La chica Rin corría a toda prisa para llegar a tiempo a su escuela, la misma a la que Aome asistía, era un martes y debido a que las clases fueron aplazadas por una reunión de maestros en todo Tokio no habían empezado en lunes como de costumbre.

—Voy a llegar tarde — se dijo a sí mismo la pequeña niña de quince años.

Rápidamente Aome parecía ir a toda prisa y para ella era todo en cámara lenta, Rin quedó pasmada por la velocidad que había alcanzado la hanyō que rivalizaría con la de un auto deportivo de gama baja. Al llegar a la escuela Higurashi dió un salto y cruzó la reja, ya le daba igual si le decían que no era humana pues ya sabía lo que era.

—Higurashi — llamó una chica de trenzas —. Casi llegas tarde.

—Sakura... — Aome sonrió —¡Ja! ¿Creías que iba a llegar tarde?

—Necesitamos hablar en privado

—¡Diablos Ayumi, no aparezcas tan de repente! — exclamó la hanyō —me diste un buen susto, loba.

—¿Es impresión mía o eres idéntica en personalidad a ese chico del cuento de la perla de Shikon? — la de cabello rizado se encogió de hombros —como sea. Hoy tenemos dos nuevas estudiantes de intercambio.

—¿Cómo que Loba? — Sakura preguntó confundida.

—Digamos que soy una youkai — la aludida sonrió —soy hija de dos líderes de dos clanes lobos.

Aome miró de soslayo a su nueva amiga, pronto entendió a lo que se refería Ayumi; por la entrada había cruzado una hermosa joven de estatura mediana, cabello ondulado de color rojo cobrizo, a grandes rasgos se notaba que era extranjera, ella emanaba un olor peculiar que Ayumi y Aome percibieron.

—¿La hueles? — Aome preguntó.

—Tiene un aroma similar al de mi primo Koga — murmuró Ayumi —¿Será una loba?

Las tres fueron al salón que compartían y allí vieron a aquella misteriosa desconocida sentada en la esquina junto a la ventana portando unos lentes de marco negro, gracias a las sensibles orejas de perro que Aome tenía logró escuchar una melodía que salía de los labios de aquella extraña, la dejó pasar por alto y sencillamente se sentó en su pupitre cercano a la ventana.

La maestra comenzó a pasar lista hasta que se oyó su apellido, extravagante, muchísimo más que el de Ayumi que era de un origen antiquísimo.

—Raquel Grau

Fue en ese momento que la pelirroja, quién respondía a ese nombre, levantó la mano y con un acento muy típico de Europa occidental se presentó. Aome distinguió inmediatamente su procedencia con tan solo escuchar su voz.

—Presente, ¿desea que me presente? — preguntó Raquel Grau.

—Adelante — la maestra simplemente asintió.

Aquella joven se levantó de su asiento, caminó por entre los pupitres y se puso en frente de toda la clase, a la expectativa no sólo se encontraba Aome sino que Sakura y la misma Ayumi también les causaba curiosidad aquella tal Raquel Grau.

—Me llamo Raquel Grau, nací en Valencia en España, mi madre es japonesa y mi padre es catalán. Decidimos venir a este país porque mi padre ha tenido asuntos con su propia familia — dijo aquella pelirroja —. Soy aficionada a la música, la fotografía y la danza. Y he visitado más de diez países. Eso es todo.

(...)

En otro lado Inuyasha, que se había unido nuevamente al club de Kyudo, practicaba con determinación su técnica de tiro con arco. Aún su mente estaba turbada porque sus sentimientos hacia Sango se interponían con lo que sentía por Aome. En ese momento, distraído por su corazón, falló un tiro sin siquiera darle a la diana.

—¿Por qué estás tan tenso? — Kikyo le preguntó con sorpresa —normalmente tú eres quien tiene mejor técnica.

—Ese es el tema — Inuyasha dejó su arco en el suelo —. Sabes que me gusta Sango pero... desde que comencé a convivir más con Higurashi yo... Invité a Sango a salir el día domingo.

—Es un asunto complicado — murmuró la pelinegra —. Entonces Inuyasha, primero debes saber lo que sientes tú por Sango.

—Espera un momento, Kikyo ¿por qué solo hablas de Sango? — murmuró el hanyō.

—Bueno... digamos que a Higurashi no le agradaría tener una relación con alguien indeciso — se mofó ella.

Inuyasha le dió la espalda y comenzó a caminar fuera del área de entrenamiento, la miró por el rabillo del ojo a su compañera de estudio mostrando una expresión realmente fría que a cualquiera pudiera asustar.

—Ya basta Kikyo — pidió el hanyō.

Mientras salía de la escuela se encontró con un volante acerca de un concurso, lo levantó y empezó a leer acerca de aquella convocatoria para jóvenes talentos, no en vano fueron sus clases de guitarra que había tenido durante toda su infancia. Corrió rápidamente luego de terminar las clases a la tienda de música más cercana, recordó pues que su padre siempre abogaba porque sus hijos, es decir Sesshomaru y él mismo, tuvieran su propio dinero.

El hanyō salió rato después con una especie de estuche y dentro un objeto rectangular relativamente grande, corrió a su casa a toda prisa y allí desempacó aquel artilugio tan extraño. No era más que un teclado y durante el resto de tarde el chico se la pasó repasando todas las canciones que había aprendido en el pasado, durante la cena Sora se paseaba en su forma de gatito por toda la casa hasta que se quedó mirando fijamente un punto.

—¿Qué pasa con Sora? — indagó Izayoi.

—Oh... no sé — mencionó el chico.

"Ese olor" Inuyasha tomó unos ofuda.

Rápidamente usó los pergaminos poniéndolos en la pared de la cual salió una criatura en forma de serpiente y antes de que pudiera atacar a Izayoi, Sora ya lo había capturado como si fuera un insecto como cualquier otro. Pareciera que el hanyō tuviera una especie de habilidad especial para ver espíritus ocultos que pudieran ser malignos.

Una vez en la habitación Sora en su forma humanoide examinaba el cuerpo de aquella pequeña criatura invasora de hogares al tiempo que Inuyasha tocaba el piano con dedicación aguardando el día de aquel concurso de talentos.

—Esto... Esto no es un youkai — murmuró el bakeneko —es algo llamado ayakashi. Aunque tiene pura pinta de que es un shikigami.

—¿Un shikigami? ¿Ayakashi? — preguntó Inuyasha fallando una nota.

—Exacto — el gatito se subió a la cama —, verá, joven Inuyasha, normalmente los ayakashis están vinculados con energía espiritual a diferencia de los Youkai, como su padre, que son unas formas de vida independientes ya que no son manifestaciones; aunque taxonómicamente los ayakashis son youkai.

—Aguarda un segundo ¿entonces eso significa que hay gente que manipula criaturas para hacer su propia voluntad? — el hanyō se sentó en la cama junto a su gatito.

—Usted está en lo correcto — afirmó Sora con una gran sonrisa —. En sí los shikigami son creaciones de personas que tienen habilidades espirituales.

Afuera se empezó a llover con fuerza fue entonces que Inuyasha tomó su teléfono y cuando estaba empezando a deslizar sus dedos por la pantalla del dispositivo encontró una noticia.

—Durante el mes de agosto de este año han sido asesinadas veintiséis personas en el Sudeste Asiático y Japón las cuales no presentan signos de violencia en sus cuerpos — leyó el chico —siempre se ven que mueren de forma inesperada — luego miró hacia la calle —qué extraño.

La verdad sobre ese caso era extraña pues la cantidad de muertes y los lugares en los que esas muertes han ocurrido. Por más que la curiosidad lo llegase a embargar debía estar atento a las noticias por si algún caso nuevo se presenta cerca de su casa.

(...)

En la pantalla del televisor se mostraban a las personas que fueron presas de aquellos sigilosos que no dejaban ver rastros de violencia en sus víctimas, Sayuri observó a Aome distraída con Sota jugando ajedrez y fue en ese momento que agarró su teléfono y marcó un número.

—Hola? — saludó la chica, entrando a la habitación —. Estem davant d'una nova missió. Vull que reuneixis l'equip. T'espero.

Cerró tras de sí la puerta y rebuscó bajo su cama un estuche cuadrado y rojizo, de este sacó la espada que su padre le había heredado, colmillo carmesí, porque esta rechazó a Aome. Salió por la ventana importándole poco el frío de la noche.

"No he venido a Japón sólo a pasar el cumpleaños de Aome" se dijo la chica mientras caminaba bajo la lluvia.

Entre un callejón, la poca luz que se filtraba allí no dejaba ver mucho los detalles la inu-hanyō pelirroja sintió el olor de sus compañeros, las luces de una furgoneta se encendieron y detrás de la joven Higurashi aparecieron varias criaturas extrañas, iban acercándose rápidamente y al momento que que rápidamente fueron destruidas por un corte de un hacha. Con elegancia, un apuesto caballero vestido de esmoquin gris, lentes y con el cabello negro atado en una coleta comenzó a destruir cada criatura hasta dejarlas hechas polvos.

—Gute Natch — saludó el chico —ya te había olido desde que saliste de tu casa, Sayuri.

—Siempre te subestimo — murmuró Higurashi —Los he reunido aquí porque tenemos un nuevo problema. Saben perfectamente que somos conocidos como la división fantasma de Hashira Corp.

—En pocas palabras, los que hacemos el trabajo sucio — habló otro chico, uno de cabello negro, estatura mediana y delgado con dos orejas negras encima de su cabeza —, ya vimos la noticia. Este tema de los Ayakashis no sonaba desde el siglo XI, eso fue lo que mamá me contó.

—Y debe ser grave si necesitas la cooperación de todos nosotros — Raquel Grau habló desde la camioneta.

—Espera un segundo — el de orejas la miró —¿cómo es que te ves de quince años si tienes más de treinta?

—Síndrome de Turner — afirmó el de esmoquin y Sayuri lo apoyó.

Los tres se subieron a la furgoneta y la primogénita Higurashi aceleró mientras el olfato tan poderoso del chico de orejas negras y la vista de Raquel, de pronto vieron un cadáver en mitad de una carretera rural. Rápidamente Sayuri detuvo repentinamente el automóvil junto a la víctima.

—Hombre de cuarenta y un años que murió por asfixia — el de esmoquin habló tranquilamente.

—Espere — el chico de orejas empezó a escuchar algo.

—Joakim, es decir mi hermano mayor — el de esmoquin gris acomodó sus lentes y habló en voz baja—es capaz de escuchar sonidos por debajo del umbral de audición de un ser humano y un hanyō común y corriente.

Aquel chico llamado Joakim parecía un cazador en toda regla pues no sólo su poderoso sentido del oído sino que también su olfato trabajaban arduamente por descubrir qué se movía entre las sombras de la noche. Luego el hermano menor de aquel chico de orejas sintió un olor extraño entremezclando la esencia del incienso con veneno y sangre.

—Mira Sayuri — el de traje señaló una serpiente voladora.

—Esas cosas no vuelan — Joakim habló seriamente —las serpientes no vuelan a menos que sean ayakashis o youkais. Deberíamos dejar un espía aquí para que podamos regresar a casa.

—¡Dejadme a mí!

Raquel sonrió y se bajó de la furgoneta, sobre el asfalto llevó sus dedos a la boca y silbó, era un sonido tan bajito que hasta a Joakim le costaba escucharlo, de la ladera de la montaña salió un enorme perro Husky Siberiano. Raquel se puso a su altura y lo miró a sus ojos azules como diciéndole algo.

—Manténme al tanto — pidió la pelirroja con una sonrisa.

El Husky se alejó del grupo y empezó a merodear los alrededores, luego Raquel se subió al auto junto al grupo regresando a la ciudad.