GRACIAS A TODOS LOS QUE ME LEEN, A LAS REVIEWS DE KAYLA LINNET Y A CBT1996 POR INSPIRARME.


En consonancia a lo sucedido en las noticias Inuyasha parecía intrigado por la forma en la que más noticias acerca de extrañas muertes se producían en los alrededores de la ciudad. El asunto es que el concurso al cual Kikyo mencionaba un mes atrás y realmente sí era verdad, la forma en la que tocaba Inuyasha demostraba maestría a sus cortos dieciséis años de edad.

Pronto su teléfono vibró haciéndolo desconcentrar y entonces se levantó de la silla frente al teclado, tomó su teléfono y vio que Miroku lo estaba llamando, rápidamente el hanyō contestó el aparato y habló con su compañero de clase.

—¿Qué ocurre, Miroku?

—¿Ya viste las noticias? Está en todos los noticieros esas muertes inexplicables — afirmó el muchacho —. ¿No crees que sea algo raro? La curiosidad mató al gato — preguntó el joven a su amigo —esto no es como ir al cerro a buscar brujas.

—Es verdad — Inuyasha sonó serio —aunque no creo que sea buena idea buscar eso.

—¿Qué tienes con Higurashi? Deberías invitarla a comer algo, ya sabes, se llevan bien — Miroku se mofó —, dejemos ese asunto del misterio para después.

—Perfecto le hablaré a Sayuri para que le diga a Aome — el semidemonio sonrió tranquilo —. Bueno te veo después espera... ¿puedes reunir a los chicos? Quiero volver a formar la banda.

—¡Claro! Y Sango canta hermoso — dijo el muchacho.

—Otra cosa — Inuyasha masculló —¡¿Insinúas que estoy enamorado de Kagome?!

La llamada se cortó e Inuyasha se tiró a la cama mirando al techo, tenía muchas cosas en su cabeza como el concurso y sus sueños raros, y aunque estuviera centrado en su práctica de piano no dejaba de pensar en eso de los Ayakashis que Sora había hablado, con los pergaminos ofuda creó una barrera en la habitación de su madre para que de esta manera ninguna criatura maligna lastimara a Izayoi.

Ahora esos brillantes ojos azules se hicieron presentes en sus sueños, ese cabello largo con un degradado de negro a rojo y esa sonrisa tan tranquila que tenía ella lo hacían pensar... ¿se estaba enamorando?

Al día siguiente Inuyasha volvió a la escuela encontrándose a otro chico del salón B, la otra clase, Hojō. Un chico relativamente más alto que Inuyasha de cabellera castaña clara y ojos marrones bastante llamativos.

—¡Taisho! — llamó el muchacho —¿Cómo estás?

—Bien, Hojō — Inuyasha lo miró tímidamente.

—Me preguntaba si podrías decirme si por tu vecindario hay alguna casa en alquiler — el castaño caminó junto al albino.

—No estoy seguro pero hay una casa dentro de un templo cerca de la escuela — mencionó el chico con una sonrisa.

—Claro, le diré a mi mamá en la tarde. Nos vemos Taisho — Hojō se metió a su salón.

Inuyasha sonrió al ver aquel chico tan amable, si bien no eran los mejores amigos de la escuela siempre podían confiar el uno en el otro. Durante la clase de matemáticas, el hanyō sufrió un golpe de realidad al ser el peor promedio en un examen que su docente había realizado; exhaló, en forma de molestia al ver la calificación, entonces tomó el papel y lo arrugó volviéndolo una bola y la tiró hacia atrás con la mala suerte de que le pegó a alguien.

—¿Diez puntos de cien posibles? Parece que tienes muy mala suerte, Inuyasha — habló una voz masculina desde atrás.

El hanyō se dió la vuelta para encontrarse con su hermano mayor, con su clásico porte elegante con un esmoquin negro adornado con una corbata morada y un reloj dorado. Inuyasha quedó prácticamente paralizado cuando vio a su hermano mayor.

—¿Sesshomaru?

—¿Qué te pasó, querido hermano? ¿No que eras el mejor en matemáticas? — cuestionó burlesco el mayor.

—¡Eso no te incumbe, Sesshomaru! — gruñó el hanyō.

Mientras los dos discutían sobre banalidades, en otro punto Sayuri Higurashi dejó caer un papel frente a Sango que recién salía de la escuela. ¿Qué era? No era más que el número telefónico de su hermana menor, Sango lo levantó del suelo y tras llevarse a Inuyasha tomó su teléfono y le escribió a Aome.

—Inu. ¿Es cierto lo que Miroku me contó? ¿Quieres volver a armar la banda? — preguntó la chica.

—Sí... Pero desde que Ayame se fue a Argentina la dejamos en pausa — mencionó el hanyō.

—Podría ser su vocalista — Sango sonrió tranquilamente —por cierto el domingo no podré ir al cine y le escribí a Kagome para que te acompañe. Es que... Tengo que comprar un nuevo micrófono.

Inuyasha se encogió de hombros, sin embargo aunque estuviera enamorado de Sango no sintió dolor cuando le rechazaron la cita, en situaciones ordinarias eso habría sido un golpe realmente duro pero él estaba demasiado calmado para haber sido rechazado.

—¿Qué día empezamos a ensayar? — preguntó Sango.

—¿Te parece el miércoles de la próxima semana en la noche en casa de Miroku? Él tiene allá la batería de su hermano Kosaku — afirmó el hanyō —pero nos faltaría un baterista y no creo que Kosaku esté disponible.

—¿Ya le pediste ayuda a Koga? — preguntó la muchacha.

—Koga Hyuga — murmuró Inuyasha —hace tiempo no hablo con él.

Aquel chico llamado Koga era el mejor amigo de la infancia de Inuyasha, prodigioso baterista y un rebelde en toda regla a diferencia del joven Taisho quien se caracterizaba por su forma tan tranquila en la cual él se tomaba las cosas. El olfato del hanyō detectó un aroma extraño, cuándo se giró para ver encontró a un gato con dos colas de pelaje color crema siguiendo a Sango.

—Oye Sango — señaló al felino —, mira ésa gatita.

—¿Eh? Parece un gato con una malformación genética — dijo la castaña —. Me la voy a llevar a casa, de todas formas me agradan los gatos.

Inuyasha tomó entre sus manos a la pequeña felina para posteriormente levantarla y cargarla en sus hombros, el animalito emitió un maullido tierno que hizo enternecer a Sango. Pero de repente el chico empezó a sentir un dolor de cabeza impresionante, luego se tuvo que sentar en una silla afuera de un restaurante. Pronto empezó a ver borroso y escuchar mal a Sango.

Sobre un enorme felino de color crema volaba una joven pelinegra con un uniforme escolar como el de la escuela a la que Sango e Inuyasha asistían, en su caso estaba viendo desde la perspectiva de aquella chica y nuevamente todo se volvió negro.

—Kirara — oyó una voz.

Inuyasha pareció volver en sí cuando Sango lo meneó de un lado al otro, el hanyō observó todo a si lado hallando una multitud de personas rodeándolo a él preocupados por su estado de salud o simplemente curiosos que deseaban saber cómo se hallaba.

—¿Qué pasó? — el chico preguntó confundido.

—Casi te desmayas — dijo la muchacha muy asustada.

—Kirara — la gatita se le subió a los brazos a Inuyasha —¿Qué tal ese nombre? Kirara.

Tiernamente la gatita de dos colas emitió un maullido de aprobación, el hecho de ver a Inuyasha tan feliz incluso tras estar al borde de un desmayo llenaba de paz a todo aquel que estuviera junto a él. Cómo si fuera un monje budista capaz de purificar cualquier cosa mala, curioso que Kirara observaba fijamente al inu-hanyō Sango pudo estar tranquila.

—Oye Sango — Inuyasha sacó su billetera —, te invito algo.

—Inu — habló la castaña —. Guárdalo, yo traje lo mío. ¿Ya te sientes mejor?

—Sí, sólo fue que se me bajó el azúcar. Ya te he dicho que he salido de peores, Sango — el albino sonrió ampliamente —es que no desayuné — añadió riéndose.

—¡Te pasas de pendejo! Debes alimentarte mejor, Inu — la chica se puso a la defensiva —, eres mi amigo y no quiero que nada te pase.