejada de allí, lo amarraron de las muñecas y de los tobillos y lo dejaron en el centro de la villa ante la expectante mirada de los aldeanos que allí estaban. Inuyasha observó con seriedad todo el lugar y las vestimentas de esas personas las cuales parecían ser muy antiguas, todos los hombres tenían parte de su cabellera rapada además de que su escaso pelo solía estar atado en una corta coleta alta.
—Abran paso a la sacerdotisa Kaede — anunció un hombre.
La tal Kaede apareció frente a Inuyasha siendo una mujer de avanzada edad a quien le faltaba un ojo, ella le tiró cenizas sagradas y él tosió por el polvo levantado por la sacerdotisa, luego sujetó el mentón al joven del futuro denotando parecido el parecido con alguien que ella conocía perfectamente.
—Eres la reencarnación de mi hermana Kikyo — dijo la anciana.
"Reencarnación" esa palabra no dejaba de hacer eco en la cabeza del joven estudiante y no sabía cómo sentirse hasta que nuevamente esa visión se volvió borrosa y se encontró en un sitio oscuro acostado mientras dos mujeres con atuendos de sacerdotisas lo rodeaban esta vez tenía la apariencia a la cual se estaba acostumbrando.
—Inuyasha — llamó la mujer de la coleta.
—Inuyasha — habló la de cabello suelto.
—¿Quién eres tú? — preguntaron las dos al unísono.
—Soy... ¿una reencarnación? No... soy una persona distinta — murmuró el chico —... sólo sé que soy un hanyō.
—Un hanyō en quién he reencarnado porque mi alma quiere ver a la de mi amado — afirmó la de cabello suelto.
Inuyasha despertó agitado, sudando y mirando al vacío completamente extraviado de la realidad mientras veía el vacío de su habitación del hotel, el cual era el mismo que compartía con los Higurashi. Se levantó para no despertar a su padre y caminó un poco hacia la habitación de Aome, él tocó la puerta esperando que una sandalia voladora no golpeara su cara. Afortunadamente eso no ocurrió sino que una despistada Aome que tenía una de sus manos frotando su ojo izquierdo lo recibió.
—¿Sabes qué hora es, Inuyasha? — cuestionó la hanyō —son las seis de la mañana.
—No tenía sueño — dijo el chico —¿te invito algo para comprarlo?
—Eres muy amable, Inuyasha — la chica le sonrió —dame un momento.
Diez minutos después Aome volvió con el mismo traje que tenía el día anterior a ese, los dos chicos salieron sin rumbo alguno hasta llegar al bosque en dónde estuvieron algunos días antes. Los dos hanyōs se sentaron bajo la sombra de un pino. El olor a este árbol realmente calmaba a los dos chicos quienes estaban realmente abrumados por sus sueños extraños.
—¿También has tenido esos sueños raros? — preguntó Inuyasha.
—Tch... ¿Me levantaste a las seis de la mañana para preguntarme esa tontería? — Aome se quitó la geta de su pie derecho y lo usó para rascarse detrás de la oreja de ese lado —sí. Tuve un sueño en el que aparecías tú.
Aome parecía una cachaorra al rascarse como uno con las garras su pie derecho mientras estaba siendo vista por su acompañante.
—Es raro... cada que duermo apareces tú — la hanyō acomodó su estola roja —no creo que tú y yo estemos simplemente conectados por un matrimonio arreglado.
—En el mío también apareces tú — dijo Inuyasha —estabas atrapada en un árbol con una flecha, también apareciste con Kikyo dos veces: el campo de tiro y un sitio oscuro. Tú y ella tenían los atuendos de una sacerdotisa del periodo Sengoku.
—Tonterías... Yo no me vestiría de esa forma tan ridícula — afirmó Aome.
—Me pregunto si esos sueños son recuerdos de nuestras vidas pasadas — el chico estaba demasiado serio y preocupado —lo digo porque yo lo sentí tan vívido, especialmente el pozo. Además siempre apareces en esos sueños. Creería que estamos destinados desde el pasado.
Aome se sonrojó ante las palabras del chico, tomó la mano de Inuyasha y recostó su cabeza en el hombro del hanyō apoyando su oreja derecha.
—Es cierto, desde que nos vimos en la escuela — Aome habló tranquila —creí que eras un rebelde sin causa pero ver cómo me diste el tour y cómo me perdonaste por haberte enviado al hospital, habla que eres un chico con el corazón más noble del mundo. Cualquiera que esté a tu lado es afortunado. ¿Qué estoy diciendo? Es muy cursi?
—Me agrada verte así — Inuyasha sonrió ampliamente —no la chica retraída o la agresiva sino a la Aome de verdad.
Una bella imagen de dos personas frente a un paisaje llano lleno de campos de arroz, una sacerdotisa y un hombre mitad bestia, llegó a la mente de los dos chicos quienes veían desde la cima de la montaña el amanecer en Yokimura. Aome sacó su cuaderno y con los ojos cerrados empezó a dibujarlo que su mente proyectaba, dándose cuenta que había hecho un autorretrato de los dos.
Inuyasha tarareó una melodía pegajosa para los dos.
—El mundo he de cambiar para ir a un futuro ideal en dónde no reine el mal — tarareó el hanyō.
—Cambiaré pues hoy sé que lo lograré, junto a mí vas a estar... — continuó Aome.
Inuyasha le sonrió y luego se levantó del suelo para ir colina abajo corriendo de vuelta al pueblo.
—El último paga el desayuno — afirmó él.
—Ket... Te voy a ganar
Los dos corrieron colina abajo mientras tanto Aome ganaba velocidad, y finalmente lo alcanzó pero el chico de cabellera blanca aumentó la velocidad y llegó primero, en el rostro de la hanyō había una expresión de orgullo y satisfacción al ver que ese joven tan amable que conoció en su escuela y de que ella se culpaba siempre por su estadía en el hospital haya desbloqueado sus poderes Youkai y le haya demostrado que no hay rencor.
Inuyasha, su sonrisa tan efusiva y tan radiante como el sol de verano, estaba contento de tener una amiga como la chica Higurashi, él deseaba volver a ver en su escuela pero el caso es que ya no iba a ser posible porque ella ya tomó una decisión.
Gracias a todos los que dejan sus reviews ya que me dan ánimos para seguir adelante (~)~ los quiero.
Kayla, CBT-1996... entre otros. gracias
